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Gays

ABRIENDO LAS ALITAS 9

Historia de mi vida, medio erotica, medio sensual, medio sexual.
Continua mi biografía poniendose mas caliente a cada relato.
Les recomiendo leer las anteriores entregas,, es historia real picara, medio erótica y francamente sexual conforme voy creciendo,,,es mi biografia.
Les recomiengo leer los anteriores capitulos de mi biografia,,, es erotica leve al principio y se va poniendo mejor.

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DECLARACION DE AMOR (13-14 AÑOS)

El gorrioncillo lame sus heridas.

Una mala experiencia, otra cicatriz en mi vida.

–Te ves mal –dijo David al verme en la mañana.

–Estoy bien.

–¿Con quién dormiste? Nunca llegaste –dijo pícaramente.

–Con nadie. ¿Y a ti cómo te fue?

–Me aventé dos “palitos” –dijo con orgullo.

Me sentía tan mal que no pude desayunar, la vergüenza me estaba matando. Pensé que tal vez todos los compañeros ya sabrían lo sucedido porque veía a Nicolás platicando y riendo con algunos, de seguro se burlaban de mí.

–¿Qué le pasa Daniel? Está muy pálido hoy –preguntó el maestro.

–¿Verdad que sí? Le pregunto y no dice nada –intervino David.

–Si se siente mal se puede quedar en el campamento.

–Está bien –dije sin ánimo.

Después de almorzar el grupo se preparó para ir a buscar piedras en la parte más alta del cerro.

–Me quedo contigo. Le dije al profesor que me siento resfriado –dijo David.

–¿Por qué? –dije sorprendido.

–La neta, eso de buscar piedras está medio aburrido.

–¿Por qué viniste pues?

–Por Mary, la chava de anoche –dijo cínicamente.

Otras dos compañeras se quedaron descansando en otra casita y la maestra se ofreció para cuidarnos a todos. Nos acostamos en la casa de campaña y nos quedamos dormidos. David se quedó recostado a mi lado.

Al despertar un par de horas después ya me sentía mejor. David seguía dormido y pensé que eso me permitiría disfrutar de su presencia, aunque fuera ahí dormido junto a mí, de nutrirme con la energía que emanaba de su cuerpo. Yo mismo me daba ánimo para tranquilizarme y empecé a pensar que si David se llegaba a enterar de lo que pasó en el autobús con Nicolás tal vez me comprendería porque él sí era mi amigo de verdad. Me recosté de lado, de espaldas a David.

Pasaron unos minutos y de pronto sentí que un brazo rodeaba mi cintura. David se había recostado de lado detrás de mí y me abrazaba tiernamente. Quedó tan pegadito a mi cuerpo que podía sentir su pene rozando mi trasero. La energía intensa y agradable que siempre captaba de David se elevó a niveles que no recordaba haber sentido antes. ¿Sería por la cercanía de su cuerpo o por lo mucho que lo necesitaba en ese momento?

Me quedé quieto, disfrutando de su abrazo, sintiéndome feliz. Pasó algo más de tiempo hasta que David se movió y se acomodó boca arriba. Me incorporé para quedar sentado a su lado. Se veía tan inocente, tan frágil ahí a mi lado, sin camiseta, solo con los pantaloncillos desabrochados puestos. Me atreví a acariciarle la nariz suavemente con la punta de un dedo. Luego, viendo que seguía dormido le pasé los dedos por el cabello para acomodarselo. David se movió un poco, pero no se despertó.

Me recosté a su lado para admirarlo mejor. El olor de su cuerpo me pareció divino, por primera vez me daba cuenta de qué tanto me atraía su aroma. Extasiado por la visión de su hermosura, no pensé en lo que hacía.

La magia del momento hizo que mi diablillo regresara del escondite a donde se fue después de la agresión de Nicolás. Sus malos consejos y mi excitación me llevaron a perder contacto con la realidad, de pronto, ya mis dedos recorrían suavemente el pecho de David. Toqué suavemente sus tetillas, admiré los finos pelitos que le recorrían el abdomen desde el pecho, alrededor del ombligo y desaparecían bajo la ropa rumbo a su entrepierna. ¡Qué hermoso es! Pensé.

El roce de mis dedos con su piel elevó mi excitación. Había descubierto desde antes que mis dedos, al igual que mis labios, eran puntos muy sensibles para captar la energía en la piel de otras personas. Amaba besar y tocar a las personas. La energía que captaba en la piel de David era intensísima, era como si todo mi cuerpo estuviera conectado a la punta de mis dedos.

Sabía que David seguía dormido porque podía escuchar un leve ronquido. Entonces, sin pensarlo, acerqué mi cara a su pecho y besé suavemente una de sus tetillas. Luego bajé lentamente tocando muy suavemente su abdomen y su ombligo con la punta de la lengua. El atrevimiento de mi diablillo interno no tenía límites, aprovechando que David seguía dormido y que tenía desabrochados los pantaloncillos le bajé la cremallera completamente para lograr meter la mano y acariciarle el pene. Que increíble sentir su pene medio flácido bajo su trusa.

Comprobé una vez más que David seguía roncando y ya no pude contenerme, mis labios se posaron sobre la tela y recorrieron todo el tronco de su pene presionándolo muy suavemente. Por supuesto que su pito reaccionó a mi caricia y se le empezó a poner duro. La excitación me tenía al borde del orgasmo.

David se movió y entreabrió los ojos. Me enderecé rápidamente para quedar nuevamente sentado a su lado dándole la espalda. Cerré los ojos, arrepentido de haber sido tan atrevido. Mi corazón trotaba alocadamente.

–Estás enamorado de mí, ¿verdad? –dijo con voz apenas audible luego de un momento de silencio.

–¿Qué?

Mi corazón se aceleró aún más. Su pregunta me tomó por sorpresa. ¿Por qué me atreví a tanto? ¿Y si me reclamaba?

Luego, David me jaló de un hombro para regresarme a su lado y recostarme sobre su brazo.  

–Me siento a gusto cuando estoy contigo –dijo tiernamente.

Me quedé callado observándolo. Yo estaba pasmado, el tiempo se detuvo para mí.

–Ya sabía que yo te gustaba –dijo al mucho rato.

–No es cierto –dije no muy convencido.

–Lo supe desde que jugamos luchas un día en la escuela. Estabas bien caliente. ¿Te acuerdas?

No supe qué contestar.

–No hay bronca, eres mi mejor amigo.

Mis ojos no se apartaban de su cara, era como un angelito, precioso. Su boca apetecible, con su dentadura blanca y perfecta, sus labios moviéndose al hablar eran una invitación para besarlos. Para entonces yo ya estaba en la luna.

–Me pusiste el pito bien duro, cabrón –dijo para mi regocijo.

No pude evitar sonrojarme y sonreírle. Tomó mi mano, la puso sobre su pecho y me la detuvo con fuerza. Podía sentir los latidos de su corazón. Me estaba elevando más allá de las estrellas con tan solo escucharlo.

–¿Te has enamorado de alguien más? –preguntó.

No tuve más salida, me rendí, el momento que tanto temía y que tanto esperaba había llegado, y me arriesgué.

–Solo de ti –dije muy quedito.

Luego de un largo silencio volvió a preguntar.

–¿Has “hecho cosas” con chavos… tú sabes?

Me quedé sin palabras. ¿Cómo podía mentirle y decirle que no? ¿Cómo podía confesarle que sí? ¿Y si ya sabía lo que hice con Nicolás? Estaba al borde del desmayo, el silencio me pareció eterno. David tenía los ojos cerrados. Su mano aún sostenía la mía sobre su pecho.

–Si no quieres contarme está bien.

Sentí remordimiento, él confiaba en mí, y yo no me atrevía a confiar en él, me quedé mudo.

–Si –dije después de varios minutos.

–¿Sí qué?

–Si lo he hecho con otros chavos –confesé y me sentí liberado.

–Entonces ¿eres bisexual?

–¿Eso qué es?

–Que te gusta hacerlo con chavas y con chavos –explicó.

–No eres como el puto de Valentín, tú me entiendes. Te ves “machín”.

Mi excitación creció y mi pene también. Nos quedamos sin decir nada por mucho tiempo. La conexión que habíamos logrado en ese momento animó a mi diablillo a más. Sentí que soltó mi mano y la moví lentamente hasta colocarla sobre su pene, lo pude sentir medio duro debajo de la tela. Volteé a verlo, David abrió los ojos y me sonrió, eso me animó a meter la mano bajo su trusa y sobarle el pene y los testículos suavemente sin la estorbosa tela, sintiendo como se le iba poniendo más largo y duro. Luego de unos minutos, él me retiró la mano con suavidad, entendí el mensaje.  

–Si un día me animó a hacerlo con un chavo te prometo que será contigo –declaró.

Se volteó para quedar acostado cara a cara frente a mí.

–No eres el único chavo al que le gusto –dijo el muy presumido.

Me sentía tan halagado que hubiera dado mi vida por besarlo. Creí percibir que él también lo deseaba porque su mirada a veces se dirigía a mis labios. No me arriesgué y tan solo le sonreí. Nos quedamos quietos disfrutando el momento, su mirada entrelazada con la mía. Deseaba más que nunca saber lo que pensaba de mi amor.

–Bueno ya me dio hambre, ¿te sientes mejor? –preguntó.

–No tengo nada… solo estaba muy triste.

–¿Por qué? –preguntó.

Me sentía tan a gusto ahí con él, tan protegido, tan conectado, que me decidí a contarle todo lo que había pasado en la noche con Nicolás. Cómo me convenció, cómo me humilló, cómo me había sentido al final y como andaba contándole a todos los compañeros lo que había pasado. No pude evitar que un par de lágrimas se escaparan de mis ojos.

–Ese güey. ¡Que hijo de la chingada! –exclamó.

Su mano volvió a acariciarme suavemente la mejilla y me limpió las lágrimas. Su cara tan cerca de la mía, su intento por consolarme y los consejos de mi diablillo me empujaron a lo inevitable. Me acerqué lentamente para rozar sus labios con los míos. Un beso corto, muy suave, que a mí me pareció eterno. Él no se sorprendió ni me rechazó, tan solo sonrió. Escuchamos que alguien se acercaba y fingimos que estábamos dormidos.

–¿Están bien? –dijo la señora para despertarnos.

–Vengan a comer, ya están regresando de la excursión.

Salimos de la casita y el resto del día sentí a David más empático conmigo, me compartió de su comida, me ofreció un refresco, me pidió que le ayudara a desmontar la casita. En fin, sus atenciones me hacían sentirme apreciado. Compartir los sentimientos de forma sincera fortalece la amistad y facilita el encontrar el amor.

¡Lo amaba! Y él ya lo sabía.

El gorrioncillo cae al suelo, ya no quiere volar. 

Pero el daño estaba hecho. El siguiente lunes desperté a la cruda realidad, supe que mi reputación en la escuela andaba de boca en boca.

–Oye Dany, te hago una pregunta y no te enojas –preguntó Yolanda a la hora del recreo.

–¿Qué?

–¿Es cierto que hiciste “cosas” con Nicolás en el campamento?

Me quedé al borde del infarto.

–¿Quién dijo eso? –pregunté con voz temblorosa.

–Una chica del grupo B, bueno, muchos dicen eso.

–No es cierto. Tú sabes que no soy “marica” –dije a punto de llorar.

Yolanda se quedó callada tratando de consolarme.

–¿Qué tienes? –escuché una voz conocida.

–Está triste por lo que andan diciendo de él –contestó Yolanda.

David, de pie detrás de mí, me abrazó pasando su brazo por mi hombro hasta el pecho. Yo no me atreví a mirarlo a los ojos, me quería morir de la vergüenza. El resto del día no me atreví a salir del salón.

Ese mismo día a la hora de la salida David encaró a Nicolás en la puerta de la escuela, los dos se hicieron de palabras y luego de golpes. Se hizo tanto escándalo que se juntaron muchos estudiantes. David le reclamaba por qué había dicho que éramos “novios”, que eso era mentira y que, además, él conocía a mi novia.

Luego lo exhibió frente a todos diciendo que Nicolás se iba al río con otros chicos. Que él sí era “puto”. Un par de chavas, amigas de David, aseguraron que ellas habían visto a Nicolás “haciendo cosas” con otros chavos en los baños del parque. Nicolás salió perdiendo porque todos los que estaban viendo el pleito supieron que él sí era “marica”. Yo no podía creerlo cuando me lo contaron, no podía haber imaginado a David defendiéndome de Nicolás delante de todos. ¿Sentiría por mí algo más que amistad?

Pero en mi interior, mi autoestima estaba aniquilada. Haber descubierto mi sexualidad frente a David me hacía sentir inseguro, más por su sutil rechazo cuando le acaricié el pene. Haber sido humillado por Nicolás y haber sido exhibido por él ante mis compañeros, todo eso junto logró destrozar mi autoconfianza, me hacía sentir miserable. Mi propia sensibilidad para captar la energía me hacía vulnerable y frágil cuando me topaba con la mala voluntad y la maldad de las personas, la energía negativa me aniquilaba. No soportaba fácilmente las críticas ni las miradas acusadoras.

Mi yo “machito” se impuso con determinación. La vergüenza era mucha, las miradas de los compañeros me parecían de burla, como si me juzgaran. Hice un gran esfuerzo para suprimir a mi diablillo y a mis deseos sexuales, no quería saber nada de ellos.

Los siguientes días, me aislé de todos, llegaba tarde o no entraba a las clases o me encerraba en los baños. No entendía cómo podía existir tanta maldad. ¿Por qué se burlaban de mí si yo no escogí ser así? No le hacía daño a nadie con mi sexualidad. En fin, pronto terminaría el año escolar y tal vez todo se olvidaría, me dijo mi yo machito.

Mi yo “sensible” se refugió en la música. En ese tiempo estaba de moda la canción “Yo no nací para amar” de Juan Gabriel, y con todo lo sucedido, sentía que la canción había sido escrita para mí.

A mis dieciséis

anhelaba tanto

un amor que no llegó.

 Siempre lo esperé.

Todos mis amigos

se encontraban

en la misma situación.

Y a esa edad

todos preguntaban los motivos.

Yo solía siempre decir:

Yo no nací para amar

Nadie nació para mí

Las experiencias negativas también son parte de la vida.

¡Me defendió! ¿Pero de qué servía?

 

44 Lecturas/16 julio, 2025/0 Comentarios/por Martian25
Etiquetas: amigos, bisexual, escuela, gays, hijo, orgasmo, parque, puto
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