Acuérdate de Acapulco
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por gsince1975.
Acuérdate de Acapulco…
Saludos a la comunidad de SST, saludos desde Puebla, México.
Lo que a continuación relato es parte la experiencia que tuve con Leo, un escultural acapulqueño, de 23 años de edad, de 1.90 mt de estatura, piel morena y con un cuerpo majestuosamente masculino; una mezcla perfecta entre juventud, testosterona y rutina de gimnasio. Un joven de aspecto sumamente atractivo por donde se le viera.
Por cuestiones de preparación profesional acudí como a un congreso médico cuya sede era uno de los hoteles de la llamada “zona diamante” de éste puerto mexicano, todo transcurría como lo planeado. Y fue así como conocí a Leo, este joven trabaja como asistente en la administración de salones para eventos de este hotel. Días previos lo había visto, pero no paso de ser sólo eso, un vistazo, me llamo la atención desde que lo vi por primera vez. El tercer y penúltimo día del congreso, le correspondía a mi colegiado coordinar la sesión y como representante del mismo me correspondía atender mis funciones. Fue entonces cuando tuve el primer contacto “laboral” con él. Se presentó (fue cuando supe su nombre, edad y puesto) y, me asistió lo necesario para que todo resultara más fácil y mejor. Yo tengo 35 años, piel clara, lampiño, mido 1.75 mt., complexión grande, yo me describiría como un joven maduro de aspecto interesante. Terminé con el ciclo de actividades que me correspondían y dada el nivel de estrés decidí tomarme la tarde “libre”. Le agradecí a Leo su apoyo y el muy amablemente atendió mi pronunciamiento. El nunca antes había tenido una experiencia homosexual (pues se consideraba heterosexual, situación que me comentó días después), yo aunque me conozco homosexual desde hace mucho tiempo, pero no ando con un letrero que lo diga.
De tal forma que mi actitud hacia para con todos es de un hombre en toda la extensión de la palabra, lo que me gusta en la cama, eso ya es mi preferencia. Estaba por retirarme del salón, cuando se me ocurrió preguntarle a este joven sobre algún sitio donde pudiere pasar una tarde tranquila (ya saben un bebida, vista al mar y reflexionando y viviendo mi entorno), me dio el nombre varios sitios y le dije que de esa lista me diera solo uno, así lo hizo. Y una vez más le di las gracias, salí al lobby, pedí mi auto; y, en esa espera Leo me alcanzo y me pidió una tarjeta de presentación, me extrañe pero al final se la di. Preferí comer en un restaurante (recomendación de un colega), y en efecto ¡delicioso! Así que con todo el tiempo, busque como llegar al lugar recomendado por Leo y con ayuda del GPS llegué. Un lugar muy suigeneris, música new age –amenizando el lugar- pedí la carta e inicié con la recomendación del barman, estaba en espera, con la mirada perdida hacia la bahía cuando recibí un mensaje de texto que decía: “… qué le pareció el lugar, acudió?” En breve le respondí que sin temor a equivocarme que era justamente lo que buscaba. Le agradecí una vez más la recomendación. Y anexe al mensaje de texto… “lo único que le falta es una buena compañía”. Para mi sorpresa respondió en breve, expresando que aceptaba la invitación, que lo esperara. Yo inmerso en la confusión y degustando de los primeros sorbos de un “acuérdate de Acapulco” (nombre del coctel), solo atine a escribirle: “Aquí estaré” Pasados unos 30 minutos lo vi llegar, estaba muy nervioso, un joven tan atractivo como él acompañándome, le hicieron pasar, lo invite a tomar asiento, pidió lo “mismo que está tomando”, empezamos a charlar, del sitio, de mi estancia en Acapulco, sobra de decir que me conto toda su joven obra y vida, mientras que yo le escuchaba. Toco mi turno, le conté lo más básico y con un poco de alevosía le expresé mi soltería.
Para entonces no recuerdo cuantos “acuérdate de Acapulco” llevábamos, me sentía mareado pero no alcoholizado. Pero ese nivel de alcoholemia me desinhibía un poco y di el siguiente paso me faltaba saber de su vida sexual. Me comento que recién estaba soltero, debido a que su ex pareja había encontrado a “alguien mejor” (me preguntaba yo, ¿alguien mejor? pensaba esta tipa debe estar demente), después supe que se refería al nivel socioeconómico. Sin embargo, yo no podía seguir con la duda y le pregunte el “por qué y con qué intensión me abordo”, simplemente respondió: “no sé, parece ser una buena y agradable persona, y veo que no me equivoqué”. ¡Hombre, gracias!, fue lo que asentí. Y fue cuando le di una palmada en la espalda y fue el primer contacto físico con éste delicioso ejemplar, pude sentir su dureza muscular de su muy ancha espalda. Sin más le dije: “… ¿sabes debo decirte que soy homosexual y pensé que lo eras, quizá esa había sido la causa de tu abordo”, me dijo que no, que nada más había tenido intimidad con su ex pareja y antes con una amiga. Yo me sentía muy avergonzado, entre los numerosos “acuérdate de Acapulco”, la presencia masculina de Leo y la declaración que acababa de hacerle… sentía que me quería desvanecerme en el horizonte. Guardo silencio un rato, yo no sabía qué hacer, hasta que rompió el silencio y me dijo: “… me gustaría probarlo con usted” (volvió a insistir en eso que decía que le hacía sentir –buena vibra-) Le pregunte que si estaba seguro y me dijo firmemente: ¡Sí! Ahora el problema era, ¿en el hotel donde labora y yo estoy de congresista?, lo platicamos y decidimos irnos al hotel en cuestión (ideamos un “ingenioso” plan y, funcionó.
Conocía muy bien el hotel) Cubrí tan pronto como pude la cuenta, (en total juntamos 21 “acuérdate de Acapulco”, los últimos 2 fueron por cortesía de la casa), pedí mi auto y salimos rumbo al hotel. Justo antes de llegar activamos el operativo “entra al hotel sede sin levantar sospechas” (de verdad fue muy astuto el plan, salió perfecto, aplicamos el 2 piensan mejor que 1). Pasaron unos 15 minutos de que había entrado hasta mi habitación, cuando me marco a mi teléfono celular y me dice: “abra la puerta, ya llegue” segundos después cerré la puerta y, ¡sí!, ahí estaba él, todo para mi solito. Con un poco de experiencia, le dije que se pusiera cómodo… Se acercó hacia el control maestro de la habitación, regulo la temperatura, bajo la intensidad de la luz a casi oscuro, ajusto la persiana para que pudiéramos disfrutar de la bahía en la intimidad, sobra decir que era insuperable ese momento desde el décimo piso de ese hotel. Me dijo: “y bien, ¿qué sigue?… me acerque a él y le dije: cierra los ojos y, sólo déjate llevar, si algo no te gusta o te incomoda dime… me acerque a él por la espalda, le bese el cuello de un lado, pasando la lengua muy despacio, empezaba a gemir un poco, con mis manos le acariciaba sutilmente sus brazos, fuertes y musculados, sentía como se excitaba, poco a poco mis manos con cierta habilidad le despojaron de su camisa, en penumbras un espalda ancha, marcada por el gimnasio, su piel jovial con pequeñas gotas de sudor le daban un toque excitante, pase mi lengua por toda su espalda, inexplicable el cómo se movía y disfrutaba de lo que estaba sucediendo, mi lengua empezaba en la nuca y terminaba donde la espalda pierde su santo nombre.
Minutos después, me quite la camisa y el pantalón, solo me quedé en ropa interior, mi erección era más que evidente. Volví al cuello y ahora mi lengua haría lo suyo en su tórax, en su abdomen el cual lo cubría una fina capa de vello corporal, unos pectorales dignos de Dios griego, abdomen plano… mi lengua y manos recorrieron todo lo posible. Hasta que me dijo ya no aguanto, el mismo desbrocho su cinturón y se quitó el pantalón seguidos segundos después por su bóxer que dejo salir de esa prisión y tortura al pene más perfecto que haya imaginado, 17 cm, de un grosor normal, sin circuncidar pero ya para entonces era tal la erección de él que por sí solo se retraía el prepucio. Casi hipnotizado por ese falo y sin poder contenerme empecé a metérmelo por la boca, el ‘precum’ era evidente, un sabor discretamente salado, mis manos empezaron a jugar con esas nalgas que hasta el día de hoy puedo decir que son las más perfectas nalgas masculinas que mis ojos hayan visto y mis manos hayan tocado, tersas, duras, redondas, simplemente perfectas. Unas piernas firmes, musculadas, apenas cubiertas de vello.
Era evidente que Leo, sabe lo que tiene y lo cuida muy bien, en cada zona que visita era claro el aseo que procuraba desde el cabello hasta la punta de los pies (que salvo sea dicho de paso, que pies tan limpios, tan procurados y cuidados) No pude resistirme, y empecé a chuparle sus nalgas, acariciaba sus piernas, con una mano sujetaba mi cabeza y asentía mis movimientos y con la otra se masturbaba. Al cabo de pocos minutos, apenas alcanzó a decir: “me vengo” me gire con cierta agilidad y puse mi boca para recibir ese néctar que brotaba de Leo, su sabor era especial más dulce que salado, fue una eyaculación profusa… sólo me pidió que parara, ya que decía que su cuerpo se ponía muy sensible después de eyacular. Busca una toalla de limpieza y se la extendí, se sentó en el pequeño sillón y pude ver como su pene se ponía flácido acompañado por sus testículos y esa mata de vellos que acompaña esa zona. Me dirigí al frigo bar y saqué de ahí mi vino favorito un vino tinto espumoso italiano, busque las copas que siempre me acompañan y le serví un poco. Chocamos las copas y yo deguste del vino aderezado con su semen en el primer sorbo que le di a mi copa. ¡aaah, qué delicia!
Esa noche eyaculó 2 veces más, sentí y sintió su primera penetración, descansamos un poco y a la madruga tal como lo había planeado, salió fue a su casa, y alrededor de las 9.30 a.m., cuando baje a desayunar ya estaba más que listo y tan galante como días previos lo había visto. Cuando ingresé al salón de sesiones, nos saludamos estrechando nuestras manos y, me dijo: “buenos días, gusto en saludarlo… adelante por favor”. Ese sábado por la noche, previo a mi regreso, me llevo a un lugar especial donde hay una vista indescriptible de la bahía de Acapulco. Le hice sexo oral, me lo hizo a mi… pasamos a cenar, lo llevé a su casa… y, no hablamos mucho del tema, pero el domingo hice mi “checking out” antes del mediodía justo la hora en la que él termina su labor en el hotel, el lunes es su día de descanso y el martes argumentaría que estaba indispuesto; me acompaño en mi regreso a la ciudad de Puebla, llegamos, lo invite a conocer la ciudad de noche, el lunes cancelé todos mis pendientes y el martes solo por la mañana…
Estuvo en mi casa, hicimos de todo. El martes después desayunar en una zona muy representativa de mi ciudad, lo lleve a la terminal de autobuses sitio donde después de una simple pero muy emotiva despedida abordó el autobús especializado, que lo llevaría al aeropuerto de la Cd. de México, donde tenía asignado su vuelo de regreso que estaba pactado para las 20:35 hrs. Ese martes a las 11:15 p.m., me envió un mensaje de texto que decía: “no sé cómo paso, ni por qué a mí, pero no me equivoqué eres un gran ser humano. Gracias por todo. Ya estoy en casa. Si puedes, márcame. Leo.
Le llame, charlamos por unos minutos y con voz entrecortada sólo alcanzo a decirme “ya te extraño”
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!