AGUSTÍN Y LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Mi padre esperó a Exequiel en el aeropuerto y ambos llegaron a la casa en su gran camioneta.
Exequiel vestía de negro y llamaba la atención por su escalofriante presencia.
Tenía un estilo similar al de los góticos, pero menos exagerado y dramático.
Llevaba el cabello más negro que había visto en mi vida, un suave delineado en los ojos, casi imperceptible, pero que le daba la fuerza suficiente a sus ojos como para intimidar a cualquiera.
Sus rasgos delicados y la piel de porcelana podían hacernos creer, tranquilamente, que era mujer.
Exequiel me saludó amablemente y rápidamente me hizo a un lado como si no existiera.
Caminaba por delante de Agustín, quien lo guiaba al cuarto que compartirían.
Una vez en la comodidad de la habitación, Exequiel se acercó a mi primo y apretándole la verga con la mano por encima del pantalón, le dijo sin pudor alguno y sin importarle mi presencia:
—El padre la tiene enorme, pero la tuya sigue en carrera.
Agustín se sonrojo al verme sorprendido por la escena y por lo que había dicho su amigo.
—No le hagas caso Benjamín, está jodiendo —dijo mi primo como si fuera a creérmelo, mientras se sentaba en la cama con una evidente erección y tratando de acomodarse el bulto para que no se notara.
—Esta noche va a ser increíble —rompió el silencio Exequiel—.
Traje el libro y los ingredientes más importantes.
—Genial, era hora.
—¿Qué libro? —Pregunté.
Ambos me miraron, se miraron y rieron.
—Un libro mágico —respondió Agustín—.
Exequiel está metido con el diablo y esas cosas antiguas.
Mejor no entrar en detalles.
No pude disimular el terror que me invadió, quise salir corriendo y avisarle a mis padres, pero no podía ni moverme.
Exequiel cerró la puerta intuyendo que podía escapar.
—Es cosa mía, nadie va a salir lastimado —dijo el misterioso chico—.
Así que no te preocupes.
Esa noche y durante las que le siguieron dormí profundamente, aun resistiéndome con todas mis fuerzas.
No podía evitarlo, algo raro sucedía.
Dormía de un solo tirón y despertaba adolorido.
Sabía que Agustín y Exequiel hacían de las suyas por las noches y no podía saber qué.
Con el tiempo descubriría que ellos abusaban de mí cuando ya estaba bien dormido.
Ponían algo en la bebida que tomaba a la hora de la cena y eso provocaba que durmiera como un ángel.
Se turnaban para romperme el culo y acabarme en la boca.
Una vez que lo supe, fingí muchas veces encantadísimo, que dormía mientras me dominaban a su manera.
Exequiel la tenía más gruesa y venosa, y sus bolas sudaban tras golpearme incansablemente por el culo, luego me giraba para eyacularme dentro de la boca derramándose por mis labios el espeso esperma.
Tras él, Agustín me penetraba por la boca hasta correrse el doble y sin importarle si me ahogaba o no.
Una de esas noches, habían decidido que no me dormirían.
Finalmente me incluirían a conciencia en sus juegos, solo que no me imaginaba lo que estaba por ocurrir.
Durante la cena bebí con tranquilidad sabiendo que no me habían colocado nada en el jugo.
Ya en mi cama, era cuestión de esperar.
Agustín me había dicho que me irían a buscar a la medianoche.
Mi primo entró en calzoncillos a mi cuarto y me dijo que lo siguiera.
Pero no fuimos a su habitación, para mi sorpresa bajamos las escaleras, directo a la sala de estar.
Ahí, en uno de los sillones, mi padre que parecía completamente borracho, se encontraba sentado como esperando a nuestro encuentro.
Sentí que el pánico se apoderaba de mí y me quitaba la respiración.
Pero no nos esperaba, no esperaba a nadie, estaba en un estado de inconciencia tremendo.
Exequiel que estaba en un rincón entró en escena y comenzó a desvestirlo.
—¡No! ¿Qué haces? —Dije atónito.
—Tu mamá duerme, no va a levantarse y él, bebió de más —dijo Agustín—.
Mañana no va a recordar absolutamente nada.
—¡No me importa, es mi padre!
—Y qué si no te importa —exclamó Exequiel, mirando a mi primo e indicándole que me sujetara.
Agustín me agarró por detrás, sujetándome con fuerza.
Me sentó encima de él, apretándome la verga en culo y juntos miramos al frente.
Exequiel le saco la camisa a mi padre, dejando al descubierto un pecho peludo e hinchado.
Mi pene se endureció y me avergoncé al ver que empujaba mis calzoncillos queriendo salir fuera a toda velocidad.
Hasta ese momento nunca había notado lo atractivo que era mi papá.
Joven aun, se dejaba ver grandote y masculino como nadie.
Morocho y esbelto, todavía conservaba el buen estado físico que le había permitido presumir tantos años de practicar rugby en su época dorada.
Todo firme y velludo no parecía percatarse que Exequiel lo desnudaba poco a poco.
Quizás, pensaba que era mi madre.
Exequiel le desabrochaba el pantalón dejando salir un enorme pene con el glande brillante y rosado.
La verga peluda de mi padre escupía sus primeros salvajes líquidos.
—¡Chupamela puta! —le decía a Exequiel.
Y este se la masturbaba con la mano, apretándole violentamente los testículos.
Mi padre gemía a gritos, retorciéndose en el sillón, hasta que se paró y agarró a Exequiel de los pelos, dándolo vuelta de un empujón.
Exequiel tenía el pijama puesto y no fue difícil para mi padre rompérselo a tirones.
Se sacó los zapatos con vehemencia y sus pantalones volaron por los aires.
Sus piernas peludas y gruesas como las de un toro, hicieron que mi primo se corriera empapándome el culo.
Yo ya no me resistía y me apretaba contra mi bello primo.
Mi padre tomó por la cintura a Exequiel y comenzó a chuparle la entrada del culo blanquísimo como la leche, para minutos después ensartarle la pija de una sola vez.
Exequiel tenía varios tatuajes en el cuerpo que estoy seguro, sus padres no tenían idea.
Mi papá lo agarraba de los pelos mientras metía y sacaba el pene haciéndolo sufrir apropósito.
Grueso y venoso parecía un fierro a las brasas entrando y saliendo por el orificio ensangrentado de Exequiel.
Los testículos se balanceaban como rocas pesadas contra el culo del chico.
No podía dejar de mirar la escena mientras Agustín me tocaba el pito hasta provocar mi primer gran orgasmo.
De repente mi padre dejo de coger a Exequiel y gritó:
—¡Benjamín veni para acá!
No salía de mi asombro y mis lágrimas brotaron de mis ojos.
¿Había recobrado la conciencia?
Grito mi nombre otra vez y mi primo me empujo levemente hacia delante.
Mi padre me agarró de la nuca y me arrodilló frente al grueso pedazo de carne que le colgaba duro entre las piernas.
—¡Chupa!
No tuve otra opción más que hacerlo.
Mi padre me estaba penetrando con rudeza por la boca.
Ni mi torpeza por la inexperiencia, ni mis dientes parecían causarle daño.
Más le gustaba y más violento se volvía.
Entre arcadas y gritos ahogados saboreé la verga de mi padre, que se corrió en una gran explosión dentro de mí.
Bebí todo el semen puesto que este no lo saco hasta que me lo tragara todo.
Mi padre se recostó en el sillón y se durmió al instante.
Exequiel a un costado se masturbaba fuerte y mirando a mi primo le indico que se pusiera de pie.
—Ahora es tu turno Agustín —dijo Exequiel—.
Rompele el culo a tu tío.
Agustín se bajó los calzoncillos balanceando sus genitales, en dirección hacia donde yacía mi padre inconsciente.
Me senté exhausto en el suelo y contemplé el espectáculo.
Agustín que era el más fuerte de todos se agarró la pija y la golpeó en la espalda de mi padre hasta que se puso dura como una roca.
La metió lentamente y no tardo en tomar el control.
Mi primo estaba colorado por el calor y no podía dejar de mirar al techo relamiéndose los labios.
Yo escuchaba además el ruido del choque de cuerpos sudorosos y sentía que mi pito despertaba nuevamente.
Mi padre comenzó a gritar agarrándose con fuerza del sillón pero sin desprenderse de la verga de mi primo.
Mi primo rudo, se puso más que nunca en rol de activo y sujetando de la cintura a mi padre, aumentó la velocidad.
Por momentos veía salir la verga de mi primo, más gruesa y repleta que nunca.
El culo velludo de mi padre derramaba sudor y sangre, pero no hacía el menor esfuerzo por quitarse de encima a mi primo.
Agustín no pudo contenerse más y eyaculó dentro.
Exequiel se paró y le acerco a mi padre, su verga peluda, expulsándole todo el semen en la cara.
Mi padre le lamió el tronco del pene a Exequiel, succionando hasta la última gota del glande y sin olvidar de pasar su lengua por los testículos repletos de pelos.
Creí que moriría ahí mismo por un ataque de pánico, al descubrirme nuevamente, frente a todo ese espectáculo.
No sé quién se ocupó de la limpieza y de llevar a mi padre a su cuarto.
No recuerdo quien me llevo a mí al mío.
Pero desperté inmensamente feliz y avergonzado,
Todos dormimos hasta el mediodía y nos quejamos del dolor en silencio.
Demasiado intenso! Uff