AGUSTÍN Y LAS PRIMERAS EXPERIENCIAS III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Uno de aquellos días, desperté temprano y solo encontré a Exequiel en casa, los demás habían salido.
Cuando entré a la habitación de los huéspedes, Exequiel estaba recostado en la cama escuchando música con los auriculares, aparentemente dormido.
Llevaba puesto solo unos calzoncillos blancos que no dejaban nada a la imaginación.
Quise acercarme a preguntarle por los demás, pero me quede ahí, en umbral de la puerta, contemplando su cuerpo.
Era muy delgado, sus costillas impresionaban un poco, pero aun así nadie podía negar que era muy atractivo.
Él abrió los ojos, se quitó los auriculares, y me miró algo sorprendido.
—¿Qué estás escuchando? —Pregunté, casi susurrando.
—Austere.
—¿Qué es eso?
—Black Metal, una banda… No importa, no creo que te interese.
—¿Puedo escuchar?
Exequiel asintió y me acerqué a escuchar.
Cuando di con el sonido, este me aturdió al instante.
Los gritos que se escuchaban daban miedo y le devolví el auricular enseguida.
Él sonrió complacido y me preguntó si quería chuparle la verga mientras escuchaba su música.
—¿Dónde están los otros?
—Tu madre, en casa de tu abuela y no creo que vuelva hoy.
Tu padre salió con Agustín a comprar los víveres.
Estamos solos.
Exequiel cerró los ojos y arqueó los brazos, dejando ver el vello de las axilas.
No esperó a que le contestara, pues sabía que era lo que más quería.
El calzoncillo tenía una abertura en el frente por donde metí mi mano y saqué el pene.
Este se endureció al momento y el glande despedía ese peculiar olor que tanto me enloquecía.
Me subí a la cama y empecé a masturbarlo lentamente hasta que un par de gotas brillantes salieron de la uretra y cayeron por el tronco del pene.
Las venas a lo largo y ancho se marcaban con furia.
Mi lengua lamió cada centímetro del pene mientras este se doblaba con más y más fuerza hacia el ombligo.
Le quité los calzoncillos y pude ver unos testículos redondísimos y velludos.
Los besé con cuidado para luego meterlos dentro de la boca y apretarlos ligeramente.
Exequiel no abrió los ojos pero sus manos me acariciaban el pelo y de vez en cuando empujaba mi cabeza hacia delante.
Casi medio pene cabía en mi boca.
Su glande era grande y rosado como una cereza y solo quería devorarlo.
Cuando expulsó el esperma, gran parte me cayó por los labios y él quedo muy satisfecho.
El pene de Exequiel perdió tamaño y me gustaba verlo así, reposé mi cara sobre él, oliéndolo y acariciándolo suavemente.
—¿Volverías a chupársela a tu padre? —Preguntó.
—No sé, me da miedo que se enoje —respondí.
—Me volvió loco ver como lo hacías.
—No tuve opción.
—Te propongo algo, esta noche que tu madre no va a estar en casa, podríamos repetir la escena.
Solo que esta vez, lo interesante sería que tu papá no este inconsciente.
—Eso no, no, no… Imposible.
—Te prometo que si haces todo lo que te digo, vas a pasar otra noche inolvidable.
Esa noche, a quien dormiríamos sería a mi primo.
Exequiel planeó una nueva aventura para todos nosotros.
Mi padre estaba a cargo de los tres muchachos y no quería que nos aburriéramos.
Por la tarde jugamos tenis hasta quedar exhaustos y fue todo un espectáculo ver a esos tres hombres corriendo y saltando de un lado a otro sin remera y sudando como locos.
En la noche pedimos pizzas y vimos una película de acción.
Una tormenta se desató cortando la electricidad de toda la casa.
La diversión había acabado, cada uno a su dormitorio.
Agustín cayó rendido en la cama, no se despertaría hasta el día siguiente.
Mi padre se fue a la cama luego de cerciorarse de que cada uno de nosotros estuviésemos en la nuestra.
Minutos después Exequiel entró a mi cuarto y volvió a repetirme todos los pasos a seguir para que todo saliera como lo planeado.
Fuera, la lluvia era torrencial y era propicia para nuestros planes maquiavélicos.
Antes de abrir la puerta del dormitorio de mi padre, repasé en mi cabeza todo lo que debía hacer.
Entré con prisa al cuarto, saltando a la cama y despertando así a mi padre.
—¿Quién es, qué pasa? —Preguntó mi padre, la oscuridad apenas dejaba ver los contornos de los cuerpos.
—Soy yo papi, tengo miedo y me vine para tu cuarto… ¿Puedo dormir con vos?
—Bueno hijo, no hay problema.
Tapate bien, que se puso frio.
—Sí, papi.
Gracias.
Siguiendo con el plan, aprovecharía mi edad e inocencia para que todo funcionase.
Abracé a mi padre, diciéndole que lo quería mucho.
Mi brazo rozó su paquete a conciencia, hasta llegar al torso.
Y coloqué mi pierna derecha sobre las suyas, apretando con fuerza su pene.
Él se movió incómodo y trato de que volviera a mi lugar en la cama pero no quería que malinterprete su rechazo.
—Yo también, hijo.
Movía de vez en cuando mi pierna, frotándole la verga para que se pusiera dura.
—Benjamín me estas aplastando.
Es mejor que te acomodes bien.
—Tengo miedo.
—Estoy acá, no hay nada que temer.
Es solo lluvia.
Baje los brazos, y uno rozó su pene que ya estaba erecto.
—¿Qué es eso, papi?
—Nada, nada.
Dormí.
Mi padre me alejo, incómodo por la situación.
Un trueno sacudió la casa.
Grité y fingí que estaba a punto de llorar.
Mi padre se acercó y me abrazó instintivamente.
Gire, dándole la espalda y con cuidado presioné mi culo en su bulto.
Él no se movió.
Segundos después la tenía tan dura como una barra de metal.
Sentí su respiración agitada en la nuca.
Me di la vuelta y lo abracé metiendo mi pierna en el medio de las suyas.
Mi padre se levantó enseguida.
No dijo nada y comenzó a caminar de un lado a otro por toda la habitación.
—Papi, ¿qué te pasa?
—Nada, hijo.
Por favor, dormite.
—No puedo.
—Voy a traerte un vaso de leche tibia.
Cuando mi padre regresó, me dio el vaso con leche.
Esto no estaba en los planes, y lo que hice, tampoco, pero creí que aceleraría las cosas.
Volqué el vaso intentando que nos mojara a los dos, la leche no estaba caliente.
Por un momento mi padre pareció enojarse, pero se limitó a consolarme.
—Perdón.
—No pasa nada.
Sacate el pijama y dormí así, en calzoncillos.
Bebí la leche que no había derramado mientras mi padre se sacaba el pantalón pijama y se recostaba para poder dormir.
—Papi, ¿por qué el pito se pone duro?
—Benjamín, es tarde.
¿De dónde sacas esas cosas?
—Es que tu pito estaba duro hace un rato y sentí curiosidad.
—Es cosa de adultos, hijo.
Otro día te explico.
—A mi primo también se le pone duro y a mí no.
—¿Cómo sabes eso?
—Una vez entré a su cuarto y él estaba dormido.
Pero en el pantalón se veía que estaba parado.
Como el tuyo hace un ratito.
Mi padre no mencionó palabra, estaba incómodo, o eso parecía.
—¿Y se veía grande? —Preguntó.
—¿Qué cosa?
—¿Su pito?
—Ah, sí.
Pero no tanto como el tuyo.
—Bueno algún día el tuyo será como el mío.
¿Te gustaría ver cómo va ser?
—Sí, ¡papi! —Lo había conseguido.
—Bueno pero, tenes que tocarlo para que se vea en su mejor forma.
—Bueno.
Mi papá esperó ansioso a que empezará a tocarlo.
Y con cuidado alcancé mi mano pequeña al gran bulto que tenía.
Ya estaba duro como una piedra.
—Es enorme, papi.
Mi padre se levantó de la cama, supongo no podía controlar sus impulsos.
Pareció meditar unos segundos.
—Benjamín date vuelta.
—¿Para qué?
—¡Date la vuelta! —Repitió casi gritando—.
Te dije que te durmieras, ahora date la vuelta y no se te ocurra llorar.
No emití sonido y me di vuelta, al momento que mi padre me bajó los calzoncillos.
—No vas a contarle nadie de esto, o te juro que te mando a un internado.
No podía creer lo que estaba sucediendo, si bien era lo que quería, esto se estaba sobrepasando los limites.
Mi padre me empezó a besar los cachetes de la cola, la abrió con sus grandes y pesadas manos para meter su lengua y enterrarla con rudeza.
—¿Te gusta, no? Pero si sos un marica de mierda, cómo no te va a gustar.
Una fuerte nalgada me estremeció y me brotaron las lágrimas a mares.
Lloré con fuerza.
Mi padre me tapo la boca con su poderosa mano.
—Te dije que no lloraras mariconcito.
Me dio la vuelta y me dio una bofetada tras otra en la cara.
Ese no era mi padre, esto no era lo que esperaba.
Me metió la verga en la boca y yo no podía para de llorar.
Quería gritarle a Exequiel para que viniera a salvarme pero ya lo había entendido todo.
Exequiel me había empujado a esto, su plan era en solitario y a mí, me hizo creer que era parte de todo.
¡El libro! Ese libro maldito tenía que ser.
Seguramente había hecho algo contra mi padre para que actuara de esa forma, seguramente estaba escondido en algún rincón de la habitación, en la oscuridad, riéndose y masturbándose ante la escena.
Y era por eso que necesitaba que Agustín durmiera profundamente.
Mi primo no hubiese permitido esto.
El monstruo de mi padre me dio la vuelta y me metió la pija por el culo.
Me sacudía como a una prostituta, agarrándome de la cintura violentamente.
Podía sentir el movimiento de la verga dentro de mi culo, ardiendo a cien grados.
—Qué culo más rico el de mi hijo maricón.
Mi padre sacaba el pene por momentos para meter y sacar el húmedo glande una y otra vez, causándome extremo placer.
El golpe de sus testículos sonaban como un bombardeo contra mis muslos traseros.
—¡Me corro, Dios!
La explosión sacudió mis conductos y un fuego infernal recorrió todo mi cuerpo.
Mi padre cayó tendido sobre mí.
Inconsciente, aplastándome con todo su peso.
—¿Padre?
No respondió, estaba dormido.
La luz de una vela se encendió en un rincón cercano.
Era Exequiel y tras él, Agustín.
Ambos estaban completamente desnudos y yo, caí en un sueño profundo.
Por la mañana amanecería recostado en el césped del jardín, sin nada puesto y con el culo más abierto que nunca.
Buen giro argumental