ALAN
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Estaba obsesionado, completamente loco y enamorado de Alan.
Él tenía 16 y era perfecto.
Solo espero poder describir con total exactitud su fisonomía y carácter, nada en Alan era una nimiedad.
Para empezar volvía locas a todas las jovencitas del barrio, del colegio y de cualquier sitio adonde se dirigiese, era atractivo y como todo galán, él lo sabía.
Ya saben, era un chico que podía ser modelo, actor y hasta cantante aunque no pudiese alcanzar ninguna nota, porque en estos tiempos cuando se es bonito se consigue medio mundo.
Practicaba varios deportes, como el fútbol, el básquet y hasta parkour, lo que significaba que tenía “él cuerpo”.
Su piel bronceada, combinaba con el castaño de su pelo y las pequeñas pecas en sus mejillas que solo se veían de cerca y lo hacían parecer más niño de lo que era.
Su amplia sonrisa de dientes perfectos y blancos como la leche, lucían a la par de unos labios carnosos y rosados, siempre húmedos y exquisitos.
Los pómulos redondos dentro de un rostro afilado terminaban haciéndolo espectacular.
Qué más, era simplemente hermoso, inalcanzable, y yo eso lo sabía, por eso solo me limitaba a desearlo en silencio.
Todo era difícil con él, y el problema mayor además de no saber si también podrían gustarle los chicos, era que compartíamos la sangre.
Era mi primo.
La ventaja era que en vacaciones, yo pasaba unos meses en su casa y nos llevábamos bien, junto a su hermanito de 12.
Mucho antes de que cumpliera los 16, Alan era más atento conmigo, jugábamos siempre juntos a cualquier cosa, luego al saberse guapo empezó a pasar más tiempo con sus amistades y sobre todo con chicas, una tras otra ostentaba ser la nueva novia.
Yo pasaba el día con su hermano, Bruno.
No era lo mismo.
Ya en vacaciones e instalado en la casa de mis primos, tenía un plan.
Había llegado a mí, tiempo atrás, un libro para adultos donde se hablaba de la historia de la brujería, y entre sus numerosas páginas podían encontrarse ciertos hechizos para amarrar a alguien.
Uno de ellos mencionaba curiosos ingredientes de los cuales solo mencionaré el que más hizo ruido en mi cabeza, necesitaba el vello púbico de la persona en cuestión; Alan.
¡Sí, Vello púbico!
Yo, con 14 no tenía vello en mis pelotas, nada.
Y no sabía muy bien a qué edad comenzaba a aparecer.
Deseé que Alan estuviese repleto, pero cómo iba a conseguirlo era el drama de mi adolescencia.
Tendría que cortarle un poco con las tijeras cuando estuviese dormido, que fácil verdad.
Alan dormía en su dormitorio, solo.
Yo dormía con su hermanito Bruno.
Todo jugaba en mi contra.
Una tarde con mucho miedo a una negativa, le pregunte si quería ver una película en su cuarto por la noche.
Él lo pensó y terminó por aceptar, pero solo los dos, no soportaba a Bruno en su habitación.
Realmente estaba pasando, iba a estar a solas en su cuarto y en la noche.
Pase toda la tarde con Bruno y ya bastante tarde, me fui hacia el dormitorio de Alan, y para mi sorpresa, estaba dormido.
Ya sé, que fácil va a ser cortarle el vello de las pelotas estando dormido.
Pero no, no solo estaba dormido, estaba vestido, solo se había quitado las zapatillas y estaba descalzo.
Y lo peor es que llevaba jeans y una camisa, que estaba dentro de sus jeans, bien ajustado.
¡Maldita sea! También tenía un cinturón y estaba boca abajo.
Imposible.
Quién sabe cuándo se presentaría otra oportunidad, él no dormía nunca solo, siempre llevaba a sus amigos o él se iba a dormir a casa de algún amigo, rara muy rara vez estaba solo.
Tenía que arriesgarme, pero si me descubriese me mataría a golpes y todos en casa se enterarían que tenían un pariente gay y que andaba con unas tijeras cerca del pene de Alan.
El televisor estaba prendido y la película en pausa, sin duda estaba esperándome y el sueño le termino ganando.
Cerré la puerta y puse a correr la película con el volumen muy bajo.
Ahí estaba Alan, en su cama, casi muerto o muerto en serio.
Estaba a solas con él, en su dormitorio, con sus cosas, su ropa, así que no pude evitarlo.
Comencé a tocar sus cosas, me acerqué a su armario, olí la ropa limpia, sus camisas, sus pantalones, sus calcetines, sus calzoncillos.
Todo estaba limpio pero su aroma estaba ahí en el aire y me encantaba.
Solo conté tres calzoncillos, quizá no acostumbraba a usarlos.
Me acerqué a sus zapatillas y a los calcetines que se había quitado antes de acostarse.
Los olí, un ligero aroma me endureció el pene.
Luego me aproximé a sus preciosos y blancos pies, de dedos largos y prolijos.
Olían sí, no era un olor insoportable, era suave, o quizás el hecho de que viniese de él no lo hacía desagradable, no sé, pero me gustaba.
Era él y estuve buen rato cerca de sus pies.
Quería pasar mi lengua por ellos, pero no me atreví.
Cerré los ojos y aspiré su olor una última vez, pero escuché que se movía, se dio la vuelta aun dormido casi dándome una patada en la cara.
Estuve cerca de orinarme encima.
Seguía bien muerto, con la boca abierta.
Siempre hermoso, eso sí.
Me senté en la cama con mucho cuidado, y susurré su nombre, hablé más alto, pero no respondió.
Lentamente, desabroché el botón superior de sus jeans, nada, ni un movimiento involuntario de él.
Bajé el cierre con extremo cuidado, sin respirar.
Deslicé la parte inferior de la camisa hacía arriba.
Allí estaba, el vello púbico, bastante vello púbico para mi asombro y goce.
Y también podía verse parte del pene.
Temblé de agonía, el placer de tenerlo así frente a mí, dolía, dolía y mucho.
Tomé las tijeras de mi bolcillo y con cuidado recorté bastante vello púbico, lo metí en mi bolsillo trasero, no sin antes palmarlo con mis manos y sentir su agradable textura.
Pero no podía irme.
Alan no se movía, no emitía sonido.
Acerque mi rostro y volví a oler, esta vez su pene.
Este olor era fuerte, no como el mío, no como nada que hubiese olido antes.
Era el de la verga de un hombre, el hombre que me volvía loco.
No pude evitar pasar mi lengua sobre la piel de su pene, de la parte que no lo cubría el pantalón.
Juro que todo tembló en el dormitorio, en mi cuerpo.
Algo quería explotar dentro de mí y era perfecto.
No sé qué tan rápido sucedió, ni en qué momento tomé plena conciencia de lo que había sucedido.
Pero sucedió.
Su pene había salido disparado fuera de sus jeans, y estaba duro con la forma de una banana, ligeramente curvado y duro.
El prepucio bajo rápido dejando al descubierto un glande hinchado, oloroso, brilloso y rosado.
Alan parecía muerto todavía, con la boca abierta, pero no tan muerto ahora.
¿Alan lo quería? ¿Quería que mamara la verga como en las películas? No lo sabía, pero ahí estaba su gran verga, dura y lubricada por el propio liquido pre seminal.
Lo tome con mis manos, sin pensarlo, mi lengua hizo un giro suave alrededor del glande y un sabor salado me inundo los sentidos.
Su verga se movía hacia su abdomen, dura y juguetona.
¿Estaba despierto? Lo metí en mi boca con cuidado e imité el movimiento que había visto en esas películas.
Hacia abajo y hacia arriba, la saliva enjugándole el pene y humedeciendo el vello a su alrededor.
Estaba haciendo ruido en ese movimiento con mi boca y su pene, no quería que se despertara.
Aumenté la velocidad, sus testículos parecían unas bolas de billar, redondas y velludas.
El olor que me llegaba era indescriptiblemente excitante.
Todo el semen que imagine muchas veces antes de eso, salió como lo había dibujado en mis fantasías, un chorro rápido y en abundancia me empapó la cara y lo devoré cuanto pude.
Él se movió, torpemente se giró a un costado cubriéndose el pene, aun dormido, ya no volvió a dejar su verga a la vista.
Salí casi corriendo hacia la puerta, creyendo que lo había despertado, pero no.
Estaba dormido y ya no podía subirle el cierre y abrocharle el pantalón.
Mañana él se daría cuenta de las manchas y de su verga pegoteada y sobre todo, violentada
Me vi la crucifixión como castigo mínimo.
Y volví a mi cuarto en espera de lo peor al día siguiente.
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