Alan (I): En busca de porno
Cuando estaba en la secundaria no teníamos internet en mi casa. Pero en el trabajo de mi papá se dio la oportunidad de usarlo y encontrar porno. Pronto mi amigo Fabián se me unió..
Mi papá trabaja para una compañía de computación y con frecuencia me dejaba entrar a su trabajo para usar los sistemas de PC que estaban dispersos por su oficina. Un fin de semana probé la PC de un compañero suyo para ver si podía acceder a internet. Escuchaba de algunos amigos en la secundaria que en internet veían pornografía. Y siempre que hablaban de eso mi pene comenzaba a ponerse rígido y duro.
Una vez, en el salón, estaba sentado al lado de otro morro y pude ver que él también tenía el pene rígido; se le veía claramente a través de sus shorts. Me miró de cerca mientras yo lo miraba, pero no dijimos nada.
Bueno, aquel fin de semana en el trabajo de mi papá vi que la PC de Miguel (su compañero) tenía varios íconos de Windows y uno de estos decía “Internet”. Tan pronto como vi esto, mi pene se puso rígido de nuevo. Todavía no veía nada de porno, pero solo la idea de encontrar algo me estaba poniendo en ese estado.
Lo que encontré no lo podía creer: había una historia sobre cómo un hombre encontró a un niño en un baño y le hizo todo tipo de cosas. Parecía que el niño estaba un poco asustado al principio, pero el hombre sabía cómo hacer que realmente se divirtiera.
Eso fue todo. Decidí que si ese niño podía hacerlo, entonces yo también. Pero, ¿por dónde empezar? Podría simplemente acercarme a un tipo y pedirle que me mostrara su gran verga o pasar el rato en los baños de la escuela o en la plaza Nuevo Mexicali.
El lunes siguiente, en el primer receso, les dije a unos amigos lo que había descubierto. Todos querían saber más, así que prometí mostrarles la PC de Miguel. Le pregunté a mi papá si algunos amigos y yo podíamos usarla si su compañero no estaba en la oficina. Como estaría fuera el martes por la tarde, me dijeron que fuera a su trabajo después de la escuela.
Resultó que solo el otro morro que mencioné antes y yo pudimos ir ese día, así que ambos usamos la computadora de Miguel. El Fabián tenía la misma estatura que yo y la piel muy tersa. Realmente no lo había mirado mucho, pero desde que vi que se le ponía el pene rígido como a mí me parecía algo atractivo.
Quería ver si él y yo haríamos lo que hicieron el hombre y el niño en la historia que había leído. Quería que él me masturbara. Solo pensar en su verga tiesa me puso listo. Todavía no la había visto en vivo, pero esperaba y deseaba poder hacerlo. Bueno, esa tarde lo hice.
Nos sentamos muy cerca el uno del otro y comenzamos a leer algunos relatos. Tanto él como yo quedamos fascinados por leer cosas que no sabíamos que eran posibles. Contaban sobre personas que lo hacían en grandes grupos, en parques, en carros, por dondequiera. Ambos nos preguntábamos cómo era que no habíamos visto nada de eso.
Después de unos treinta minutos, el Fabián me preguntó qué hacía yo de sexo, ya que él aún no había hecho nada, solo masturbarse. Le dije que igual.
Me incliné hacia él y le puse la mano encima de la rodilla. Él sonrió. Era una sonrisa tan dulce que me hipnotizó mientras lo miraba. Luego puso su mano en mi muslo y comenzó a moverla hacia arriba. Yo estaba completamente erecto por las historias porno y unos segundos después la mano del Fabián estaba tocando mi pequeña monda tiesa.
Moví mis manos sobre la suya y la apreté. Con su otra mano él se desabrochó los pantalones y esperó. Yo usé ambas manos para bajar la parte superior de su bóxer. Estaba húmedo por dentro, en el lugar donde había estado su verga. Extendí la mano alrededor de la longitud de su pene, pero realmente no estaba seguro de qué hacer a continuación.
El Fabián entonces puso su mano alrededor de la mía y empezó a moverla arriba y abajo. Dijo que eso le gustaba. Y agregó que le gustaría aún más si tuviera otra para agarrarla también.
Inmediatamente me desabroché los pantalones. Sus cálidas manos me recorrieron la espalda y me acariciaron las nalgas. Pronto me bajó los pantalones, agarró mi verga rígida y comenzó a moverla hacia arriba y hacia abajo. Yo hice lo mismo con la suya.
De repente jadeó y empujó sus caderas hacia adelante. Salió disparado un montón de leche. Ver eso me hizo vaciarme también a mí. Me sentía muy contento de que había sido el Fabián quien me había dado ese orgasmo.
Después de eso, nos subimos las braguetas y nos dispusimos a seguir buscando más porno; también imprimimos algunas historias para llevar a la escuela y repartirlas. Sabíamos que a muchos otros amigos les gustarían.
El miércoles en la escuela, el Fabián, yo y otros cinco niños nos masturbamos en el baño. Ninguno pensó que estaba mal, todos dijimos que éramos una “pandilla puñetera”. Para unirte tenías que dejarte masturbar por otros dos morros. Obvio es que el Fabián y yo éramos esos dos normalmente.
El jueves fue igual, pero esa vez solo lo hicimos tres morros.
Sin embargo, esa tarde fue diferente. ¡El Fabián y yo habíamos decidido ir por LA GRANDE! Él me había dicho que una vez había visto a un hombre jugando con su verga cuando vio por un agujero en los baños de la plaza Nuevo Mexicali. Nos dirigimos allí después de la escuela para comprobarlo.
Cuando llegamos, la mayoría de los cubículos estaban vacíos. Miré en todos ellos para ver si alguno tenía un agujero. Resultó que los tres del fondo tenían varios agujeros, así que entramos y esperamos. Después de media hora estábamos un poco hartos de mirarnos a los ojos nosotros dos y comenzaba a sentirme decepcionado.
El Fabián dijo que tenía que irse a su casa, pero yo decidí quedarme. Me senté un rato y esperé unos diez minutos más. Pronto escuché un ruido en la puerta de al lado y me agaché para echar un vistazo. Podía ver a un hombre bajarse los pantalones. Mi pequeño pene se puso duro como una piedra. Observé al hombre durante un tiempo, pero pronto se fue.
Quince minutos después entró otro. Obviamente no tenía prisa por irse, ya que se inclinó demasiado pronto para mirar a través de los pequeños agujeros a ambos lados de él. Yo tenía ganas de meter mi pequeña monda por el agujero, pero decidí que podría ser un poco peligroso. En lugar de eso, me apoyé en la pared y comencé a apretarme la bragueta. Podía ver su ojo mirándome. Mientras me bajaba el zíper, pude escucharlo que escupía.
Hubo un ruido y luego vi lo que pensé que nunca vería: el tipo estaba empujando su verga a través del agujero. Era grande, ¡a mí me lo pareció! Miré a ese monstruo mientras entraba y salía lentamente del agujero. Pude ver gotas brillantes en su glande.
Después de unos minutos me arrodillé. Mirando de cerca ese enorme trozo de carne, pude apreciarlo en todo su esplendor. Su piel estaba bien jalada hacia atrás debido al movimiento a través del agujero en la pared. Parecía una verga bastante limpia, así que traté de lamer las gotas húmedas.
Tan pronto como toqué el extremo de su cabeza con la lengua, el tipo disparó su leche. Me sorprendió cuando esta salió zumbando en grandes cantidades. La mayor parte aterrizó alrededor de mi barbilla y mi pecho; mi camisa del uniforme quedó hecha un desastre.
El hombre salió y me senté de nuevo para esperar un poco más. En la siguiente hora vi a cuatro más, pero ninguno de ellos quería jugar o espiar, así que decidí que eso era todo.
Salí y, cuando pasé por el cubículo en el que había estado el Fabián, escuché que alguien escupía. Asomándome por debajo de la puerta pude ver dos pares de pies ahí adentro. Eso lo tenía que ver.
Me metí al del otro lado. ¡Mirando por el agujero, pude ver al Fabián! Con él estaba otro morro de la escuela, de tercero. El morro, cuyo nombre no recuerdo, estaba detrás del Fabián y ambos tenían los pantalones hasta los tobillos. No estaba seguro, pero casi podía ver todo lo que estaba sucediendo. Estaba seguro de que el morro se estaba COGIENDO a mi amigo. Agarraba la pequeña monda del Fabián y este se mecía hacia adelante y hacia atrás.
Ver eso realmente me puso a cien. Me bajé los pantalones, escupí en mi mano un par de veces, mojé mi pene y lo metí por el agujero. Meciéndome adentro y afuera esperé sentir un par de labios alrededor de la cabeza. En cuestión de segundos así pasó. ¡Ambos estaban tratando de lamerme! Se sintió muy rico. En solo unos minutos yo estaba disparando una carga que solo puedo adivinar que les bañó la cara.
Podía imaginar gotitas leche saliendo de sus labios. Tal vez se estaban besando y probando el líquido caliente y pegajoso que yo les había dado.
Me arreglé la ropa, salí y me fui a mi casa.
Como sigue?