ALAN II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Al día siguiente lo peor sucedió, me descubrieron.
Dormía plácidamente, cuando sentí a alguien sobre mí, aplastándome los testículos.
Casi perdí el control cuando vi a Bruno, el hermano de Alan cabalgándome y gritando: ¡Sé lo que hiciste anoche, te descubrí y se lo voy a contar a mi hermano ahora!
Salió corriendo como un loco, directo al dormitorio de Alan.
“Alan sabes lo que pasó anoche, nuestro primo vino a…” Estaba gritando cuando Alan le tapó la boca y lo sacó a empujones fuera.
¡Sé que vino a ver una película y es todo, no quiero escucharte inventar tonterías! Fue lo que dijo Alan cerrando la puerta y dejando sin palabras a Bruno y al borde de las lágrimas.
Yo lo escuché todo desde el cuarto donde dormí y temí que ya hubiese descubierto que me aproveché de él, mientras dormía.
Bruno no dijo nada y yo no le dirigí la palabra tampoco.
Ya en la tarde, cuando pensaba que nada iba a salirse de control.
Me crucé a Alan en el pasillo y este me agarró de la remera y me metió a su cuarto.
¡La próxima que me vuelvas a tocar te mato! ¡Maldito puto de mierda!
Después de gritarme me sacó de un solo empujón y no me quedó otra que encerrarme en mi habitación para llorarme la vida entera.
Luego decidí finalmente llevar a cabo el plan que tenía para conquistar a Alan de por vida.
Seguí las instrucciones del libro negro, y enterré en el jardín todos los ingredientes que necesitaba, más una foto de él, bajo una planta a mi criterio, la más bonita.
Durante los días siguientes aunque jamás lo crean, las cosas empezaron a tomar el rumbo que anhelaba.
La actitud de Alan cambió para bien, primero se comportaba como un torpe, buscándome por todos lados hasta que me encontraba y no sabía para qué me buscaba.
Luego me llamaba para ver películas en su cuarto, e incluso invitaba a Bruno, si se lo pedía.
Yo sabía a qué se debía su cambio, pero si quería que todo fuese perfecto tendría que armarme de paciencia y dejar que Alan avance a mí, sin miedo a nada.
Una noche, la noche más caliente, Alan entró a mi cuarto a escondidas y se metió dentro de mi cama.
Me dijo que no podía dormir y que no sabía que le pasaba, que se sentía raro.
Yo le pregunté si quería que habláramos de algo en especial para que se relaje, y el solo me miraba como pensativo.
Sentía sus piernas tremendamente gruesas y velludas cerca de las mías y se me erizaba la piel.
Él no podía articular palabra y entonces lo besé, como un niño lo haría, un beso con los labios cerrados.
Pero él metió su lengua y masajeó la mía como un remolino lento y pausado.
Se acercó más y no dejaba de besarme, de abrazarme y arrimarme sus piernas.
Su mano empezó a acariciarme los glúteos con una fuerza que ni yo creía, apoyándome su falo erecto en el vientre y aprisionándomelo como si fuera a entrar por el ombligo.
Sus besos húmedos y calientes bajaban a mi cuello y torso.
Quería arrancarme la ropa y desvestirme lo más rápido posible.
Ensalivó el dedo del medio y me lo metió por el ano, volvió a ensalivarlo, saboreando y oliéndolo para meterlo otra vez.
Yo solo podía gemir lo más bajo posible.
Pero él era rudo y no le importaba que su hermanito estuviese ahí en la otra cama.
¡Si te molesta el ruido podemos ir al cuarto de mis padres! ¡Así ven cómo te rompo el culo!
Cuando dijo aquello me asuste porque en su rostro no había señal de broma.
¡Estaba furioso!
Me agarró del cuello y me llevó hasta la otra cama donde dormía Bruno y de un solo empujón caí sobre él, despertándolo al instante.
¡¿Qué pasa!? Dijo Bruno.
¡Despertate y mira cómo se desvirga a un marica! Fue la respuesta de Alan a su hermano.
Y continuó diciendo: Enserió creíste que podías embrujarme, o que mierda!? Cuando me la chupaste la otra vez pensé “por lo menos lo hace bien el marica”, pero te tenía que descubrir Bruno! ¡Idiota!
¡Ahora vamos a hacer un fiestita de maricas que se meten a mi cuarto a chuparme la pija y creen que no sé nada!
Resulta que su hermanito también lo había hecho y empezó a llorar de vergüenza y rogándole a Alan que no le contara a sus padres.
Alan se saca el bóxer dejando ver tremendo pene duro y peludo como un mono.
Me dio la vuelta y me la embistió por el ano, entrando hasta la mitad, asegurándose antes de cubrirme bien la boca.
Y con la otra mano me enterró la cara sobre la almohada con todas sus fuerzas.
Y solo pude sentir su verga caliente arrasar mi ano con rudeza.
Haciendo todo el ruido posible, sus bolas golpeaban mis nalgas y le decía a su hermano que le sobara las pelotas.
Bruno, quien ya no lloraba se apuró a masajearle las bolas a Alan.
¡¿Así hermanito?! ¿Así te gusta? ¿Qué más? Repetía Bruno mientras a mí me reventaban el culo.
Duró algo más de diez minutos la embestida de su pene hasta que lo saco y se la dio a Bruno para que tragara toda la leche.
¡Ahora chupale el pito a tu primo!
Bruno empezó a chupármela a lo torpe, chocando sus dientes y haciéndome retorcer de dolor.
Acabé dentro de su boca y no pude contener la emoción que sentía por todo esto que pasaba.
Alan nos ordenó que dentro de 15 minutos exactos, fuéramos a su cuarto completamente desnudos.
Alan salió desnudo dejando su bóxer tirado.
Los dos miramos rebotar sus nalgas redondas y duritas mientras se marchaba a su habitación.
¡Así que se la chupabas a tu hermano!
¡Y vos lo querías embrujar!
¡Ahora somos sus dos esclavas!
¡Mientras no se enteren mis padres!
¡Tu hermano es tan lindo que seguro tus padres también se turnan para chuparle la verga!
¡No, qué horror! ¡No digas eso idiota!
¡Vamos!
Cuando ambos desnudos, entramos al cuarto de Alan, lo vimos recostado en su cama, esperando.
¡Cierren la puerta! Dijo.
¡Vos primo me masajeas los pies con tus manos y lengua!
¡Vos putito menor me chupas las axilas!
¡Ahora!
Bruno se recostó a su lado y comenzó a lamerle unas peludas axilas con olor a macho y yo me moría de envidia.
Me dedique a unos sudorosos pies, mi lengua recorrió cada dedo, hasta los talones.
Pronto el falo de Alan cobró vida.
Venoso, hinchado y con el glande exquisitamente bien dibujado.
¡Nuevamente nos iba a romper el culo!
El niño bonito me ordenó que desvirgara a su hermanito.
Y él a mí, me rompería otra vez, en un trio caliente, se derramó todo el esperma que puedan imaginar.
Luego de esa noche Alan dormiría hasta tarde, con la verga deshidratada.
A Bruno y a mí nos costó caminar como si nada hubiera pasado.
El padre lo notó y le dijo entre risas, a su esposa: ¡Ese Alan haciendo de las suyas otra vez!
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