Alan (II): Tarde de sábado en casa del Fabián
Días después de nuestra aventura en los baños de la plaza Nuevo Mexicali, el Fabián me invitó a su casa y pasamos algunas horas muy ricas..
El relato anterior de esta serie se encuentra aquí: https://sexosintabues30.com/relatos-eroticos/gays/alan-i-en-busca-de-porno/
Los días siguientes en la escuela mantuvimos la rutina: nos reuníamos en el baño la “pandilla puñetera” y nos dábamos buenas jaladas entre todos. Yo no le comenté al Fabián que lo había visto con el morro en los baños del plaza y él no me dijo nada tampoco.
Pero el fin de semana siguiente él me invitó a su casa. Era un día caluroso.
Cuando llegué me dijo que estaba por darse un baño.
–¿Qué quieres hacer, Alan? –me preguntó con su voz suave.
–No sé… Pues ver algunos videos mientras te bañas –dije, viéndolo tomar una toalla. Se quitó el pantalón y se quedó en calzoncillos de bikini. Se podía ver claramente el contorno de su pene.
–Está bien –me respondió, poniendo la toalla sobre su hombro–. Mira algunos videos mientras me baño.
–Preferiría verte bañarte –susurré en tono de broma. Solo sonrió. Entonces agregué–: ¿Y si me baño contigo? Ando muy acalorado.
–¡Claro! –se rió–. ¡Pero bien bañadito!
Empecé a desvestirme y él se quitó los calzoncillos. Quedó a mi vista su pene, blando, de unas 5 pulgadas de largo y casi 2 de grosor. Admiré su cuerpo bronceado claro con un poco de vello púbico y casi lampiño en los brazos.
Caminó hacia el baño y lo seguí. Al entrar se volteó y me sorprendió inspeccionándolo.
–¿Te gusto? –me dijo. No le contesté.
Cuando me dio la espalda para abrir el agua, pude sentir que mi pene se ponía duro.
–Sí te gusto –dijo convencido, mirando abultarse la toalla con que me cubría.
Yo solo sonreí. –No puedo evitar calentarme.
Puso su cálida mano en mi cintura.
–Sí me gustas… –le dije.
Se quitó la toalla y jaló la mía. Mi pene semiduro asomó. No le importó que el mío fuera un poco más pequeño que el suyo. Frotó mis caderas y luego entró en la regadera. Yo lo seguí. Mi pene se estaba poniendo más duro.
Empezó a lavarme, luego se arrodilló frente a mí y comenzó a chuparme. Froté su cabeza y la parte de atrás de su cuello por un rato, mientras disfrutaba su mamada.
–¡Espérate, todavía no quiero terminar…! –dije, sintiendo el esperma acumularse en la base de mi pene. Se puso de pie y me sonrió,
Comencé a lavarle el pecho. Se acercó más a mí, nos abrazamos y nos besamos mientras lo lavaba.
Nos separamos y le dije, mirándolo a los ojos: –Besas muy rico.
–Tú besas más rico –me contestó. Y agregó, susurrándome al opido–: Los dos andamos ganosos.
Le comenté que podía sentir su pene duro presionando contra el mío.
–¿Y el tuyo qué? –me dijo, frotándose contra mi verga.
Dejé el jabón, después de que terminé de lavarle las piernas. Inesperadamente, este se resbaló y aterrizó en el desagüe. Ingenuamente me di la vuelta, agachándome, dándole la espalda al Fabián.
Mientras tomaba el jabón para levantarlo, sentí a mi amigo que deslizaba su verga enjabonada arriba y abajo en la grieta de mi trasero, frotándolo contra mi agujero. Se sentía muy bien y estaba a punto de decirle que me la metiera, pero me levanté y lo enjuagué,
–¿No puedes esperar hasta que terminemos de bañarnos? –le dije en broma.
Ambos salimos de la regadera y nos secamos.
En su cuarto, solo nos pusimos la ropa interior. Me senté en su cama, mientras él se paraba frente a mí, encendiendo el televisor. Tenía su pene frente a mi rostro y me di cuenta de que todavía estaba duro.
Se inclinó y metió su lengua en mi garganta. Me eché completamente hacia atrás, mientras él me quitaba los calzoncillos; mi pene se erguía como el asta de una bandera.
Me incliné hacia delante, le bajé su ropa interior y él se la quitó. Lo jalé hacia abajo y pronto estaba acostado encima de mí, nuestros penes rozándose, mis piernas abiertas, las suyas cerradas. Empujó hacia arriba y hacia abajo sobre mí mientras nos dábamos repetidos besos.
Comenzamos un agasajo profundo y empecé a chupar y lamer su lengua.
Él bajó por mi cuerpo con sus labios. Abrió la boca y lentamente comenzó a chupar la cabeza de mi pene. Dejé que me mamara; luego se levantó y se acostó a mi lado, con los ojos cerrados y la boca abierta.
Me di la vuelta y metí mi pene entre sus labios. Pronto estábamos en el 69. Traté de devorar la mayor cantidad posible de sus siete pulgadas. Empecé a chupar más fuerte, subiendo y bajando, cogiéndolo por la boca. Chupando tan fuerte como podía, movió su lengua alrededor de mi pene hinchado.
Estaba a punto de vaciarme. Mientras subía y volvía a bajar, me chupó la verga suavemente.
Abracé sus piernas con fuerza mientras dejaba escapar un fuerte gemido. Mi semen brotó a chorros en su boca mientras él tragaba.
Después de que chupó toda mi leche, me di la vuelta y comencé a tocarlo y mamarlo. Me jaló la cabeza hacia adelante y hacia atrás, luego me empujó delicadamente fuera de su palpitante pene.
Se dio la vuelta, así que estaba cara a cara con él. Ambos respirábamos con dificultad. Frotó su mano arriba y abajo de mi espalda y yo me giré para acostarme boca abajo. Crucé mis manos debajo de mi cara y le sonreí.
Me besó en la mejilla, se arrastró sobre mis piernas detrás de mí. Luego se levantó y se engrasó el pene, mientras me miraba. Sabía lo que yo quería que hiciera. Me separó las piernas y se metió entre ellas; luego me levantó suavemente por las caderas. Mi culo estaba bien abierto,
–No me cojas fuerte –le dije. arrodillándome frente a él, esperándolo.
–¿Alguna vez te han cogido? –preguntó, sintiendo mi espalda, arriba y abajo, provocándome.
–No. Por eso te digo que no lo hagas muy fuerte.
–Lo haré despacio y sentirás muy rico –me contestó, sintiendo mis piernas.
–Será como si estuviéramos haciendo el amor –le dije, de broma.
–Sí lo estamos haciendo –me contestó sonriendo. Con eso me jaló hacia atrás y entró en mí. Me dolió, pero también se sintió bien. Me movió de un lado a otro sobre su pene. Yo me estaba emocionando, sintiéndolo deslizarse dentro y fuera lentamente, estirando mi trasero.
Agarró mis caderas y se abalanzó sobre mí, con las piernas abiertas. Dejé escapar un gemido cuando me la metió a profundidad. Sentí el maravilloso dolor de su pene, ¡lo disfruté!. Empezó a subir y bajar encima de mí, levantando mi cuerpo con cada golpe. Pasó su lengua arriba y abajo de mi cuello, mientras entraba en mí completamente.
Empezó a culearme, respirando fuerte en mi cuello. Yo también respiraba con dificultad y podía sentir mi pene endurecerse de nuevo. Se levantó y salió por completo, luego me levantó un poco y deslizó toda su verga dentro. Me cogió con fuerza. Yo estaba gimiendo en voz alta por el placer.
–¿Este es un nuevo movimiento que aprendiste? –le pregunté jadeando por aire. Siguió culeándome duro y rápido. Yo sabía que estaba a punto de vacarse. Cayó sobre mí, empujando mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo, profundamente en la cama. Me tensé por completo. Dejó escapar un gemido más fuerte que los anteriores. Podía sentir su pene echando esperma a través de mi agujero contraído.
Nos relajamos, mientras él seguía encima de mí. Ambos estábamos sudados,
–¡Chingado, ahora nos tenemos que bañar otra vez…! –murmuré.
–Me agrada la idea –dijo, frotando mis costados. Me besó suavemente en el cuello–. Me gustas mucho, Alan.
–Supongo que sí. Acabas de cogerme –dije riendo–… Y también me gustas mucho, pero todavía tengo la verga dura.
Se bajó de mí y tomó la vaselina. Me paré a su lado. Jugó con mi pene y lo engrasó. Luego lo incliné a él sobre el borde de la cama. No perdí el tiempo en metérsela, apretó el culo cuando comenzó a gemir. Lo culeé lentamente. Me balanceé adentro y afuera, hasta que empujé por completamente dentro de él. Su trasero agarró mi pene, jalándolo más adentro.
Me vine dentro de su culo. Ambos soltamos un suspiro.
Luego nos acostamos uno al lado del otro. Miró el reloj.
–Dos horas –murmuró y volteó a verme con una sonrisa–… ¡dos horas muy ricas!
–Sí –me acerqué y lo besé–, ¡muy ricas!
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