Albertito 1
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
A decir verdad, creo que soy puto desde la cuna, siempre fui un "gordito puto", bueno gordito sin exager, en lo de puto, exageren todo lo que quieran.
Desde mucho antes de la pubertad no desperdiciaba oportunidad de desnudarme con mi primo Damián y darnos por el culito, siempre en silencio.
Bien democrático, en un desván del fondo de mi casa, yo me bajaba los pantalones frente a una pequeña ventana y mi primo me rompía el culo mientras yo vigilaba que no viniera nadie.
Luego cambiábamos posición y yo le rompía el culo a Damián.
Para ser honesto, a mi me alcanzaba con un polvo, pero a mi primo a veces no, por lo que mi culito hacía dos o tres por uno, y siguiendo con la honestidad, con el tercero, larguísima culiada aún para un pija de 11 años, hasta me hacía gozar y gemir un poco.
Cuando me la sacaba después de 30 minutos de recibir los golpes de su pubis en mis nalgas y tener su pija adentro destrozándome el anito, siempre parado contra la pared, mis piernas quedaban tan cansadas que se me doblaban las rodillas, se imaginan que mi primo se sentía el gran macho argentino.
Mi culito, de 11 años también, al otro día estaba como nuevo, durito y cerrado, a pesar de haberse tragado tres polvos.
Los dos teníamo esfínteres fuertes, que pese a las cogidas, parecían siempre vírgenes.
Para colmo, él me la chupaba por obligación, en cambio yo me desesperaba mamando su verga.
Entonces, a pesar de la democracia pregonada, en muchos aspectos yo era la "putita" de Damián.
Claro, la pacatería de la época (puto es el que se deja, el que se la da a un puto, es recontra macho), me impedía reconocerlo.
Damián la tenía más clara: "vos y yo somos putos, pero mientras nadie se entere, no importa", yo en cambio retrucaba "no, yo no soy puto, me dejo solamente para que vos me des el culo".
Qué boludo, por favor!
A veces Damián venía con algún amigo, del barrio o de la escuela.
Yo ni loco me animaba a mostrarme puto delante de un amigo, pero evidentemente Damián sabía reconocer y elegir.
Luisito venía seguido, era bastante pasivo, a diferencia nuestra, su culito ya no se cerraba, cuando le abría las nalgas se veía el típico túnel rosado que tenemos los que lo usamos para otra cosa distinta a hacer caca.
Con él a veces hacíamos trencitos, pero a Luis le gustaba más hacer de locomotora.
Entonces poníamos unos trapos en el piso, Luis se sacaba el pantalón, se acostaba y Damián primero y yo después, lo cogíamos.
Como siempre, mientras uno cogía, el otro vigilaba.
Cuando le abría la colita veía los rastros de semen de mi primo y me ponía loco de deseo, se la clavaba sin piedad.
Después que Luis se iba, por más que lo hubiéramos reculiado, al quedar solos, sentíamos que faltaba lo nuestro, yo le chupaba a Damián esa bella pija con sabor a nuestro semen y al culito de Luis y después nos cogíamos como siempre.
Una vez las cosas no salieron bien.
Damián lo trajo a Victor, un pibe de 12, que vivía a la vuelta.
Tenía un culito blanquísimo, muy pecoso, y duro como piedra, su pija era bastante más grande que la nuestra, cabezona y gruesa.
Mis viejos no estaban, así que encaramos a su dormitorio.
Decidimos que la pose debía ser en el borde de la cama, apoyábamos el torso sobre la cama y los pies en el piso, con lo que nuestros culos quedaban en el borde del colchón, nos abriamos las nalgas para dejar a la vista el agujerito y después de la infaltable escupida, nos la mandaban a guardar.
Todos hicimos todo, Damián y yo lo cogimos a Victor, Víctor y yo lo cogimos a Damián y los dos me cogieron a mi, normal, como siempre.
Victor, a diferencia de Damián, me hizo doler bastante, por lo que un par de veces me la tuvo que sacar y volver a poner con más saliva.
Damian se la bancó bien, quizás, no lo sé, porque no sería la primera vez que se la comía, la pija de Víctor le entraba sin problemas.
Luego de cogernos, nos quedamos los tres aún con nuestras pijas duras conversando y bromeando sobre cómo Victor me había hecho gritar y de cómo me había dejado el culito roto y ardido.
Los dos me abrían las nalgas y miraban y bromeaban sobre mi anito enrojecido, yo reía también.
Pero claro, tener dos pijas paradas y bellas delante mío despertó mi deseo oral, me arrodillé delante de ellos y comencé a chuparles las pijas, un poco la de Damián, un poco la de Víctor y un poco las dos juntas y como siempre, me apasioné hasta la desesperación, las besaba, las pasaba por mis mejillas, las llevaba hasta el fondo de mi garganta, las sorbía hasta dejarlas secas de preseminal.
Los escuché cuchichear y luego Victor me pidió, "te tomás la leche?, dale!", con lo caliente que estaba, accedí en el acto, seguí mamando cada vez con más pasión hasta que dos abundantes lechazos de pre-púberes fueron por primera vez a perfumar y acariciar mi garganta, mi lengua sintió por primera vez esa especial turgencia del semen y luego de saborearla para grabar en mi mente ese primer sabor de macho, la tragué deleitado.
Víctor quedó loco y quería volver al otro día por más.
Nos miramos con Dami y le contestamos con evasivas.
Se fue Victor y Damián fue mio y yo fui de él.
Por desgracia, Víctor fue bocón.
Los tres, junto con unos cuantos purretes más y otros tanto ya no purretes, éramos miembros de la misma barra de amigos.
El muy hijo de puta, henchido de orgullo, le contó a todos que me había cogido, que me había hecho gritar y que me había hecho tomar su semen.
Por supuesto contó lo que le convenía, Damian ni fue nombrado y menos que menos que él se la había comido igual que nosotros.
En su historia yo era el reputo, el marica, y él era el macho pijudo que me había roto el culo hasta hacerme gritar de dolor.
Mi vida se convirtió en un infierno.
Fui el destinatario del bulling de todos, el puto de mierda al que ni siquiera se le daba derecho a replicar y desenmascarar a Víctor, mis argumentos carecían de todo valor porque eran las palabras de un maricón defendiéndose, hasta Tito, el boludo, el nabo de la barra, se paraba delante mío, me miraba a los ojos, me señalaba con el dedo y me decía "puto maricón".
Damián se mantuvo al margen, tal vez por el miedo de correr la misma suerte.
Me encerré en mi casa, me auto encarcelé en mi casa para expiar mi culpa, mi vida a los 11 años fue sólo casa-escuela, escuela-casa, y nada más.
Los fines de semana eran eternos, mirando tele o leyendo.
Decidí cerrar mi culo "para siempre" y se acabó mi vida sexual con Damian y sus invitados.
Mi primo venía de tanto en tanto cuando tenía ganas de verga, todo muy aséptico, en total silencio se bajaba los pantalones, en total silencio se la metía, bombeaba, le acababa bien adentro, se levantaba los pantalones y se iba, yo ni siquiera le tocaba la pija, la pija era veneno.
Pero no pude castrarme para siempre y lo que soy y siempre fui comenzó a despertase, primero un toque, luego una paja, y a los 6 meses ya Damián me estaba rompiendo el culo como siempre, eso sí, nunca más con invitados, él y yo solamente.
Además de Damián, que venía por interés, un solo amigo, Daniel, amigo de los buenos, venía a casa a visitarme, siempre supo que yo era puto y de hecho alguna vez nos habíamos tocado un poco.
Me invitaba a ir a su casa, a salir a algún lado, pero yo no quería siquiera salir a la calle para no encontrarme con los pibes de la barra.
Él frecuentaba otro grupo de pibes, de un par de cuadras más lejos y tanto me insistió que me llevó a ese grupo, donde nadie sabía de mi incidente con Víctor.
Me aceptaron de inmediato y fueron desde entonces mis grandes amigos de la adolescencia.
Éramos 7 pibes de entre 12 y 15, Además de Daniel y yo estaban dos de los hermanos Medina, Marcos y Carlos, Manuel, Ricardo y Alberto.
Todos pibes muy sanos, todos bien "hetero" y todos bien pajeros, como no podía ser de otra manera a esa edad.
La felicidad volvió a mi vida, estaba de vuelta con amigos, de nuevo podia charlar, reir, jugar a la pelota o pasar horas en la esquina mirando pasar las pendejas, comentando babosos cómo le habían crecido las tetas a Graciela y hablando boludeces.
Claro, mi lado oscuro seguía tan vivo como siempre, y mis encuentros con Damián eran cada vez más intensos.
A medida que íbamos creciendo, se iba desarrollando nuestra líbido y de las simples mamadas y cogidas animales fuimos pasando a las caricias, los mordiscos, los roces y los gemidos.
Cuando se la mamaba, me desesperaba de tal manera, sentía tantos deseos de poseer esa pija, que en un momento tenía que dejar de mamar para abrirme de nalgas y rogarle por favor, casi llorando, que me la enterrara.
Con cada empujada me hacía gemir de placer y eran tan grandes mis deseos que lo tomaba de las nalgas y lo empujaba contra mi para que su pija me entrara hasta los huevos.
Cuando me tocaba de activo, me arrodillaba detrás de él y le besaba cada centímetro de sus bellísimas nalgas, blancas, lampiñas, perfectas, con ese pequeño lunarcito oscuro.
Luego se las abría, me sumergía entre las dos colinas, y le mamaba el agujerito con la misma pasión con que le chupaba la pija, Damián también gemía entonces.
Las mamadas de culo lo dejaban más que dilatado, por lo que se la metía como si su culito fuera una concha.
Su madre había tomado un trabajo que la tenía fuera de su casa hasta la noche y nosotros comenzamos a aprovechar su cama con asiduidad.
Su dormitorio era hermoso, con una amplia puerta balcón al patio que lo llenaba de luz.
Cogíamos a plena luz, salíamos audazmente al patio desnudos y culeábamos con el sol sobre la cara mientras su perro nos rondaba sin entender nada, luego volvíamos a las sábanas blancas y dormíamos la siesta abrazados, lo despertaba con una mamada y me rompía el culo boca abajo despacito, con la almohada bajo mi pija para levantar la cola y que entrara más adentro.
Por suerte su madre nunca regresó antes del trabajo ni se aparecieron sus tías o su hermana, porque hubiera sido un desastre peor que el de Victor.
El resto de la vida seguía transcurriendo, con Damián cada vez mas ardientes, con mis amigos cada vez más unidos, realmente quería a esos chicos que sin saberlo me habían sacado del infierno y devuelto a la vida normal de un pibe de barrio.
Una tarde de sábado estaba sólo en casa tratando de estudiar química, yo ya andaba por los 14 años, cuando llegó Daniel.
Lo mandé a buscar mate y al rato se sentó a mi lado con el termo y el mate humeante.
Me pasó un mate y pegándose a mi, me dijo
-Sabés de lo que me enteré?- yo, entre aldehidos y sales, tenía pocas ganas de escucharlo, levanté los ojos del cuaderno y lo miré.
– Alberto se la come.
Marcos, Carlos y los hermanos de ellos, todos se lo cogen!
Me quedé pensando.
Alberto, 14 años también, 1,75, más flaco que gordo, medio pavo, peor que yo en el fútbol, nunca me inspiró empatía pero no me desagradaba en absoluto.
-En serio?
– Si, me lo dijo Marcos y me dijo que no se lo contara a nadie, pero a vos te lo cuento.
Él se lo empezó a culiar y después se lo fue pasando a los hermanos.
Hasta Cristian se lo coge.
-Pero Cristian es grande!
-Si, tiene 25, y según Marcos es el más pijudo de los hermanos.
Me imagino lo roto que debe tener el culo! Los Medina son todos vergones, deben salir al padre, no viste que la vieja está siempre contenta?- Daniel estaba súper excitado con el relato.
Más discreto que yo, y más empresario, en lugar de coger por el barrio, le gustaba irse a Constitución y enganchar putos en la plaza, que además de sacarle la leche, le daban plata, pero parecía que lo de Albertito le estaba gustando.
-Vos te lo cogiste también?
Daniel sonrió.
– No todavía, pero ahora que lo empecé a mirar, tiene buen culo!
-Bueno, ya, no me rompas las pelotas con el culo de Alberto que estoy estudiando!
-Ta bien, ta bien!, te sigo cebando mate?
-Dale.
Me sumergí de nuevo en las fórmulas, Dani se aburrió, y al rato se fue.
Esa noche vino Damián, nos fuimos al fondo, como era tarde y mis viejos dormían temprano, nos desnudamos completamente, no había peligro.
Nos abrazamos apretando nuestras vergas duras una contra otra, acaricié su pubis firme y suave, bajé a su pija hermosa, la besé, la acaricié con mi lengua y comencé a chuparla como el más delicioso de los helados.
Arrodillado en el piso, con mis manos en sus nalgas y las suyas acariciándóme la cabeza, mamé como si en eso se fuera mi vida.
En un momento se me ocurrió mojarme los dedos y empezar a jugar con el esfínter de Dami mientras se la chupaba.
Damián comenzó a gemir, apuré y apreté más con mis labios su caliente palo, la tragué hasta el fondo, chupé su glande, recorrí con mi lengua sus bordes, su agujerito, sorbí su preseminal una y otra vez, la sentí crecer, lo sentí gritar mientras sus dedos estrujaban mi cabello, sentí su leche caliente en mi paladar, cerré los ojos para saborearla mejor, la tragué deleitado y sonriendo.
Cuando abrí los ojos, Damián me estaba mirando mientras me acariciaba la cabeza, se la mamé un poco más, chupé cada mínimo rastro de semen de su glande, le besé repetidamente el pubis, despacito le saqué mis dedos del culo, me incorporé y lo abracé.
Damián me miró a los ojos y me tomó la cara con las manos, me pareció que abría sus labios.
Luego, sin decir palabras, se acomodó contra la pared y quebró la cadera para ofrecerme su delicado y suave culito, giró su cabeza y me dijo "con esa mamada me diste vuelta Lucas, rompémelo, dale rompémelo, cogeme hasta por las orejas si querés, hoy yo no te cojo, soy tu puta".
Era su forma de darme las gracias?, no lo sé, pero mi pija estaba demasiado dura para ponerme a filosofar.
Le abrí las nalgas, se lo ensopé un poco con mi lengua y se la clavé a fondo.
Gimió, gozó, meneó las caderas, me tomó de las nalgas, me empujó más adentro, y luego me pidió "pará, vamos a aprovechar que tus viejos duermen.
" Salió afuera en pelotas como estaba, trajo unas tablas, armó una especie de cama, se puso de espaldas y se tomó de la piernas.
Se la clavé de nuevo, ahora más a fondo que nunca.
Al rato el segundo polvo de Damián saltó hasta mi cara, lo había hecho acabar sin siquiera tocársela.
Esa noche por primera vez le destrocé el culo, esa noche por primera vez el que terminó con las piernas como queso fue Damián.
Cuando llegué a mi cama eran como las 3 de la mañana, en toda mi relación desde niño con Damián, era la primera vez que luego de un encuentro con él, mi culo estaba cerrado y no llevaba su leche dentro mio.
Curiosamente me sentía más que bien.
Esto de ser el macho dominante me hacía sentir bárbaro.
No podía dormir, a pesar de los tres polvos al culito de Damián, me puse a pensar en Albertito.
Si mis amigos se lo cogían, por qué yo no? Si eran tan pasivo, y si mis nuevos amigos no tenían el menor problema en cogerse a un puto, por qué yo no? Y Damián?, no éramos novios, nunca le pregunté si, además de nuestros tempranos tríos, el cogía a solas con otros pibes, tal vez seguía encamándose con Víctor.
Sería que esa tarde fatídica él se tragó toda la de Víctor sin quejarse y, creia recordar ahora, hasta sonriendo, porque ya se la había comido otras veces?, tal vez, tal vez.
En el fondo, su actitud pasiva y apartada, mientras los demás pibes me hacían mierda, seguía molestándome.
Al fin y al cabo era su vida, y yo tenía la mia.
Decidido!, a la mañana le hablaba a Marcos para que mi hiciera el entre con Albertito.
El domingo a las 11 de la mañana estaba en la casa de los Medina.
Carlos se había ido a misa, los más grandes no nos daban bola nunca, así que, tranquilo, me puse a conversar con Marcos en el patio mientras jugaba con su gato que me ronroneaba entre las piernas.
-Che Marcos, Dany me contó.
-Qué te contó?
-Que vos te lo cogés a Alberto, vos y todos tus hermanos.
-Uy nooo!, qué boludo este Daniel, otro más que lo sabe! Si se entera doña Teresa nos mata!
-Che, yo también me lo quiero coger.
Me hacés la pata, le decís?
-Puta madre!, bueno, está bien, cómo querés que hagamos?
– Inventemos algo, tenés alguna cosa para arreglar? Decile que te acompañe a mi casa esta tarde para que yo te la arregle.
– Bueno, dale y ahí que hacemos?
– Vamos al desván del fondo, donde tengo las herramientas y ahí le decimos.
– No nos van a descubrir?
Sonreí por dentro.
Si Marcos supiera la cantidad de polvos que Damián me había echado en ese desván, me retiraba el saludo.
– No, tranquilo, mi vieja nunca va al fondo, además tenemos la ventanita, mientras uno coge, el otro vigila.
– Hacemos así, esta tarde voy con Alberto, si el puede.
– Te espero.
(CONTINUARÁ)
comos igue por favorrrrrrrr