Albertito 2
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Volví a mi casa.
Después del almuerzo, mi viejo se fue a la casa de uno de sus amigos a escuchar el partido y mi vieja se quedó cosiendo.
Yo me fui al fondo.
Arreglé el despelote que habíamos dejado a la noche con Damián y me aseguré que no hubiera rastros de semen por ningún lado, abrí todo para ventilar por las dudas.
-Buenas doña Marta, está Lucas?
-Si, en el fondo como siempre, pasen
Se abrió la puerta que daba al fondo y vi aparecer a Alberto con su caminar acompasado, detrás venía Marcos con una cajita en la mano y los ojos clavados en el culo que tenía delante.
-Hola Marcos, hola Alber, cómo andan?
– Che Lucas, me podrás hacer unos agujeros en esta cajita para ponerle una manija?
-Si, cómo no?, vamos
Ya adentro del desván, los agujeros se hicieron en minutos y nos sentamos en ronda a charlar.
Entre Marcos y yo fuimos llevando la charla hacia temas sexuales, de minas por supuesto.
Hablamos de Zulema, que tenía un culo gigante.
Al rato, sobándome la verga por sobre el pantalón, me quejé:
– Puta!, qué caliente que estoy, me muero por coger, no doy más! Alberto sonriendo tranquilamente me dijo:
– Cojételo a Marcos, viste que lindo culo tiene? Seguro que él se deja.
Marcos se inclinó hacia adelante y le apoyó una mano en el muslo.
– Alber, dale, Lucas es un amigo y está necesitado, dale dejate!
– Por qué no te dejás coger vos? Te cogemos los dos si querés.
– Dale Alber, Lucas ya lo sabe.
Y acá nadie nos ve.
Yo vigilo por si viene la vieja.
Albertito se quedó callado.
Cerró los ojos, los volvió a abrir.
– Bueno está bien, pero esta sola vez, de onda, eh?.
– Se incorporó, se bajó el jean y el slip y se puso contra la pared.
– Vos Marcos salí.
Me quedé solo con Alberto, yo aún ni había bajado mi cierre, él contra la pared, ropa en el piso, abriéndose las nalgas y mirándome.
– A ver cómo la tenés? Uy que grande!, me va a doler.
-Descuidá, te la meto despacito.
Alberto tenía un culito grande y redondo, como de nene, con apenas algo de vello suave, casi nada, por delante llamaba la atención su pija gorda y corta, circuncidada y totalmente dormida.
Terminé de bajarme la ropa y me acomodé detrás de él.
Le apoyé el glande, lo tomé de la cadera y se la clavé
-Uy, uy, uy, uy, cómo duelee!
Francamente, comparado con el culito de Damián que me había comido a la noche, Alberto estaba desfondado, pero si le dolía, había que cuidarlo.
Se la saqué, lo escupí y se la volví a poner bien despacito.
-Así si-, me dijo.
Comencé un mete y saca suave, él callado, yo también, sólo el glorioso rumor de mi pija taladrando un culo aún sequito, hasta que mi preseminal y las mucosidades de su recto tapizaran el canalito de placer que Alberto me regalaba.
Me sentia feliz, no tanto por el placer de coger, sino porque estaba cogiendo al puto que se cogían mis amigos, estaba siendo un macho igual a ellos, ya no era el trolito al que todos le hacían bulling, ahí afuera estaba Marcos sabiendo que yo estaba cogiendo a un puto que él también se cogía, ya era un igual con mis amigos, también en lo sexual! Le tengo que destrozar el culo, pensé, tengo que hacer un buen papel.
Flexioné un poco las piernas para entrarle al anito más desde abajo y evitar que sus nalgas gorditas dejaran un pedazo mío afuera y aceleré el ritmo.
-Mmm, parece que sabés lo que hacés, Luquitas!
Desarmé la posición, lo llevé a una silla y lo recliné sobre el respaldo.
Lo tomé de los costados y se la clavé a fondo con toda la fuerza de mi cadera.
-Uy, uy, uy, uy, uy
-Te gusta putito?
-Yo no soy puto, cuidate porque ahora te voy a coger
Sería verdad?, yo no había preguntado detalles, dí por sentado que Alberto era pasivo.
Marcos se dejaría? Nooo, o si?, la verdad que Alberto tenía razón, el culito de Marcos, al menos a través del pantalón, estaba bárbaro.
Tenía un cuerpo delgado y muy masculino, de caderas angostas y por eso su culito era chiquito, pero tenía una forma como para mordérselo.
En un rato me tendría que comer la de Alberto y la de Marcos?, mi esquema de nuevo orgullo machista se venía abajo, pero yo lo sabía bien, no podía engañarme mucho, yo era más trolo que Albertito y mi líbido se excitaba a full pensando en sentarme arriba de la de Marcos y después comerle esa belleza que tenía atrás.
Por las dudas me quedé callado, e hice bién, luego el tiempo me enseñaría que Albertito siempre decía esas cosas.
Aceleré mi ritmo, ya los jugos habían hecho un charco y en cada pujada se sentía el chaf chaf de las nalgas mojadas contra mi pubis, de caliente ya con cada embestida lo levantaba en el aire casi a Albertito, que seguía como si en lugar de coger estuviera leyendo el diario.
Lo que sí sintió fue el agrandamiento final de mi verga antes de acabar, que le provocó otro "uy, uy, uy".
Con la estocada final vino mi descarga y me quedé recuperando aire apoyado sobre su espalda.
– Te querés echar otro?
– En un rato Alber, dejá que recupere el aliento.
– Entonces llamalo a Marcos.
Me limpié como pude, me levanté la ropa y salí del desván, dejando a Alberto, con el culito al aire reclinado sobre la silla, esperando su próxima verga.
-Y que tal?
-Barbaro Marcos, qué rico culo! Pasá que te está esperando.
Busqué una lata vieja para sentarme cerca de la puerta y escuchar lo que Marcos y Albertito hablaban.
-A ver como la tenés? – Como siempre boludo, cómo querés que la tenga?
– No, está más grande, me va a doler, mejor no.
-Si Lucas ya te dejó abierto, que jodés?, dale abrite.
-Uyyy, uyy, uyyy, te dije sacala que duele!- Dale Chiche, si ya te la enterré hasta las bolas
-Ya vas a ver cuando te dé vuelta, te voy a hacer sangrar el culo.
– Si, Chiche.
El golpeteo de pubis calló las palabra y sólo se escuchaba de tanto en tanto algún gemido de placer de Marcos y algún "uy" de Albertito.
Chiche?, nunca había sentido ese apodo para Albertito, sería que entre Marcos y Alberto había algo más que sólo una conveniencia sexual?
Poco a poco fue apareciendo un gemido agudo y con él una voz casi plañidera que decía "soy tuyo, soy tu juguete, soy tu chiche, dame tu leche mi amor, dame tu leche", a esta voz respondía Marcos "tomá Chichito, tomá", luego un gemido largo y compartido y al final silencio.
Me animé a espiar por el agujero de la cerradura.
Marcos y Alberto estaban abrazados, más que abrazados pegados cuerpo a cuerpo, comiéndose en un beso mutuo más apasionado que el de la más intensa telenovela.
Cómo?, los hombres se besaban también?, me daba un poco de asco.
Esa fue mi primera vez con Albertito.
La segunda fue también compartida con Marcos, pero esa vez fue en la cama de mis viejos.
Albertito se quitó el pantalón y el calzoncillo, se acostó boca abajo en el centro de la cama y con los codos apoyados sobre la almohada giró la cabeza y me miró como diciéndome, "qué esperás nene?, mi culo está listo! Me arrojé sobre él, se la clavé sin piedad y con mis manos en sus pechitos lo cogí furiosamente.
Alberto se quejó como siempre, pero no le di bola.
Pensaba en la última vez que había cogido en esa cama, me recordaba desnudo apoyado en el borde del colchón ofreciendo mi culito, pensaba en Víctor, en mi dolor pero no de culo precisamente, en mi vergüenza, suspiré, pensé "gritá tranquilo Albertito, gemí, gozá, tragate toda la leche que quieras, nadie se va a enterar de tus uyuyuy, nadie se va a enterar que te la comés, sos el putito de la barra y Marcos y yo y todos te vamos a cuidar".
Ese polvo en esa camá me redimió, hice las pases con el mundo.
Empecé a pensar "me chupa un huevo lo que digan esos forros, se pueden ir todos juntos a la mierda".
Se me cerró la garganta, intenté no llorar, me apoyé completamente sobre esa espalda tibia y amable y bajé mi ritmo, algunas lágrimas rodaron por mis mejillas.
Alberto se dio cuenta, sonrió, no dijo nada pero su cuerpo siempre tenso se relajó, levantó sus nalgas para que le entrara un poco más mi verga y comenzó a gemir despacito.
Me tragué los mocos, lo besé en el cuello y me concentré en la sensación que subía de mi pija con cada embestida a las nalguitas de Alberto.
Acabé entre los uyuyuy de Albertito, me sequé la cara y me separé de su cuerpo tibio.
Alberto me miraba y sonreía.
No le dije nada, pero le tiré un beso con la mano desde el borde de la cama.
Desde entonces las cogidas con Albertito se hicieron frecuentes.
Cada vez que tenía ganas iba a su casa, tocaba el timbre y me bancaba la cara de vinagre de doña Teresa
-Buenas tardes, está Alberto señora?
-Sí, está.
Albertooooo.
– Se escuchaba el chancleteo de la vieja rumbo a la entrada principal.
-Hola Alberto, vamos.
?- Albertito se ponía nervioso.
-Uy, ahora no puedo, esperá-.
Miraba atrás por sobre su hombro por las dudas que no estuviera alguno de sus viejos, e invariablemente aceptaba.
-Bueno, vamos, adonde?
-En el fondo de mi casa.
-Los dos solos?
-Si
-Esperá que le aviso a mi vieja.
Maaaa, me voy a la casa de Lucas!
Las culiadas eran invariables, llegábamos, me le chupaba un ratito, se bajaba la ropa y se apoyaba contra la pared, el uyuyuy de la clavada, la amenaza de cogerme, el uyuyuy del orgasmo y el "te echás otro?".
No había forma de ponerle una pizca de erotismo, pero me dejaba relajado.
Ya no buscaba a Damián, pero si él me buscaba, seguro me encontraba y toda la líbido que no desataba con Alberto estallaba en Damián, mi boca y mi culo cada vez más ardientes y mi verga dejándolo extenuado y con el anito enrojecido como él y Victor me lo habían dejado esa fatídica tarde.
Mi rencor por su falta de apoyo crecía, mi corazón evidentemente no había sanado.
Una tarde de domingo, soleada y dulce, estábamos casi todos en la esquina, Daniel, Manuel, Marcos, Carlos, yo.
y Alberto.
Pasó Graciela, la pendeja de la otra cuadra, con su jumper de la escuela que por detrás le abultaba bastante.
– Mirá, mirá, mirá!, que tremendo culo está haciendo Graciela! Para mi que se la cogen.
– Mejor que el de Alberto?
– Ustedes que saben como es mi culo?
– Dale Alberto, no jodas, que todos lo sabemos.
– Claro, cuando me los cojo me lo miran, eso pasa.
– Che y si vamos a coger?
– Todos?, ni en pedo!, adonde me van a llevar?
– Si vamos al monte de los pinos?
– No, yo no voy
– Dale Alber!
– Bueno, vamos.
El monte de los pinos eran una media docena de hectáreas de sembradío de pinos que quedaba a unas 25 cuadras de casa, bastante para caminar, sin guardias ni vigilancia de ninguna clase.
Sólo había que saltar un alambradito bajo y meterse en la ordenada y cuidada espesura.
Salimos los seis entre bromas y pedidos de disculpas a Alberto por haber pensado que el culo de Graciela era más lindo que el suyo.
Alberto estaba feliz, nunca lo vi tan contento.
Iba en medio nuestro haciendo bromas tontas como siempre, a veces lo hacíamos adelantar para juzgar en grupo las bellezas de sus nalgas.
A nuestros comentarios retrucaba con sus enojos sonrientes y con sus tradicionales amenazas de violación y regresaba al grupo.
Llegamos al fin al alambrado del montecito y comenzamos de a uno a agacharnos para pasar entre dos alambres.
Alberto, siempre físicamente torpe, quedó medio enganchado entre los alambres.
Manu, solícito, enseguida se ofreció a ayudarlo y le metío un manotazo en el culo como para violarlo.
Mal gusto, enojoso, pero efectivo, porque Albertito pasó al otro lado del alambrado, jeje.
Caminamos entre las hileras de árboles hasta llegar a un pequeño claro, a unos 300 metros del alambrado.
Nos quedamos todos parados y en silencio sin saber qué hacer, hasta que Carlos tomó la iniciativa.
Bajó el cierre de su jean y peló su enorme verga.
-Dale Alberto, chupá.
Alberto, obediente, se arrodilló frente a la verga de Carlos y se la comenzó a mamar despacito.
Los demás nos ubicamos en círculo, dejando a Alberto en el medio.
Primero Marcos, después Manuel, después todos los demás, pelamos nuestras vergas y comenzamos a tocárnosla.
Era la primera vez que veía la verga de mis amigos, la de Carlos debía medir más de 20 cm, era ancha, huesuda y de glande pequeño, la de Marcos, su hermano, apenas un poco más corta, muy gruesa, del mismo aspecto y con un glande más pequeño aún, una pija como para comerte la punta con una sonrisa pero llorar cuando te entra el resto.
Los demás, cada uno con lo suyo, ninguno de mis amigos era pijín, eramos todos bellos ejemplares de machos calentones.
Por supuesto que no era yo sólo el que miraba y admiraba las pijas, todos ponderábamos las herramientas de los amigos sin el menor atisbo de deseo gay, yo incluido.
Alberto siguió la ronda y nos fue chupando la pija a todos, chupaba, jugaba con los penes, hacía chistes, sopesaba bolas, lamía, siempre sonriendo y sin el menor astibo de deseo o lujuria, con una naturalidad pasmosa, como si en lugar de estar chupando media docena de vergas estuviera haciendo panqueques.
Terminada la ronda, Carlos dio la siguiente orden.
-Bueno ahora bajate los pantalones que te vamos a coger
-No acá no, detrás de ese arbusto y de a uno.
– No hubo objeciones, siempre Albertito había tenido esa discreción, cogía a solas, muchas pijas pero siempre de a una y sin curiosos.
Lo acompañé detrás del arbusto.
Se bajó los pantalones y el slip y se quedó asi.
-No Alber, vamos a ponernos más cómodos, sacate todo lo de abajo.
Me saqué mi chomba.
Acomodé en el piso el pantalón de Alberto y mi chomba.
– A ver muchamos quien colabora con la remera?-.
Daniel y Marcos me dieron las suyas, quedó una cama aceptable.
Alberto decidió sacarse la suya y quedó completamente desnudo.
Antes de acostarse se asomó sobre el arbusto.
– A ver.
, primero Marcos, después Carlos, después Lucas, Daniel y Manuel.
– Se acostó boca abajo y abrió las piernas
El haber sido elegido en tercer lugar me ponía orgulloso, que primero fuera Marcos era obvio, que luego siguiera Carlos era un premio a su verga enorme, pero yo después?, me pareció que debía ser más por mi amabilidad que por mi verga y eso me puso contento.
Fuimos pasando en ese orden y en ese orden le fuimos llenando el culito de leche a Albertito, entre sus uy uy uy y sus mmmm.
Con Marcos gritó un poco, no mucho y los dos se cuidaron de hacerse los mimos que espiando yo les había descubierto.
Mientras Marcos cogía, los demás seguíamos en ronda pajeándonos despacito y hablando de lo puto que era Alberto, y calificándolo despectivamente, como buenos machos que éramos, como los grandes cogedores que le hacíamos el favor a ese puto de mierda.
En un momento me abstraje de la situación, y alguien dentro mío, mientras mi boca sonreía, comenzó, como desde fuera del círculo, a mirar la situación, ahí estaba yo, como macho entre mis amigos machos, burlándome de un puto que a unos metros, sin gemir casi, se estaba comiendo una verga.
Yo?, justamente yo podía reirme y burlarme? Si yo era re-puto!, si yo gozaba como trola cuando Damián me la metía, si casi lloraba de placer al chupársela!, Alberto al lado mío era un carmelita descalza! Si mis amigos se enteraban, que iban a pensar de mi? Bueno, Daniel sabía de mi pasado, pero ni se imaginaba de mi presente con Damián.
Yo era entonces un puto más despreciable que Alberto, no cabía dudas, me agarró miedo, quería a mis amigos y ellos me querían a mi, tenía que ser tan macho como ellos, pero cómo hacer, si apenas vi la verga de Carlos, mi esfinter dio un respingo?
Llegó mi turno, Carlos volvía satisfecho de detrás del arbusto acomodándose la ropa y me miró sonriendo.
Pasé detrás del arbusto.
Albertito seguía boca abajo sobre las remeras, me dedicó una sonrisa, me tiró un beso y volvió a acomodar su mejilla sobre sus brazos en cruz.
Me quité el pantalón y el slip, me arrodillé entre sus piernas y le abrí las nalgas, su anito enrojecido y abierto tenía rastros del semen de mis amigos y mucha mucha humedad, el olorcito a sexo anal llegó a mi nariz.
Se la metí entera de una sola vez, mi pija se deslizó hacia adentro sin la menor presión, con esa deliciosa suavidad de conchita que tiene un rico culo dilatado y bien cogido, le puse los brazos debajo del pecho y comencé a bombearlo mientras le besaba el cuello.
-Uy que rico me cogés Lucas
-En serio Alber? No te gustan más las pijas de los Medina?
– Todas me gustan, pero disimulo para que no crean que soy demasiado puto.
Pero vos me tratás distinto.
No sabía que pensar, era la primera vez que escuchaba en Alberto algo distinto al uyuyuy y al "te hechás otro?".
Adentro de Alberto había algo, no era sólo un cacho de carne con un agujero caliente dispuesto a satisfacer a toda la barra, por qué lo hacía?, qué necesitaba? En ese momento no supe parar, mi orgullo de macho especial privó sobre mi humanidad y me esmeré en romperle el culo como un macho debe romper un culo.
Acabé, gimió un poco, antes de sacárselalo lo besé apenas en los labios y después en las dos nalguitas.
Siguió Daniel, siguió Manuel y el culito de Alberto quedó rebosante de la abundante leche de cinco machos adolescentes.
No sé cómo hizo para escurrirse, o si no lo hizo, pero en minutos Albertito estaba de nuevo con nosotros, como si nada hubiera pasado.
Tranquilos y relajados volvimos a la esquina y de a poco cada uno se fue yendo a su casa sin comentar nada de lo ocurrido.
Cuando llegué a casa me fui a bañar por las dudas.
Antes de la ducha me senté en el inodoro y comencé a pajearme, no lo pude evitar, mis dedos índice y mayor fueron a buscar mi agujero y mientras se clavaban y revolvían violentamente en mi esfinter, mi mente me repetía una y otra vez -yo, sí yo, soy mil veces más puto que Alberto, qué dirán mis amigos si se enteran?-.
Casi llorando acabé contra la pared de frente al inodoro.
Mis dedos salieron con rastros de sangre, el dolor en el culo me recordó durante varios días mi escondida condición.
La vida siguió.
Me seguí cogiendo a Albertito, pero de a poco fui comenzando a abandonar a Damián, mi descontado "si" se fue convirtiendo en "hoy no tengo ganas, pero si querés te cojo".
La relación se fue enfriando y algún tiempo después ya no hubo más encuentros con mi amigo de la infancia, mi compañero en el camino del descubrir la homosexualidad.
Comencé la universidad, comencé a trabajar y me sumergí en esas actividades con la misma furia que lo hacía en el sexo.
Así como terminé con mi primo Damián, fui dejando a Albertito.
Pero claro, me masturbaba todos los días, una, dos, tres veces.
Y cuando me masturbaba pensaba en Damián y en Alberto, a veces en Marcos, a veces en algún compa de la universidad, si masturbaba mi pija pensaba que me los cogía y escuchaba sus gemidos, si me metía los dedos, me escuchaba a mi mismo pidiéndole a Damián que me partiera el culo y me llenara de leche.
La barra de la esquina se fue desarmando, Daniel se mudó a Tigre, Carlos se fue a probar suerte a Estados Unidos, Manuel también se fue por ahí.
En el barrio quedamos Marcos, Alberto y yo, pero ya casi no nos veíamos.
Cuando ya andaba por los 21, entre el laburo todo el día y la universidad por la noche, me había convertido casi en un monje, salvo por alguna mina que de tanto en tanto me cogía, a veces una prostituta, a veces alguna mina de esas tan fáciles que si no te las cogés es porque sos puto, nunca una "novia".
Una tarde salí de mi casa para ir a la universidad en mi destartalado fitito y a las 5 cuadras vi por la vereda un culo que me resultaba familiar, era Alberto.
Inmediatamente la pija me dio un respingo.
Paré y lo invité a subir.
-Cómo andas Albertito?
-Bien, vos?
– Que es de tu vida? En qué andás?
– Ahí ando, estoy laburando en una peluquería por Quilmes.
-Doña Teresa cómo anda?
– Bien, pero hace rato que no la veo, ahora vivo con mi novia.
– En serio?
– Si, es una piba de 30 que tiene dos nenas de su pareja anterior.
Hice un rato de silencio.
Iba al frente?, Ma siii, me animé y le pregunté.
– Y te la cogés?
– Más bien, que te creés que soy puto?
Volví a hacer silencio.
– Que lástima che!, no sabés cómo me gustaría volver a comerte el culito, pero bueno, si estás casado.
Ahora el silencio lo hizo él.
Agachó un poco la cabeza, me miró con una sonrisa cómplice.
– Acá a unas 10 cuadras hay una casa abandonada tapada por unos cuantos árboles, si me la querés meter podemor ir ahí.
Mi pija dijo sí de inmediato, pero yo ya no era un pendejo, eso de coger a escondidas me daba algo de miedo.
Además con mi laburo y sin obligaciones, siempre tenía algo de platita en el bolsillo.
– Y en tu casa?
– No, mi señora no trabaja.
El sábado se va a ir a la casa de la hermana, querés venir?
– Y si vamos a un telo?
– A un telo? Nos van a dejar entrar?
En realidad no lo sabía, nunca había ido a un telo con otro macho.
Pero pensé, mientras pagues, al dueño qué le importa? Y si nos rajan, que puede a pasar?, mas que recibir algún "puto de mierda" u otro insulto similar.
– Si, tranquilo.
Vos bajate bien en el asiento para que no te vean por las dudas.
– Dale
Fuimos al telo, la entrada súper discreta, ni siquiera conserje, sólo un teléfono a la altura de la ventanilla del auto.
Habitación 15, parking privado delante de la habitación, ni una persona a la vista.
Entramos, el cuarto, más que ordinario, de cuarta, pero la cama estaba bien y parecía bastante limpio.
Sin más, parado al pie de la cama, Alberto se bajó de un golpe los pantalones y el slip.
-Me cogés acá o querés que me acueste?
Nada había cambiado, seguía siendo el culo express que siempre había sido.
Cero erotismo, cero lujuria.
-No Alberto, pará, acá estamos solos y no tenemos que vigilar ni cuidarnos de nadie.
Sacate toda la ropa, hasta las medias y acostate nene.
-Claro, qué boludo!
-Si, puto y boludo-, le dije mientras comenzaba a desvestirme.
– Ojo con lo que decís.
Boludo, sí, puto no.
Alberto se acostó boca abajo, llevó sus manos a las nalgas y se las abrió.
Como yo no me arrojé sobre él en el acto, las volvió a cerrar, las puso debajo de su cara y se quedó sonriendo, mirándome y meneando el culito mientras canturreba una canción infantil.
Me quedé a los pies de la cama mirándoselo.
Ya no era ese culito redondo y gordito con formas infantiles que conocía tan bien, ahora tenía un orto increíble, unas nalgas perfectas, un culo como para película porno, con ese mismo vello suave apenas perceptible que tuvo siempre, un culito de esos para sacarle fotos y cogerlo todas las noches.
Me arrodillé sobre él, me dieron ganas de mamárselo, pero luego pensé que chuparle el culo a Alberto era como chuparle la pija a todo un regimiento.
Mejor no, me escupí la mano y le unté bien el culito con saliva.
Me incliné sobre él, le apoyé la verga y con un par de pequeños empujones suaves estuvo toda adentro.
Volví a escuchar la queja de siempre.
-Uyyy, uyy, uyyy!, que bruto!, duelee.
-Dale Alber, si lo tenés re-abierto
-Si, pero ardeee.
Ahhh, me acordé, sacámela un poquito- De mala gana se la saqué.
Fue a su mochila, me dio un frasquito y se puso de nuevo boca abajo abriéndose las nalgas.
La etiqueta decía "AnaLove, beste anal gleitmittel"- Me lo regaló un cliente de la peluquería, un alemán que vino a visitar a sus parientes en Quilmes.
-Le cortaste el pelo a domicilio y de paso probaste el frasquito?
-Sos un mal pensado.
Ponete, poneme y no preguntes.
Le metí los dedos bien ambadurnados y me lubriqué la pija.
Se la volví a meter.
Esta vez se deslizó hacia adentro como por un tobogán de agua.
Era bárbaro coger con lubricante! Empecé el mete y saca a full, la cama hacía ruido, pero a quién le importaba? Alberto, siempre en silencio.
-Te gusta?
– Cuando me la saques te doy vuelta y te la doy así sabés si es rica.
-En serio?, ay! ya me duele el culo.
-Si vos cargame pero apenas te agaches te ensarto.
Nada había cambiado.
Yo estaba muy caliente y no tenía ganas de ponerme a hablar boludeces mientras me lo comía.
Aceleré el ritmo a full, sus nalgas se pusieron rojas, el pubis se me adormecía por la fuerza del golpeteo, la cama hacía un quilombo que se debía escuchar en todo el telo.
Le cerré las piernas para aumentar la presión de su esfínter sobre mi pija y le comencé a besuquear el cuello y apretarle los pechitos.
Ya me venía, lo sintió y vino de nuevo el "uy, uy, uy, uy".
No sé que tenía ese culo, tal vez ese deseo contenido por meses y meses, esas docenas de pajas recordando cuando nos lo garchábamos, pero me sacó litros de leche.
Quedé extenuado y me desplomé sobre su espalda.
-Uy guacho, me inundaste, que querés?, que me rebalse el culo?
-La sentiste?
-Si, siento la panza llena y caliente.
Se la saqué despacio.
Alberto de inmediato se incorporó, se dio vuelta, apoyó las piernas bien alto sobre la cabecera de la cama, casi como si fuera una postura de yoga, su culo sobre la pared, sus hombros sobre el colchón.
-Qué hacés?
-Levanto las piernas para que no se salga la leche.
-Tanto te gusta?- No me contestó.
Me senté contra la cabecera al lado de sus piernas.
En esa posición, su verga quedaba a la altura de mi cara.
Se la comencé a mirar, la verdad, nunca antes le había prestado atención a la pija de Albertito.
En, no se, cientos de culiadas que le había dado en la adolescencia, nunca, nunca siquiera se la había tocado.
Y ahora? Me volvieron las ganas de chupar, pero no.
Se la comencé a tocar y mirar.
Su glande expuesto, oscuro y arrugado por la circuncisión era de un tamaño notable, el grosor de su tronco era también notable, dormida como estaba podría medir unos 10 ó 12 cm
-heee, sos puto!, siempre lo supe, ahora te la meto- No le di bola y seguí jugueteando con su pija, lo comencé a masturbar despacito.
Para mi asombro se le comenzó a parar y a crecer en mis manos.
Me detuve, nunca se la había visto parada, jamás lo ví eyacular, podría?
-Vení- lo ayudé a que baje las piernas, abrí las mías y lo hice sentar entre mis muslos, lo abracé.
Alberto inclinó la cabeza, me abrazó y apoyó su mejilla sobre mi pecho, sonrió y suspiró triste.
Le acaricié la cabeza.
– Estás bien Chiche?
-Chiche?, por qué me llamás así?
-Esa primera vez en mi casa escuché cómo te llamaba Marcos- Alberto me abrazó más fuerte.
-No sabés cómo lo extraño-.
No quise seguir preguntando.
No hacía falta.
Le levanté la cabeza y lo besé en los labios.
Más allá de algún mínimo pico, mi primer beso a un hombre fue ése, y no fue un beso de pasión, un prolegómeno de garche, fue la forma de decirle "te entiendo Alber, podés confiar en mi".
Alberto amaba a Marcos desde antes que mi pijudo amigo le desvirgara el culo.
Éramos todos demasiado pendejos para entender eso del amor, y Marcos no lo entendió, sólo vio al puto que se dejaba coger y no tuvo el menor prurito en compartirlo con sus amigos.
Al día siguiente de esa primer culiada, Marcos había ido a buscarlo, intentaron en el fondo de la casa de Alberto, en un gallinero abandonado.
No pudieron, el primer intento le provocó un grito de dolor, al segundo intento la pija de Marcos salió ensangrentada y mi amigo se asustó de tal manera que perdió su capacidad de erección.
El culito de Alberto tardó casi dos semanas en sanar.
Alberto, feliz, fue a contarle a Marcos, que seguía cagado en las patas y todos los días le preguntaba si seguía sangrando.
Esperaron una semana más y esa vez en el gallinero quedó el charco de semen que se escurrió del dilatado culito de Alberto, bien blanco, sin el menor rastro rosado.
El tercer polvo fue en casa de Marcos, pero cuando Alberto entró al cuarto donde dormían todos los hermanos, se encontró con Carlos en calzoncillos sobre la cama, el generoso bulto de su slip lo decía todo.
Miró a Marcos asustado.
-Dale, Alber, es mi hermano, está muy caliente, dale el culito como me lo das a mi".
Alberto terminó aceptando con naturalidad que su amado lo compartiera.
Muchas vergas pasaron desde entonces por su culo, pero en realidad una sola le importaba.
Lo volví a abrazar, lloramos un rato juntos.
No le quise contar mi historia, pero tampoco quería volver a ser con Alberto el súper macho cogedor que él conocía.
Le hice un par de bromas como para cambiar de tema y luego mostré la hilacha.
-Che, sabés que tenés una linda verga vos!- Comencé a manoseársela y a acariciarle los huevos, pero para salvar el honor, llevé mi dedo hasta su esfinter y se los metí un poquito.
– Vos sabés que la primera vez que te cogí me creí lo que decías y pensé que después de cogerte, vos y Marcos me iban a coger a mi.
-Jajaaa, te lo creiste? Y qué pasaba si era así?
-Mmmm, no sé, quién sabe? Por ahí a Marcos le gustaba más mi culo que el tuyo y se quedaba conmigo.
O mirá si a Marcos de verdad le gustaba la verga? Jajaa.
Vos te lo cogiste alguna vez?
-Andaaa, ni siquiera le toqué un cachete.
-Te acordás esa vez en el monte? Ahí recién le vi el culito a Marcos, está rebueno, mejor que el tuyo.
– Entonces cogételo a él, no me jodas a mi- Sacó mi mano de su verga semi-dura y se acostó de lado, con sus nalgas contra mis piernas.
-Mmm, perdón Alberto, ya veo que lo que tenés es muy especial, perdón Señor por la comparación, me deja cogerlo?
Se quedó en silencio, pero se acomodó mejor para recibir la verga.
Le levante una pierna, me masturbé apenas y se la puse hasta el fondo.
-Ahhh,que rico!, dale Lucas rompeme bien el culo de nuevo.
Empecé a entrar y salir, cada entrada era acompañada con un gemido, cada salida con un ruego de pija.
Saqué mis manos de sus pechos y las llevé a su verga dormida.
Giró la cabeza y me miró extrañado.
Comencé a pajearlo, se le paró muy rápido, erguida debía tener como 17 cm, gruesísima, oscura.
Con la erección contrajo su esfinter, los dos comenzamos a sentir con más intensidad, sus gemidos crecieron, los mios también, su glande desnudo comenzó a rezumar preseminal.
Lo cambié de pose, lo llevé al borde de la cama y le subí las piernas a mis hombros, comencé a apretar su verga contra mi panza mientras lo culiaba furiosamente, mi vientre comenzó a mojarse con su preseminal.
Alberto, entre gemidos abrió los ojos de asombro cuando comencé a tomar con mis dedos el juguito de su pija y llevármelos a la boca con cara de gusto.
Cruzamos miradas, nos hiper excitamos los dos, y entre gritos me vacié completamente dentro de su culito.
Él no pudo.
Me arrodillé entre sus piernas y llevé su pija dura y mojada a mi boca.
-Que hacés Lucas?
Dejé de chupársela un instante, le tiré un beso y la volví a engullir.
De a poco, a pesar de la falta de práctica, logré tragarla toda, y esos bellos 17 cm de oscura carne de hombre acariciaron el fondo de mi garganta y me hundieron en las delicias de mis aventuras con Damián, claro, sin demostrarle a Alberto lo que me enloquecía chupársela, mi orgullo de macho no me lo permitía, jeje.
Sin dejar de chupar, le metí dos dedos en el culo y el efecto fue inmediato, como aquella vez con Damián.
El quejido de Alberto se debe haber escuchado en todo el hotel.
Mi boca no pudo contener la tremenda carga de semen que me proporcionó mi putito pasivo, años sin acabar tal vez? Por la comisura de los labios me bajaban dos hilos de su leche, que hacía?, me la tragaba? Me pareció demasiado, fui al baño a escupirla y regresé.
me tiré sobre la cama y lo besé compartiendo ese sabor a leche y pija de mi boca.
Albertito, sonreía angelicalmente.
No dijo nada, nos abrazamos en silencio y en segundos el nene estaba dormido.
(Continuará)
Fuera de joda bastante triste lo de alberto el tipo se anamoro y el otro se lo prestaba a todos y despues no lo ve nunca