Algo repelente
(Y el pequeño Christian, de cuatro añitos).
Algo repelente (y el pequeño Christian)
Una disculpa por tardar tanto en subir nuevas historias, mi inspiración e imaginación se tomaron un descanso.
A veces, la inspiración para escribir surge donde menos lo esperas. En esta ocasión, leer el cuento de horror “Algo repelente” despertó la imaginación en mí y al adaptarla a una fantasía con mi vecinito de 4 años, surge esta historia que espero disfruten…
Como cada mañana, la dependiente de tienda de Abarrotes al lado de mi casa llegó en su motoneta con sus dos hijos, Samantha de 7 años y el pequeño Christian de apenas 4 añitos.
Dado que los niños se enfadaban y molestaban a los clientes, su madre los enviaba al pequeño patio con que cuenta la tienda o a la calle pues vivimos en un barrio tranquilo de un pueblo costero.
Con frecuencia, los niños solían tocar la puerta de la casa donde vive un hermano mío para molestarlo o arrojar por la ventana basura.
Mi hermano viajó a EEUU y coincidió esto con un viaje que hice a mi pueblo natal para descansar y cambiar un poco de aires.
A la mañana siguiente de mi llegada, desayunaba yo en el patio que cuenta con cancel al frente cuando veo llegar a la dependiente con sus dos críos y un poco después los escucho tocar a la puerta de la casa de mi hermano.
Me asomo y les digo que no se encuentra, que salió de viaje y ellos me preguntan qué somos él y yo. Les explico que es mi hermano, y aprovecho para presentarme ante ellos.
Al ver al pequeño Christian, mi pene dio un salto. Tiene apenas 4 años, es de color moreno claro, dueño de una sonrisa y unos ojazos negros encantadores, de complexión delgada y algo nalgoncito.
–¿Y usted no es corajudo como su hermano? Me pregunta Samantha.
–Si no me dan motivos no—le contesto, ellos aun por fuera del cancel de malla y yo adentro.
–¿No tiene una monedita que me regale? Me pregunta Christian.
–Claro! Pero si me barren y recogen la basura del frente de mi casa…¿Qué les parece?
–Aceptaron con gusto, terminaron su labor y les dí un poco de dinero.
Corrieron gustosos a la tienda a contarle a su mamá y ella fue a platicar un poco conmigo y a darme las gracias.
Así comenzó nuestra amistad, hasta que una mañana, solamente llegó la trabajadora con Christian y me explicó que Samantha se había ido a pasar unos días con su papá y me pidió de favor cuidar a Christian pues no tendría varios días con quien jugar.
Abrí la puerta del cancel y Christian, por vez primera, entró a conocer el patio que cuenta con algunos árboles de donde tengo colgadas dos hamacas, una para mi hermano y otra para mí.
Se emocionó mucho y se subió a una hamaca para mecerse y acostarse en ella, luego jugó con sus carritos un poco y tuvo deseos de orinar.
–Pues orina ahí, en ese árbol, anda
–Es que me da vergüenza que me vea…
–No pasa nada, anda…
Se bajó su pantaloncito corto y calzoncitos de súper héroes y se dispuso a orinar…
¿Por qué será que los niños se cubren el penecito para que no lo veamos pero nos regalan la vista maravillosa de sus nalguitas?
Huuuuuyyyy…ver esas dos nalguitas , e imaginarme lo que escondían hizo que los 17 cm de mi pene despertaran y levantaran una carpa en mi pantalón.
El pequeño Christian, inocente y ajeno a las oscuras pasiones que en mí había despertado desde el primer día que lo vi, se subió sus calzoncitos y pantaloncito y corrió hacia mí.
–Listo, don Javier! Tengo sueño…¿Me puedo acostar un rato con Usted?
–Claro! Pero solo que te subas en mí, porque no cabemos los dos en la misma hamaca…
Sin pensarlo, se subió en mí y al abrazarse y pegar su cuerpecito al mío, sentí un escalofrío recorrer mi piel. Sentí su penecito erecto en mi estómago y él el mío entre sus dos piernas…
–Don Javi…¡tiene parado su pito! ¿Tiene ganas de orinar también? Porque a mi se me pone durito cuando quiero orinar…
–No, no es por eso…mi pito se pone así cuando está feliz…y hoy está muy feliz porque tú estás conmigo.
Lo abracé y acaricié un poco en su espalda y nalguitas sin que él se opusiera o dijera algo. Después de un rato se quedó dormido abrazado a mí. Me levanté con mucho cuidado para no despertarlo y lo deposité con suavidad sobre la hamaca para aprovechar y juntar la basura de los árboles.
Su madre llamó en esos momentos a mi cancel y me preguntó por su hijo, le dije que se había dormido en una hamaca y la hice pasar para que lo comprobara. Me entregó dos sándwiches, uno para su hijito y otro para mí y un juguito y una cerveza.
Se despidió de mí y me dio las gracias, me pidió darle el sándwich y juguito a su hijo cuando despertara.
Hice lo que me indicó y compartimos Christian y yo el almuerzo sentados en el jardín. Al terminar, me dijo:
–Don Javi…¿Puedo pasar a su baño?
–¿Tienes de nuevo ganas de orinar?
–Noooo, de hacer popó…y se apretaba su pancita y sus nalguitas mientras lo conducía al interior de mi casa. Dada la urgencia, lo pasé al baño, bajó de prisa su ropita y se sentó sobre el inodoro.
Una sonrisa de alivio y agradecimiento asomó a su lindo rostro, pero después se sonrojó al darse cuenta la atención con que lo observaba.
Le ofrecí papel higiénico para limpiarse y él, agachando su cabeza me dijo:
–¿Me puede limpiar usted? Es que no sé limpiarme…mi mamá o Samantha me limpian siempre.
Le pedí agacharse y parar sus nalguitas para poder limpiarle, con un poco de asquito y mucha excitación, su virginal y cerradito anito.
Mi pene se puso como piedra y comenzó a lubricarse, babeante de semen.
Al terminar de limpiarlo, le hice notar que sus trucitas se habían llenado de popó y que no era correcto se vistiera con ellas de nuevo.
Sonrojado, se desnudó por entero y se cubrió solamente con su pantaloncito y playera. Y puso el calzoncito en la basura.
–Don Javi!!! Mire, su pene está feliz de nuevo!!! Exclamó al ver mi tremenda erección.
–Siiii, Christian, se puso muy feliz por ayudarte y al verte como te ví hace rato…
Él solamente se sonrojó de nuevo y agachó su carita sin decir nada…
–No quieres agradecerle?
–Cómo, don Javi?
–Puesss, no sé…puedes acariciarlo un poco o darle besitos…anda.
Y llevé sus manitas hacia la carpa en mis pantalones y al sentir esas manitas tocarlo, mi pene saltó.
–¿Ves?, mi pene brincó de gusto al tocarlo.
Emocionado, y deseando corresponder, Christian acarició mi pene largo rato.
–Ahora, puedes darle besitos, anda…y lo puse a la altura de su boca y el sin pensarlo le dio varios piquitos por encima de la ropa.
En eso, su madre lo llamó. Le pedí no contarle nada de los juegos con mi pene, que ese sería nuestro secreto…él así lo prometió y salimos al cancel.
Le expliqué, al entregarlo a su mamá que su hijo se había hecho popó y manchado sus trucitas y que yo había tenido que llevarlo corriendo al baño y tirado sus trucitas a la basura.
–Ay, don Javier, qué pena con Usted! Cuántas molestias le causé! Imagino que ya no va a querer cuidarme a mi niño…
–No se preocupe, vecina, estamos para apoyarnos. Cuando desee puede dejarlo conmigo con toda confianza, claro está, si a Christian le gustó pasarla en mi patio.
–Sí, mami, sí!!! Me la pasé bien agusto con don Javi!! Me traes mañana de nuevo con él?
Ella dirigió una mirada hacia mí como esperando mi respuesta.
–Aquí te espero mañana de nuevo, campeón!!!
Esa noche, recordando lo ocurrido, me masturbé varias veces con y sobre los calzoncitos de mi nuevo amiguito…
Una disculpa por la poca acción y los muchos detalles. Pronto, la continuación…gracias por leerme!!!
C O N T I N U A R Á…
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