Amor de un chat
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por morochouruguayo.
Era una de esas noches donde el aburrimiento a uno lo obliga a entrar en alguna sala de chat y ver que se puede encontrar. Después de varios minutos frustrantes llegó a mi un mensaje de "Eduardo", 19 años, estudiante de profesorado de educación física, de una ciudad próxima de Montevideo.
El encuentro era imposible. Chateamos durante casi una hora donde nos contamos varias cosas, hasta que por supuesto, el sexo entró entre nuestras palabras y como la cosa se iba poniendo caliente, me sugirió seguirla vía webcam, puesto que yo no tenía cámara, él se ofreció a mostrarse. Yo acepté.
El recuadro que se abrió ante mí dejaba ver un chico muy lindo, aunque la imagen era media difusa se adivinaba un chico con todas las de la ley. Y por supuesto, comenzó a desvestirse hasta que pude ver una pija de unos 19 cm muy bonita. Nuestro chat caliente continuaba y él se pajeaba cada vez más rápido ofreciéndome unos planos dignos de película porno. Yo estaba a mil, me pajeaba siguiendo su ritmo, hasta que acabamos casi juntos de una manera brutal.
Días después recibo un mail donde Eduardo me avisa que por unos días iba a venir a Montevideo, y que si quería nos podíamos ver. De inmediato le respondí dándole mi dirección y mi teléfono. Pasaron unos días más, yo me encontraba en casa leyendo unas revistas, y el sonido del teléfono me hizo recordar la imagen la webcam… ¿Sería él? Sí, lo era. Quedamos en que esa noche pasaba por mi casa para cenar. Preparé una rica comida, y a las ocho en punto el timbre me anunciaba que mi nuevo amigo había llegado. Al verlo comprobé que era realmente bonito, estaba vestido con unos jeans y una camisa. Esos pantalones dejaban ver un bulto considerable, una colita hermosa y por apariencia durita que hizo que mi imaginación se dispare por las nubes y mi calentura creciera terriblemente. La cena fue divertida, nos reímos y nos contamos muchas cosas. Mientras yo preparaba café, Eduardo sintonizó en el televisor el canal porno, y obvio, se empezó a calentar. Le pregunté si no quería ponerse más cómodo, y sonriendo me dijo que sí. Se sacó su calzado, y se bajó los pantalones.
El verlo en calzoncillos y camisa me superó, le dije que si se quedaba mucho tiempo más así no respondía de mí. Él volvió a reír y me dijo "hace conmigo lo que quieras, para eso vine, papi". Dejé la preparación del café de lado, y me acerqué al chico. Uno a uno fui desabrochando los botones de su camisa, si bien a mi me gustan los chicos lampiños, y Eduardo no era uno de ellos, el tenerlo tan cerca me calentaba muchísimo. Comencé a pasarle la lengua por las tetillas, dando suaves mordiscos en cada una de ellas, una de mis manos ya se había adueñado de su pija por sobre la tela del calzoncillo, y le hacía una especie de paja que le advertía a ese miembro lo que vendría después.
Eduardo cerró sus ojos y se dejó caer sobre el sillón que estaba a su lado. Yo me arrodillé frente a él y comencé a pasarle la lengua por la zona del ombligo. Los gemidos iban en aumento hasta que escuché medio entrecortado, chupámela. No lo hice desear más, le bajé los calzoncillos y esos 19 cm de carne húmeda ya por los líquidos preseminales quedaron al aire libre y a entera disposición de mi boca. La punta de mi lengua empezó a jugar con su glande mientras una mano mía envolvía ese tronco y lo pajeaba con suavidad. Mis labios comenzaron a succionar la cabeza de la pija de Eduardo, para finalmente deslizarse hasta la garganta. Me tragué esa pija llenándola de saliva una y otra vez, metiéndomela bien hasta el fondo y sacándola despacio dejando un hilo de saliva que hacía las veces de lubricante facilitando el sube y baja que se estaba dando.
Estuve así unos cuantos minutos, hasta que sentí que se vendría, entonces me la saqué de la boca y comencé a trabajar en sus huevos. Estos eran grandes y hermosos. Pasaba mi lengua entre y sobre ellos. Atrapaba uno con mis labios y lo retenía en la boca unos instantes, para luego dejarlo caer y agarrar el otro. Este jueguito ponía loco al chico, me decía que siguiera, que le gustaba mucho eso. Y yo seguía. Para eso están los amigos pensé.
Mientras, me fui bajando los pantalones y evidentemente mi verga se había puesto como un mástil. Le tome la mano y nos fuimos a mi cama. Ya cómodos nos pusimos en pose de 69, el cual fue maravilloso me hacía alucinar, por un momento deje de disfrutar de su verga y me centre en su hermoso culito rosadito, su gemidos me indicaban que le gustaba y mucho, me pedía más y más, le comencé a meter un dedo y luego dos. Cuando estuvo bien dilatado y bien lubricado, se sentó encima de mí colocando una de sus rodillas a cada lado de mi cintura, facilitando de esa forma la entrada de mi pija en su culo. Entró toda de un golpe. Fue espectacular, sus movimientos y los míos empezaron a marcar un ritmo que hacía que prácticamente su cuerpo se deslice sobre el mío. Él subía su cuerpo para luego dejarse caer hasta el fondo otra vez y sentir como mi verga se deslizaban en su interior. Los movimientos se hicieron cada vez más rápidos. Mientras me cabalgaba yo lo masturbaba. Eduardo me avisó que estaba por acabar, entonces me salí y tirándome a su lado me llevé esa pija nuevamente a mi boca que estaba lista parta recibir sus jugos. Se la chupé unos instantes y unos chorros de esperma caliente inundaron mi boca. Él me pidió que me lo tragara y así lo hice, para luego seguir chupando y limpiando bien esa pija que tanto placer me había dado.
Yo estaba totalmente al palo, entonces le pedí a mi amigo que me la chupe también, y así lo hizo, era tanta la dedicación que tenía que era imposible aguantar más y termina provocando en mi una acabada de lujo. Nos quedamos un rato allí, disfrutando de una escena que en la TV mostraba a un rubio impresionante dándole por el culo a una pelirroja. La tentación se adueñó de mí una vez más y al notar que la pija de Eduardo volvía a crecer, comencé una segunda chupada. Esta vez más rápida, casi con desesperación. Él gemía y apretaba mi cabeza enterrándome su pija hasta más allá de mi garganta. Hasta que explotó nuevamente, mientras decías "acá está la leche para mi papito". Yo tragué y tragué.
Luego, nos fuimos a bañar. Allí sucedieron algunas cosas más que interesante que hicieron que Eduardo se quedara tres días en mi casa disfrutando del buen sexo. Y les aseguro, que en vivo y en directo, no se compara con las camaras.
Si les ha gustado mi relato, dejen sus comentarios y le cuento como sigue.
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