Amor de verano (parte 1)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Era el último día de clases y estaba ansioso por que terminara. Al otro día no iríamos de vacaciones por todo el verano a la recién adquirida cabaña de mis abuelos. Se ubicaba frente a un hermoso lago, muy concurrido y popular. Irían mis padres, mis dos hermanas mayores, 3 primos, cuatro tíos y mis dos abuelos. Lo único que me frenaba era Kevin, mi primo que tenía mi misma edad. Por alguna razón, nunca se portó bien conmigo, así que mi plan era simplemente ignorarlo.
Soy Gustavo, tengo 19 años y en ese momento acababa de terminar mi primer año de Enfermería en la universidad. No sé si me considero un chico normal, pues soy un poco ansioso y obsesivo, además de poseer un bajo autoestima y ser gay y virgen. Desde que comencé mi adolescencia me di cuenta que los hombres eran lo mío, casi al mismo tiempo en que descubrí que era demasiado tímido para intentar comenzar una relación. Mi única esperanza era conocer a alguien que tomara la iniciativa y me diera la confianza para seguirlo, pero eso aun no pasaba. Quizás era porque las fiestas y esos tipos de lugares frecuentemente concurridos me estresaban y no los visitaba, o porque simplemente no tenía mucha suerte, y por eso no tenía instancias para conocer chicos.
Físicamente soy trigueño, ojos cafés, con una sonrisa digna de comercial de pasta dental (gracias a la ortodoncia), de cuerpo normal, lindas nalgas, labios ligeramente rojos y medianamente gruesos. Bueno, honestamente hablando, mi físico no era muy impresionante, pero mi forma de ser era mi punto fuerte. Siempre fui conocido por ser simpático y agradable; el amigo en quien confiar, con quien podías reír y ser tu mismo, el que escucha y no juzga. Aunque también tengo un carácter fuerte que solo muestro a quienes se meten conmigo y que son los menos.
Continuando la historia: salí de clases y me fui directo a la casa para ordenar mi maleta. Tenía que acomodar el mayor número de prendas de vestir, pues estaría casi 3 meses en el lago y mi habitación era un caos. El tiempo se pasó volando y pronto ya se había anochecido. Por la emoción, me tardé un milenio en quedarme dormido y antes de que me diera cuenta, sonó la alarma a las 6 de la mañana. Tomamos desayuno, todos en modo zombi, y luego nos juntamos con el resto de la familia. Iba un furgón y una camioneta, por lo que nos dividimos y nos fuimos. Por suerte, Kevin no se fue conmigo. Me coloqué mis audífonos, me hundí en la música, y me fui deleitando con los hermosos parajes verdes que se ven en mi ciudad.
Luego de 2 horas, llegamos a un pueblo muy lindo y más o menos pequeño. Recién estaban comenzando a abrirse los locales, y dando comienzo a la temporada de verano. Al fondo se veían unos enormes y verdes cerros, entre los cuales se encontraba el lago de nuestro destino. Cinco minutos después, nos encontrábamos bordeando un precioso lago de agua cristalina y a lo lejos se divisaban unas cabañas. A unos 200 metros de la orilla, se encontraba una especie de condominio que contaba con 6 cabañas y otras tantas que estaban en proceso de construcción. Eran muy lindas y de aspecto hogareño, aunque se notaba a kilómetros que solo gente de dinero iba por ahí, pues unos kilómetros más atrás se encontraban la playa “publica”, y ahí podían estar tranquilos. (Mis abuelos habían gastado casi todos sus ahorros en esa cabaña, para mantener a la familia unida cuando ellos ya no estuvieran. De lo contrario no hubiésemos podido optar a una cabaña de esa alcurnia).
En la cabaña del lado izquierdo, se notaba que una familia ya se había instalado hace unos días, pues tenían algunas cosas en el jardín y unos trajes de baño secándose. En la cabaña del lado derecho de la nuestra, se veía una familia que recién había llegado y que estaban terminando de sacar las cosas del auto. Pero mi visión se concentró en el espeso bosque que comenzaba a la orilla del lago y que luego se fundía con el cerro. Me encantaban los bosques, amaba tumbarme en el pasto y escuchar música bajo las copas de los arboles que tapaban la luz del sol, y perderme en el movimiento de las hojas y el refrescante aroma a naturaleza. Definitivamente iría a explorar ese lugar. Durante la tarde, fuimos al pueblo a comprar provisiones y aprovechando que aun estaba vacío (pues recién comenzaba el periodo vacacional) nos quedamos a comer allá. Luego fuimos a visitar una feria artesanal (la única que estaba abierta hasta el momento) y después nos fuimos.
Llegamos a la cabaña y comenzamos a asignarnos las respectivas habitaciones, y debido a que no habían para todos, elegí acampar afuera, y así disfrutar más de la frescura de la noche y no estar hacinado dentro de la cabaña. Para mi mala suerte, la tuve que compartir con Kevin, que tampoco se vio muy contento con la noticia. Esa noche no dormimos muy bien, pues Kevin me quitaba las sabanas y dormía de tal modo que ocupaba gran parte del espacio. Por esta razón, se comenzó a comportar aun más agresivo conmigo.
Toda la mañana se estuvo metiendo conmigo, obviamente le contestaba y la mayoría de las veces lograba dejarlo callado, pero al rato seguía. Descansé de él cuando bajamos a la arena y por fin pude disfrutar de la frescura del agua. El vecino de la cabaña de la derecha, habló con mi padre y le avisó de que irían al pueblo con su familia, e intercambiaron números telefónicos por cualquier cosa. Evitando a Kevin, el día fue espectacular, y lo coroné explorando en el bosque, y encontrando un cómodo lugar donde acostarse y disfrutar de la naturaleza.
La felicidad que tenía hasta ese momento, se vio alterada a la hora de la cena cuando Kevin decidió meterse nuevamente conmigo. Esta vez, comenzó a molestarme por mi poco talento en lo que se refiere a trabajos manuales, como los que solía realizar él.
-Pero si tu ni sabes cómo clavar un clavo.- decía.- Cuando seas mayor, no vas a saber nada de lo que hay que hacer en caso de alguna fuga de agua o algún cambio en un fusible. No creo que seas un buen hombre de familia.
-Qué lástima ¿No? Según lo que dices, yo no debería haber aprovechado la beca que tuve para estudiar una excelente carrera en una excelente universidad, por el simple hecho que no me ayudará a arreglar una fuga de agua.- contraataqué.- Y que en vez de eso, me tuve que haber inscrito a una especie de instituto de fontanería o carpintería a los 10 años, porque según tú, el hecho de que ahora no soy muy bueno haciendo esas cosas, significa que nunca podré aprenderlas. Cuando, si quisiera, podría hacer el esfuerzo y realizarlas después de un tiempo de práctica. ¿Qué tan difícil puede ser? Tú pudiste. Pero no, ante tus ojos lo que yo estudio es una pérdida de tiempo y poco útil. Cuando clavar un clavo tiene la misma utilidad que darle Ácido acetilsalicilico a un paciente.- Me levanté muy enfadado y me dirigí a la puerta ante la atónita mirada de todos.- ¡Que por si no lo sabías….!- grité.- ¡Es una Aspirina!
Cerré de un portazo y comencé a correr entre la arena. Estaba muy enojado y esa repentina liberación de carga, me había dejado muy sensible. Esquivé algunos montículos de arena y me dirigí hacia el oscuro bosque. Iba a medio camino, cuando tropecé con algo y me fui de cara al suelo. Alcancé a taparme la cara y la boca, o me hubiese comido la mitad de la playa. Al instante, una voz sonó a mi espalda.
-¿Estás bien?- preguntó preocupado- Disculpa, me quedé dormido aquí tirado.
-Estoy… bien.- dije mientras me incorporaba.- No te preocupes, fue mi culpa.
-Ibas un poco apurado.- oí que sonrió.- Soy Ariel ¿Y tú? – me giré y vi que tendía su mano.
-Gustavo.- se la estreché y por fin lo vi. Solo noté que tenía piel blanca y unos labios gruesos y rosados. Todo lo demás estaba oculto bajo su capucha y opacado por la oscuridad de la noche.
-Tu estas en la cabaña de al lado.- dijo.- Los vi cuando llegaron, después que nosotros.
-Si. No te había visto.- dije mirándolo e intentando buscar algún rasgo de familiaridad.-
-Es que el día que ustedes llegaron, durante la tarde fueron al pueblo, y cuando ustedes se quedaron, nosotros fuimos. Por lo que no tuvimos oportunidad de toparnos. ¿Y para donde ibas?
-Al bosque.- respondí.-
-¿Qué tiene de malo la cabaña?
-Mi primo… No lo soporto.- me tiré junto a él y miré a la vía láctea en todo su esplendor. Las estrellas brillaban demasiado y algunas tintineaban.- ¿Tu con quién andas?
-Mis padres y mi hermana.-respondió.- Ella tiene 7, por lo que no es una compañía muy entretenida para mí. ¿Y tú?
-Con mis padres, unos tíos, mis abuelos, 3 primos y mis dos hermanas.
-Mucha gente.
-Si, pero en estos momentos nadie era de ayuda. Los adultos no entenderían, mis otros dos primos son casi de la edad de tu hermana, y mis hermanas son mucho mayores que yo.
-Pues estamos igual.- dijo.- ¿Y cuanto tiempo se quedan?
-Todo el verano ¿y tú?
-También.- se incorporó.-
-¿Y tú que hacías?
-Estaba aburrido. Solo veía las estrellas y pensaba.
-¿En qué? ¿Dejaste a tu novia sola?- sonreí.
-No, no tengo novia. Pensaba en la universidad y esas cosas.
-¿Qué estudias?
-Aun nada.- respondió.- Me tomé este año libre para pensar que estudiar, y creo que elegiré Ingeniería en administración de empresas. Aunque todavía no me convence. ¿Y tú?
-Terminé mi primer año de Enfermería.-
-Genial.
Así fue como poco a poco comenzamos a entablar una amistad. Esa noche, Kevin decidió dormir en un sofá, así que no tuve que aguantarlo. Al día siguiente, estuve toda la tarde con Ariel, era una grata compañía y también guapo, ahora que le llegaba la luz del sol. Sumada a su piel blanca y sus carnosos labios rosados, tenía unos lindos ojos café claro, un cabello negro azabache que cubría parte de su frente cuando estaba mojado. Tenía un lindo cuerpo con unos oblicuos tallados a mano. Y como no he descrito a Kevin, ahora lo haré: Flaco, alto, pelo castaño y rizado, ojos negros como un pozo sin fondo, labios finos, nariz recta y sin ningún atributo que resaltar.
Cada vez que Kevin bajaba a la playa, yo me alejaba con Ariel. Y mi nuevo amigo cada vez lo odiaba más, cuando le contaba sobre las veces que se había metido conmigo. Era genial su compañía, éramos solo nosotros contra Kevin. Un día mientras tomábamos sol, se nos acercó Kevin e intentó entablar una conversación con Ariel, pero éste lo ignoró olímpicamente y nos fuimos hacia otro lado. Habían noches en que iba a cenar a la cabaña de Ariel, y lo pasaba genial pues su padres eran muy jóvenes y agradables. A veces nos arrancábamos al bosque y conversábamos por horas y con completa confianza.
-Estaba más nervioso que cuando tuve mi primera vez.- decía Ariel. Me contaba cuando una vez casi lo llevan detenido a causa de una confusión.
-¿Y eso es mucho?
-No sé. ¿Cómo te sentiste tu?- me sonrojé.- Espera… ¿aun eres virgen?
-Si.- respondí.
-¿Y por qué?-preguntó extrañado.
-No lo sé. No he encontrado con quien, y no pienso hacerlo solo por deporte.
-Eso es genial.- dijo.-La verdad es que esa ha sido la primera y la única.
-¿Por qué?
-No fue lo que yo esperaba.- dijo cabizbajo.- ¿Y tú qué esperas?
-¿Cómo?
-Ehh…¿Cuál es tu fantasía sexual?- preguntó picarón.- Aunque sea inalcanzable.
-Bueno…- decidí ser sincero y esperaba que no me juzgara.- Mi fantasía sería tener a todos los vengadores, desnudos y en mi habitación.
-…- me miró sorprendido y sonrió. Me relajé automáticamente.- ¿Y Hulk también?
-No… todos menos Hulk.- solté una sonrisa.
-Eso quiere decir que tu…-
-Si, soy gay.
-Ahh.-
-¿Te molesta?
-¡No! Para nada, tranquilo.- dijo recomponiéndose.- Es que… bueno… Tú fuiste sincero y bueno… Yo igual soy gay.
-¿De verdad?-pregunté con los ojos como platos.- ¿Me quieres molestar? No es gracioso.
-No… es verdad.- dijo completamente serio.- De hecho… mi primera vez no me gustó porque lo hice con una mujer. Estaba muy confundido en ese momento y me intenté demostrar a toda costa que era heterosexual, pero con eso solo confirmé lo contrario.
-Lo siento.- dije.
-Tranquilo… De hecho me enseñó a quererme como soy y a esperar a la persona indicada. Aunque me cuesta mucho trabajo, porque las chicas suelen fijarse mucho en mi.
-Y con razón.- dije.- Eres un bombón.- ¿Lo dije o lo pensé? Soy un idiota.
-Gracias.- dijo sonrojado.- Pues tu me haces la competencia.
-Naah… ahora creo que necesitas anteojos… y un sicólogo.- sonreímos.- ¿Y la tuya?
-¿Qué cosa?
-¿Cuál es tu fantasía?
-Tú…-
-¿Qué…?- la pregunta se perdió cuando sus labios me robaron un pequeño beso.
-Lo siento.- dijo parándose de pronto.- No debí hacerlo.
-No te vayas.- le exigí.- No puedes darme un beso e irte así como así.
-Discúlpame…. Es solo que jamás pensé que llegaríamos a esto.- se acarició la nuca nervioso.- De hecho… si tu no me hubieras dicho que eres gay, yo no te lo hubiese contado, y jamás me habría atrevido a besarte.
-No entiendo.
-Tú me gustas Gus.- dijo. El aire escapó de mis pulmones.- En este mes que nos conocimos, has sido el mejor amigo que he tenido en mucho tiempo. Contigo no temo a decir lo que pienso y tenemos el mismo sentido del humor, por lo que es muy grato estar contigo. Te confieso que luché un poco contra eso… no quise aceptarlo. Pero no aguanté mucho… y solo ahora me atrevo a decirlo. ¿Tu… tu que sientes por mí?
-Estoy confundido.- confesé.- No sé lo que siento. Eres un chico genial, caballero, guapo… pero no sé si siento algo más. O a lo mejor no me atrevo a afrontarlo por miedo.
-¿Miedo a qué?
-No lo sé. Soy inseguro.
-¿Pero existe la posibilidad de que sientas algo por mí?
-Si…la hay. ¡Rayos! Claro que sí, pero soy un cobarde y no quiero que esto termine mal y perder tu amistad.
-No pasará. Tu eres mi amigo y pase lo que pase, siempre será así. Y yo te ayudaré a que confíes en mi.
-No estoy seguro.
-Si algo he aprendido es que te tienes que arriesgar. Si sigues con ese miedo quizás te pierdas a la persona de tu vida. Tienes que tomar riesgos, aunque no todos lleguen a buen puerto.
-Pero…-
-El tiempo pasa, Gus y no espera a nadie. Solo dame una oportunidad y te prometo que no cambiará nada entre nosotros. Seré un amigo, un apoyo, una compañía, y también tu novio.
-Yo…- sus ojos imploraban que lo aceptara y no pude negarme. Tenía razón en cada cosa que dijo… tengo que arriesgarme a intentar algo con alguien. Y lo mejor es que quiero a ese alguien y él me quiere a mí.- Está bien.
-¿De verdad?- su rostro se iluminó.- Te prometo qué…
No lo dejé continuar y me lancé a su boca. Estaba deseando hace mucho comerme sus labios, libremente y sin culpa. Creo que era un buen chico y comenzaba a estar seguro que con él, nada podría salir mal. Estuvimos besándonos por cerca de media hora, su cabello estaba todo revuelto y mi trasero estaba acalambrado por el duro suelo.
Los días siguientes fueron mucho mejores. Durante la tarde nadábamos en el lago o íbamos al pueblo a curiosear las nuevas tiendas que se fueron abriendo. Sentía en mi pecho una batería extra, que se encendía cada vez que estaba con Ariel y que me entregaba un gozo enorme. Durante la noche, nos escapábamos al bosque y nos acariciábamos por horas, quedando con nuestros labios hinchados de tanto besarnos. Ninguno había intentado dar un paso más, no teníamos apuro alguno. Ambos queríamos hacer las cosas bien y de forma correcta, y eso solo me hacía quererlo más.
Faltaban dos Días para navidad, y fui al pueblo en búsqueda de un regalo para Ariel. No tenía mucho dinero, pero quería regalarle algo significativo. Fui a la feria artesanal y le compré un collar hecho con piedras de colores y que a él le había gustado una vez que vinimos. Lo pagué y me fui a la cabaña con la sorpresa entre mis manos. La noche de navidad fue muy entretenida, comimos delicioso, hicimos una fogata familiar y recibí lindos regalos. Y a la mañana siguiente me encontré con Ariel y lo llamé a un rincón de la casa.
-Feliz navidad.- le dije entregándole el pequeño sobre.- No es mucho, pero espero que te guste.
-Oh… gracias.-comenzó a abrirlo con una sonrisa infantil en el rostro, que se intensificó cuando vio el contenido.-¿Cómo supiste?
-Te observé cuando lo mirabas.-
-Es genial.- metió la mano en su bolsillo y sacó un pequeño paquete.- Feliz navidad.
-No tenias que…-
-Pero quería hacerlo.- lo abrí, y me encontré con una pulsera negra, que tenía una piedra preciosa de color rojo en el centro.
-Es hermosa.
-También me fijé en como la mirabas.-le di un tierno abrazo.- Ahora tenemos que tomarnos una foto para recordar el momento.
Le coloqué el collar y me abroché la pulsera. Tomé la cámara y la puse en frente para tomar la foto, pero Ariel me interrumpió; se sacó la camiseta y dejó su perfecto cuerpo bronceado expuesto a la luz del sol.
-No era necesario sacarte la camiseta.- dije sonrojado.
-Así se luce mejor.- dijo tensando esos excitantes músculos.- Y te quedará un recuerdo más ardiente.-
Después de tomar la foto, nos fuimos a dar un chapuzón. El agua estaba muy refrescante y nos invitaba a estar dentro toda la tarde. Ariel me tomaba en su espalda y me paseaba por el lago como si fuera un caballito de mar. En un momento comenzamos un juego de lucha, y empezamos a intentar hundirnos.
-Gus… tu sabes que yo soy más fuerte que tú. Estos músculos…- flexionó sus brazos.- me ayudarán…
-Shhh.- lo silencié.- Cállate Sirenito… no pienses, tu solo se bonito y ya.
-¿Sirenito?- preguntó sonriendo.- ¿Por qué?
-Por Ariel… La Sirenita…- me miró frunciendo el seño.- ¡La Sirenita!… de Disney.
-Ahhh.- se lanzó sobre mí.- Eso lo pagarás.
No sé cómo terminó en mi espalda y comenzó a hundirme. Tenía razón, es mucho más fuerte que yo, pero no me iba a rendir. Di un último aliento y me hundí con él, luego estiré hacia atrás mi mano y le di un leve golpecito en los huevitos. Inmediatamente y en un ataque de risa, Ariel me soltó y quedé libre.
-Literalmente… golpe bajo.- dijo cuando salimos a la superficie.
-Tenía que defenderme.
-¿A sí?- se acercó tentadoramente.- ¿Qué tal esto?- me dio un suave agarrón.
-¿Se supone que me tendría que pasar algo?- pregunté con sarcasmo.
-¿Quieres más?- lo volvió a repetir y sentí que mi pene estaba despertando.
-Ouh.- sonreí sonrojado.- A lo mejor tu quieres repetir.
Ariel no se negó y mi mano hizo contacto con su paquete. Su bañador estaba completamente abultado y pude notar algo cilíndrico y duro bajo el. Automáticamente mi pene terminó de endurecerse. Su rostro de excitación me encendió y se hundió en el agua para ocultarse de la vista de los demás: lo seguí. Abajo, nos besamos y nos tocamos los bultos en un intento desesperado de aliviar nuestra calentura. Luego comenzó a nadar en dirección al bosque y fui con él: ambos estábamos listos para lo siguiente.
El bosque estaba lo suficientemente lejos para que no se vieran nuestras evidentes erecciones. Nos fuimos a nuestro lugar que estaba oculto de todas las miradas indiscretas y rodeado de arbustos. Se sentó y yo lo hice en sus piernas, de esta manera quedamos de frente y pudimos besarnos. Su verga punzaba bajo su bañador y la podía sentir en mi culo intentando atravesar la tela. Pronto, su ahora dorada piel, fue calentándose al igual que la mía. Nuestros cuerpos comenzaban a secarse debido al calor que hacía y a la temperatura de nuestros cuerpos que cada vez iba aumentando más.
Descendí dando pequeños besos en sus pectorales y vientre, hasta que llegué hasta el glorioso paquete. Sin aguantarme la tentación, se lo bajé y dejé libre a un blanco y delicioso pene. En su pubis había una bien cuidada mata de pelos negros y rizados, que contrastaba con el blanco de su piel (la que no fue tostada por el sol). Medía unos 17cm y de un grosor idóneo. Su glande tenía un color rojizo que invitaba a mamar por horas. Sus testículos lampiños, estaban recogidos debido al frío del agua y la piel que los recubría era ligeramente morena. Sus vellos púbicos todavía estaba húmedos y a medida que el tiempo transcurría se iban secando.
Ariel me miraba expectante, y no quise hacerlo esperar, así que tomé su pene por la base y lo engullí. Sufrí una arcada cuando su glande chocó con mi úvula: era mi primer pene y tenía que aprender. Después de un rato, descubrí que era muy fácil y que me agradaba bastante tener algo que chupar. Las piernas de Ariel estaban tensas y notaba cuando hacía algo bien porque sus deditos se les retorcían. Cuando me percaté que estaba al borde del orgasmo, me detuve y comencé a lamerle los testículos, hasta que colgaron y se mostraron tal cual eran.
De pronto se levantó y casi me saca un ojo con ese movimiento. De reojo alcancé a ver como su duro culo se contrajo con el esfuerzo que hizo al levantarse. Me tiró de espaldas y se arrodilló entre mis piernas. Comenzó a besarme y fue descendiendo tal y como yo lo hice. Se relamió cuando vio mis 17 centímetros de color canela, con un glande rosado y un gordo par de testículos que estaban recubiertos por una delicada capa de vellos. Él era igual de inexperto que yo, por lo que también se le notó el nerviosismo. Abrió su bella boca y de a poco fue desapareciendo mi mástil dentro de ella. Me derretí cuando sus mejillas se ahuecaron con la primera succión. Mientras me la mamaba, con sus dedos jugaba con mi mata de pelos; se los enrollaba en el dedo o los tiraba delicadamente. Su cabello estaba rizado y más largo que cuando lo vi por primera vez, hundí mis dedos en el y lo acaricié. Su pene apuntaba al cielo, parecía a punto de estallar y votaba una baba de color transparente. Estiré mi dedo y lo posé en su glande, y ante su atenta mirada, recogí el líquido viscoso y me lo llevé a la boca.
-Quiero…- comenzó a susurrar en mi oído, mientras no paraba de masturbarme.
-Hazlo…- respondí adivinando su petición.
-¿Estás seguro?
-Solo tú podrías hacerlo.-no sé porque se me sale lo cursi en eso momentos.
Me hizo poner de pie y me dijo que me colocara en una posición de 90 grados, intentando tocarme la punta de los pies. Gracias a mi agilidad, fue fácil y terminé inclinándome aun más, dejándole mi culo totalmente expuesto. Apretó mis nalgas con deseo y sentí su cálida lengua en cada una de ellas. Después las separó y dejó descubierto mi virgen y prieto ano. Su aliento en esa parte tan sensible, hizo que se me crisparan los poros de la piel. Su dedo tocó mi agujero y lo recorrió como si fuera la primera vez que veía algo tan delicado, con sutileza y suavidad, arrancándome suspiros de placer.
-Se ve tan… pequeño.- dijo.
Una corriente cruzó mi espalda y mi ano se contrajo cuando su lengua hizo contacto con el. Con su mano izquierda jugaba con mis testículos, y con la derecha me acariciaba la espalda, por lo que con mis propias manos separé mis nalgas para dejarle el camino libre. Con tantas caricias, sentía que mis piernas cederían al placer, pues temblaban como si fueran de gelatina. Sentí cosquillas cuando su dedo acarició mi centro e hizo presión. Actuaba con duda y lo noté en su nervioso tacto.
-Tranquilo.- le dije.- Continúa.
La presión aumentó y su dedo comenzó a invadir mi interior, lenta pero decididamente. Era extraña la sensación. No me disgustaba, pero era diferente a todo lo que había supuesto. Cuando iba por la mitad, empezó a hacer un movimiento diferente con su dedo, así como un gancho, y escarbaba en las paredes de mi ano. Estuve cerca de perder el equilibrio cuando tocó un punto en mi interior que hizo que me inundara una oleada de placer. Sentí que sonrió cuando notó mi perdida de equilibrio a causa de sus caricias. Susurró que iría con el segundo y me preparé, me relajé lo más que pude y aflojé mis nalgas. Retiró su dedo e introdujo la punta de su lengua para humedecer más la zona, a continuación sus dos dedos hicieron contacto con mi piel.
Fue más complicado de lo que pensé y necesité un poco de lubricación extra, que él mismo sacó de su rebosante glande. Mi ano cedió y sus dedos entraron lentamente, lo que hizo que disfrutara cada milímetro de falange que entraba. Escuchaba como Ariel gemía y se relamía los labios, ansioso de penetrarme. Yo estaba nervioso, temblaba, y tenía un poco de miedo, pero las ganas por que él me poseyera eran infinitamente más grandes. Sentí que sus dedos se movían como tijeras dentro de mí y que mi ano se expandía y contraía con cada movimiento. Mi pene cada vez babeaba más y Ariel recogía cada gota para ponerla en sus dedos y entregar más lubricación.
En el momento que el tercer dedo entró, sentí mi culo muy lleno y no aguantaba la curiosidad de saber cómo se sentiría tener su verga dentro de mí. Sus dedos giraban en mi recto y se retorcían en el, causándome diversos espasmos electrificadores. Sacó sus dedos, volvió a introducir su lengua y se levantó.
-Estás listo.- afirmó.- ¿Qué posición te es más cómoda?
-Ni idea.- respondí.- Tú eres el que sabe.
-Bueno.
Rápidamente hizo una especie de colchoneta con nuestra ropa, y me dijo que me recostara. Él se situó entre mis piernas y las llevó a sus hombros. De vez en cuando iba metiendo un dedo o dos, para mantener mi agujero abierto. Con mis piernas en sus hombros, se acercó a mi cara y automáticamente mi culo quedó a la altura de su turgente verga. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos brillosos, y por mi parte, sentía que mi corazón iba a romper mis costillas. Tomó su pene por la base y apuntó su glande a mi entrada que boqueó en respuesta. Noté que su glande se veía peligrosamente ancho en comparación a mi pequeño agujero, pero me sorprendí cuando a medida que hacía presión, mi ano se iba expandiendo y abrazando a ese cilindro de carne.
Cuando la cabeza entró, sentí un dolor seco que me hizo tomar una bocanada de aire. Ariel al instante se detuvo y me dio un jugoso beso que hizo que se me olvidara el dolor. Respiré un poco y le indiqué que estaba preparado para continuar. Su pene palpitaba como si su corazón estuviera en su glande, y pronto siguió avanzando a través de mi recto. El dolor seco era intenso, pero podía aguantarlo. Su verga siguió entrando y cada vez me sentía más lleno de él. Se mordía los labios y respiraba entrecortadamente, me miraba con deseo y me besaba con pasión. Cada vez que avanzaba, mi ano se contraía de forma involuntaria, lo que causaba un respingo a Ariel.
Sus testículos chocaron con mis nalgas, su glande se hundió en lo más profundo de mi cuerpo y un agudo dolor punzó en mi vientre. Solté un fino gemido, mezcla de dolor y placer. Ariel mantenía su pene incrustado en mi cuerpo y no se atrevía a moverse. Mi culo se contraía nervioso por cada punzada de dolor. Mi recto estaba muy expandido y sentía que si su pene hubiese sido un poco más ancho, me hubiese partido en dos. Lentamente se retiró y me fui quedando vacío. Mis músculos anales se fueron relajando, pero extrañaba sentirme lleno. El mete y saca me inundó de placer y de dolor a la vez. Pero ver que Ariel disfrutaba de esa manera, valía la pena aguantar.
Su pene golpeaba de lleno mi próstata y me hacía lubricar demasiado. A los segundos, y gracias a nuestros jugos, mi culo se acostumbró al invasor y el placer comenzó a superar al dolor. Gemía descontroladamente y cada embestida me llevaba al borde del orgasmo. Ariel me comía los labios y el cuello, lo que aumentaba más mi estado de éxtasis.
-Por Dios.- gruñó.
-¿Qué sucede?
-Tus gemidos… Me calientan demasiado.- sonrió.- Son tan jodidamente sexis.
-¿Si?… Ahh… Mmm.- gemí para él.- ¿Te gusta?
-Me enloquece.
Comenzó a embestirme con fuerza, sus huevos golpeaban con violencia a mis nalgas. Mi pene tenía inundada a toda su mano, a causa de mis líquidos. Nos cansamos de esa posición y me coloqué en 4. Arqueé mi espalda y le ofrecí mi culo. Sus brazos me rodearon y me sentí completamente envuelto en él: éramos uno solo. Empezó a gruñir en mi oído y sus embestidas se hicieron potentes. Mi orgasmo estaba en camino y por más que me contraía, parecía inevitable. Comencé a gemir más fuerte y Ariel se deleitó. Mi culo se contrajo con violencia alrededor de su verga y empecé a dispararle semen a su mano que aun me masturbaba. Soltó un “Mmmm” en mi oído, y supe que estaba derramando su leche en mi interior. Su verga entraba profundamente en mi cuerpo y escupía su delicioso néctar sin piedad.
Cuando acabamos, caí a nuestra improvisada cama y él cayó sobre mí. Su mano estaba llena de mi semen (de lo contrario nuestra ropa hubiese quedado completamente sucia) y entre ambos la limpiamos.
-Somos unos cerdos.- dije con una sonrisa.
-Tienes buen sabor.- dijo Ariel relamiéndose los labios.
-En otro momento probaré el tuyo.
-¿Habrá otro momento?-preguntó.
-Todos los que quieras.
Salió lentamente de mí, y sentí como su semen se escurría por mi hoyito. Ariel separó mis nalgas y se admiró por cómo había dejado a mi anteriormente virgen culito. Mientras me paraba, vi un rastro de sangre, y me alegré por haber perdido mi virginidad con él. Terminamos de vestirnos y nos fuimos al calor de la playa.
Después de ese excitante momento, sentí que estábamos más unidos que nunca. Fuimos al pueblo y me compró unos churros bañados en chocolate (mis favoritos) y luego nos sentamos a la orilla del lago a comer. Luego de un rato, el sueño me invadió y nos despedimos. Cuando comencé a desvestirme, sentí que ya no me quedaba energía y en modo zombi terminé de desnudarme. Caí en la colchoneta y me dormí. Al rato después, escuché que alguien entraba. Sentí que me tocaban las piernas y me desperté. Me encontraba desnudo y Kevin tenía mis calzoncillos en sus manos, con una dudosa mancha de humedad en donde iba mi culito.
-¿Qué es esto?- preguntó con una mueca de asco. Me tapé lo más rápido que pude y me quedé de piedra.
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