Amor de verano (parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
Había estado tan agotado, que no fui capaz de ocultar mis calzoncillos, y tampoco taparme. Kevin los mantenía en alto y la luz de la luna iluminaba perfectamente la mancha de viscosidad que había quedado después de que se secó el semen. Yo estaba de piedra y mi cerebro maquinó automáticamente alguna escusa.
-Es… Eh… Mi corrida.- dije al fin.- Me hice una deliciosa paja y me limpie con el calzoncillo.
-Eres asqueroso.- dijo con asco en su mirada.
-Como si tú no lo hicieras. El hombre que niegue que se hace una paja, estaría siendo el más cínico del universo y no merecería el pene que tiene entre sus piernas.
-Ya… pero yo no dejaría la evidencia para que otro la encuentre.- lanzó mi calzoncillo a un rincón.
-Fue un accidente.- me relajé. Me había zafado del problema.
-¿Y el estar desnudo también?- preguntó.
-Te di la oportunidad de ver un buen cuerpo.- dije.- Deberías sentirte honrado.
-Qué asco. Por suerte alcancé a ver tu culo.- dijo mientras se desnudaba para acostarse.- Y déjame decirte que parece de chica.
-¿Por qué lo dices? ¿A caso te gustó?- pregunté molestándolo.
-No soy un marica, para tu información.- Se giró y vi como se sacaba el pantalón que llevaba. Me sorprendí cuando vi que no llevaba nada bajo de el.- ¿Impresionado? – preguntó cuando me quedé momentáneamente viendo su pene.
-He visto mejores.- contesté sin darle importancia.- Pero veía tu pantalón… se me hace familiar.- mentí. No quería que ese desliz causara malos entendidos.
-Ahh… Pues no sé.- dijo metiéndose entre las sabanas.
-Creo que es parecido a uno de mi Papá.- dejé de hablar antes de seguir metiendo la pata.
La verdad era que realmente tenía un buen pene. Pero no era nada comparado con la potencia y la belleza del pene de Ariel. Kevin tenía un pene de color oscuro; su glande estaba expuesto, pues era circuncidado; tenía unos testículos ligeramente velludos y, en reposo, se veía de unos 10 cm. Me gustaba más el de Ariel, era mucho más lindo y lo sabía usar muy bien. Antes de quedarme dormido, me regañé mentalmente por el error que había cometido al dejar mis calzoncillos a la vista.
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-¿Qué hiciste qué?- preguntó Ariel con la mandíbula desencajada. Estábamos en el bosque hablando de lo que me había sucedido.
-Eso…-
-¿Y qué le dijiste?- le conté lo que le había inventado.- ¿Y te creyó?
-Creo que si, o me hubiese dicho algo. Recuerda que él no perdería una oportunidad para dejarme mal.
-Que susto me diste.- dijo.- Me muero si te hace algo, o si se enteran de lo nuestro e intentan separarnos.
-Nah… por ahora no creo que pase.- dije besándolo en la sien.- Además… no creo que mis padres intenten hacer algo para separarnos, aunque de todas formas se espantarían con lo que Kevin podría decirles.
-Bueno… hay que tener cuidado para la próxima.- sonrió.- Y ahora vamos al pueblo a jugar un poco de pool y comer esos churros que a ti te gustan.
-Soy un asco en pool.- le recordé.- Y deja de llenarme con churros. Aun no digiero los de la noche anterior, ni la caja de galletas del desayuno de antes de ayer.
-Me gusta mimarte.- confesó culpable.
-Pero mírame.- me puse de pie.- Estoy hasta más gordo.
-Estás precioso.- dijo de forma tierna y le brillaron los ojitos.- Además, yo no te obligo a que te los comas.
-¡Pero es chocolate! Churros de chocolate… galletas con chispas de chocolate.- enumeré.- Es imposible a que me resista y lo sabes.
-Pues estamos iguales.-
-¿Por qué?
-Porque tú no te puedes resistir a mis mimos, y yo no me puedo resistir a ti.
-Eres malditamente tierno.- dije tirándome sobre él.- Pero me estás haciendo engordar, y lo peor de todo es que tú estás igual de perfecto que siempre.
-Claro… tú te comes todo y a penas me dejar a mí.- fingió dolor.
-Estúpido.-
-Golosito.- me besó.- Bueno… entonces te invito a tomar un jugo natural de naranja.
-¡Si! Eso es más sano, y además es mi favorito.
-Lo sé.- me guiñó un ojo.
Me dejó embobado ante tal muestra de interés en mis gustos, y lo seguí mientras salíamos del bosque y nos dirigíamos al pueblo. Me sentí un poco mal al no ser como él. Ariel era tan romántico y tierno, y se fijaba siempre en esos detalles que marcan una diferencia enorme. Con cada gesto que él hacía mi pecho se inflaba de amor y orgullo, y mis ojos lo veían con una especie de respeto, casi endiosándolo. Él sol brillaba en su cabello negro azabache y su piel dorada resplandecía.
-¿Qué ocurre?- preguntó- Estás más callado que de costumbre.- maldición… me conocía muy bien.
-Ehh… ¿Te gusta como soy contigo?- pregunté. Ariel se detuvo al instante.
-¿Por qué preguntas eso?
-No sé… Es que tú eres tan detallista, y sabes tantas cosas de mí.- dije.- Y yo siento que no te demuestro lo que siento… no sé cómo… Nunca había tenido algo con alguien.
-No pasa nada, bebito.- dijo tomándome del mentón y obligándome a mirarlo a sus ojos.- No todos expresan su cariño de la misma manera. Y yo entiendo perfectamente cómo lo entregas tú, y créeme que me doy cuenta.
-¿Y cómo lo hago?
-Este es un ejemplo. Te preocupas porque crees que no te esfuerzas por demostrarme lo que sientes.- dijo.- Pero si lo haces… Cada vez que me sonríes, cada vez que me miras, cada vez que hablas: se nota lo que sientes por mí. Casi lo puedo oler… Y me gusta. No necesitas hacer grandes cosas para demostrármelo, solo tienes que ser tú. Con eso es más que suficiente y me doy por pagado, pues siento como irradias todo ese cariño. Es como si fueras una fogata y yo soy un chico que está sentado junto a ella recibiendo el calor de las llamas, solo que esas llamas son tu cariño.
Quedé sin palabras. Entendí que por él daría mi brazo derecho si hiciera falta. Lo abracé e intenté transmitirle todo lo que yo sentía. Cuando nos soltamos, lo miré a sus ojos cafés y los noté aun más claros y brillantes que de costumbre. Creo que tuve que haber hecho algo muy bueno durante mi vida anterior, para que Jebús me diera a ese hombre en peligro de extinción. Sus dulces palabras me siguieron durante toda nuestra estadía en el pueblo. Hice el ridículo jugando pool y luego fuimos a por los jugos. Caminamos por la orilla del lago bebiendo nuestros jugos, hasta que llegamos a nuestras cabañas. Nos sentamos en la arena y nos poníamos de acuerdo para darnos un chapuzón. En eso llegó Kevin, y se sentó junto a nosotros.
-No sé porque te molestas en llevar camiseta si no te la pones.- dijo Kevin a Ariel. En efecto, Ariel llevaba su camiseta metida en un costado de su pantalón. Debido a eso es que estaba tan seximente tostado por el sol.
-Y yo no sé…- comenzó Ariel- …porque llevas una camisa sin mangas cuando no tienes músculos para mostrar.- En efecto, Kevin llevaba de esas camisetas musculosas que usan los chicos en el gimnasio.
Murmurando algunas cosas, Kevin se alejó de nuestra vista. Siempre se iba hacia el río que desembocaba en el lago y se perdía entre los arbustos. Ariel tenía una expresión de rudeza, sus músculos estaban tensos y sus ojos escupían fuego. Verlo de esa manera me excitó tanto, que lo tomé del brazo y me lo llevé a rastras hasta nuestro bosque. Cuando supo mi intención, me empotró contra un árbol y comenzó a besarme aun con la furia en sus ojos. Me encantaba verlo de esta manera, era demasiado excitante y masculino. Acaricié todo su cuerpo, el cual estaba en constante tensión, y podía trazar a la perfección cada uno de sus músculos.
Comenzó a desvestirme, aunque con su mirada ya me tenía desnudo. Me arrodillé y comencé a sacarle los estorbosos pantalones. Su glorioso pene golpeó mi barbilla, lo tomé desde la base y comencé a lamerlo. Me encantaba su delicioso sabor, amaba su suavidad y la manera que ardía a mi tacto. Mientras succionaba su glande, introducía sus dedos en mi cabello como evitando que me alejara. Pero jamás lo haría. Con su pene en mi boca, lo miraba y me calentaba con esa expresión de poderío. Feliz dejo que me haga trizas con su verga.
-Le daría un beso en el útero a tu madre y en los testículos a tu padre, por haberte creado tan perfecto.- dije.
-Eso no sería muy correcto.- dijo riendo.
-Te estoy chupando la verga en plena tarde y en un bosque, y seguramente tendremos sexo homosexual. No somos un ejemplo a la moral.
-Entonces pasemos a la parte del sexo homosexual.- sugirió.- No aguanto las ganas de follarte.
Me liberé de mis pantalones y me giré, dejando mi culo a la disposición de Ariel. Abracé el árbol y separé las piernas, y antes de que me diera cuenta, Ariel ya estaba lamiéndome el ano. Mis piernas vibraron cuando su cálida lengua rozó mi agujero. Me comía el culo con violencia, me nalgueaba con furia: estaba desahogando su rabia conmigo, y me encantaba que lo hiciese de esa manera. Cuando comenzó a introducirme su dedo, bajó los decibeles y lo metió con delicadeza pero, una vez adentro, lo movía frenéticamente. Así lo fue haciendo hasta que tres de sus dedos escarbaban dentro de mí.
Me giró y descendió para mamarme la verga. Me llevaba a las puertas del orgasmo, y luego paraba justo en el momento indicado. De esa forma consiguió que lubricara a mares, y recogía mi líquido para introducirlo en mi culo, y así dilatarme más. Cuando estuve listo, me levantó con una fuerza poderosa y me hizo enredar mis piernas contra su pelvis. Mientras me comía los labios, tomó su polla y la dirigió a mi agujero. Me tensé cuando sentí el dolor inicial, y respiré lentamente para recuperarme, pues sabía que lo que vendría sería genial. Luego de unos segundos, continuó con su trabajo y fue hundiendo su aparato en mi recto. Mis testículos chocaron con su pubis y en un último movimiento, su verga estuvo completamente dentro de mí.
Todavía me dolía cuando su glande se enterraba en lo más profundo: era un dolor agudo en la parte baja del vientre, que hacía que todo mi cuerpo se contrajera. Ariel empezó a besarme y a susurrarme cosas al oído. Con sus manos jugaba con los cabellos de mi nuca, y me hacía olvidar el dolor. Sentí cuando comenzó a retirar su miembro y me fui quedando vacío. Instintivamente, mi ano se aferraba a su pene, causándole espasmos de placer. Cuando salió por completo de mí, sentí que todos mis órganos caerían por el orificio que había dejado, pero pronto sus dedos me invadieron y me embarraron con más saliva. Su gordo glande hizo contacto con mi agujero y se fue metiendo dentro de mí otra vez. De esta manera se dio inicio al mete-saca.
Con cada embestida mi cuerpo se elevaba, haciendo que mi espalda se refregara con la corteza del árbol que, por suerte, no estaba tan astilloso. Las manos de Ariel estaban en todas partes, quería tenerme completamente en su poder, y lo estaba logrando fácilmente. Mis gemidos eran amortiguados por los típicos sonidos del bosque, y el calor era apaciguado por la refrescante corriente de aire que impulsaban las ramas. Ariel me miraba y con su lengua comenzó a recorrer mis labios, abrí la boca, y la aprisioné. Estaba caliente y húmeda, hice un poco de succión y pronto me encontraba chupando su lengua. Noté en sus ojos que eso le causaba un morbo tremendo, y sentí como sus embestidas se intensificaron. Dejé de hacerlo, y luego él me imitó aprisionando la mía. Su boca succionando mi lengua, le dio un plus a la penetración, además de que me hacía salivar en demasía.
Cuando estaba cerca del orgasmo, sacaba su pene e introducía sus dedos en mi culo. Tomó mi mano, y la llevó hasta mi agujero. Sentí mi culo abierto y caliente, su interior estaba muy húmedo y ardía como el infierno. Cuando saqué mis dedos, estaban empapados de nuestros jugos, y Ariel los limpió con su lengua servicialmente. Eso me puso muy caliente, y mi ano comenzó a boquear desesperado por más verga.
-¿Qué es lo que quieres?- preguntó mirándome lujuriosamente.
-A ti… Métemela.
-¿La quieres?
-Seh…
-¿Toda?
-Completa.
Sonrió con satisfacción. Me bajó de su agarre y se acostó sobre nuestras ropas. Tomó su pene, que estaba completamente mojado, y comenzó a menearlo, como dando a entender que esperaba algún movimiento mío. Caminé hacia él, y mis piernas temblaban. Mi culo dolía, debido al tiempo que llevábamos en eso, y con cada paso sentía una leve pulsación de dolor. Coloqué una rodilla a cada lado de su cuerpo, y comencé a sentarme en su pene. Era gloriosa la sensación de irse llenando poco a poco, y más aun, ver la cara de ese chico contraída en una expresión de placer.
Cuando estuve completamente empalado, Ariel comenzó a tocar mi vientre y a masturbarme. Sus dedos apretaban mis tetillas, mientras yo saltaba sobre él. Al cabo de unos minutos, eran tantas las ganas de correrme, que sentía como si me fuera a orinar del gusto. Coloqué las manos en sus hombros, me hundí en su cuello, y comencé a brincar sin piedad. Ariel tomó mis nalgas y me ayudaba a darle más velocidad a las embestidas. Empecé a gemir y gruñir, estaba al borde del orgasmo, y Ariel al escuchar mis quejidos, comenzó a llegar.
-Mírame.- dijo cuando me tomó de la mandíbula y me obligó a mirarlo.- Quiero ver tus ojos cuando te corras.
Nuestras pupilas hicieron contacto, y solo me dejé llevar. Movía su cadera en forma circular y su pene hacía extraños movimientos en mi interior. Cerré mis ojos embriagado por el placer cuando comenzó a masturbarme, pero Ariel me obligó a mantenerlos abierto. Sentí cómo el semen comenzaba a recorrer mi verga, sentí cómo mi culo se contraía apretando ese cilindro de carne, y noté cómo una electricidad recorría mi cuerpo completo. Ariel se deleitó al ver la manera en que me derretía en sus brazos, y comenzó a gemir como un toro. Sus embestidas me levantaban con furia, y su pelvis chocaba violentamente contra mi carne. Llegó un punto en que quedó como congelado, y se dejó caer con la respiración entrecortada: supe que había tenido un orgasmo muy intenso.
Su cara estaba con una expresión de plenitud, manchada con algunos chorros de mí semen que le habían caído. Servilmente me acerqué y se los limpié. Con las pocas fuerzas que me quedaban, continué moviéndome y extrayendo las últimas gotas de su leche, hasta que su pene perdió totalmente su erección. Cuando salió de mí, noté una graciosa expresión, pues su glande había quedado muy sensible. Sentí que mi culo jamás volvería a la normalidad, porque lo percibía muy abierto y viscoso. Después de descansar un rato, entre abrazos y besos, recordé que tenía que evacuar su leche, o mis calzoncillos se volverían a manchar.
-Yo te ayudo…- dijo Ariel con expresión morbosa.
-Ehh…- por alguna razón me avergonzaba.
-Shh… ven.-
Introdujo sus dedos en mi ano, y comenzó a extraer su propia leche de ahí. Sus dedos llegaban muy profundos y, al salir, retiraba sus dedos cubiertos de una sustancia blanca y gelatinosa. Me causaba una cosquilla muy placentera esas exploraciones anales y a los segundos estuve completamente duro. De mi glande cayó un pequeño chorro de semen que, seguramente, había quedado a medio camino. Ariel lo limpió golosamente.
-Tenemos que irnos.- dije arruinando el momento.
-¿Por qué?- preguntó fingiendo tristeza.- Lo estamos pasando súper.
-Hemos estado desaparecidos mucho rato.-
-Está bien…- se levantó haciendo puchero.- Pero en la noche vendremos para acá, y me follaras.-
-¿Quieres que te folle?- pregunté con sorpresa.
-Claro… Es decir, si tú quieres.
-¡Sí! Por supuesto.-respondí.-
-Entonces más te vale que a las 9 nos encontremos aquí.-
Nos vestimos y nos dirigimos hasta nuestras respectivas familias. De vez en cuando, intercambiábamos miradas cómplices y sonreíamos como idiotas. Me encantaba mirarlo, su cabello cubría su frente y su piel brillaba con la luz dorada del sol. Me enamoraba verlo, y me sentía más baboso que orgía de caracoles. Comenzó a oscurecerse y me fui a la tienda a cambiarme de ropa. Estaba todo muy desordenado y nuestra ropa estaba entremezclada, y ya no sabía cuál era la limpia y cual la sucia. Escarbando entre los montículos, encontré una bolsa sospechosa. La levanté y me di cuenta que tenía una especie de hierba dentro, no necesité pensar mucho para darme cuenta de lo que era. La bolsa iba por la mitad, y tenía una etiqueta con el nombre de Kevin. Ahí comprendí porqué se iba a ocultar cerca del río. La dejé en su lugar, pues no era de mi incumbencia.
Me vestí, y entré a la cabaña para cenar. No pude comer mucho, pues los nervios por la cita que tenía con Ariel, estaban a flor de piel. A las 8:50 salí y me dirigí a su cabaña, pero me dijeron que había salido. Extrañado, caminé hacia el bosque para esperarlo allá. Me introduje en la espesura y a la distancia vi un resplandor dorado. Aceleré el paso y cuando vi la procedencia, sentí una oleada de calor en mis venas. Ariel estaba sentado en medio de un círculo de velas de distintos tamaños, sobre una manta y con una caja de chocolates en la mano.
-Sorpresa.- dijo.-
-Wooow.-
-Sip. Quería que fuera especial en todo sentido.- dijo poniéndose en pie.- Nuestra primera vez, tu como activo y yo como pasivo.
-¿Cuánto tiempo llevas en esto?
-Hace como media hora.- dijo.- Me costó mucho trabajo que las velas no se apagaran.
-¿Y de donde las sacaste?
-Las fui a comprar al pueblo poco después de que te entraras a cambiar ropa.
-Es… precioso.
-Tú lo vales.
-¿Yo? Naah Tú solito te ganas el cielo.- dije acercándome a él. Me besó la frente.
Nos sentamos y comenzamos a platicar, mientras él me daba de comer chocolate en la boca. Cuando ya llevábamos media caja de chocolates, Ariel comenzó a ponerse más coqueto. Sus besos se hicieron más intensos y, en segundos, ya se encontraba comiéndome el cuello. Me encendí al instante, y comencé a acariciarle el prominente paquete. Ariel se puso en pie y se arrodilló entre mis piernas, desabrochó mi pantalón y bajó mi bóxer. Su enorme mano acarició mis genitales, tomó mi falo y empezó a realizarme una lenta paja. La manera en que brillaban sus ojos, me tenía extasiado; sus dedos jugaban con mi glande, causándome una agradable sensación que me obligaba a retorcer los dedos de mis pies.
Cuando se inclinó para mamármela, aparté un mechón de su cabello que caía sobre su frente, y luego lo dejé continuar. Ariel sonrió ante ese gesto, y empezó una cálida mamada con un masaje en los testículos incluido. Me miraba con atención, averiguando si lo que estaba haciendo me agradaba. Yo me mordía los labios y disfrutaba de sus atenciones, gimiendo para él como tanto le gustaba. Me levanté con una olímpica erección, y comencé a desvestirlo. Cuando estuvo en cuatro y me ofreció ese perfecto culito, di gracias a Jebús y me arrodillé entre esas preciosas nalgas. Su culo estaba ligeramente más blanco, haciendo un pequeño contraste con el dorado color que estaba adoptando la piel que quedaba expuesta a la luz del sol.
Toqué esas tersas nalgas y me regocijé ante tal suavidad. Su piel desprendía un delicioso aroma a vainilla, que me provocaba unas locas ganas de mordérselas por toda la vida. Antes de seguir avanzando, tomé su pene y lo llevé hacia atrás. Su glande estaba adoptando un candente color rojo, y me lo llevé a la boca. Cuando estuvo lo suficientemente excitado, continué con mi otra labor. Besé la suave carne de sus nalgas, y succioné su piel con hambre. Un tenue círculo rosado se formó en ese lugar. Repetí ese movimiento con ambas nalgas, hasta que las dos tuvieron marcas rosadas por todas partes. Separé esas redondas montañas, y descubrí un pequeño agujero rosado que esperaba expectante a que llegara su turno.
Mi lengua tocó su ano, y éste se contrajo en el mismo instante. Ariel soltó un gemido, y noté que tembló. Soplé en su centro, tal cual como él hizo una vez conmigo, y al igual que yo, se derritió como helado al sol. Coloqué ambos pulgares a cada lado de su ano, y separé sus pliegues para intentar introducir mi lengua un poco más profundo. Al hacer esto, todos los poros de su piel se crisparon y noté una suave vibración en su cuerpo. De su pene colgaba un pequeño río de pre-semen, que rápidamente tomé y deposité en su ano. Llevé mi dedo hasta su boca y él lo chupó a conciencia, luego lo posé en su agujero y lentamente hice presión.
Su carne iba cediendo ante la fuerza con mucha dificultad, pero a medida que aplicaba más saliva, más suavemente iba entrando mi dedo. Una cálida presión abrazaba mi nudillo cuando mi dedo entró completamente en su recto. Movía mi falange en círculos, y disfrutaba de la calurosa humedad de su interior. Por momentos, Ariel contraía su culo y apretaba más fuerte a mi dedo. Saqué mi dedo y escupí en su ano, para comenzar a introducir dos dedos. A medida que aumentaba la cantidad de dedos, también incrementaba la presión. Por lo que cuando llegué a los tres dedos, apenas podía moverlos. Cada vez que acariciaba su próstata, Ariel soltaba una cascada de líquido pre-seminal. Mi verga estaba apuntando al cielo con ansias de entrar en ese agujero, y completamente húmeda.
Cuando la dilatación estuvo lista, Ariel se colocó de espaldas y abrió sus piernas. Lo besé, e intenté que en cada beso estuviera plasmado lo que sentía por él. Luego descendí y me introduje toda su polla en la boca. Con la primera succión, un río de líquido pre-seminal cayó en mi lengua, y golosamente me lo tragué. Ariel estaba ligeramente sonrojado y con los ojos fueras de foco: completamente idiotizado con mis caricias. Lo tomé por debajo de sus rodillas, y llevé sus piernas hasta su pecho. Su ano me saludó alegremente, esperando a ser rellenado. Introduje mis dedos un momento para asegurarme de que estaba lo suficientemente dilatado, y luego tomé mi verga. Mi glande hizo contacto con su delicada piel, y lentamente se fue perdiendo en su apretado culo.
Sabía que cuando entraba el glande, dolía como mil infiernos, por lo que tuve cuidado y le di tiempo para acostumbrarse. El calor que envolvía mí a mi pene, y el ver cómo era devorado por ese perfecto culo, hizo que juntara toda la fuerza de voluntad del mundo para no enterrársela de golpe. Respiré lentamente y coloqué atención en cada musculo facial de su hermosa carita, que estaba contraída en una mueca de dolor y concentración. Cuando se relajaba, significada que podía continuar con la penetración, y cuando se tensaba, me detenía.
Llegó el momento en que mi pene se perdió completamente entre esas montañas de carne, y creí que estallaría de felicidad. Toda mi verga palpitaba de la emoción y estuve al borde del orgasmo. Su recto era tan prieto y caliente, que temía que al más mínimo movimiento, me corriera en su interior. Cuando Ariel abrió sus ojos, me sonrió orgulloso, y me lancé a besarlo con pasión. Lentamente comencé a embestirlo, hasta que su mueca de dolor se convirtió en placer. Sentía que en cualquier momento me correría, y me mordía los labios para retrasarlo el máximo de tiempo posible. Cuando la sensación aumentaba, sacaba mi pene y lo reemplazaba por mis dedos o por mi lengua, y cuando la sensación se iba, introducía de golpe toda mi polla.
Llegó el momento en que ambos estábamos preparados para corrernos, y decidimos que Ariel me montaría. Para ese momento, Ariel ya era todo un experto, y se sentó en mi verga sin ningún problema. El frio ambiental que sintió mi verga, fue rápidamente contrarrestado con el calor infernal de su interior. Mientras saltaba sobre mí, me dediqué a besar su vientre y cada musculo que sobresalía de ahí. En segundos, todo su tronco se encontraba húmedo por mis besos. De pronto sentí que su ano comenzaba a contraerse ferozmente, y entendí que estaba llegando a su orgasmo. Rápidamente tomé su verga y comencé a masturbarla con furia. Chorros de semen saltaron por los aires, mientras yo me corría industrialmente en su interior a causa de sus espasmos anales.
Fue sorprendente la cantidad de leche que soltó su verga, y también fue alucinante el orgasmo que tuve. El vientre de Ariel se movía con irregularidad, mientras aun se pene sufría espasmos en mi mano. Salí de su culo y nos levantamos, sonreímos con satisfacción y nos abrazamos agotados.
-Tu leche es deliciosa.- le susurré después de probara lo que había quedado en mis manos. Sonrió avergonzado.
-Creo que me destrozaste el culo.
-Tú te lo destrozaste solito.- repliqué.- Saltabas como un poseído.
Lo volví a abrazar. Todo era tan dulcemente silencioso y perfecto, que cuando la voz habló hizo que la sangre se me congelara.
-Linda escena.- dijo la voz, mientras de a poco la luz dejaba al descubierto una figura.
-Kevin…-dije en un ahogado susurro.
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