Amor de verano (Parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por angelmatsson.
-Linda escena.- dijo la voz, mientras de a poco la luz dejaba al descubierto una figura.
-Kevin…- dije en un ahogado susurro).
-Ya sabía yo que eran un par de mariconcitos.- dijo con asco.- Por fin los encuentro…. Debo admitir que estaban muy bien escondidos, pero creo que el exceso de velas los delató esta vez.
-Kevin… yo.- comencé mientras me vestía a toda prisa.
-¡Cierra la boca!- me gritó.- Vamos a la cabaña ahora mismo.- me tomó del brazo y me arrastró.
-¡Suéltalo en este instante!- gritó Ariel con mirada desafiante. Se notaba que no se dejaría intimidar por Kevin.
-Ariel… no.- dije cuando Kevin le plantó cara, dispuesto a dar el primer golpe.- Está bien… deja que nos vayamos.
-Pero…- comenzó, y miró a Kevin con desdén.- No puedes irte con él…
-No pasa nada. Será peor si te pones a pelear con él.
-Ya escuchaste a tu novia.- lo provocó Kevin.- Ahora deja que nos vayamos.
-No te preocupes.- le dije, y lo miré implorando que no hiciera nada en respuesta a la provocación de Kevin.-
Fui arrastrado por mi primo hasta que llegamos hasta nuestra tienda. Me arrojó y caí sentado. Aun me sentía un poco confundido por la actitud de Kevin. ¿Por qué hacía todo esto? ¿Por qué no simplemente iba y contaba todo? Todavía me miraba con repulsión, como si cada caricia de Ariel hubiese dejado un aroma en mi cuerpo, que Kevin detestaba. Luego, dejándome aun más confundido, comenzó a sonreír.
-Pensaba que era Ariel quién te daba por el culo.- esas palabras sonaban repugnantes con su voz.
-¿Qué te hace pensar que no lo ha hecho?-pregunté sin dejarme intimidar. Me miró de una manera extraña.- ¿Qué es lo que quieres?
-Bueno… Hace mucho que mi instinto masculino no se satisface.- levantó una ceja de forma sugerente.- Y ahora que estoy completamente seguro de que te gustan las vergas…. esperaba que me ayudaras.
-No.- fui categórico.- No lo haré. No seré tu prostituta personal, y menos gratis.
-No me estás entendiendo.- su gesto se tensó.- No te estaba preguntando. Y no será gratis, porque tú recibirás de paga mi silencio. ¿O quieres que todos se enteren de lo que vi esta noche en el bosque?
-Yo…- me tenía en sus manos, pero jamás lo admitiría.-
-Mira… Yo realmente ansío meter mi polla en tu agujero, así que te daré tiempo para que lo pienses bien y te des cuenta que lo que te pido es muy fácil para ti.
Nos quedamos en silencio y luego procedió a desvestirse para dormir. Cuando se desnudó, lo hizo con descaro, dejando su paquete a centímetros de mi cara. Me ordenó que me sacara la ropa y que me metiera a la cama. Obedecí por miedo a que se arrepintiera y fuera a delatarme. Le di la espalda y me mantuve alerta a cada uno de sus movimientos. Pero obviamente, Kevin no me dejaría en paz así de fácil. Su mano izquierda abrazó mi cadera y la retrajo hacia él. Sentí su aliento en mi cuello y me dio mucha repulsión, y cuando su pelvis chocó con mi trasero, quise que la tierra me tragara. Todo el calor que me transmitía me enfermaba. Me sentía sucio, y lo peor de todo es que no podía hacer nada. Se durmió mientras refregaba su paquete justo entre la hendidura de mi culo, rozando incluso la superficie de mi ano.
Al otro día se levantó con una enorme sonrisa de suficiencia. Yo lo saludé con una mirada que lanzaba fuego, y una expresión que decía que en cualquier momento vomitaría. Durante todo el desayuno me torturó, tocaba temas de conversación muy extraños y me sonreía de forma macabra. Terminé lo más rápido que pude, y antes de que él me viera, salí de la cabaña. Como si me hubiese estado vigilando, Ariel salió al instante. Corrí lo más lejos que pude en sentido contrario, pero Ariel me alcanzó.
-¿Por qué corres?- preguntó como si ni se hubiera cansado.
-Quiero estar solo…- dije recomponiéndome. La verdad era que me daba vergüenza contarle lo que Kevin me había propuesto, y aun más, decirle que anoche durmió abrazado a mí.
-Gus…- susurró.- Gus… Mírame ¿si?
-Ariel… yo.- mis ojos se llenaron de lágrimas.
-¿Estás bien?-preguntó preocupado, y pronto su expresión se volvió amarga.- ¿Te hizo algo?
-No.- contesté rápidamente.-
-¿Entonces?- me tomó de la mano y se la llevó a su boca.- Sabes que puedes confiar en mí ¿Verdad?
-Si…- tiene razón.- Kevin… Kevin no dirá nada, si hago algo…
-¿Algo? ¿Qué?-
-Pues…-
-¡No vuelvas a hacer eso!- gritó Kevin, acercándose con enormes zancadas.- ¡Ven ahora mismo!
-¡Ni se te ocurra acercarte!- gritó Ariel, poniendo su cuerpo como protección frente al mío.-
-No estás en posición de exigir nada.- sonrió de forma petulante. Ariel se encogió.- Ahora ven.
Me tomó del cuello y me empujó hacia adelante. Ariel se volvió rojo de ira y volteó a Kevin, le dio un golpe en la mejilla y lo hizo caer. Kevin se colocó en pie y antes de que hiciera algo, me puse en medio y le dije que haría lo que él me pedía. Se mordió los labios y aceptó el trato. Sin poder mirar a Ariel, me fui con Kevin.
-¡No lo hagas!- gritó Ariel.- ¡Sea lo que sea, no lo hagas! Si lo haces, te lo pedirá una y otra vez. No importa lo que pase, pero no lo hagas.
Me sentí como una bomba a punto de explotar. Estaba triste y a la vez encolerizado, y tenía que guardar silencio para poder disimular la situación. Kevin estuvo todo el día cerca de mí. Ariel miraba receloso y yo no me atrevía a devolverle la mirada, solo notaba la sonrisa de burla que Kevin le dirigía. Estaba seguro que si le hubiese dicho sobre el trato, Ariel hubiese venido a golpear a Kevin hasta obligarlo a cortar su pene. La noche llegó más rápido que de costumbre y pronto ya me encontraba medio desnudo en la tienda. Kevin me había obligado a desnudarme, y solo dejó que me quedara con el bóxer. Él, por su parte, se quedó vestido y disfrutaba de mi sumisión.
-Tienes un culo de mujer.- dijo.- Espero que Ariel no te lo haya estropeado.
Guardé silencio, porque me daba la impresión de que si hablaba, mi voz se quebraría. Bajó su pantalón y liberó esa morena verga. Estaba completamente empalmado y me sorprendió su tamaño. Parecía una flecha, de glande pequeño, y que a medida que avanzaba, se iba ensanchando. Sus testículos eran peludos y colgaban bastante; su glande era de un ligero color morado, y su pubis se veía muy frondoso. Tomó su verga de la base, y la movió de forma morbosa frente a mí. Me dio una arcada cuando noté una gota de líquido pre-seminal en la punta de su glande. Me agarró del cabello y tiró de él, obligándome a abrir la boca. Cerré los ojos y lo dejé hacer.
Hice un esfuerzo sobre humano para no vomitar. En el momento que mis labios se cerraron alrededor de su pene, el tiempo se detuvo y analicé lo sucedido. Todo había sido perfecto con Ariel, y de pronto me encontraba ahí con Kevin, humillado y triste. Mis ojos recorrieron la tienda intentando no hacer contacto con su mirada, y de pronto una luz me bañó cuando vi ese rincón. Mientras su pene se hundía en mi boca por segunda vez, lo empujé con todas mis fuerzas y me lancé hasta donde estaban sus cosas. Abrí su bolso y ahí estaba.
-¿Qué crees que haces?- preguntó enfadado.- Vuelve aquí.
-¡No!- grité, mientras le mostraba la bolsa con marihuana que llevaba su nombre.- ¡No más!
Escupí en su ropa con asco. Kevin me miraba asustado e imaginando lo que se avecinaría. Su pene se desinfló al instante y se lo guardó dentro de su pantalón. Se lanzó para quitármelo, pero le di un golpe en la entrepierna y me alejé. Mientras se quejaba en el suelo, me vestí y salí de la tienda. Le dije que lo esperaba en la orilla del lago, y que allí discutiríamos los nuevos términos. Escupí por todo el camino, pero el sabor se su verga no se iba de mi boca. Pasé por la cabaña de Ariel y le dije que saliera, porque necesitaba sentirme seguro.
Cuando llegó Kevin, se veía casi enfermo. Sus ojos pasaron de mí a Ariel, y vi como se destruía internamente.
-Creo que es evidente que tu trato se fue a la basura.- dije.- Yo no diré nada, si tu no dices nada.
-Y no vuelvas a acercarte a Gus.- añadió Ariel.- Si es necesario, dormirá en el sofá.
-Tú no te metas.- dijo Kevin.- Solo eres un aparecido.
En un parpadeo, Kevin estaba en el suelo mientras Ariel lo golpeaba. Los separé, aunque hubiese deseado que le siguiera golpeando, pero no quería que Ariel saliera lastimado. Para asegurarnos la prueba que tenía, Ariel obligó a Kevin a tomarse una foto con la bolsa en sus manos.
-De todas formas, pensé que la chupabas mejor.- dijo Kevin cuando se alejaba.
-¿Qué?- a Ariel se le desfiguró la cara.
-So-solo fue un segundo.- me excusé con vergüenza.- Yo…
-Sé que no tienes la culpa.- dijo decidido.- Él la tiene…- se alejó en búsqueda de Kevin.
Mi primo corrió, pero Ariel (atléticamente) lo alcanzó sin siquiera derramar una gota de cansancio. Ambos comenzaron a golpearse, y para cuando llegué, ambos estaban machucados. Fue complicado explicar los golpes al otro día, pero todos se habían percatado que Ariel y Kevin no se llevaban muy bien, así que solo quedó como una estúpida pelea. Después de eso, me sentí libre para hacer lo que quisiera. Kevin no volvió a dormir conmigo y con Ariel todo iba muy bien.
Estuve un tiempo sintiéndome culpable cuando veía los golpes en la hermosa cara de Ariel, pero él siempre se encargaba de dejarme en claro que yo no tenía la culpa de nada. Pronto estábamos como si nunca hubiese sucedido nada. Ahora, el bosque solo lo dejábamos para descansar del sol, y no nos atrevíamos a ir de noche otra vez.
-¿Quieres un helado?-preguntó Ariel, mientras pasábamos por afuera de una heladería.
-Deja de engordarme.- contesté.
-Estás bien así.- dijo sonriendo.- Hay más para amar.
-De todas formas, prefiero tomar un jugo y comer galletitas saludables.-
-Bueno.-
Entró a un mini mercado y compramos las galletas, y dos locales más allá, compramos los jugos. Cuando llegamos a las cabañas, sus padres iban saliendo con su hermana, porque irían a comprar algo para la cena. Ariel me miró y supe inmediatamente lo que su mente estaba maquinando. Entramos sin perder tiempo, y en segundos ya estábamos sobre su cama. Extrañaba sus caricias y sus deliciosos besos húmedos. Sobre él, comencé a lamerle los labios y besar su mandíbula, que empezaba a mostrar una ligera capa de vello muy sexy. Sus manos jugaban con mis nalgas y me las apretaba atrayéndome hacia él. Podía sentir cómo su pene comenzaba a endurecerse, haciendo presión en mi pelvis y causando una gran protuberancia en su short.
-Me encantas.-susurró en mi oído.
Sus palabras eran mágicas. Me saqué mi ropa y quedé desnudo frente a él. Su lengua recorrió mi cuerpo y se detuvo frente a mi verga. Descubrió mi glande, lo lamió lentamente y al final se lo engulló hasta la mitad. Gemí cuando el calor de su boca envolvió mi mástil. Mientras me la mamaba, jugaba con mis testículos y aumentaba el centro de placer. Me paré a un lado de la cama y él se arrodilló entre mis piernas, me hizo separarlas y luego se volvió a tragar mi pene. A los segundos sentí que sus dedos invadían el surco entre mis nalgas, y entendí lo que planeaba. Llenó de saliva a sus dedos, y los fue metiendo en mi cuerpo. Mi polla comenzó a lubricar a mares, a causa de la corriente placentera que atravesaba de mi culo hasta mi glande. Vi a Ariel, y me di cuenta que ahora se tragaba mi pene completamente, llegando a tocar con su nariz a mi pubis.
Lo detuve porque estaba al borde del orgasmo. Me giré y me coloqué en cuatro, ofreciéndole mi culo para que continuara con su trabajo de dilatación. Mis piernas temblaron cuando su lengua se introdujo en mi canal trasero, y gemí sonoramente, aumentando la lujuria de Ariel. Sus dedos me penetraban con locura, entrando con fuerza y precisión. Las ganas de que me penetrara con su pollón eran evidentes, y no soportaba la espera. Giré mi cabeza y sin cortarme, le rogué que me follara como jamás lo había hecho. Ariel me miró con decisión y aceptó el desafío. Noté como se transformaba y dejaba libre su mitad animal. Se levantó y me tomó de la cintura, con violencia me lanzó a la cama, y antes de que procesara lo que había sucedido, sentí su glande buscando mi orificio.
Soltó un escupo, y luego empujó. La adrenalina de la situación, causó que ni sintiera el dolor, y solo noté una gran oleada de caliente placer. Su pelvis golpeó mis nalgas con brutalidad, y por un momento noté miedo en su rostro, pero cuando vio que me encontraba mejor que nunca, continuó con lo que hacía. Con la misma violencia, retiró su pene y me dejó completamente vacío. Se inclinó e introdujo su lengua lo más profundo que pudo, depositó una gran cantidad de saliva, y volvió a introducir su verga dejándome unos segundos sin respiración. Solté un visceral gemido y solo causó que sus embestidas se volvieran más intensas. Su pene bailaba en mi interior desacomodando mis órganos, y yo solo gemía de placer y de gusto, disfrutando como si el mundo se fuera a terminar.
Ariel no gemía, sino que gruñía como un animal en celo. Sus manos estaban en todas partes, y a pesar de la brutalidad con la que me cogía, de todas formas conseguía que sus caricias fueran delicadas y precisas. Cada toque y cada roce, provocaba que mi culo se entregara más a su disposición, ajustándose al tamaño de su verga y apretándolo con fuerza. En un arranque de violencia, Ariel tomó mis piernas y me giró completamente. Mi culo rotó en su pene pero no se salió, causando que todo mi interior sintiera un remolino de placeres. De frente, noté como su rostro se tensaba en una mueca de infinito placer, y como sus ojos me devoraban con la mirada. Su boca se abrió y se abrazó con la mía. Su lengua se metió hasta el fondo de mi garganta y sentí que me haría un lavado estomacal o una endoscopia de tan profundo que entró.
Pronto mi boca se encontraba con una mezcla de su saliva y la mía, y su lengua se paseaba dentro de ella, saboreando cada rincón. Cuando nos separamos, sus dedos comenzaron a jugar con mis tetillas y su boca decidió morderme la oreja y el cuello. En algún punto de este último, realizó una succión y sentí que sería mi fin. Empecé a contraerme sin control y mis ojos se fueron a blanco. Mi cadera se levantó y mi ano se cerró, mordiendo macabramente a su pene. Ariel se inclinó, tomó mi verga y comenzó a masturbarme con violencia. Sentí que me bañé en sudor en el momento que mi pija empezaba a vomitar semen con locura. No eran disparos, eran chorros…. Parecía que estuviese orinando el semen. Mis piernas se sacudían desesperadas, y mi ano sufría espasmos involuntarios.
Cuando terminé de correrme, Ariel se acercó a mi boca y dejó caer mi semen en mi boca. Sus ojos brillaban por el morbo de la situación, y cuando nuestros labios sellaron el contenido de nuestras bocas, noté que su verga comenzaba a llenarme de leche. Cada gruñido era acompañado por una embestida que hacía desplazar a la cama unos centímetros, golpeando la pared. Cuando acabó, cayó sobre mí y quedamos como muertos. Nuestros corazones palpitaban sin control y no me atrevía a mover ningún musculo por miedo a colapsar. Mi vientre quemaba, y sentía todo mi culo repleto de su leche. Cuando se levantó, su pene yacía entre sus piernas, totalmente desmayado y exhausto. Se acostó junto a mí y me abrazó por la cintura, quedándonos dormidos casi al instante.
Todo había sido genial, y aprovechábamos las instancias en que sus padres salían, para desatar nuestras pasiones. Me sentía como en un sueño, y todo giraba alrededor de Ariel. Estar con él era como una droga alucinógena, de la cual me estaba volviendo adicto. Un día mientras desayunaba con mi familia, llegó a mi oído algo que me devolvió a la realidad.
-Acuérdate de dejar las cosas ordenadas.- dijo mi papá.
-¿Para qué?-pregunté.
-Para que mañanas no tengas que hacerlo a última hora.
– ¿Mañana?-estaba confundido.
-Mañana nos vamos.- mis ojos se abrieron de par en par.- Ya lo habíamos hablado.
Y así fue como las vacaciones acabaron. La despedida fue muy triste y desesperante. Intercambiamos redes sociales con la esperanza de que algún día podríamos volver a reunirnos en estas mismas cabañas. Lo abracé con fuerza, esperando impregnarme de él, y me metí en el auto. Él se iría al día siguiente, por lo que cuando me alejé, lo vi allí de pie justo en el lugar donde nos despedimos, hasta que en una curva lo perdí de vista.
Me refugié en mis audífonos, aunque no escuchaba la música. En ese momento caí en cuenta que ni siquiera sabía de donde era. Todo había sido tan mágico, que nunca nos planteamos la despedida, cómo si las vacaciones duraran eternamente. Pero lo habían hecho. El lago se ocultó entre las montañas y recibí un mensaje de Ariel.
“¿Cómo va el viaje? ¿Ya llegaste?”
“Es extraño que esto esté pasando, pero entre más lejos estoy, se me hace más difícil cortar nuestra conexión. Y no, aun no llegamos, el viaje dura dos horas y media”-respondí.
“Entiendo cómo te sientes. Pero con la tecnología estaremos siempre en contacto, aunque no sea tan genial. ¿Y dónde vives?”- envió Ariel.
“En Temuco. Creo que lloraré cuando no te vea mañana por la mañana, o cuando me coma un chocolate. Y extrañaré nuestro bosque, aunque me llevé algunas flores y hojas para recordarlo.”
“¿En Temuco? ¿De verdad? Yo vivo en Lautaro.”- cuando envió eso, recuperé mi fe en Jebús. Solo nos separaban 30 minutos aprox. de viaje. Mi rostro se iluminó y lancé un grito de júbilo que todos oyeron.
-Me gusta esta canción.- dije intentando recomponerme.
Sonreí con ganas mientras miraba pasar los arboles entre la ventana. Fue imposible que mi sonrisa se volviera a borrar en todo el resto del viaje, y con Ariel, dudo que alguna vez se me vuelva a borrar. Las canciones que sonaban en mis audífonos tuvieron sentido, y en mi ensoñamiento, no oí el grito de mi familia cuando el camión se nos venía en frente, hasta que fue demasiado tarde. No es cierto. Es solo una mala broma.
Hasta siempre: Angel Matsson
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