Amor entre dos niños de 11 años (Parte 5)
El terremoto.
Era un viernes como otro cualquiera, mayo ya había empezado y nosotros estábamos en clase, hablando y riendo sin siquiera imaginar lo que se nos venía encima. Yo miraba hacia atrás para hablar.
-Hey Claudia ¿Que Pasa con las cajas?-
-Descuida, ya han salido del puerto-
-Menos mal, ya tenía ganas de deshacerme de ellas… ¿Como se te pudo ocurrir meterte en esos mundos?-
-Pagaban bien, eso era suficiente-
-ahora entiendo de dónde sacabas tantos zapatos- dijo Miguel
-Oye, tu tienes más zapatos que yo-
Ese comentario me hizo reír, me giré y me puse a escribir en mi libreta, pocos minutos después la profesora seguía sin aparecer, en clase la mayoría estaban hablando, el escándalo cuándo nos quedábamos sin supervisión era muy habitual.
Yo miraba hacia mi libreta, me di cuenta de que el agua de la pequeña botella que tenía encima de la mesa estaba moviéndose, estaba empezando, pronto todos notamos nuestras sillas y mesas temblando igual que todo el edificio, los gritos se mezclaban con el estruendo que causaba el suelo, las placas del techo caían sobre nosotros, recibí un fuerte golpe en la cabeza que me dejó inconsciente.
Abrí los ojos, estaba tirado en el suelo y la cabeza me dolía mucho, miré el reloj y me di cuenta de que aunque para mí solo habían pasado unos segundos en realidad habían sido casi dos horas, miré a mi alrededor y lo vi todo lleno de trozos de techo y cristales rotos, algunos de mis compañeros también estaban en el suelo, solo seis, entre ellos a Claudia. Me acerqué a ella, tenía el pelo lleno de sangre, estaba en muy mal estado pero afortunadamente tenía pulso así que hice lo que pude para despertarla, ella abrió lentamente los ojos saliendo de la entropía, me alegré de verla viva y la abracé, entre los dos revisamos al resto de nuestros compañeros del suelo, dos de ellos estaban muertos sin remedio y con gravísimas heridas, los otros tres igual de inconscientes que yo minutos antes, no podíamos hacer mucho más que dejarlos allí hasta que alguien pudiese rescatarlos, íbamos a irnos, pero antes cogimos nuestros móviles, inmediatamente marqué el número de Miguel, pero sonó en su mochila, al parecer se lo había dejado en clase, solo me queda esperar que estuviera bien.
-¿Qué ha podido hacer esto? No me acuerdo de nada- Dijo Claudia mientras se sentaba.
No había pensado en eso ya que yo también había perdido la memoria.
-Lo último que recuerdo es que estábamos en clase y…- Me asomé por la ventana y en la calle no vi más que coches parados, pero ninguna persona, también podía ver la ciudad, había muchos y fuertes incendios que provocaban grandes columnas de humo, el cielo se había teñido de un naranja aterrador, lo que una vez fue Valencia en ese momento era irreconocible.
-Dios ¿Es el fin del mundo? ¿El rapto?- Claudia se puso a mi lado.
-No lo sé, puede ser- mis ojos estaban llorosos, solo podía pensar en Miguel.
Salimos de clase, caminábamos por los pasillos vacíos, dentro de otras aulas no había nadie vivo, a paso rápido salimos del edificio, en el patio tampoco había personas, afortunadamente la puerta que daba a la calle estaba abierta así que pudimos salir del colegio, pero estábamos perdidos y confundidos y no sabíamos a dónde ir, me di cuenta de que encima de un coche había algo blanco enganchado siendo movido por el viento, me acerqué, tenía un mal presentimiento, era la chaqueta que llevaba Miguel esa mañana, tenía una etiqueta con su nombre y apellidos en el interior, estaba llena de sangre y me temía lo peor, empecé a llorar.
-Hey Dani, tranquilo, esto no tiene por qué…- Claudia intentaba calmarme, pero ella sabía tan bien como yo lo que esa chaqueta ensangrentada significaba.
-Claudia…- Yo no paraba de llorar, la idea de haber perdido a Miguel me destruía.
-Oye ¿Te acuerdas de ese parque en el que debíamos reunirnos en caso de emergencia? Seguro que Miguel estará allí.
-¿Tu… Tu crees…?- mi llanto se aminoraba.
-Si, venga vamos, que está a dos kilómetros, de todas formas es muy peligroso entrar en la ciudad ¿Has visto esos incendios? Seguro que Miguel ha pensado lo mismo y ha ido allí-
Claudia era la mejor tranquilizando a la gente, siempre conseguía reconfortarnos en estas situaciones.
Empezamos a caminar recorriendo las calles llenas de escombros, de vez en cuando encontrábamos a alguien desorientado, la atmósfera estaba cada vez más llena del humo de los incendios del centro y nos estaba empezando a costar ver a lo lejos, empecé a buscar información en internet con el móvil, la causa de todo esto había sido un terremoto de más de siete puntos que había afectado a toda la costa, era increíble que estuviésemos viviendo eso.
Llegamos al parque, vimos que algunos árboles habían caído, pero eso no nos cortó el paso. Llegamos a la plaza central, no había nadie.
-Miguel no está aquí-
-Tranquilo, le esperaremos-
Nos sentamos en un banco, pasaban los minutos, aproveché la espera para ordenar mis pensamientos, en lo que le diría a Miguel cuándo volviera a verle, en cómo decirle lo que sentía y sobre todo para autoconvencerme de que podría hacerlo.
Llevábamos casi tres horas allí y yo ya había perdido toda esperanza de que apareciese, pero al levantar la vista vi una silueta humana entre el humo y la niebla, la reconocí de inmediato, me levanté del banco y le vi viniendo hacia nosotros, era Miguel. El nos vio, empezó a correr hacia nosotros y yo hacia él, cuando nos encontramos a mitad del camino cogí sus manos, miré a sus preciosos ojos y le besé, no podía aguantarme más.
-Sabía que os encontraría aquí- Dijo sonriendo.
-Gracias, gracias por venir- yo estaba llorando de alegría, me fijé en sus brazos, estaban llenos de heridas.
-Dios ¿Qué te ha pasado?-
-Tranquilo… ¿esa es mi chaqueta?-
-¿Eh? Ah sí, la encontramos encima de un coche, está llena de sangre-
-Ya, tranquilo, no es mi sangre- él la cogió.
En ese momento entre el humo aparecieron un hombre y una mujer, eran agentes de la Guardia Civil, se acercaron a nosotros.
-Hey niños ¿Os habéis perdido?- la mujer parecía amable.
-S… si… no sabemos a dónde ir-
-Tranquilos, os llevaremos a un sitio seguro.
Ellos nos guiaron hasta su coche y nos llevaron hasta un campamento que se había montado para ayudar con las labores de atención primaria, allí curaron las heridas de Miguel y llamaron a nuestros padres.
Los días pasaron, estábamos vivos pero mucha gente no había tenido la misma suerte que nosotros, solo en Valencia hubo casi quinientos fallecidos y entre ellos dos de nuestros compañeros de clase, pusimos una rosa encima de cada una de sus mesas, una tarde mis padres me dejaron solo en casa y no volverían hasta el día siguiente así que llamé a Miguel porque no quería estar solo, cuándo él llegó subimos a mí dormitorio, empezamos a quitarnos la ropa mutuamente, juntamos nuestros cuerpos mientras no parábamos de besarnos, estábamos muy calientes, el me giró, me agarró la cabeza y empezó a metérmela con fuerza, dolía mucho pero me gustaba, la sacaba y la metía hasta el fondo, arremetía con fuerza, me invadía y yo me dejaba, gritábamos de placer, yo prácticamente le imploraba que no parase, y el no lo hacía, nos sentíamos, nos teníamos, llegamos al orgasmo al mismo tiempo, un orgasmo tan fuerte que resonó en toda la casa. Los dos nos vestimos y nos tumbamos en la cama, me quedé dormido.
Me desperté sobre las 21:00 de la noche, busqué a Miguel, estaba en el balcón de mi habitación contemplando el paisaje, me acerqué a él y me puse a su lado.
-Que bien, ya te has despertado-
-Si…- le miré a los ojos y me pareció el momento idóneo para decirle todo lo que había estado sintiendo por él durante más de un mes -Oye Miguel, hay algo que quería decirte…-
Muy buen relato, cuando lo continuas? ;-;
gran relato como sigue por faovr
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