Amor verdadero en la infancia.
Una ciudad idílica; lugar de esta obra, un amor verdadero y puro, alguien dedicado a impedir que florezca y una joya milenaria que marcará la diferencia..
Yo, un niño de 12 años, rubio y de ojos azules, blanco y de metro treinta.
Yo estaba tranquilo, sentado en mi despacho mirando hacia el mar y a la ciudad por la ventana, hacía bastante sol ya que el verano comenzaría en algunas semanas, Emma entró por la puerta con unos papeles en la mano.
-Hola Hugo ¿Qué alegría no? Ya solo queda una semana para la exposición internacional de joyería y moda, acuérdate de los últimos preparativos- Dijo con alegría.
-Si, todos los años nos trae muchos beneficios-
-Ah, por cierto, ha llegado esto para ti- ella me dió un sobre, noté que había un objeto dentro.
-Vale, lo abriré luego-
Supongo que os preguntaréis porqué un niño de doce años estaba en un despacho ocupándose de una exposición internacional, pero os contaré sobre nuestra organización luego.
Yo metí el sobre en mi bolso, me levanté de mi silla y salí de mi despacho, me había citado con Mateo. Cuando salí del edificio me subí al taxi y le di la dirección al conductor, empezó a conducir recorriendo las amplias avenidas y algunos de los monumentos de la ciudad, llegamos a un restaurante junto al mar en el paseo marítimo, entré y pude divisarlo sentado en una mesa de la terraza, me acerqué a él y le saludé.
-Hola Mateo-
El camarero se acercó y le pedí un té.
-Hola, ¿cómo estás? Tenía ganas de hablar contigo a solas-
-Yo también, he estado pensando en lo de la última vez…-
-Hugo ya lo hemos hablado, todavía tengo una cuenta pendiente, tengo que acabar mi historia con Javi antes de hacer público lo nuestro-
-Yo no aguanto más, no puedo seguir escondiendo nuestra relación-
El té llegó y bebí un poco.
-A mí tampoco me es fácil est…-
-Pues no lo parece- le interrumpí -la verdad se te ve muy cómodo con esto, parece que yo soy el único a quien le importa-
-Sabes perfectamente que eso no es así-
-Igual no tan perfectamente, perdón, tengo que ir al baño-
Me levanté algo fastidiado y me dirigí al baño, cuando llegué me di cuenta de lo desaliñado que estaba, saqué un peine de mi bolso y empecé a arreglarlo un poco, cuando acabé guardé el peine, en ese momento Mateo entró en el baño.
-¿Qué quieres? ¿No podías esperar en la mesa?-
-Pues no, no podía, no me gusta estar alejado de ti-
-¿Ahora me vienes con esas?-
Él me besó en la boca, sus labios eran muy suaves, empezó a pasar la lengua por mi cuello, mis brazos se movieron tirando mi bolso al suelo haciendo que algunos de los objetos salieran, pero en ese momento me parecía lo de menos, el se arrodilló y bajó mis pantalones cortos hasta mis rodillas y se metió todo mi pene en su boca, chupaba con la lengua mientras yo se la metía y la sacaba con moderada pero constante rapidez, con su mano agarraba la base de mi pene mientras con la otra agarraba mi culo, yo me puse a gemir en voz baja para no alertar a nadie, la excitación de hacer eso en un sitio público era insuperable, la sensación de que alguien pudiese entrar y vernos haciendo eso me ponía a mil, yo movía mi cintura metiendo y sacando cada vez más rápido mi pene en su boca, hasta que llegué a un indescriptible orgasmo, yo paré de moverme y me subí los pantalones, él se incorporó y me dió un pequeño beso en los labios.
-Te prometo que arreglaré lo de Javi pronto, no soporto verte triste-
En ese momento noté un pequeño resplandor proveniente del interior del sobre que me había dado Marta, que en ese momento estaba tirado en el suelo, no le di demasiada importancia, sólo recogí todo lo que se había quedado esparcido por el suelo del baño y lo volví a meter.
Mateo y yo salimos del restaurante, y antes de que yo me subiera al taxi nos despedimos con un abrazo, lo que hizo que las placas de la organización que llevábamos puestas chocasen. Yo me subí al taxi y le di la dirección de mi casa, en la zona más cara de la ciudad, mi amiga Laura, de la misma edad que yo, vivía conmigo, lo normal sería que los dos viviésemos con nuestros padres pero ellos murieron cuando nosotros dos éramos pequeños, por lo menos nos teníamos el uno al otro, cuando llegué ya eran las 15:30 del mediodía, el tiempo había pasado muy rápido con Mateo, crucé la puerta exterior y recorrí el bonito camino hacia la puerta principal.
-Ya estoy en casa Laura, ¿Qué te ha pasado? Hoy no has aparecido por la oficina-
En ese momento me sorprendí cuando un chico de unos 13 años bajó las escaleras con cara de cansancio y ropa algo arrugada.
-Hey tío ¿Cómo te va?- el se dirigió hacia la cocina.
Detrás de él bajaba Laura con el pelo desaliñado y una fina bata de seda, yo me acerqué a ella y le dije en voz baja.
-¿Quién es este?-
-Luis, creo… lo conocí anoche en…-
-Laura, te he dicho que no me gusta que me metas maromos aquí en casa, esto no es ningún motel-
-Ya, ya lo se, pero esque la suya estaba lejos y…-
-Hay dios-
Me dirigí hacia la cocina y me puse otro té, ya que no me pude terminar el que me había pedido en el restaurante, el supuesto Luis estaba comiéndose un bollo.
Mientras bebía el té saqué el sobre de mi bolso y lo abrí, dentro había un medallón grande y que parecía de calidad.
-¿Y eso?- Preguntó Laura.
-No se, Marta me dio el sobre esta mañana y mañana y me dijo que había llegado para mi-
-A ver- Luis se acercó. -Valla, rubí… talla pera y bastante grande por cierto, espinelas talla marquesa y perlas engastadas en plata. Esto no es de mercadillo precisamente, no se porque pero me parece haberlo visto antes-
-Cuánto sabes de joyas- dijo Laura sorprendida
-Si, soy joyero- Me di cuenta de que en su muñeca derecha sus venas tenían un azul intenso, eso significaba que igual que yo, había tomado la pastilla de la infancia eterna. El me devolvió el medallón, yo recordé el resplandor que salió del sobre en el baño del restaurante ¿Ese medallón lo había provocado? ¿Por que?.
-¿Entonces eres joyero? ¿Qué guay no?- dijo Laura.
-Si, me tomé la pastilla de la infancia eterna hace dos años, pero en realidad tengo 33-
-Yo estaba pensando en tomármela, pero no sé si me convence-
La pastilla de la infancia eterna es un fármaco que salió hace quince años y que te permite tener aspecto de niño para siempre, por supuesto no se había inventado la inmortalidad, la persona que se la tome morirá igual que el que no se la tome.
-¿Dices que lo has visto antes?- Pregunté yo intrigado.
-Si, pero no recuerdo dónde, tendré que revisar algunos papeles-
-Bueno, pues te damos nuestros números y ya nos llamarás cuando encuentres algo- propuso Laura.
-Si, me parece bien-
Después de un rato Luis se despidió de nosotros y se fue.
-La verdad es que tú medallón es bonito-
-Si… la verdad es que sí-
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!