Andrei el rumano.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por chichos91.
Después de llevar 6 meses fuera de mi ciudad (La Coruña), por fin volvía a estar de nuevo en mi querida Coruña.
Llevaba 5 días de vacaciones ya que había desembarcado el martes a las 9 de la noche, y no volvería a embarcar hasta al menos finales de mayo o primeros de junio; más o menos teníamos 45 días de vacaciones; ese día Era domingo y después de haber estado paseando, haber ido al cine, ahora tenía intención de ir a tomar algo, y luego tratar de buscar algún ligue que me follara y aplacara la calentura que mi culito ya empezaba a tener.
Pero la verdad es que ese día de abril, no estaba el día para muchos paseos; por momentos caían unas trombas de agua y granizo, que hacían del día infernal; vamos que era un día para estar en casa y no salir.
Después de tomar unos tragos y ver el poco ambiente que había, decidí por irme para casa.
De camino a ella, cambié de opinión, encaminándome hacia el bingo de 4 caminos, de paso que jugaba unos cartones, comería algo; me estaba apeteciendo unos champiñones al ajillo, sabía que allí los preparaban cómo a mí me gustaban.
Con las bromas ya me habían dado las 3 de la madrugada, y cómo ese día no tenía suerte en el juego, decidí marcharme.
Cuando iba saliendo del bingo, iba pensando que desafortunado en el juego, afortunado en amores.
Así que haber si ahora al menos no llovía, y podría dar una vuelta por los jardines del centro de la ciudad, donde suele haber hombres para ligar.
Pero mi gozo en un pozo, al salir por la puerta del bingo, estaba volviendo a empezar a llover, y la pinta que tenía, era de que en cualquier momento iba caer una buena tormenta de agua.
Parado a la puerta del bingo, me subí la cremallera de la cazadora que llevaba, y subiéndome el cuello de esta, cogí dirección a mi casa.
Solo tenía que cruzar los jardines que hay en la plaza, cruzar por debajo del viaducto, subir pegado al costado de la iglesia de San Pedro de Mezonzo, y a unos 400 metros llegaría a casa.
Y si no iba por el costado de la iglesia, subiría hacia los nuevos juzgados, e iría por allí, ya que más o menos la distancia era la misma; todo iba depender de si empezaba a llover con más fuerza, o aguantaba un poco y me daba tiempo a llegar.
Cuando estaba llegando al viaducto, empezó a caer agua a mares, así que justo debajo del viaducto me paré disponiéndome a esperar haber si paraba un poco.
Pero aquello más que amainar y dar una tregua para poder seguir, estaba aumentando la virulencia con la que caía la lluvia.
Me sacudí el agua que me había caído, disponiéndome a esperar allí debajo del viaducto resguardado del diluvio que estaba cayendo, a ver si aquella tormenta daba una tregua, o al menos aflojaba algo.
Debajo del viaducto, había vehículos aparcados, ya que la gente aprovechaba ese espacio cómo parquin.
Se notaba también que había coches abandonados y que en algunos los usaban los vagabundos para dormir en ellos.
Yo me encontraba justo enfrente a la calle que iba por el lateral izquierdo de la iglesia, y justo a mi lado estaba una de las enormes columnas que soportan el viaducto.
Allí pegado había un monovolumen, no parecía estar abandonado, ni estaba en mal estado, lo que sí me fijé es que los cristales de las ventanillas y parabrisas estaban tapados por cartones.
Después de sacudirme el agua que me había caído hasta llegar allí, saqué el paquete de tabaco del bolsillo, saqué un cigarrillo llevándolo a la boca, busqué el encendedor en el bolsillo encendiendo el cigarro que había sacado.
Nada más terminar de encender el cigarro y soltar una bocanada de humo, se abrió la puerta del monovolumen, saliendo un hombre joven del mismo; poco más mayor que yo era aquel joven; me dio las buenas noches, y me dijo si le podía dar fuego.
Busqué el mechero en el bolsillo y se lo di en la mano.
Se giró hacia el vehículo y echando la mano dentro sacó un paquete de tabaco, cogió un cigarro encendiéndolo con el mechero que le había dado.
Estiró la mano para devolverme el mechero, dándome las gracias.
Me dijo que no podía fumar, porque, aunque tenía tabaco, se había quedado sin fuego, y tal y cómo estaba la noche, no pasaba nadie a quien pedirle fuego.
Gracias a que yo me había parado allí, y él al escuchar el ruido de la tormenta, miró hacia fuera y me vio a mi encender el cigarrillo.
Volví a coger el mechero, y le dije que podía quedárselo, ya que yo tenía otro, y no me hacía falta.
Alargó su mano cogiendo el mechero que le daba, dándome las gracias de nuevo.
¿Cómo te llamas? Me preguntó.
Dani, le contesté.
¿Eres de aquí, Dani?
Sí, le dije.
Es que estás muy moreno, y no me lo parecía.
Claro que el que no soy de aquí soy yo, por cierto, que yo te pregunté cómo te llamabas, pero yo no me presenté.
Me llamo Andrei y soy rumano, me dijo extendiéndome la mano.
Vaya manera de llover, dijo él.
¿Aquí siempre llueve así, Dani?
Hombre siempre siempre, no, le contesté, pero sí es normal que por estas fechas caigan estos chaparrones.
Claro que solo llevo 5 días, pues llevo 6 meses fuera de casa, pero sí es normal que caigan estos chaparrones.
¿Trabajas fuera? Me pregunto.
Si, ando embarcado en buques congeladores, y solemos echar 6 meses fuera de casa, le contesté.
Pues cómo te dije, yo soy rumano, y he venido a ver si tengo suerte y encuentro algún trabajo.
Pero de momento no he tenido suerte, gracias a que el sacerdote de esa iglesia que hay ahí; me dijo señalando a la iglesia; que me está ayudando.
Me da unos tiques con los que puedo ir a comer a un sitio que le dicen cocina económica, y además de darme de comer, me puedo duchar, asear y lavar la ropa.
También me ayuda dándome algo para que compre de comer, y algunas cosas que me hacen falta.
Dormir lo hago en el vehículo, ya que fui una noche a un refugio que me dijo el cura, pero no me gustó el ambiente que había, así que prefiero dormir en el vehículo.
¡Bufff! Mira cómo llueve ahora, parece un diluvio, decía Andrei.
Si, parece que voy a tener para rato, lloviendo así mejor quedarse aquí a resguardo.
Está lloviendo a mares.
Andrei, abrió la puerta del monovolumen, a la vez que me decía que esperara un momento.
Entró en él, y al momento salía con 2 botes de cerveza.
Toma, es lo que te puedo ofrecer, me dijo.
Tu me regalaste el mechero, yo te invito a una cerveza.
Vamos para dentro del vehículo, dijo Andrei, así podemos estar sentados, y no pasaremos tanto frio.
Abrió la puerta entrando primero Andrei, dejando la puerta abierta para que yo entrara.
Retiró unas cosas que tenía en el asiento, echándolas para el asiento delantero.
En la parte de atrás, había cómo una especie de cama; seguro que era donde dormía Andrei.
Nos sentamos y mientras bebíamos la cerveza y fumábamos el cigarrillo, estuvimos hablando, a la espera de que parara de llover, o al menos amainara un poco, y me pudiera marchar.
Me preguntaba cómo era la vida en el mar; a él se le hacía muy duro estar durante 6 meses dentro de un barco sin tocar tierra.
Después de un buen rato hablando, y por efecto de la cerveza, yo tenía que salir a mear, así que le dije a Andrei, que me perdonara, pero que me estaba meando, y que tenía que salir a mear.
Salí y fui a mear pegado a la enorme columna que soportaba aquel viaducto.
Bajé la cremallera y saqué la polla poniéndome a mear.
Cuando estaba empezando a mear, salió Andrei, diciendo que él también tenía que hacerlo.
Se puso a mi izquierda, y después de abrir su pantalón, sacó una tremenda polla, la cual empezó a mear.
Yo había quedado mirando para aquella verga que había sacado el rumano Andrei.
Se había sacado hasta los huevos, y en aquel momento me vino al recuerdo la polla que había visto a un hombre cuando contaba yo 14 años, y había entrado a unos aseos públicos a mear.
Había quedado tan estupefacto al ver aquella verga que tuve que meterme en el retrete que había, y encerrarme para poder mear.
Y es que el viejo aquel me estaba enseñando aquel vergón y huevos que a mí se me hicieron enormes, comparados a mi polla que al lado de aquel monstruo parecía una miniatura.
Aquella visión, me quedó grabada en el cerebro.
Pues en ese momento, al verle la polla al rumano, me vino al recuerdo aquella anécdota.
Andrei se dio de cuenta cómo me quedaba mirando para su herramienta, y cómo poco a poco mi polla se iba poniendo dura.
Noté cómo me cogía la mano izquierda, y sin dejar de mear se arrimó más a mí, diciéndome si me gustaba, a la vez que llevaba mi mano hacia su verga.
Cógela si quieres me dijo, poniendo mi mano sobre su polla.
Yo cómo si estuviera en trance, cogí la polla de Andrei, empezando a acariciarla.
Le acariciaba los tremendos huevos que tenía.
Cuando me di cuenta, Andrei ya había dejado de mear, se había pegado más a mí, me había rodeado con su brazo derecho, llevando su mano izquierda a mi polla, empezando a acariciármela.
Te gusta, me susurro al oído, mientras con su mano derecha me sobaba el culo y con su mano izquierda me iba descapullando suavemente mi polla.
Mordió mi nuca y luego el lóbulo de la oreja, mientras me susurraba, estás muy bueno, me gustas mucho Dani.
Ven, me dijo tirando por mí, hacia el monovolumen.
Nos subimos de nuevo al vehículo, y así cómo estábamos nos sentamos.
Yo acariciando su polla y tremendos huevos, sin poder despegar los ojos de aquella verga que me tenía hipnotizado, y él acariciando a la vez que descapullaba suavemente mi polla.
Me sacó la cazadora mientras yo seguía en trance, luego fue desabrochándome el cinturón, siguió con mi camisa.
Después de sacarme la camisa, me hizo levantar, tirando por mis pantalones y slip para abajo.
Luego me sacó los zapatos y terminó por sacarme el pantalón y slip.
Se puso de pie y mientras mordía mis pezones, se fue bajando su pantalón y bóxer hasta quitárselos por completo, luego se quitó la sudadera y camiseta que llevaba, y una vez desnudos por completo ambos, me abrazó empezando a morderme el cuello hasta que fue llegando a mi boca, morderme los labios, lamerlos y poco a poco ir pasando su lengua por ellos, hasta que la introdujo en mi boca.
Yo jadeaba y suspiraba mientras seguía agarrado a su polla acariciándola, cómo si fuese un sonámbulo que no quiere despertar de aquel sueño.
Seguía con mi vista en aquella polla, la veía hinchada y enrojecida, con unos huevos enormes.
Andrei, después de ponerme caliente a más no poder y hacerme temblar de placer y dejarme los labios hinchados y rojos por la excitación, y morreo que me había dado, me fue bajando hasta llevar mi boca a su polla, para poco a poco irla introduciendo en ella.
Abrí la boca, y después de lamer el precumen que se le asomaba, empecé a saborear su glande, meter la lengua por la piel del prepucio, hasta hacerlo jadear de gusto.
¡Ohhh! Dani, que gusto, ¡ohhh ohhh ohhh! Dani, gemía mientras sujetaba mi cabeza y enredaba sus dedos en mi pelo.
Yo seguía chupando la polla de Andrei, y a la vez acariciaba aquellos huevos con mi mano.
Seguía cómo en trance, admirando aquellos huevos y polla.
Andrei, me pidió que parara, ya que sino se iba venir en mi boca; cosa que en aquellos momentos no me importaba nada; pero poco a poco me fue apartando, para colocarme sentado en el asiento, levantarme las piernas, y llevar su boca a mi polla.
¡Ohhh! Suspiré al notar su húmeda boca en mi polla, ¡ohhh ohhh ohhh! Volví a gemir cuando pasó su lengua por el escroto y perineo, haciéndome que cogiera con mis manos su pelo, y no dejara de gemir por tanto placer que estaba sintiendo cómo lamía aquella parte de mi cuerpo.
¡ohhh! ¡ohhh! ¡ooohhh que gusto! Gritaba y gemía mientras me iba retorciendo de placer al notar su lengua lamerme aquella parte de mi cuerpo.
Siguió lamiendo luego mi esfínter, hasta que lo dejó tan sensible, que le pedía que parara y metiera su polla en mi culo.
¡ohhh! Andrei, dame polla por favor, ¡ohhh ohhh ohhh! Dame por el culo que no aguanto más.
Andrei cogiéndome por la mano, me llevó a la parte de atrás, y haciéndome tumbar boca arriba sobre la cama que allí tenía, me levantó las piernas hasta que mis rodillas las puso sobre mi pecho, quedando mi hoyito a su entera disposición.
Pasó sus manos por debajo de las corvas de mis rodillas, y sujetándose en mis hombros, arrimó la cabeza de su polla a mi esfínter, presionó un poco, y cuando mi esfínter empezaba a ceder, dio un empujón con su pelvis, clavándome toda su virilidad en mis entrañas, ¡ohhh! ¡ohhh! ¡ohhh ohhh ohhh! Gemí al notar su polla dentro de mí.
¡Ahhh! ¡ahhh ahhh ahhh! Que gusto, ay que gusto Dani.
Que culo calentito y suave tienes, me decía mientras empezaba a taladrarme el culo con su gran verga.
Andrei sudaba y no paraba de culearme mientras yo no paraba de gemir y me aferraba con mis manos a su espalda, mordía su hombro y intentaba alcanzar su boca para morder sus labios.
Solo se escuchaba la lluvia caer, nuestros gemidos, y el plof, plof plof plof de su polla entrando en mi culo.
Notaba cómo sus huevos y pelvis pegaban en mi culo al entrar su polla, llegar a lo más profundo de mi ano rozándome la próstata, haciéndome gemir y llorar por el placer que me estaba dando.
Mi polla no paraba de soltar gotas de semen, y aquel plof plof, que a veces parecía cambiar a chof chof chof, me estaba volviendo loco de placer, no pudiendo parar de gemir y llorar en un continuo lamento de tanto gusto que estaba sintiendo.
¡Ohhh! Dani, me corro, me corro, empezó a jadear Andrei, y meterme su polla más a fondo, ¡ohhh! ¡ohhh ohhh ohhh! Gritó Andrei, soltando su semen dentro de mi culo.
Mientras terminaba de eyacular dentro mía, llevó su boca a la mía, mordiéndome los labios.
Cuando terminó de derramar todo su semen dentro de mí, fue poniéndose de rodillas dejando que mis piernas volviesen a su posición normal.
Luego se tumbó a mi lado, y agarrando mi polla con su mano, fue pajeándome hasta que empecé a correrme abrazándome a él, mientras gemía y me retorcía de placer.
Seguimos así abrazados un buen rato, dándonos besos y mordiscos en los labios y cuello, hasta que volvimos a empalmarnos.
Le pedí que me dejara montarlo a horcajadas, pero me hizo levantar y se sentó en el asiento, y allí me subí a horcajadas volviendo a ser empalado por la verga del rumano Andrei.
Mientras cabalgaba sobre la polla de Andrei, no dejaba de gritar y gemir, mordiendo su boca, cuello y hombro, hasta que, a causa del roce de mi polla con su cuerpo, empecé a correrme sobre su vientre y pecho.
¡Ohhh! ¡ohhh ohhh ohhh! Me corro, me, me corro, gemía mientras eyaculaba y era follado por la polla de Andrei.
No tardó mucho en volverme a llenar el culo de leche la hermosa tranca del rumano Andrei que tan rica follada me estaba dando aquella noche.
¡Ohhh! Dani, ¡ohhh ohhh ohhh! Me corro, me corro, gritaba mientras me volvía llenar el culo con su semen.
Quedamos unos minutos así abrazados hasta que nos fuimos recuperando y recuperamos el aliento.
Una vez repuestos, nos limpiamos con una toalla que tenía Andrei, luego nos vestimos, y después de fumar y beber otras cervezas, salimos del vehículo, y cómo apenas llovía, me despedí de él.
Ya casi empezaba a amanecer, y además de estar agotado, llevaba el culo bien abierto y repleto de leche.
Al final el refrán de desafortunado en el juego afortunado en amores, aquel día se había cumplido, e iba para mi casa muy satisfecho y feliz.
Llevaba el culito bien abierto, bien follado y preñadito de semen por aquella polla que me había hipnotizado nada más verla.
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