Argos
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por max544.
Hola amigos, esto me sucedió a los 18 años, siempre me gustaron las mujeres, me excitan demasiado, pero a esa edad, yo aún no debutaba, aunque no soy un tipo feo, a esa edad no tenía suerte, y reconozco que mi debilidad era la paja, me mataba masturbándome, era un pajero compulsivo, a esa edad y con tanto masaje en la pija, ya la tenia de 18 cms, pero aún no probaba el hecho de estar con una mujer. Ni pagando.
Me masturbaba de muchas maneras, era muy excitante para mi, darme placer, pensando en chicas del colegio o viendo revistas porno.
Durante un año me quedaba en casa de mi abuela, en la ciudad, pues yo trabajaba y estudiaba, algo muy agotador, pero siempre tenía tiempo para dedicarle a mi Manuela, siempre en la noche, cuando mi abuela, que vivía sola, se dormía en la otra habitación. Era una casa grande con gran patio y un lindo jardín.
Ella tenía un perro, un pastor belga negro muy fornido, bien cuidado y desarrollado.
Argos, siempre andaba por toda la casa, pues era muy inquieto y cariñoso con todos. A mí se me había cruzado muchas veces la idea de probar con el perro de mi abuela, pero lo veía muy grandote y me inspiraba desconfianza.
Una noche mientras mirábamos televisión con mi abuela, Argos, me olía la entrepierna, y mi abuela sonriendo, me decía que él era un perro muy pervertido, que tuviera cuidado. Yo lo tomé a risas a eso, pero Argos se había puesto pesado esa noche, no se alejaba de mi silla, aunque mi abuela lo corría afuera, él no parecía tener intenciones de marcharse.
Me comían la cabeza las fantasías más sucias con el perro, y despedí a mi abuela que ya se dormía sentada, yo le dije que también me iba a acostar, fui al baño me lavé los dientes y entré a mi habitación, me había olvidado de Argos. Yo siempre dejaba la puerta entreabierta, mientras que el perro dormía en el living, sobre el sillón. Me quité la ropa, quedé en calzoncillos, y me di cuenta que me faltaba una zapatilla, pensé que el perro me la había sacado para jugar, y busqué debajo de la cama, inclinándome lo más que pude, para alcanzarla, pues estaba muy al rincón, debajo de donde yo dormía.
De repente, siento una cosquilla en mi ano y me volteé de inmediato para ver: era Argos, lamiéndome el culo!. Sin pensarlo dos veces, me fui hasta la habitación de la abuela para comprobar que ella estuviera dormida. En efecto, ella roncaba como un tronco. Entonces, volví a donde estaba y Argos que me había seguido, entró conmigo, cerré la puerta con llave y me quité el calzoncillo. Le dije: -En qué estábamos?.
Me puse en cuatro y le ofrecí con gusto mi cola, bien parada, y él pasó su extensa lengua por mi dilatado ano. –Mmm, que pervertido sos, le dije, que más querés hacer?.
El perro me seguía lamiendo y gemía.
Comencé a pajearlo con suavidad, y el perro accedía a mis caricias. Me escupí la verga y se la dí, él lamía y yo me retorcía de placer.
Me senté en la cama y comencé a pajearme, y Argos intentaba montar mi pierna. Habia quedado caliente con la paja que le hice.
Me llené la pija de saliva, dejándola correr hasta mis bolas, y me recosté en la cama, invitando al perrito a que siguiera recorriendo mi sexo con su húmeda lengua, haciéndome explotar, calentándome más.
Me limpió todo y yo me puse debajo de él, boca arriba, justo debajo de su pija, yo no estaba seguro de dejarme montar por él, pues aún no me inspiraba confianza, así es que opté por pajearme con él. Le saqué toda su enorme verga fuera y dejé que me acabara en mi pecho, al tiempo que me salía mi leche también. Dejé que el animal volviera en sí, luego de su acabada, y lo dejé lamerme la pija, hasta la última gota.
Luego, lo dejé salir, me duché y dormí como un bebé.
Al final, ambos nos sacamos las ganas esa noche, pero no fue la ultima tampoco, claro que no!.
Resultó ser un pervertido, como decía la abuela, pero buen amante.
Hasta la próxima amigos!
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