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Gays, Infidelidad

Arroz con leche.

Un hombre tailandés se libera del yugo tras años de reprimir su orientación sexual, conocer a su maestro, un canadiense bisexual y ambos tienen un primer encuentro algo intenso..
Primero que nada, este no es mi primer historia, tengo otra cuenta, el usuario de Dan Carrera, como perdí acceso porque olvide la contraseña y el correo que use para crearla, decidí hacer otra.

Soy un escritor frustrado que encuentra en el erotismo y degenere una forma de rozar mi sueño no cumplido.

Por lo anterior, agradezco mucho si me regalas una calificación y un comentario, primero leerlos y contestar todos.

Asi, sin más preámbulo, pasemos a la historia, ¡Espero la disfrutes!

Arroz con leche.

 

Vivir en una aldea de un país asiático en vías de desarrollo es duro, migrar a una ciudad pequeña de un país desarrollado donde no conoces a nadie y apenas dominas el idioma lo es más.

Dao y Chai son una pareja joven recién migrados de Tailandia a Canadá, su matrimonio fue arreglado, su migración un intento desesperado por ambas familias para salir del agujero donde viven dónde lidiar con traficantes, turismo sexual y un gobierno abusivo e irresponsable, amén de corrupto, es su pan de cada día.

Sus padres unieron esfuerzos y se esforzaron en emparejarlos desde que eran muy niños, la pareja aceptó su destino a muy temprana edad y han compartido todo, incluida cama, desde muy jóvenes.

Dao es una chica de 23 años, esbelta, senos pequeñitos, trasero estrecho, redondo y bien definido, mide escasos 1.50, parte genética, parte desnutrición, apenas si hablaba inglés cuando llegó al país, Chai es un chico de 24 años, al igual que Dao, tiene un cuerpo esbelto, mide 1.65, musculatura delicada y un culito que si lo ves de espalda lo confundes con mujer, a diferencia de Dao, su inglés eraas fluido.

Juntos emigraron a Kingston para integrarse en trabajos culinarios, al inicio les costó adaptarse a su nuevo ritmo de vida, pero con esfuerzo y sacrificio ya dominan completamente el estilo de vida canadiense.

Owen es un hombre franco canadiense de 30 años, soltero, fornido, masculino, 1.80 de estatura y bisexual, dueño de un impresionante pene, 18 de largo y 16 de circunferencia, no es el pene más grande del mundo, pero comparado con los 11 centímetros de largo y 8 de circunferencia de Chai, es, sencillamente, un monstruo que se dedica a la construcción.

Los tres viven en Kingston, Canadá, a unos 8 kilómetros de distancia, nunca se han visto, ignoran su existencia mutuamente, pero eso pronto cambiará.

El restaurante donde la pareja labora está expandiendo y abrieron una nueva sucursal en el otro extremo de la ciudad, se abrió una nueva vacante como cocinero de línea y la pareja está siendo considerada para el puesto, tristemente, solo uno de los dos podrá tomar la vacante.

La pareja llegó a la conclusión de que Dao debería tomar el puesto, el restaurante está relativamente más cerca de casa permitiendo a la joven mujer descansar más, además de considerar que Chai tendrá nuevas oportunidades más adelante.

El nuevo puesto implica más responsabilidad y un horario diferente implicando que su horario se recorrió, siguen siendo 8 horas, pero ahora hay un espacio de 2 horas entre ellos, considerando el tiempo que le toma a Chai llegar a casa, él tendrá poco más de una hora de soledad en casa.

Esa hora libre en la que se supone que estaría en casa descansando, esperando que llegue su esposa para cocinar juntos, en realidad fue usada para explorar algo que desde siempre ha agitado su interior y resulta más evidente desde que llegaron a Canadá.

Chai es homosexual de closet, lo sabe desde que tiene 7 años, lo descubrió cuando vio a sus padres tener sexo en la cocina de su casa. El capullo quedó obsesionado al ver a su madre chupar la polla de su padre con vehemencia, salivo imaginando la sensación de tener un pene en la boca, fantaseaba con tomar el lugar de su padre y mamar vergas hasta que derramen el sagrado néctar creador de vida en su boca y beberlo.

Presionado por su familia y la familia de Dao no tuvo más opción que reprimir sus sentimientos y cumplir con el rol que se esperaba de él. Con esa hora libre, la libertad de no tener a las familias cerca y sin la supervisión de Dao, el varón dejaba pasar el tiempo reuniendo el valor para visitar ese nuevo club gay del que tantas bromas había escuchado entre sus compañeros, el primero en Kingston.

Un mes después de que Dao tomara su posición como cocinera de línea, Chai logró reunir el valor de visitar la noche es negra. Vestido como un caballero, Chai abandonó su identidad y se adentra en un mundo desconocido para él que le dará un nuevo significado a su existencia.

Mientras Dao cocina platillos de excelente calidad y exquisita presentación, su esposo baila con desconocidos captando la atención de un hombre blanco que responde al nombre de Owen, sentado en el fondo del lugar, alejado de la música, resguardado por la discreción que proporciona la oscuridad disfruta una cerveza lamiéndose los labios.

La mirada del masculino hombre se centra en el exquisito trasero de Chai, sin saberlo los movimientos al compás de la música excitan a un hombre que aguarda paciente como animal acechando a su presa por el momento correcto.

Libre de prejuicios como nunca en su vida Chai respira agitado bebiendo su tercer mojito, regula su respiración sentado solo en la barra donde el bartender le sonríe y guiña el ojo sonrojando al “masculino” hombre asiático. En un intento de ocultar su vergüenza se giró no sin antes devolver el gesto con una sonrisa.

Ese era el momento, Owen bebió su cerveza de un trago, se levantó de su silla y avanzó con paso firme a su presa, un hermoso hombre asiático de musculatura esbelta, sudado y lo suficientemente suelto por el alcohol para dejarse llevar por la afilada y muy bien versada lengua del masculino hombre caucásico que le endulzó el oído en minutos.

“¿Cómo demonios pasó esto? ¿Cómo diablos llegué hasta aquí? ¡Esto no debería estar pasando!” Pensaba Chai mientras le comían el cuello, orejas y boca a besos. Sus piernas le tiemblan, la diminuta erección no se nota bajo el pantalón, gemía como otras veces lo había hecho Dao, como había escuchado a su madre, el preseminal mojaba su truza, todo en conjunto era señal inequívoca que le gustaba lo que le hacían.

Owen saboreaba la piel amarilla de su presa, metía sus manos bajo las desordenadas prendas apretando con fuerza las firmes nalgas que tenía a su alcance, pellizca con maestría los pezones, el tamaño de su mano le permite abarcar por completo casi cualquier zona erógena del delicado cuerpo que tiene a su disposición, particularmente el diminuto pene y testículos.

El mareo terminó, la fantasía acabó, en unos momentos dejará de ser producto de su imaginación y será su nueva realidad. Owen ejerce presión en los hombros que sujeta con firmeza, incrédulo a lo que sucede Chai se deja hacer doblando sus rodillas hasta hincarse frente al hombre que acaba de conocer y aún no sabe su nombre.

Doblegado por la curiosidad y el deseo sigue las instrucciones, nervioso suelta la hebilla del cinto, las manos le sudan mientras desabrocha el botón del pantalón, tiembla al sentir un pedazo de carne palpitar debajo la mezclilla, baja torpemente el cierre cayendo la prenda hasta las rodillas por efecto de la gravedad.

Lo único que hay entre la barra de carne y su rostro es la fina tela de algodón, puede sentir como irradia calor, paralizado por la emoción se queda con la mirada fija en el miembro que se marca pujante, saliva con recuerdos de su infancia donde imaginaba ser su madre chupando el pene de su padre, un peque no es ni de cerca tan grande como el que tiene a escasos centímetros.

Owen lo hizo espabilar tomándolo de sus manos guiando su camino para que le bajara la trusa liberando la bestia que brincó como resorte golpeando la cara de Chai. El masculino chico asiático no esperaba algo de semejantes dimensiones, una verga enorme sin duda, perfectamente cilíndrica, con un radio parejo desde la base hasta la punta, lleno de venas, carnoso, jugoso, coronado con un magnífico glande.

A diferencia de su pene o el de su padre, que tienen su miembro ligeramente más oscuro que su tono de piel, el titán frente a él era rojo intenso. Owen levantó un poco su camisa liberando parte de su abdomen mostrando orgullosamente su piel blanca como la leche, mientras el tono de piel de Chai recordaba el amarillento color del arroz de su tierra.

Owen esperaba una mamada, pero por más que esperaba no llegaba, Chai contempla estupefacto totalmente hipnotizado el falo que tenía frente a él, Owen no quiere esperar mucho así qué sujetó la cabeza del chico y lo guió hacia la punta de su verga.

El pobre Chai cerró con fuerza sus labios en un acto reflejo, como resistiendo, luchando contra su más puro instinto. A Owen no le costó mucho trabajo ganar la batalla, apenas el jugoso glande mojó los labios de Chai, el pequeño grano de arroz abrió la boca permitiendo acceder la punta hasta el frenillo.

Owen comenzó a perder la paciencia, él realmente esperaba algo de acción rápida en el callejón detrás del bar, confundido por el actuar de su nuevo amante comenzó a hacer preguntas incómodas que el asiático contestaba con la cabeza.

Al tener el glande en su boca tallaba el frenillo con su lengua dándole increíble para placer a Owen, entre pregunta y pregunta, meneó la cabeza arriba y abajo o hacia los lados, acercandose poco a poco a la verdad, tenía en sus manos arrodillado frente a él a un hermoso chico asiático con facciones delicadas en su primer encuentro homosexual.

En ese momento el caucásico se obsesionó completamente con su pequeña puta asiática, liberó su pene de la pequeña boca, se inclinó para besarlo apasionadamente y susurrar en su oído “¡Yo seré tu maestro!” capturando con una sola frase el corazón de Chai.

En el callejón trasero del recién aperturado bar gay “la noche es oscura”, Chai, un tailandés de 24 años aprende a dar una buena mamada guiado por un hombre caucásico de 30 años que sujeta su cabeza por ambos lados con sus fuertes manos.

Owen gime extasiado, Chai tiene talento natural para eso, cierra sus ojos recordando todos sus momentos en que fantaseaba tener un pene dentro de su boca, aplica todas esas técnicas imaginarias que se inventó, degusta la verga atrapada en su boca como si fuera un platillo gourmet.

Frota su lengua por todo el falo, frenillo, glande, va más allá y con una mano palpa los pesados testículos, todo el miedo inicial desapareció, se entrega a sus fantasías y más salvajes deseos presa de la emoción de hacerlo por primera vez y en público cobijado por el anonimato del callejón.

Se siente afortunado de tener ese enorme pene para él, sigue las instrucciones de su maestro e intenta meterse todo lo que puede en la boca causando arcadas, sonidos guturales, cantidades abrumadoras de saliva, un rítmico vaivén de la cabeza, todo eso y 8 minutos después, el pequeño grano de arroz es bendecido en su primera felación con una copiosa cantidad de semen que inunda su boca tomándolo por sorpresa.

Fiel a sus fantasías de niño aguanta las arcadas, permite que sus cachetes inflen más allá de lo permitido, siente en su lengua, boca y garganta por primera vez el sabor del semen, ese líquido blanco que por algún extraña razón en todo el planeta parecen confundirlo con leche.

Arroz con leche, en eso piensa Chai recibiendo los últimos chorros de semen en su boca, no deja escapar ni una sola gota animado por los gemidos de placer de Owen.

Hablando de Owen no permite que el chico se pare la boca de su pene en ningún momento forzando/obligando a su nuevo amante recibir toda la descarga directa de la botella.

Chai sabe qué hacer debe tragarse toda la leche, es su recompensa, la prueba de que todo lo que sintió y reprimió durante años era real, es homosexual, o tal vez debería decir bisexual.

En esos minutos en que saborea el espeso esperma en su boca piensa en su esposa, piensa en Dao, todos los años de convivir juntos, crecer juntos y tener todas sus primeras experiencias juntos desarrollaron un profundo amor por la chica ahora mujer.

Cuando está con ella realmente disfruta hacer el amor, lamentablemente ella nunca podrá darle lo que Owen le está dando en este momento, es consciente que ella jamás lo entendería, a partir de este momento por muy libre que se sienta este será su más grande secreto.

Hincado frente a su maestro con la boca abierta Chai le permite a Owen jugar el semen capturado con sus dedos, por momentos siente que se ahoga, por momentos siente una necesidad extrema de tragarlos. Obediente a su maestro aguarda pacientemente disfrutando de este perverso juego en el que su “macho” bate su semen como si fueran huevos revueltos.

Cuando por fin recibe el permiso para beberlo, Chai tragó en pequeñas proporciones ese néctar sintiendo y disfrutando cómo se deslizaba lentamente hacia su estómago saciando todos esos años de sed.

Cuando terminó Owen le ordenó limpiar el pene exigiendo que no dejara ni un solo rastro de semen o saliva, Chai obedeció encantado, volteé a ver con sus delicados ojos a su nuevo dueño, sonríe disfrutando la labor que le acaban de imponer.

Ya vestidos, Chai está recargado contra la pared, Owen tiene sus dos brazos estirados con las palmas en el muro como arrinconando a su pequeña presa, ambos sonríen y conversan entre besos, acuerdan cuándo será su siguiente encuentro, Chai es muy claro y le advierte que su esposa no puede enterarse, Owen sonríe transmitiendo tranquilidad, asegurando que harán todo lo posible porque eso no suceda.

Arroz con leche, esas son las palabras clave para confirmar si es posible verse.

Intercambiaron números telefónicos y se despidieron con un apasionado beso, Owen camina satisfecho y con los testículos semi vacíos, quiere más pero sabe que debe de ser paciente con su putia primeriza. Chai se apresura pues debe llegar antes que su esposa a casa, lavarse los dientes, si es posible darse un baño y fingir que nada ha pasado.

Ninguno de los dos sabe que su relación pasará a ser un triángulo amoroso en donde Owen será el más beneficiado.

 

30 Lecturas/15 mayo, 2025/0 Comentarios/por RelatistaDan
Etiquetas: baño, bisexual, gay, madre, padre, recuerdos, semen, sexo
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