Así empezó todo – Parte 1ª
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por cokcrin.
Así empezó todo.
Hola me llamo Javier, los acontecimientos que voy a narrar pasaron a principios de los años 70, ya suponéis que no habían teléfonos móviles, ni internet y en el tema de sexo vivíamos en un oscurantismo total, sobre todo los pequeños, en esa época yo tenía 12 años.
Siempre he sido un niño protegido por mi familia y muy estudioso, tanto que pasé de parvulitos a 2º de primaria, saltándome el 1er. curso, esa ventaja la conservé hasta acabar mis estudios universitarios. Todo en mi vida se desarrollaba de forma normal hasta que llegué a 6º de Primaria. Allí coincidí con un grupo de repetidores, eran 3 chicos: José había repetido 2 cursos en su, aún corta, etapa escolar por lo que tenía en ese curso 15 años. También tenía 15 Álvaro y 14 Robert. No sentábamos en los primeros pupitres, yo por ser estudioso y ellos porque todo lo que explicaba el profesor ya lo tenían oído y lo sabían del curso anterior.
Con ellos empecé a descubrir el mundo el sexo, su lenguaje ere muy distinto al mío, algunas veces soez. Hablaban de: tías, de tetas, de coños, de pollas, de cojones, me contaron lo que era hacerse pajas, fueron los primeros en explicarme que por mi pito salía una sustancia que se llamaba “leche” y que si la dejabas en un coño, la tía acababa preñada.
Una vez Álvaro trajo al cole una revista porno para enseñarla a sus amigos, yo también quise verla pero no me dejaban, al final aceptaron con la condición que yo les pasara los apuntes de clase y les ayudara con sus trabajos y presentaciones. Esa vez fue la primera que vi, aunque en papel, como era una tía desnuda y lo grandes que podían ser las pollas de los tíos. Lógicamente no tuvieron bastante con ver la revista y quedaron al salir de clase en ir a una estación de trenes de mercancías abandonada, que quedaba cerca de la escuela para hacerse una paja. Yo les pedí que me dejaran ir y al final, después de mucho rogar, logré convencerlos. Cuando fueron las 17h., al salir de clase en vez de irnos a casa, pasamos por la estación y logramos entrar en un vagón abandonado que tenía los cierres rotos.
Allí José, Álvaro y Robert se abrieron las braguetas y sacando sus pollas se pusieron a ver la revista, yo estaba muy cortado, nunca me había desnudado delante de nadie y ellos se reían de mí vergüenza, al final empezaron a hacerse la paja, fue José quien tuvo la idea de que me acercara y quedara de rodillas delante ellos para que viera como se la hacían, yo estaba como hipnotizado delante de mis compañeros, todos mayores que yo, pero diferentes en complexión. Robert era el más pequeño de los 3 y eso se notaba, su cuerpo era el más menudo, media 1,65m y su polla la más pequeña, aún así le media 15 cm, lo sé porque esa tarde me hicieron medirles con mi regla de cálculo sus pollas, una vez que estuvieran bien duras. Luego estaba José, más acuerpado y con una verga mayor 17cm y finalmente Álvaro, que la sus 15 años era el más desarrollado de los tres, ya que practicaba mucho deporte. Era el más alto de todos, media 1,75m y era el más robusto, su cuerpo ya marcaba los músculos, su pecho estaba definido, su vientre lucía los famosos abdominales, sus brazos y piernas era peludos y tenía buenos bíceps, también su polla era la más grande, media 18cm y era la más gorda. Lógicamente pasó lo que tenía que pasar, se corrieron los tres y como yo estaba delante de ellos acabé recibiendo su lefa. Robert me machó el pantalón, José el suéter y Álvaro me alcanzó en plena cara y en mi pelo, su lefa era la más consistente, la más caliente y abundante, la más olorosa, casi podía comparase con las corridas los actores porno que salían en la revista.
La verdad de los tres el que más me gustaba era Álvaro, aunque yo no tenía definida aún ninguna condición sexual, simplemente las niñas no me atraían lo suficiente, aunque me gustaban y esos compañeros eran lo más desinhibido que hasta entonces conocía. Ese día marcó un cambio en mi relación ellos. Solía compartir mi pupitre con Álvaro y siempre estaba pendiente de lo que pudiera necesitar, incluso si se quedaba con hambre en el recreo le ofrecía parte de mi bocadillo. Álvaro cogió confianza conmigo y al llegar a clase me revisaba la cartera a ver que traía para almorzar y si le gustaba el mismo se cortaba su trozo, una vez incluso lo compartió con José, dejándome a mí sin almuerzo. A mí no me importaba ese comportamiento, incluso creo que interiormente me satisfacía que Álvaro fuese tan… descarado conmigo.
En esa época yo llevaba pantalón corto y mis compañeros solían llevar tejanos, pero al entrar la primavera, por el calor, volvían a vestir de corto. A finales de abril llegó el calor y Álvaro vino a clase con su pantalón corto y su polo, se veía muy guapo. Tan alto y tan fuerte, con vellos en sus brazos y piernas. Por casualidad nos rozamos las piernas, las mías eran lampiñas y me causó una sensación de gusto que antes no había sentido. Desde ese momento yo procuraba rozarme con él casualmente, aunque él se dio cuenta de mis acciones y su actitud hacia mí fue cambiando. Cuando salíamos al patio, jugábamos a nuestros deportes preferidos y luego almorzábamos, bueno Álvaro siempre, yo lo que me dejaba. También me mandada a la fuente para llenarle su botella de agua, cosa que desde luego siempre hacía.
Por unos días la fuente del patio se estropeó y teníamos que llenar las cantimploras en los aseos. Y una de las veces que iba al aseo a llenarle su agua me acompañó, pues tenía ganas de mear. Ya había sonado la bocina indicando que el recreo se había terminado y yo me apresuraba para volver a clase, pero él me dice que no tenía ningunas ganas de volver y aguantar el rollo de la pesada de la profesora, que se iba saltar la clase y que yo me quedara para hacerle compañía. Yo le pregunté, donde nos esconderemos para que no nos vean y me dijo que allí en ese aseo no iría nadie y teníamos una hora hasta la siguiente clase, que era gimnasia.
Yo nunca había escapado de ninguna clase y me parecía algo muy peligroso, pero Álvaro me tranquilizó y me dijo que íbamos a fumarnos un cigarrillo para relajarnos. Sacó un cigarrillo liado a mano y encendió el pitillo, le dio una calada y me lo pasó, me dijo: fuma!
Era mi primera vez y empecé a toser, el se reía y me decía que eso pasaba por que no había cogido suficiente humo, que lo íbamos a repetir otra vez. Lo repetimos y volví a toser, pensé eso de fumar no estaba hecho para mí. Me hizo repetir las caladas varias veces más y yo siempre acababa tosiendo y empezaba a sentirme raro. Se lo dije y me contestó que eso era por el humo. Ya quedaba poco del cigarrillo y me dijo que lo íbamos a hacer por última vez de otra manera, él daría la calada y me pasaría el humo y así ya no tosería, que me acercara y cuando él diera la calada que abriera los labios para que me pasase el humo, y así lo hicimos. Dio una gran calada, lanzó la pava al wáter y me hizo un gesto para que me acercara, lógicamente lo hice abriendo los labios, el acerco su boca a la mía, juntando nuestros labios y empezó a exhalar el humo en mi boca, pero para que no me separase, una de sus manos oprimía mi occipital fuertemente.
Pasó el humo, su lengua, su saliva y no me soltaba. Álvaro me estaba dando un morreo en toda regla, mi cuerpo estaba pegado al suyo. Caminó nos pasos que yo reculé, quedando pegada mi espalda a la pared, no había separación alguna y notaba el calor que su cuerpo emitía, la otra mano me sujetó del culo y me pegó más a él, notaba algo duro entre nosotros, enseguida pensé en la revista que habíamos visto un tiempo antes y en que eso que notaba era su polla. Ya se la había visto y sabía que era grande y gruesa, pero nunca la había sentido pegada a mi cuerpo, a través de la tela de nuestros pantalones notaba su calor y su dureza.
Álvaro me estuvo morreando por un tiempo, más de un minuto, que se me hizo eterno. Me excitó notarlo pegado a mí, me gustaba lo que su lengua hacia en mi boca, me notaba flotar y dejaba que me hiciera lo que le diera la gana. Cuando se separó de mí me miraba a los ojos, con morbo y yo lo miraba también. Mi boca seguía abierta con ganas de más, un hilillo de saliva escapaba por la comisura de mis labios. Sus manos acariciaron mi cabello, me dijo veo que te gusta, y fue bajando sus manos hasta que llegó a mi pecho y capturó mis pezones, eso fue como si un calambrazo me sacudiera todo el cuerpo, gemí levemente.
El siguió pellizcándome los pezones y me decía: veo que va a tener razón José y es verdad que tenemos una putita en el grupo. Yo estaba muerto de vergüenza por lo que me decía, pero me encantaba verlo sonreír mientras trabaja mis pezones, volvió a pegarse a mí y acercó de nuevo sus labios, ese nuevo morreo no sé donde me trasportaba. Tenía la cabeza embotada y mucho calor, mi cuerpo se incendiaba al contacto del suyo. Una de sus manos siguió en mis pezones, la otra bajó por mi espalda, se metió dentro del pantalón y comenzó a tocarme el culo. Primero encima de mi slip, pero casi enseguida se volvió más atrevida y entró en contacto con mis nalgas, eso hacía que nuestros cuerpos estuviesen pegados. Es más, me apretaba contra su fornido cuerpo, sus dedos se paseaban por mi raja, tocando mi ano, de pronto la sacó, casi me separo para protestar pero la llevo a mi boca e hizo que mojase sus dedos con mi saliva, que parte era suya por el largo morreo. Me metió todos los dedos en la boca, abriéndola un poco y me mandó un escupitajo para acabar de mojarlos, después volvió a morrearme y su mano volvió a mi culo, esta vez sus dedos buscaban mi ano, y allí empezó a jugar, presionándolo, intentando entrar.
Nunca me habían tocado allí, me parecía algo sucio pero no podía resistirme. A poco notaba como mi ano iba cediendo y su dedo entraba un poco, hasta la falange. Empezó a moverlo, me sentía raro pero no me atrevía a decirle nada, a poco esa sensación empezó a cambiar y fue más placentera. Noté que era yo el que lo morreaba con más ganas. El separó un poco su cabeza, su cuerpo continuaba pegado al mío, transmitiéndome ese calor que tanto me estaba gustando, sus labios estaban casi junto a los míos, lo vi sonreír, muy bajito me decía: -así putita, ábrete, verás que gusto te va a dar, te vamos a descubrir un mundo que ni te imaginas. Mi boca entreabierta pedía más, el pasaba su lengua por mis labios, por mis orejas, empezó a mordisquear mi cuello… por Dios que gusto. Mientras su dedo iba entrando lentamente, lo movía en círculos como si quisiera agrandar el agujero de mi ano. Finalmente su dedo entró todo en mi culo, empezó a sacarlo y a meterlo, mientras me iba morreando, pellizcando mis pezones y haciéndome un sinfín de cosas que me estaban gustando cantidad.
Yo respiraba entrecortadamente y es cuando sentí que intentaba meterme un segundo dedo, no me resistí. Le miré a los ojos, vi su hermosa cara, transformada, ahora entiendo la expresión cara de vicio. Sus ojos brillaban, estaba consiguiendo vencer todas mis reservas y que me entregara a él. El seguía susurrando, me llamaba “putita”. Me decía que lo íbamos a pasar muy bien, que tenía que entrenarme para que hiciera lo que él me mandase, sin rechistar. No sé porque, pero esas palabras me encendían, estaba sembrando a mis 12 años el germen de la sumisión. Con su juego de besos, la torsión de pezones a la que me sometía, sus dedos trabajando mi ano y sobre todo sus palabras, hacían que tuviese mi pollita bien dura, nunca la había tenido así.
Fue en ese momento que su mano salió de mi ano y me cogió del cuello, presionando hacia abajo, yo fui bajando pasando mi cara por su cuerpo hasta quedar detenida frente al impresionante bulto que marcaba la tela de sus pantalones. Entonces volvió a hablarme, en ese tono bajo que estaba empleando todo el tiempo. Ni se me ocurrió protestar cuando dijo: Ahora vas a sacarme la polla, vas a abrir la boca de putilla mamona que tienes y me la vas chupar. Yo nunca había mamado una verga, la verdad me daba un poco de asco meterme en la boca esa cosa por la que salía el pipi. Pero como podía desobedecerlo si yo no tenía voluntad para escapar de esa situación? Despasé su cinturón, le abrí la bragueta bajando un poco sus pantalones, y cubierta por la tela de su slip abanderado blanco vi como se marcaba la forma de su polla. Ya sabía que era grande desde que se hizo una paja delante mismo de mi cara junto a sus amigos, pero en ese momento me pareció aún mayor. Puso su mano en mi cabeza y me la acercó a su bulto caliente. Huelo -me dijo. Al aspirar, el aroma de una verga de un machito de 15 años con sus hormonas en ebullición llenó mis fosas nasales. Olía a polla pero no me desagradó, sin que mediaran más palabras, saqué la lengua y sobre la misma tela la fui pasando mojando toda la forma que su polla dibujaba. Bien putita, así se hace. Ya veo que no hace falta que te diga que has de hacer, sigue lamiendo pero bájame los slips que quiero sentir tu lengua en mi pollón, te lo vas tragar todo y te va a gustar. Desde hoy vas a querer verga todos los días y te voy a contentar, porque yo soy un macho con necesidades. Sus palabras casi estaban fuera de lugar, solo tenía 15 años aunque bastante desarrollado, creo que todo eso lo fue aprendiendo viendo revistas, a mi hasta ese momento no se me había pasado por la cabeza.
Cuando bajé la tela de su slip una polla de 18cm saltó delante de mis ojos, estaba ya dura y de su punta comenzaba a salir un liquido trasparente. Comparada con ese pollón, mi verga de 10cm casi resultaba insignificante, yo tenía un pene infantil y él una polla de adulto. Saqué la lengua y la pasé por su capullo, lamiendo esa gotita que después supe que era precum. Me gustó, todo lo que hacía en esa mañana me gustaba, aunque me diera vergüenza admitirlo y en mi interior sabía que si se enteraban los mayores acabaría castigado. Las manos de Álvaro fueron a parar a mis orejas y empezó a marcar el ritmo de la mamada, cada vez más rápido y cada vez su pollón entraba más en mi boca. Llegaba hasta mi campanilla y quedaba fuera algo así como la mitad. Con ese ritmo me costaba respirar y a veces me entraban ganas de vomitar, pero Álvaro seguía apretando. Te la vas a tragar toda putita, te voy a enseñar a tragar polla – decía. No sé cómo pasó pero en una de sus metidas su capullo se incrustó en mi tráquea y comenzó a dilatarla. Álvaro siguió forzando con sus metidas, yo me ahogaba, lagrimeaba y empecé a producir una espesa baba que salía de mi boca y empapaba su polla y sus cojones. Eso es –decía- ya lo haces como en la revista, mira si eres puta que en el primer día de prácticas de mamada estas aprobando todo el curso, no en vano eres un buen alumno, te gustan todas las asignaturas, aunque no estén en el programa. Eso que me decía a mí me ponía mas arrecho, necesitaba su aprobación, esforzarme en darle gusto. Era el chaval más guapo de la clase y estaba dedicándome su tiempo y yo tenía que complacerlo.
Estuvo un buen rato metiendo y sacando su pollón de mi boca, a veces hasta sentir sus pelos del pubis en mi cara, otras solo metía el capullo y me hacia jugar con mi lengua, luego hacía que le lamiera los cojones. No sé cuanto rato llevaba arrodillado delante de su polla, cuando poniendo sus manos en mi cabeza apretó fuerte y la volvió a clavar. Una vez dentro la dejo quieta, su polla temblaba en mi garganta y el respiraba muy fuerte, intuí que estaba a punto de correrse. No había acabado de pensarlo cuando noté un fuerte chorro de lefa entrando en mi garganta, directo se fue al estomago, luego otro y otro, la sacó un poco dejando su capullo en mi boca y salieron dos chorros más. Su lefa era espesa y caliente. Quiero ver como la paladeas, enséñamela y luego te la tragas, me dijo. Eso fue lo que hice, de rodillas delante de Álvaro, abrí mi boca y sacando un poco la lengua le enseñe los restos de su corrida, luego cerré los labios, tragué y volví a abrir para que viera que lo había obedecido.
En eso estábamos cuando oímos la sirena que anunciaba el cambio de clases, rápido se subió el pantalón y me dijo vamos que ahora tenemos gimnasia y no quiero perdérmela. Llegamos al vestuario para cambiarnos con nuestro equipo de deporte, pantalón corto azul y camiseta amarilla con letras azules, indicando nuestro colegio. Ese día tocaba correr y ejercicios de aparatos en el patio, yo no tenía fuerzas y Álvaro tampoco lo hizo tan bien como en otras ocasiones. El resultado es que el profesor nos castigó a recoger todos los aparatos al final la clase por el poco interés que, según él, habíamos mostrado en su clase, pero la verdad es que yo no podía. Pasó esa hora, que era la última clase de la mañana, todos se fueron a las duchas y a casa porque esa tarde no había clases por una reunión de no sé que en el claustro de profesores. Nosotros dos recogimos los aparatos: el potro, el plinto, las colchonetas y cuando entramos en el vestuario, los dos bien sudados, nuestros compañeros ya marchaban. Nos desnudamos y fuimos a la ducha, el agua tibia era una bendición, como la disfrutaba. Observé que Álvaro estaba muy pendiente de los ruidos y cuando no se oyó a nadie en un rato, me dijo: Putilla, acércate que te voy a enseñar la segunda lección. No me gustaba que me llamara así, mi nombre es Javi y se lo dije. Él me contestó: en clase serás Javi pero en privado eres mi puta y te llamo como me sale de la polla. Si te digo puta vienes, si te llamo perra te jodes y vienes también, te ha quedado claro… puta! Si Álvaro, fue todo lo que llegué a contestarle.
Ahora vas a ser una perra y te quiero en mi ducha sin rechistar, me hizo un gesto con los dedos de su mano extendida, como llamando a un animal. Di el primer paso y me gritó -Que haces estúpida, te he dicho que eres una perra y que yo sepa las perras caminan a 4 patas. Muerto de vergüenza me arrodillo, menos mal que no había nadie en el vestuario, y me acerqué a su ducha. Eso está mejor –dijo- Que no tenga que repetírtelo otra vez o te parto los piños de una hostia, lo entiendes perra! Si -le contesté. No había acabado de decirlo cuando noté su mano en mi cara Zass!! Me acababa de pegar un tortazo. Desde cuando las perras hablan? No es que mediera muy fuerte, pero como no lo esperaba el impacto fue mayor. Ahora quiero que acerques tu hocico a mi verga y la pongas dura. Ya sabía como las gastaba, ningún chaval se atrevía a chistarle y sabia lo que tenía que hacer, porque hacía una hora que se la había mamado, así que me apliqué. Me metí su pollón en la boca y empecé a chupársela: suave, fuerte, solo el capullo, toda dentro, alternando todas las posiciones, el se estiró sobre mi cuerpo y su mano alcanzó mi culo, volví a sentir sus dedos en mi ano, abriéndolo.
Cuando la tuvo bien dura, me dijo: ahora vamos por la segunda clase del día. Vamos a ver como mi pollón entra en tu coñito de atrás y se deslecha, es igual que si me hicieras una paja, pero en vez de usar tu hocico vamos a usar tu coñito. Eso me puso nervioso, era imposible que ese pollón tan grande y gordo entrara en mi culito, o coñito como él decía. Apunto bien, empezó a apretar, pero claro yo tenía razón y eso no entraba de ninguna manera. Se levantó cogió un poco de gel y empezó a meter otra vez sus dedos. El primero tengo que reconocer que me dio gusto, en el segundo ya me quejaba, pero cuando intento meter el tercer dedo quise separarme. Me pasó un brazo por la cintura, agarrándome y me dijo que ni se me ocurriera moverme, que él estaba caliente y me iba a follar, me gustara o no.
Con el gel los dedos consiguieron entrar, empezó a mover sus 3 dedos agrandándome el coñito, cuando los pudo mover de forma más holgada, volvió a poner la polla y apretar, con esfuerzo el capullo entró. Bien –dijo- si te entra el capullo te va a entrar el resto. Eso dolía como si me metieran un hierro al rojo, yo me quejaba le pedía clemencia, que parase pero él estaba muy caliente y no me hizo el menor caso. La verdad es que no me la llegó a meter toda, creo que solo metió la mitad de su pollón y entonces empezó a moverse, adelante y atrás, estaba tan caliente que a los 10 minutos ya se había corrido. Sentí su cuerpo sobre el mío, que quedó cubierto, descansó un poco y su polla fue perdiendo volumen hasta salir sola de mi culo, me dolía cantidad. Nos duchamos sin hablar, mi culo estaba terriblemente abierto y noté una cierta coloración rosa en el agua que corría por mis piernas. Nos vestimos en silencio y marchamos del vestuario, me costaba caminar con normalidad. Antes de pasar la puerta me dijo: De esto ni una palabra a nadie, lo tienes claro Javi! Si -le dije.
Al salir a la calle, vimos que José nos esperaba, se acercó a saludar a Álvaro y le dijo que tenía que comentarle unos temas. Yo me despedí de Álvaro y José, dejándolos solos y marché a hacia mi casa. Había dado solo dos pasos cuando oigo que José me dice: Nos vemos mañana… perra!
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