ASÍ SE DA
Juanito tomó aire a la espera del momento en que debía empujar para que el glande de su tío entrara más rápido..
JUANITO
Juanito estaba contrariado porque su abuelo no le dejaba salir a la calle. Él no notaba el calor del sol y no entendía porque tenía que quedarse en casa.
Sin muchas ganas siguió a su tío a la habitación siguiendo las ordenes de su abuelo. Juanito, a sus 10, años ya sabía que pasaba por las noches con su tío. Rápidamente se quitó la ropa y se metió en su cama cubriéndose con las sábanas, aprovechando la poca luz que entraba por la puerta. Su tío mantenía las ventanas cerradas a cal y canto en el verano. La habitación se oscureció después de que su tío cerrara también la puerta.
Juanito estaba pensando que podría estar jugando con sus amiguitos en la plaza del pueblo cuando notó como las sábanas se abrían y como la cama se movía por el peso del adulto. Tomó realmente conciencia de lo que pasaría cuando la mano de su tío bajó sus calzoncillos. Notó como se depositaba la saliva de su tío en la entrada de su cuevita e instintivamente se agarró a la almohada y apretó los dientes.
Juanito tomó aire a la espera del momento en que debía empujar su culo hacia atrás para que el glande de su tío atravesara el anillo de su ojete cuanto antes y así acortar el dolor que sentía al recibir la considerable polla.
Su tío nunca se planteó que su polla pudiera seguir lastimando a su sobrinito ya que el niño había dejado de sangrar como al principio. Aunque seguía costándole un poco metérsela, el niño se adaptaba bastante rápidamente al tamaño del miembro invasor e incluso llegaba a relajarse durante un tiempo. Su tío hacía oídos sordos cuando el niño le decía que ya bastaba, pensaba que era cuestión de tiempo que el niño se acostumbrara a aguantar obediente el tiempo necesario.
Así que cuando empujo su polla contra el ojete y notó la rigidez del niño, le recordó que no hiciera ruido. La saliva sirvió de lubricante para entrar y las paredes del interior del niño obraron la magia que hacía que el adulto olvidara cualquier atisbo de culpabilidad. Empezó a meter y sacar la polla con tranquilidad, le gustaba disfrutar de la sensación de menos a más. Era un hombre que supo aprovechar el regalo que le dio la vida, disfrutar cuando quisiera del culito de un sobrinito sumiso y obediente.
Jaime, así se llamaba el tío de Juanito, contaba con 35 años y se podía contar con los dedos de una mano las veces que había follado con su única novia hasta el momento . Era un hombre tosco, trabajador, un tanto desgarbado y poco dado a las palabras. Así que cuando una noche su sobrino de apenas 8 años le tocó la polla, dejó que una cosa llevara a la otra. Ciego por la lujuria de gozar como pocas veces pudo hacerlo, dejó que el niño chupara cuanto quisiera su polla. El placer que sentía no le permitía preguntarse ¿cómo? ¿quién?… El niño sabía chupar bien y ya dejaba que una mano guiara el ritmo apropiado. Si Jaime hubiera mantenido al niño mamando hubiera descubierto aquella noche que su sobrino ya se tragaba la leche.
El va i ven pausado había sumido al hombre en su propio placer y al niño en la repetición mental de una canción infantil… De repente se escuchó bajito:
-Ya basta tío.
La petición del niño no fue escuchada, ni siquiera oída. Jaime había aprendido a apreciar cada momento del placer, ya que era realista y no sabía cuánto tiempo seguiría su buena suerte.
-Tío, ya basta.
-Shhhhhhh
-Es que ya me duela
-Espera un momento
-Me duele
-Cállate y no seas egoísta. Tengo que terminar.
Juanito se sintió culpable y recordó a su padre decirle que tenía que ser bueno repetidamente mientras le sujeta de las caderas.
Juanito dejó que su tío siguiera ensanchando su dilatado ojete hasta tal punto que permitió que la polla de su tío entrara más, más, más de lo que había entrado hasta entonces.
Flash!!! Jaime sintió un nuevo nivel de placer. Tapó la boca del niño i se entregó a él. Su polla entera entraba sin ninguna oposición. La rápida fricción electrizaba a Jaime. ¿Cómo detenerse? Solamente hay una manera, darle bien al niño hasta correrse.
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