Ass hunter 1: bien de familia
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por juanitocaminador.
Sí, debuté con mi primo, como muchos de ustedes, nada original, verdad? A los 11, pero antes de eso hubo años de juegos sexuales, de desnudos, de caricias en las nalgas.
No, no se hagan el bocho, no fue pedofilia, los primeros toqueteos, mucho más que toqueteos, cogidas sin penetrar, fueron antes que yo cumpliera 6 años, pero el toqueteador, mi primo Juan, tampoco llegaba a 6.
Pendejos precoces los dos.
Tampoco fue incesto, hay que ser demasiado mojigato, por no decir pelotudo, para pensar que el sexo con los primos y primas es incesto.
Mi precocidad, mi sexo pediátrico digamos, no se limitaba a Juan, también mi primo Víctor, y el hermano de mi primo Víctor y mi primo Quique me regalaron sus culitos (en esa época, para ser sincero, también sus pijas).
La ventaja de la familia grande que vive medio amontonada.
Así que como ven, la homosexualidad, en mi caso, es un bien de familia.
Y mi prima Ana? No, jamás se me ocurrió cogerla, las conchas me dan asquito, aunque la verdad, tiene un culazo increíble la petisa.
Pobre petisa!, aún siendo mujer, no pudo salvarse del destino de mi familia, eligió el novio justo, y unos tres o cuatro años después que se casó, me comencé a coger a su marido, Ernesto, en su misma cama, mientras ella laburaba.
Ernesto fue el único tipo que me levantó, me invitó a la casa a tomar mate, empezó una charla hot, la llevó al sexo anal y en 5 minutos llegó hasta a ofrecerme guita para que lo cogiera.
Ahí por fin entendí porqué el tipo, siendo varios años más grande que yo, siempre fue tan buena onda conmigo y por qué yo sentía una sensación rara, como de incomodidad, cuando estaba a solas con él, claro!, las feromonas de puto se nos entrecruzaban!, él me estaba deseando y yo incoscientemente estaba recibiendo su deseo.
Para colmar su destino de familia, su hijo mayor, Ernestito, que ahora anda por los 20, digamos una especie de sobrino mío, es tan afeminado que se le huele el puto a dos cuadras.
A Ernestito no me lo cojo, no me gustan tan afeminados.
Ahora que a su hermanito.
, bueno esa es otra historia.
Mi prima terminó descubriendo los gustos de su marido por culpa del celular, tenés que ser demasiado boludo para guardar una foto tuya mamando embelezado una pija, y Ernesto había guardado unas cuantas.
Se separaron.
Por suerte ya hacía como un año que no me lo cogía.
Pero volvamos a mi primo Juan, mi debut y mi gran amigo sexual de la infancia y adolescencia, a los 11 nos desvirgamos juntos, me dolió por los dos lados, casi lloro cuando me rompió la telita, y por dos días me quedó la pija ardiendo cuando me llevé para siempre la virgindad de su culito.
Pero a la semana repetimos, y seguimos repitiendo, aprendimos a chuparnos las pijas, bebimos nuestro semen, nos cogimos y nos recogimos.
Con la adolescencia fuimos cambiando, yo me fui haciendo más activo y Juan más pasivo, al final ya casi nunca me penetraba, sólo se masturbaba apenas un poco después que yo se la sacaba del culo y en seguida acababa, en mi boca, siempre.
Ése era nuestro pacto: mi leche siempre en su culo y la suya en mi boca.
Su culito es lo más bello que he cogido en mi vida, blanquísimo, pequeñito, sin el menor atisbo de vello, los dos pocitos más lindos que puedan existir, y un lunarcito chiquito en la parte alta de la nalga derecha.
Se lo besaba, se lo mordía, se lo lamía, chupaba su esfinter hasta dejarlo más blando que las conchas que no conozco.
Después de coger me gustaba quedarme dormido sobre sus redondas y perfectas nalguitas.
A Juan le encantaba que yo adorara su culito, tal vez esa adoración que yo tenía por sus nalgas ayudó mucho a definir nuestros roles y soy en buena medida responsable que mi primo Juan sea 100% pasivo.
Dejamos de ser sólo primos con derechos para sentirnos más íntimos, pasamos a ser amantes, novios, pareja, lo que se les ocurra.
Cogíamos en mi casa, en la suya, o por ahí.
Mi vieja es ama de casa, así que coger en mi casa era difícil, nos ocultábamos en un desván que queda al fondo, bien alejado de la casa principal y ahí nos dábamos a morir.
Mi tía, en cambio, laburaba, entonces las más bellas culiadas de mi vida han sido en su cama, además allí Juan era diferente, en la cama de la madre tal vez se sentía seguro, no sé, porque en el desván o entre los yuyos era tenso, sólo dejaba caer su ropa y apenas gemía mientras yo por detrás lo penetraba sin piedad, en cambio en la cama de su madre se desnudaba completo y me pedía que hiciera lo mismo, le gustaba acostarse de espaldas y rodearme con sus piernas, mientras yo le comía la boca y nuestras pijas se besaban una vez tras otra.
La suerte nos acompañó, porque en bolas y en el dormitorio de la madre, si mi tia regresaba no teníamos escapatoria, se moría de un infarto la vieja.
Una tarde de verano, apenas después de almorzar, como muchas otras veces, Juan me vino a buscar.
Me miró con esa expresión que yo conocía tan bien, y me dijo "vamos a mi casa?" Su vieja iba a salir con una amigas después del trabajo y volvería muy tarde, entonces teníamos para nosotros muchas horas de estar juntos y para mi mucho tiempo para admirar y gozar del más delicioso culito que tuve en mi vida.
La cama de la madre estaba destendida, sus sábanas blancas arrugadas y el cobertor en los pies.
Me puse en bolas de inmediato, él no.
Antes que lo atacara, Juan me dijo "esperame un poquito".
Salió por la puerta que daba al patio y se metió en el baño.
Regresó en 5 minutos.
Al verlo no pude menos que exclamar "Wow".
Le había afanado la bikini a Ana, ésa que se ataba con dos lazos por los costados, ésa que los dos le admirábamos en la playa y que mientras recostados en la arena mirábamos a la prima común jugando al voley, hacían que yo le susurrara al oído:
-Mmm, primo, con el orto que tenés, no sabés lo bien que te quedaría esa bikini-
Juan se se reía y sin dejar de mirar el meneo de la bikini llena del culo de la prima, me contestaba
-Andaaa, no digas boludeces, Lucas, yo no tengo tanto culo como Ana-
-Pero lo tenés mil veces más lindo, además con los lacitos de los costados, te la ajusto-
Juan se ponía colorado, pero sonreía orgulloso.
-Si, claro!, a que si Ana te da el culo a mi no me cogés más-
Me reí de buena gana.
No tenía idea, pero sospechaba que si la veía a Ana desnuda, la pija no se me iba a parar ni planchándola con apresto.
-No te pongas celosa, que vos sabés que no te cambio por nada-
-No estoy celosa, porque no soy mina, estoy celoso-
-Puta che, te digo que tenés mejor culo que Ana y te enojás?
-Si, pero no le sacás los ojos del orto.
-Y qué querés, que te lo mire a vos acá en la playa?, animate!, bajate el short y te lo chupo.
-No, porque me lo vas a llenar de arena.
Y ahí estaba Juan, en el marco de la puerta, con todo el sol que venía del patio y con la bikini puesta.
El corpiño tapaba sus pechitos lisos y la bombachita se esforzaba por contener su pija semi-erecta y sus apreciables bolas, los dos lacitos de costado colgaban con dos moños hechos a la perfección.
Giró y me mostró su espalda, me dejó con la boca abierta, sus hoyitos justo por arriba de la tela que estaba tensa sobre las nalgas de mis sueños, embelleciendo hasta ese culito que era lo más bello que un hombre pudiera tener, no le quedaba como a Ana, le quedaba mil veces mejor!
-Cómo la conseguiste?-
-Jeje, esta mañana fui a la casa de la tía y nos pusimos a mirar fotos de las vacaciones.
Cuando la vi a Ana con la bikini, me dieron ganas de darte el gusto.
Aproveché cuando la tia fue a descolgar la ropa de la azotea, entré a la pieza de Ana, le abrí el cajón de las bombachas, se la afané y me la escondí adentro del slip, por las dudas.
Te gusta?
-Me muero!, a ver, caminá un poquito.
Juan comenzó a caminar alrededor de la cama, con toda la sensualidad y los meneos de cola que un bellísimo adolescente gay que se sabe deseado puede sacar de dentro.
Su culito perfecto, adornado por la bikini de colores vivos, mostrando la blanquísima piel de su cadera por los costados era como para que mis ojos saltaran de las órbitas.
Lo miraba sentado en el medio de la cama, con las piernas cruzadas, se me hacía agua la boca de sólo verlo.
Salté de la cama, lo abracé y comenzamos a besarnos, mis manos bajaron de inmediato a sus nalgas y acariciaron la lycra que cubría sus delicadas redondeces.
Mi pija le mojaba la panza, la suya mojaba la lycra.
Lo levanté en el aire desde las nalgas, me rodeó la cintura con sus piernas, nuestras bocas se abrieron y comenzamos a devorarnos, lo recosté sobre la cama, nuestras lenguas no podían parar, nuestras manos recorrían todos los rincones de nuestros cuerpos, me moría por penetrarlo, pero decidí demorar, teníamos que disfrutar de la bikini.
Lo volví a incorporar, Juan sonreía feliz.
Comencé a morderle los pezoncitos por sobre el corpiño de la bikini, Juan comenzó a gemir despacito, bajé con mi lengua por su pancita y llegué a la mancha de preseminal sobre la bombacha, se la lamí y ese saborcito salado y sensual, ese saborcito a pija caliente me hizo gemir a mi también.
Me incorporé, volvimos a besarnos, me puse a su espalda, Juancito parecía una diosa griega orgullosa de recibir la adoración de su acólito, sus ojos entrecerrados, su mentón levantado, su cabeza hacia atrás.
Su cuerpo vibraba, con el sol de la tarde entrando por la puerta abierta me parecía que de su piel se desprendía un aura de sensualidad, que mi primito brillaba, caí de rodillas, comencé a lamerle la rajita por sobre la lycra y le mordí despacito los cachetes mientras Juan me acariciaba la cabeza.
Lo giré, le puse una mano en el bulto y con los dientes le desaté uno de los lazos, su maravillosa nalguita izquierda apareció ante mis ojos, se la besé, se la lamí, se la acaricié.
Juan se quitó el corpiño, me lo apoyó sobre el hombro, levanté mi cabeza, me sonreía sensual mientras se acariciaba los pezoncitos.
-Me los besás Lucas?
Lo cargué y lo apoyé en el borde de la cama, sus pechitos estaban dulces y perfumados, sus pezones duros y parados, se los mordí despacito mientras mi mano izquierda acariciaba sus bolas de vellos rubios y suaves.
Bajé a su pija, le corrí un poco la bikini para liberarla y comencé a mamársela desesperado, me puse sus huevos en la boca, se los lamí largamente y luego bajé mi lengua al perineo y el comienzo de la rayita, Juan cambió de gemidos a ayes y comenzó a temblar.
Ya lo conocía, su culito no aguantaba más.
Le arranqué la bikini, lo di vuelta y le acomodé el culito en el borde del colchón.
Le abrí las cachas, su esfinter estaba mojadísimo y palpitante, no hacía falta saliva, no hacía falta lubricante, sólo había que meterla y lo hice, de una hasta el fondo.
Su concha de machito me recibió golosa, me apretó la pija y sentí sus estertores al acabar sobre las sábanas de la madre.
Juan estaba tan caliente que eyaculó con sólo la penetración.
-Uy, eyaculador precoz mi primito?
-Lucas, sos demasiado morboso y me arrastrás, desde que le afané la malla a Ana que me cosquilleaba el culo, no daba más.
-Querés que te la saque?
-Me la sacás y te la corto, rompémelo Lucas, destrozámelo.
-Como usted diga señor!
Acomodé mis manos en sus tetas, comencé a mordisquearle el cuello y empecé a bombearlo.
No tardó mucho en volver a gemir, no tardó mucho en comenzar a menear su increíble cola y a empujarla contra mi pubis, no tardé mucho en vaciarle mi semen caliente bien adentro de su hermosa pancita.
Me quedé apoyado sobre su espalda besándole el cuello y recuperando el aliento.
Como siempre que recibía mi leche, su cara era de relajación y felicidad total.
-Me querés Lucas?
-Te quiero primo
-Te gusto Lucas?
-Me enloquecés primo.
-Me la chupás Lucas?
Me reí de buena gana!, esas salidas de Juan me encantaban.
Sonriendo lo di vuelta y sonriendo me metí su verga llena del semen de su acabada anterior en mi boca.
Su sabor me puso serio, su calor me puso a mil de nuevo, a pesar de haber acabado recién, la pija de Juan me volvió a llevar a las nubes.
Le ofrecí la mía y arrancamos un 69 furioso.
Su glande en mi garganta estaba al borde de darme arcadas pero igual me lo engullía hasta que sus rubios vellos púbicos se juntaban con mis incipientes bigotitos oscuros.
Juan lamía, besaba chupaba, gemía, lo sentí venir, chupé más fuerte, le metí un dedo en el culo, escuché su grito y la tibia leche de sus bellas bolas inundó mi boca, la tragué y fui a besarlo.
-Dámelo de vuelta primo, embarazame otra vez-, me dijo entre beso y beso.
Lo di vuelta y se la clavé.
Mi cuerpo lo cubría, mi pija lo llenaba, mis brazos lo rodeaban, la cama de su madre lo acunaba, Juan era feliz y yo era feliz con él.
Después de embarazarlo, nos quedamos dormidos, yo como siempre usando sus hermosas nalgas como almohada.
Unos ladridos nos despertaron a las 9 de la noche, con tiempo para ventilar la pieza, cambiar las sábanas y tenderle la cama a la tía (qué buenos chicos!, hasta me tendieron la cama, son un amor!).
El siguiente polvo fue en la cocina, mentras Juan preparaba la cena.
La bikini fue a parar a la cajita secreta que teníamos escondida en el desván de mi casa, con vaselina, papel higiénico y algún juguetito casero.
Pero la felicidad a veces se acaba, y esta vez se acabó porque fui un pelotudo y la destruí.
Dejamos de coger a los 16, soy un forro calentón y me comencé a coger a Albertito, un pibe reputazo de la otra cuadra, eso Juan no me lo perdonó y cerró su culo para mi, para siempre.
Mi machismo pelotudo hasta me hizo sentir feliz de dejarlo, qué idiota! Lo de Alberto duró lo que dura una calentura.
A la cuarta encamada ya me aburrí.
Desde entonces, como si Juan me hubiera maldecido, busco culos, persigo culos, rompo culos, uno tras otro, buscando, buscando, buscando un culito tan lindo como el de Juan, que me haga sentir lo mismo que las bellas nalgas de Juan me hacían sentir, no se si alguna vez lo vaya a encontrar.
Han pasado 20 años, en 20 años lamí cientos de culitos jóvenes y bellos, embaracé pendejos calientes de nalgas suaves y gemidos incitantes, pero no puede volver a gozar de un culito como el de mi primo.
Una noche, sentado en mi cama, con el perfume aún entre las sábanas del putito que acababa de irse, me masturbaba despacito, pensando en Juan.
No era hora de hablar con él? Nunca más, desde los 16, habíamos hablado de sexo, sugerido algo, él seguro por orgulloso, yo por culpable, pero no podíamos haber dejado de desearnos.
Juan está casado, con dos hijos tan bellos como él.
Con sus 35 años está hermosísimo, varonil, refuerte.
Me decidí.
Lo llamé al celu y lo encaré directo, me escuchó en silencio.
Quedamos a encontrarnos en un bar del centro para hablar de "eso".
Hablamos mucho, me costó no lagrimear en el bar cuando le pedí perdón y, como no podía ser de otra manera, terminamos en un telo.
Lo puse boca abajo en la cama y volví a disfrutar de sus soñadas y añoradas nalgas, refregué mis mejillas contra sus cachetitos, le besé cada centímetro de nalguita, busqué su esfinter tibio y rosado y se lo lamí hasta que me dolió la lengua, entre sus temblores y gemidos.
Mordí, besé y lloré sobre sus nalgas, lo cogí hasta quedar exhausto.
En dos horas le comí el culito cuatro veces, y abrazados, entre lágrimas, nos perdonamos todo.
Quedamos bien, volvimos a ser amigos con derecho.
Cuando su culito no aguanta más la abstinencia, le dice a su mujer que se va al kinesiólogo, nos encontramos en un telo de la calle Independencia y cogemos a morir, como antes, mi leche siempre en su culo y la suya siempre en mi boca.
Pero nada especial ha pasado, o tal vez sí, me pasó como a la Penélope de Serrat, su culito no era el que yo esperaba, el que yo guardaba en mi imaginación y mis deseos, ese culito que a lo largo de mi infancia y adolescencia me enseñó a ser gay.
No siento lo de antes.
La maldición sigue, y yo sigo buscando lo que tal vez nunca encuentre, "ese" culito que quedó en mi morbo y mi fantasía, y no pararé de voltear muñecos hasta encontrarlo.
Será el tuyo?
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