ATADOS POR EL RECEPCIONISTA DEL APARTAMENTO
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por parejaatada.
Este agosto nos habíamos ido de vacaciones.
Habíamos alquilado un apartamento, que nos gustan porque tienen cocina y es más cómodo poder prepararte la comida en la habitación cuando quieres, además de que en líneas generales son más grandes.
Lo alquilamos en primera línea de la playa, en un complejo de aparthoteles con recepción y servicio de habitaciones, muy buenas vistas al mar y soleado.
Llegamos un viernes por la tarde, y nuestro idea era disfrutar del lugar, de la playa, de pasarlo bien, y de paso por qué no, alguna aventura sexual entre nosotros.
Quizá sexo en la playa, o en un sofá de una discoteca, en la piscina, o incluso atrevernos en el ascensor del hotel.
Al llegar fuimos primero a recepción, y el que nos atendió decía mi novia que era increíblemente guapo.
Cada vez que el recepcionista se daba la vuelta, ella me miraba y me sonreía pícara.
En realidad, yo pensaba que no había para tanto, pero no negaba el atractivo del chico, alto, en torno al 1,85cm, bronceado, un cuerpo atlético, ni musculoso ni delgado, bien bonito, una sonrisa que parecía sacada de un anuncio de televisión, y un uniforme que le quedaba a la perfección.
– "Cualquier cosa que necesitéis en el apartamento solamente debéis de pulsar el 1 del interfono junto la puerta de vuestro apartamento" – nos indicó tras entregarnos la llave y formalizar la reserva.
Mi novia, muy pícara, le preguntó si subiría él a la habitación, y como era de esperar respondió que "encantado".
La belleza atractiva de mi novia no pasa desapercibida.
Estoy acostumbrado.
Nada más dejar las maletas en la habitación bajamos a la playa, con ese aire romántico nocturno que tiene en verano.
Un paseo para conocerlo, y hacia el atardecer fuimos a cenar a uno de esos restaurantes típicos de los paseos marítimos, rodeados de zona de tiendas.
Después del largo viaje, y con dos semanas de vacaciones todavía por delante, aquella noche decidimos irnos a dormir llegadas las doce de la noche, recuperar fuerzas, descansar y con energías renovadas afrontar todas las vacaciones.
Al día siguiente, se notaba el descanso en especial con mi novia, que se levantó muy hiperactiva y con muchas ganas de hacer de todo.
Yo, más tranquilo, soy de despertar más lento, de mañanas relajadas, un rato de ordenador y, ya que era verano y vacaciones, un rato de piscina y tomar el sol tumbado en la hamaca.
Pero no.
Aquella fue una mañana de locura.
Almuerzo, tomar el sol en la piscina, recorrer las tiendas de las calles cercanas al hotel, compras, un paseo y otra vez compras, y más compras.
Mañana de histeria.
Nos quedamos a comer en la terraza soleada de un restaurante del paseo marítimo, ella buscando ponerse al sol y vistiendo como todo el día desde que se había levantado un bikini blanco que resaltaba su piel cada vez más morena.
Hacia las 3 volvimos al hotel.
Era ducharse y volver a salir, buscándose algún vestido o top sexy con el que quedarnos hasta el atardecer con una temperatura más agradable, y apenas llevaba cinco minutos en la habitación que ella descubrió, rebuscando entre sus maletas, que nos habíamos dejado en el coche sus zapatos favoritos de tacón negro de aguja.
– "El coche está en el parking y hay diez minutos seguros" – le comenté al decirme que los necesitaba – "¿no puedes ponerte otros zapatos?.
Ese truco de ponerse cariñosa siempre le funciona, porque acabé aceptando.
Salí de la habitación.
Bajé por las escaleras.
Crucé el vestíbulo, saludando al recepcionista que ella decía que era tan guapo, y me encaminé calle recta hacia el parking, cuando me sonó el teléfono.
Era mi novia.
– "Me faltan también mis toallas" – me dijo.
También estaban en la misma maleta que se había quedado en el coche, y decía tener prisa, pero hasta el coche había más de diez minutos.
No recordaba la distancia tan precisa hasta el parking.
– "Llamaré al recepcionista que me traiga toallas del hotel, y le abriré la puerta desnuda" – me dijo con un tono de voz entre risas y traviesa.
Le repliqué que no se iba a atrever.
– "¿Qué no me atrevo? No hables y sólo escucha".
Dejó el teléfono en abierto, y debió de dejarlo quizá en un estante de un mueble o sobre una silla, para poder llamar por el teléfono de la habitación a recepción.
Le escuché hablar.
Pedir toallas de ducha con rapidez.
Después silencio.
No volvió a coger el teléfono en ningún teléfono, inmersa en su reto.
Durante aquel tiempo, yo atento a mi teléfono, recorrí unos 200 metros andando todavía en dirección el coche hasta que escuché dos golpes en la puerta.
Por la voz reconocí al recepcionista.
Le invito a entrar.
Muy simpática y sonriente.
Pensé que demasiado mientras seguía andando.
– “Perdona por abrirte la puerta desnuda” – escuché decir a mi novia.
El recepcionista, lógicamente, le restó importancia.
Le entregó las toallas.
Entró, y escuché a mi novia picarona darle conversación.
Le preguntó consejos para divertirse en la población.
¡Y se lo preguntó desnuda! El chico, cómo no, aceptó la pregunta encantado.
Una corta conversaciones, preguntando por pretensiones y sus gustos, y escuché al recepcionista ofrecerle sugerencias y complementos, de regalo para ella.
– “Vuelvo en dos minutos” – y escuché la puerta cerrarse.
Mi novia no se acercó al teléfono para hacerme ningún comentario.
Hablé por el teléfono, pero se limitó a contestarme con un simple “ssssshhhh, calla y escucha”.
Después de esto, no escuché ruido, ni armario, ni maleta, y me dio la impresión que no se estaba vistiendo.
Por mi parte, callado, me faltaban apenas dos esquinas para llegar al parking, y tan sólo una cuando volví a escuchar cómo llamaban a la puerta del apartamento.
Mi novia abrió.
– “Sigues desnuda” – escuché decir al recepcionista.
– “No iba a vestirme hasta ver tus regalos, quizá me los ponga” – replicó convencida.
Estaba muy seductora, predispuesta a divertirse.
Oí abrir una maleta, por ese sonido típico de la cremallera, y de pronto muchas risas.
Reía a carcajadas, y sorprendida preguntó si era para ella.
Las risas no me dejaron entender sus palabras, y escuché un “venga, va, lo pruebo” en voz de mi novia.
Los sonidos eran confusos.
Era como probarse cosas, ropa supuse, pero debía de ser ceñida porque se escuchaba roces, sonidos extraños.
Pensé que tal vez también era el eco del parking.
Yo ya estaba casi en el coche, y seguía intentando deducir qué estaban haciendo.
En ocasiones eran roces rápidos, forzados, y lo único que escuché de ellos hablar fue decir mi novia “aprieta” y acto seguido concluir con un “me gusta mucho”.
Me imaginé que lo de “aprieta” se refería a alguna pieza de ropa que le quedaría ajustada, pero que le gustaba.
Mientras tanto, abrí el maletero y buscaba en la maleta sus zapatos.
No fue fácil, porque tenía cuatro cajas de zapatos, y dos modelos de color negro, los dos de tacón de aguja.
Ahora no sabía cuál era, y ella no iba a responderme, así que decidí esperar.
Me senté en el coche, y esperé a que acabara con su desfile de lo que yo creí que era probarse ropa.
Esperé.
Y esperé.
Un poco aburrido de esperar.
Y por fin escuché hablar al recepcionista.
– “Intenta desatarte” – escuché sorprendido decirle con tono burlesco.
Escuché de mi novia un ffffooooo ffuueemmmmmooooo .
Estaba atada y amordazada, y de repente mi polla se sobresaltó.
No sé por qué, pero se puso dura.
Supe que estaba muy atada porque el recepcionista hizo una pequeña descripción, diciéndole que no podría desatarse de ninguna manera porque tenía cuerdas por todo el cuerpo, y le pidió un forcejeo para intentar desatarse.
Me pareció que se movía por encima de la cama, o eso intentaba.
Hacia los típicos murmuros mmmmppppfffhfhf fffffoooo mmmpphh mmmppfhfhf de estar completamente amordazada, con un fmmmppfhfhphfphf todo el tiempo, corto y continuo, y concluir con un mmmmfffoof mmfmmfmfoooo negativo.
Entonces le preguntó si le gustaba, si estaba excitada, y mi novia murmuró un clarísimo fffffiiiiiiii afirmativo.
Yo no sabía qué hacer.
¿Hablar? ¿Ir al apartamento? ¿quedarme en el coche? mi polla estaba cada vez más dura, y mi novia cada vez más excitada.
Decidí esperar un rato más.
Lo siguiente fue silencio.
Sólo roto por algún gemido de mi novia amordazada, algún leve mmmppffffhhh de excitación, y una frase, "tengo más cuerdas aún para tenerte más atada todavía", fue.
Otra vez esos sonidos extraños, ese roce, pero ahora tenía sentido.
Era el sonido de cuerdas cuando se rozan entre sí y se enrrollaban apretadas en su cuerpo, y por el largo rato que las oí debió de poner unas cuantas decenas de metros.
Ya no estaba desorientado con aquellos ruidos.
Hubo de espera de un minuto más o menos, y de pronto escuché un zumbido.
Un motor.
Como un vibrador de gran potencia.
– "Esto te encantara" – susurró el recepcionista.
Se escuchaba jadeos excitada, mmmppffpfpfhfh y otro, y otro, y cada vez más continuos, y en menos de un minuto el jadeo típico del orgasmo amordazada con un ffffiffiifififfmmfmmfiffhfhifiii largo y placentero.
Suigió el motor, y ella seguía, fffffiiii y otro ffffifiifi y otro fffiififi y casi seguidos, sin bajar de intensidad, un segundo orgasmo.
Sentado en el asiento del conductor, me bajé los pantalones y me saqué la polla.
Estaba impresionantemente dura, y por mi propio instinto sentía ganas de pajearme.
Pero aguanté.
Aguanté cuando le escuché su tercer orgasmo.
Me esforcé mucho por aguantarme en su cuarto orgasmo.
En el quinto, casi quince minutos después continuos, escuchando entre sus jadeos loca de excitación un ffffafafbbababfaa ffaaffaaffffttaa como si fuera una película en la que la chica prisionera suplica amordazada, comencé a pajearme, y aunque lo hacia a poca intensidad sentía que mi polla pedía más y más.
Paró el vibrador, aquel zumbido motorizado, pero el descanso fue de segundos, porque entonces volvieron los gemidos, de ella y de él.
Estaban follando.
– "¿Te gusta? ¿quieres que te folle?" – dijo el chico.
La respuesta no dejaba lugar a dudas.
– "fiiifififi fififiiffi ffffiif mmpphhppfffff" – insistía amordazada.
Aquello era como un concierto, ella, él y ahora yo, sin gemir, en el máximo silencio, pero pajeándome a buen ritmo.
Los orgasmos que había oído, y esos gemidos de fifiiff mmffff fmmfmfmfmmmmffffff , eran muy eróticos.
La escena de imaginarla a ella atada y amordazada, esa sensación que transmitía de indefensión y prisionera y lo bien que ella se lo estaba pasando, follada por aquel chico que ella decía que era tan guapo, me excitó mucho, y tenía la impresión de que a ella también le excitaba mucho saber que yo lo estaba escuchando todo al otro lado del teléfono.
La escuché correrse alocada.
Le escuché a él correrse también casi al mismo tiempo.
Y con pocos segundos de diferencia, yo me corrí también.
– "¿Y ahora qué?" – pensé.
Escuché que le preguntaba si le había gustado, y por el comentario de él supe que mi novia le había hecho un gesto de conformidad.
Supongo que lo mejor era asumirlo y reconocer que estaba muy excitada.
Le oía todavía gemir, pero de placer, de la comodidad en la que se sentía y lo que le gustaba el dejarse hacer.
Decidí esperar.
Un poco más.
El ambiente se oía muy tranquilo, relajado, placentero.
Lo oí vestirse, y preguntarle por mí.
Por si iba a tardar mucho en venir.
Si estaba lejos.
A qué hora vendría.
Todo ello forzada ella a ser amordazada, con los gemidos de querer hablar pero sin poder más allá de murmuros por la mordaza.
Oí al chico andar por el apartamento.
– “no te creas que me sabe mal dejarte sola aquí atada y amordazada” – añadió con voz perversa – "pero ahora viene tu novio me has dicho".
Escuché una serie de ruidos que no supe descifrar, y yo, ¡a esperar me tocaba otra vez!.
Supe que le había vendado los ojos, o al menos le había tapado los ojos, porque le preguntó si veía algo, y ella respondió con un fffffoooooo simple pero relevante.
Ahora ya sabía que todo ese tiempo, además de atada y amordazada, había estado con los ojos vendados.
– "Le he escrito una nota a tu novio, pero no puedes leerla.
Se la dejo en la puerta, pero no te preocupes.
Volveremos a vernos" – dijo despidiéndose.
Oí sus pasos alejarse.
Cerrar la puerta.
Y un mmmpppfffff mezcla de resignación, indefensión y excitación.
Salí del coche.
Sin colgar el teléfono, por aquello de lo que podía escuchar.
Apenas un leve mmmfffff de excitación y relajación, y nada más.
Cogí los zapatos, por supuesto, y salí rápido hacia el apartamento.
¿Qué pondría la nota? ¿Cómo estaba atada? ¿me tocaría a mí también estar atado? Lo sabría al llegar al apartamento.
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