AVENTURAS BARRIALES (LA DESPEDIDA DE GUSTAVO-1RA. PARTE)
“¿Te gusta el culo de tu minita? ¡Acordate que yo soy tu minita! ¡Vos me dijiste que yo era tu minita!” .
Hola a todxs
(Sugiero leer todos mis relatos anteriores)
Había sido una semana por demás atípica en el barrio, ya que ninguno de los chicos había cogido; ni a mí, ni entre alguno de ellos y para colmo de males, nos enteramos de una noticia que, a mí, en lo personal, me afectaba directamente, ya que, la madre de Gustavo, comentó que se volvían a mudar a otro barrio, pero en esta ocasión, porque habían sido adjudicatarios de una vivienda correspondiente a un “plan social”.
“¡Qué buena noticia! ¡Qué alegría! ¡Al fin tendrán su propia casa!” – Exclamó mi mamá, mientras yo refunfuñaba para mis adentros ¿Buena noticia? ¿Cuál? Yo me iba a quedar sin mi amigo Gustavo, quien, hasta ese momento, era el único con el cual podía mantener relaciones sexuales en la intimidad de su casa y en una cama; encima la “mudanza” ya estaba prevista dentro de los próximos dos o tres días.
Obviamente, tenía yo que aprovechar la última oportunidad, antes de que Gustavo abandonara el barrio y no me ocurrió mejor pretexto que ofrecerme para ayudarlos con el tema de la mudanza, algo que, encima de todo, me hizo sumar puntos, tanto en mi propio entorno familiar, como en el resto del vecindario, como “un chico servicial y siempre predispuesto para ayudar a los demás”.
Recuerdo que era un día viernes y nuestros nuevos vecinos, aquellos que había arribado al barrio hacía solo unas pocas semanas atrás, debían dejar libre la casa el lunes próximo, ya para mudarse a su nueva y propia vivienda que, además y por si fuera poco para mis “desmales”, estaba ubicada en otro lugar de la ciudad, muy distante.
La madre de Gustavo no podía dejar de trabajar y sus hermanas estarían en la escuela, así que yo disponía de toda aquella tarde, para, supuestamente, ir en ayuda con los temas de la mudanza, así que, una vez que regresé del colegio y luego de almorzar, me dirigí, raudamente a casa de mi buen amigo.
“¡Ojo con lo que vas a hacer!” – Le gritó la madre a Gustavo, a punto de salir para su trabajo, mientras yo estaba en otra de las dependencias de la casa y, supuestamente, no escuchaba y finalizó diciendo:
“¡No quiero que tus hermanas te vean cogiéndolo a Marcos, cuando vuelvan de la escuela!”
Eran las 2 horas (p.m.) y las hermanas de Gustavo, recién estarían volviendo de la escuela, aproximadamente a las 6 horas (p.m.), así que, tiempo, había de sobra, pero no era cuestión de desaprovecharlo, por lo que, una vez que su madre estuvo lo suficientemente alejada de la casa, Gustavo se acercó hacía mí y empezó a besarme en la boca, mientras que, una de sus manos, comenzó a hurgar debajo de mi pantaloncito corto, hasta que dio con mi super culo desnudo.
¡Cómo me gustaba aquello! Sentir una mano palpando, acariciando y tocándome el culo, era algo que me agradaba, me excitaba, en fin; no se como escribirlo ni como describirlo, por eso apelo a la imaginación de todos lxs lectorxs.
“¡Quiero ir la cama!” – Le dije a Gustavo.
Llegamos al dormitorio y rápidamente, me despojé de mi diminuto, ajustado, ceñito y muy cavado pantaloncito corto, para inmediatamente después, subirme a la cama, total y completamente desnudo, adoptando, como siempre, esa actitud de pasividad, de entrega y de sumisión absoluta.
Era como sí, sin pronunciar palabra alguna, mi cuerpo entero gritaba “¡Vení! ¡Acá estoy! ¡Tomame! ¡Poseeme! ¡Haceme tuyo! ¡Cogeme y hacelo de la forma y de la manera que quieras!”
Gustavo se desvistió por completo y se recostó, sobre la cama, a mi lado e inmediatamente comenzó a comerme la boca a besos, ya que ello fue, literalmente, lo que hizo; su lengua entraba y salía de mi boca, buscaba la mía y yo se la ofrecía gustoso; por debajo, yo le acariciaba la entrepierna y él hacía lo propio con mi culo.
“¡Cómo me gusta cogerte, Marquitos! ¡Cómo me gusta tu culo! ¡Nunca estuve con un chico como vos, con semejante culo y que le gustara tanto, pero tanto que lo cojan!” – Dijo Gustavo con voz entrecortada y agregó:
“¡Esto lo voy a extrañar un montón!”
Y finalizó diciendo:
“¡Vos tenés un montón de chicos, acá en el barrio, para te cojan, pero yo no se si voy a tener con quien coger allá!”
“¡Pero, podés venir al barrio y buscamos algún lugar para me cojas! ¿Querés?” – Le respondí, más que nada para que no decayera aquel “acto sexual” antes de empezar.
Nos besamos con desesperación, como si nuestras bocas ya supieran que aquellos, serían nuestros últimos besos y así, estuvimos un largo, largo rato, hasta que Gustavo me pidió que le chupara la pija.
Intenté recompensarlo con una de mis mejores mamadas y creo que lo hice, a juzgar por los gemidos, jadeos y alaridos de placer; logré besar, lamer, comer y chupar esa hermosa y deliciosa verga, que tantas satisfacciones sexuales me había brindado en tan poco tiempo y hubiera querido estar un largo rato disfrutando de esa entrepierna, pero Gustavo tenía otros planes.
“¡Te voy a coger en varias posiciones! ¿Querés?” – Exclamó Gustavo.
“¡Sí! ¡Dale! ¡Me encanta!” – Le respondí.
Me hizo bajar de la cama y recostarme sobre el borde, con el culo para afuera y mientras yo lo hacía, él empezó a embadurnarse la verga con un lubricante; miré hacia atrás y lo vi acercarse a mí, con la pija erecta; la apoyó a las puertas de mi rosado orificio anal y lentamente comenzó a penetrarme, hasta que me la metió por completo.
Era la primera vez que alguien me cogía en esa posición y la verdad es que me gustó y mucho, pero después de varias embestidas, Gustavo decidió volver a cambiar la posición y, en esta ocasión, se recostó el sobre la cama, boca arriba y me hizo montarlo; a mí, particularmente, me gustaba montar “de frente”, porque así, podía inclinarme hacia adelante y buscar la boca de Gustavo para besarlo, pero él “moría literalmente” por mi culo y me hizo montarlo al revés.
“¡Qué hermoso culo! ¡La puta madre! ¡Cómo me gusta!” – Exclamó Gustavo mientras yo cabalgaba por ahínco, furia y desesperación.
“¿Te gusta el culo de tu minita? ¡Acordate que yo soy tu minita! ¡Vos me dijiste que yo era tu minita!” – Le dije a Gustavo, recordándome que había sido él mismo, quien me dijo, en una de las primeras cogidas, que yo “era su minita”.
Aquello excitó mucho más aún a Gustavo, quien, rápidamente, me hizo volver a cambiar de posición y me indicó que me recostara, junto a él, dándole la espalda (“cucharita”, una de mis predilectas), para volver a penetrarme muy fácilmente, ya que, entre la abundante lubricación y lo dilatado de mi ano, su pija entraba, salía y volvía a entrar dentro de mí con suma facilidad.
Mientras Gustavo me cogía, la posición hacía que yo pudiese sentir su cuerpo desnudo y bien caliente, detrás de mí; ante cada embestida, yo respondía con un “culazo” hacia atrás y, dando vuelta la cabeza, buscaba su boca para recibir más besos; supuse que eso lo haría acabar dentro de mí, pero él seguía teniendo otros planes, tanto para conmigo, como para con mi increíble, maravilloso, sublime y aún hambriento culo y me hizo voltear y quedar boca abajo.
En la habitación había un reloj, sobre un mueble y desde la cama, logré mirar la hora; eran las 5 (p.m.) y nos quedaba un poco menos de una hora, para terminar de coger, antes de que volvieran de la escuela, las hermanas de Gustavo. Es increíble lo rápido que pasa el tiempo, cuando uno hace aquello que tanto le gusta y que tantas satisfacciones le brinda; llevábamos casi 3 horas arriba de la cama y, muy lejos de descender nuestro estado de excitación, ante cada nueva posición, se incrementaba más y más.
Ahora sí, Gustavo estaba dispuesto a acabar y a hacerlo, tal y como no podía ser de otra manera, bien adentro de mi culo y así lo hizo; se “deslechó” y me llenó todo el culo con su delicioso y tibio néctar, para luego desvanecerse, literalmente, sobre mí y permanecer allí, durante un largo rato.
Aquella, había sido una de las cogidas más extensas, que yo había recibido a tan corta edad (aún no cumplía yo los 10 añitos), pero la ocasión y la situación lo ameritaba, ya que, después de todo, en dos días, ya no contaría más, ni con Gustavo ni con aquella cama, que tantos placeres me había brindado.
“¡Ah! ¡Qué lindo! ¡Qué manera de coger!” – Exclamó Gustavo mientras, ya, más o menos repuesto, se había levantado de la cama y se dirigía al baño.
Yo, entre tanto, pasé mi mano por mi culo y por mis muslos, como para desparramar un poco el semen, que aún me chorreaba y, posteriormente, volví a ponerme mi pantaloncito.
“¿Cómo hacemos mañana? ¿A qué hora querés que venga?” – Le pregunté a Gustavo, a modo de comprometerlo, ya que aún nos quedaba sábado y domingo y yo no estaba dispuesto a perderme hasta la última “gran cogida”.
“¡No sé! ¡Mañana te aviso, para ver como hacemos!” – Respondió.
Si bien, esos “revolcones en la cama”, eran maravillosos y sagrados, también lo era la hora de merienda, por lo menos, por aquellos años, así que, luego de charlar un rato con Gustavo, en la cocina de la casa, me despedí, no sin antes recibir una última “tocada de culo”.
Soy marcoscomodoro y mi correo es: [email protected]
Espero sus valoraciones y comentarios, pero sobre todo que me escriban a mi correo, para intercambiar opiniones, etc. (siempre respondo a todxs).
Besitos a todxs.
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