AVENTURAS BARRIALES (TRES HERMANOS TAILANDESES – II)
…el pequeño Malai, lamiendo toda mi cara y no solo ello, sino, además, tomando y tragándose todo el semen, sin dejar una sola gota….
Hola a todsx
(Sugiero leer todos mis relatos anteriores)
Para mí, aquella familia de Tailandeses, era “lo ideal”; tres hermanos varones, todos ellos versátiles, que contaban con la posibilidad de mantener relaciones sexuales entre ellos y en su propia casa ¿Qué más se puede pedir al respecto?
Por suerte, pude, a mis 21 años de edad, viajar a Tailandia y empaparme de toda esa cultura “kathoey” (Ladyboy) y, como no podía ser de otra manera, volví “con la cabeza dada vuelta”, pero ello, seguramente, será material para otro tipo de relatos, ya que este, en particular, es la continuación del anterior.
El pequeño Malai, a sus apenas 8 añitos de edad, tenía la pija más grande que la mía y si bien, por obvias razones, no eyaculaba, si tenía muy buenas erecciones y por ello, había penetrado analmente a sus dos hermanos mayores y a mí, pero cuando yo supuse que allí terminaría su accionar, sobre la cama, Kamon (el de 15 años), tomó a Malai por detrás y comenzó a lamerle el culo y a introducirle los dedos de su mano, con el propósito de empezar a dilatar su orificio anal.
Entre tanto, Khalan (13 años), volvió a mí y me comió la boca a besos; yo, ya era muy pero muy bueno con la lengua y rápidamente se lo hice notar a mi novio; quería, deseaba y anhelaba que él, prontamente, supiera que yo estaba total, absoluta y completamente entregado a él y dispuesto a que hiciese conmigo, sexualmente, todo lo que él quisiera.
Cuando Khalan quedó plenamente satisfecho con mi boca, me dio vuelta y previo permanecer algunos segundos mirando, observando y admirando mi increíble y monumental culo (el mejor culo de cuántos pudieran haber existido en la tierra), comenzó a lamer, besar, tocar y manosear toda esa maravilla que tenía ante sí.
Entre mi respiración entre cortada, mis exhalaciones, mis gemidos y mis jadeos de placer, alcancé a ver como Kamon, ya había penetrado a su pequeño hermanito y lo estaba cogiendo con suma delicadeza, dulzura y hasta creo que amor.
Era mucho más que evidente, que aquellos hermanos disfrutaban del sexo y vaya si lo hacían y yo, entre tanto, cerraba los ojos e imaginaba que, si allí, en Tailandia, todas las familias harían algo similar, aquello sería simple y sencillamente “el paraíso”; más aún, llegué a “maldecir” no haber nacido allí y en el seno de varios hermanos, para llevar a cabo todos mis deseos, fantasías y necesidades de índole sexual.
Tan, pero tan entregado estaba yo, que ni siquiera había reparado en el hecho de que, Khalan, ya había dejado de comerme el culo con su boca y estaba presto a penetrarme; poco a poco, fui sintiendo como esa hermosa y preciosa pija tailandesa, ingresaba dentro de mí; para un chico gay “ultra, hiper y super” pasivo como yo, aquel momento era “el éxtasis total y absoluto”.
El golpeteo de las pelvis de Kamon y de Khalan, contra ambos culos, el de Malai y el mío, sumado al chirriar de la cama y a los constantes gemidos y jadeos de placer, se oían no solo en la habitación, sino en prácticamente toda la casa.
De reojo nos mirábamos con el pequeño Malai e intercambiábamos sonrisas cómplices, picaras y socarronas, mientras ambos éramos objeto de una cogida alucinante; la verga de Khalan, se movía dentro de mí, haciéndome retorcer de placer, pero yo quería más, mucho más y por ello, daba “culazos” hacia atrás a modo de arenga.
Acostumbrado a que, sobre el final, tanto los chicos, mis pares, como las personas mayores que me habían cogido hasta ese entonces, comenzaran con un frenético movimiento hasta eyacular abundantemente dentro mí, previo grito y alarido, aguardaba yo ese momento pero, lejos de ello, Khalan sacó su pija de adentro de mi culo y lo propio hizo Kamon, aunque, a juzgar por lo que veían mis ojos, aquellas dos hermosas vergas estaban a punto de explotar.
Luego de un brevísimo diálogo entre Kamon y su hermano Khalan, este último, me propuso recostarme sobre la cama, boca arriba y recibir en mi rostro, en mi cara, el dulce néctar de sus dos maravillosas pijas y como yo estaba ya entregado por completo a mi novio y decido a hacer “lo que él quisiera”, así lo hice.
Sin cerrar los ojos, a priori, para no perderme detalle alguno, empecé a ver como esos “chorros de leche tibia”, caían sobre mi cara, hasta que un par de gotas se introdujeron en mis ojos y me vi obligado a cerrarlos; así y todo, seguía sintiendo como mi rostro se cubría de semen, de ese hermosísimo semen que corría por mis mejillas y que, inclusive, había llegado a mis labios, algo que aproveché para lamérmelos y degustar.
Cuando estaba a punto de abrir los ojos, empecé a sentir una lengua recorriendo toda mi cara y ¡Oh Sorpresa! Era nada más y nada menos que el pequeño Malai, lamiendo toda mi cara y no solo ello, sino, además, tomando y tragándose todo el semen, sin dejar una sola gota.
El pequeño Malai era toda una “caja de sorpresas”, aunque lo más increíble de todo, fue cuando los chicos, sus hermanos, me dijeron que, cuando volvieran a Tailandia, el hermanito menor ya tenía decidido convertirse en Khatoey (Ladyboy) y no solo ello, sino, también, que contaba con la aprobación, el visto bueno y la anuencia de sus propios padres para hacerlo.
Al finalizar ese maravilloso encuentro sexual, nos vestimos y nos dirigimos los cuatro al living de la casa, para mirar televisión, como si nada hubiese pasado en la habitación; después de un rato, Kamon y Malai salieron a jugar y nos quedamos, Khalan y yo, ocasión que aproveché para abrazar y besar a mi novio y a decirle lo mucho que lo quería, lo muchísimo que me gustaba y lo enamoradísimo que estaba yo de él.
Obviamente, volvimos a repetir esos maravillosos encuentros sexuales entre los cuatro, los que siempre finalizaban de la misma manera, es decir, yo, con la cara llena de semen o con el culo impregnado de él y, en ocasión de preguntarle a Khalan, el porqué de no eyacular ellos dentro del culo de sus hermanos, me respondió que nunca lo harían, porque eso no acostumbrada a hacerse en Tailandia “¡Mucho mejor para mí!” – Pensé yo para mis adentros.
Mi noviazgo con Khalan prosiguió durante un buen tiempo, inclusive creo que hasta sus propios padres estaban al tanto de ello, aunque nunca me lo hicieron saber a mí, pero como siempre sostengo, que lo bueno, en este caso “lo muy bueno”, no suele durar mucho, al terminar la temporada de verano, aquella familia de Tailandeses, dejó la ciudad, para irse a vivir a Buenos Aires, durante un corto tiempo y después volvieron a Tailandia, donde, seguramente, el pequeño Malai, se habría de convertir en una hermosa Kathoey (Ladyboy).
Recuerdo que el propio Khalan, mi novio, entre abrazos, besos, cogidas, etc., solía decirme que yo, allí, en Tailandia, siendo rubio, de cabello largo y ondulado, de ojos claros, de piel exageradamente blanca y sobre todo con ese increíble, maravilloso e indescriptible culo, sería la más hermosa, preciosa, encantadora y deseada Kathoey (Ladyboy).
He obviado muchos diálogos en este relato, para priorizar la descripción del encuentro sexual propiamente dicho. Ustedes, mis estimadísimxs lectorxs, deberán apelar a su imaginación, para recrearlos, porque, por supuesto, esos diálogos existieron y fueron todos de un altísimo voltaje erótico y sexual.
Soy Marcos/Wanda (marcoscomodoro) y mi correo es: [email protected]
Espero sus comentarios.
Besitos.
Uff delicioso relato, los asiáticos trigueños son tan lindos , me encantó tu relato.