Aventuras de un grupo de pervertidos – Capítulo 3
Capítulo 3: Terminando de desvirgar a Carlitos.
Una vez que el nene se puso frente a él y mostró su culito en posición de perrito, Miguel no tardó en abalanzarse sobre el pequeño y devorar su ya no tan tierno hoyito infantil.
El nene gemía con ganas cada vez que sentía la lengua de su macho hacerse paso a través de su esfínter, haciéndole experimentar sensaciones mucho mejores que cuando se masturbaba o se metía o objetos por el culito. Por otro lado, Miguel realmente disfrutaba devorar con locura el culito de su pequeño hijastro, metiendo su lengua lo más que podía y lubricando en abundancia para dejarlo lo más húmedo y dilatado que pudiera para el próximo movimiento.
Una vez que terminó de mamar el culito de Carlitos, el pequeño tampoco perdió tiempo y rápidamente le quitó el short a su padrastro (descubriendo que no traía ropa interior), viendo esa verga que tanto anhelaba con devorar. Se detuvo un instante a admirarla y poco después se puso a mamar como todo un putito en celo, arrancando varios gemidos del hombre que realmente disfrutaba de la mamada que le proporcionaba su pequeño amante (bastante experto para ser la primera verga que se estaba comiendo).
Acto seguido, terminaron de desvestirse y Miguel cargó al niño, colocándolo encima de él pero en dirección opuesta, de manera que su verga quedara a la altura de su boquita y su culito sobre su rostro; ambos sabían lo que venía, y sin más se pusieron a mamar sus respectivos manjares. Miguel nuevamente devoró con ansias ese delicioso culito mientras Carlitos intentaba meterse toda la verga de su padre, llenándola de bastante saliva como resultado.
Estuvieron haciendo un rico 69 durante 20 minutos, hasta que Carlitos pidió que Miguel le metiera su verga:
– Te dolerá un poco, pero al rato ya no querrás que te la saque jeje. – Dijo Miguel.
– Esa es la idea papi: quiero tenerla siempre para mí. – Exclamó Carlitos, quien se encontraba demasiado excitado y con el culito algo abierto y lubricado.
Poco a poco, Miguel fue penetrando a Carlitos, hasta que sus huevos tocaron sus nalguitas y el niño dejó salir un gemido que indicaba que acababa de ser desvirgado por el hombre que era prácticamente su padre.
En un principio, Miguel lo follaba delicadamente, ya que no quería lastimar al niño, pero poco a poco su culito se fue acostumbrando a la verga de su padrastro, eventualmente moviéndose también para que su verga llegara a lo más profundo de su ser. El hombre noto eso, y poco a poco fue acelerando sus embestidas hasta que se oía el clásico sonido de unos huevos de macho golpeando un culito infantil de lo más rico y travieso.
El hombre estaba como poseído, taladrando al nene en posición de perrito, mientras que el pequeño Carlitos gozaba de la verga de su macho entrando y saliendo de su culito en un vaivén rápido y fuerte. Por ratos, se besaban para callar los gemidos del niño, hasta que ya no les importó y comenzaron a jadear como animales en celo.
Miguel le decía palabras sucias al nene mientras lo cogía, y el niño apretaba la verga de su hombre para hacer que lo cogieras más rico y más rápido. 20 minutos después, cambiaron de posición, y de una sola estocada le clavó sus 18 cm de verga en posición de misionero: el pequeño putito gritó de dolor y placer. En esa posición era más fácil besarse y aferrarse el uno al otro, ya que Carlitos abrazaba con sus piernas la cintura de Miguel para que si verga entrara más en él.
– Que delicia de culito tienes pequeño zorrito: coges mejor que tu mamá. – Le decía Miguel al nene al tiempo que lo taladraba más fuerte.
– Y tú una rica y poderosa verga papi. – Exclamaba el infante mientras gemía como loco al sentir toda la virilidad de su amante.
No pasó mucho tiempo antes de que Miguel anunciara su inminente orgasmo, a la vez que Carlitos apretaba más su verga con su culito para hacerlo venir; Miguel no aguantó más y preñó al zorrito de su hijo con cinco potentes chorros de semen calientito. Carlitos gimió como el más putito de los niños al sentir la leche de su papá.
Se quedaron en esa posición hasta que la verga de Miguel comenzó a perder firmeza y se salió sola del culito de su hijo, el cual quedó bastante rojo, abierto y lleno de su leche.
Se besaron con una mezcla de lujuria y dulzura, reafirmando su «amor» y agradeciendo la oportunidad de hacer realidad sus más bajas pasiones.
– Que rico estuvo papi: esa verga tuya me encanta.
– Y a mí tu delicioso culito: es el más rico que he probado.
Se besaron una vez más antes de volver a reanudar su faena sexual: después de todo, todavía les quedaba sábado y domingo. La diversión apenas estaba comenzando.
Continuará.
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