Aventuras demasiado precoces IV
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PanchoHard.
Al día siguiente en la mañana me desperté temprano para ir al colegio. Él dormía boca abajo destapado y roncaba un poco. Me sentía cansado y casi no pude levantarme, me dolía el bajo vientre y no tenía fuerzas. El ano aún me ardía.
Al levantarme vi que las sábanas estaban manchadas de una mezcla rara, ya se imaginan todo lo que había chorreado de mi culo, sangre incluida.
Salí a bañarme casi apoyándome en las paredes. Apenas entré al baño me senté y evacué de todo, con mucho ardor en el culo y dolor en el vientre. Me di un baño largo en la ducha con agua caliente al inicio, limpiándome lo más a fondo que pude y al final con agua fría para despertarme bien, me sentía débil.
Al salir me crucé con mi mamá que se me quedó mirando y me preguntó si me sentía bien. Le dije que estaba un poco mal del estómago y me metí a mi cuarto. No quería verla a la cara.
Entré despacio al cuarto con una toalla en la cintura y el pijama en la mano. Apenas entré cerré la puerta, él estaba ahora boca arriba y por la abertura del short salía su pinga. Estaba totalmente parada, se veía dura y le llegaba casi al ombligo. La tenía definitivamente chueca a la derecha y la cabeza era más gorda que el tronco, y latía suavemente. Me quedé impresionado, cómo me había metido todo eso al culo?, ahora a la luz del día se veía más claramente, al menos comparada a la mía se veía inmensa.
Me repuse de la impresión y fui a cambiarme. De espaldas a él me quité la toalla, me sequé bien (y otra vez estaba con la pinga muy parada), me puse medias, calzoncillo, pantalón, zapatos y finalmente la camisa. En ese momento volteé y vi que él me estaba mirando de costado.
Qué haces, ya te vas al cole?
Me sonrojé, me había visto calato sin darme cuenta y me hablaba con la pinga aún dura, de hecho se la estaba agarrando suavemente.
Sí le dije, ya estoy tarde.
-Qué pena- me dijo, mientras se agarraba la pinga y la mostraba, pensé que te quedabas conmigo para conocer la ciudad. No me miraba, solo me hablaba mientras se miraba y apretaba la pinga.
Me quedaría, pero me duele todo y ya me tengo que ir…chau, y salí rápido del cuarto, casi corriendo, me sentía acalorado y asustado.
Al salir mi mamá me dice “ te sientes bien?, estás pálido”
Es que estoy medio mal del estómago…
Pero si estás mal mejor no vayas al colegio…
En ese momento apareció Ángel por la puerta ya con los jeans puestos y amablemente se ofreció a quedarse conmigo y cuidarme en casa…
Mi mamá le dijo que no era necesario, que saliera de paseo que llamaba a mi abuela, pero el insistió, que era lo menos que podía hacer.
Al final mi mamá aceptó, se despidió de nosotros y se fue a su trabajo dejándonos solos y con la indicación de que “me porte bien y obedezca a Ángel”!
Apenas se cerró la puerta, él sonrió y camino a la cocina me dijo: Ya sabes!, a obedecer lo que diga…jajaja
Yo también me reí, pero le dije que estaba muy cansado y que quería dormir un poco más.
Puedes dormir solo si primero saludas a nuestro amigo, me dijo, sacándose la pinga y mostrándomela a medio parar. Apenas me la mostró no pude sacarle los ojos de encima, se veía rica, bien rica.
Ángel se sentó en el sillón de la sala con el jean a medio bajar, se sobaba la pinga y los huevos suavemente, qué esperas? –me dijo-.
Solté mi mochila y me acerqué a él, me arrodillé a su lado en el sillón y me dispuse de frente a mamarlo otra vez. Apenas me acerqué a su pinga sentí ese olor a sexo. Olía a pinga, a leche, a sudor, a mi culo. Fue un olor fuerte del que quise zafar pero él no me dejó. Me sujetó de la nuca y me hizo agachar la cabeza, me dejé llevar, abrí bien la boca y me zambullí en su carne. Aún no estaba totalmente parada, igual era grande pero me la podía meter mejor. Sentí su pinga medio dura y la empecé a mamar rico, tratando de tragármela toda, de inmediato sentí el sabor de todos esos olores, ya ni me importó ni me molestó. Me la metía a fondo hasta que los pelos tocaban mi nariz, me atoraba un poco, salivaba y volvía a metérmela una vez tras otra, cada vez estaba más dura y grande pero todavía me entraba toda, ya no me empujaba la cabeza, no era necesario, yo solo me empujaba su pichula adentro, yo solito me atoraba e insistía. Por fin me la saqué de la boca y la empecé a lamer toda, la podía mirar al detalle con la luz del día, me la sobaba en la cara, la chupeteaba por fuera, la dejaba brillando y la volvía a chupar. Me encantaba jugar con ese tronco duro, morderlo o chuparlo con mis labios, de arriba abajo y después otra vez adentro, apretando esa cabezota, estaba como obsesionado con chupar su pinga, no podía parar. Me puse a mamar sin parar, me la metía en la boca hasta la mitad y me atoraba y la tenía que sacar y otra vez intentaba y otra vez me atoraba, sentía que me tocaba el fondo de la garganta y sentía que quería vomitar pero me aguantaba y volvía a insistir, me faltaba aire y volvía a insistir.
Agarré su pinga bien de la base y la estiré y apreté con fuerza, se le puso en su máximo tamaño, dura y gruesa solo para mí, que rica pinga. Me la empujé con fuerza, me golpeó al fondo y se trancó, me la volví a empujar y sentí la cabeza en mi garganta, instintivamente la saqué y respiré como pude, de inmediato me zambullí otra vez y otra vez la cabeza golpeó mi garganta y otra vez se trancó, subí y bajé de nuevo con fuerza y otra vez la cabeza se metió en mi garganta, quise salir pero él me retuvo con fuerza. Solo me quedó abrir la boca al máximo queriendo respirar y el tronco se deslizó hasta el fondo. Me hundí en sus pelos, mi nariz aplastada contra su cuerpo y por fin toda la pichula adentro, me la comí todita, yo sabía que podía. Apenas si podía respirar, la saliva se escurría por los lados, me daban arcadas y las lágrimas me saltaban pero seguía con la pinga al fondo de mi garganta, no la soltaba, más bien la apretaba más duro para que crezca más. El me soltó la cabeza y la empecé a sacar, la saqué de golpe en un charco de saliva, respiré a fondo y otra vez, no quería parar.
De 2 empujadas ya la tenía al fondo, empecé a chuparla con movimientos largos. La sacaba lo necesario para poder respirar y de ahí me zambullía y me la tragaba todita, una y otra vez adentro y afuera cuan larga era. Los ruidos que hacía con cada empujada eran groseros, toscos, pero no importaba, me la comía todita. Ángel ya gruñía como un animal, me agarraba de la nuca y me ayudaba a ir más rápido. Estaba colocado en un ángulo directo, solo tragaba pichula sin parar, no pasó mucho hasta que sentí que se empezó a tensar por completo, estiró sus piernas y me dejó la cabeza hundida y la pichula a fondo en mi garganta, sus latidos de pinga parecía que me iban a reventar la garganta, los chorros calientes bajaban directo. Aguanté 3 chorros y no pude más, la tuve que sacar, su pichula saltó fuera de mi boca salpicando leche por todos lados, me dejó la cara, el pelo, las manos, todo bañado de leche. Con un ojo medio cerrado volví a chupársela, el me la exprimió en la boca, saboreé bien esa leche, y me acordé de la caras de la chicas de la revista, con razón estaban felices pensé, que rico que es mamar una pinga hasta que te de su leche…
Uff..que bien la mamas, que rico la chupas…
Es que me gusta tu pinga, es bien rica, dije con la voz ronca y entrecortada, sin aire y tratando de tragar restos de semen.
Y te gusta la leche no?
Sí, me gusta sacarte la leche dijo con algo de vergüenza, a ti te gusta la leche?
Sí, pero no tanto como a ti –me dijo- y se rio.
Me fui al baño a lavarme la cara, cuando me vi en el espejo tenía leche hasta en el pelo, me saqué la camisa del colegio pensando que mejor me tenía que bañar…
Ángel me preguntó, a qué hora llega tu mamá?
A eso de las 6 de la tarde, si se va a demorar me avisa dije yo muy seguro de la rutina.
Ah perfecto!, dijo él entrando al baño, vamos a pasar un lindo día…
Falta un trozo