Betelgeuse: Parte 1.
Con mi profesor de música..
Suspiraba, sí, la ansiedad se imponía, levemente, pero suspiraba, estaba con los ojos entrecerrados, bostezaba estirando mis brazos, sentado en el borde mi cama, venía de una corta siesta, me rascaba la espalda, la comezón desaparecía con mi deliciosa forma de rascar con mis dedos alargados con uñas muy bien cortadas.
De pronto escuché unos pasos acercándose a mi habitación, me puse en pie, junto a la cama, mi mano derecha rozaba la sabana turbulenta de forma, sonreí a mí madre, me miraba desde mi estado descalzo hasta mi cabeza despeinada, sólo tenía puesta mi trusa, el calor de marzo imperaba, sentí sus caricias en mi pelo, sabíamos que me gustaba, sonreímos, llevaba mi ropa en sus manos para vestirme.
- Dejé que duermas, pero ya es hora.
- Si mami; le dije obediente.
- Ven.
Me acerqué levantando mis brazos para que me pusiera la camisa, luego levanté mis piernas para que el pantalón corto se ajuste a los tirantes, me senté en el borde de la cama viéndome los pies descalzos, los deslizaba sobre el entablado, mi madre se arrodilló sacando mis sandalias con los calcetines dentro, los agitó y me los puso en cada pie, luego las sandalias. Me puso en pie mirándome sonriente y orgullosa.
- Tienes unos lindos pies.
- Estás muy guapo, como….
Hizo una pausa antes de decir algo más. Me abrazó
- Vamos, ya es hora. No queremos llegar atrasados.
Estiró su mano y me dejé llevar, bajamos las escaleras, su mirar y su sonrisa se mantenían al mirarme, sentía su complacencia. Antes de salir se arrodilló en mí delante y me frotaba en mi rostro con una toalla húmeda olorosa de alcohol quirúrgico del hospital donde laboraba desde un par de años. Hizo una pausa y me miró fijamente.
- No porque seas mi hijo, pero te digo en que verdad que eres muy guapo.
Le sonreí y se ella puso cabizbaja diciendo en voz baja.
- Esa sonrisa… Dios.
Nos detuvimos en la esquina de la parada del bus. Al rato nos subimos y nos sentamos en el centro, iba casi lleno, como siempre.
- La próxima semana vendrá una señora a cuidarte y hacer los quehaceres de la casa mientras trabajo.
- Está bien, mami.
- Te quiero mucho mi niño precioso; me lo dijo dándome un beso en la mejilla.
Tiempo después nos bajamos del bus, delante nuestro estaba aquella casa, la de mi maestro de música, recomendado por las amigas de mi madre cuyos hijos estudiaban allí por las tardes una o dos veces a la semana, a mí por ser iniciado en el toque de guitarra me tocaba ir sólo los miércoles, ya casi era la hora, apresuramos el paso, tocamos a la puerta y nos recibió una cara amplia de cortesía, una expresión sonriente que nos hizo pasar.
- Bienvenidos, adelante
Sentí su mirada atenta en mi rostro, mi madre se detuvo en el portal.
- Yo no, lo siento, el nene entra, disculpe, debo hacer una diligencia
- No hay problema, madame.
- Celebro sepa disculparme, me retiro.
- à bientôt, madame.
- Gracias, profesor. Muy gentil.
Me dio un beso en cada mejilla,
- Pórtate bien, bebé, hazle caso en todo lo que el profesor te pida y te ordene.
- Eres un buen chico. Mi hijo precioso.
El hombre asintió despidiéndose de mi madre, sus manos suaves y sus brazos estaban rodeándome y abrazándome de los hombros viendo a mi madre alejarse el lugar, la despedimos agitando las manos.
- Ven vamos, ya pronto te toca.
- Está bien, profesor, vamos.
Me llevó de la mano, pasamos por el conocido corredor, los sillones estaban vacíos, pensé que sólo faltaba yo en la última clase.
- Siéntate en el sillón, ya te aviso
- Está bien, profesor.
Me acarició el pelo despeinándome en algo, vi que entró, los minutos pasaban y aquel hombre estaba todavía dentro de aquella sala acondicionada para enseñar música, me inquietaba por el pasar del tiempo, salté del sillón y puse mi oreja en la gran puerta, al principio no escuchaba nada hasta que oí:
- ¡¡Sht!!… espera, ya casi.
- ¡¡Ah!!… me duele. ¡¡Ya!!!. ¡¡Ya!!!.
- Silencio, alguien hay afuera, baja la voz.
- ¡¡Ah!!
- Ya vez, ya está.
Supe que no estaba solo ese hombre dentro de esa gran sala, hubo un silencio sepulcral, vi el gozne de la puerta que giraba, recordaba las palabras de mi madre, fui a sentarme en el sillón tan pronto pude. La puerta se abre.
- Hola Jules.
- Hola Louis.
Así tibiamente nos saludamos, mi amiguito Jules iba cabizbajo, pensativo, caminaba a paso lento, se sentó en el sillón, tenía entrelazados sus deditos mirando al piso, sus ojos estaban algo brillosos, tenía la facción fruncida, suspiraba repetidamente, como que si con eso contenía su deseo de llorar, me llamaba mucho la atención.
Era mi amiguito favorito con el que tenía más confianza, de la misma forma que la tienen nuestras madres, quise abrazarlo pero de repente me hizo un quite alejándose de mí yendo a otro sillón, me extrañó esa actitud.
De pronto que sale aquel hombre, se dirigió a mi amiguito
- Niño astuto… muy astuto e inteligente
- Me siento orgulloso de ti Jules
- A tus 7 añitos ¡vous touchez magnifique!
Lo halagaba delante de mí, algo que teníamos en común de carácter mi amiguito y yo era que nos gustaban los elogios, éramos dos niños mimados por nuestras madres solteras, nos habíamos criado sin padres, el rostro de Jules cobró vida en su semblante, su pecho se notaba erguido y rebosante, el profesor de música dirigió su mirada hacia mí.
- Tienes que ser como Jules, un virtuoso del canto, eso te falta.
- La guitarra no lo es todo… el cantar lo es.
- ¿Verdad Jules?
Mi amiguito se puso en pie airoso y con voz elocuente decía:
- ¡Si, profesor!
El maestro muy complacido lograba dominar el ambiente:
- ¡Eso es Jules.. así me gusta!… ¡Seguridad ante todo!… ¡non à craindre!
- Vengan… ¡Démonos un abrazo!… ¡Así!… ¡Eso es!
- ¡ Nous sommes amis!
El abrazo que nos dimos duró unos segundos, suficientes para escuchar el chirriar de la puerta y al voltearnos vimos a la señora Emma, gustosa de vernos así con el maestro, mostrábamos empatía y eso gustaba mucho.
- Qué bien se los ve así… parecen una familia
- Lo felicito profesor, me a gusto que mi nene precioso reciba sus clases
- ¡Madame!… Para mí es un placer orientar a su precioso niño
- Recién acabo e decirle a Louis que su hijo Jules es… un virtuoso del canto.
- ¡Oh! ¡ Merci professeur!
El semblante de Jules era otro luego de haber salido de la sala de enseñanza, me legré por él, la señora Emma se despidió dándome un beso en cada mejilla, Jules lo hizo estrechándonos la mano. Madre e hijo salieron hasta el portal a donde los acompañamos, igual que a mi madre los despedimos agitando las manos. Luego entramos ya en la sala de enseñanza.
Miró el reloj diciéndome:
- Tu mami vendrá dentro de un par de horas… ¿verdad?
- Si, profesor
- Bien, bien, bien, magnífico.
- Eso nos va a dar tiempo para muchas cosas.
- Para relajarme… sabes, eres él último alumno en recibir mis clases en esta tarde.
- ¡Y qué clases te voy a dar!
- Ven Louis, siéntate junto a mí, ¡prends la guitare!.
- Eso, es, eso es, así, así Louis
- Tocas bien para tu edad… ¡Felicitaciones!
Creo que pasaron más allá de un muy largo tiempo practicando guitarra que el profesor miró el reloj y luego se arrodilló delante de mí dejando a un lado su guitarra con la que él me guiaba así yo al mismo tiempo tocaba los acorde con la mía. Miraba fijamente mi rostro sin dejar de sonreír haciendo de su risa un contagio en mi rostro, su mirada se posaba ahora en mis manos
- Tienes unos dedos muy alargados… ¡comme une femme.!
- Tus uñas bien tratadas
- Se nota el cuidado que te da tu mamita.
- A ver déjame verlos más de cerca
Tomó mi mano y sin dejar de posar su mirar en mi mirar se los fue llevando a su boca de uno en uno, vimos su mano con saliva de la mía en sus dedos, el profesor no dejaba de sonreír.
- Seguramente así son los dedos de tus piecitos… ¿Verdad?
- Si, profesor
- Louis, sácate las sandalias y calcetines para verlos… ¿ok?
- Está bien, Monsieur le professeur.
Mientras me agachaba a sacármelos noté el sonido del desplazamiento de las cortinas, me vino un sobresalto al ver el ambiente semi oscuro del lugar, por temor no pregunté a ese hombre el porqué de lo que estaba haciendo, recordaba la frase de mi mamá: “Pórtate bien, bebé, hazle caso en todo lo que el profesor te pida y te ordene” la severidad de mi crianza con mi madre llegaba a no discutir y ser sumiso.
Aquel hombre se me acercó, no dejaba de sonreír.
- A ver, déjame verlos… ¡Oh!.. ¡Ils sont beaux!
- Beaux!, ¡ comme ton visage!
Muy lentamente, su rostro se acercó al mío por unos segundos sentí el roce de su nariz en la mía, se sentó en el piso delante de mí que seguía sentado en el sillón alzó mi pie derecho y empezó a introducirse cada dedo en su boca adulta, cerraba sus ojos al sentir el paso de mis dedos en su boca, a los diez dedos los ensalivó.
- ¿Tú sabes que se puede tocar la guitarra con los dedos de los pies?; yo sonreí.
- En serio, se puede, ¡C’est difficile, mais ça peut!
- Solo se debe tener práctica.
Vio al reloj, mientras yo vi mis pies descalzos, después sentí mi pelo ser acariciado por sus manos.
- Louis… Existe una “cosita” muy valiosa con la que puedes afinar tus voz, antes de cantar con el toque de la guitarra.
- Está escondida en nosotros los humanos porque es maravillosa.
- ¿La quieres ver?; asentí en señal de entusiasmo por verla.
- Todos la tenemos escondida, yo grande y tú pequeña.
- Solo… promete no decirlo a nadie es un secreto lo que te voy a enseñar con ella
- Luego tú cantarás mejor que Jules, te lo prometo.
Ese hombre había tocado mi ego y asentí emocionado, estaba con mucha expectativa, lo vi ponerse en pie en mí delante, sus manos comenzaban a deslizarse su cremallera, deslizó el pantalón, vi el color de su slip, era rojo, ese color a él le gustaba mucho, en esa ocasión lo vi por vez primera, entre asombro y recelo vi que se lo iba deslizando hasta que una prominente verga daba paso entre la tela, estaba depilada, deslizó el prepucio mostrándose un amoratado y rosáceo glande, el tronco era venoso, tenía un lunar a un costado de ese maravilloso tronco de verga, la agitaba para que pudiese verla de mejor forma.
- ¿Qué te parece?; me quedé sin palabras, sólo mirándola en tamaño.
- Esta es la “cosita que te hace tocar mejor la guitarra”
- Con ella serás mejor también en canto como Jules.
- Solo que… como ya te dije… es un secreto entre los dos, ¿ok?
- Mírala bien… te va a gustar, te lo aseguro.
- Ya verás que rica es.
- Ven, Louis querido, ven, acércate.
Salté del sillón, de esa manera, así, inocentemente como se daba a mi tierna edad llevando en mente el mensaje retumbante de mi madre: “Pórtate bien, bebé, hazle caso en todo lo que el profesor te pida y te ordene” caminé con mis pies descalzos dando un par de pasos.
- .. tócala; acerqué mi mano derecha temblorosa y la toqué
- ¿Es la primera vez que tocas esta “cosita”?; asentí en señal de afirmar lo que me preguntaba.
- ¡Ce sera magnifique!; dijo en un tono de complacencia.
- Vamos, sigue tocando, vamos, mi pequeño Louis.
- ¡Así¡… ¡Así¡… ¡Así¡
- ¡No pares!; sus ojos se cerraban y mordía sus labios
- Me gusta sentir tus manitos en mi “cosita”!
Mis manos deslizaban la piel del prepucio, me llama toda la forma de esa preciosa verga que estaba conociendo, mi primera verga, la que marcaría mi vida de ahora en adelante.
- Ven Louis, siéntate, siéntate en el sillón.
- ¡viens mon amour!
Miró el reloj, creo que hizo un cálculo mental del tiempo pues me sentó en el sillón.
- Ahora… te enseñaré a afinar el canto.
- Primero cierra tus labios para que mi “cosita” los afine… ¡Así!… ¡Así!… ¡Así!…¡Ya va!
- Ahora, ¡ mon amour!… abre tu boca… así despacio… eso, eso.. con cuidado.
- Siente… siente… siente… la afinación, la afinación.
- Nunca lo olvides mon amour, nunca.
Tenía la verga de un hombre por vez primera dentro de mi boca, aunque a veces mi profesor se sobresaltaba pues uno que otro de mis dientes le rozaba su prominente verga cuyo glande entraba en mi boquita con alguna dificultad, esto por ser la primera vez, claro.
- Ahora Louis quietito, te la voy a pasar por tus mejillas, así, así, así, eso, eso.
- Ahora por tu cuello y nuca, eso, eso, eso.
- Ahora por tu frente, así, así, así.
- Ahora por las “cuevitas” de tu nariz, eso, eso, eso.
- Ahora por las “cuevitas” de tus orejas, siente el desliz de mi “cosita”, así así así.
- Louis, tú bien sabes que es necesario por toda esas partes pues el canto se necesita de toda tu cabeza. ¿Verdad?; yo aprobaba con l movimiento afirmativo de mi cabeza.
No dejaba de ver su prominente verga venosa depilada, estaba con restos de mi saliva, él me miraba sin dejar de sonreír, se acercó uniendo nuestras frentes.
- Te estás portando bien, ya vez, pronto empezarás a cantar mejor de Jules, eso tenlo po seguro… solo que…
- Bueno… te falta…
El profesor creó una duda en mí, me preguntaba que faltaba para ser mejor que los otros niños que cantaban, mi exaltada emoción hizo que dijese:
- ¿Qué me falta para poder cantar mejor?
- Dígame, por favor.
- Louis… es que… bueno…yo…
- ¿Qué, cher professeur?, ¡por favor!
- Louis… Louis, querido… yo… no sé cómo lo tomes.
- ¿Canto mal?
- Bueno… sí… un poco…¡Bueh!… pero puedes mejorar, si….
- ¿Si? ¡dígame, cher ami¡
- Es que… es una prueba difícil a tu edad
- Pero… yo puedo.
- Bueno… lo que pasa… es que… para hacerla estas obligado a no decirle a nadie
- Sólo si lo juras… Louis. ¡A nadie¡, ¡A nadie¡
- Está bien, profesor; había tocado mi ego de hijo único y niño engreído por mi madre.
- ¿Seguro… Louis?
- Sí, seguro profesor… de lo que hacemos no diré a nadie
- Levanta la mano en señal de juramento
- Si, lo juro… juro no decirla a nadie de lo que usted y yo hacemos para mejorar el canto.
- . bueno… bueno. ¡Mi niño! ¡Mi precioso Louis!
Con las señas de sus manos me dejé levantar del sillón, vi que ese hombre me quitaba la ropa, primero fue con los tirantes, luego vi que sus manos hacían deslizar por el ojal cada botón de mi camisa, se dejaba notar mi pecho y él me lo besaba, luego vi que sus manos hacían deslizar mi cremallera del pantalón corto, poco a poco se iba deslizando por mis piernas, hasta caer en mis tobillos, las manos de mi profesor recorrían mis piernas, el desliz me hacía sentir raro, ese contacto de piel a piel, ese hombre miraba muy quedo mi trusa, el adulto no dejaba de sonreír.
- Las tienes bien formaditas
- ¡Qué hermosas!
Luego mi sorpresa aumentó viendo que aquellas manos deslizaban mi trusa, la última prenda que tenía puesta, cayó a los tobillos apegándose a mi pantalón corto, verme desnudo por vez primera delante de un desconocido que no fuese mi madre me daba mucha pena, sentía recelo.
Vi que fue a cerciorarse de que la puerta tenga seguro, regreso viéndole su amplia sonrisa, se acercó acariciándome el pelo para darme ánimo.
Toda mi ropa la puso sobre el sillón en el que estaba sentado antes, instintivamente me dio recelo verme desnudo delante de un hombre por vez primera, así que llevé mis manos a la entrepierna tapando mi verguita sin pelos.
- No tengas pena Louis… soy tu amigo, tu profesor, anda, ven
- Eso, así… sin temor, aparta tus manos, déjame verte.
- Hermoso, lo tienes lindo.
- Huele delicioso.
- Blanquito, lindo, suave.
Su nariz y sus labios pasaban por mi verguita
- Bien, bien, bien… date una vuelta. Déjame verlo.
- ¡Oh, magnifique!
- ¡Qué culo tan suavecito tienes, mi amor!
- ¡Lindo lo tienes!
Mis nalgas fueron manoseadas por unos instantes, vio el reloj, yo sentía raro el pase de sus manos por mi culo, era la primera vez que un hombre me lo tocaba así, antes sólo lo hacía mi madre desde que tenía uso de razón, más cuando me bañaba, el profesor me llevó sobre una mesa amplia, me acostó de espaldas sobre la fría base de esa mesa, hizo que mis rodillas se peguen a mis pechos, sostenía con sus manos adultas mis piernas dobladas.
- Louis querido, empecemos nuestra clase.
- Ahora voy a afinar la voz
- Observa y aprende
La cara el hombre se dirigió a mi verguita, la lengua hacía círculos mi prepucio, la agitó con los dedos hasta verla parada, deslizó el prepucio mostrándose la punta rosada de mi verga, la punta de la lengua la rozaba, sentí suspirar, él lo ntoba y se reía.
De pronto se la metió en la boca, la sacaba y la metía, mis manos hacían puños sobre la mesa, era una experiencia nueva por lo que me extrañaba. La vi ensalivada
- ¿Te gusta?; asentí como respuesta.
- Ahora, fíjate bien
- Te enseño cómo afinar la voz
Sus labios recorrían y se deslizaban sobre los míos
- ¿Ves?… se siente rico
- Ahora, abre la boca
Abrí la boca y se sellaron nuestros labios en el primer beso que recibía en un hombre en mi vida, la lengua de mi profesor rozaba mi paladar, eso sí me hacía sentir raro, en verdad. No cerré mis ojos pero vi los suyos, estaban cerrados, la lengua de mi profesor continuaba rozando mi paladar.
- ¿Sientes rico?… ¿eh?; asentí como respuesta.
- Louis querido, ahora ya sientes afinación.
- Esto es nuestro secreto… nadie debe saberlo… ¿ok?; le volví a asentir.
- Ahora ven… ¡Déjate!; el profesor acariciaba mi rostro.
Vi que su mano libre se la llevaba a su boca ensalivando el dedo meñique, no dejaba de sonreír viéndome.
- Louis, recuerda tu promesa.
- Recuerda lo que te dijo tu mamita.
- Verás cómo vas a cantar mejor que Jules.
- Mira, mira.
- Ahora… siente mi amor, siente.
El dedo entraba de a poco por mi culito, me sentía raro, experimentaba cosas nuevas, desde ese día ya no sería igual mi vida, lo sentía, metió algo del dedo, tanto así que me hizo gemir, pujar y exhalar como un desesperado.
- Aguanta mi amor, ya casi, ya casi… hasta la uña… hasta la uña.
- ¡Profesor, me duele!… ¡me duele! ¡ya!… ¡por favor!.. ¡ya!… ¡ya!
- Espera amor, ya casi, ya casi
- Eso Louis, eso, ya falta poco. Aguanta nomás.
- Trata de hacer silencio
- Contén el grito… así afinas la voz… así afinas la voz
- Aguanta Louis, aguanta ¡Ya casi!… ¡Ya casi!
Creo que ahora entendía lo que le había pasado a Jules, lo estaba experimentando ahora, era la primera vez que sentí el dedo de mi profesor en mi culo me hizo gemir, nació mi temor y el daba cuenta de aquello con el dolor sufrido.
- Mira Louis, mira amorcito
- Ahora ya podrás cantar mejor que Jules, sí, sí, sí.
Con orgullo el profesor miraba su dedo meñique, parte de su uña tenía restos de excremento sacado de mi ano, se lo llevaba a su nariz para olerlo en señal de su efímero triunfo. Se acercó con su cadera a la mía donde seguía acostado, vi que su verga venosa se posaba sobre mi verguita pelada, comenzó a deslizarla, vi que cerraba sus ojos mordiéndose los labios en señal de gusto, sus manos posaban sobre la mesa cada una a un costado de mi cuerpo, sus brazos estirados facilitaban el movimiento de cadera y de su verga, sentí pujar por lo e su cuerpo sobre el mío luego de que uníamos las frentes.
- Otro más, otro más… y en un día… dos, dos, dos… ¡de la misma edad¡
- Míos… míos… míos
Se notaba su éxito demencial en su rostro. Miró el reloj. Se apartó de mí.
- Ya casi es hora que madame Camille venga por ti.
- Vamos, ahora vístete.
Lentamente con mis ojos rojizos iba vistiéndome torpemente, alguno que otro suspiro se me salía.
- Espera… te ayudo Louis, te has portado muy bien.
- Verás que pronto cantarás bien
- ¿escuchaste tu voz?.. ¿Si… viste? ¿Viste que lo hiciste bien?..
- Esos eran los sonidos que deseaba escuchar e tu parte cuando te hice esto ¿ves?
Mostraba orgullo el dedo meñique con el que supuestamente era la herramienta de ese día para poder cantar bien, me hizo creer que su dedo en mi culo al penetrarlo en parte me hacía afinar la voz, luego, me dio besos en las mejillas y en la frente, unimos las frentes.
- Ahora tú en casa mete tu dedo en tu culo, verás que tu voz se mejora.
- Al metértelo ahora trata de no gritar, el éxito es aguantar que no salga el grito ¿me entiendes?.. hazlo en casa… ¡hazlo!; la fijación de su mirada me quedó prendida en mi mente infantil.
- Recuerda tu juramento Louis, recuérdalo siempre… ¿eh?
- Buen chico, buen chico.
Salimos y mi madre ya estaba en la sala esperándome. Ella siempre tan humilde ante mi profesor.
- Profesor… Louis.
- ¿Cómo les fue?
- De maravilla madame, ¡ De mille merveilles!.. ¿Verdad Louis querido?
- Si… querido profesor… aprendí mucho; yo estaba cabizbajo.
- ¡Bien! Me congratula saberlo… Nos despedimos… ¡Vamos mi niño precioso!… hasta el próximo miércoles estimado profesor.
- ¡Hasta el próximo miércoles madame!
Salí de ese lugar con mi culo ardiendo en molestia, mi madre me hizo voltear para que me despidiese desde la esquina donde esperábamos el bus frente a esa casa inolvidable donde por vez primera experimenté un cambio radical en mi vida. Desde la ventana aquel hombre que pasaría a ser mi iniciador en el sexo me miraba atento, giraba para verle con inquietud, se tomaba la entrepierna manoseándose la verga vestida sin que mi madre diese cuenta de esos movimientos dedicados a mí.
No pude dormir aquella noche de solo pensar en lo sucedido, mojé la cama con orina, mi madre pensó en el clima imperante, yo pensaba en el retorno del próximo miércoles.
FIN DE LA PRIMERA PARTE.
Me gustó la forma en la que escribes,
Ojalá fuese real, le daría un plus.
Saludos
Exitante y perturbador.