CACHA-PERRA-13
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos..
Yo me sentía algo irritado, estaba con una leve molestia estomacal, aun así, fui a la escuela y al salir como siempre iba acompañando a Raquel y a Daniel Adrián los hijos de los patrones Eulalia y Amarildo, por la calle nos encontramos con don Eustaquio, el padrino de Daniel Adrián, quien nos invitó a beber gaseosa en una fuente de sodas en el parque del pueblo, el señor lo mimaba mucho al niño, más que a la niña, de repente entró Manolo el carnicero a comprar, las miradas entre ambos hombres no era muy cordial por cierto, se notaba un aire de rivalidad, seguramente porque el padrino de Daniel Adrián sabía la relación amorosa, Manolo se dirigió a nosotros con amplia sonrisa manifestando que su hijo Gudencio en los próximos días vendría al pueblo, la mirada seria de don Eustaquio no cambiaba en cuanto a su severidad, luego, el carnicero salió como entró con el mismo rictus en el rostro, nos vio con solemnidad y salió del lugar, una vez ido volvió la sonrisa del señor hacia nosotros, le preguntó al niño cómo estaban sus calificaciones y le dijimos que bien, eso lo llenó de orgullo levantándose con el niño y de la mano don Eustaquio lo fue llevando al mostrador a comprarle unas golosinas, Daniel Adrián brincaba de gusto, el pelo le brillaba, era un niño bien cuidado, los padrinos estaban en eso siempre al pendiente del bienestar del niño, más ahora por lo que lamentablemente estaban pasando los padres del niño en su relación familiar, así es que algunos días pasaban Raquel y Daniel Adrián en el hogar de los padrinos, la atención de don Eustaquio fue de lo mejor para nosotros, fuimos al parque a jugar y nos daba mucha atención, más jugaba obviamente con su ahijado Daniel Adrián en el parque.
De pronto que aparece la camioneta del patrón don Amarildo el padre de los niños, se detuvo a saludar a su compadre, nos dijo que iba al mercado a dar cosas y que luego iba al campo, a su propiedad, invitó a su compadre pero éste se negó con solemnidad para no resentir las buenas intenciones de su compadre, se despidió cordialmente pero el hombre pudo ver la severidad de su mirada, don Amarildo la interpretó y su mirada fue al piso, luego la alzó viendo a su compadre caminar por esas empedradas y polvosas calles del pueblo, ante el gesto del patrón los tres subimos a la camioneta en dirección al mercado donde ayudamos a bajar algunos productos vegetales, eran pocos, luego fuimos a comer con el patrón, las miradas de los esposos era gélida y distante, de ello su hija Raquel se daba mayor cuenta, Daniel Adrián luego estaba atento a las golosinas que le había regalado su padrino, mi mamá me atendía bien igual o más al patrón Amarildo que la miraba como siempre con esa atención y respeto haciéndole las acostumbradas bromas ligeras delante de su esposa, luego de comer lavamos los platos nuestros como siempre lo hacíamos de costumbre y ley de nuestros padres.
Don Emiliano se subió a la camioneta llamando a Daniel Adrián y a mí para ir al campo, llenos de alegría nos subimos, no hubo despedida entre os esposos y al despedirse don Emiliano de mi madre fue algo sentido lleno de respeto como de costumbre, doña Eulalia le dio la espalda en señal de dar a notar su gélida relación con su esposo, llamo a su hija para que continuase lavando más platos ante la insistencia de ella al querer acompañarnos, la camioneta partía dejado a Raquel con un rictus de contrariedad y tristeza, en contraste nosotros que íbamos sentados con una amplia sonrisa.
Durante el camino a la casa de campo de la propiedad el patrón se detuvo en una casa de principios de siglo, salió de la camioneta llevando un costal que estaba en el asiento del copiloto, un mujer de mayor edad lo recibió en la puerta de su casa, el patrón le entregó el costal y ella al tenerlo en sus arrugadas y temblantes manos emitió una amplia sonrisa, don Amarildo le dijo que traía el encargo prometido, los ojos vidriosos de la mujer mostraban su emoción dibujada también el rostro, se inclinó en forma reverencial para agradecerle el gesto, nos miró y de inmediato a mujer giró sobre sus talones viendo el interior del costal entrando presurosa como si no era adecuado que más personas viesen lo que ella con sus ojos se deleitaba viendo ese contenido de la bolsa, don Emiliano muy sonriente entró en la camioneta y continuo con su recorrido hasta llegar a la casa de campo de su propiedad agrícola y minera, me intrigó la personalidad de aquella mujer de edad avanzada.
Llegamos y como siempre estaba allí don Viche esperándonos junto a sus perros, el saludo cordial cotidiano de patrón y peón no se hacía esperar, de igual forma para nosotros, Daniel Adrián muy animado se dejaba llevar por el peón a la casa, ahora con esfuerzo lo marcaba en los hombros, le decía al patrón que su hijo había crecido mucho, el padre del niño cabizbajo sonreía escuchando, notaba contrariedad en su rostro, eso pasó seguramente luego de ver a esa mujer del camino, nos sentamos en el balcón de la casa de alto de campo, la briza del viento daba con fuerza en algo mitigando el calor, los adultos se agitaban los sombreros al pecho, don Viche se puso en pie y fue para el interior, luego regresó portando bebidas frutales, en algo refrescaban nuestros cuerpos, Daniel Adrián se arrimaba a una silla con su pecho en el espaldar, sus rodillas dobladas se posaban sobre el asiento de la silla, aún llevábamos puesto el uniforme de la escuela, de la fina y suave tela pantalón se dibujaba las líneas del culo de Daniel Adrián, don Viche tenía la mirada fija en ese culito infantil, yo tomaba lo que quedaba de la bebida yendo al interior a dejar el vaso, me arrimé al marco de la puerta sin que me vieran, desde allí pude presenciar a don Viche que miraba el culito de Daniel Adrián y se llevaba una mano al pene vestido rozándose además su entrepierna dándose un placer al disimulo, mi cara arrimada al marco de la puerta miraba esos movimientos de sus manos, Daniel Adrián seguía sentado así con sus manitos apoyadas, quise recorrer la casa por dentro, caminé sigilosamente por cada cuarto por el que contenía una ventana, me acosté en una cama que era la de don Viche, estuve por unos instantes, miraba mi ropa y el alrededor, me puse a pensar que ya estaba próximo a cumplir mis once años el próximo 22 de febrero de 1973, faltaba casi un mes, pensaba en la comida deliciosa que mi madre me preparaba por esa fecha y algún regalo que pudiese recibir de los patrones de mi mamá, suspiré hondamente entreabriendo los ojos, lo recuerdo bien.
Recuerdo que me levanté de esa cama al escuchar sonidos de conversación, fui a arrimarme a la ventana de ese cuarto y vi a un par de peones que iban con don Amarildo y su hijo Daniel Adrián, de pronto sentí detrás de mí el cuerpo de don Viche que posaba sus manos sobre las mías que estaban apoyadas en el marco de la ventana rústica de madera típicas de las casa de campo de la época, sentí ese tufo salido de su boca que golpeaba en mi cuello y llegaba a mi nariz, detrás en mi culo sentía el roce de su pene vestido, sentí su piel sudorosa y caliente que rozaba sus mejillas en las mías, sentía esa barba irregular sin afeitarse rozándome la piel, yo olía ese sudor de su ropa típica de su actividad de campesino, al principio sentí temor con recelo pero al poco tiempo se fue diluyendo con el trato sutil que me daba, sin dejar de tocarme me hablaba con dulzura valorando mis atributos personales, poco a poco iba cayendo en las redes de su confianza, pregunté por los que habían salido de la casa, don Viche me dijo que me siente en la silla mientras él se acostaba en la cama para conversar, me dijo que habían ido a la mina por algún caso, y que él y yo fuésemos a recoger la fruta y otros productos para embalarlos y llevarlos de vuelta al pueblo, ese fue el mandato que don Amarildo le dio a don Viche, que luego don Amarildo los llevarían a casa pues ya no había tiempo para llevarlos al mercado, y que los llevaría de la casa al mercado en la mañana del siguiente día, yo asentí mirando por la ventana donde se dibujaba un cielo despejado, una tarde bien iluminada por el sol y ya me corría sudor por la frente, don Viche no dejaba de mirarme, su mirada era insinuante al verme la entrepierna sudorosa en la tela de mi uniforme escolar, yo padecía de un sensible sudor que se me nota en la ropa, don viche continuaba viendo mi entrepierna y así al verme complacido con mi pene vestido que yo me lo estiraba pues el sudor se apoderaba de esa parte, me insinuaba que me acueste en la cama con él, yo giraba mi cara con vista alrededor del cuarto con mi mirada, él insistía y yo presa de la timidez y recelo me ponía cabizbajo, se puso en pie ante notar mi negativa, fue hacia otro cuarto, trajo consigo do vasos con bebidas de frutas frescas, uno de ellos me dio y de inmediato lo bebí debido a la sed imperante de mi cuerpo, me dijo acostado en la cama que algunos productos agrícolas estaban cerca del río y que había que cruzarlos para llevarlos a la camioneta, me pidió que me quitase el uniforme y lo acompañase, yo asentí y salí a cambiarme y dejar la ropa hacia otro cuarto, salí dejándole a don Viche acotado en su cama, estaba muy sonriente conmigo como siempre, yo sabía sus intenciones, no niego que me daba recelo ese hombre, y en lo que estaba quitándome el uniforme para quedarme en calzoncillo don Viche arrimado al marco de la puerta me miraba lascivamente, su mirada se centraba en la entrepierna, luego fue sacándose la ropa quedándose en calzoncillo, la arrojó hacia un rincón junto a la mía, su rostro con amplia sonrisa miraba mi rostro lleno de timidez, era la primera vez que en mi delante estaba así, en mi delante se acercó abrazándome en mi delante, yo quise apartarme de él pero su fuerza era mayor y dominaba mis movimientos, me dijo que me quedase quieto y que aquí no era lo que íbamos hacer sino allá señalando a su cuarto, me llevó a la fuerza abrazado, llegamos a su cuarto y caímos en su cama, él se acostó sobre mi cuerpo y me manoseaba las piernas en señal de su deseo por poseerme sexualmente, yo trataba de quitármelo de encima pero él no me dejaba apartarlo, forcejeamos un poco hasta que en un dato instante me dejé llevar por sus tocamientos que los hacía en mis piernas y parte de mi culo, don Vice estaba dominando la situación sobre mi cuerpo, con sutileza de frases dulces me convencía de que me calme, de que me deje llevar, que yo le significaba una persona especial y que si me dejaba me iba a premiar con harto dinero, más de lo que yo podía imaginar, entre creer o no me debatía con mis sentimientos encontrados, estaba allí mi necesidad de comprarme un balón o pelota y cuando me hizo la pregunta de qué es lo que deseaba tener, viéndole a los ojos de mis labios salió la palabra pelota de soccer, él sonrió levantándose de mi cuerpo metiéndose una mano al calzoncillo y otra jalaba una gaveta de madera de una mesita junto a la cama, sacó un billete pasando por mi rostro, lo vi fijamente, don Viche desafiante me miraba a los ojos y me decía que era mío el billete si me dejaba hacer el “jueguito” yo le pregunté qué tipo de juego y él me respondió que era el “jueguito del papá y la mamá” y que yo sería el papá, yo lo tomé como broma y sonreí aunque con algo de recelo debo reconocer.
Don Viche se bajó el calzoncillo en mi delante quedándose desnudo por completo, lo hizo sin decirme siquiera si quería o no jugar a eso que me insinuaba, se acostó sobre sentí el pene desnudo venoso peludo rozándome mi pene vestido por el calzoncillo que aún yo llevaba puesto, me dio que la pasaríamos bien, yo cerraba mis ojos y como un flashback llegaba a mi mente los recuerdos de Daniel Adrián con él en esa cabaña de tabaco, de cómo lo cogía y me parecía que así me iba a coger, sentía raro a ese hombre sobre mí pero sus ofrecimientos me convencían, desde hace mucho tiempo anhelaba tener algo que me perteneciera, no jugar con juguetes de otros niños, no me gustaba mendigar a jugar con juguete ajeno, la propuesta de su dinero me iba convenciendo cada vez más y más sobre ese tipo de caricias que también me daba, miré a una de sus manos que trataba de deslizar mi calzoncillo, lo deslizó un poco por la cadera, don Viche con su experiencia de vida vio que me dejaba e hizo la propuesta de darme no sólo ese billete sino dos, lo decía mientras sus manos ahora deslizaban lentamente el calzoncillo, me decía que podría comprarme otra cosa junto a la pelota o balón de soccer, me vi desnudo en su delante, sus manos tenían colgado mi calzoncillo, sorprendentemente vi cómo lo olía en la parte delantera y trasera de la tela de mi calzoncillo, me decía que se olía mi orina y también los restos de excremento al haberme poco limpiado al defecarme pues en la tela se mostraba rastros de aquello, a mi prenda la agitaba como bandera, me daba recelo, quería pedírsela pero la lanzó a un rincón y de súbito ya estaba de nuevo su cuerpo acostado sobre el mío, nuestros penes se rozaban al unísono, percibía mucha calentura en ese cuerpo campesino, cerraba mis ojos, sentía sus besos en mis mejillas y en mi frente, lentamente esos besos bajaban de mi mentón recorriendo mi pecho, bajando más a mi vientre, allí se detuvo por bastante tiempo besando y haciendo que mi piel se convirtiera en piel de gallina por lo que tiritaba de placer, lo reconozco, con esos besos don viche había conseguido despertarme el deseo y abrí los ojos viendo que me besaba los testículos e iba por meterse mi pene en su boca, me decía que lo tenía grueso, lindo y muy suave, muy suave y cuando me decía eso era cuando lo estiraba con sus labios emitiendo esas frases motivadoras.
Don Viche estaba en cuclillas sobre la cama inclinado con su cuerpo dándome sexo oral, era la primera vez que él me lo hacía así, se apartó un poco para ponerse saliva en su pene con el glande descubierto, ese glande cabezón de pene de tronco erecto que hace furor al culito de Daniel Adrián y que ahora a mí me tocaba, cerraba los ojos y recordaba cómo lo había cogido al pequeño, abrí de pronto los ojos pues sentí las manos de don Viche que sostenían mis piernas haciéndolas doblar a mi pecho, el pene rozaba entre mis testículos así se podía ver la cabeza del glande alzarse sobre mis testículos sin pelos saliendo a unirse al tronco de mi pequeño pene de diez años, me arqueó más con su cuerpo, mis pies al aire, la postura de don Viche con la que cogía, la postura que a él más le gustaba, sentí el pene entrando entre la separación de mis glúteos en dirección a mi ano, comencé a sentir molestia, don Viche quería perforar mi culito con su pene, yo apretaba los dientes, hacía puños la sábana, sentía más molestia en cada roce de penetración, llegué al punto de decirle que ya, que ya nomás, el trataba de hacer furor en mi ano, sentía dolor, molestia e irritación, don Viche me decía que aguante que ya casi, ya casi, el dolor se hacía cada vez más intenso, se detuvo para poner más saliva a su glande, a coger más aire y continuar tratando de penetrarme, pero parece que el excesivo deseo le ganó la partida y vi que de su glande salía semen que se pegaba a mi culo, con respiración acelerada se detuvo viéndole salir el semen de su pene, sonrió, agitó fuertemente su pene tanto así que las gotas del resto de semen salido de su pene se pegaban en mi pecho y una que otra se pegaba en mi rostro, me las quité con mis dedos sudorosos, el culo me latía fuerte, me preguntó si me había gustado el “jueguito” yo un poco nervioso no daba con la respuesta, dejé que se limpie el pene y se ponga el calzoncillo, me dijo que me esperaba en el río para transportar el cruce del producto agrícola por medio de la balsa sujeta a unos cabos, salió de la habitación, yo me quedé acostado pensativo en lo que me había pasado, tenía sentimientos encontrados, de súbito entró al cuarto, con sonrisa amplia me dijo que la habíamos pasado bien, estiró sus manos dándome los dos billetes, me sonrió, me dijo que de esto no deba saber nadie, que era nuestro secreto, algo aliviado asentí teniendo en la mano los dos billetes, me acarició el pelo volviéndome a decir que me esperaba en el río, lo vi salir, me acosté pensando alegremente lo que compraría una vez llegando al pueblo o luego de salir de la escuela al otro día, sonreí pensando que ya tenía para mi balón de soccer, cerré mis ojos, la respiración acelerada iba disminuyendo, estaba relajado, de pronto escuchaba unos pasos, pené que era don Viche, continué con mis ojos cerrados pensando en el tipo de balón que compraría gracias al regalo de don Viche, estaba tan entregado a mis pensamientos a ojos cerrados que no sentí la presencia de alguien a mi lado, era Daniel Adrián, me miraba sonriente, me mostraba una piedra brillosa, había salido de la mina con la compañía de un peón para mostrármela, tenía incrustaciones de polvo de oro, se sentó en el extremo de la cama para juntos contemplarla, me vio que tenía los dos billetes en mi mano, por vergüenza interior fui al otro a dejarlos dentro del bolsillo de mi pantalón escolar regalo de mis patrones los padres de Daniel Adrián para quienes mi mamá servía en el comedor del mercado, regresé al cuarto a donde estaba Daniel adrián que ahora estaba acostado en a cama teniendo la roca agarrada de sus manitos en su delante del rostro, me acerqué a la ventana y vi a lo lejos a don Viche que conversaba en la orilla del río con el peón que había traído a Daniel Adrián a la casa de campo, me vino un gran deseo, vi el cuerpo de mi amiguito Daniel Adrián de cara a la cama con los brazos estirados sujetando con sus manitos aquella roca pequeña, vi el culito voluminoso del niño, vi esas ricura de piernas rellenitas, esas manitos sutiles y sin dudarlo me acosté sobre el cuerpo de él con el disimulo de juntos ver la roca, pero instantes después noté la risa socarrona de mi amiguito Daniel Adrián de seis años, sabía de mis intenciones, y sólo se limitaba a sonreír, alzaba y bajaba mi cadera sobre los glúteos de Daniel Adrián, lentamente iba deslizando el calzoncillo con mis manos hasta tener libre mi pene tieso, como pude deslicé el pantalón de Daniel Adrián y también su calzoncillo, mi pene se deslizaba sobre la suave piel de su culito, mi cara se posaba sobre el pelo de mi amiguito, él también alzaba y bajaba su culito en señal de aprobación por lo que le estaba haciendo, lo viré de cara a mí, le deslicé más el pantalón y el calzoncillo, ahora me acosté sobre él rozándonos los penes, él me sujetaba de las caderas, aprobaba que lo tenga así, unimos nuestras frentes mientras sentíamos el roce mutuo de nuestros penes erectos, nuestras respiraciones chocaban mutuamente en nuestros rostros, olíamos a los restos de comida que habías comido horas antes de llegar al campo, de pronto escuchamos la voz del peón que me llamaba para ayudar a transportar, rápidamente me subí el calzoncillo y bajé hacia donde estaba don Viche, el peón regresaba a la mina, tomamos la balsa hacia el otro extremo del río, Daniel Adrián desde la ventana nos miraba a lo lejos, tiempo después llegaba don Amarildo, era el momento de partir al pueblo, el viaje fue centrado en mirar esa piedra que Daniel Adrián llevaba en sus manos, al llegar vimos a Raquel que desarrollaba las tareas, mi mamá me estaba esperando para partir, como siempre el patrón la saludaba con respeto solemne, de ello a distancia observaba doña Eulalia, fuimos a jugar con su balón desinflado a los alrededores del mercado, ya cansados de jugar nos sentamos en un banco hecho para la esperas, conversamos de lo que Daniel Adrián había hecho en la mina del campo y me preguntó lo de estar acostado en el cuarto de don Viche, se me heló el cuerpo cuando el niño me pregunta si don Viche me había hecho el amor en el cuarto, yo con risa forzada de ironía negaba con mi cabeza, Daniel Adrián no me dijo nada, se puso en pie y me invitó a seguir jugando con el balón al que luego se unió Raquel.
Al llegar al cuarto con mi mamá la noté alegre, eso me gustaba mucho, fui a bañarme y desde la ventana como siempre era observado por el vecino, deslizaba la cortina para ene l interior bañarme desnudo, en uno de esos movimientos de enjabonarme se me desliza el jabón saliendo por debajo de la cortina, salí a recogerlo, escuché un sonido, por instinto traté de ver de dónde salía, era del vecino, por unos segundos me vio el cuerpo desnudo, quedé paralizado por la que me vea, y luego de inmediato entré en la ducha, mientras me enjabonaba me vino la picardía, quería ver esa expresión del vecino, lancé el jabón por debajo, salí desnudo y haciendo como que no lo miraba me agaché así desnudo a recoger el jabón me quedé unos segundos así en esa postura, de reojo miraba los ojos bien abiertos del vecino que se llevaba una mano por dentro del pantalón, sonreí y luego entré a la ducha, eso creo lo hice un par de veces más, me gustaba dejarme ver desnudo por él, me ataría verle esa expresión, nacía un no se qué de química por él, trataba de no ser visto por otras personas, me duchaba por un gran tiempo, luego salía con la toalla puesta a la cintura, a propósito dejaba caer el jabón para inclinarme así la toalla la deslizaba y al inclinarme me dejaba mostrar el culo recién lavadito, recuerdo y reconozco que esa tarde fui más demostrativo con mi cuerpo.
En la mesa comíamos mi madre y yo, hablábamos de algunas cosas por hacer, me preguntó si había visto a aquel hombre de la otra ocasión y yo le dije que no, me volvió a decir que ese personaje era una mala persona y que no me acerque a él y si en algún momento ese hombre se acercaba a mí que se lo dijese de inmediato, tomó el pan con fuerza partiéndolo en dos con ira, le vi los ojos autoritarios que inyectaban temor en mi espíritu, posteriormente hice mis tareas con su ayuda que era poca pues tengo una desarrollada inteligencia y hacía mis tareas adecuadamente, luego me daba permiso para salir a la calle hasta ciertas horas de la noche a jugar y luego me lavaba los pies y las manos para ir a acostarme, iba a la ducha a abrir la llave, notaba las ventanas de los vecinos con luz, mi mirada se centraba especialmente en una de ellas, la del vecino fisgón igual que yo, la noche me permitía ir a un rincón debajo de esa ventana por donde un par de ojos curiosos me observaban, deslizaba mi ropa para dejarme ver mi pene a plenitud que lo agitaba mientras miccionaba, veía de rejo el deslizamiento de las cortinas de esa ventana, yo continuaba agitándome el pene, lo hacía con placer, luego lo estiraba con gusto hasta que se salga la última gota, posteriormente me metía las manos por el culo abriendo los glúteos y rozándome un dedo que lo llevaba a mi nariz para olerlo, todo ese movimiento lo hacía para que notase el vecino, luego caminaba lentamente hasta llegar a mi cuarto, aun así desde la ventana de mi cuarto se podía ver la ventana de mi vecino, yo me deslizaba la ropa estirándome el pene lampiño que seguramente el vecino me miraba desde la ventana, al rato ingresaba mi madre a dormir, yo meditaba viendo los alrededores del cuarto, me decía a mí mismo que lo prefería al vecino que a don Viche, luego me corregía en pensar eso a través de mi inocente conciencia, recuerdo aquellas noches en que como esta todo era sonido de grillos y otros animales nocturnos de campo a esas horas, eso me arrullaba, me acordé de los dos billetes en el bolsillo de mi pantalón escolar, sabía lo que tendría que hacer mañana, pensé con ironía que por lo menos para antes de mi cumpleaños ya tendría mi propio regalo de forma anticipada por don Viche.
Continuará…
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