CACHA-PERRA-2
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos..
Era una tarde como muchas otras en aquel mercado, eso yo creía cuando llegó como siempre a esas altas horas la camioneta de don Amarildo Maca llegando con productos de la finca, la esposa que trabajaba en un pesto de comida muy surtido en el mercado doña Eulalia Panga fue como siempre a su encuentro a ayudarle, yo me quedé junto con sus hijos Raquel y Daniel Adrián en el puesto de comida, estaba haciendo el aseo del lugar, mi madre había acompañado a la señora Eulalia a ayudar, en eso llega Gudencio, recuerdo que se sentó junto a Raquel, conversaron un poco, ella estaba castigada por su madre a hacer las tareas escolares que se había retrasado en hacerlas y estaba sentada junto a su hermanito Daniel Adrián que garabateaba una hoja con crayones, Gudencio me invitó a jugar pero no pude por lo ocupado que estaba, se acercó a ver lo que hacía Daniel Adrián e instantes después lo convenció para que lo acompañase a jugar afuera con el trompo, se escuchaba de los gritos de gusto y la carrera que daba el pequeño Daniel Adrián en tratar de tomar ese trompo bailarín, ya para esa alta hora de la tarde cerca del ocaso no había clientes en el mercado y se estaba cerrando, sólo las bodegas aún abiertas recibían los productos del campo, la pequeña Raquel continuaba con hacer las tareas, yo en cambio ya había terminado de hacer el aseo del puesto de comida, así que fui en búsqueda de Daniel Adrián y Gudencio pero ya no estaban en ese lugar, fui a nuestro escondite infantil con la idea de que tal vez se encuentren allí pero nada, recorrí los alrededores del mercado, pasé por las bodegas y no los encontré, regresé donde Raquel estaba y seguía haciendo las tareas, les pregunte por ellos y me supo decir que por aquí no habían pasado, me inquieté mucho, recordé aquel lugar donde no había buscado, fui hacia allá, habían puesto cerrojo con candado, vi que estaba puesto y lo saqué abriendo la puerta dejándolo como estaba, di muchos pasos, quise llamarlos pero me ganó el escucharlo jadear a Gudencio, me encontraba en los baños públicos del mercado. Aquel lugar era muy apartado para ingresar, vi a Gudencio que por una hendija sacaba el rostro, no me dejé ver por vergüenza, pues entendía que estaba haciendo sus necesidades biológicas y habría puesto sobre el candado en la puerta para que no lo molesten seguramente, eso pensé, así que me escondí para no ser visto por él, miré a mi alrededor y no estaba Daniel Adrián, el tiempo pasaba, luego de unos minutos caminé con sigilo y con cuidado de no ser visto, de esa forma me arrodillé sobre la puerta, bajé mi cara a topar el suelo y vi cuatro pies, dos más grandes que los otros, abiertos y rodeando de esos dos pies pequeños, entonces deduje que allí también se encontraba Daniel Adrián, empecé a escuchar gemidos que eran de Gudencio, mi curiosidad iba en aumento tras escuchar los gemidos seguidos que hacía Gudencio, quería saber lo que estaban haciendo pero sin interrumpir, mi alta curiosidad me hizo recordar que detrás había un tragaluz por el que podría verlos, me fui por detrás donde habían apilados unos ladrillos, los coloqué bien para sostenerme de pie, me garré de esos barrotes con la intención de no ser visto y pude apreciar a Gudencio sentado sobre una especie de inodoro de cemento, tenía el short a la altura de las dobladas rodillas sobre esas piernas gruesas, vi el movimiento de cabeza de Daniel Adrián, con una mano puesta en la frente del pequeño Daniel Adrián, Gudencio lo apartaba, dejándose mostrar el pene que lo agitaba con sus manos, se pasaba una paleta ensalivada por el tronco del pene y le decía a Daniel Adrián que volviese a lamerlo, lo hacía con cierta irregularidad de movimiento propio de su edad, el tronco del pene salía de su boca y se desliaba por la comisura de los labios y rozaba las mejillas, ahora comprendía esos rasgos de miel en su cara, le gustaba hacer eso pues veía que sonreía junto a Gudencio, trataba de metérselo todo en la boca, tosía y tosía por lo que Gudencio le acariciaba el pelo, le extendió la paleta dándosela a Daniel Adrián, le hizo sentar sobre su entrepierna, se notaba feliz así sentado sobre Gudencio agitando sus pies al viento, tenía la paleta entre sus manos deleitándose lamiendo Gudencio le besaba el pelo, le lamía y chupaba el cuello y Daniel Adrián se dejaba quietecito, le decía algo en la oreja y eso causó que luego le hizo parar en su delante para que le viese el pene erecto, le dijo que si quería jugar para más y Daniel Adrián viendo el pene agitado movía afirmativamente su cabeza, vi que las manos de Gudencio hacían bajar el pantaloncito corto de Daniel Adrián, llegó a los tobillos y le hizo encorvar sobre la especie de inodoro de año de mercado allí descansando el pecho, al verlo así, en esa posición en que estaba Daniel Adrián, Gudencio se agitaba más el pene y lo movía cual fuese un chicote rozando con golpes leves sobre los glúteos de Daniel Adrián, ya para aquello yo ya sentía una erección, algo nuevo para mí esa sensación estimulada de sólo ver que ese pene de Gudencio a glande descubierto se deslizaba sobre la raja del trasero de mi amiguito, Gudencio cerraba los ojos abriendo la boca mostrando en su rostro todo el deseo y complacencia al sentirlo así, al tenerlo así, Daniel Adrián como si nada se dedicaba a lamer la paleta del sabor que tanto le gustaba, o estaba impresionado por lo que estaba viendo, para mí eso era algo novedoso, hasta ahora sólo visto en la revista que Gudencio nos mostraba a solas en secreto en aquel escondite hecho para ver eso y en otros juegos propios de aquella edad, Gudencio movía sus caderas para adelante y para atrás, vendo que su pene se movía sobre ese trasero, lo tenía sujeto de las caderas para que no se caiga, con una mano trató de abrir el trasero y traté de penetrarlo pero de un impulso de instinto Daniel Adrián se trató de mover y apartarse de esa acción, Gudencio se detuvo, Daniel Adrián se pasó las manos por el traserito, le lejos se escuchaba la voz de doña Eulalia nombrando a voces a su pequeño hijo, Daniel Adrián, Gudencio le arregló la ropa y le hizo salir primero, él se quedó escondido como siempre, vi que seguía agitándose el pene con gusto, entreabrió esa puerta del baño viendo que Daniel Adrián se sujetaba de las manos de doña Eulalia llevándoselo aprisa, yo me quedé a ver lo que hacía Gudencio, y se encorvaba en el inodoro pasándose los dedos por el trasero dándose satisfacción y esos dedos se los pasaba por la nariz gimiendo sugerente, me llamaba la atención lo grueso de ese pene y el glande que para mi juicio era prominente, rojizo, latente por las venas descritas, se arregló l ropa y salió presuroso yo más atrás con la intención de que no vea, lo vi a Gudencio junto a Raquel, estaba rozando su pene vestido en los hombros de ella, lo hacía al disimulo, yo ya sabía cuáles eran sus intenciones, doña Eulalia le limpiaba el rostro a Daniel Adrián, sentado en un taburete estaba don Amarildo contento por el negocio hecho, Raquel mostraba a su orgulloso padre la tarea cumplida, Gudencio invitó a jugar al trompo a Raquel, Daniel Adrián los acompañó, la madre pidió cuidar mucho a Daniel Adrián, yo ayudaba a mi mamá a recoger la basura para irla a dejar al contenedor, por mi paso hacia allá vi jugando entretenidamente a Daniel Adrián con el trompo, me llamó la atención que estaba solo, me acerqué ante su pedido de que le ayudase a hacerlo bailar, vi a los alrededores y luego me entretuve con el juego del trompo, volví a ver por los alrededores y no aparecían Gudencio y Raquel, pensé que estarían jugando dentro del escondite y no me equivoqué, Daniel Adrián se sentó junto a su pensativa hermana, Gudencio estaba repasando las hojas de aquella revista inquietante para nuestras edades, me quedé con los dos hermanos pues Gudencio se retiraba tras la voz del llamado de su padre, me miró fijamente a rostro, su mirada era intrigante, se puso la revista dentro de su ropa, la mirada atenta de Raquel era de vergüenza al verlo partir con su trompo en mano, Raquel siguió cabizbaja por unos momentos, Daniel Adrián se entretenía con esfera de cristal que le di sacándola de mi bolsillo, tiempo después salimos del escondite tras la voz de mi madre que mencionaba nuestros nombres.
Aquel día para mí quedó marcado en mi mente.
Continuará…
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