CACHA-PERRA-5
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos..
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos.
Aquella tarde que salía de la escuela hacia el mercado llevaba mis libros en suela y de pronto se me caen, al recogerlos e incorporarme vi a un señor muy bien vestido y altivo en mi delante, había estado instantes antes en los alrededores, lo vi bebiendo una gaseosa, me miró con mucha atención, seguramente se fijaba en mi ropa raída y humilde, sentí sus manos acariciándome el pelo, sonreí pues sentí seguridad inusitada e su contacto corporal, luego acarició mis mejillas, tenía un cigarro en la boca, sus ojos se clavaron en los míos, eran iguales en color e intensidad, rió y se alejó dejándome una caricia en la frente con su dedo gordo, se perdió entre la calle polvosa empedrada del pueblo, lo seguí con prudencia por varias cuadras, me había dado la duda y necesidad de conocerle angustiosamente si el término cabe en mi infancia, era un forastero bien vestido, se subió a un lujoso auto manejándolo y saliendo del pueblo, yo no entendía por qué corría, era una instintiva necesidad, me cansé de correr por unas cuantas cuadras y cuando me detuve vi más adelante que inusitadamente que se detenía el vehículo, salió el forastero con una amplia sonrisa en su rostro, tenía algo de polvo en sus hombros, se acercó a mí que estaba cabizbajo con mis brazos estirados apoyados en mis rodillas, yo respiraba aceleradamente, me acarició el pelo inquieto por haberlo seguido, le pude ver de mejor su rostro así de cerca, me preguntó por mi nombre y por donde vivía, yo le respondí y él no dijo nada más, extendió su mano dándome un billete de a peso, lo metí en el bolsillo y me volvió a acariciar el pelo, nunca olvidaré esa sonrisa muy significativa, agité mi mano despidiéndome ante el alejamiento del auto.
Saqué el billete y miré al auto desaparecer en la polvadera, sonreí, de pronto me di cuenta que estaba alejado del mercado pero algo cerca de la casa de Daniel Adrián, caminé hacia la entrada, justamente al ingresar vi a mi mamá, había llegado por unos ingredientes, no le dije lo que me había sucedido con ese forastero, no era el momento pues ella se notaba apurada con regresar al mercado, vi a mi alrededor y allí estaban jugando en el suelo Raquel y Daniel Adrián, luego me uní a sus juegos con aquellos juguetes, mi mamá estaba a salir y me dijo que cuide de los dos niños, que la espere aquí para ir luego a nuestro cuarto que arrendábamos, al despedirse mi mamá dejó las llaves, yo continuaba jugando con ellos a puerta cerrada, puse seguro como de costumbre y subimos a los cuartos de dormitorios en la parte alta de esa casa, fuimos por más juguetes, en el corredor nos acostamos a jugar, Daniel Adrián y yo con los autitos y sentada estaba Raquel con su muñeca y sus accesorios, recuerdo bien que la vi sentada con piernas abiertas, una mano sujetaba la muñeca y con la otra se rascaba el calzoncito, esos movimientos de dos me llamaban la atención pues aquellos labios vaginales se notaba delineantes en la tela de su calzoncito, no paraba de mirarle el rascarse la vagina con los dedos y llegó el instante en que nuestras miradas se cruzaron, ella continuaba rascándose la vagina vestida y yo la seguía más mirándola con detenimiento, tomó uno de los muñecos e hizo movimientos con la muñeca, se acostó poniéndoselos en el pecho, puso el muñeco acostado sobre la muñeca que estaba sobre su pecho y al hacerlo me miraba con picardía insinuante, yo miraba que ella manejaba los movimientos de la muñeca y luego se sentó y deslizó el muñeco en la vagina vestida dentro del vestidito que llevaba puesto, yo me hacía el atento y le sonreía pero seguía jugando con los autitos en mis manos, vi que Daniel Adrián se acercaba a su hermana para arrebatarle el muñeco pero ella más mayor y con más fuerza se oponía a que le arrebate su hermano aquel juguete, Daniel Adrián recibió dos bofetadas por parte de su hermana, nada pude hacer para que lo castigase por impertinente, fue todo tan rápido que Daniel Adrián salió llorando desconsoladamente y amenazó con acusarla con sus padres luego le lanzó uno de sus juguetes, furioso el niño de cinco años bajó a jugar al ambiente de debajo de la casa.
Quedamos Raquel y yo, me miraba y se rascaba la vagina, tiempo después nos sentamos de frente estirándonos las piernas que estaban sobre el piso, nuestros pies descalzos se unieron, ese roce de sus pies en los míos me llamó la atención, ella lanzaba la pelotita de goma y yo se la devolvía, la pelotita se metía por el vestido, quise agarrarla y ella se la pasó por las piernas lanzándomela, me miraba mi entrepierna en mi pantalón corto, en una de esas la pelotita se metió en una manga, vi que su mano estaba rozándose la vagina, la saqué de la manga donde se me había metido, como era ancho el pantalón se pudo notar uno de mis testículos saliendo de mi calzoncillo, ella puso más atención en ello y me miraba riéndose, se metió sus dos manos en la vagina vestida sin dejarme de mirar, y yo atento le seguí el ejemplo que me daba e hice deslizar el zipper metiéndome mis manos en el calzoncillo, nos miramos haciéndonos eso mutuamente, ella con sus manos en la vagina y yo en mi pene hurgándonos, era intenso eso, ella se inclinó sobre la pared y vi que se deslizaba el calzoncito, los deditos rozaban los labios vaginales por entre ellos, la miré e hice que mi zipper se deslice más sacando por ahí mi pene lampiño erecto, ella lo vio y más movía su mano, entendí lo que deseaba con ese movimiento de manos, me senté junto a ella, para que nos viéramos mejor, ella lo tocó con su mano y yo hice lo mismo en la suya, así estuvimos tocándonos, de repente yo le digo con señas que se acueste, cuando lo estaba haciendo vi que se deslizaba el calzoncito hasta las rodillas, yo hice lo mismo con mi pantalón corto, ella me vio la pelvis y el pene que se juntaban con su pelvis y vagina, así me acosté sobre ella, pero fue un instante nada más, no se pudo hacer algo más debido a que las voces de unas niñas llamaban a Raquel, eran sus amiguitas del barrio, ella apresurada se apartó de mí y arreglándose la ropa bajó escaleras para estar con ellas.
Poco pude sentir de esa entrega, me quedé con las ganas allí parado junto a la ventana viendo a esas mocosas impertinentes que habían llegado en ese momento, me acariciaba el pene erecto, jadeaba un poco, luego bajé a verlas que jugaban las niñas apartadas de Daniel Adrián, me acerqué a jugar con él, estábamos acostados en el piso jugando con los autitos y muñequitos que el padrino le había obsequiado, en eso que nos dábamos roces en las manos y en los brazos, lo miraba concentrado en el juego, no me podré olvidar de esos labios rosáceos llenos de saliva y ese pelo lacio caído cubriendo media cavidad de ojos, de ese traserito bonito voluminoso y de esos deditos alargados de manos bien cuidadas, de esas piernitas rellenitas y de esa piel suave, recuerdo que jugábamos en un rincón apartado, que me acosté sobre él, se dejó, fue por un instante, en que movía mis caderas sobre sus glúteos vestidos, mi cara sobre su cabeza rozando mis mejillas en su pelo, le dije para ir arriba, él me siguió corriendo las escaleras dejando atrás a Raquel y sus amiguitas del barrio jugando a las muñecas, nos centramos a jugar con nuestros juguetes acostándonos en el piso del corredor, al verle acostado así me acosté sobre él, volví a olerle el pelo y besarle el cuello, eso a él le gustaba mucho, nos sentíamos a solas, por eso lo hacíamos, nos gustaba, a mí más, lo estaba sintiendo con él, esa atracción, ese gusto por lo prohibido, a escondidas, sabía que era incorrecto pero me sentía bien hacerlo, era el típico conflicto de conciencia infantil, tenía más deseo y por eso me puse en pie, lo levanté del piso y tomados de las manos llevamos los juguetes al cuarto de él, deslicé la puerta, nuestra seguridad se alzaba más al sentirnos a solas, me bajé le pantalón corto y el calzoncillo mostrándole mi pene erecto que lo agitaba, él me lo miraba con detenimiento, le hice que lo tome con sus manitos y lo volvió a oler, le pregunté si le gustaba y él me respondía que sí con su cabecita luego de una gran pausa de meditación, rápidamente lo desvestí totalmente y lo llevé a acostarlo en la cama, allí se me abrió de piernas tomándose el pene lampiño con las dos manos, nos mirábamos mientras yo me quitaba toda la ropa, le abrí sus manitos para acostarme encima de él, mi pene estaba sobre el suyo alzándole y bajándole la cadera, nuestras manos se entrelazaban, nuestras mejillas se unían yo bajando mi cara para unirlas, nuestras narices rozaban, mi respiración chocaba en su frente, su pelito se movía al yo exhalar mi respiración, le di vuelta ahora mi pene grueso y erecto sin pelos se deslizaba por ese culito de piel suave, mi cara se posaba en su nuca y le daba de besos, Daniel Adrián pujaba sintiendo mi peso, me gustaba escucharle hacer eso, me dio ganas de apartarme, sentí algo de inseguridad, tenía miedo que nos descubran porque había un silencio prolongado, le hice señas a que se quedase quieto y que no hiciera ruido, me vestí y rápido bajé a cerciorarme que Raquel seguía jugando abajo con sus amiguitas del barrio, y, efectivamente, estaban ahora frente a la casa
Luego regresé a donde estaba Daniel Adrián, todavía seguía allí desnudo acostado en la cama, esperándome, me reí mientras me quitaba la ropa de nuevo, y me acosté sobre su cuerpo de piel suave, nuestros penes se rozaban, con sus manitos y bracitos rodeaba mi cintura en señal de aprobación por lo que le estaba haciendo, era sensacional sentir su cuerpo, sentir el roce de mi pene en su pene, di vuelta acostándome e hice que Daniel Adrián se acueste sobre mí sujetándole de sus glúteos, le pasaba el dedo por la rajita y hacía un alto al sentirlo, el penecito de Daniel Adrián se deslizaba entre mis testículos hasta unir nuestros troncos, le decía que continuase, que no se detuviese, me gustaba mucho lo que me hacía, de pronto su carita se puso a la altura de mi pene y sin podérmelo creer la nariz de Daniel Adrián pasaba por el tronco de mi pene, le gustaba olerlo seguramente, su mejilla lo rozaba, me gustaba verle, pero no quiso metérselo en su boca, los deditos lo acariciaban, a mí eso me gustaba mucho, su respiración agitada por el movimiento de caderas se golpeaba en mi pecho, me gustaba, sí, me gustaba mucho eso, lo recuerdo bien, recuerdo ese traserito lindo que se movía con sus caderas deslizándose el pene, entreabría los ojos mostrándome su placer al hacérmelo, eso era inolvidable, lo hacíamos en un ambiente en que poco se escuchaban nuestros gemidos, por los meses de 1971 éramos dos niños haciendo sexo infantil, él de 5 y yo de 9, nuestra inocencia se basaba en eso, en cuidarnos de no ser descubiertos aunque eso ya nos gustaba mucho, desde aquella vez que vimos a doña Eulalia y a Manolo haciendo el sexo en el corral, después, me dejé acostar y se puso encima de mí, lo sentía rico moviendo sus caderas con su pene deslizándose en mi culito, abría la boca como siempre al sentir eso, su carita se posaba en mi espalda y sentía recorrer en mi piel su respiración poniéndome la carne de gallina, sus manitos con deditos alargados rozaban gratamente mi culo, Daniel Adrián me lo separaba tanto de los glúteos que era para olerlo, sentía su pene entre los glúteos de mi culo, ya empezaba a sudar, no se cansaba de pasarlo por mi culo, así, así, estuvimos por un buen rato, hasta el cansancio en el que yo terminaba sobre el cuerpo de él, con mi pene que lo miraba sobre su pene, lentamente nos apartábamos de la cama para vestirnos y salir de casa a donde estaban las demás niñas jugando.
En ese instante escuchamos el ruido del motor de un camión de mudanza, qué hacía en este pueblo rural era la pregunta de los transeúntes, nosotros bajo la curiosidad nos acercamos delante de la casa de campo donde se estacionaba el camión, de la cabina salía una atenta mujer con un niño marcado en sus brazos, los hombres que iban detrás del camión comenzaron la descarga de los bienes muebles y enseres entrándolos a la casa, a mí personalmente me llamó la atención del niño cuya piel blanca se reflejaba adecuadamente tras los rayos de sol, aunque ya se podía apreciar el ocaso que se avecinaba, Daniel Adrián y yo nos acercamos a la casa, la mujer nos trató con una amplia sonrisa de cortesía que nosotros respondimos de igual modo, supimos que se trataba de un niño de dos años recién cumplidos, su nombre: Luis Mario.
Continuará…
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