CACHA-PERRA-6
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos..
Como era de costumbre en aquellos días Daniel Adrián y yo acompañábamos a don Amarildo en su camioneta a la finca donde se estaba extrayendo el oro por esas montañas que pertenecían a su propiedad, la economía de la familia se había vuelto próspera por aquel tiempo finales del año 1971, llevábamos bombas y herramienta menor para los trabajos, yo ayudaba mucho en eso y el señor Amarildo me tenía confianza, allá en el pueblo quedaban Raquel y su madre junto a la mía en el mercado en el puesto de comidas, don Amarildo ya daba responsabilidades a su hijo Daniel Adrián aunque estaba pequeñito de más de cinco años de edad, yo le ayudaba, siempre iba a su lado, eso nos hacía más “cómplices” de nuestras “travesuras” en silencio, mirábamos el ambiente rural del sector, la geografía quebrada de las montañas vestidas de verde, nos maravillaba ver los animales silvestres.
Llegábamos a la finca rodeada de árboles frondosos en su entrada y más allá los árboles frutales, sobre la loma se veía ahora una mejor casa de campo que la anterior que rodeada de vegetación, de ella salía siempre sonriente a nuestro encuentro Viche acompañado de sus perros de caza, mostraba fruta pelada y picada para que nos sentemos a comerla, nos gustaba mucho ese recibimiento de un hombre que siempre mostraba la sonrisa pero en su mirada se notaba hacia nosotros a aquella picardía de complicidad, comíamos y bebíamos fruta a nuestro lado se escuchaban los cerdos desde la porqueriza y las gallinas corretear tras gusanos e insectos, eso nos maravillaba pues el inquieto Daniel Adrián iba tras ellas, a vista de Viche corríamos por los alrededores de la casa de campo y nos seguía en los juegos ante mirada complaciente del patrón Amarildo.
Debajo del entablado de la gran casa habían amarradas tres hamacas en los puntales de la casa donde solíamos descansar meciéndonos un rato relajándonos de lo del viaje para luego con don Amarildo ir a la mina a ayudar un poco, llevábamos fiambre y otros comestibles junto a las herramientas, Viche también ayudaba sin despreocuparse de sus faenas agrícolas, así que alternaba su tiempo, sobre todo en el control de animales y en la faena de la extracción del oro, yo aprendía con un plato a lavar oro y también Daniel Adrián lo hacía dificultosamente, el padre consideraba que su hijito estaba mucho tiempo en el agua pues padecía de estornudos, Viche con solicita atención cuidaba al niño, yo desde mi orilla veía cómo se sentaba Viche debajo de frondosos árboles secándole al niño, él se sentaba y luego sobre sus entrepiernas sentaba a Daniel Adrián, lo acariciaba del pelo haciendo movimientos de poca usual empatía, desde donde estaba alejado miraba las manos de don Viche que se deslizaban disimuladamente por las piernas del niño, las metía por la toalla que lo cubría y la mirada extraña de Daniel Adrián me daba aviso que Viche le manoseaba las bolitas y tronquito, aun así Daniel Adrián lo miraba emitiendo una leve sonrisa cómplice algo inquieta hacia los trabajadores, como que con su mirada trataba de asimilar lo que don Viche le estaba haciendo y temía ser visto, unieron los rostros en señal de confianza, vi que Daniel Adrián se apartaba de don Viche, el niño tenía puesta la toalla, sin embargo pude verle el short a la mitad de los glúteos, esos glúteos que los disfrutaba con mi pene, ese culito mío, me decía yo en mi mente y llevaba una de mis manos a mi pene vestido dándome placer viendo el movimiento de ese culito de niño descalzo, sus pies eran bien cuidados de dedos alargados, curiosamente diferentes a los de sus padres, eso también yo apreciaba pues mi pies no eran iguales a los de mi madre.
Vi que como siempre don Viche llevaba a hombros a Daniel Adrián en dirección a la casa de campo ya más amplia por su remodelación producto de las ventas de oro, continué un rato más trabajando en ayuda a los trabajadores de la mina, era agotador a mi edad esas actividades pero me gustaba pues ganaba buen dinero que para mi edad lo consideraba muchísimo y era de gran alegría para mí cuando don Amarildo me decía que lo acompañase a la finca para ayudar en algo, luego de un largo rato desde que don Viche y Daniel Adrián salieron don Amarildo me dijo que fuese ya a la casa de campo a ayudar a cargar la cosecha a don Viche, acepté afirmativamente con mi cabeza y lavé las herramientas tomando luego el camino en dirección a la casa de campo, ya la divisaba desde lejos, corrí al encuentro de don Viche y Daniel Adrián pero o estaban, recorrí por todos los lugares y no estaban donde imaginaba que estarían, recordé el río, allá estaban seguramente, a ellos les gustaba pescar, corrí al lugar donde se pesca, pero tampoco estaban, ya me angustiaba y me vino el acostumbrado celo infantil no aceptando que Daniel Adrián sólo se divierta con don Viche, me acordé de que debíamos recolectar frutas, pensé en aquella choza muy alejada a los linderos de la propiedad, allí se secaba el tabaco, caminé por los árboes frutales muy tupidos que daban gran sombra en esa soleada tarde, quedaba bien lejos a mi edad al caminar, estaba seguro que allí podían encontrarse, de pronto vi una serpiente que deslizaba por un tronco, lo recuerdo bien, era una serpiente gruesa y grande, quedé petrificado por un momento sin anímo, me asusté mucho y eso hizo que temblase, afortunadamente la vi deslizarse entre el monte a través del sonido de las hojas secas me di cuenta que iba alejandose, ahora mi forma de caminar se hizo lenta temeroso de encontrame con otra serpiente, trataba de no llamar la atención con hacer crujir ramas u hojas secas, así llegué por detrás de esa cabaña forrada de hojas y ramas, escuché unos gemidos, sabía que los encontré, sonreí satisfecho, me apegué a la pared, eran los gemidos de Daniel Adrián, efectivamente, allí estaba tendido sobre unos tablones, estaba desnudo del ombligo hacia abajo, igual estaba don Viche, allí estaban en una postura sexual nueva para mi edad, a través de las hendijas de la pared vi la puerta cerrada, dentro un ambiente en donde los rayos de sol pasaban la pared, vi los pies de Daniel Adrián que estaban agitadose al aire, las manos de don Viche se sostenían en las caderas del niño haciendole le movimiento de cadera hacia adelante y hacia atrás, mis ojos se abrieron más ante la sorpresa de vere ese tronco grueso y largo de pene prominente que era peludo, ese tronco al mover caderas se deslizaba por el pene lampiño de Daniel Adrián, lo hacía con movimientos armónicos, él estaba bien abierto de piernas y don Viche ahora ponía los talones de Daniel Adrián sobre sus hombros, tomó el pene y se vio el glande amoratado un tanto arrugado que se deslizaba en el potito, el hombre estaba sudoroso igual que Daniel Adrián, el glande estaba entre la rajita, lo empujaba y Danie Adrián gemía, l punteaba y gemía, lo punteaba y gemía, lo punteaba y gemía, de tanto ver eso instintivamente llevé mi mano adentro de mi pantalón, quería darme palcer con el pene, me vino una sonrisa al verlos así cogiéndose, las manitos de Daniel Adrián se aferraban a los brazos de don Viche, vi el esfuero de don Viche en seguramente quererlo penetrar, pero ese pene grueso grande contrastaba con el tamaño de ese potito, aún así don Viche lo intentaba, le decía que lo tenía muy cerradito, le bajó las piernas y allí quedó el cerpo del niño encorvado acostado de espalda sobre los tablones y sus pies descalzos suspendidos en el aire, apenas rozando sus dedos gordos sobre el suelo terroso, aún así se mecían, con su carita apegada a su pecho miraba a don Viche que en su delante se agitaba el pene peludo venoso, se cubría el pene con sus manitos, don Viche le dio vuelta poniendole el pechito sobre el entablado, las piernitas quedaron suspendidas al aire, esos hermosos piecitos, me moví un poco por la pared, vi que don Viche ponía el pene sobre el coxis de mi amiguito, empezó a deslizarlo suavemente, vi ese desliz, el tronco peludo de carne tibia sobre el potito rigido de Daniel Adrián, vi su carita fruncida, don Viche de nuevo a través de esa postura sexual lo trataba de penetrar, pero seguía siendo infructuoso para el adulto, le vi el rostro contrariado, se limitó a deslizar el pene en el culito, vi que Daniel Adrián estaba quietecito, se movía en el mismo modo que las caderas de don Viche se movían hacia adelante y hacia atrás, el pene de mi amiguito se movía, estaba ensalivad, seguramente don Viche le habría hecho el sexo orla, pese a hacerle el sexo la sonrisa de don Viche no desaparecía, ni esa mirada hipócrita que le caractetizaba, carente de seriedad, de pronto vi que se detuvo, vi que don Viche alzó su cabeza cerrando los ojos abriendo la boca, del pene suyo salía un liquido blanco que había visto en las revistas pornográficas que a escondidas mirabamos con Gudencio allá en el mercado, vi que ese liquido se deslizaba por el coxis con una parte por el espinazo y la otra parte se delsizaba por las caderas, allí vi el pene latente erecto con restos de semen en el glande, Daniel Adrián nni s emovía, allí quietecito a ordnes de su activo señor, le ntamente le abrió los glúteos y con otra mano firme tomó el aún erecto pene pelud venoso con restos de semen en el glande y lo puso a la entrada del ano, lo empujó despacio, Dniel Adrián gemía, bufaba y jadeaba a cada empuje leve de pene en el culito, luego don Viche se separó, mi amiguito no vio lo que le hizo, solo sentía, accidentalmente hice crujir unas ramas, pero vi que no se escucharon en el interior de la cabaña de secado de tabaco, vi que lo limpiaba y al vestirle le decía que callase lo que habían hecho, lo tomó de la mano al cabizbajo Daniel Adrián levandole por los senderos entre matorrales.
Yo para ese momento ya estaba escondido a prudente distancia, deambulé como que hacía tiempo y caminé por las orillas del río, me mojé la cara y el pelo, estaba pensativo sobre lo que vi, a ese hombre le gustaba hacer eso, ese hombre al que lo tenía como alguien muy cordial y considerado, no atinaba a razonar, solo sabía que había aprendido algo nuevo y creo que Daniel Adrián también, llegué por la zona donde pescaban cerca a la casa de campo, allí estaban don Viche y mi amiguito acomodando la carga de productos para ser llevados al mercado, la hora apremiaba, llegaríamos seguramente en la noche a dejarlos en el mercado, don Amarldo estaba allí también ayudando, un poo contrariado me hizo ver mi falta, solo atiné a decirle que fui de pesca, es lo que pude decir, vi el rostro de don Viche también contrariado, Dniel Adrián continuaba pensativo y de vez en cuando al disimulo se metía la mano al traserito, como rascandoselo, don Viche lo miraba y al disimulo sonreía tapándose la boca, ya todo estaba listo para partir, don Amarildo subió al interior de la casa de campo, lo siguió su hijo.
Quedamos don Viche y yo, sentía que me miraba de una manera poco usual en nuestras visitas, entre serio y sonriente me dijo al oido que no contase nada, yo sorprendido le pregunté de qué y él medijo que yo bien sí sabía, con movimiento de cara y su mirada dirigida en direción a la plantanción pude entender de qué se trataba, don Viche siempre me había visto detrpas de la pared de la cabaña de secado de tabaco, a mis nueve años había inocencia absoluta, me hizo sentir culpable, irónico ¿verdad?, pero fue así, no pude mirarle a los ojos, me dijo que si yo decía algo al patrón, yo tendría problemas pues me hizo saber a su interés que acerca de lo que vi fue sólo un juego y nadie creería otra cosa, me llevó debajo del entablado de la casa de campo a donde estaban las hamacas, junto a ellas había un cuartitito donde se guardaban las herramientas, sacó de su bolsillo un bilete de baja denominación y me lo dio para que me dejase, yo quietecito sentía por detrás el cuerpo sudoros de ese peón, me dejé besar el cuello y los hombros, sentí detrás de mi trasero vestido el pene vestido de don Viche que me abrazaba por detrás ahora besandome las mejillas, se inclinó para hacerlo, me manoseaba por detrás, sentí sus manos bajar mi zipper y ser tocado mi pene por vez primera por ese peón lleno de sudor, la lengua pasaba por mi cuello y mientras me estiraba el pene me besaba el pelo, me sentí bien, los temores se diluían, don Viche sabía hacerlo, me dejé, sí, confieso que me dejé, por me hacia gustar de eso, de eso que lo hacía con mi amiguito Daniel Adrián, escuchamos pasos en el entablado, después rápidamente salimos, pues todo eso fue muy rápido, quizá un par de minutos o menos, salimos rápido del cuartucho, caminamos a la camioneta, me volvió a hacer gestos para que callase, ya mi billete estaba en el bolsillo, don Viche arrimó su mano sobre la mía que la tenía arrimada a la parte trasera de la camioneta, sus dedos recios encayecidos rozaban mis manos suaves, me decía que le gustaba la suavidad de mis manos y de mi piel, nos miramos fijamente cultivando la confianza que él me daba, entrelazamos las manos, y así de repente vimos salir de la casa de campo a padre e hijo y de inmediato don Viche me abrazó con fuerza, me acarició el pelo mostrando una amistad disimulada en el interés de que cayase, ayudamos con las cosas al patrón y al niño que llevaba en sus manitos algunos granos secos, decía para su sopita, reimos ante la ocurrencia del pequeño Daniel adrián que ya en ese momento había olvidado lo ocurrido, en el retorno iba meditando lo que vi y de lo que me hizo don Viche.
Continuará
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