CACHA-PERRA-7
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos..
La lluvia era muy fuerte en ese tiempo el carnaval del año 1972, nosotros los niños mojábamos con globos o baldes a los transeúntes, era muy divertido, nuestros cuerpos mojados junto con la ropa que nos cubría no hacía efecto en detener nuestro ímpetu por jugar, apartado desde la ventana de esa casa de dos pisos vimos por la ventana al pequeño Luis Mario de casi tres años que agitaba sus manitos en señal de contento, quería estar con nosotros, se notaba su ansiedad por querer jugar pero los brazos de su madre se lo impedían allí sentado en el regazo de su madre, no sabíamos aún la existencia de su padre, las niñas amigas de Raquel jugaban con nosotros terminando en batalla de agua con cubetas y lodo, en el mercado no se pasaba tan mal, luego de la faena de trabajo los placeros y placeras se divertían al mojarse y empolvarse, otros usaban huevos y tinte con verduras.
Recuerdo que mojados fuimos de la casa al mercado, unos perros nos seguían, Daniel Adrián llevaba en cada manito un globo con agua, perseguía a las mujeres y a medias les atinaba, yo llevaba una cubeta con globos, se unió Gudencio a nuestros juegos en cuanto llegamos al mercado, los perros peleaban su territorio, Gudencio comenzó a llamar por su mote de “Cacha-perra” a Daniel Adrián, algunos de los presentes también lo hacían sobre todo los adultos, don Amarildo se resignaba a que le dijeran ese mote a su hijo, pero no tanto doña Eulalia, la madre de Daniel Adrián, se formaban los grupos de juegos entre adultos por un lado y nosotros los niños por otro, Gudencio era nuestro líder y nos hacía escondernos en diferentes puntos del mercado, en los altillos para desde esos lugares lanzar agua y globos, Daniel Adrián siempre estaba con Gudencio, se sentía seguro y con confianza, luego de eso yo iba con otros niños más pequeños, me extrañó que para ya pasado buen tiempo que aún no aparecían los dos, ya eran un poco tarde y se acercaba el ocaso, aunque los adultos seguían jugando pero unos pocos pues otros ya se iban con sus hijos, Raquel fue a divertirse jugando con sus padres y otros comerciantes mientras yo me disponía a buscar a Daniel Adrián, sólo que de pronto lo vi siendo traído por Gudencio que lo llevaba abrazado, la cara era cabizbaja en contraste con el alegre rostro de Gudencio que con la otra mano venía estirándose el pene vestido a través de esa tela de su short, se notaba lo erecto de su miembro de doce años, la mano en el hombro rozaba en el cuello de Daniel Adrián, pasaron a mi lado y me uní a su caminar, detrás el short mojado de Daniel Adrián definía las líneas de su culito suave seguramente ahora por la humedad en su piel, se metía su manito por detrás pese a ir cabizbajo, fuimos a donde estaban los adultos, ya el juego iba diluyéndose pues pocas personas estaban, don Amarildo mostraba orgulloso unos recipientes con cangrejos, nos gustaban mucho, esa noche los preparaba doña Eulalia, invitada mi mamá al convite pero que ella le ayudase.
Así, ya para la noche don Amarildo y muchos amigos celebraban la fiesta en casa, entre ellos estaban los padrinos de Daniel Adrián, nosotros los pequeños saboreábamos los crustáceos sentados en nuestros rincones, luego jugábamos y bailábamos con algún adulto que nos sacaba, Gudencio y su padre Manolo estaban allí muy felices de haber sido invitados, notaba las miradas de complicidad del carnicero con doña Eulalia, la manera de cómo a través de sus gestos insinuaban el deseo, ella pasaba rozándole con una risa picaresca, lo mismo ocurría al revés, Daniel Adrián jugaba con un balón con otros niños fuera de la casa.
Pasaba por allí la mamá de Luis Mario, doña Eulalia salió de la casa y se acercó para brindarle un par de cangrejos, a la mujer se la notaba con garbo y algo de personalidad conservadora, mostraba respeto, eso daba a notar, agradeció el gesto con reverencia hacia doña Eulalia, y como iba de mano del niño y con otra ocupada con comprados doña Eulalia me pidió que le ayude a llevar los crustáceos cocidos, la mujer agradeció, expresándole sus sinceros agradecimientos con esa forma en que lo hacen las personas de la nobleza, se la veía como una mujer aristocrática, de buenos modales lo que contrastaba con la forma campechana de doña Eulalia, sin embrago se profesaba mutuamente la cordialidad y consideración entre las dos mujeres, así que mientras caminábamos hasta la casa la mujer me iba preguntando mi nombre y ella me dijo que se llamaba Esperanza pero como diminutivo su tierno hijo le decía “palanchita” y ella lo trataba con el diminutivo de “mahito”, entramos y el lugar era acogedor, de una decoración conservadora y elegante como ellos iban siempre vestidos, vi unos cuadros familiares que seguramente eran de la familia de la mamá de Luis Mario, la señora Esperanza y yo fuimos a dejar los comestibles en la cocina, Luis Mario entró en su cuarto, ella me obsequió un dulce sacado una bombonera de cristal fina, me senté a comerlo, el ruido de a música continuaba a lo lejos escuchándose la algarabía de los invitados a la fiesta, en eso sale Luis Mario mostrándome un juguete nuevo seguramente obsequio de navidad pasada, me lo mostraba con mucha confianza, comprobé desde esa edad lo dulce de su carácter, se parecía mucho a su madre, jugué un rato con él en el piso de la sala ante la mirada de la señora Esperanza, pero me inquietaba el sonido de la música y a algarabía de la fiesta, miraba a través de la ventana en constantes momentos, la señora entendió que me atraía ese evento, respetuosamente le pedí retirarme, ella lo entendió y me permitía salir, pero antes de retirarme me obsequió otro dulce, para mi sorpresa Luis Mario rodeó sus bracitos en mi cintura en señal de afecto, fue algo lindo lo que hizo, no olvido la sonrisa cordial de doña Esperanza.
Salí de la casa y a media calle vi correr a Daniel Adrián junto con otros niños pequeños, no observaba por algún lado a Gudencio, me uní a jugar con los niños que estaban con Daniel Adrián a las escondidas, desde lo alto de la ventana miraba a Luis Mario agitando sus manitos deseando jugar, quise traerlo pero me contuve, seguí jugando a las tocadas por toda la casa y los alrededores, vi en un lugar apartado detrás de la casa a Manolo y doña Eulalia, me quedé callado y no me vieron, hablaban de verse luego a solas, la cara de Manolo mostraba con señas aquel lugar apartado junto al gallinero, vi que se abrazaban bajo la leve penumbra, las manos del carnicero recorrían las piernas de doña Eulalia, ya estaba algo mareado aquel hombre, vi que esa mano tosca rozaba la entrepierna metiéndose en el vestido de la mujer que le correspondió con besos y gemidos, Manolo se bajó el zipper dejándose ver el pene, le bajó el calzón y empezó a rozarle por la vagina, yo reía escuchándoles gemir, de pronto ella lo apartó, creo que escucharon algo cerca de allí, se escondieron más cuando vieron a lo lejos un niño que iba al baño, éste no dio cuenta de la presencia oculta de los adultos, ellos esperaron a que salga para separarse y hacerse gestos aprobatorios de verse luego, yo me salí de allí sin que ellos también noten mi presencia, mi mente se puso cañón, debo confesarlo, me acuerdo que salí con altos deseos, tanto así que a cada niño pequeño que lo tomaba por detrás en las corridas me rozaba en sus culitos, a alguno lo hacía caer y sin que o notasen le hacia mi roce de pene vestido, tiempo después jugamos a los policías y ladrones, Daniel Adrián estaba del bando contrario al mío que era yo policía, nuestras armas eran esas pistolas de agua o globos con agua mojándonos pues pese a la hora de noche los adultos ya bailaban también mojados, logré capturarlo tomarlo por detrás, estábamos en un lugar apartado, me acordé lo que su madre hizo hace poco con el carnicero, lo llevé a la oscuridad detrás de la casa, le tapé la boca para que no hablase, le dije al oído que íbamos a “jugar” a “eso”, se quedó quieto y se dejó llevar por mí, lejos se escuchaba ya a los otros niños, sentía seguridad de lo que íbamos a hacer, el lugar era oscuro, por esos lugares baldíos del pueblo rural donde vivíamos, alejado de mirones, habían algunos árboles, en uno de ellos lo arrimé, su cara daba a mi pecho, le besé el pelo y me acuclillé bajándole el pantaloncito corto, para fortuna solo eso tenía puesto dejando libre ese penecito que se lo estiraba al liberárselo, mi cara calenturienta rozaba ese pene lindo, él con sus manitos me acariciaba el pelo en señal de aprobación, es que me gustaba chuparle su tripita, saladita y bien suave, luego en su delante que estaba acuclillado me bajé el pantalón mostrándole mi pene agitado así que después de mirarlo con risa lo incliné y él tomó mis testículos lamiéndolos, luego su lengua pasó por mi tronco de pene, lo hacía tan bien que mi piel se puo de gallina, todo eso en la oscuridad, sus manitos estaban apoyadas en mis caderas, le acariciaba el pelo motivándolo a seguir, era un niño delicioso en el sexo oral, su boquita de cinco años cubría mi pene de nueve años, yo estaba tan caliente que estaba de inmediato lo arrimé de cara al árbol y mi pene ensalivado pasaba por ese culito humedecido por el agua, luego así lo tuve encorvado dándole verga por el potito, sus manitos apoyadas en el suelo, sus pies retirados de las sandalias regalo del padrino tocaban el suelo, los tenía bien formados con esos dedos alargados bien cuidados, sus piernas rellenitas, y esa espalda tan suave, quise acostarlo para disfrutarlo más pero la humedad de nuestros cuerpos nos delatarían, lo puse en pie, nos besamos imitando a las parejas de las fotonovelas tan de moda en 1972, de espaldas arrimado ahora estaba Daniel Adrián arrimado al árbol y así paradito me incliné en su delante para unir nuestras pelvis rozándonos los penes, los tomábamos de las caderas para no caernos y esos movimientos nos hacían sentir, sentía su respiración en mi pecho, nos besamos de nuevo, su olor corporal de niño precioso era penetrante, todavía se olía el rezago de su colonia infantil, era el momento de partir, Daniel Adrián fue el primero en vestirse y en tomar su camino hacia la casa con mucha prudencia, yo me quedé un rato sonriendo al verlo partir, me acaricié el pene erecto satisfecho de lo que le había hecho, esperé a que el tiempo pase, no quería salir aún, caminé por los alrededores de la oscuridad, seguí caminando adentrándome más por ese apartado sector, cuando vi a Renata y Gudencio, sus cuerpos de seis y doce años respectivamente estaban desnudos, él estaba acostado sobre ella, se ladearon acostados ahora de perfil viéndose frente a frente, el pene erecto estaba por los muslos de la pequeña, lo rozaba en esa piel suave, los dedos de él rozaban los brazos, le acariciaba el pelo y bajaba por el cuello a los brazos, se besaron sutilmente, pese a la oscuridad imperante yo podía ver esos cuerpos desnudos, la ropa estaba al otro extremo del árbol donde ahora esos cuerpos daban giros sobre el suelo, el pelo de Raquel tenía hojas seas y algo de tierra igual que el pelo de Gudencio, la mano de él rozaba la espalda de ella, le hizo gestos para que se acueste, así él le abrió las piernas, unieron las pelvis, pude ver el pene que se deslizaba por os muslos de ella, era la primera vez en mi vida viéndoles así en es apostura sexual, primera vez que los vi así desnudos, él obviamente era el activo por su edad y su estatura, ella seguramente aprendiendo de él, irónico, antes vi al padre de Gudencio y a la madre de Raquel haciendo el sexo y ahora los veos a los hijos, Raquel se dejaba hacer de él, le besaba el cuello y le chupaba los pechos carecientes de pezones, seguramente que habían estado bastante tiempo allí pues ya se disponían a vestirse, yo esperé a que se alejen y seguirlos detrás con prudente discreción, rato después los dos jugaban con los niños como si nada hubiese pasado, yo también jugaba alegremente viendo detenidamente a Raquel y Gudencio que a ratos se desaparecían yendo por el patio trasero de la casa cuidándose de no ser vistos, los dos jugaban animadamente delante de los padres, el carnicero Manolo satisfecho manifestaba lo feliz que se sentía viéndolos jugar a su hijo con los dos hijos de don Amarildo y doña Eulalia, les decía que parecían hermanos, don Amarildo reían afirmado aviva voz lo correcto de la afirmación mientras el carnicero Manolo y doña Eulalia asentían viéndose con mirada cómplice.
La noche avanzaba, los padrinos de Daniel Adrián se despedían de sus compadres y ahijado que ya para ese momento estaba durmiendo en su cama, era el turno de mi madre y yo de retirarnos, pese a los ruegos de doña Eulalia de pasar la noche allí, mi madre en un no sé por qué se negó, a mí eso me molestó, deseaba dormir con Daniel adrián para seguir haciendo nuestros “juegos” y “travesuras”, pero esa noche no fue posible, vi a Raquel siendo llevada de brazos marcada por el padre, los que se quedaron fueron Manolo y su hijo, seguramente Gudencio dormiría con Daniel Adrián ocupando mi lugar en esas “travesuras” pues Gudencio “jugaba” con ambos hermanos y me imaginaba que Manolo emborracharía de nuevo a don Amarildo para aprovechar en hacerle sexo a su mujer, todo eso pensaba, todo eso sabía, pero lo guardaba en secreto, mis fisgoneos me daban cuenta de lo que ocurría con esas familias, miraba al rostro de mi madre inquisidora en el sentido de que a través de mi mirada trataba de decir lo que sabía o que lo peor era que mi madre seguramente pensaba lo que yo sabía y no quería decírmelo o tratar de analizarlo conmigo, esa actitud seria de mi madre aquella noche me llamó la atención, creo que algo supo o algo vi o algo le dijeron, su distanciamiento desde esa noche se hizo real en el trabajo en el puesto de mercado, me puse nervoso al pensar que ella sabía algo de mis “travesuras”, anduve con cautela, temía lo peor, pensaba que alguien me había visto y le había contado a mi madre, temía que Daniel Adrián hubiese dicho algo o Raquel, pero con el tiempo eso se fue diluyendo, pues la seriedad fue para los adultos a su alrededor, la actitud de mi madre cambió, nunca sería como antes.
Continuará…
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