CACHA-PERRA-9
Cordiales saludos, deseo manifestar un tributo reconocimiento a la memoria de un personaje maravilloso que marcó la vida de quienes lo conocimos..
Mis ojos se entreabrían ante la entrada del sol por la ventana de la humilde vivienda donde residía, mi mamá llegó y me movió el hombro, yo asentí ante su orden de despertarme, bostecé un poco, a la vez que abría los ojos viendo a mi mamá que se alejaba del cuarto agitando a cortina del boquete que lo hacía de puerta, me acuerdo que deslicé mi sábana, vi mi pene tieso como moldeado en la tela de mi calzoncillo, sonreí y me pasé la mano, suspiré y me deslicé el calzoncillo, me gustaba agitarme y estirarme el pene, lo sentía rico dándome placer, antes de que regrese mi mamá me deslizaba la sábana y por dentro a dos manos me estiraba el pene hasta sentir el gusto de ir a micciar, ya para ese momento estaba caliente e iba a la letrina en calzoncillo a asearme, recuerdo que siempre el vecino de nombre Pascual, un cuarentón solterón que a esa hora se asomaba a la ventana de su casa que era lindero con la nuestra donde arrendábamos un cuarto, se sonreía y era el saludo mañanero de casi todos los días pero en especial los sábados, sentía su mirada fija, él se entraba a su cuarto cuando veía salir a mi mamá llevándome toalla y jabón.
Era un fin de semana de 1972, yo tenía diez años, me bañaba con un calzoncillo humedecido donde se contrastaba su color con el color de mi piel, me gustaba pasarme jabón entre mis piernas debajo de mis bolitas lampiñas de aquel entonces, mi mamá me pedía que me apurase pues tendríamos que desayunar y salir, aún escuchaba el cantar de los gallos en el tejado, el sol estaba provocando furor de calor, mi mirada fue instintivamente a la ventana de mi vecino Pascual, me daba un no sé qué de gusto que me viese bañar, estaba seguro que Pascual disfrutaba viéndome bañar, en alguna ocasión me había dicho que tenía un bonito cuerpo, me gustaba el halago y eso dio para exponerme más en el enjuagado haciendo que mi calzoncillo quede a la mitad de mis glúteos, Pascual se animaba más en verme desde su discreto lugar, los gritos de llamada de mi mamá hizo que él se ocultase y que yo terminase de bañar, salí descalzo a unos pasos estaban mis sandalias y arropado de mi toalla fui a donde estaba sentada mi mamá en esa humilde mesita de dos sillas raídas y despintadas, así comí con mi cuerpo humedecido ante la negativa de mi madre a que lo haga, luego me vestí y desde mi ventana vi la ventana de Pascual que estaba de nuevo asomado, la abría más a esas ventanas para que él me viese desnudo al cambiarme de ropa, yo ya había perdido el pudor o abusaba de esa discreción para poder darme a mostrar, sabía que esa actitud era incorrecta a vista de mi madre pero me gustaba a vista de Pascual, a veces pensaba que eso era un juego en donde me gustaba verlo inquieto, casi con intención de arrimarse más al borde de la ventana para verme bien a la distancia.
Salimos del cuarto en dirección al mercado, eso pensaba yo como era de costumbre todos los sábados, pero este día sería especial, mi mamá había amanecido de un carácter no adecuado, irritable, desde hace tiempo estaba así, caminamos pasando por el centro del pueblo, era conocida la calle por donde transitábamos caminando pues daba a la casa de doña Eulalia, pensé que allí entraríamos pero para mi sorpresa no fue así, cruzamos la calle y mi sorpresa fue mayor cuando nos detuvimos a tocar la puerta de la casa de doña Esperanza, la mujer nos atendió cordialmente como era su costumbre con amplia sonrisa, tenía de la mano a Luis Mario el pequeño de tres años, ellas se quedaron a conversar atentamente en la sala, doña Esperanza me dio que lo llevase a Luis Mario a jugar en el traspatio de la casa con un balón, corrimos mucho detrás del balón por un buen tiempo, entramos a beber agua, la señora Esperanza se acercó a mí, me dijo que debía salir con mi mamá fuera del pueblo, vi a lo lejos sentada en la sala a mi madre con los ojos vidriosos, de allí con su mirada me decía que obedezca, vi a los ojos a doña Esperanza y me resigné a obedecer, me dijo que pronto vendrían en la tarde y que confiaba en el cuidado del niño, Luis Mario al saber que su madre se iba de casa por unas horas quiso irse con ella y al ser rechazado empezó a llorar, yo lo sostuve mientras las mujeres salían, Luis Mario se enojaba ante impedirle salir, cerré la puerta con la llave que me dejaron, me intrigaba esa salida de las mujeres, a mis diez años deseaba jugar, comer y divertirme con otra cosa, quise jugar con el balón pero el resentido de Luis Mario lo tomó en sus brazos, fue a esconderse debajo de una lavandería hecha junto al baño, entré a ver con qué me divertía, decidí reconocer mejor la casa, me llamaba la atención las cosas que habían allí, de pronto a mi lado estaba Luis Mario, se le había pasado el berrinche, seguramente al ver que no le pedía suplicante el balón, a sus tres años su madre lo estaba criando como un niño engreído, no era para menos, era un niño bonito, de piel blanca como el armiño, de pelo lacio sedoso castaño claro, labios rosáceos, pestañas arqueadas al parpadear como el personaje Bambi de Walt Disney, cejas bien definidas semi arqueadas, me pidió para seguir jugando en el patio de la casa, accedí, jugamos mucho con el balón bajo la sombra del tejado, entramos a beber más agua, tras estar cansados de tanto jugar con el balón.
En la sala habían unos juguetes y me puse a jugar, Luis Mario salió en dirección al patio se iba tocando la entrepierna, me imaginé que iría al baño, mientras jugaba con los juguetes de Luis Mario éste me llamó con urgencia, no se podía bajar el pantaloncito corto y el calzoncillo de manga que llevaba pesto para micciar, se los bajé y fue allí donde todo empezó… le vi por vez primera ese penecito lampiño de piel blanca bien suave al tacto, y fue así al verle por vez primera que fue un amor a primera vista, ver ese pene flácido haciéndose erecto tieso al toque de mis dedos para que pueda micciar adecuadamente me hizo enamorar y desearlo desde ese primer momento, el pene de Luis Mario representaba mi deseo y necesidad, el niño miraba la orina impactarse en el inodoro del baño, su pantaloncito corto y calzoncillo quedaba en el suelo a la altura de los tobillos, Luis Mario hizo un quite y se sentó en el inodoro, quería también defecar, yo miraba sus movimientos de manitos frotándose sus piernitas blancas, tenía puestas las sandalias cubiertas por la ropa, pujaba en mi delante, no me pude contener y me vino el deseo de micciar, vi un hueco en el suelo con la pared de ladrillo y por allí lancé mi orina, el me vio por vez primera mi pene venoso de piel canela, contrastaba el color de la piel de mi pene con su piel blanca, Luis Mario se puso en pie estirando su manito señalando hacia la pared del papel higiénico guindado allí, iba a hacer el papel de su mamá doña Esperanza al momento de limpiarle el culo, lo encorvé para limpiarle y verle lo rosadito del hoyito, me acerqué a olerle, no sé en ese momento el por qué ese deseo de oler a restos de excremento ese culo de Luis Mario, le vi colgando el tronco del pene y sus bolitas rozagantes rosáceas como flor tan suaves al tacto que le hice, él hizo un instintivo quite, yo lo relajé mientras le pasaba el papel higiénico tratando de que entendiese la forma de asearlo así tan original.
Lo tuve así encorvado mientras con mis manos le abría los glúteos para verle mejor ese ano con entrada rosácea, pasé mi nariz pro allí, Luis Mario ya no se movía, le besé los glúteos y el emitió risitas cortas breves, sentía rico seguramente, esa actitud del niño me estimulaba a seguir, recordaba que estaba a solas con él por muchas horas, de solo pensarlo me daba mucho gusto, me bajé el pantalón más y el calzoncillo también, agité mi pene, Luis Mario no miraba el momento que por primera vez en mi vida y creo seguramente también por primera vez en la suya mi pene le rozaba el culito, ese potito lo sentí suave de piel de niño bien cuidado, vi mi pene entre los glúteos, Luis Mario estaba quietecito, lo sentía, sí, lo sentía más, más, más, ya él sintió la plenitud de mi pene tieso que rozaba su culito y quiso moverse, yo lo contuve, lo podía dominar, él tenía tres años y yo diez, era marcada mi autoridad y dominio sobre ese cuerpito, más, sorprendentemente me di cuenta que le gustaba ya al pasar mucho más roce de mi pene en su culito precioso.
Lo puse en pie terminando de limpiarle, le arreglé la ropa y pensé el lugar donde mejor hacerlo, así que lo tomé de la mano y me dirigí con él a su cuarto infantil, le dije para jugar allí y subimos la escalera llevando juguetes, entramos a su cuarto, la cama era pequeña, mejor pensé en hacerlo en otro cuarto, deseaba aprovechar de su inocencia y de su ignorancia sexual ante su tierna edad, le dije que me esperase allí, que no se aleje, fui al cuarto de la madre de Luis Mario, vi mejor hacerlo allí, la cama era más grande, fui a verlo al niño diciéndole para jugar mejor en ese cuarto, Luis Mario me siguió, nos acostamos en la cama jugando con unos muñequitos de soldados que yo tenía en mis manos, él tenía un carrito militar, de sus labios rosáceos salían saliva al hacer imitaciones de sonidos de motor del carrito, vio que puse un soldado acostado sobre otro, lo alzaba y los bajaba, les decía que jugaban a las luchitas, le dije para jugar, sonrió y aceptó, jugamos sobre la cama y cuando lo tuve sometido y yo acostado sobre él comenzó a pujar, teníamos las manos entrelazadas, hice que nuestras frentes se unan, estábamos sudorosos, olía su aroma característico de niño sudado, se podía percibir sin embrago algo del olor de su colonia, su carita daba a mi pecho pero le tenía estirado sus brazos, luego le di vuelta haciéndolo acostar de cara a la cama, puse mi pene erecto vestido sobre su culito y lo empecé a mover, luego me dejé que él se acueste sobre mí y que se mueva como yo me movía, su carita se posaba sobre mi espalda, le decía que me había vencido y escuchar eso a él le gustaba muchísimo, me ganaba más la confianza con esa actitud.
Fui a ver por la ventana, me atrajo la atención el sonido de niños jugando, a mi lados e puso Luis Mario a ver por la ventana, su carita con su mentón se posaron sobre mi hombro me vino como una electricidad y deseo sexual naciendo de ese golpe de respiración de Luis Mario en mi cuello hizo que se me ponga tieso el pene, vimos a Raquel, Daniel Adrián con unos niños del lugar, nos limitamos a ver pero no hablar, nos apartamos de la ventana, la cerré deslizando la cortina, Luis Mario siguió jugando en la cama, yo me acosté a jugar en el piso, le miraba agitando sus piernitas blancas, las sandalias estaban en el suelo ante el agite de sus pies ahora descalzos, me gustaban sus piernitas bien formaditas, me fui metiendo las manos dentro del pantalón para darme placer al pene, Luis Mario seguía atento en su juego, yo seguía con las manos metidas en mi pantalón, era rico manosearme así el pene, tiempo después vi que Luis Mario alzó su carita viendo hacia la ventana, de un brinco vi que estuvo junto a la ventana, sus pies descalzos sobre el suelo, su manito metida por detrás de su pantaloncito corto hizo que este se deslizase al momento de rascarse el culo, le vi que se deslizaba hacia la mitad de los glúteos, vi que con una de sus manitos deslizaba un poco la cortina entrando un poco de luz, me acerqué por detrás de él a ver lo que miraba, apoyé mi mentón en su hombro botándole mi respiración sobre su cuello, Luis Mario miraba a Daniel Adrián y a otros niños que jugaban con un balón, dirigí mi mirada a su culito blanco, sonreí, con mi mano deslicé más esa prenda cayéndose a los tobillos, él dio cuenta de aquello, sin palabras yo seguí deslizando ahora el calzoncillo de dibujitos infantiles que llevaba puesto, le pasé la mamo por el culito varias veces de una forma muy pero muy sutil que mis dedos iban al roce de la piel de su culito, fue allí que dejó de mirar por la ventana para verme, se agachó viendo su ropa en los pies y sus manitos tocaban su pene, luego volvió a ver por la ventana, yo me puse delante de él arrimado a la pared para que no se me viese lo que iba a hacer, era que en su delante me bajaba el pantalón y el calzoncillo cayéndose a los pies, e mostraba mi pene agitándolo con una mano, le hice señas que se acerque mientras liberaba la ropa alzando los pies, él dejó correr la cortina volviendo el lugar a estar un poco oscuro, Luis Mario hizo lo mismo al quitarse la ropa y cuando estaba cerca de mí lo abracé, su carita daba a mi pecho, me incliné para que nuestros penes se junten en un armónico movimiento, lo sostuve de la cadera tratando de así yo inclinado lograr equilibrio pero tras largos movimientos de cadera caímos despacio en el piso, lo hice acostar encima de mi cuerpo, le hice alzar y bajar la cadera, Luis Mario se dejaba, para él esto era nuevo, lo experimentaba, sus manitos se apoyaban en mis brazos, le di roles por el piso diciéndole para jugar a las luchitas disimulando mis intenciones y aprovechando de su inocencia, al apartarme de él me vi el pene erecto, le dije que luchásemos como Tarzán, aquel personaje de la televisión y revistas de muñequitos muy de moda en esa época, para ello nos quitamos toda la ropa y nos lanzamos a la cama, allí dimos vueltas con luchitas sutiles, le hacía cosquillas en los pies y en las costillas, Luis Mario estaba muy gustos de jugar al igual que yo, se notaba que el niño necesitaba de un hermanito para jugar y yo en ese momento trataba de ocupar ese lugar, a mis órdenes brincaba sobre la cama haciendo chirriar los resortes de la cama, su pelo lacio al viento y ese pene agitándose al brinco me hicieron calentar ya más de lo que estaba, de un impulso lo abracé sacándolo de los brincos y caímos así en la cama, acostados de lado nos mirábamos los cuerpos en especial nuestros penes, mis dedos comenzaron a sobarle esa tripita de 5 a 7 centímetros, blanquita, sudorosa, de a poco se le iba parando, comencé a estirarle con sutileza hasta ya verlo todo tieso en su plenitud, tomé una de sus manitos y le hice hacer los mismos movimientos de dedos que le hice ahora lo hacía Luis Mario en mi pene con mi ayuda, el nene estaba atento a esos movimientos en mi pene de diez años aun sin pelos pero si venoso, lo acosté y me le fui encima, con cuidado rozaba mi pene sobre el de Luis Mario, él miraba ese movimiento, le decía que este era un “juego” para personas como nosotros que nos gustamos, él sólo escuchaba, le seguí moviendo el pene sobre el suyo y le iba preguntado si eso le gustaba, Luis Mario a sus tiernos tres años asentía ante mi pregunta, yo bajaba mi frente encorvándome para unirla con su frente, aún tenía su cuello olor a colonia fina al momento de darle muchos besos allí, mi piel estaba caliente y eso me lo hizo notar Luis Mario, le sonreí y seguí con mis movimientos de cadera, miraba nuestros penes juntos, desde ese día me enamoré plenamente de ese pene de Luis Mario, me aparté acostándome a su lado, le dije se se siente sobre mí, se sentó sobre mi vientre, le deslicé de las caderas sentándole sobre mis muslos, sentía su culito blanquito de piel suave, el penecito estaba encima del mío, lo sujeté de la cadera e hice que se moviese con un deslizamiento hacia adelante y hacia atrás, era hermoso de ver ese movimiento de deslizamiento del pene de Luis Mario sobre mi pene, los dos penes erectos anunciando sexo, deslicé mis manos por su cintura llegando a los glúteos, una de mi mano rozaba la entrada del ano, el dedo medio rozaba esa cuevita, Luis Mario hizo un jadeo y se detuvo al sentir que mi dedo quería entrar en su ano, le sonreí y él diluyó la sorpresa de su rostro brindándome sonrisas, ya llevábamos tiempo así, lo acosté a mi lado, por unos instantes nos quedamos así acostados con nuestra mirada fija en el techo, le dije para seguir jugando si quería y el hermoso Luis Mario asentía en señal de seguir, le dije que ahora iba a “jugar” a algo mucho más rico y que tenía que ser valiente pero para hacerlo no debería de contar lo de este “jueguito” a las demás personas, incluida su madre doña Esperanza, el niño sentado sobre el colchón meneaba sus caderas en señal de aprobación alegre aceptando mis propuestas, le dije que se pare delante de la cama, que me esperase para continuar “jugando” lo que en realidad fui a buscar alguna crema de entre las cosas que su madre tenía en aquel mueble de tocador, vi que una de ellas me servía, sonreí, al voltear para dirigirme a la cama vi al inquieto Luis Mario asomado a la ventana, había deslizado la cortina y mostraba al exterior parte de su lindo cuerpo desnudo, como un rayo fui donde estaba el niño y deslicé la cortina, tapando la ventana, le dije que se dirija a la cama, yo cautelosamente deslice la cortina y vi que afortunadamente los niños de la calle no lo habían visto a Luis Mario pues estaban alejados del lugar, Luis Mario vio que llevaba en mis manos la crema de su madre, en su delante me puse un poco en el pene, le sonreí, yo continuaba poniéndome crema en mi pene lampiño virgen, Luis Mario estaba acostado en la cama viéndome hacer eso, le di la mano para que se levantase de la cama, lo tomé de los hombros con mis manos, le vi su espalda y culito con piernas bien formadas, ese culito voluminoso de solo recordarlo ahora se me pone la piel de gallina por le deseo y se me pone tieso el pene, ya había pasado mucho tiempo de que estábamos desnudos en esa habitación de la madre de Luis Mario, ahora me incliné diciéndole al oído que íbamos a “jugar muy rico”, le besé repetidamente el cuello aún percibo ese olor de colonia infantil muy de moda en aquella época, le vi el culito, le abría los glúteos para verle esa entradita rosácea matizada con lo blanco de su piel sedosa, lo olía en repetidas ocasiones, pasé el dedo por el ano de Luis Mario llevándome a la nariz la punta de mi dedo por donde había deslizado en el ano, sonreí, le pasé la crema por el ano tal como lo había escuchado de muchachos de mayor edad en las conversaciones en los zaguanes, tal y como lo había visto en las revistas pornográficas clandestinas que Gudencio el hijo del carnicero nos dejaba ver, él decía que eso era para sentir mejor cuando lo haces meter por el culo y yo hora con Luis Mario lo quería probar por vez primera, así que luego de estar el ano de Luis Mario con crema lo encorvé de pecho sobre la cama, algo le abría de piernas, con una mano abría los glúteos y con la otra sujetando ese tronco erecto de carne venosa lo deslizaba por esa rajita de culo que tenía Luis Mario, el nene gemía un poco, se puso rosácea toda la piel de su cuerpo, en especial sus orejas, era todo él blanquito precioso, mi pene de otro tipo de piel más oscura que la de Luis Mario contrastaba con esos movimientos, sentía rico ese desliz, reconozco que en ese tiempo solo era eso, sentir que mi pene con la ayuda de esa crema se deslizaba gratamente en la piel del culito de Luis Mario, mi pecho daba en su cabeza, mis movimientos de caderas se hacían suaves y sutiles, lo estaba disfrutando plenamente a ojos cerrados de satisfacción absoluta, sentir mi pene en el culito de Luis Mario deslizándose adecuadamente no tenía precio, él se movía a mi movimiento, y se quedaba quietecito cuando se lo decía, me aparté de él viéndome lo rosáceo de mi pene de tanto deslizamiento, allí estaba Luis Mario acostado de pecho sobre el borde de la cama quietecito esperando mis órdenes, el potito le brillaba en su piel a efecto de la crema que le había puesto y que yo le había deslizado con mi pene, fui por papel para abrirle los glúteos y pasárselos por el ano sacando en lo posible la crema, pero vi que eso no era suficiente pues aún había rastros de ella, me limpié el pene con papel, lo marqué haciendo vueltas de giros, sus piernitas rodeaban mi cintura, uníamos los pechos, él muy alegre con su inocencia disfrutaba del momento, le hacía eso para ganarme su confianza, lo senté sobre una silla que tenía puesta en la sentadera mi pantalón, su culito se sentó sobre ella, le vi esos hermosos pies bien cortadas las uñas, muy bien aseados, le besaba las piernas hasta llegar a los pies y él se dejaba, le dije para hacer otro “jueguito mucho más rico” el me miraba y asentía, le abrí de piernas lo más que pude en lo que él estaba sentado en esa silla, mi cara se posó entre las piernas buscando con mis labios sentir por vez primera ese sudoroso pene de Luis Mario, mi lengua fue la que completó ese contacto, sentí en mi pelo la tensión de los deditos de Luis Mario, alcé mi cara para preguntarle si le estaba gustando y él tímidamente asentía, así que con gusto continué encorvándole en la silla pasándole mi lengua por el tronco del pene y mucho más en las bolitas, vi el rostro entre extrañado y distraído del niño, pero continué hasta que consideré necesario llevarlo de nuevo a la cama y allí encorvado sobre ella le seguí mamando y lamiendo ese pene de Luis Mario que parecía un mástil de color, sabor y hermosura, me acosté sobre él a seguir moviendo su pene deslizándolo sobre el suyo, le di un beso que a él le extrañó sintiéndose seguramente muy raro por ser vez primera que yo se lo diese, me dio por orinar, lo tomé de la mano apartándole de la cama, él se manoseaba el rosáceo pene que se delataba en su piel blanca de forma nítida producto de mi sexo oral y el deslizamiento mutuo de nuestros penes, sólo nos pusimos los calzoncillos llevando yo en el hombro una toalla que la rodeamos por nuestra cinturas, nos parecía divertido ir así en dirección al baño en la parte del traspatio de esa casa, entramos al baño, orinamos al mismo tiempo Luis Mario y yo, mientras lo hacíamos nos mirábamos los penes y sonreíamos, al micciar escuchamos un sonido en el techo del baño, salimos presurosos a ver lo que pasaba, se trataba de que un balón había pasado la altura del cerco de la casa, era el balón de Daniel Adrián, lo supe por las siglas que tenía ese objeto, Luis Mario lo tomó brincando de felicidad, entramos a la casa pues se escuchaba golpes en la puerta, subimos a vestirnos mientras los golpes se hacían más intensos, ya estando cambiados bajamos presurosos por la escalera llevando el balón, un lloroso Daniel Adrián con dos niños del sector menores a él estaba arrimado a la pared que daba a la puerta principal, dejó de llorar cuando le entregué el balón y rápidamente se fue a jugar con sus amiguitos, nos invitó a jugar y así lo hicimos Luis Mario y yo.
Jugamos por un buen rato hasta el cansancio, decidimos ir a beber algo en la casa, escuchamos nuevamente el golpe en la puerta principal de la casa para sorpresa nuestra era doña esperanza con una funda con comida, me extrañó no ver a su lado a mi madre, la señora me agradeció el haber cuidado de su hijo, me dijo que mi madre me esperaría en el cuarto que arrendábamos, sorpresivamente me dijo que la acompañase a la sala, me senté a esperarle, grato para mí fue recibir varias monedas de sus manos, me puse muy feliz, sorprendentemente me dio un beso en la mejilla y pasó cariñosamente sus manos por mi rostro, me dijo que yo era muy guapo y me dijo que ella desearía mucho que yo la visite muy frecuentemente pues su hijo necesitaba un niño como yo para cuidarle, yo alegremente asentí prometiéndole hacer visitas más frecuentes, me dijo que me esperaría con comida y con algo que a mí se me antoje, me despedí dándole un beso en la mejilla, con su mano se cubrió la mejilla donde le había dado el beso, emitió una sorprendente sonrisa amplia.
Salí de aquella casa instintivamente cogiéndome el pene, pasé por la abacería comprando unas golosinas con parte del dinero que doña Esperanza me había regalado, fui a donde estaba mi madre, sentada y pensativa, así estaría por algunos días, ya en la noche meditaba con mismo manos dentro de la ropa de dormir obsequio de don Amarildo, me tocaba el pene erecto dándome placer, había hace tiempo descubierto ese gusto, mis pensamientos estaban en la actitud de doña Esperanza, me consideraba como su hijo y eso me ponía feliz, pero también mis pensamientos se centraban en lo que había hecho con Luis Mario, pensé y me dije que sin lugar a dudas aquella cama de su madre fue testigo de nuestra primera vez.
Continuará…
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!