CAGADITA. (2) (A pedido).
Los culitos los tengo a disposición y voy a hacer de maestro para poder estar con ellos sin levantar sospechas. Es el momento de Gustavito, a la vez, descubro “cosas” de mi madre que me llevan a beneficiarme con eso.
Lo iba a dejar como “unitario”, pero el pedido de un lector me pudo, no suelo hacerlo así, pero ahora tendrán que aguantar un par de capítulos más. Gracias.
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GUSTAVITO – MI MADRE. (2).
Me regresé a mi casa con mi bolsito llevando la cámara y las herramientas que no usé, iba pensando en Cagadita e Ismael desbocados sobre la cama y haciendo un “69”, gimiendo y demostrando sus ganas de “comerse” sus “pititos” endurecidos. Era evidente que Ismael venía con cierta experiencia y no sólo le gustaba sentir un buen pedazo en sus tripas, sino que ya estaba hecho a la idea, como seguramente todos ellos, de comportarse, pues en ese entonces había que demostrarse como un niño hetero con gustos que se notaran en ese sentido, ser “puto” era visto y considerado como una aberración.
Con Cagadita pasaba algo igual, lo que en principio le costó se transformó en ganas de volver a sentir las sensaciones al ser penetrado, además todos tenían esa particularidad, tenían miedo a que se supiera y demostraban una sumisión que me encantaba usufructuar. Los “polvos”, el aguante y el roce al penetrar sus conductos estrechos, me habían dejado sin ganas en lo inmediato y tenía que regresar a mi casa, pero comencé a sentir deseos de tener también al gordito Gustavito. El culito de Gustavito estaba más relleno, no tan “armado y parado” como el de Cagadita, pero, sin dudas, era más suculento, algo similar pasaba con el de Luisito, aunque la realidad me mostraba que ya los estaba mirando a todos con cariño y hasta el de Oscarcito que era más chico me pasó por la cabeza, después de todo, éstos ya habían sido cogidos por el gordo de la Chanchería y yo no los podía dejar de lado. Como fuere, por la calle no caminaba nadie en ese momento y me pude acomodar la verga que ya reaccionaba nuevamente.
Al margen de que ellos lo habían disfrutado, yo también, por supuesto, el ver como mi verga bien dotada entraba en esos culitos chiquitos, los abría y los perforaba y además que ellos me brindaban sus quejidos primero y sus gemidos después, hacía que mi morbo estuviera a pleno. Me había dado cuenta que no era cuestión de meter, salir y volver a entrar como si todo pasara por un “pistoneo” buscando la descarga, coger implicaba saber lo que se estaba haciendo y disfrutar haciendo disfrutar, algo que pensaba practicar.
Llegué a mi casa y estaba solo como, casi todas las tardes de los días de semana, me di un regio baño y me puse un poco de pomada en el miembro, enseguida me sentí aliviado, tampoco era que la tuviera pelada por el roce y decidí irme para el negocio pensando en conversar con mi madre sobre el tema de dar clases de apoyo en Matemática a los chicos que cursarían el próximo año, la materia me resultaba muy fácil y era una excusa válida para poder usar la casa cuando mis padres no estaban, además serviría también para los padres de los chicos.
Me sentía con una seguridad que antes no tenía, hasta me pareció que una vecina cuarentona me saludaba con ciertas sonrisas que no esperaba, ¿sería yo o había algo en mí que sólo las mujeres notaban?… Lo que si era cierto es que yo era un tremebundo pelotudo que no sabía nada de la vida y de los adultos, desgraciada o acertadamente, me tocó enterarme de la manera más cruel y eso me convirtió en un cínico con todas las mujeres y para el sexo en sí porque, precisamente, quien debería darme un ejemplo para seguir con ellas, me demostró que una buena verga suele poder con sus hipocresías.
Mi madre, de nombre Elvira, era una hermosa mujer, tenía apenas cuarenta y dos años, alta, pulposa, con formas que no podía disimular debajo de sus ropas, más o menos holgadas que usaba, el cabello era oscuro y sus ojos claros, reinaban en un rostro agraciado, demostraba ser conciliadora y dulce, mucho más conmigo porque, al ser hijo único, gozaba de todas sus atenciones. Nunca me había fijado en ella como mujer, además no era para nada sexi estando en casa.
Distinto era con mi padre, era un poco más alto que yo, vivía con seriedad todos los días, sus gestos y sus actitudes denotaban a un tipo que, aunque muy bueno para mí y demostraba tener un corazón enorme, no se podía joder con él, un pedido de su voz de autoridad no se discutía, ni hablar cuando ordenaba. Encontré a mi padre en la caja y pregunté por mi madre, “está ayudando al Contador con el tema de las liquidaciones de sueldos y los gastos deducibles de impuestos, no la jodas porque necesito eso para mañana a la mañana”, -me dijo luego de saludarme-. Sabía que no podía desobedecerlo y me fui para el lado del corralón, estuve un rato por allí, pero como quería volverme para mi casa pensé que hablaría con ella en la noche, no obstante, mi madre tenía en la oficina una plantilla para hacer letras y eso me venía bien para hacer un cartel original ofreciéndome como ayuda y orientación para alumnos de la primaria. No le dije nada a mi padre, apenas le haría perder un poco de tiempo al solicitar las plantillas, no era tan dramático.
Lo dramático fue lo que me encontré. Dudé en golpear en la oficina, no tenía ganas de ligarme un reto y estaba a punto de regresarme cuando escuché un gemido y la inconfundible voz de mi madre, aunque nunca la había escuchado con ese tono, “Despacio tonto, me gusta, pero me duele”. No lo podía creer, podía hablar un rato largo de mi inexperiencia y de mi recién descubierta experiencia sexual, pero de tonto no tenía un pelo y eso no sonaba como trabajo de liquidación de sueldos. No tuve dudas que mi madre estaba cogiendo y no precisamente con mi padre, me asaltó una especie de bronca, enojo, desilusión y ganas de romper la puerta a patadas por otro lado, casi al unísono, sin siquiera esperarlo, me excité y pensé en cómo sacar provecho de esa situación. Se me dio por pensar que la puerta estaría trabada desde el lado de adentro y no intenté abrirla, pero, era apenas una puerta placa y la cerradura tenía una abertura grande, por allí traté de ver el interior.
El espectáculo no era de lo mejor para los pensamientos y sentimientos de hijo, pero, a la vez, mi libido se desbocó. Mi madre se encontraba apoyada con sus pechos sobre el escritorio, veía parte de sus piernas y de su culo al descubierto y la mitad del cuerpo del Contador se veía parado detrás de ella y se movía entrando y saliendo seguramente de su culo porque si no, no entendía que esa verguita le doliera, es más, ella parecía estar gozando porque sus caderas parecían tener movimientos propios. El tipo ni siquiera se había bajado los pantalones y de su bolsillo asomaba la bombacha con puntillas de mi madre. Mi bronca y las ganas de salir corriendo a avisarle a mi padre, aun sabiendo que los destrozaría a golpes, chocaban con las ganas de ser yo quien estuviera en lugar del “veterano” Contador de casi cincuenta años. De pronto fue como si un frio helado descendiera por todo mi cuerpo y me sentí en total control de mis actos cuando golpeé la puerta avisando que era yo.
- Hola nene, ¿sos vos?, ¿qué necesitás?, estábamos haciendo unas liquidaciones, -dijo mi madre abriendo la puerta apresuradamente, estaba arrebolada y pretendió darme un beso que le negué dando vuelta la cara-.
- Vine a buscar unas plantillas de letras, pero me entretuve un rato mirando por la cerradura y no tengo deseos de saludar a putas, -dije entrando en la oficina-.
- ¡¡¡¿Qué estás diciendo Martín?!!!, -contestó mi madre con furia-.
- Que sos una puta y usted don Alberto es mejor que se vaya antes de que mi padre lo mate a golpes, pero antes devuelva la bombacha que tiene en el bolsillo del pantalón, -dije fríamente al tomar las plantillas y salir de la oficina-.
- Por favor Martín, dejame que te explique, -acotó mi madre con el tono completamente cambiado y el miedo parecía brotarle de todo su cuerpo-.
- ¿Qué me vas a explicar?, ¿acaso te estabas dejando dar por el culo creyendo que hacías cuentas en un papel?, no debe de ser de hoy que lo corneas alevosamente a mi padre y, en lo que a mí respecta, tendrás que hacer mucho mérito para que siga considerándote madre, desde hoy serás Elvira la puta.
- No, no hijo, por favor, -dijo tomándome del brazo y derramando lágrimas que no pudo contener-.
- Soltame el brazo porque el primer sopapo te lo voy a dar yo, -dije con dureza viendo como el Contador dejaba la bombacha sobre el escritorio y salía como rata por tirante del lugar-.
- No podés hacerme esto, con tu padre las cosas…, -intentó alegar haciendo gala de una palidez mortal-.
- Con mi padre nada, no pongas excusas sin sentido propio de puta mal parida, cuando recién movías el culo no pensabas en mi padre ni en tu hijo, hasta a mí me gustó ese culo blanco y apetecible, -le dije empujándola para salir de la oficina sin escuchar lo que quería decirme-.
Pasé a saludar a mi padre y me preguntó qué había pasado con el Contador que se había ido apurado, “no sé, recién vengo del Corralón, pasé por la oficina para llevarme esto y estaba mamá sola”, -le contesté-. Volvió a inquirir para que necesitaba las plantilla y le dije que haría un cartel para dar clases privadas a chicos del primario, le pareció buena idea y me fui cuando la vi aparecer a mi madre como si cargara un muerto a sus espaldas.
Cuando llegué a casa, además de la bronca que venía rumiando, hubiera dado lo que fuera por tener al culito de Cagadita a mano, mi verga estaba a punto de explotar y no me cupieron dudas de que aprendería sobre el culo y el cuerpo de una mujer practicando con el de mi madre, sería eso o la total indiferencia y desprecio. Mi padre siempre me decía que debía hacerme cargo de mis errores, pues, lo mismo aplicaría para ella y una forma de hacerse cargo de esos errores era poniéndose a disposición de las ganas de coger de su querido y único hijo.
Hice el cartel anunciando la implementación de las clases para chicos y me fui a dormir un par de horas, para la hora de la cena me senté a la mesa sin darle mucha pelota a mi madre, es más, se dio perfecta cuenta que mi indiferencia iba acompañada de cierta repulsa, pero mi padre ni cuenta se dio de eso, a él no lo sacaban de sus negocios y su dos más dos, sin embargo, fue a él que lo consulté sobre la conveniencia de darle uso al garaje, yo me ocuparía de limpiarlo y de instalar mi futura aula. Aceptó complacido y se desentendió de eso levantándose de la mesa para irse a mirar un rato la televisión, pero, antes de que saliera de la cocina, me dirigí a mi madre…
- Tomá, si no tenés mucho “trabajo” qué hacer con el Contador, sacame fotocopias y poné un par en los negocios de la cuadra, yo me ocupo de otros, -le dije tirándole el folleto original sobre la mesa-.
- ¿Qué Contador ni ocho cuartos?, ya me avisó que renunciaba por problemas personales, así que vas a tener tiempo para hacerle el favor a tu hijo, -agregó mi padre dirigiéndose a ella-.
- Sí, sí, quedate tranquilo, -le contestó poniéndose pálida.
- Menos mal que se fue ese tipo, no me gusta, vaya a saber si no te traiciona desde hace rato, -acoté hablando con él-.
- Espero que no, ahora tendré que hacer todo yo y si encuentro algo torcido lo busco y lo muelo a palos.
- Si querés te ayudo, si encontramos algo a esos y a sus cómplices habría que reventarlos a trompadas.
- Estás un tanto agresivo hijo, dejá que de la sangre y de los golpes me ocupe yo, jajaja.
- Es que me revientan, -lo dije mirándola a mi madre que continuaba presa de una profunda palidez-, esas personas que se aprovechan de quienes no deben, son “mierdas” disfrazadas de “buena gente”.
- Tenés razón hijo, -acotó mi padre y se fue a ver su programa favorito-.
- Hijo, tenemos que hablar, -pidió mi madre en voz baja con un tono de ruego, pero yo estaba insensibilizado-.
- No tengo por costumbre hablar con putas, a menos que se saquen la ropa y vengan a hacer conmigo lo mismo que hacen con otros.
- ¡¡¡Qué estás diciendo, soy tu madre!!!
- Parece que es sólo cuando te conviene, estoy podrido de las hipocresías, si hacés cosas de puta, sos puta, otros títulos no te corresponden, por lo menos para mí, es eso o buscaré la manera de irme de esta casa, pero antes mi padre sabrá porque lo hago.
- Por favor hijo, no me podés tratar así, -dijo llorisqueando-.
- No hubieses actuado así y no me vengas con “cosas de adultos” porque estoy seguro que tu falsedad proviene desde hace tiempo y eso me rebela más, nos engañaste a todos y los engaños se pagan. Me enseñaron toda la vida que los engaños y las falsedades eran despreciables y ahora me encuentro con que el mayor exponente de toda esa mierda es mi propia profesora.
No tenía sentido seguir hablando con ella y me fui a encerrar a mi habitación, me notaba excitado y, además, la bronca iba ganando cada vez más espacio, las lágrimas de dolor e impotencia amenazaban y no quería cometer ninguna cagada, eso de crecer de golpe y a pasos agigantados dándome cuenta de las hipocresías y engaños que subyacían en los denominados “adultos” no era nada sencillo. ¡¡¡A la mierda con todo!!!, con el tema de hacerme cargo de mis aciertos y errores me convencí de usar los culos que me gustaran y el de mi madre pasaba a ser un culo más.
En la mañana, cuando el momento del desayuno apenas fue un “buenos días” y no me digné a mirarla, terminé rápido y me fui al colegio, quedaba menos de un mes para que terminaran las clases y, aunque ya estaba prácticamente recibido, no bajaría mis promedios, además había que consensuar por el culito de Gustavito y estaba seguro que el gordito estaría esperando y sabiendo ya lo que había acontecido con sus dos amiguitos. No me equivoqué, en el primer recreo me los encontré a los cuatro de muy amena reunión. Cagadita se acercó a saludarme con un beso en la mejilla y lo saludé a Luisito que se había juntado con ellos. Les pregunté a Cagadita y a Ismael como estaban y me contestaron con los ojos brillantes que andaban de lo mejor, “me duele un poco el culito, pero fue fantástico”, -me dijo Ismael en voz baja acercándome a mi oído-. Luisito me dijo que quería hablar conmigo a solas y le contesté que lo haríamos en el otro recreo, luego se fueron tres de ellos y quedó Gustavito que no sabía cómo comenzar a hablar.
- ¿Vas a poder venir a mi casa o todavía tenés dudas?, ¿querés que se sepa lo de las fotos?, -le pregunté-.
- No, las fotos tenelas guardadas, nadie tiene que enterarse, yo quiero ir, pero, ¿me vas a hacer doler mucho con tu verga?, el gordo chanchero era un bruto, él me tapaba la boca cuando me la metía porque a mí me dolía mucho, aunque después me gustaba y me daban cosquillas en el pito.
- ¿Qué más hacías con él?
- Hacía que lo chupara como en la foto y una vez me hizo tragar la leche, mucho no me gustó, pero no era fea.
- Conmigo vas a hacer lo mismo y voy a usar una crema para que no te duela.
- Bueno, voy a ir después de las cinco y te aviso que Luisito tiene mucho miedo, pero creo que igual se va a dejar coger para que no mostrés las fotos.
- ¿Cagadita e Ismael contaron algo?
- No, sólo dijeron que lo pasaron bien y que estaban contentos, Cagadita insistió que no se podía hablar con nadie de eso, ni entre nosotros.
Me quedé más tranquilo con lo que me decía y esperé al segundo recreo para saber que iba a decirme Luisito. Éste me estaba esperando y estaba solo, le pregunté qué quería decirme y me contestó que se había enterado que yo tenía las fotos del gordo cuando lo estaba cogiendo. Le mostré la foto de él en la que se lo veía recibiendo la verga del gordo por la mitad y se puso a llorar diciendo que la escondiera porque si se sabía en la casa lo mataban sus padres y sus hermanas.
- ¿Qué me ofrecés para que no las muestre?
- No le cuentes a nadie, pero con tal que no las muestre me dejo coger como hacía con él y te la chupo toda.
- ¿Te gusta la verga?
- Sí, pero no soy puto, al principio me dolió mucho, pero es rico cuando está adentro y entra y sale, me da “cosas” en la panza, igual que cuando me tomo la leche.
- ¿Cuántas veces lo hiciste con él?
- Cuatro veces, me llevaba al bosquecito sur y me daba adentro de la camioneta, la primera vez me llevó y me lo hizo de prepo, pero al final me gustaba que me cogiera y cuando me decía putito no me molestaba.
Quedé con él en que yo le avisaría, recalcándole que no se dejara coger por nadie porque si me enteraba mostraba las fotos, me juró hasta por la madre que nadie lo tocaría y que me esperaría. Salí del colegio más contento que unas pascuas, en la tarde le rompería el culito a Gustavito y Luisito estaba en lista de espera, por eso me apuré para llegar a la casa de fotos y comprar un par de repuestos para la Polaroid, yo seguiría con el tema de las fotos y estaba seguro que no se negarían.
Almorcé rápido con mis padres y hablé sólo con él de pavadas relacionadas con el fútbol. La casa era grande y como el coche era más grande que el garaje, mi padre había hecho construir uno más grande en el otro costado, por eso es que quedaba libre el que yo usaría como aula. Terminé el almuerzo y me fui a trabajar en la limpieza de ese lugar a sabiendas que en poco tiempo tendría “visitas”. Así fue, como a los quince minutos y cuando ya había acomodado una serie de cosas, apareció mi madre pidiéndome por favor que quería hablar conmigo, yo ni la miraba.
- Hijo, te lo pido por favor, me equivoqué y quiero explicarte, no soporto que me ignores y no quieras hablar conmigo.
- Ustedes jamás me pidieron explicaciones a mí cuando me mandaba una cagada, sin embargo, el castigo acontecía y yo, aparte de llorar por los chirlos o los cintazos, me lo mereciera o no, tenía que aguantar, ahora es más o menos igual, lo hubieras pensado antes.
- Es que no es lo mismo, a vos se te ponía límites para que aprendieras y esto es de adultos.
- Lo que viene a ser peor porque un chico puede no saber lo que hace mal y se lo está enseñando, pero un adulto sabe que hay cosas que no debe hacer y si las hace igual el castigo debe ser peor, además, el que tendría que comprender es papá, sentate con él y explicale que le metías los cuernos desde hace un tiempo con el Contador, puede que él te lo entienda, yo no lo haré jamás.
- No puedo hacer eso, nos mataría a los dos, ya sabés como es.
- Posiblemente eso pasaría y lamentaría mucho que mi padre tenga que ir a la cárcel por el hijoputismo de algunos, no lo merece.
- ¿Qué?, ¿ya no cuento para vos?, ¿desde cuándo sos tan cínico?
- Desde que encontré a mi madre haciendo de puta y mintiéndonos asquerosamente a mi padre y a mí. Te basta con esa respuesta.
- Perdoname Martín, perdoname, te juro que nunca se volverá a repetir algo así, -rogó sin poder contener las lágrimas-.
- Yo no te creo nada, en todo caso que te perdone papá o andate hasta la Iglesia y pedile perdón a Cristo, yo ya te dije que tenés un sólo modo de lograr que comience a tratarte nuevamente, tenés que hacer de puta y yo no pienso pagarte.
- Lo que me estás pidiendo es imposible, yo soy tu madre…
- Hermosa excusa, también sos la esposa de… y alguna vez juraste no traicionarlo, te pasaste por el culo el juramento y ahora te ponés en Carmelita Descalza conmigo por el tema del parentesco, mejor andate, quiero terminar con esto.
- Hijo, hijo, Martín de mi vida, no me podés tratar así ni pedir eso…
- Creo que no me entendés, es eso o el desprecio absoluto, además no creo que te desilusione lo que tengo para ofrecer y te digo más, si mañana a la tarde no te la pasás conmigo, en la cena le digo todo a mi padre, es decir tu marido al que le debías fidelidad y no creo que él te crea si le decís lo que te exijo, es “toma o déjalo”, ahh, por las dudas, sin pelos porque he visto que estás muy descuidada.
Me giré para seguir acomodando algunas cosas y no pude ver cuál fue su reacción, tenía que demostrarle que no me importaba lo que hiciera o dijera, aunque me preparé para acusar un golpe fuerte en la espalda pues le había pisoteado fuerte la cabeza, la había humillado sin piedad y me esperé cualquier reacción. No podía seguir de frente a ella, el bulto enorme en mi pantalón acusaría la calentura que tenía encima, pero el sollozo y la puerta cerrándose me hicieron saber que, por el momento, mi presión estaba resultando.
Me esmeré bastante con la limpieza del lugar, había puesto la mesa de un juego de comedor que ya no se usaba y cuatro sillas de ese mismo juego que estaban apiladas en un rincón, también había limpiado un sillón de dos cuerpos que había allí y limpiado el pequeño baño anexado al garaje. Mi padre vino a ver lo que había hecho, me felicitó por el trabajo y por cómo había quedado todo, luego se fueron al negocio dejándome solo. Jamás me bañé tan rápido y lo hice con la puerta abierta para poder escuchar si golpeaban las manos. Gustavito llegó como a las cinco y veinte, lo recibí de remera y un short de fútbol.
- ¡Faaa, mirá el lomo que tenés!, ¿vos hacés pesas?, -dijo al entrar y no se privó de mirarme el tórax y el bulto-.
- ¿Te gusto así o querías verme desnudo?, -le pregunté al saludarlo-.
- Así me gustás mucho y desnudo creo que también, pero lo que más me gusta es que no tenés una panza como la de Juan, ¿querés cogerme ya o querés que te la chupe?, -dijo con desparpajo al sentarse en el sillón para sacarse las zapatillas-.
- Mejor sacate la ropa y dame un beso, ¿sabés besar?
- No, nadie me dio besos, ¿vos querés como los novios?
- Sí, pero no somos novios, más bien seremos amantes manteniendo el secreto, así me gusta más.
- Bueno, es mejor, es más de grandes ¿no?, -dijo sacándose la ropa y sus labios gruesos, los muslos más grandes y sus caderas que dejaban adivinar un hermoso culito, me pusieron a mil-.
Me senté en el sillón y él se colocó a horcajadas pasándome los brazos por el cuello, luego puso la boca en trompita esperando por mis labios, “abrí la boca y jugá con mi lengua”, -le dije-. Fue una delicia abrir sus labios con los míos y comerle la boca, Gustavito se excitó mucho y gemía con esto, su pitito se puso durísimo y le pedí que me chupara el dedo medio hasta llenarlo de saliva. Absorbió, chupó y ensalivó mi dedo como si lo hiciera con mi verga que parecía querer reventar debajo del short, pero primero fue el dedo el que se aventuró en su asterisco.
Amagó un quejido cuando medio dedo penetró en su culito, pero rápidamente se relajó y siguió con los besos, “ahora me la tenés que chupar completa”, -le dije dejando su boca y no tardó en arrodillarse y sacarme el short, el ariete vio la luz apareciendo de improviso y el gordito abrió grandes los ojos, “es muy grande, yo quiero que me cojas, pero me vas a hacer doler Martín, tengo un poquito de miedito”, -acotó poniendo cara de susto-. “Vos chupala bien y dejá que te ponga la crema, luego vemos si entra”, -le dije sabiendo que, sí o sí, le entraría toda.
Lo puse cruzado y se hizo un bollito para mamarme y dejarme el culito a disposición de mis dedos que, embadurnados con el gel de Xilocaína comenzaron a hurgar en su agujerito. Fui de a poco escuchándolo gemir desde mi entrepierna y muy rápidamente fueron dos los dedos que hurgaban, “me gusta que me metas los dedos, me gusta mucho y no me duele, seguí Martín”, -decía y trataba de tragarse mi verga esforzando su boca-. Con tres dedos moviéndose en su interior y suficiente lubricación entendí que había llegado el momento. “Dale Gustavito, te quiero coger”, -le dije y reaccionó enseguida poniéndose sobre el sofá, se arrodilló dejando su culito a disposición y apoyó su torso sobre el respaldo mientras se abría las nalgas con las manos, “ponela despacito Martín”, -pidió con la voz atragantada por el placer y el temor-. Apenas si lo escuché, estaba obnubilado por el hermoso par de nalgas que tenía ante mi vista, duras, compactas, redonditas, mejor de lo que me había parecido y con un hermoso redondel rosado que sus manos dejaban ver. Mi glande cabeceaba deseoso de penetrar sus tripas y lo apoyé en su ano dilatado y dispuesto.
Lo fui dirigiendo con la mano para evitar penetrarlo de golpe, ganas no me faltaban, su redondelito y sus nalgas me lo pedía a gritos, pero no era cuestión de lastimarlo, la desproporción era muy evidente, sin embargo, cuando comencé a entrar todo pareció acomodarse. El esfínter reaccionó acorde a lo que quería y, aunque Gustavito sentía el pedazo que le abría todo el conducto y se quejaba con ayes que no disimulaba, pedía: “despacito, dale, dale, metela más, despacito Martín es muy grande, pero me gusta, me gusta mucho sentir como entra”.
El nene ayudaba moviendo las nalgas y aun con dolor evidente, gozaba con la penetración, el muy putito parecía saber cuánto le había entrado y faltando unos tres centímetros de verga pidió que parara, yo me preocupé pensando en que le dolía demasiado, “el poquito que falta metelo fuerte, el gordo nunca me cogió así, me encanta cuando me metés tu pija dura”, -acotó girando el rostro para mirarme y empujé-. “Ayyy, ayyy, no te muevas, pero no la saques, me entró hasta la panza”, -dijo elevando su voz-, su ano se contraía y toda su pequeña humanidad temblaba levemente, decía de las “cosquillas” y me di cuenta que Gustavito había experimentado un orgasmo seco.
Eso y decirme, “seguí cogiendo”, fue como un aviso y me moví entrando profundo, saliendo y volviendo a entrar con ganas y fuerza, las nalgas del gordito parecían una coctelera, estaba disfrutando de su cogida como nunca y pedía alzando la voz, “dame, dame verga, la siento enorme, pero no me duele nada”. Yo pensaba que sería distinto cuando se le pasara el efecto del gel anestesiante, pero en ese momento era lo que menos me importaba y lo seguí cogiendo fuerte hasta sentir que mis huevos se contraían pidiendo un alivio. La leche le rebalsó las tripas y asomó a un costado de mi verga que seguí moviéndose como por inercia, fue justo cuando atiné a tomar la cámara y le pedí que girara la cabeza. La foto salió fantástica, la cara de Gustavito se veía bien y el culito albergando media verga en su interior rezumaba un líquido blanco, la otra foto denunciaba la verga afuera y el culito dilatado a su máxima expresión. “Un poquito más, dale Martín, metela de nuevo”, -pidió vicioso y aunque estaba morcillona, entró haciéndolo gemir, pero no daba para más.
Salí de él y me senté a un costado tratando de recuperar un poco el aire, Gustavito seguía en la misma posición y se reía apoyando la cara en el respaldo, le pregunté si le causaba gracia la cogida y me contestó que no, que le había resultado “súper”, “me río porque una vez fuimos con Luisito para estar con el gordo y él lloraba porque no la aguantaba, pienso que si lo cogés a él va a gritar como uno de los chanchos de Juan, jajaja”. No hubo necesidad de limpieza inmediata, me dijo que usaba una pera de goma de la madre y se lavaba bien el culito porque el gordo se había enojado una vez por su culito sucio, luego vinieron otras infidencias.
El gordito metía las narices en todo y, aunque me juró y perjuró que no diría nada y que nadie se lo cogería, me contó algunas cosas del colegio que uno ni se imaginaba. Dijo que había visto a la maestra de quinto cogiendo con el portero en el espacio que éste tenía para las cosas de la limpieza, me dio detalles de ese “polvo” merced a una ranura en la puerta del cuarto, además que el Profe de Educación Física se cogía a dos hermanitos también de quinto grado.
Le pregunté sobre Oscarcito, el hijo de la maestra, “yo no lo conozco bien, pero el gordo me dijo que se lo cogía y que le gustaba que le tiraran del pelo y se la metiera fuerte, pero no sé si es verdad, yo no lo creo porque es más chiquito”, -dijo dándose aires como si supiera bien de lo que hablaba-. Me intrigaba lo de ese nene, pero tenía otra cosa en la cabeza, hasta Luisito debería quedar de lado porque me interesaba que mi madre se decidiera, caso contrario, se armaría flor de lío en mi casa, ya no podía echarme atrás.
El gordito dijo de ir al baño para evacuar todo lo que tenía dentro de su culito y aproveché a lavarme bien con agua y jabón, no me dejó, quiso que me sentara en el bidet y después de hacer sus cosas se arrodilló y se dedicó a lavarme usando sus dos manitos de dedos regordetes. La lógica se impuso y con los toqueteos y el jabón, me puse a tono nuevamente, no me cupieron dudas de que era lo que Gustavito buscaba porque se apuró a enjuagarme y se la tragó pidiendo que le diera la leche en la boca. Le costó un poco más de tiempo y abundaron las arcadas y ahogos, pero no cejó en su intento, hasta que, con los ojos llorosos y chorreando babas tragó todo lo que me restaba por sacar. Indudablemente era un glotón y la leche pareció ser la frutilla del postre porque tembló y se agitó al tragar. “Tu leche es muy rica, cuando quiera te la puedo chupar en el recreo, hay un lugar que descubrí en uno de los baños”, -opinó y le dije que ya veríamos, pero eso era algo que quería evitar-.
Le comenté de mis ganas de dar clases para chicos que anduvieran flojos en Matemática, aunque le aclaré que eso era una idea para estar con ellos sin que nadie sospechara. Lo que le dije le gustó y agregó que había dos nenas a las que les gustaba coger y podrían estar todos juntos, mi respuesta fue que lo pensaría, pero él no debía decir nada. Tenía que pensar muy bien eso cuantos más chicos fueran, más posibilidades habría de romper aquello de “mantener la boca cerrada”. Gustavito se fue contento diciendo que a él le gustaría que lo cogiera todos los días, pero no podía porque ayudaba a la madre en un puesto de venta callejera.
Faltaban casi dos horas para que regresaran mis padres y fui al baño principal de la casa a darme un regio baño, había transpirado hasta de las orejas y no estaba cómodo. El baño y el cansancio por los “polvos” hicieron que me durmiera profundamente, hasta que me desperté cuando me tocaban en el hombro. Era mi madre, había salido un rato antes del negocio y quería hablar conmigo…
- Despertá Martincito, soy mami, estuve pensando y tenés razón, hice mal, me equivoqué mucho, pero tenemos que arreglar esto y creo que lo haremos como vos querés, -me dijo melosa a medida que me tocaba el pene por sobre las sábanas-.
- ¿Vas a hablar con papá o lo tendré que hacer yo?
- No podemos hacer eso, se destruiría todo por mi error, estoy dispuesta a hacerlo contigo, -ya había notado el grosor de mi verga y apretaba su tronco-, me voy a acostar contigo, pero sólo una vez, después no hablaremos más del tema”, -dijo tratando de imponer su punto de vista-.
- Ni hablar, tendrás que ser mi puta cuando yo quiera, de lo contrario andate y dejá que siga durmiendo, tenés hasta mañana a la tarde para decidirte.
- ¡No me podés hacer eso!, fue un error, pero yo quiero a tu padre y te quiero a vos.
- A mí me vas a tener sólo si sos mi puta, no merecés que te llame “mamá”.
- Por favor hijo, no me digas así, me duele mucho, tenés que entender, -expresó dejando derramar lágrimas-.
- ¿Tu dolor, tengo que entender tu dolor?, me podés explicar quién carajo entiende el mío, no es fácil ver que a la madre se la coge otro y que ella lo goza cagándose en su familia. No señora, no me pida entender eso. Chupámela y demostrá lo que sos o salí de mi habitación, -le dije apartando las sábanas para que apareciera mi verga inhiesta y gocé con beneplácito sus ojos asombrados por mi tamaño-.
Por unas décimas de segundos me miró, no pude definir si era aceptación o rabia, pero tomó el tronco con sus dos manos, pasó el pulgar de una de ellas por el glande e inclinó el cuerpo para acercar su boca a la cabeza del ariete. Creí que flotaba cuando su boca cálida atrapó la “sin neuronas” palpitante y la metió a la boca, una de mis manos se posó en su cabeza y la otra acarició su espalda. Había leído que a las mujeres no les gustaba que les presionaras la cabeza contra la verga y la dejé hacer, pero no me faltaban ganas de atorarla de pija. Las urgencias por terminar parecían rondarme, pero corría con la pequeña ventaja de los “polvos” que se había tragado Gustavito y eso ayudó a mi aguante, de todos modos, no pasaba de la mitad, entraba y salía cogiéndose la boca, me incorporé un poco para que la mano de la espalda bajara hasta sus nalgas, levanté su pollera y me pareció tocar el cielo cuando toqué su piel y la sentí gemir a la par que movía sus caderas ante mis caricias.
Iba por más entonces y metí mi mano debajo del elástico de su bombacha para buscar con mis dedos el asterisco que no se negó a que mi primera falange lo penetrara. Notaba la humedad que se desprendía de su entrepierna y sentí que tragó un poco más cuando empujé mi dedo, tenía la mitad de éste adentro de su ano, más no podía por la posición y ella sacó su boca ante un ahogo y me pidió que terminara, “está por venir tu padre y no podemos hacer más, dámela, me voy a tomar tu leche”, -dijo y todo su cuerpo se estremeció con temblores-. Fue inesperado, sus músculos se contraían apretando mi dedo, temblaba y se tragaba mi explosión, fue demasiado para mí, darme cuenta que ella tenía un orgasmo provocado por la mamada y medio dedo en sus tripas, era algo que nunca había pensado, después de todo era mi madre y mi primera mujer a la que descubría como hembra, me dejó en un limbo delicioso y la escuché hablar.
- Definitivamente quiero que seas mi macho, a tu padre lo engañé dos veces con el Contador fue un fiasco, no hubo más hombres en mi vida y me falta mucho por aprender, de hecho, es la primera vez que me trago la leche de hombre y quiero ser tu puta para que me hagas feliz.
- Te juro que voy a intentarlo con toda mi alma.
- Mañana no voy a ir a trabajar y tu padre tiene un almuerzo con la gente de la Cámara de Comercio, no volverá al mediodía y me gustaría que me hicieras tu puta durante todo el día, nunca más te engañaré y me dedicaré sólo a vos.
- Faltaré al colegio, no tengo problemas con eso, ¿y papá?, ¿qué pasa con papá?
- Tu padre, desde hace tiempo, tiene un problema físico que no le permite tener erecciones, al margen de lo psíquico pues eso le provocó una destrucción total de su libido.
- Está bien, pero vos serás mi puta, ni por asomo seré tu “figurín”.
- Sin ninguna duda, así es como debe ser mi hombre, pensé mucho y no sabés como me puso el modo en que me trataste, me gusta que me domines y que tomes todo lo que quieras de mí, estaré lista como lo pediste.
- Hecho, trataré de no defraudarte, pero tampoco tengo mucha experiencia.
- Mentiroso, tenés un aguante tremendo y eso hace que me caliente mucho.
- No me puedo dar el lujo de tenerte sin que goces mucho conmigo, me esforcé para ello, pero, en realidad, sos mi primera mujer.
- Mi cielo, vida de mi vida, mami te va a adorar siempre y la puta te hará gozar o, en todo caso, aprenderemos juntos sin privarnos de nada.
Antes de irse me dio un piquito y usó la punta de la lengua para recorrer mis labios, yo quedé completamente excitado, quería y podía seguir, pero la llegada de mi padre enfrió todo. Comenzaba a entender algunas cosas de los adultos y luego de cenar junto a los dos y de avisarle a mi padre que, debido a que comenzaban los exámenes para los alumnos flojos de calificaciones, entraría más tarde me retiré a mi habitación para leerme todas las revistas pornos que tenía, quería aprender sobre lo que se le hacía a una mujer. Menos mal que venía más que “servido” y el culito y las bocas de Gustavito y de mi madre, sino hubiese quedado para la internación.
A la mañana me quedé haciendo fiaca en la cama y escuché que mi padre le decía a mi madre que me hiciera levantar para ir al colegio, “quedate tranquilo, yo le aviso, ahora dejalo dormir un rato más, ya pasó de año y se recibe”, -le contestó-. Lo siguiente que escuché fue a mi padre que se iba y a mi madre que cerraba la puerta, no sabía lo que ella haría, pero mi verga estaba a reventar. Con seguridad esperaría por si se le ocurría regresar por algo y luego vendría a mi habitación, pues, en hipótesis, yo aún estaba dormido. No sé cuantos minutos fueron, pero se me hicieron eternos hasta que la escuché golpear suavemente a mi puerta, le dije que pasara y lo que vi en el marco de la misma fue la mejor impresión de toda mi vida.
Mi madre estaba parada allí con la puerta totalmente abierta y las piernas un tanto separadas, la cubría una especie de camisón transparente a medio muslo y una pequeña vedettina con lazos a sus costados que tapaba su sexo, las tetas erguidas parecían apuntarme y las areolas más oscuras daban marco a pezones excitados y duros. Se acercó despacio a mi cama y, como era de dos plazas, subió por el lado contrario.
- Hola mi amor, ¿te gusta como estoy para vos?, -preguntó con la voz un tanto enronquecida-.
- Me encanta, me excita, me enloquece y más me gustaría gozar de tu cuerpo desnudo.
- Como mi hombre guste, -afirmó, luego dejó caer el camisón y desató los nuditos de su bombachita-.
- Estás hermosa mamá, ¿te molesta que te llame mamá?
- Llamame como quieras mi cielo y ahora si te voy a besar mejor.
Destapó mi cuerpo, miró mi verga que parecía moverse encabritada y se lanzó sobre mi cuerpo a besarme comiéndome la boca, eso lo tenía más o menos claro y colaboré en el beso, es más, como mi boca era un poco más grande, pasé a besarla yo mientras nuestras lenguas batallaban y sus gemidos se hacían escuchar en todo el cuarto. “Me afeité toda para vos y quiero tragarme tu verga hasta la garganta”, -dijo poniéndose a la tarea, pero yo también quería mi parte e hice que girara el cuerpo, “si me lames y besas ahí me muero, nunca me lo hicieron”, -acotó lamiendo el tronco del ariete que pronto hurgaría en su interior-.
“¿Cómo podía haber sido tan limitado mi viejo?”, su concha pelada tenía un aroma increíble y hundí mi boca y mi lengua en sus labios y su hueco. Noté sus toses y arcadas cuando pretendía pasar un poco más de la mitad de la verga por sus labios, pero pronto dejó de hacerlo, los temblores y contracciones parecieron atacarla y se olvidó de mi verga para gozar de un tremendo orgasmo que yo incentivaba lamiendo su botón y jugando con un dedo en su ano.
Me dije a mí mismo que debía dedicarme por entero a su placer y desarmé el “69” para ponerla mirando el techo, sus piernas quedaron flexionadas y me mandé de cabeza a esa concha de labios entrecerrados, lo que siguió después fue un concierto de gemidos que trataba de ahogar, temblores continuos y sollozos derivados del placer cuando mi boca absorbía su clítoris más duro que un garbanzo. “Por favor Martín, por favor, no puedo más, cógela a tu mami-puta, te necesito”, -pidió con la voz un tanto suplicante-.
No daba para hacerla esperar, repté besando su vientre y sus tetas hasta llegar a su boca, me prendí nuevamente allí y mi verga buscó naturalmente el conducto anegado ubicado entre sus piernas, “con calma mi vida, sos muy grande y no estoy acostumbrada”, -expresó en mi oído-. Me sonó como frase armada y comencé a penetrarla, parecía que su interior me absorbía y su calidez era distinta, además, aun sin conocer lo que era el interior del conducto vaginal de una mujer, sentí que sus paredes rugosas me oprimían el tronco. La sensación era espectacular, sus gemidos y notar cuando alzaba las caderas para una mejor penetración me tenían en otra dimensión, chocar en su interior con el glande cuando casi tocaba con mi pelvis su pubis, su quejido y su pedido de que la cogiera con ganas elevaron mi morbo y mi libido al infinito. Salir y volver a entrar profundo en un repiqueteo constante, apretar sus tetas y besar sus pezones intercambiando con sus labios convirtió la cogida en algo sublime.
Por la mente me pasó un insulto que me habían dado alguna vez y me había provocado un gran enojo, “anda a la concha de tu madre”, me habían dicho y me sonreí para mí mismo pensando que ya no me molestaría volver a recibirlo. Mi madre temblaba en ocasiones, su entrepierna se había convertido en una especie de laguna y un sonido como de chapoteo inundaba mi habitación. “Dame todo adentro mi amor”, -pidió cruzando sus piernas en mis caderas y la inundé-, claro que, a la vez tuve que taparle la boca para evitar que vinieran los bomberos por el grito que amagó dar al liberar su placer a gusto.
Indudablemente la edad y el momento se complementan y ayudan porque me bastó con tomar un poco de aire para poder seguir, mi verga seguía estoica y presta, entonces la hice girar y como si fuera un muñeco de trapo, quedó boca abajo, sus nalgas blancas parecían un faro que me llamaba y abrí sus cantos con las manos para, sin siquiera pensarlo, hundir mi boca en su asterisco. Acercarle un cable con 220v la hubiera hecho reaccionar igual, arqueó el cuerpo y se arrodilló sin perder la posición, sus caderas se elevaron solas y sollozó por el placer que le provocaba mi lengua. “Me muero, me muero hijo, hacele la cola a mami, rompela, dame duro, es la cogida de mi vida”, -decía un tanto disfónica- y, para que lo voy a negar, aun sin conocerlo ese agujerito y esas nalgas me parecieron “el sueño del pibe”, usé la poca saliva que tenía en la boca y apunté el glande queriendo entrar, ella ayudaba empujando sus caderas y el glande profanó con el tronco acompañando hasta la mitad del mismo.
El grito no lo pude evitar, pero ella era consciente de los vecinos y hundió la cara en la almohada golpeando las sábanas con sus puños cerrados. Saqué mi verga por completo viendo el agujero abierto, puse más saliva y me mandé por completo logrando que las pieles se soldaron. “¡Mierda, mierda!, sí, sí, tomame así, soy tu puta, tu hembra, rompeme la cola sin miedo”, -decía completamente desbocada- y, lógicamente, me enloquecí. Salía y entraba bien profundo y ya no pudo disimular sus quejidos, “este culo es sólo mío”, -dije como con rabia- y el machaque prosiguió, su cuerpo aguantaba mi peso y mis manos apretaban sus tetas duras, hasta que no pude más.
El resultado fue apocalíptico, inenarrable, ella se dejó caer e instalado en lo profundo sus tripas recibieron toda mi carga. Sus músculos me apretaban todo lo largo del miembro, sus sollozos y convulsiones parecían pedirme más, pero ni ella ni yo estábamos en condiciones de hacerlo, “no salgas hijo, todavía no la saques, me destrozarías y me duele horrores”, -expresó débilmente y supe que tenía razón, su culo parecía una sopapa que mantenía mi verga en su interior-. Se movió despacio mientras se desinflaba y salió sola, aunque el “plop” no faltó, tampoco su quejido.
- Dame dos minutos, no podría ni ir al baño, esto fue, no sé, no tengo palabras.
- Te ayudo a llegar y te ayudo con el baño, quiero enjabonarte y acariciarte.
- Sos un dulce y me encanta eso, pero no tengo tu edad, estoy fundida, abrazala a tu mami-puta, ya no tengo miedos, pero no podré vivir sin tenerte siempre.
- Me vas a tener, siempre que se pueda me vas a tener, lo primordial es cuidarse para no echar todo a perder.
- Jajaja, eso te lo tendría que haber pedido yo, pero me dejaste baldada, estoy sin reacción.
- Bueno, quedate un ratito acá y yo me preparo el desayuno.
- Eso no, mi hombre me tiene a mí para atenderlo, andá a darte una ducha y enseguida tengo todo listo, -dijo saltando de la cama-.
Ya debajo de la ducha, tocando mi verga morcillona noté que no había rastros indeseables, era evidente que mi madre se había preparado y me puse a pensar que me faltaban muchos culitos por romper y disfrutar, sin dudas que lo haría, pero, el mejor de todos, estaba rendido a mi dureza y grosor y las ocasiones sobrarían para usarlo a conveniencia de los dos.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
💦💦💦 Excelente como siempre, gracias por seguirla!
rikisimo que continue felicitaciones
Lo siento ya no
Por el cambio drástico de tu categoría sexual! Sorry baby. El que mucho abarca poco aprieta.
Quise decir que no voy a leer más tus relatos
Likeeeeeeee!!!! 🤤🤤🤤💦💦💦 amo El poder de los deseos y espero que nunca acabe, pero esta esta subiendo miy rápido en mi escala de favoritismo
Agradezco muchísimo los comentarios respecto de los relatos, es la única «ganancia» que obtenemos por el esfuerzo, y sí, escribí «esfuerzo», sólo el que escribí sabe el tiempo que insume desarrollar y plasmar la imaginación en letras. Tengo claro que no a todos les puede gustar lo que escribo, pero eso es algo que yo no digito, de la misma manera en que no exijo que se lean mis relatos. Sólo pretendo que los que lean lo pasen bien, los que no, bueno… no me corresponde opinar.