CAGADITA. (3)
Mi madre está un tanto desbocada y aparece Emilce, la madre de Oscarcito a pedirme que lo ayude con la materia, con la Matemática porque en la otra materia era casi profesional. Aparecen los mellizos..
OSCARCITO – MAMÁ – EMILCE. (3).
Salí del baño envuelto en la toalla grande y no la vi, la cama estaba recién hecha y me fui para la cocina, allí la encontré preparándome el desayuno, deduje que había usado el baño chico, se había cepillado el cabello, tenía puestas unas sandalias con tiras y una suela uniforme de un centímetro de alto, sobre el cuerpo tenía puesto el mismo camisón con que se había presentado en mi habitación, pero ahora no había ninguna prenda debajo de él.
- Me encanta verte así, tu cuerpo me calienta horrores, -le dije abrazándola desde atrás y apoyé mi verga morcillona en sus nalgas-.
- Me excita andar desnuda para mi hombre y hacía miles de años que no lo hacía, todavía no lo puedo creer, esto de hoy fue como descubrir cosas que sólo estaban en mi imaginación.
- Espero que te hayas sentido bien…, -acoté acariciando sus tetas desde atrás y besando su cuello-.
- Bien es poco, nunca me sentí mejor en mi vida, tus besos y tus caricias me dan vuelta y ese “aparatito” que tenés me hizo delirar, además de romperme, pero supongo que es el precio de tanto placer y un poco de dolor me evitará olvidar activando mis ganas, -decía moviendo el culo contra el bulto que ya estaba en condiciones-.
- ¿Te lastimé?
- No, no me siento lastimada, sólo tengo el culito roto con un par de rajaduras, pero me mojo toda pensando en esto y en lo que vendrá.
- Sos una putita calentona y me gusta eso.
- Ya te lo dije, podrás hacerme lo que quieras y como lo quieras, sólo tendremos que tener un poco de cuidado con tu padre, pero ahora no está, besame, besame, tocame, cogeme de nuevo, estoy hirviendo, -dijo girando el cuerpo para prenderse a mi boca mientras una de sus manos me acariciaba la verga endurecida-.
No podía contestarle, los besos eran apasionados y fue ella la que dejó de besarme para arrodillarse y pedir: “Llename la garganta de verga, forzame, empujá y metela toda”, -expresó con toda la lujuria en su mirada y se llevó el glande a la boca. Fueron dos o tres salidas normales de su boca, pasaba un poco de la mitad y buscaba de acostumbrarse aun a pesar de las arcadas, las toses y la expulsión de saliva, pero haciendo un poco de fuerza en su cabeza, se la mandé entera hasta que su nariz chocó en mi pelvis. Dos segundos y se la sacó de la boca chorreando baba y con sus ojos llenos de lágrimas, aunque no tuvo empacho en intentarlo nuevamente y luego de cuatro o cinco veces forzando la penetración, se largó sola, la sacaba, la lamía y se la volvía a tragar haciéndome delirar, pero ella no se privaba de gozar sus temblores se notaban y su mano en la entrepierna ayudaba. La cocina se llenó de gemidos que el placer no podía contener y le llené la garganta de leche tibia que degustó con deleite.
“Después de hoy me internan, jajaja”, -dijo luego de lamer y limpiar toda la verga-, me secó un poco con la toalla y me sirvió el café con leche. Su cara parecía brillar, estaba rozagante de felicidad, “la próxima vez me tenés que dar unos chirlos, hoy me cogiste riquísimo, pero no me castigaste y tu puta quiere un poco de rigor porque se portó mal”, -me dijo poniendo cara de nena buena-, le contesté que lo haría, pero que recordara que no me gustaba pegar y que yo decidiría como cogerla o hacerla gozar, “mi hombre decide”, -agregó feliz-.
Luego de desayunar nos vestimos, ella con un vestido de verano que dejaba adivinar sus formas y que incentivaba todo mi morbo porque no se le notaba ropa interior, yo me puse remera y un short. Antes de almorzar no me aguanté más, eso de verla caminar sabiendo que estaba desnuda debajo del vestido me tenía encendido y la puse apoyada en el respaldo del sofá, le levanté el vestido y encaré el glande mientras ella decía: “Sí, sí cógela fuerte a tu mami-puta, dame verga, rompeme, me porté mal y quiero sufrir”. Los dos chirlos aplicados con fuerza en sus nalgas le sacaron las ganas de pedir más golpes y no la penetré, la ensarté de una haciéndole ahogar el grito y los sollozos contra el respaldo, olvidé que el glande chocaría en su interior y por poco no gritamos los dos, pero segundos después se movía tratando de acoplarse a mi ritmo de entradas y salidas.
Otra vez fue genial tuvo dos, quizás tres orgasmos un tanto ruidosos, aunque amortiguados porque apretaba la boca en el sofá y la volví a llenar, ergo: ninguno de los dos quería más, pero estaba seguro que, a poco que intentara, ella volvería a pedir más verga de su incestuoso hijo. Luego de que salió del baño su fue a cambiar a su habitación diciendo que tenía que ir a la peluquería, “le dije a tu padre que aprovecharía el día y lo haré para teñirme un poco el cabello, después me voy al negocio y vuelvo con él”, -lo dijo y lo acepté, me venía bien para dormir un rato y recuperarme-. Cuando ella salió de casa, poco menos que me desmayé sobre la cama, dormí casi tres horas y me levanté como nuevo, faltaba poco para las cinco y media de la tarde y me preparé la merienda, me servía el café con leche cuando golpearon las manos, era Cagadita, venía limpio, bien peinado y con la ropa que le había regalado.
- Hola Martín, ¿qué te pasó, no fuiste al colegio hoy?, -preguntó esbozando una sonrisa cuando me vio-.
- No, no tenía muchas ganas, tengo todas las materias eximidas y no hacía falta que fuera, -le contesté haciéndolo pasar-.
- Mi papá hoy no trabajó y le fue a agradecer al tuyo por el trabajo que quería darle, allí estaba tu mamá y me dijo que viniera a tomar la leche y vine por la de vaca y, si vos querés, por la otra, jajaja.
- Ahh, claro el señor está gracioso y con ganas de verga, ¿no?, -acoté abrazándolo y apretándole las nalgas-.
- Sí, tengo muchas ganas, Gustavito dijo que estuvo ayer en tu casa, no quiso contar nada, pero yo creo que te lo cogiste, jajaja, me di cuenta porque cuando se sentó hizo una mueca como si le doliera el culito y yo me imaginé.
Flaquito como era lo alcé sin problemas y me echó los brazos al cuello preguntando si lo iba a besar, mis manos se cerraron en su culito parado, apreté sus nalgas y, ante su gemido esperanzado, le expliqué que iríamos a mi habitación, “te voy a besar, me la vas a chupar entera y te voy a coger un poco duro”, -le dije mirándolo a los ojos-, no se amilanó y me contestó: “Bueno yo me dejo porque tengo muchas ganas, pero poneme la cremita porque si no me duele mucho”. Se desnudó rápido mientras buscaba la pomada y bajar mi short no le supuso ningún problema, me senté en la cama y él se arrodilló mirándome la verga con admiración y deseo a la par que se llevaba el glande a la boca. Cruzado sobre mi entrepierna se dedicó a mamar y chupar, pero el apuro lo hacía toser y ahogarse, le pedí que lo hiciera despacio y que respirara sólo por la nariz y se esmeró en eso, luego le puse un chorro de gel en el asterisco que pronto se abriría permitiendo el paso del ariete que Cagadita ya se estaba tragando en su tercera parte.
Gemía y movía su culito tratando de aguantar las arcadas, pero yo no tenía ganas de esperar demasiado, tres de mis dedos ya se movía en el interior de sus tripas y con la mano libre ejercí presión en su cabeza para traspasar su garganta. Lo logré por dos segundos y lo solté para que sacara su boca babeante y me mirara con sus ojos brotados en lágrimas, “me cogiste la boca hasta la garganta”, -dijo torciendo la cabeza y prontamente volvió a intentar-. El muy putito se enfervorizó con su mamada y tragó sin ayuda hasta que su nariz y su frente chocaron con mi muslo, yo sentía que su garganta se abría y los intentos de mover la lengua lamiendo el tronco en el interior de su boca, me había puesto a mil, pero no quería terminar sin haberle roto el culito y lo saqué diciéndole que lo quería coger.
“A mí me gusta que me mires cuando me la metés, ¿me pongo como un perrito?”, -preguntó amagando con ponerse en cuatro-. Le dije que nos miraríamos los dos y coloqué sus piernas a mi costado, su pitito endurecido y sus bolitas duras quedaron a mi vista junto al agujerito dilatado que se “comería” mi pedazo. Aun cuando introduje despacio el ariete en su ano vencido y entregado, Cagadita frunció el ceño y se mordió los labios aguantando el dolor de la penetración. Ya estaba adentro y no pensaba detenerme hasta enfundar completamente el ariete en sus tripas, pero a la mitad me detuve para preguntarle si estaba bien, “sí, sí, estoy bien, me duele mucho, pero yo me aguanto porque me gusta ser tu putito y que me cojas”, -dijo convencido-, entonces le mandé de una lo que faltaba y le tapé la boca para que no gritara como un marrano.
Gritar no pudo, pero saltaron sus lágrimas y su culito me estranguló la verga como si la apretaran con una mano y no me quise mover. Lo que sí hice fue aplastarlo con mi cuerpo y lo besé metiendo mi lengua inquieta en su boca, no podía ni moverse y el que lo hice fui yo, el mete-saca se incrementó y lo que era contracción y dolor se convirtió rápido en gemidos de placer, cada vez respondía más rápido a las cogidas. Zafó de mi boca y pidió con la voz temblorosa: “Dame, dame Martín, cogeme rico, ya no me duele”, -decía tratando de moverse, aunque no podía hacerlo por mi peso-. Sin embargo, yo si podía y mis estocadas tomaron ritmo, además, como venía bien “servido” por mis “polvos” anteriores, no me urgía terminar. Cagadita se aguantaba la cogida como si lo hubiera hecho desde siempre y su pitito parecía temblar sobre mi estómago, tenía contracciones y yo ya no me aguantaba, le pregunté donde quería la leche y me contestó sin pensar, “dámela toda en el culito”, no hizo falta más y lo llené.
En ese momento fui yo el que gimió con ganas, quedé destruido, pero el culito de Cagadita merecía esa explosión. Los dos nos quedamos quietos hasta que comencé a sacarla sin que mermara demasiado la dureza de mi verga, el hoyo abierto que parecía mirarme como un único ojo era un espectáculo que me encantaba y no me desilusionó, el redondel era ilógico entre sus nalgas paraditas y chiquitas y le pedí que se quedara un rato así porque quería sacarle una foto a su culito roto. Ni se mosqueó, esperó manteniendo las piernas con sus manos y le saqué dos fotos, una de ellas con el fondo de su cara alegre que miraba hacia la cámara. Después, mientras merendábamos se sorprendió y terminó riendo al ver las fotos de su culo abierto, “con razón me duele, mirá como me deja el culito tu verga, jajaja”. Tomó la leche con ganas y comió tostadas con dulce hasta hartarse, en el interín me dijo que Luisito había preguntado por mí en el colegio.
- Me contó que tiene mucho miedo, pero que va a dejarse coger por vos, se hace el lindo, pero es un putito más.
- Todos lo son, no seas malo con él. Gustavito me contó que el Profesor de Gimnasia se coge a dos hermanitos, ¿qué sabés de ellos?
- El profe de Gimnasia siempre quiere cogerte, cuando puede te toca el culito y esos dos hermanos son mellizos y rubiecitos “fifís”, van a un grado superior y son los hijos del de la Municipalidad, pero yo no sabía que se los cogía el profe.
- Ya sé quiénes son, el padre es el Secretario de Gobierno de la Municipalidad y que se los cogían me lo contó Gustavito, ya sabés que él anda todo el día chusma que te chusma con uno y otro.
- También nos dijo que nos ibas a dar clases de Matemática, ¿es cierto?
- Algo así, si necesitan les ayudó, pero el tema es disimular ante sus padres para que puedan venir a coger a mi casa cuando no estén en clases.
- ¡¡¡Bárbaro!!!, yo me anoto, aunque siempre ando solo y mi padre no me controla, pero los otros tendrán la excusa perfecta.
Antes de que oscureciera Cagadita dijo de irse para la casa y se fue contento y bien cogido, yo rogaba porque mi mamá no viniera con ganas de alguna “travesura” porque no me la paraba ni las tetas de Isabel Sarli. No hubo problemas, se mostró como siempre, salvo con algunas miraditas con intenciones sin que mi papá viera, lo que sí hizo fue abrazarme contenta delante de mi padre cuando le dije que le quedaban bien los “claritos” que se había hecho en el cabello y no perdió oportunidad de refregar sus tetas en mi torso. El día siguiente era viernes y fui al colegio pensando en Luisito, pero con ganas de ver bien a los mellizos.
Mi madre tenía ganas de una “repasadita”, parecía haberse “desatado”, pero no hubo oportunidad de hacer nada, no obstante, el manoseo a mi verga hizo que me fuera de casa con ganas de ponerla. Un poco antes del primer recreo estábamos distendidos en clase que no era tal, más bien era una charla con el profesor orientada más que nada a los que andaban flojos de calificaciones y entró la madre de Oscarcito en el aula, habló dos palabras con el profesor y luego éste me dijo que la maestra quería hablar conmigo. Al tenerla frente a frente me di cuenta que la maestra era una belleza, de unos treinta y dos años, rubia, de cabello lacio, ojos claros, nariz respingada y un par de tetas que los botones del guardapolvo apenas podían contener bajo la ropa, además, destilaba empatía y me reí para mí mismo notando que ya pensaba como si fuera un ducho conocedor de las mujeres, si hasta me pareció que no le disgusté…
- Usted dirá señora, ¿qué necesita?, -pregunté con respeto-.
- Hola Martín, ¿verdad?, disculpá que te haya abordado así en el aula, yo soy Emilce y necesito que me hagas un gran favor.
- Bien señora Emilce, dígame, soy todo oídos.
- Vi en la verdulería un cartel que dice que vos vas a dar clases de Matemática a alumnos de primario y mi hijo necesitaría reforzarse un poco en eso.
- Pero…
- Sí, claro, te preguntarás porque no lo hago yo que soy maestra, lo que sucede es que tengo dos problemas, uno es que soy separada y único sostén de mi hijo y mi madre anciana, por lo tanto, doy clases en ambos turnos y hasta en el nocturno para adultos, vivo corriendo de un lugar al otro y te imaginarás que llego a casa molida y sin ganas de tocar un cuaderno, por otro lado, Oscarcito está en rebelde conmigo, posiblemente por lo de la separación y no quiero vivir castigándolo para que aprenda.
- Es muy comprensible, ¿cómo quiere hacer?, yo puedo dar clases en mi casa desde las cuatro de la tarde hasta las siete.
- Perfecto, el único problema es que yo no llego hasta las ocho u ocho y media y es muy chico para andar solo por la calle.
- No hay problemas, se puede quedar en mi casa o lo puedo acompañar a la suya cuando terminemos, si quiere podemos comenzar hoy y tendría que traerme el cuaderno con lo que está viendo, pero creo que lo primordial será para el año entrante porque se les pone más difícil sin una buena base.
- Veo que nos entendemos, yo pienso igual, ¿será mucho lo que me vas a cobrar?
- No lo sé, no me puse a pensar en eso, lo hago más que nada para matar el tiempo y, si puedo, ayudar a alguien.
- Jajaja, sos una especie de Marciano lindo, no puedo pagarte mucho, pero te juro que buscaré la forma de agradecerte, por lo pronto podés tutearme, no soy tan vieja.
- No, para nada, vos también sos muy linda y no tenés nada de marciana, jajaja, traelo a Oscarcito y luego vemos, esta es mi dirección.
- Voy a andar con lo justo, pero te lo puedo llevar a las cuatro y media.
- Perfecto, acomodá tus horarios y si no llegás a buscarlo, yo lo acompaño hasta tu casa.
Quizás como un acto reflejo o contenta por haber solucionado ese problema, Emilce me dio un beso en la mejilla y se fue para el sector de la escuela primaria. Me la quedé mirando, estaba tres veces mejor que mi madre y era más joven, pero lo que más me interesaba es que, sin darse cuenta, me estaba entregando a Oscarcito servido en bandeja y yo no iba a dejar pasar la oportunidad, tampoco iba a perder tiempo con el tema de la enseñanza, no pensaba dejar de ayudarlo, pero primero lo primero y su culito era primero.
Luisito quedó un poco desilusionado cuando le dije que no podría verlo en la tarde y noté que Ismael se privó de preguntar cuando me escuchó, pero él también tenía ganas de verga. Con Gustavito no hubo mayores dramas, porque me dijo que tenía todo el fin de semana para que se le pasara el dolor del culito e iba a aprovechar a decirle a la madre de las clases particulares. Tampoco me olvidé de mirar bien a los mellizos, estaban por cumplir los diez años, los dos eran rubiecitos de ojos claros, cabello semi largo y un par de nalgas paradas y seguramente querendonas, por ahora eso me bastaba.
En la hora del almuerzo les dije a mis padres que vendría una mamá a dejarme a mi primer alumno y se pusieron contentos, mi padre puso una pequeña objeción por el tema de la cuota que yo debería cobrar, pero entendió mis argumentos sobre la ayuda desinteresada y no insistió más con el tema. Luego del almuerzo tocaba la religiosidad de la siesta y yo también decidí tirarme un rato en mi cuarto, pero la “putita hogareña” andaba con todas las luces encendidas…
Unos quince minutos después de que se hubieran ido a su cuarto, apareció mi madre en el mío, entró y trabó la puerta diciendo, “tu padre ya se durmió, las pastillas que toma lo dejan grogui, estoy desesperada por chupártela”. Del dicho al hecho pasó apenas un instante y me destapó para sacarme el calzoncillo, ella tenía una pollera un tanto larga, pero yo sabía que no tenía ropa interior, por el momento eso no me importó porque se tragó mi verga como si tuviera una sopapa en la boca. Las arcadas casi no existían y había aprendido a dominar la mamada, pronto la tuvo en el interior de su garganta y la sacaba rápido para metérsela de una y sin paradas, me estaba enloqueciendo, pero no le daría la leche sino hasta después de cogerla y fue lo que hice, se la saqué de la boca retardando mi eyaculación y le coloqué en cuatro, le levanté la pollera y me encontré con su concha anegada que me llamaba. El glande no pidió permiso, se hundió sin detenerse y ella ahogó el grito en la almohada.
Mis entradas y salidas se hicieron rápidas y le arranqué un par de orgasmos, antes de un tercero se la saqué de su interior chorreante y la hice girar para sentarla y acercarla a su boca, “probá tus jugos y tomate toda mi leche”, -le dije hundiendo el miembro en su boca-. Se tragó todo, verga incluida y lo hizo con ganas aferrada con sus dos manos a mis nalgas. No la dejé salir de mi cuarto sin antes ir a verificar que mi padre dormía como el mejor, recién allí el nivel de adrenalina comenzó a bajar, ella chocha de la vida y a mí me temblaban hasta las uñas de los pies.
El chirlo al decirle que yo decidía cuando serían los momentos lo asimiló como una caricia, me besó con un piquito y se fue al baño. Yo me relajé mirando al techo, el “rapidito” había sido fantástico y la supuesta disconformidad con lo que había hecho mi madre fue sólo eso, supuesta. Me quedó tiempo para una hora y media de siesta y a las cuatro y cuarto ya estaba listo para recibir a Emilce y a Oscarcito. Fue mi madre quien no había dormido casi nada de siesta quien le abrió la puerta a la maestra y, ambas de amena charla, la acompañó hasta la puerta de entrada del aula-garaje.
La rubia tenía puesto el guardapolvo y salía de raje nuevamente hacia el colegio porque había pedido permiso para traer al nene, “te lo dejo, ya sabe cómo venir caminando, son apenas cuatro cuadras, encantada Elvira, ya hablaremos”, -dijo saludando a mi madre y se fue apurada mientras mi madre se metió a la casa-. Oscarcito era un año menor que Cagadita, pero no lo parecía, incluso era más alto y tenía mejor físico, algo lógico si se quiere porque “mi primer putito” era precisamente eso “una cagadita”, pero se entregaba como el mejor.
- Hola Oscarcito, ¿cómo andás?, me dijo tu mamá que las Matemáticas no son tu fuerte, ¿es verdad?
- No me gustan las cuentas y no pienso hacer ninguna, -contestó enfurruñado-.
- Pasá y la próxima vez que me contestes de mal modo te doy un sopapo que te va a dar vuelta la cara, ¿entendiste?, -le dije poco menos que levantándolo de los pelos-.
- Sí, sí señor Martín, no me pegue, -pidió bajando los ojos, pero sus mejillas se encendieron-.
- Vení, sentate allí que te voy a mostrar algo, -le dije señalándole el sofá, se quedó quieto y sin moverse y yo no pensaba perder tiempo con tratar de convencerlo de nada, iba a exigir-.
- Martín, nosotros nos vamos, -avisó mi madre y los saludé desde la puerta de calle que luego trabé, lo mismo hice con la interior, luego le pregunté a boca de jarro-.
- Decime una cosa maleducado, ¿qué pasaría si tu madre se entera que cogías con el gordo Juan?, -se sorprendió con esto y lo negó-.
- Esas son mentiras, yo soy muy chico para hacer esas cosas, -dijo haciendo pucheros como si fuera a llorar-.
- Con que esas tenemos, encima mentiroso, pensá bien antes de contestar porque yo tengo pruebas de que es verdad, -me paré frente a él y adopté una actitud de seriedad tirándole de una oreja-.
- No, no mi mamá no puede saber nada, me mataría a palos y me mandaría a un asilo con los niños pobres, ¿cómo sabés de eso?, -preguntó al darse cuenta que no lo negaba-.
- Es simple, mirá, en esta foto estás chupándole la verga y en esta otra te la está metiendo, se ve tu cara y se nota que te gusta, decime vos que hago ahora con esto que sé. Tomó las fotos y se largó a llorar.
- Yo no quería, pero él me pegaba y me gustaba, era porque mi papá tenía que pagarle una deuda.
- ¿Cómo?, contame cómo es eso y no te ahorres detalles.
- Cuando era más chiquito mi papá estaba todo el día en casa, me pegaba y hacía que se la chupara y me tomara la leche, un día me la metió en la cola y no le importó que yo gritara, me lastimó, pero dos días después me lo hizo de nuevo y a mí me gustó, cuando me lo iba a hacer por tercera vez y me estaba pegando apareció mi mamá y se armó un lío bárbaro, lo echó de casa y se divorciaron, pero no supo que me cogía.
- Hasta ahí entiendo, pero, ¿qué pasó con el gordo?
- Como al mes vino a buscarme y me llevó con él sin que mi mamá supiera, dijo que le debía plata al gordo y si no lo ayudaba lo matarían, fuimos a una casa dónde nos esperaba el gordo y ahí me cogieron y me pegaban, después de eso mi papá se tuvo que ir a otro lado porque lo buscaba la policía y el gordo dijo que le quedaban dos veces más porque ese era el trato, además había sacado fotos y me contó que se las daría a mi mamá y tuve que volver con él, -me lo contaba llorando abiertamente, pero a mí no se me movía un pelo, salvo, claro está, mi verga que estaba a mil-.
- ¿Te gusta que te peguen cuando te cogen?
- A veces sí y a veces no porque me duele, pero me da “cosas” en la panza cuando me aprietan las tetitas y me tiran del pelo.
- ¿Y ahora?, ¿qué vamos a hacer ahora con estas fotos?, yo creo que tengo que decirle a tu mamá…
- No Martín, por favor, no se puede enterar, cogeme vos si querés, yo me dejo, te la chupo toda, pero no digas nada.
- Es que yo la tengo más grande que la del gordo y si te cojo vas a convertirte en mi putito sin quejarte de nada, nadie puede volver a tocarte y también te voy a sacar fotos.
- Sí, si Martín, lo que quieras, yo me aguanto, pero no le cuentes a nadie porque mi mamá se enojaría mucho conmigo y a los putitos no los quiere nadie.
- Está bien, me convenciste, por ahora no diré nada, ahora desnudate y mostrame lo que te gusta hacer.
Me pidió una servilleta para sonarse los mocos y se desnudó despacio, dejó para la último su shorcito y, a sabiendas que me gustaría, se lo bajó apuntándome con su culito, a mí se me caían las babas y ya me veía ahí adentro, salvo Cagadita, ninguno había caído conmigo siendo virgen, pero eso era lo de menos, mi verga se encargaría de volverlos a romper, de hecho, ya lo habían experimentado tres de mis putitos serviles y de seguro que habría más. Quedó completamente desnudo y se volvió a sentar para acercarme a él. Lo dejé hacer y se ocupó de sacarme el short y los calzoncillos, la verga dio un respingo y Oscarcito abrió la boca diciendo, “es enorme, ésta sí que va a hacerme llorar”. Sabía bien lo que hacía con una verga en la boca, lamió, chupó, besó y apenas se sintió más seguro trató de tragársela toda, no le fue sencillo, se la saco de la boca tosiendo y babeando, pero volvió a intentar y el sorprendido fui yo, se la tragó completamente, estrelló su nariz en mi pubis y comenzó con su propia cogida de boca.
“Es grande, pero mi papá me enseñó a esconder los dientes, a relajarme y a respirar sólo con la nariz”, -dijo al sacarla y mirarme con los ojos rojos y llenos de lágrimas-. Por lejos la mejor mamada de mi corta experiencia con la ventaja extra del goce del mamador, algo que se le notaba por los gemidos y por los apretones que les daba a mis nalgas. Si alguien me lo hubiese contado jamás lo habría creído, tan chiquitos y ya desesperados por la verga, ni en mis mejores fantasías se me ocurriría imaginarlo, pero, a esa altura, no había nada que discutir.
Tenía la boca completamente llena de verga, pero aun así intentaba mover la lengua lamiendo el tronco, la garganta parecía abrirse y se le notaba un bulto en ella cuando el miembro se hundía por completo. Ya no podía ni quería contenerme, él se dio cuenta por las palpitaciones del tronco y se afirmó a mis nalgas con sus manos para recibir la descarga que pasó limpita hacia su estómago, tragó sin problemas y me la dejó limpia en base a chupetones y lamidas, ni mi madre con todo su amor lo podría hacer mejor ni aguantar con la verga en el interior de su garganta.
- Me gustó mucho porque no me pegaste coscorrones ni me hiciste ahogar haciendo fuerza con tus manos en mi cabeza, -afirmó mirándome-.
- Vas a tener que acostumbrarte, el tema es hacerte gozar y para eso no son necesarios los golpes, aunque, de vez en cuando…
- Bueno, igual si voy a ser tu putito me tengo que dejar hacer todo, aunque si no usás alguna crema me vas a lastimar y mi mamá se puede dar cuenta.
- Vamos a usar una crema y te va a encantar, pero quiero que ahora, mientras me recupero, prestes atención a la materia, si no rendís bien tu madre no te va a dejar venir más y no podré hacer nada.
El muy hijo de su madre la tenía muy clara, inteligencia y conocimiento no le faltaba, era todo su paripé para llamar la atención, pero conmigo no le resultaría. Mientras él hacía las cuentas que le puse para practicar le levanté un poco la pierna para que me dejara liberado el paso a una de sus nalgas y me ocupé de su asterisco que con abundante gel me permitió el paso de uno, dos y tres de mis dedos. Comenzó a gemir y a retorcerse y, por consiguiente, dejó de hacer las cuentas, pero el chirlo en la misma nalga libre lo puso enseguida en situación.
- Que ni se te ocurra dejar de hacer las cuentas, el trabajo es tu obligación, el placer es un extra, pero no debés de descuidar lo primero, -le dije lamiéndole el cuello lo que le provocó escalofríos y un gemido profundo-.
- Es que me gusta mucho lo que me estás haciendo, -alegó-.
- Ya lo sé, pero tenés que terminar lo tuyo aun cuando tengas mi verga dentro de tu culito.
Luego de decirle eso, embadurné mi glande con el gel y me senté en su silla poniéndolo sobre mí, miraba su culito que parecía de juguete comparado con mis piernas y mi verga endurecida, por otro lado, no hubo necesidad de decirle nada, Oscarcito se acomodó y con su mano dirigió el glande a su huequito que parecía palpitar, luego se sentó moviéndose sutilmente para que la cabeza de mi miembro lo penetrara. Bufó y amagó con un pequeño grito cuando medio ariete se perdió en su culito y se quedó quieto temblando por el dolor experimentado y tragando mocos por el llanto que pudo retener. “Despacio bebé, esta no es la pijita del gordo y no quiero que te lastimes”, -le dije acariciando sus muslos y besando su cuello y sus lóbulos-, Oscarcito se abandonaba totalmente ante estas demostraciones y apoyaba su espaldita en mi pecho, subió y bajó su culito como amoldándolo al grosor de mi verga y, finalmente, se sentó asentando sus nalgas en mis muslos, el ariete había desaparecido, eso le encantó y no lo dejé descontrolarse, “mové despacio tu culito, pero seguí con tus cuentas”, -le dije pellizcándole las puntas de las tetillas-.
“Qué rico que me cogés, tu pija está en mi panza y me gusta mucho, me duele todo el culito, pero nunca nadie fue suave como vos para metérmela, así me gusta más”, -decía agachándose para hacer las cuentas y el primer plano de mi verga incrustada en su orificio. Sus movimientos suaves y los apretones que me daba en todo el tronco lo estrecho del lugar me generaban un morbo que no estaba acostumbrado a experimentar, yo la hacía latir frunciendo mi culo y Oscarcito no podía retener sus gemidos. “ya terminé Martín”, -me dijo-, eso actuó como una campana de largada y lo levanté para ponerlo de bruces sobre la mesa, entonces mis entradas y salidas se intensificaron.
Ya no me importaron sus quejidos, quería romperlo y meterme más adentro de lo que podía, el sonido de los “plas-plas” de mi pelvis sobre sus nalgas llenaron toda el aula, pero, una vez recuperado de las primeras dos embestidas, Oscarcito colaboró y pidió más. Salía mientras él me apretaba el tronco y entraba abriendo sus carnes como si siempre fuera una primera vez, el putito era una “maquinita” y se dejaba coger a gusto del que lo empotraba y eso me enfervorizaba más. “Tengo las cosquillas”, -alcanzó a decir temblando y le llené el culo de leche-.
Quedé con todo el cuerpo sobre su pequeña humanidad, mi verga aún palpitaba y mis pulmones pedían aire con urgencia, entonces lo escuché decir con una voz suave, aunque cargada de cierta exigencia, “sacámela que quiero limpiarte”, el “plop” se hizo escuchar y él emitió un quejido cuando salí de su culito, le faltó tiempo para girarse, tomar mi verga libre de impurezas fecales y llevársela a la boca, la limpieza fue minuciosa y las fotos no se hicieron esperar. “Vos podés sacarme las fotos que quieras”, -me dijo y se dignó a posar con la verga en la boca o abriendo sus nalgas con las dos manos para darme un primer plano de su hueco más que dilatado. El pendejo me calentaba como nadie, generaba un morbo tremendo y le encantaba lo que hacía, además lo demostraba haciendo que la libido y el morbo no decayeran. Yo ya estaba para seguir, pero se impuso la cordura y opté por continuar con mi rol de profesor.
- Vos vas a venir dos veces por semana, esos días te voy a coger, pero tenés que hacer todo tu trabajo escolar.
- Sí Martín, te lo prometo, me duele el culito, pero vos me cogés muy rico y me gusta cuando me metés tu pijota bien adentro y tus besos y caricias también me gustan, me dan ganas de que me cojas todos los días.
- Conformate con lo que te doy, no sos único, yo tengo otros putitos.
- Bueno, ¿querés que ellos también me cojan?, si querés yo me dejo y me hago de otros amigos, mi papá no quería que hablara con otros chicos, decía que se me podía “escapar” algo, pero yo nunca dije nada de nada.
- Yo te tengo confianza y no tengo problemas, decime, ¿tu mamá tiene novio o alguno que le ronde?, lo pregunto porque esos querrían querer cogerte y vos sos mío.
- No sé, creo que no tiene a nadie, pero yo no miraría a nadie más que a vos, además a mi mamá le gustás y si vos te ponés de novio con ella me podrías coger en mi casa cuando ella trabaja.
- No das puntada sin hilo putito, además no creo que tu mamá se fije en un pendejo como yo.
- A mí me dijo que sos muy lindo, ¿por qué no le preguntás?
- Jajaja, no es tan fácil, vos concentrate en lo nuestro y en tu trabajo de la escuela, además tenés que ayudarla a ella y a tu abuela con las cosas de la casa, eso implica no contestarle mal y darle cariños y besos.
- Yo a veces quiero, pero viene muy cansada y con mal humor.
- Es porque trabaja mucho para mantenerlos, vos tenés que ordenar tu habitación, ayudarla con la limpieza de la cocina y nada de rebeldías porque yo me voy a enterar y mi reacción no te va a gustar.
- Te lo prometo, voy a ser bueno y vos no te vas a enojar conmigo.
Entre una cosa y otro, comimos un sándwich cada uno con una gaseosa, le di un montón de cuentas para que hiciera en el fin de semana y como a las ocho de la noche lo acompañé a la casa, el nene se mostraba de lo más dicharachero y feliz, me contó que su abuela tenía un problema que no la dejaba respirar bien, que casi no salía de su cuarto y que no sabía nada más del padre y del gordo Juan. Vivían en un lindo chalecito, aunque estaba un poco descuidado en el jardín del frente y, como tenía algo de fondo, imaginé que sería igual, me daba para acercarme porque si el culo de Oscarcito era memorable, el de la madre era majestuoso.
Cuando llegamos a la casa coincidimos con la llegada de Emilce, me saludó muy contenta y le preguntó al hijo que tal lo había pasado, “genial mamá, hice un montón de cuentas y todas me dieron bien, ahora voy a ordenar mi cuarto”, -contestó alegre generando la sorpresa en la madre y se despidió de mí con un beso en la mejilla-. “Esperá Martín, no te vayas, tomá un café conmigo y contame, estoy sorprendida”, -expresó Emilce tomándome del brazo-.
- ¿Cómo hiciste?, pensé que te iba a resultar, cuanto menos, difícil, ¿qué se me estaba escapando?
- No sé, yo no estudié para Maestro, creo que todo pasa porque estás saturada de trabajo y no le brindás la atención que pide y con esto no quiero juzgarte porque comprendo tu situación.
- Es que no es fácil, me casé con un tipo al que tuve que mantener, era vago y golpeador y ya sé que no es excusa porque gran parte de la culpa fue mía, lidiar con chicos todo el día y luego con adultos y hasta con compañeros de trabajo que sólo parecen buscar un rato de… vos me entendés, ¿no?
- Jajaja, con los de los chicos lo comprendo más o menos, pero lo de los adultos es más que comprensible, no te enojes, basta con mirarte.
- No te rías tonto, sos bastante despierto para la edad que tenés, yo trato de pasar desapercibida porque, hoy por hoy, no me interesan las relaciones.
- Qué lástima…, bueno, volviendo a lo de tu hijo, dejate mimar por él, dejá que te haga masajes o te de besos, el cree que lo necesitás y surgen los conflictos porque te mantenés distante.
- Creo que tenés razón, nunca es tarde para aprender, ¿por qué me dijiste que era una lástima no querer relaciones?
- Yo soy un pendejo y en una de esas no entiendo mucho, pero creo que tus miedos te inhiben y lo único que hacen es generarte restas, una relación no tiene que ser para noviazgo o casamiento, alguien mayor me dijo alguna vez que el cuerpo necesita alegrías de vez en cuando porque hasta las neuronas se te van ajando.
- ¡Miralo vos al que la va de pendejo!, en dos o tres palabras me pusiste de vuelta y media, igual tenés razón, tengo veintisiete años y parezco que tuviera más de treinta, ya me estoy ajando en todo.
- No lo tomes a mal, jamás lo diría por tu exterior, sos una mujer hermosa y quizás me desubiqué un poco.
- No, no para nada, me halaga lo que decís y a una mujer le encanta recibir halagos con clase, ¿por qué no venís a cenar mañana y continuamos la charla?, me gusta conversar contigo, no sé, tenés algo especial.
- Te lo acepto, ¿a las nueve está bien?, pero antes, si puedo te vengo a ayudar a la tarde a arreglar el jardín, con Oscarcito dándome una mano.
- Dale, sos genial.
Me fui para mi casa caminando contento, a la vez, sorprendido, ni yo me imaginé que podía hablar en ese tono con Emilce, verdaderamente era una mujer hermosísima y no creí poder tener la soltura que demostré. Estaba seguro que yo le gustaba y un par de vueltas de tuerca me bastarían para tratar de tener algún “encontronazo” tipo cama con ella, después se vería, hacía un par de horas lo había empotrado a Oscarcito y si todo salía bien, mañana sería la madre la que gemiría en mis brazos.
Al llegar a casa me encontré a mis padres a punto de cenar, en realidad mi madre estaba haciendo la comida y mi padre tenía la puerta interior del garaje abierta, índice evidente que buscaba algo porque gritaba diciendo que nunca podía encontrar las cosas donde las dejaba. La respuesta a mi pregunta sobre lo que le pasaba me auguraba un fin de semana movido. “Está como loco, lo vino a buscar Matías, el Farmacéutico, quieren irse a pescar a la laguna con dos o tres amigos más y no encuentra las cosas de pesca”, -dijo mi madre mirándome con picardía-.
Le ayudé a buscar las cosas que yo había acomodado hacía más de un mes atrás, ordenó los carretes de tanza, guardó todo en una gran caja que usaba para la pesca y tuve que ayudarlo también a dejar las cosas en el auto, me dio las recomendaciones atenientes a que ayudara a mi madre el sábado a la mañana en el negocio y dijo que se irían a la medianoche para poder llegar temprano. Sabía cómo sería eso, viajarían unos cuatrocientos kilómetros, tardarían unas seis horas y pronto estarían pescando hasta regresar el domingo por la noche.
Cenamos y yo me fui a mirar un rato de tele, mi padre dio las últimas indicaciones para que mi madre cerrara bien todas las puertas, “quedate tranquilo, con Martín estoy segura, igual voy a trancar todo desde adentro”, me despedí antes de él y me metí en la habitación, no me dormí enseguida, escuché cuando lo vinieron a buscar y cuando se fue, hasta escuché cuando mi madre puso las trabas interiores de la puerta, nadie podría entrar aun cuando tuviera llave y me destapé pues sabía lo que se venía. Esta vez se apareció con la bata grande en la mano que dejó sobre una silla que había en mi cuarto y se mostró con un sostén que apenas contenía sus tetas y una bombachita tipo slip, pero bastante minúscula, “¿te gusta?, la compré para usarla con vos”, -dijo girando y mostrándose-.
Le estiré los brazos para que viniera a la cama y se acercó moviendo sus caderas sensualmente, pronto se tiró sobre mí y me besó dejando que las palmas de mis manos apretaran sus tetas endurecidas por la excitación. No sé cómo hizo para sacarse la bombachita y de inmediato cerró sus piernas atrapando mi miembro entre los labios de su vagina y enseguida sentí la humedad, “quedate quietito mi vida, quiero embocarla y metérmela yo”, -pidió- y la dejé, no me molestaba para nada y dureza tenía para regalar, movió sus caderas, se movió un poco hacia adelante e hizo diana, no bien mi glande estuvo ubicado en su agujerito empapado, se deslizó penetrándose, sus carnes se abrían y no sabía si quejarse o gemir del placer, seguramente nunca lo había hecho de ese modo y parecía chico con juguete nuevo.
Llegó hasta chocar con su interior y el gemido profundo se confundió con sus temblores y contracciones por el orgasmo, “no te imaginás lo que esto significa para mí”, -expresó comenzando a moverse con suavidad-, estaba seguro que no era por temor o por el tamaño, estaba disfrutando de toda esa carne en su interior porque tenía ganas de hacerlo y lo hacía para gusto de ella y beneplácito de su pareja. “Gozala cuanto quieras mami-puta, después me tocará a mí y quiero tu culito de nuevo”, -le dije apretando sus pezones-. Volvió a temblar cuando me escuchó y movió la cabeza aceptando.
Esa noche fue tremenda, me sequé, pero le quedó el culito como para que no quisiera ni olerme en todo el día, ni hablar de su garganta o su vagina, al final nos dormimos los dos “a pata suelta” y completamente desnudos, sin embargo, en la mañana apareció rozagante con una bandeja y el desayuno. “Buen día mi amor, te dejo el desayuno porque tengo que irme al negocio, si querés, después pasá un rato por allí, nos evitaremos los rezongos de tu padre”, le contesté que lo haría, pero tenía más ganas de seguir durmiendo que de desayunar.
A media mañana me aparecí por el negocio, no me había dado cuenta que era sábado y había gente a montones, enseguida me puse a dar una mano a los vendedores y me fui para el lado del corralón en que se vendían los sanitarios para baño. Atendí a una pareja de novios que no me la hicieron fácil, pero al final les vendí todo el baño nuevo para la casa que se estaban terminando. Los acompañé hasta la caja y mi madre me pidió que atendiera a una señora que quería ver unas bateas nuevas de acero inoxidable que en ese momento eran toda una novedad.
La mujer, alta, de cabello castaño claro, no aparentaba más de treinta y uno y treinta y tres años, muy bien vestida a pesar de que lo hacía de jeans y sandalias de taco medio, tenía remera bastante ajustada que no dejaba notar ni un gramo de más y una campera también de jeans que tampoco dejaba ver bien el tamaño de sus tetas, pero faltar no le faltaban. Al margen de su físico, demostraba mucha empatía y don de gente para el trato, se le notaba una mujer de nivel medio alto de clase acomodada, antes de trasladarnos al lugar dónde estaban los sanitarios, llamó a los hijos. “Pueblo chico, Infierno grande” dice el dicho y nunca mejor aplicado que para esa ocasión, ¡oh sorpresa!, los nenes resultaron ser unos mellizos y yo ya los había visto en el colegio, además tenía varias mentas de ellos, de eso se había Encargado Gustavito con sus chusmeríos.
- Usted disculpe, pero debe ser la esposa del Secretario de Gobierno de la Municipalidad, ¿no?, -me contestó que sí lo era y me preguntó si lo conocía al marido-. No, no tengo el gusto, le pregunto por los chicos, los conozco de verlos en el colegio, no pasan desapercibidos, son dos gotas de agua y alguna vez me dijeron quién era el padre.
- Estos dos son terribles, hoy están conmigo porque están castigados, le contestaron mal al padre y no los dejó ir a la práctica de fútbol con el Profesor del Colegio, están que trinan, pero tienen que aprender a obedecer, -me dijo con suficiencia de madre-.
- Nosotros te vimos en el colegio, vos sos de quinto año, -acotó uno de ellos-.
- Es verdad, este año termino, soy Martín, ¿cómo se llaman ustedes?
- Yo soy Jorge, -me dijo el que me había hablado-.
- Yo soy Joaquín, -agregó el hermano-.
- Jajaja, impresionan cuando se los ve de frente, ¿cómo hace para diferenciarlos?, -le pregunté a la madre-.
- En casa se nos hace fácil, pero para los demás, Jorge tiene un pequeño lunar debajo de la oreja izquierda y Joaquín no lo tiene, pero es algo que hay que saber.
Le mostré los sanitarios a la madre de los mellizos y no me privé de mirarlos bien, se los notaba atléticos y de nalgas paradas y duras, propias de quienes tenían actividad física, la mujer estaba entusiasmada con las bateas nuevas y dijo que quería llevar dos para colocarlas en distintos baños de la casa, había en existencia, pero no sabía la medida que debería tener el pie de los mismas, entonces me pidió permiso para hablarle al marido y él le daría el dato. Se fue a la caja a hablar por teléfono (aún no era época de celulares) y yo les pregunté a los chicos contra quien jugarían el partido, logré lo que quería, se quedaron hablando conmigo.
- ¿Así que hicieron líos y nos los dejaron ir a jugar?
- Sí, el profe se va a enojar con nosotros, -dijo Jorge-.
- Más se van a enojar tu padre y tu madre cuando les cuente que ustedes iban a ir a coger con el Profesor porque son sus putitos.
- ¿Qué?, ¿cómo?, le voy a contar a mi mamá lo que nos dijiste, -dijo Joaquín saltado como leche hervida-.
- ¿De verdad le vas a contar?, a mí me dijo un amiguito que los vio cogiendo en el cuarto donde guardan las cosas que usan en las clases, pelotas, colchonetas y esas cosas, está bien, contale y que me pregunte, a mí no me van a decir nada, pero como van a explicar ustedes que tienen el culito roto.
- A mí no me la metió toda, fue a Joaquín que se lo rompió, -expresó Jorge a punto de llorar-.
- No cuentes nada, -le recriminó el hermano-.
- Tu hermano tiene razón, a mí no me cuentes nada, veremos que le van a tener que decir a tu mamá cuando yo le cuente todo a ella y le diga cuando fue y dónde.
- No, por favor, no le cuentes nada, hacemos lo que vos quieras, si se enteran nos echan de casa y del colegio y nos matan a palos, -dijeron ambos atropellándose con las palabras-.
- No sé qué me pueden dar a mí o que pueden hacer por mí, a menos que… tendrían que dejar de lado al profesor y dedicarse a ser sólo mis putitos, sería un secreto que tendrían que mantener los dos. Decídanse rápido porque allí viene su madre y ojo con decirle esto al profesor. ¿Ya está señora, pudo hablar? porque yo tenía que decirle algo.
- Sí, ya hablé y sé las medidas, ¿qué me tenías que decir?
- Hablé con sus hijos y creo que, por la altura, la medida ideal sería la que estuvo viendo.
- Es verdad, justo esa medida me dijo mi marido.
- Perfecto, quiere que se las envíe ahora.
- Sí, por favor, sos muy amable, voy a regresar seguido por acá porque tengo que hacer varias modificaciones en la casa.
- Cuando guste, yo le contaré todo lo que quiera saber y ustedes no me fallen a portarse bien, -le dije a los nenes que asintieron callados y medio pálidos-.
Regresé a la caja a hablar con mi madre quien, entre risas, me dijo que la había dejado molida y que no sabía cómo iba a estar al volver a casa, le dije que no importaba, que nos portaríamos bien, además yo almorzaría y me iría a ver un partido de fútbol al que me habían invitado, “vas a poder dormir tranquila, jajaja”. Yo tenía pensado ir a la casa de Emilce y me pondría a arreglar el jardín de entrada o el fondo de la casa, quedaba como un Duque y después vería como zafaba para no quedarme esa noche en casa.
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
Excelente colo cada uno de tus relatos. Siempre dejas anzuelo y carnada pa quedar prendido👏👏
Excelente 💦💦💦 esperando la continuación…
Esta historia está muy muy buena, las 2 son 10 sobre 10