CAGADITA. (4)
Oscarcito no se priva de nada, Emilce tampoco y el “postre” estuvo delicioso. Mi padre regresa antes y el domingo en el polideportivo me guarda una sorpresa que me conviene aprovechar y me doy cuenta que las madres “mal atendidas” abundan..
CENA CON EMILCE – ALMUERZO CON ALICIA. (4).
No bien terminé de almorzar intercambiando chanzas y bromas con mi madre, ora que algún pellizco en las nalgas se llevó y una buena manoseada de tetas con besos en el cuello incluidos que la hizo dejar de lado sus dolores y se volvió a encender como hojas secas a las que se les arrima un fósforo. Me encantaba hacerla calentar, el problema era que a mí me pasaba igual y ese no era el momento, zafé diciendo que se me hacía tarde, la besé profundo cuando me despedí y me fui a la casa de Oscarcito.
Emilce me recibió vestida de remera, zapatillas y una bermuda a medio muslo exquisitamente rellenada por sus nalgas firmes, el cabello suelto la hacía más atrayente y se lo hice saber, los ojos le brillaron por el piropo y me preguntó si no gustaba de tomar un café antes de comenzar. Entramos en la casa, se prendió de mi brazo apoyando su teta dura en el mismo y apareció Oscarcito, “hola Martín, que bueno que viniste”, -expresó dándome un abrazo y rodeó mi cuello para que lo levantara-. “Cambió del día a la noche, nunca estuvo tan cariñoso”, -dijo Emilce sin notar que mi mano recorría las nalgas de su hijo y éste las movía sutilmente-. Tomamos el café y nos fuimos a ordenar la parte trasera de la casa, los tres trabajamos a la par por casi tres horas, Emilce se fue un momento a atender a la madre y Oscarcito me dijo que si la mamá salía a hacer compras él me la chuparía toda en el baño, “si también me querés coger tenés que ponerme un poquito de jabón, tengo muchas ganas”, -agregó caliente y sabiendo que eso me calentaba-.
Cuando Emilce regresó me dijo que tendría que hacerse una escapada hasta la farmacia y a la despensa, “necesito un remedio para mi madre y algunas cosas que me faltan para esta noche, trataré de no tardar mucho”, -expresó y le contesté que hiciera a voluntad-. Dos minutos después de que se hubiera ido, Oscarcito me dijo de irnos al baño, trabó la puerta, evidentemente acostumbrado a eso con el padre, se sentó en la tapa del inodoro y me desprendió el cinturón para bajarme el cierre y deslizar las prendas con el calzoncillo incluido. Los ojos le brillaban de excitación cuando se llevó el glande a la boca y comenzó a tragarse mi verga, la “magia” se produjo rápido, el ariete desapareció dentro de su boca y comenzó el mete-saca infernal que por poco no me hace acabar como un burro en celo.
Se la saqué de la boca y él mismo cambió de lugar, me hizo sentar a mí y se sacó los shorcitos mostrándome el culito pedigüeño, se puso jabón en gel en el huequito mojándolo con un poco de agua y lo mismo hizo con mi verga, luego se sentó para generar el otro acto de “desaparición”. Se quejó cuando el glande lo penetró y detuve sus movimientos ondulantes, no lo quise dejar seguir, ese culito lo quería perforar yo y tomándolo de las caderas, lo levanté dejándolo frente al espejo y empujé penetrándolo de un sólo empuje. Se mordió para no gritar, por las mejillas comenzaron a caerse sus lágrimas, pero se lo notaba feliz y contento por la cogida dura e impetuosa. Fueron dos o tres minutos de bombeo incesante en los que Oscarcito se mordía para no gemir ni gritar, finalmente le llené el culito de leche y me senté sobre la tapa del sanitario sin sacársela.
- ¡Faaa, cómo me diste!, me duele todo, pero me gustó, cada día me gusta más tu pijota bien adentro de mi culito, -dijo rozagante y poniendo la cabeza de costado para que le besara el cuello-.
- A mí me encanta metértela en tu culito, pero debemos lavarnos porque está por venir tu mamá.
- Hoy estaba contenta porque ibas a venir, ¿te la vas a coger?
- No sé, ya veremos, ¿estás celoso o querés ver?
- Celoso no, yo quiero que te la cojas para que vengas más seguido y sí, me gustaría ver cuando se la metés en el culo, nunca vi coger a dos grandes.
Nos lavamos rápido y no terminaba de creérmelo, el pendejo era un pervertido de pantalón corto. No le aseguré nada y regresamos al patio trasero, allí nos encontró la madre cuando regresó de hacer las compras y Emilce me tiró los brazos al cuello para agradecerme el trabajo de limpieza, pero era evidente que sus intenciones eran otras porque apoyó su pelvis en mi bulto que reaccionó como resorte…
- ¡Epa!, ¿eso es por mí?, -preguntó mirándome a los ojos-.
- ¿Vos que crees?, ya te dije que sos una mujer hermosa y eso no me pasa desapercibido, -le contesté seguro-.
- Me halaga, pero me parece que todo eso me va a costar, de todas maneras, ahora está Oscarcito y hay que comportarse. Venga mi belleza, también hay un abrazo para ti, -dijo desprendiéndose de mí para abrazar a su hijo-.
El nene se puso muy bien con la demostración de cariño de la madre y me miró por sobre su hombro con una sonrisa que no pude definir. Nos fuimos al interior de la casa y luego de lavarnos las manos y la cara sin que Oscarcito me hiciera ningún comentario, salvo el hecho de acotar: ¿Viste que está contenta?, regresamos a tomar la merienda que Emilce nos había preparado. Comentó que cocinaría pastas y me ofrecí a aportar el vino, ni siquiera lo compraría, mi padre tenía una buena provisión de vino tinto del “bueno”.
Al llegar a casa me encontré a mi madre dormida en una reposera en el parque, quedaban todavía unos tristes rayos de sol que apuntaban hacia otro lado y me imaginé que el biquini que llevaba puesto no la abrigaría en absoluto, su cuerpo hervía cuando la levanté y la llevé al baño, la dejé sentada en la tapa del inodoro y no podía dejar de temblar. “me quedé dormida, estaba muy cansada”, -me dijo con un hilo de voz-. No le contesté, luego de llenar media bañera con agua tibia tirando a caliente la coloqué para que su temperatura se estabilizara. Al rato estuvo mejor y me pidió que me bañara con ella, le dije que lo haría, pero sin sexo porque tenía que salir con amigos, no obstante, la acaricié, la besé, la enjaboné y la dejé que se masturbara estando arrodillada y con mi verga en lo profundo de su boca, me mordí para no terminar, quería estar con todos los “soldaditos” a punto para atenderla a Emilce, pero ella gozó gimiendo fuerte, luego, como no quiso cenar, la llevé a la cama y le pasé crema hidratante por su piel, eso sí, me pidió que al regresar entrara a cogerla nuevamente porque quería gozar como una perrita, se lo prometí, me fui a cambiar y salí de casa con la botella de vino.
Emilce estaba infartante, yo fui de mocasines, jeans, remera y un suéter sobre los hombros, ella estaba vestida con una camisa que dejaba desabrochados dos botones que dejaban ver la zanja de sus tetas abundantes y una pollera tableada a medio muslo, la completaba con sandalias de yute que equiparaban mi altura. Le hice saber que estaba muy bella y me lo agradeció besando mi mejilla y esa vez tampoco se privó de apoyar sus tetas en mi torso, lo que provocó que sus pezones se endurecieran, algo a lo que no hice mención, pero en lo que fijé la vista para que se diera cuenta. Oscarcito estaba de remera y tenía puesto un shorcito que marcaba sus nalgas paradas, ambos parecían estar en liquidación para que mi verga eligiera con cual quedarme. La cena estuvo espectacular, se había esmerado con eso y se notó, lo mismo el rubor cuando la halagué como mujer completa.
- Hace mucho tiempo que no cocino para alguien, pensé que había perdido el “toque” necesario, -alegó con cierta vergüenza-.
- Me demostraste que no es así, creo que es como andar en bicicleta, eso y otras cosas nunca se olvidan, -afirmé con cierto tono de picardía-.
- Sos terrible, pero ya veremos, no todo lo que reluce es oro.
- Aunque estuviera “enchapado”, habrá que pulir bien el objeto deseado para que se convierta en oro, yo me tengo fe, pero, puede fallar, jajaja.
Oscarcito no entendía de indirectas o de cosas dichas con doble intención, pero Emilce las agarraba al vuelo y sus mejillas estaban arreboladas, sin contar que sus pezones no podían estar más duros y denotaban claramente su excitación y sus intenciones. Luego del café me dijo de tomar una copa de licor en el living y lo acepté, momento que aprovechó Oscarcito para sentarse sobre mi pierna dejándome sentir sus nalgas, todo muy normal, pero yo sabía lo que daban esas nalgas y mi verga lo recordó, algo que el putito notó y se movió. La madre lo cortó diciendo que era hora de que se fuera a dormir, amagó con hacer un berrinche y cuando me miró se dio cuenta que no era lo más apropiado, me saludó con un beso y se fue con la madre que dijo que aprovecharía a ver como estaba la madre. Yo tenía un “palo” tremendo y utilicé ese momento de soledad para acomodar mi verga y que no sufriera con el encierro y la mala posición. Fue un alivio inmediato, a la vez que comenzaba a experimentar ciertas inseguridades, sería mi primera mujer “externa” y el desafío era importante.
Cuando Emilce regresó noté que sus tetas estaban más sueltas, ya no tenía puesto el sostén e imaginé que tampoco habría otra ropa interior, las cartas estaban echadas y no hizo falta ningún preliminar, no bien se sentó a mi lado en el sofá la tomé de la nuca con una de mis manos y la atraje para besarla, no me privé de “comerle” la boca y mi lengua se encontró con la de ella que no se quedó quieta. Estuvimos un rato así y el apretón que le di al pezón y se gemido de satisfacción me dio a entender que le gustaba que la tomaran. No tardó en decirlo, “me gusta duro, imponete, usame, exigime, ¿te la puedo chupar?”, -no terminó de preguntarme y ya tenía el pantalón en los tobillos-. Sin dudas que Oscarcito y la madre habían tenido el mismo maestro y, al verla arrodillada, no dudé en mantener su cara apretada a mi pubis, sólo la largaba cuando ella me tocaba el muslo con su mano. La mamada estaba resultando genial y la sacó de su boca para decir: “Es espectacular y enorme, me encanta tragarla, dame la leche si querés”.
Me miró excitada cuando comenzó a tragar para que le diera la leche, lo hizo hasta que ya no pudo mantener su vista nada más que en mi pubis y le cogí la boca con cierta rudeza que no objetó. Estaba claro que no duraría mucho y mi acabada dejándole mi semen en su garganta coincidió con su orgasmo, orgasmo que no pudo gritar porque tenía la boca llena de carne en barra, pero, sin dudas, que lo gozó. Luego de tragar me limpió la verga dejándola reluciente y ésta no perdió dureza, la edad y su maestría me ayudaban y la levante para ponerla de rodillas en el sofá, su pollera quedo en su espalda y, tal como lo esperé, su culo apareció libre de ropas. Era hermoso, redondo y de nalgas duras y yo no pensaba dar vueltas, pincelé el glande en sus huecos escuchándola gemir y me mandé de una en el hueco empapado de flujo, Emilce volvió a esconder su grito, esta vez poniendo su boca en el respaldo del sofá y el “dale, dale” sonó balbuceante y lloroso.
Después del “polvo” anterior tenía más resto para el aguante y mi bombeo se hizo incesante y con ritmo, la mamá de Oscarcito resultó bastante estrecha, aunque con suficiente capacidad y daba gusto entrar por completo en su vagina. Los quejidos del principio pasaron al olvido e insistía con su “más, más” y a mí me importaba no defraudarla, sus orgasmos se sucedían y mis manos que estaban en sus caderas se aferraron a sus tetas para llenarme las palmas y usar los dedos para martirizar los pezones con apretones que le encantaron. En un momento dado la rubia quedó semi derrengada por la sucesión de orgasmos, su cuerpo se abandonó sobre el respaldo, pero, como seguía arrodillada, su culo y sus caderas seguían a mi disposición, me moví despacio y usé mis pulgares alternando con uno u otro buscando de dilatar su asterisco, la maniobra le gustó y me pidió que hiciera lo que quisiera con su culo, su entrega era total y, dentro de mis pocos conocimientos, entendí que estaba acostumbrada a ser sumisa y complaciente y a recibir “palo y palo”, pero yo me atreví a algo más.
Me arrodillé detrás de ella manteniendo su cuerpo firme con mis manos en sus caderas, acerqué mi boca al asterisco y la planté de lleno en su hueco, el resultado fue similar a una descarga eléctrica, levantó el torso y el “agggg” se hizo escuchar en todo el living, lo demás fue como un acto reflejo, la palmada le dejó la nalga hirviendo, los dedos quedaron marcados en su piel y le ordené que gozara sin gritar, “si mi señor” -contestó moqueando-. El grito me preocupó y miré hacia lo oscuro del pasillo que llevaba a las habitaciones, allí, en el marco de la arcada y semi escondido, me lo encontré apoyado a Oscarcito que miraba con los ojos como el dos de oro. Eso no me importó y le levanté el pulgar antes de posar mi boca nuevamente en el culo de la madre, fue un concierto de gemidos y de movimientos, mi lengua se hizo un festín y de su vagina chorreaban sus jugos deslizándose por el interior de sus muslos. Emilce había tenido un par de orgasmos con el “beso negro” y me rogó con voz suplicante: “Por favor Martín, metémela fuerte en el culo, la necesito ahí”.
Le dejé suficiente saliva, ayudó un poco la lubricación de mi tronco por la penetración en su vagina antes de encarar a su ano y me mandé. Apenas el glande ubicó el recto lo demás fue coser y cantar, en realidad coger o coger, los sonidos del choque de pieles se repitieron y no me importó que Emilce diera un quejido enorme porque la sintió, era indudable que ese lugar, aun usado, estaba muy estrecho y hasta a mí me dolió la estocada primera. Seguí con mis entradas y salidas escuchando que sus quejidos disminuían y comenzó a colaborar empujando con sus nalgas acoplándose al ritmo de mis cogidas. Quería terminar, pero de parado me temblarían hasta las uñas y, sin sacársela, la moví estirándola boca abajo sobre el sofá, esta posición pareció dolerle más y los quejidos retornaron, aunque ya, a esa altura, no existían para mí, mi pubis rebotaba en sus nalgas y entrando lo más profundo, le llené las tripas.
Ninguno de los dos parecía querer más y ambos tratamos de recuperar el aire sin movernos. Ella fue la primera en hablar sin separar la cara del sofá… “Me destruiste, pero fue lo mejor de mi vida, entendiste enseguida lo que me gusta y me lo diste con creces, jajaja, te voy a tener presente por un largo rato porque lo rompiste y me arde horrores”. “Quedate quieta, voy a sacarla, pero está muy apretado allí”, -le contesté impidiendo que se moviera. A la par de esto, le hice señas a Oscarcito para que se regresara a su cuarto, me obedeció enseguida y se la saqué despacio. Emilce tenía razón los bordes de su ano presentaban un par de rajaduras y crease o no, eso me hizo sentir bien. “Me lo dejaste muy abierto y no tengo fuerza para intentar cerrarlo, jajaja, fue delicioso, tremendo, pero delicioso, acercate que quiero limpiarte”, -agregó afirmando lo que yo veía, el hueco entre sus nalgas semejaba un túnel oscuro con sus bordes rosados y su boca se ocupó de mi verga. Salvo las pequeñas manchas de sangre, se notaba que, al igual que Oscarcito, sabía cómo mantener sus tripas limpias y la limpieza no supuso nada escatológico.
- Gracias a Dios que me decidí, tenía miedo porque te veía muy jovencito, pero me cogiste como un “veterano” que sabe lo que hace, por momentos no sabía si era el Cielo o el Infierno, sufría y gozaba al unísono.
- Tenía mis temores, pero está claro que pusiste lo tuyo, lástima el tiempo que te usaron como mujer.
- Mi cuerpo y mis agujeros querrás decir, eso de ser mujer era sólo biológico, el placer que sentí contigo no lo experimenté nunca, con mi marido no había besos ni caricias, mis pezones eran para morderlos y mis huecos para rellenarlos, claro que no con tu tamaño, eso también me encantó, ni hablar de tu lengua en mi culito, creí que me moría.
- Está bien, no sé si agradecerte por lo que decís, pero esto no es cosa de…
- No lo digas, cuando pueda se verá, pero quiero que sepas que bastará con que me lo pidas para estar dispuesta a complacerte, desde hoy sos “mi hombre”, “mi macho” y yo no soy de “regalarme” con otros, de todos modos, aceptaré lo que vos desees.
Me lo decía firmemente convencida, no me cabían dudas de sus afirmaciones, luego de eso se levantó para irse al baño y, viendo cómo se desplazaba su culo recién roto “me hice la película” con un posible trío MHM, me sentía con ganas de experimentar y la otra candidata me estaba esperando desnuda y saturada de sol en la cama matrimonial. De pensar en eso e imaginarme, la verga se me endureció y Emilce lo notó al regresar del baño ya cambiada, “mi hombre quiere más, me duele todo, pero me aguanto”, -dijo amagando con sacarse la ropa-, la detuve alegando que era sólo un reflejo, no podría aguantar otro round, “a mí también me dejaste de cama”, -acoté y eso la puso bien-.
Llegué a casa a eso de las dos de la madrugada, ya estaba recuperado y dispuesto a complacer también a mi madre, eso también lo descubrí, podía evitarlo u obviarlo, pero cuanto más “la ponía”, más ganas tenía de “ponerla”, la verga parecía actuar independiente de mis músculos o mis cansancios, de más grande aprendí que está relacionado con la Testosterona y la libido, por el momento lo único que me interesaba era tener ganas y que el cuerpo me lo permitiera. Apenas ingresé en mi casa me di cuenta que todos mis planes se habían ido por el excusado, la caja grande de pesca de mi padre estaba instalada en el living junto a sus cañas, “alguien” me había evitado el susto de escucharlo regresar cuando estuviéramos “bomba y bomba” con mi madre. Claro que, en ese caso no hubiera podido entrar porque tendríamos todas las puertas trabadas, pero el cimbronazo no nos lo hubiera evitado nadie.
- Ah, ¿llegaste?, tu madre tiene temperatura, dice que estuvo tomando sol, le arde todo y se quemó hasta las cejas, -dijo mi padre apareciendo desde la cocina con una bolsa de hielo-.
- Cuando yo me fui me dijo que estaba bien y que se iba a acostar un rato, ¿le diste algo para la fiebre?
- No, sólo le voy a poner un poco de hielo en la frente, me la encontré sin ropas porque dice que no la aguanta sobre el cuerpo, andá a tu cuarto, yo la voy a meter debajo de la ducha, eso la va a aliviar.
- Avisá si hay que llevarla a la Clínica, igual no creo que sea para tanto, se habrá agarrado una insolación fuerte.
No le quise preguntar porque había vuelto antes, ya me enteraría, tampoco creía que mi madre estuviera tan afiebrada, pero era una buena excusa para justificar que la hubiese encontrado desnuda, igual, a poco que lo pensara, me vino bien, “la película” se esfumó de mi mente y dormir “a pata suelta” me vendría muy bien. Tal como esperaba, el domingo a media mañana se encontraba descansada y salvo los cachetes colorados por la exposición desmedida al “sol malo” como le decían al de fines de la primavera, se movía cómoda preparándome el desayuno mientras mi padre estaba en el garaje guardando sus cosas.
- Hola mamá, ¿estás mejor?
- Ahora sí, pero me pegué un susto bárbaro cuando tu padre entró en la habitación, menos mal que habló antes de entrar, todo lo demás fue necesario porque no tuve tiempo a vestirme.
- Jajaja, reaccionaste rápido, ¿qué pasó que vino antes?
- Parece que pescaron mucho y no valía la pena quedarse más, ahora está en el fondo y quiere que le ayudes a limpiar los pescados.
- ¡Linda changa para el domingo!, primero desayuno algo y luego voy, -le dije apretándole las nalgas-.
- Ayy Martín, me tocás y me olvido de todo.
- Parecés una recién casada, hoy te vas a tener que aguantar.
- Ya lo sé, voy a ver si me necesita para algo.
Tenía puesta una bermuda y la vi irse para el fondo de la casa moviendo ese culo que, a esa hora de la mañana, ya tenía ganas de “embocar”, pero, había que comportarse, el domingo pintaba para ser aburrido. Lo ayudé a mi padre a limpiar los pescados y luego del almuerzo me fui a ver un partido de fútbol en el polideportivo del barrio mientras mis padres se iban a dormir la siesta. El día estaba hermoso y mucha gente se había dado cita en el lugar, además, como era a beneficio de una ONG, también había gente de la Municipalidad, entre ellos el Secretario de Gobierno con su familia.
En el entretiempo me fui a comprar una gaseosa y me encontré a la señora del Secretario de Gobierno, a él y a los dos mellizos que me saludaron bajando la vista. “Querido, este es el muchacho que nos vendió las bateas en el corralón, ya las hicimos colocar y quedaron perfectas”, -me dijo alegre tomándolo del brazo al marido-. El hombre, de unos cuarenta y cinco años, petiso, panzón y medio pelado, se presentó y me dijo que ahora iba a tener que aguantarla porque quería comprar algunas cosas más. Me extrañó porque era una pareja, despareja, nada que ver el uno con el otro…
- En realidad, me enganchó de casualidad, el negocio es de mi padre y fui a darle una mano porque él no pudo concurrir, no obstante, cuando quiera volver a comprar me avisa y me acerco a asesorarla”, -le contesté-, además le dije que los mellizos me podrían avisar porque nos veíamos en el colegio. El tipo fue muy amable, pero cortante y se desentendió de la charla…
- Perfecto, arreglá con ella, se pone “pesada” cuando se le mete algo en la cabeza y yo lo único que hago es pagar, -agregó con cierto tono de reproche hacia su esposa y buscó la manera de ir a hablar con otras personas dejándonos solos a los cuatro-.
- No le hagas caso, podremos vernos el lunes a las nueve de la mañana en el negocio, no te digo más temprano porque tengo que ir al colegio, parece que estos dos diablillos andan flojos en Matemáticas y si se entera el padre que pueden repetir el año, los muele a palos.
- Bueno, yo voy a faltar al colegio, ya estoy eximido en todas las materias y no me ponen faltas, además, jajaja, ya veo que mucho ejercicio físico de estos dos diablillos como le dice usted, pero andan flojitos en otras materias.
- Sí, ya me avisaron en el cuaderno de comunicaciones, si no rinden bien en quince días repiten el grado y ya me imagino la que se puede armar, voy a tener que ponerles un profesor y vi en el corralón que había un cartel.
- Es mío, les doy clases de ayudas a tres o cuatro chicos de grados inferiores al de los mellizos.
- ¡La madre de las casualidades!, ¿no te animás con estos dos?, el costo no importa, podrías evitar un “mellicidio”, jajaja, mi marido se pone furioso si no hacen las cosas bien.
- No sería problema, sólo tendría que saber qué es lo que están viendo en clases.
- ¿Cuándo podrías comenzar?, yo te lo agradecería mucho, eso sí, el padre no debe enterarse y no me importa la cantidad de horas que estén, que se embromen por joder todo el año y se estarían salvando de las palizas.
- Yo no tengo problemas, podría ser mañana de tres a seis de la tarde.
- Ya lo escucharon a Martín, Martín era ¿no?
- Sí, así me llamo.
- Mañana comienzan con él las clases de Matemáticas y pobre de ustedes que tenga alguna queja.
- Jorge, Joaquín, prepárense para mañana, hay que ponerse las pilas y estudiar, se acabaron las clases de fútbol y de Educación Física.
- Sí, está bien Martín, como vos digas, -dijeron los dos bajando la vista y aceptando con sumisión, pues los dos sabían la que se les venía encima-.
- Ayyy, Martín, no sé cómo pagarte esto, digo, al margen de lo que salgan las clases, mañana después que haga las compras podrías venirte por casa, almorzamos los cuatro, usamos la pileta climatizada y luego te vas con los chicos, -dijo toda entusiasmada-
- No es necesario, pero cuente conmigo, -le dije-
No me negué porque la vi necesitada de alguien con quien charlar y/o, en una de esas…, la mujer, si bien es cierto que era alta y delgada, tenía clase, unas tetas adaptables a mis manos y un culito parado que los jeans apretados resaltaban, yo ya estaba para cualquier “negocio”, era materia dispuesta y nada me importaba. El caso es que me aparté un poco alejado de todos, los mellizos dejaron a los padres y se vinieron a sentar a cada uno de mis lados, el que habló primero fue Jorge, el del lunar y lo hizo en voz baja.
- Hoy más temprano vino el Profe de Educación Física a preguntarle a mi mamá si nos iba a dejar ir a practicar fútbol, pero mi papá dijo que nosotros debíamos decidir y le dijimos que no íbamos a ir más.
- Sí y luego insistió conmigo y le dije que nos dejara tranquilos porque si no le diríamos a mi papá que nos había cogido, entonces se asustó y se fue pidiéndonos que no dijéramos nada, -agregó Joaquín-.
- Me parece muy bien, pero no fue una sola vez y a ustedes les gustaba.
- Es verdad, nos gusta, pero él nos hacía doler, se apuraba y se babeaba todo.
- Sí, eso, ponía cara de desesperado y la quería meter escupiendo en el culito por eso a mí no me entró, ¿vos nos vas a coger despacito?, -preguntó en voz baja Jorge-.
- Yo siempre lo hago despacito y con un gel para que no tengan mucho dolor, pero no sé si van a aguantar mi verga.
- La del profe es así, -me dijo al mostrarme un espacio entre índices de unos quince centímetros-, ¿la tuya es más grande?
- Más o menos, ya veremos, hay que probar en el momento.
- Bueno, nosotros vamos a ser putitos tuyos, pero vos no le digas nada a mi mamá o a mi papá de lo del profe, si se enteran nos echan de la familia porque una vez echó a un primo diciendo que era puto y que él no quería putos en la familia.
- Lo prometo, pero, pobre de ustedes si me engañan, además, tendrán que estudiar, eso no se discute, tienen que pasar de grado, sí o sí.
- Bueno chicos, ya nos estamos yendo, su padre no quiere esperar más, ¿se estaban poniendo de acuerdo para mañana?
- Sí, les decía lo que me tienen que traer para ver lo que cursan, la espero mañana a las nueve en el negocio.
- De acuerdo, allí estaré, ah, me llamo Alicia, -acotó en voz baja-.
Quedé así con Alicia, ellos se fueron y recordé que tenía que ir a la farmacia a comprar un par de tubitos de Xilocaína en gel, la semana se iba a presentar movida desde el lunes. Pasé a comprar lo que necesitaba y recordé algo más que me dejó pensando. La mujer estaría a las nueve de la mañana en el negocio, los chicos estarían en el colegio y el marido en el trabajo, comprar le insumiría, como máximo, una hora y los chicos regresaban a la casa cerca de la una de la tarde, ¿qué tendría pensado hacer en esas casi tres horas la mamá de los mellizos?
Al regresar a casa me enteré que mis padres irían a cenar a la casa de uno de los amigos con los que había ido a pescar, como solían hacer iban a hartarse de comer pescado a la parrilla, las mujeres se pondrían al día con los chusmeríos mientras ellos, después de cenar le darían al vino jugando al truco, volverían como a la una o dos de la mañana, pero como mi madre me había preparado cena fría, luego de que se fueron comí mirando televisión y me fui a dormir temprano.
En la mañana mis padres se extrañaron cuando les dije que me iría con ellos al negocio, entonces le conté que me había encontrado con el Funcionario Municipal y con la mujer, él me había pedido que la asesorara con unos apliques para baño de acero inoxidable, “el sábado compraron dos juegos de bateas de acero y quieren todo haciendo juego, a mí no me jode, en el colegio no me ponen falta”, -agregué y mi viejo estuvo de acuerdo, mi madre ni opinó, se mostraba contrariada, índice evidente que la reunión de la noche anterior no fue de su agrado, en realidad, nunca lo era y ella hubiera preferido quedarse en casa con el “nene”.
Alicia fue puntual, a las nueve entraba en el negocio y se acercó rápidamente a saludarme con un beso en la mejilla, luego se las presenté a mi padre y a mi madre y nos fuimos a buscar lo que necesitaba. Tal como lo preví, ya tenía en mente lo que compraría y no perdimos nada de tiempo para ordenar los pedidos, en la charla que sostuvimos me hizo saber que el Director del Colegio le había pedido que mandara a los hijos a fútbol y se había negado, lo que me dio a pensar que el tipo había jugado sus últimas cartas, pero que no estaría mal darle un escarmiento. También me pidió, de forma un tanto melosa, que la acompañara hasta la casa para indicarle dónde poner los artefactos, excusa tonta si se quiere, pero no me negué a ello, mucho menos cuando me dijo que no había personal doméstico y que los obreros que hacían las refacciones trabajaban en una casa aledaña que estaba a cincuenta metros de la casa principal. Mi madre no estaba en la caja al momento de pagar y le avisé a mi padre que me iba y que no me esperaran para almorzar, quería irme rápido de allí, que mi madre pensara después lo que quisiera.
La casa en sí era espectacular, enorme, aunque de una sola planta, el terreno era de diez mil metros cuadrados, es decir, una manzana completa y se veía que estaban construyendo otra casa, tal como dijo, a unos cincuenta metros. “Tengo la comida preparada, sólo me faltaría darle un toque de horno, ¿por qué no nos vamos hacia el lado de la pileta y tomamos un aperitivo?”, -preguntó tomándome del brazo-, le dije que me parecía una idea fantástica y me pidió unos segundos para cambiarse. Si se me había cruzado por la cabeza que Alicia quería un rato de “guerra”, me lo confirmó a su regreso, venía enfundada en un biquini de color celeste, el sostén poco hacía para contener sus tetas y la bombachita era de tiro alto, pero cavada hasta la exasperación, en su rostro se notaba un cierto aire de interrogación por lo que podría decirle, hasta que se decidió a preguntar y opinar.
- Qué tal, ¿te gusta cómo me queda?, a mi marido no le gusta que lo use…
- Entiendo que esté un poco celoso, sos una mujer espectacular y ese traje de baño no hace más que resaltar todo tu encanto”, -le contesté asombrándome a mí mismo por la rapidez de mi respuesta-.
- ¿No estarás tratando de engañarme?, preguntó con aire cautivador-.
- Jamás le podría mentir a una mujer como vos, -le dije si poder disimular el bulto que se había formado en mi entrepierna-.
- Perdón, ¿todo eso acaso es por mí?, -acotó acercándose y poniendo la palma de su mano sobre mi bulto-.
- Sin ninguna duda, vos no podrías ir al cementerio, harías calentar a los muertos, -agregué tomándola de la cintura y arrimándola al “paquete” que se debatía entre el slip y el jeans-.
- Jajaja, sos terrible, pero ahora quiero pedirte algo, quiero que me hagas sentir muy bien, me tenés caliente desde que te conocí, -alegó besándome como desesperada-.
Me gustó que fuera directamente a los papeles, después habría tiempo para exponer sus excusas y sus cuitas sobre la atención que le podía dar o no el marido. Le devolví el beso comiéndole la boca y con una mano en la espalda apreté sus tetas a mi pecho, a la vez, con la otra mano me adueñé de sus nalgas que me resultaron deliciosas y duras. Alicia no pudo contener sus gemidos y me pidió que la cogiera donde fuera y la reposera amplia estaba más que a mano. Yo me aflojé el cinturón y bajé el cierre del pantalón, me senté y ella se apuró a bajármelo junto con el slip, la verga saltó como suspirando aliviada y la tomó en sus manos, “esto es lo que buscaba, estoy podrida de “pirulines”, quiero que me hagas ver todas las estrellas”, -acotó con cara de gozadora-.
Se arrodilló frente a mis piernas abiertas y comenzó con lamidas y besos, pero el intento de tragarse toda mi verga no prosperó, le dieron arcadas fuertes y antes de echar todo a perder cambié de lugar y la puse a ella de piernas abiertas. Alicia se enloqueció, perdió toda su estampa de mujer de nivel y se convirtió en toda una puta de burdel, insultos de los peores salieron de su boca, aunque los tomé como propios de su placer y no me desentendí de mi boca en su vagina. “Hijo de puta, pendejo de mierda, ¿qué me hacés?, esto es sublime, la puta madre seguí chupando”, -gritaba desmembrándose toda cuando mi boca absorbía a mansalva su clítoris endurecido-. Sus jugos mojaban mi cara y gritó desaforada, “cogeme, me cago en Dios, cogeme quiero sentir esa verga”, -claro que no la hice esperar-.
La moví como un trapo y la puse en cuatro, me arrodillé detrás y mi glande buscó el hueco impregnado de sus jugos, entré firme, pero lento, sintiendo todas sus rugosidades y abriendo sus carnes, era delicioso sentir como su conducto se tragaba el ariete y sus quejidos de dolor plasmados de insultos pasaban a convertirse en gemidos de satisfacción. Ella mismo se acopló a mis entradas y salidas y ya no hubo más insultos, todos fueron pedidos de más y más. No pude entrar totalmente, su tope natural lo impedía, pero los pulgares abriendo y dilatando su ano generaron una respuesta positiva por lo que supo que pronto nada de mi verga quedaría afuera.
“Cristo Santo, esto no se puede explicar, rompeme el culo o terminá, ya no puedo más”, -dijo impetuosa-. Escupir bien en su hoyo y dirigir el glande lubricado fue casi un solo movimiento y el lugar cerrado, similar al de un gimnasio, tembló con su grito, nada de eso importó, mi verga estuvo dentro de sus tripas en un pestañeo e inicié los movimientos ancestrales de forma un tanto ruda. Alicia pedía, “ya no más, ya no más”, pero acariciar sus nalgas duras me incentivaba y ella seguía con sus contracciones, finalmente, en un último empujón la llené de leche y me tocó gritar a mí.
Quedamos los dos temblando y Alicia se fue deslizando hasta dar con todo su cuerpo de frente a la reposera, tuve que seguirla porque su esfínter me apretaba y nuestros sudores de pecho y espalda se fusionaron. “No me puedo mover, me diste una paliza, esto fue mejor de lo que esperaba, retiro lo de pendejo, ahora me vas a tener que atender de vez en cuando, jajaja”, -dijo sonriendo y ladeando la cara-. “Sólo cuando pueda Alicia, no quiero supeditarme a nadie”. Lo aceptó, aunque acostumbrada a que se hiciera según su voluntad, estaba muy contenta como para contradecirme.
Al final no usamos la pileta, nos bañamos en distintos baños y nos cambiamos para esperar a los mellizos. Mientras preparaba todo me contó que su marido andaba siempre con putas, “se cree que soy tonta, me habla de reuniones políticas y viene oliendo a perfumes baratos y nunca tiene ganas de nada, por eso, siempre que puedo le meto los cuernos, pero ahora creo que me llegó la horma del zapato”. Lo de siempre y yo iba aprendiendo sobre los “adultos”, de separarse para vivir tranquila y alejada de esas supuestas “humillaciones”, ni hablar, ella obtenía otros beneficios aguantando, usufructuando y pagando con la misma moneda.
Llegaron los mellizos en un transporte escolar, saludaron y nos pusimos a almorzar, nos quedaba casi una hora para irnos a mi casa y Alicia dijo de meterse un rato en la pileta, “lo necesito para que el agua fría me ayude a contraer lo dilatado, jajaja”, -me dijo en vos baja y se fue a cambiar-. Los mellizos aprovecharon para decirle que irían conmigo a la habitación para mostrarme lo que estaban viendo en la materia y la madre se desatendió de eso con una seña. La habitación era enorme, tenían televisor, equipo de música, reproductor de videos, maquinitas para juegos de casette, escritorio, sillas, colecciones de juguetes de superhéroes, placares individuales y dos camas de plaza y media con distintos cubrecamas, lo mejor de lo mejor para chicos de esa época. Sacaron sus cuadernos, pero no era de eso de lo que querían hablar porque Joaquín trabó la puerta por dentro…
- ¿Vos tenés muy grande la pija?, -preguntó Jorge que era quien no había sido penetrado por completo-.
- Por lo que ustedes dijeron es más grande que la del profesor, -les contesté notando como la “morcillona” comenzaba a activarse-.
- ¿Te la podemos ver?, -preguntó Joaquín-.
- No hay problemas, pero grande o no, les aseguro que después de estudiar los voy a coger a los dos y no quiero “peros”, -afirmé serio-.
- Está bien, nosotros nos vamos a dejar, pero queremos verla, -acotó Jorge convencido-.
- Si la saco me la chupan entre los dos.
- Dale, dale, a mí me gusta y me la meto toda en la boca, -exclamó Joaquín-.
- Yo no puedo tragarla toda y la leche en la boca me da “cosa”, -afirmó Jorge-.
- Ya van a aprender, -dije bajándome el pantalón con el slip y sentándome en la cama-.
- ¡Faaa, esa pija nos va a doler a los dos!, tenés que meterla despacito y con eso que dijiste que nos vas a poner, eso de gel, -dijeron casi al unísono-.
- Chúpenla, de lo otro me ocupo yo con tranquilidad.
Se notó enseguida que sabían lo que hacían, aunque Jorge era un poco más reticente, pero Joaquín trató de tragarla toda, hubiese podido cómodo si no fuera por el grosor que ocupaba toda su boca, pero ya habría tiempo para forzar el pijazo hasta su garganta. Era genial ver a los hermanitos por duplicado mientras se alternaban para llevar mi verga a su boca, los hice poner de costado para acariciarle las nalgas dispuestas, más no daba para desnudarlos, ya habría tiempo en casa. Tuve que esforzarme para no terminar y se la saqué de la boca a Joaquín diciéndoles que nos teníamos que ir. Salimos de la habitación y apareció Alicia vistiendo una malla enteriza, con una gorra para el cabello y con un pareo que le tapaba las piernas esbeltas, “ya les pedí un taxi, el mismo auto los irá a buscar a las siete de la tarde y yo le pago todo al traerlos de regreso, gracias por todo Martín y espero que no te pierdas”, le contesté que estaríamos en contacto y me fui con los futuros culitos que serían míos a la brevedad.
En mi casa los dejé en el aula que había acondicionado en el garaje y entré en la casa, mi padre dormía y mi madre estaba ordenando la cocina, me saludó con un piquito y me preguntó qué tal me había ido con la mujer del Secretario, su tono me sonó como con un cierto tufillo a celos, pero no le di importancia…
- Me fue bien, le dije dónde ubicar lo que había comprado, me estuvo preguntando qué otras cosas tenían que comprar para una casa que construyen en los fondos del terreno, comimos unas pavadas y ahora me traje a los hijos para darles clases de Matemáticas.
- ¿Los chicos están en el aula?
- Sí, me están esperando… ¿Se te pasó la cara de culo de hoy a la mañana?
- Sí, fue una tontería, yo quería quedarme acá, pero me di cuenta que debo ubicarme en tiempo y espacio.
- Como quien dice; “Las cosas como son”, pero no te preocupes, yo buscaré los momentos.
- Sos un dulce mi cielo, andá para que no estén los chicos solos, -agregó y me quedé más tranquilo-.
Pasé por mi habitación para buscar uno de los potes de Xilocaína y regresé al garaje. Los mellizos estaban esperando sentados frente a la mesa y habían sacado sus cuadernos para explicarme bien que era lo que les resultaba difícil de aprender. Eso me vino bien, estaban consustanciados con el papel de alumnos que les competía en ese momento y sólo quedaba esperar que mis padres se fueran al negocio…
GUILLEOS1 – Continuará… Se agradecen comentarios y valoraciones.
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