CAGADITA. (5) – (FINAL).
Los mellizos estuvieron bien, pero me sirvieron para escarmentar al profesor, de casualidad aparece Cagadita, su padre lo deja un rato conmigo para ir a tomar una cervecita y las ganas con él florecen. Toda esa etapa duró relativamente poco, pero fue fantástico. Vida que le llaman….
COSAS LINDAS QUE PASARON. (5).
Los mellizos estudiaron y practicaron por una hora y media, no levantaban las cabezas de sus cuadernos y, salvo algunas indicaciones puntuales, hicieron los ejercicios casi a la perfección, entonces le pregunté porque andaban flojos en esa materia habida cuenta de que sabían lo que estaban haciendo, “es que el profesor de Educación Física siempre nos decía que no le lleváramos el apunte a esa materia porque no nos serviría de nada”, -dijo Jorge-… “Sí, además nos decía que nos iba a aplazar si no nos dedicábamos más a su materia y a coger con él”, -la completó Joaquín-.
Decididamente había que darle un escarmiento a ese hijo de puta, no por cogerse a los mellizos y vaya a saber a cuáles otros, desde mi punto de vista esto era como “mear contra el viento”, pero si por la presión que les metía en la cabeza para lograr sus fines impidiéndoles el aprendizaje, el infeliz, además de cogerlos, los embrutecía. Pensaba en como joderlo y que dejara el colegio y mi madre golpeó la puerta interior para avisarme que ellos se iban y que nos dejaba un refrigerio en la alacena, le agradecí de mal modo porque me había dado cuenta que mi padre había sacado el sofá del lugar y se lo hice saber.
- Tu padre creyó que te estaba molestando en el lugar y me pidió que lo ayudara a sacarlo.
- De preguntarme a mí, ni pensarlo, ¿no?, ¿me podés explicar dónde me siento mientras los chicos se pasan un par de horas haciendo cuentas?, ¿me lo paso parado o sentado sobre la mesa o en una silla dura?, ¿por qué carajos se meten en mis cosas?, ésta me la voy a cobrar con vos, -le dije de mal modo, mordiéndome para no comenzar a los gritos y le cerré la puerta en la cara-.
Había sido claro con ella respecto a que no se metieran con mis cosas sin consultarme, mi padre tenía esa puta costumbre de decidir “per se” al creerse el amo y señor de la casa y ella era tan culpable como él porque lo había ayudado sin oponerse, además, claro está, me había agarrado justo con la bronca por lo del profesor de por medio, ni su cara de frustración me importó cuando di el portazo, además no se pondrían a molestarme con los chicos ahí para traérmelo, los dos sabían que me eso me enojaría más.
No bien se fueron les dije a los mellizos que se habían terminado las clases, “ahora es el momento de pasar a lo que más nos gusta, guarden todo y comiencen a sacarse la ropa”, -les dije llamando su atención-. Por si las moscas, trabé las dos puertas y me acerqué a ellos que estaban expectantes. Contrariamente a lo que esperaba, cuando comencé a sacarme la remera, fue Jorge el que hizo punta y se apuró a sacarse toda la ropa. Como no tenía el sofá allí me senté sobre la mesa y entre los dos me sacaron el slip, pero fue Joaquín el que se adueñó de mi verga erecta. Segundos después eran los dos los que se alternaban en la mamada entre toses y arcadas, hasta Jorge que se había mostrado más reticente y, según dijo, no le gustaba el semen, lamía con algo de desesperación, eso sí, sin pasar de la mitad, algo que si lograba Joaquín al que le faltaba poco para aplastar la nariz en mi pubis. Yo los miraba y me encantaban que me lamieran el tronco uno de cada costado hasta desembocar en el glande, ora uno, ora el otro, degustaban el precum que salía como nunca.
De todos modos, así no pensaba terminar y cambié los lugares con ellos para que se pusieran sobre la mesa con los pies apoyados en el piso, de esa manera, con las piernas abiertas, quedaban sus culitos a mi disposición y usé los dedos de ambas manos para penetrar y dilatar sus huecos. Era verdad Joaquín parecía dilatar más rápido, pero Jorge no se quedaba atrás y los gemidos llenaron el aula, era algo surrealista ver esos culitos y a sus dueños gozando de la penetración de mis dedos, mi verga chorreaba desde el glande a mis testículos y cuando los dos se besaron en la boca usando sus lenguas, tres de mis dedos ya se movían bastante cómodos en su interior.
Entendí que ya estaban listos y les pregunté a quien le gustaría ir como primero y fue Jorge el que insistió, “ponémela a mí primero, te juro que me aguanto y no grito, el profe nunca nos puso ese gel o usó los dedos y no me duele nada”, -dijo totalmente convencido-. Las nalgas de ambos relucían porque yo había pasado por ellas mis manos con el gel y llevé el glande a su asterisco, en apariencia suficientemente dilatado. Aunque entré despacio y avancé con calma, el quejido fue notorio al tener media verga en su interior y me quedé quieto esperando a que se acostumbrara.
- Aguantá que falta poco, después te va a gustar más, -decía Joaquín parado al lado del culito del hermano-.
- Me duele mucho, es grande, es grande y dura tu pijota Martín, pero la aguanto, dale, mete un poquito más, -pidió Jorge excitado y proseguí-.
Lo estaba gozando horrores, el culito se abría y la verga se deslizaba encontrando escollos que vencía generando algunos quejidos del mellizo penetrado y me volví a quedar quieto escuchando que el nene tragaba sus mocos, me retiré un poco para poner más gel en el miembro e intenté nuevamente. Ya casi lo tenía, me faltaba muy poco y Jorge comenzó a mover sus nalgas pidiéndole al hermano que le tocara el pitito, a Joaquín le faltó tiempo para meter la mano por el borde de la mesa y acariciar el miembro duro de su mellizo, el gemido de satisfacción fue lo que me decidió a penetrarlo por completo. Le tuve que tapar la boca porque Jorge no pudo evitar el grito al sentirse penetrado en su totalidad, “ya está bebé, ya te la comiste toda, viste que no fue tan doloroso”, -le dije al oído soltando la mano de su boca-… “Igual me duele mucho, siento la punta en mi panza, movete despacito porque tengo ganas de llorar”, -dijo con la voz temblorosa-. Yo quería que disfrutaran de la cogida y me moví despacio saliendo y volviendo a entrar, sin detenerme, pero sin ser brusco y Jorge comenzó a gemir y a tratar de empujar sus caderas para tomar mí mismo ritmo, hasta que estalló con sus propias “cosquillas”.
- Ya está, ya sos un putito completo, te entró toda la pija de Martín y no podés decir que no te gustó porque gemiste mucho, -dijo Joaquín como festejando un triunfo-.
- Ahora sí y me gusta más, es genial, pero sólo soy putito de Martín, a vos te cogió completo el profe y vas a ser putito de dos.
- Sí, pero yo me la aguanto toda sin llorar como vos.
Les pedí que no discutieran porque lo que menos quería era una discusión o una especie de competencia. Me moví con más ganas y le pedí a Joaquín que se pusiera en la misma posición que el hermano, éste lo hizo rápido y cambié de lugar dejando el hueco enorme en el culito de Jorge que se quejó por el “plop” al sacarla. El otro mellizo esperó confiado, pero no tuvo en cuenta ni el largo ni el grosor de mi verga y como tampoco me detuve al penetrarlo, no pudo evitar gritar cuando mi pelvis chocó contra sus nalgas.
- Me duele, me duele mucho, sacala, por favor, sacala Martín, no la aguanto, -dijo tratando de moverse sorprendido y asustado-.
- ¿Cómo, no era que vos aguantabas más y no tendrías problemas?
- Sí, no, sí, pero me duele mucho, sacala, mi culito es muy chiquito, -pedía con la voz llorosa-.
- No la voy a sacar, acostumbrate y date cuenta porque no me gusta que te rías de tu hermano, él la aguantó toda y acabó gozándola, de eso se trata esto, ahora me voy a mover, relajate y disfrutá.
Me llevó un poco más de tiempo, amén de caricias en la espalda, las nalgas y de darle besos en el cuello y la nuca, en ningún momento aflojé mi penetración, me mantuve dentro de él hasta que noté como se relajaba y trataba de mover sus caderas. Jorge sonreía con una especie de sadismo latente por como sufría el hermano y lo arrimé a mí para comerle la boca, se notó enseguida que mucho no sabía de besos, pero se esmeraba por aprender y su pitito estaba más que duro. Joaquín había dejado sus miedos de lado y ya se movía con un poco más de intensidad, entonces mis entradas y salidas se hicieron más reiteradas, claro que yo lo sentía en mi verga, su conducto era estrecho, tanto como lo había sido el de Jorge, menos mal que el gel facilitaba todo. Lo cogí un rato, más o menos, similar al de Jorge y ya tenía muchas ganas de terminar, de todos modos, no iban a sacarme más de un polvo y le pregunté al oído del mellizo que estaba libre si se animaba a tomar mi leche, dudó un poco, pero me lo afirmó con la cabeza.
El penetrado gimió con temblores y cuando se calmó salí de él diciéndole que se incorporara y a Jorge que me la chupara, fue inmediato y se tragó media verga mientras Joaquín arrimaba su cara. Gran parte de la lechada fue tragada por Jorge y la cambié de boca para que Joaquín tuviera su parte. Algo quedó en sus rostros y les pedí que se lamiera y limpiaran, rápidamente se pusieron a la tarea intercambiando besos en la maniobra. Verlos así me generó un poco más de morbo y les pedí que hicieran un “69” arriba de la mesa. Los acomodé porque no sabían cómo hacerlo, pronto estuvieron dedicados a cada uno de sus pititos y sonaron risas porque sentían la boca dormida, entendí enseguida que al meterse mi verga en la boca el gel se había trasladado y le había adormecido labios y lenguas, lo cual no fue óbice para su performance de lamidas y chupadas. Me encantó verlos contraerse y temblar con sus orgasmos secos y aproveché para sacarles un par de fotos en esa posición, otras fotos fueron a sus caras cuando, ladeando el rostro se metían media verga en la boca.
Al ver las fotos me calenté nuevamente, pero no iba a seguirla, los dejé allí en medio de risas y disfrutando de sus caricias y mamadas, yo fui a buscar una pequeña grabadora de mano que tenía, la había comprado hacía unos meses, era una novedad y pensé que me serviría para grabar las clases de una materia determinada, no me sirvió, no estaba acostumbrado a hacerlo y había quedado a un costado, ahora me vendría bien para grabar algunas cosas que quería que escuchara el profe de Educación Física. Al regresar al aula-garaje me los encontré con Joaquín penetrando a Jorge, estaban uno encima del otro y Jorge, aunque gozaba, decía que la pijita del hermano era chiquita y le gustaba sentirla al moverse dentro de su culito. Los incentivé y le metí los dedos a Joaquín que decía que después le tocaba a él y les pregunté que les hacía el profesor. Me contaron que les decía que si no se dejaban los iba a aplazar en la materia y no pasarían de grado y otros pormenores de cuando los cogía en el cuarto de los materiales de deportes y les hacía doler porque sólo usaba saliva.
Mi verga estaba morcillona y no llegaba a pararse del todo aun viendo como ellos se brindaban el uno al otro, al tocarle el turno a Jorge los hice cambiar de posición y fue con Joaquín en posición de cuatro para recibir al hermano. Ambos gozaban cuando su pitito de unos diez centímetros ingresaba en el culito del otro sin demasiados problemas, eso gracias a que habían sido más que dilatados con mis penetraciones. Me gustaba verlos en sus pormenores y como disfrutaban, pero no me generaban morbo, mi libido parecía dormida y extrañamente, pensé en Cagadita lo cual generó una reacción en mi verga, el culito de mi putito más flaquito me provocaba de penetrarlo a como diera lugar, él mismo lo gozaba distinto, su predisposición se hacía notar, algo similar pasaba con Oscarcito, eran distintos el uno con el otro al recibir, pero sus deseos se manifestaban con más, digamos soltura. No sé si me explico, los otros se “dejaban coger”, a ellos dos les gustaba ser cogidos y tenían claro por quien.
Llegado un momento le pedí a los mellizos que se lavaran y cambiaran porque se acercaba la hora en que vendrían a buscarlos, lo hicieron sin problemas demostrando que la obediencia no les era ajena y, una vez cambiados nos pusimos a conversar, estaban contentos con lo experimentado y querían volver a coger conmigo, lógicamente que les dije que sí, pero además les dije que practicaran entre ellos, lo mismo que con las cuentas y los problemas matemáticos. Volverían el jueves y rápidamente pensé en que debía ordenar los horarios, luego vinieron a buscarlos y se despidieron con un beso mostrándose felices.
Ni bien se fueron me fui a cambiar, ya había escuchado bien lo grabado y mi idea era irme en la bicicleta hasta la casa del profesor de Educación Física, sabía que vivía con la mujer en una casita en las afueras del centro del pueblo, no recordaba bien la casa, pero con preguntar obtendría enseguida la respuesta, en las inmediaciones, en el pueblo sobraban “los que sabían”. La idea era encararlo y decirle que eso había llegado a oídos del Secretario de Gobierno y éste había comentado que él se encargaría de “hacerle pagar”. Aunque faltaba poco para la hora de la cena lo encontré tomando mate y sentado frente al jardín de su casa, comencé diciendo que les daba clases de Matemática y a los mellizos y me había enterado de lo que hacía él con ellos, se puso un poco loquito, me lo negó a viva voz queriendo pelearme, pero mi físico no era para dejarme llevar por delante y se lo pensó dos veces cuando salió su mujer, gorda y grandota y de aspecto desagradable, para ver qué pasaba. Le dije que quería seguir hablando a solas con él y saltó como un gallito de riña diciendo que él no le ocultaba nada a la mujer.
Solito se cavó la fosa, no me corté para nada, les hice escuchar la grabación de los chicos y le avisé que ya había sido informado el padre, terminé diciendo que él sabría lo que hacía, pero que yo no daba ni dos centavos por su humanidad cuando vinieran a buscarlo. La mujer la emprendió con él a los golpes y lo insultó a viva voz diciendo, “otra vez, otra vez, hijo de puta, otra vez” y ambos se desentendieron de mí, yo me fui y los dejé con sus improperios y su pelea pues amenazaba con pasar a mayores.
De regreso a mi casa me fui pensando en si había hecho bien o no, porque si el tipo lo negaba, habría que hacer averiguaciones y tendría que mandar al frente a los mellizos, quizás decirle lo del padre fue por inexperiencia, porque, si sólo le hacía escuchar la grabación y él no los jodía más podría llegar a pensar que ahora era yo quien los “atendía”, afortunadamente, la cosa no trascendió, su propia culpa le jugó en contra, él tenía claro que era el culpable y saldría perjudicado. Como fuere, me enteré a la mañana en el colegio que había renunciado sorpresivamente sin dar explicaciones. Santo remedio, ese tipo no jodería más.
En la esquina de mi casa me lo encontré a Cagadita que venía caminando con el padre, el hombre me saludó afectuosamente y él me dio un beso en la mejilla diciendo que iba a ir a mi casa a preguntar si yo me sentía bien. “Vayan si quieren, yo me voy a ir a tomar una cervecita al bar y luego te paso a buscar”, -le dijo el padre al hijo y a mí me dieron ganas de que viniera-, faltaban unos cuarenta minutos para que regresaran mis padres y tiempo sobraba, ganas también. Entramos directamente por la puerta del aula-garaje y ya adentro, luego de trabar la puerta, Cagadita saltó sobre mí diciendo que me extrañaba, se prendió a mi boca besándome con ganas y demostrando que cada vez lo hacía mejor, mis manos en sus nalgas transmitieron todos mis deseos a mi verga y pronto estuve a punto.
Bajarme el pantalón y ponerse a chuparme el glande para tratar de meterse todo el tronco en la boca fue como un acto reflejo, ni siquiera uso las manos, estaban ocupadas en sacarse el shorcito que traía puesto y así, desnudo de la cintura para abajo se sentó sobre mí pidiendo que se la metiera. No había dudas, el flaquito sacaba lo mejor o lo peor de mí, alcancé a tomar el gel y me puse un poco en el glande antes de que él lo dirigiera con sus manos a su huequito querendón. Los gestos y los quejidos eran más que elocuentes, Cagadita, como siempre, sufría la penetración, pero se aguantó y aun con los ojos llorosos, acabó por comérsela toda, mi verga se instaló en lo profundo de sus tripas y él mismo, apoyando sus manos en mis hombros, comenzó con los movimientos de entrada y salida.
Su entrega y su cara de satisfacción por la cogida que él mismo se estaba procurando me ponían a mil, mejor aún fue cuando me pidió que me lo cogiera yo porque en la silla no podía moverse bien. Lo levanté sin sacársela y lo puse de espaldas a la mesa, sus piernitas levantadas me permitían un excelente acceso a su culito y mis movimientos se acrecentaron. Cagadita se quejaba quedamente y abría grandes los ojos cuando mi verga llegaba hasta el fondo de sus tripas, pero su pitito temblaba y me agarraba de los brazos tratando de hacer fuerza para que siguiera con la cogida.
Yo no era bruto ni duro con las embestidas, pero éstas eran profundas y cada vez que mi pelvis chocaba con sus nalgas su bufido se hacía sentir. Una vez sola amagué a parar, pero ni siquiera me dejó preguntar si estaba bien, “seguí Martín, dame más verga”, -pidió con claridad y moviendo sus nalgas-, por lógica, le di por un rato más. En un momento se volvió a repetir el temblor de su pito y las contracciones de su conducto, otro orgasmo volvía a producirse en mi putito y le llené las tripas, “está caliente, tu leche está bien caliente, la siento hasta en la panza”, -acotó riéndose-.
Me quedé un rato recostado sobre él, esa posición de parado me dejaba los muslos y los gemelos temblando y el muy putito trataba de apretar sus esfínteres para que no se me bajara. “Me gusta sentir tu verga más blandita y adentro de mi culito”, -decía aún excitado-, como fuere, ya no quedaba tiempo y nos fuimos al baño, nos lavamos bien y cuando regresaron mis padres y mi madre se acercó a saludar, estábamos sentados y Daniel comiendo los emparedados que no habían comido los mellizos, el nene la saludó con un beso diciendo que el padre vendría a buscarlo, pero se había ido a tomar una cervecita y no lo creía. Ella le devolvió el saludo y habló conmigo para decirme que mi padre había entendido que había metido la pata con lo del sofá, yo no le contesté sobre eso, sólo le dije que lo llevaría a Cagadita en la bicicleta hasta la casa y me fui sin darles mucha bola. Un pequeño “apriete” no le vendría mal, pero, en realidad, lo que me daba vueltas en la cabeza era el tema del profesor y el modo en el que había actuado, al rato regresé y no quise cenar, el temor por mi presunta estupidez me tenía a mal traer y el estómago se me había cerrado.
La cosa recién cambió cuando fui al colegio y me enteré de su renuncia sorpresiva, me había salido bien, pero entendí que no me podía dar el lujo de actuar a tontas y a locas, bueno, eso es parte del crecimiento, ¿no?, además, nunca se deja de aprender. El primero que me ubicó en el recreo fue Gustavito, el gordito estaba ávido de compartir la noticia sobre el profesor de Educación Física, pero no tenía detalles…
- Por lo menos no va a molestar más a ninguno de nosotros y tengo que averiguar si se cogía a algún otro compañerito, -me dijo deseoso de enterarse, el muy pillo quería averiguar de todos y de él no soltaba prenda-.
- No te hagas problemas, yo me arreglo con un par de culitos, no busco más.
- Bueno, pero igual voy a averiguar para saber, ah, mi mamá me deja ir a aprender, pero sólo dos horas y los martes, hoy podríamos aprovechar, ¿no?, preguntó con un brillo de deseo en los ojos-.
- Dale, vení hoy a las tres de la tarde, traé los cuadernos que usás en la escuela y, sin llamar la atención de nadie, avisale a Luisito que venga a las cinco.
Lo de Luisito no es que me calentara demasiado, me pasaba lo mismo que con Ismael, pero como sabían cómo era la historia y que yo me cogía a sus amigos, mi idea era sacarles fotos en pleno acto para asegurarme su silencio, de hecho, ya tenía las de Ismael. Con ellos dos no me importaba si “practicaban” con otros o andaban “revoleando” el culito con alumnos mayores, primos o vecinos, lo único que me importaba era que mantuvieran la boca cerrada.
Al regresar a mi casa no hice comentarios, pero me notaba de mejor talante, ni discutí ni le agradecí a mi padre cuando me avisó como al pasar, “ya te pusimos de nuevo el sofá en el garaje”, apenas esbocé un “bueno”, de lo que no me privé fue de apretarle una nalga a mi madre cuando pasó a mi lado para ordenar la mesa. “Tu padre almuerza y se tiene que ir al banco a hablar con el gerente”, -me dijo esperando la respuesta que no tardé en darle-, “Avisame apenas se vaya y traba las puertas, ¿vengo al living o vas a mi habitación?”, -pregunté-… “Mejor en tu habitación, quiero desnudarme toda para vos”. Lo de Gustavito podría andar porque tendría más o menos una hora de recuperación y así no hiciera nada con el gordito, no me importaba, el culo de mi madre y tenerla a mi disposición era prioridad absoluta. Mi padre se fue y la esperé desnudo y con la verga presta y lista para entrar en acción, tardó lo necesario para pasar antes por el baño y entró totalmente desnuda a mi cuarto, su ropa la llevaba en la mano y la dejó sobre una silla, no hizo falta ninguna señal para que se tirara sobre mí y me comiera la boca con desesperación.
Tal como a mí me gustaba, actuó como desaforada por mi verga y se la comió por donde yo quise, todos sus huecos fueron perforados sin que me importaran quejidos, ayes y dolores porque, en definitiva, todo culminaba con gemidos de satisfacción y orgasmos que la dejaron baldada. Luego de darme un beso se fue diciendo que se lavaría y dormiría un rato hasta que volviera mi padre, se fue con su ropa en la mano y yo con el ego inflado, pero no olvidé decirle que no me molestaran cuando estuviera con alumnos. Penetrar un culo y abrirlo viendo como el ariete forzaba el esfínter y éste se tragaba el émbolo de carne, ver como las paredes de ese lugar se volvían elásticas, se dilataban y los quejidos y dolores iniciales daban paso al placer, se había vuelto incomparable para mí, pero ver eso mismo cuando acontecía con el culo de mi madre era algo que no se podía explicar ni con mil palabras, es algo que sólo se puede sentir y yo lo sentía en todo mi ser.
Puse el despertador del reloj a las catorce y cuarenta y cinco, todavía me quedaba un poco de tiempo y lo aproveché durmiendo como si me hubieran drogado. No bien sonó el despertador me levanté y me lavé bien, me puse zapatillas, una remera y un short de fútbol holgado, luego fui al aula y dejé la puerta abierta para que Gustavito no tuviera necesidad de golpear, después ordené un poco el lugar. El gordito llegó a horario y entró directamente al verme dentro del aula. Él mismo cerró y trabó la puerta de ingreso que daba a la calle y se acercó a besarme, pero no fue como saludo, ya venía embalado y se prendió a mi boca chupando mi lengua. Sus labios eran más gorditos y daba gusto besarlos en medio de sus gemidos porque mis manos se habían adueñado de sus nalgas y movía el culito disfrutando de las caricias, al final, el gordito se estaba comportando como un putito consumado y no lo disimulaba.
- Vení Martín, vamos al sofá y me cogés, tengo muchas ganas, después te la chupo si querés, pero ahora la quiero sentir en mi culito, -dijo soltando mi boca y tomándome de la mano-.
- ¿Viniste un poco loquito?, -le dije mientras lo veía que se sacaba la ropa-.
- No, estoy bien, pero me cogiste tan rico la otra vez que hasta sueño que la tengo adentro, ¿no te gusta mi culito?, ahora me lo lavo por adentro con una cosa de goma que tiene mi mamá, -me dijo mostrándome sus nalgas duras y gorditas.
- Me parece bien porque te voy a coger y te voy a acabar en la boca, no quiero que pierdas nada.
- Dale, tu leche es riquísima, pero poneme un poco de crema para que no me duela tanto.
Mi madre no sabía que yo tenía el gel y había llevado con ella una crema Hinds que se usaba para humectar, con ella usé esa crema y funcionó, pues ahora la probaría con el culito parado y gordito de Gustavito. Se había arrodillado apoyando el torso en el respaldo del sofá y me quedó toda esa delicia a mano, acaricié un rato su asterisco con los dedos encremados y comencé directamente con dos, que se perdieron en su interior arrancándole un gemido amortiguado por su boca en el respaldo. Los moví un poco y luego me puse en el glande y el tronco, no quería esperar más, esto sin contar que ya me pedía que lo cogiera y la penetración dio inicio. Ubicar el recto fue relativamente fácil y después sólo era empujar sintiendo lo liso de las paredes de sus tripas, lo hice despacio aun cuando Gustavito me pedía otra cosa, “metelo todo, me gusta que me cojas haciéndome caricias y que tus pelos me pinchen en la cola”, -decía haciendo referencia a mis pendejos recortados muy cortos-.
Gemía y movía la cola con deleite cuando me instalé en el fondo de sus tripas, el dolor en él pasaba a ser apenas circunstancial y ya había pasado a un segundo plano, en ese momento todo era placer por tener mi verga en su interior. Retrocedía sus nalgas cuando yo empujaba, acusaba la intromisión, pero se reía y se tocaba el vientre con la mano diciendo que le gustaba sentir el bulto en la panza. El culo redondito, las ganas del gordito y sus comentarios me incentivaban a seguir en el bombeo sin darle bola cuando decía algo de sus cosquillas, sólo notaba sus orgasmos secos por la contracción de su esfínter. Ya me tenía a punto y le dije que se tenía que tomar la leche, se la saqué dejándole el culo abierto a full, se giró para meterse media verga en la boca y tragó toda mi leche con deleite. Mi falo se desinflaba y Gustavito lo tragaba todo pasando la lengua desde el interior de su boca, “tiene como gusto a vainilla y me gusta mucho más”, -dijo sacándolo de su boca y limpiándolo con la lengua y con chupetones ruidosos-.
- Viste que me dolió poquito, debe ser por la crema y porque me gusta cada vez más.
- Puede ser, si seguimos así, ya no va a haber necesidad de usar crema y te podré coger como quiera.
- Ahora se te bajó, pero a mí me gustaría que me cojas así, -dijo acostándose y levantando las piernas para dejar su culito y bolitas expuestas-.
Le pregunté porque no había traído sus cuadernos y me contestó con una sonrisa pícara, “a mí no me cuesta la Matemática, con mi mamá en su negocio siempre estoy haciendo cuenta, vine porque tenía muchas ganas de que me la dieras y le dije a mi mamá que tenía que hacer un problema de regla de tres simple que no me salía”, -acotó muy suelto de cuerpo- y agregó, “dentro de un rato viene Luisito, ¿a él también lo vas a coger?”. “Veremos cómo se dan las cosas, me gusta mucho más tu culito, pero tengo que convencerlo de que no abra la boca”, -le expliqué y lo entendió-. Luego de que Gustavito se fuera, esperé un rato a que viniera Luisito y escuché cuando mis padres se iban para el negocio. Me fui a preparar algo para merendar, me lavé bien y me puse a ver un rato de tele, al rato volví para el aula-garaje y abrí la puerta tal como había hecho con Gustavito, no hubo caso, hasta estuve en la puerta y saludé a algunos vecinos que pasaron, pero de Luisito, ni rastros, ya vería como hacía para convencerlo de que no dijera nada.
Después me enteré que sus padres estaban por separarse, algo raro en esa época, pero sucedía y la madre se fue a vivir a otro lado llevándolo con ella. Las clases terminaron y ninguno de los chicos a los que “atendía” tuvo problemas con la Matemática, algo parecido a lo de Luisito pasó con Ismael, pero en este caso los padres se mudaron y se fueron a vivir a la Capital, con los mellizos pasó que el padre los anotó en un colegio privado que hacía poco que habían abierto en el pueblo y el año siguiente no los tuve nada cerca.
En diciembre de ese año, tuve que atender a la madre un par de veces y a ellos también, pero más que nada con “rapiditos”. Con Daniel, aunque a él le gustaba más que lo llamáramos “Cagadita”, con Oscarcito y con Gustavito, la cosa fue de una o dos veces por semana y cada vez resultó mejor, además estaba Emilce, la maestra, madre de Oscarcito que solicitaba “ayuda” de tanto en tanto y no me iba a negar a ayudarla, aunque “la Reina” era mi madre que no perdía oportunidad de “ocuparme”.
En enero nos fuimos de vacaciones con mis padres por casi quince días, mucho no se pudo hacer con mi madre y volví un tanto “cargado” de mi descanso, lo cierto es que tuve que redoblar esfuerzos para recuperar los “polvos” perdidos y ninguno de ellos o ellas tuvo problemas. En febrero se comenzó a complicar la cosa porque comencé con los preparativos para los exámenes de ingreso en la Facultad de Ingeniería y en ese entonces no era como ahora, tenías que saber o saber para ocupar un espacio en esa Facultad y me insumía mucho tiempo.
Con Gustavito no coincidían los horarios por el trabajo que tenía ayudando a su madre, así que me dediqué, de forma espaciada, a Oscarcito y a Daniel, con mi madre y con Emilce fue más sencillo porque entendieron enseguida mis obligaciones, aunque no es que faltaran momentos para ponernos “contentos” por ratos. En marzo se complicó todo, si el examen de ingreso era jodido, cursar las materias lo era más y sólo me podía cruzar con mis culitos y culos preferidos como para eliminar el estrés. Peor fue cuando mi padre me alquiló un departamento en la Capital para que no anduviera yendo y viniendo pues, entre una cosa y otra, se me iban casi cuatro horas de viaje todos los días, me hice de otros amigos, comencé a vivir de distinta manera porque el ritmo de la ciudad era distinto, lo mismo que las relaciones, muchas veces no volvía a mi casa por semanas, Emilce comenzó a salir con un colega maestro y sólo mi madre se hacía unas escapadas a mi departamento de vez en cuando.
El que siempre estuvo firme como rulo de estatua cuando yo regresaba al pueblo para visitas de fines de semana o por feriados fue Daniel, “Cagadita” era incondicional y de culito gentil, siempre dispuesto para que mi verga lo ensartara y alguna que otra vez nos juntamos con Gustavito, pero, los chicos crecen y buscan también sus propios horizontes y un buen día las visitas comenzaron a espaciarse de ambos lados.
Nunca más se me dio con chicos, tampoco los busqué ni se me dio por los hombres y soy un convencido que, de unos y otros existen a montones y en esta época son demasiado visibles. En los círculos de la Facultad me sobraban mujeres para practicar Biología o Educación Física, anduve de novio un par de veces, con una duré más de cinco años y estuve a punto de casarme, pero tuve que elegir entre vegetar en este país con un Título de Ingeniero bajo el brazo o buscar en otro lado mi propio desarrollo en lo que quería, ergo: Me fui y la novia quedó de lado.
Nunca me casé, pero no estoy solo, vivo en una mansión y tengo gente que me atiende, mis padres hace rato que “partieron”, primero fue ella y duraron muy poco separados, a los tres meses se fue él. El sexo ya es algo que no me preocupa, ni me incentiva, la libido se echó a descansar hace rato y la testosterona dejó de producirse, hasta las fotos de los chicos se fueron borrando con el paso de los años, tal como pasa siempre con las Polaroid, las tuve mucho tiempo, pero… De vez en cuando, en la soledad de mi dormitorio, me acuerdo de “Cagadita”, de su culito y de las ganas que le ponía a todo lo que hacía conmigo, como sea, es la vida…
FIN.
Excelente 💦💦💦 Gracias por compartir la serie…