Calentura con mi mejor amigo
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola! mi nombre es Rodrigo y les contaré la historia que pasó entre mi mejor amigo Claudio y yo. Nos habíamos convertido en amigos desde que había llegado a la ciudad a mis 15 años. Eramos compañeros de curso y era una de las pocas personas en que confiaba por entero. Diferíamos en pocas cosas, especialmente en para lo que eramos mejor, ya que él era deportista y yo era uno de los miembros de un grupo de debates. Sin embargo, nunca había sentido nada por él hasta ese viaje. Íbamos a ir de vacaciones a un zona montañosa, bañada por el fuerte sol de verano, a casa de unos de unos amigos de sus padres. Al llegar los dos al lugar, nos dijeron los propietarios que saldrían por unos días a la ciudad, por lo que la casa quedaría para nosotros, con la condición de que no realizáramos alguna fiesta. Asentimos, y nos sentíamos de maravilla al saber que teníamos ese lugar para nosotros, y podríamos hacer lo que se nos antojara.
Al día siguiente fuimos a trotar a la montaña para conocerla, y llegamos a un lugar golpeado fuertemente por el sol, con un viejo árbol de única sombra. Estabamos cansadísimos y sudorosos, especialmente yo por mi poca actividad física. Luego de sentarnos, mi amigo se quitó su polera y me impresione ya que a pesar de nuestra amistad, nunca lo había visto sin camisa. Me provocaba mariposas en el estómago, al ver sus músculos tensados en cada respiración, y el sudor corriendo por ellos, lo que era realmente excitante. Yo solía satisfacer mis deseos con porno normal, viendo una pareja en pleno acto, pero en este caso ya que sentía la fuerte erección que estaba teniendo, y que no podría ocultar mucho más. Mi amigo me vió, y me dijo:
– Qué miras boludo?
– Yo? Naada
– Ahh. Ándale y quitate esa cosa sudada, es mejor.
Yo me quite mi camisa, y pude exponer mi cuerpo menos musculoso, pero me excitó aún más. Iba a explotar cuando él se puso a hablarme sobre la actividad que debía realizar para muscular, y más aún cuando se puso a posar frente a mí. Reía a gusto, y yo estaba que no podía más. Pero no pasó mucho tiempo antes de que se viera a todas luces mi erección y se callara, sólo para que el mismo efecto ocurriera debajo de su pantalón. Empezó a respirar con más suspiros y me dijo:
– ¿Hace cuanto que no te la corres?
– Tres días.
– Yo también, y deseo con ansias que me veas hacerlo.
Se bajo el pantalón y pude apreciar el grueso pene circuncidado que salía desde aquella mata de pelos castaños. Se quedó un momento mirándolo, y espero que yo hiciera lo mismo. Desde mis piernas apareció fuerte y venudo mi miembro, caliente como todo mi cuerpo, y esperando como el otro una mano que lo sacudiera. Nos colocamos uno frente al otro, y empezamos de a poco mirando cada uno sus propios movimientos, para luego vernos las caras y los cuerpos sacudiéndose de placer. Mientras yo me agarraba y apretaba mis bolas con fuerza, mi amigo a gemir con caras orgásmica mientras se acariciaba sus tetillas, lo que provocó que me masturbara a una velocidad bestial hasta eyacular calientemente sobre el torso de Claudio con un orgasmo que me vació hasta más no poder. Las tetillas masculinas siempre me habían sido curiosas, y ahora veía una en pleno acto: el descontrol total fue la respuesta. Al verme terminar, frenéticamente comenzó a darse en el pene, colocando su otro brazo detrás de su cabeza como si la afirmara, mostrando su velluda axila, y dando un gemido demoledor en el momento culmine, mojándome el cuerpo de semen caliente mientras su cuerpo sufría ese placer que sus músculos tensados mostraban. Comenzó a restregarse por el cuerpo mi leche caliente sin dar luces de querer terminar.
– Eyaculas bien Rodri. Estabas muy caliente.
– Tu también, se notaba en tus músculos.
– Quiero que lo hagamos juntos, que lleguemos juntos al final.
– Aquí no, más allá hay una casona vieja.
La casona era vieja, y estaba muy soleada, lo que contribuía más al momento. Volvimos a quitarnos lo que teníamos, y me besó, respodiéndole con pasión, sintiendo su cuerpo cerca del mío, su pene cerca del mío. Pellizcaba sus tetillas, sintiendo el gemido en su beso. Me tiró con la muralla:
– Dios, estás calentísimo. Quiero poseerte.
– Hazlo tu primero, dame toda tu fuerza.
Acto seguido, me sostuvo en sus brazos, dejándome abierto para que entrara su gran pene. Sentí un fuerte dolor que me estremeció, pero que empecé a olvidar mientras él me daba con todo para satisfacernos. Gemíamos entre cada metida, y veía como su cuerpo sufría de placer y excitación, como arremetía con furia para darle lo que merecía, como estaba completamente sudado y tensado su torso. Casi al final hablamos entrecortados:
– Dale duro Claudio, más por la mierda.
– Ahh uuh, boludo quiero lechear.
– No te arrepentiras. Ooh!!
– Eres mío!
Cuando se volvió una bestia, le abraze, tocando sus tetillas calientes y excitantes, explotando con fuerza su semen caliente dentro de mí;
– Aah boludo, siiiii….mi pene carajo, aaah
– Está caliente tu leche carajo
– Aah mierda, no para!! Mi pija!!
Termino demolido de excitación sólo para intercambiarme de lugar:
– Dale cornudo! Es para tí.
Meti mi pene, viendo gemir de dolor a Claudio, pero lo arreglé con suaves arremetidas que me volvían loco. Sentir mi pene dentro de él, en aquel lugar estrecho y caliente, más con mi amigo que sufría el placer desde allí me convertirieron en el más grande deporista de aquella disciplina. Arremetía con furia, sintiendo toda mi fuerza enfocada hacia el sexo, descontrolando mi cuerpo en esos movimientos rítmicos que dependían de mí. Ver a Claudio joder del placer era hermoso, y ya estaba por venirme:
– No te detengas, hazme polvo como yo lo hice contigo. Uuuh
– Aah carajo, como sufres Ooh.!
– Termina mierda! Dale a tus tetillas lo que se merecen.
No entendí a que se refería en ese momento, pero sólo hecho de que las mencionara hizo por provocarlo:
– Ahh!!! Mi leche!!
Con furia eyacule al doble de placer orgásmico, sentí como corría desde mi cabeza por mi cuello, enfocandose en las tetillas (a lo que se refería) y terminando en el glande blanco ya. Fue largo, terrible y excitante. Me deshize por completo mientras el semen no paraba de salir a fuertes eyaculadas.
– Ooh!! Mi pene carajo!!!! Ahh!! La leche!!!!
– La siento!! Aah, esta rica!
– Aah!! No termina!!! El orgasmo carajo!!!!
Demolido por completo, respirando con grandes bocanadas, termine. Saque mi pene y me acoste en el piso, muerto. Nos miramos en silencio, y nos sonreímos. Había sido lo más placentero en su vida y en la mía.
– Gracias Claudio.
– No me agradezcas, jodes terrible y te sostienes bien.
– Tu también, con todo.
Nos vestimos y nos fuimos rápidamente a la casa principal. Allí, cansados por el sexo, íbamos a dormir, y nos volvimos a desvestir. Cuando Claudio se quitó la polera me dijo:
– Ellas te demolieron.
– Qué cosa?
– Mis tetillas.
– Sí.
– Por eso te las nombré, creo que fue más fuerte gracias a eso.
-¿ Me dejarías correrme junto a ellas?
Como si fuera un agradecimiento, me masturbé con pasión junto a ellas, y eyaculé lo último de mí en un orgasmo más pequeño, pero íntimo, dejandoselas con leche caliente. Sin notarlo, él también se estaba corriendo debajo de su pantalón, y fue lo último para darle el broche de oro al día de placer orgásmico que sufrieron nuestros jóvenes cuerpos.
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