Cap. 13 De su hijo a su mujer (Como se lo haces a mamá)
Parte 13 de mi novela autobiográfica… te sugiero leer las 12 partes anteriores. Cuando termines de leer y si te gusta este y los otros capítulos, avísame si quieres leer los 52 que ya he publicado , además de los 5 capítulos inéditos (que tienen fotos y/o videos)…
Luego de abrir la cama papá volvió a salir de la habitación, la televisión estaba encendida y como estaba justo frente a la cama, hice algo que hacía normalmente para mirarla, me recosté de panza en el centro de cama, con mis manos en el mentón y con mis pies en las almohadas. Unos minutos después llegó papá de regreso, seguía desnudo, pues era como dormíamos, traía dos vasos de agua, los puso sobre la mesa de noche y se recostó en la cama, sus pies quedaron a la altura de mi cabeza y los míos a la altura de su pecho. En el televisor se proyectaba una película de adolescentes. La rodilla de papá se movió y se apoyó en mi cadera, estaba un poco fría al tacto, unos segundos después su mano se posó en mis tobillos y con sus dedos gruesos y tibios comenzó a darme caricias que iban desde mis dedos hasta casi mis rodillas, yo no dije nada, solo miraba el televisor, de un pie pasó al otro y luego fue subiendo hasta que sentí como con su mano me amasaba mis nalgas con mucha suavidad, el calor de sus manos con el contraste de mis nalguitas un poco más frías se sentía delicioso, cuando papá me acariciaba era como que entraba en un estado de placer inconmensurable, pero cuando lo hacía en mis nalgas ese placer llegaba a límites que me cuesta mucho describir. Mi pequeño culito era bastante abultado, como hacía mucho deporte, sobre todo hockey y fútbol mis piernas que eran delgadas pero fibrosas se coronaban con dos globitos muy proporcionados y por sobre todo duritos, a mis nueve años la piel tersa y la ausencia total de vello le daban un toque de suavidad que contrastaba con la piel de papá, un poco más oscura, con algo más de vello y de textura más gruesa. Siempre me ha gustado esa diferencia, de tamaño, de textura, de intensidad. Sin despegar mis ojos del televisor seguía mirando la película y disfrutando de las caricias que papá le daba a mi culito, pasaba sus mano de una nalguita a la otra, bajaba un poco a mis muslos y volvía a agarrar con firmeza pero suavidad la redondez de mi carne, tocaba mis caderas, sus dedos subían a mi cintura y luego a la parte de baja de mi espalda. Mi piel se erizó con el contacto, un suspiro de placer escapó entre mis labios.
- ¿Te gusta bebé?
- Sí papi – respondí sin voltear a mirarlo.
Su mano tibia siguió en su sesión de caricias, sus dedos comenzaron a hurgar entre mis nalgas, instintivamente levanté mi colita un poco, separé mis piernas y de esta manera mis pequeños coquitos quedaron a la vista de papá, sus dedos bajaron hasta tocarlos y una corriente eléctrica me recorrió todo el cuerpo, mi penecito que estaba aplastado por mi cuerpo dio un respingo y mi colita volvió a elevarse unos centímetros, dejándome más expuesto, los expertos dedos de papá volvieron a mis nalguitas rápidamente al percibir ese movimiento, dos de ellos separaron un poco mis cachetitos y un tercero tocó el botón de mi culito rosa, tibio y fresco por la ducha que nos habíamos dado unos minutos atrás. Todo era muy suave, cada contacto de su piel con la mía era electrizante, mis vellos imperceptibles a la vista estaban erectos de placer en casi todo mi cuerpo. Sin dejar de mirar la televisión y mientras papá seguía en esa maravillosa sesión de caricias atrapé el pie de papá que estaba a la altura de mi cara y lo abracé lo comencé a acariciar y de un momento a otro deje de mirar la televisión para mirar sus dedos, sus uñas tan bien cuidadas, los poquitos pelos más oscuros que tenía en su empeine, en sus dedos, como si estuviera hipnotizado acerque mis rosados e hinchados labios a la punta de su dedo gordo y lo besé con suavidad, estaba tibio, pero mis labios ardían, el intercambio de temperatura hizo que papá exhalara un gemido involuntario que me hizo saber que podía darle otro beso, que luego siguió con un tercero, un cuarto, un quinto hasta que mis labios atraparon el masculino dedo de papá y como si de su pene se tratara mi lengua comenzó a acariciar, jugando con la punta mientras todo él era una máquina de gemidos, mi lengua intrépida bajó un poco más y llegó hasta el inicio del dedo, de metió intrusa en el espacio entre el dedo gordo y el siguiente para luego abrir mis labios y devorar los dos dedos juntos, mis pequeñas manos acariciaban su talón, su planta, y sus pantorrillas.
- Bebé ¿Dónde aprendiste esto?
- No sé papi – respondí separando mi boca de su pie y mirándolo un poco preocupado – ¿Está mal papi?
- No mi amor, está perfecto, nunca me habían hecho esto, y lo estás haciendo de maravillas, por eso te pregunto dónde lo aprendiste.
- En ninguna parte papi, solo vi tu pie y me dieron ganas de hacerlo – respondí sinceramente, porque era la primera vez que lo hacía, y nunca antes lo había visto.
- ¿Quieres ver lo que se siente?
Lo miré otra vez y solo asentí, papá se movió, me dejó tal como estaba y se hincó a la altura de las almohadas, yo en la misma posición, él tomó mi pie y lo acarició, unos segundos más tarde pude sentir la humedad de su masculina lengua acariciando tímidamente la planta de mi pie derecho, me recorrió desde el talón hasta mis deditos y cuando llegó a ellos se metió entremedio tal como yo lo había hecho hace un instante, con su mano sostenía mi pie y lo cubría completo, eran tan pequeños que su largo era un tercio de la extensión de la palma de su mano, introdujo uno, dos, tres… todos mis dedos en su boca, mi pie cabía sin mucho esfuerzo y lo chupaba como quien chupa un helado, se ayudó con sus manos a mover mi pie para que entrara y saliera, sus labios gruesos tenían atrapado mi pie y su lengua nunca dejó de moverse acariciando la blanca planta de mis pies. La sensación en mi cuerpo era extraordinaria, una mano seguía en mi pie y la otra se dedicaba a mis piernas. Su boca abandonó mis dedos que quedaron llenos de su saliva y el cambio de temperatura se sintió provocándome el deseo de que volviera a meter mi pequeño pie en su boca, pero no lo hizo, a cambio de eso sus labios húmedos, muy dulcemente comenzaron un recorrido ascendente desde mis tobillos, mis pantorrillas, mis rodillas y mis muslos, pasando de una pierna a otra, yendo desde la parte externa a la interna. Su manos se apoyaron en las sábana blancas, su cara bajaba a mis piernas que seguían algo separadas dándole acceso a la parte interior de mis muslos con mayor facilidad, se me ponía la piel de gallina al sentir como pasaba de sus labios a su lengua en mis muslos, mezclando con la caricia que me daba su barba, su nariz y el sentir su respiración más agitada junto a mi piel, aplicando un calor húmedo a su paso. Yo dejé de ver la televisión cerré los ojos y apoyé mi cabeza en el esponjoso plumón, la nariz de papá entró en contacto con mis culito, su boca estaba a la altura de mis tímidas bolitas que se asomaban y el sentir su respiración entre mis nalgas hicieron que instintivamente moviera mi colita hacia arriba, lo que hizo que mis nalguitas se separaran y la punta de la nariz de papá tocara la entrada rugosa y rosada de mi culito, un pequeño salto de mi parte hizo que se hundiera un poco más y papá solo tomó aire con intensidad como queriendo extraer toda la esencia del anito de su hijo. En un segundo su nariz fue reemplazada por su lengua, grande, rugosa, húmeda, caliente. El primer lengüetazo me hizo enloquecer, fue inevitable reirme por los nervios, las cosquillas y el sin fin de nuevas sensaciones que papá me estaba provocando, mis gemidos se hicieron más sonoros y mi respiración se agitó como cuando estaba en algún partido de fútbol.
- ¿Estás bien bebé? – Preguntó papá separando sus labios de mi rosado culito solo un par de segundos
- Si papi – Dije mientras daba vuelta mi cabeza para mirarlo y no podía dejar de morder mi labio inferior porque el placer era indescriptible.
- ¿Sigo? – Preguntó mientras me miraba directo a los ojos, sin parpadear siquiera, solamente lo miré y asentí con una sonrisa de satisfacción en mi carita.
Ese permiso que le concedí hizo que papá se volviera un poco más intenso, separó mis piernas, se acomodó entre ellas, agarró mis nalgas, una con cada mano, las apretó y las separó como si quisiera abrirme completamente. Podía sentir la fuerza de sus manos en mi, la masculinidad de sus brazos haciendo la fuerza necesaria para someterme y así mismo, sin separar un instante sus ojos de mi, volvió a mi culito, que estaba totalmente abierto y expuesto como nunca en mis 9 años de vida había estado y hundió su lengua en mi, nunca dejamos de vernos, el intentar mirarlo desde mi posición me obligaba a parar más el culito para doblar mi espalda y de esta manera levantar mi cabeza, eso claramente le daba aún más acceso, si es que se podía, a mi anito, a abrirlo y estirar la piel rugosa de mi esfínter, su lengua me dilataba, me lubricaba y como iba entrando cada vez más me estaba abriendo inevitablemente. Ya había sentido la lengua de papá en mi culito otras veces, pero nunca como hoy, nunca había llegado tan profundo, ni me había tomado con tanta decisión, iniciativa y seguridad.
Unos minutos después de estar comiéndome mi culito, soltó mis nalgas que estaban rojas por la presión de sus dedos y subió con su lengua y sus labios por mi espalda hasta mi cuello, me besó la nuca y buscó luego mi boca, su pecho estaba sobre mi espalda, podía sentir su pene erecto en mis piernas. Su lengua se metió en mis labios que la devoraron como locos, mi lengua inexperta intentó seguir el ritmo y aprender de cómo besaba mi padre, me di vuelta, ahora frente a frente, yo recostado sobre el plumón, el apoyado en sus codos, uno a cada lado de mi volvió a pegar sus labios a los míos y a bajar su gran cuerpo y dejarlo juntito a mi pequeño y delicado cuerpo de niño. Me sentía amado, protegido y deseado, tenía una mezcla de sensaciones que me cuesta expresar. Papá tomó mis piernas y las puso por delante de sus brazos, apoyó las manos en la cama y me comenzó a besar el pecho, mis tetillas y el cuello, más bien se lo comía, pues abría su boca y devoraba mi piel rozando sus labios y sus dientes. Esta posición hizo que inevitablemente abriera mis piernas y eso expusiera mi anito que se abría y se cerraba por la excitación que me provocaba tener a papá sobre mi vuelto loco. Cuando subió a comerme los labios, acomodó su cuerpo y pude sentir el calor intenso de su pene pegado a mis nalgas, de todas las veces que ya había tocado y chupado el pene de papá, nunca había estado así de caliente, me separé un momento para mirar y pude ver mi penecito de 4 o 5 centimetros super erecto y un poco más abajo el pene de papá, grande, más oscuro, con la cabeza cubierta por la piel, los pelos brillantes de su pubis y una gota de su líquido preseminal unía su glande con mi piel.
Con mi mano alcancé mi pequeña erección y comencé a mover la piel de mi penecito, a tocar mis bolitas, llegué hasta mi culo y aún estaba húmedo con la saliva de mi papá, al sentir el contacto con mi yema mi culito de cerró y atrapó mi pequeño dedo índice, lo pude sentir más abierto, más relajado, más receptivo. Mi padre acercó su boca a la mía y me comenzó a comer otra vez, mi culito se dilató un poco más y mi dedito entró unos centímetros extra, un gemido salió de mi boca y la lengua de papá aprovechó para entrar aún más. Deje mi anito, se quedó palpitando, podía sentir como cerraba y abría, y yo no hacía ningún esfuerzo, era una reacción refleja, volví a mis coquitos a mi pene, mi mano rozó el gran trozo de carne de papá que estaba duro como roca y se movía entre su pelvis y mi estómago, con mis manos me acaricié mi entrepierna, mi guatita y ombligo, en mi cabeza se posó la imagen de mamá hace unas semanas en esa misma cama, con las piernas abiertas como yo y recibiendo la leche caliente que papá le daba encima mientras ella se tocaba como yo lo estaba haciendo y gemía de calentura. Yo deseaba eso, quería ser ella, darle y recibir todo el placer que papá merecía.
- Papi, hazme lo mismo que le haces a la mamá – le supliqué en medio de gemidos y sin soltar del todo los labios papá de los míos.
Esa frase hizo que se volviera loco, sus brazos abrieron más mis pequeñas piernas su pene se posó por completo encima de mi penecito, solo su glande era del mismo tamaño de mi pene erecto, su grosor era como mis muñecas y su color un poco más moreno hacían que el contraste fuera impresionante; soltó mi boca y dio pequeños mordiscos en mi cuello, bajó por mi pecho, lamió y succionó mis tetillas, bajó a mi abdomen, y engulló mi pequeño pene por completo, llevando mis coquitos con su lengua dentro se su boca también, sin sacar mi minúsculo pene de niño de su boca. Luego de un momento siguió su camino hasta mi culito, volvió a devorarlo, se ayudó con sus manos para abrirme y cuando ya estuvo húmedo puso un dedo y comenzó a masajear, muy suavemente mi anito.
- Relaja – me dijo
Hice mi mayor esfuerzo, pero no fue suficiente al parecer, no tenía muy claro que es lo que quería hacer.
- Ábrelo igual que cuando te abrías para botar el agua en la ducha – me instruyó al mismo tiempo que sacaba saliva de su boca y llevarla a mi culito usando sus dedos.
Obedecí y eso hizo que mi culito atrapara dos de sus dedos. Debo decir que no recuerdo si realmente sentía placer en ese momento por tener los dedos de papá abriéndome o si el placer era por sentirme sometido a sus deseos, por saber que tenía el poder de excitarlo a ese extremo, o quizás era una mezcla de todo. Los dedos de mantuvieron en mí y yo hice lo que hace un momento había hecho con los mios, abrir y cerrar mi culito, como devorando los dedos de papá, el solo gemía y disfrutaba, yo podía ver sus ojos perdidos en mi entrada, comencé a sentir que mi culito se estiraba y la sensación era maravillosa, y se estiraba por que mi papá comenzó a abrir y cerrar sus dos dedos como si fueran una tijera, muy suavemente, muy lento. Se podía escuchar la separación de mi rosado anito junto con la lubricación de la saliva.
- ¿Estás bien bebé? – Preguntó mirándome a la cara.
- Sí papi – respondí – ¿Me pondrás tu pene ahí?
- Es muy pequeño mi amor
- Pero es que yo quiero papi, quiero que me hagas lo mismo que le hacen los hombres a las mujeres
- Lo sé mi cosita linda, pero tú sabes que no se puede, porque no eres mujer.
- ¿Y como haremos entonces papi? – lo miré con cara de pena y de súplica mientras sus dedos estaban aún jugando en mi, con la misma suavidad, abriendo y cerrando como una tijera.
- Podemos seguir jugando así, te doy besitos, juego con mis deditos y te tomas mi leche – su cara tenía una mezcla de lujuria, de culpa, de arrepentimiento, de ganas de seguir, era todo en una, y yo sabía que esa era mi oportunidad, ya llevamos tres años desde que llevé a mi papá a este juego y no me iba a rendir, él era del adulto, pero yo era el niño que lo estaba seduciendo, yo era él que lo hizo sentir el placer de tener mi boquita para mamarle la verga y mi estómago para recibir todo el semen que me venía bebiendo desde los 6 años. No se como sabía, pero yo estaba seguro que había más, y que podíamos llegar a más. Decidí jugar mis últimas cartas.
- ¿Y qué tengo que hacer para ser mujer?
Él me miró entre curioso, desconcertado, antes de que pudiera responder yo lo tomé del cuello, lo traje hacia mí y besé sus labios, él respondió el beso.
- No podemos hacer mucho mi amor, no tienes vagina.
- Pero una vez me dijiste que tenía esto – y llevé una de mis manos a encontrarme con la suya que seguía dentro de mi culito. Con la otra tenía su cuello agarrado para tenerlo junto a mi.
- Es muy pequeño, puedo hacerte una herida.
- Papi por favor, quiero que me pongas tu pene ahí, al menos para jugar y sentirlo, la cabecita es blandita, si me duele te aviso – dije mientras hurgaba entre los dos hasta alcanzar su pene que no había perdido la erección.
- ¿Quieres que juegue con la cabecita?
- Si papi por favor, y puedo ser una mujercita para ti si quieres.
- Entonces… – comenzó a decir sin soltarse de mi, perro si acomodando para que su pene estuviera a la altura de mi culito – voy a comerte el culito como le como la vagina a la mamá
Escuché esa frase y mi anito se abrió muchísimo, papá seguía jugando con sus dedos como si fueran una tijera, pero ahora la dilatación que tenía era el doble que al principio. Mi papá se agachó, llevó su boca a mi culito, me pidió soltarlo, le hice caso y sus dedos salieron expulsados de mi. Su lengua se perdió en mi, yo cerré mi culito.
- Ábrelo – me ordenó un poco tosco.
Eso hice otra vez, pujando para que se abriera y su labios se juntaron con los rosados labios de mi anito de niño, esa fue la primera vez que papá me habló de esa manera. Tomó las almohadas y me las acomodó en mi cintura, eso hizo que mi culito quedara más arriba, me pidió agarrar mis pies y abrir las piernas, de esa manera estaba totalmente expuesto, podía ver a papá como me miraba con la cara roja de excitación, podía ver mi penecito apuntando a mi cara con mis piernas hacia mis hombros y mi culito hacia el techo.
- Puja, quiero ver cuanto puedes abrirlo
Pujé todo lo que pude y con dos sus dedos llenos de saliva dio golpecitos suaves pero intensos en la entrada de mi culito, sonaron como cuando golpeas el agua en la tina, puso más saliva y volvió a golpear, acercó su pelvis y ahora hizo lo mismo con su glande, agarró su verga desde la base con su mano derecha, dejando la mitad de la verga y el glande libre para que con su movimiento me azotara el anito como lo había hecho recién con sus dedos.
- Ay papi que rico, se siente calientito – le dije
- ¿Te gusta?
- Si me gusta mucho sentir tu pene en mi culito papi.
- En tu vagina – me dijo mientras me miraba fijo – si quieres que te ponga mi pene acá, será tu vagina y yo podré hacer todo lo que hacen los hombres con las mujeres
Mi cabeza ardía, de excitación, de confusión, de placer, estaba cumpliendo uno de mis sueños y no podía creer que papá me estuviera diciendo eso, de un momento a otro había dejado de ser mi papito cariñoso y preocupado por su hijito y estaba teniendo actitudes más bruscas, estaba descubriendo una parte de papá que no conocía.
- Entonces vas a convertir mi culito en vagina – pregunté entre curioso y excitado
- Sí, si quieres hacer esto debes saber que esto es lo que hacen los hombres con las mujeres, y los hombres hacen esto con las vaginas de las mujeres.
- Sí papi, entonces toca mi vagina – le pedí con la voz más seria que un niño de nueve años puede pedir algo así.
Papá llevó su boca a mi culito, y lo lamió de abajo hacia arriba, una, dos, tres, cuatro veces, después de cada lamida venía una pausa, miraba, me pedía pujar y cuando mi culito estaba como por explotar venía el siguiente lengüetazo. Recuerdo el sonido de esa primera vez, recuerdo como su lengua sonaba al nadar en el hoyito de mi culo lleno de saliva, como sonaba al mover rápido su lengua por mi culito limpio y fresco por la limpieza que papá me había enseñado esa noche.
- ¿Te gusta que te coma tu chorito?
- Si papi me encanta, comeme el chorito, dale besitos – le rogaba, mi excitación era tremenda, mi pene estaba erecto desde hace ya una hora sin parar, mis pezoncitos marrón claro estaban duros y mis coquitos como nunca muy sueltos iban y venían de un lado a otro.
Papá se incorporó y puso su glande en mi culito otra vez, reemplazó los golpecitos de su lengua por los del glande como lo había hecho hace un momento, me pidió pujar y cuando lo hizo su cabeza estaba justo en el anillo de mi culito que se abrió con la fuerza que hice y absorbió como una aspiradora la parte más extrema del pene de papá, al presionarlo la sensación de calor en mi culito fue intensa, él mantuvo tu cuerpo en la misma posición, por lo que cuando el anillo de mi anito se cerró, no salió expulsado su pene, se mantuvo ahí uno o dos centímetros adentro y mis contracciones eran como si mi pequeña boquita rosa estuviera mamando su pene.
- Puja otra vez mi nena
Obedecí de forma instantánea, mi culito que tenía la puntita del glande de papá se relajó, se abrió y papá empujó con delicadeza pero de manera firme su pelvis para que su pene entrara un poco, quizás un centímetro más y se mantuvo ahí, no se movió ni adelante ni atrás. Mi respiración era cortada, mi culito estaba ardiendo pero no sentía dolor, solo una sensación extraña, pero eran tanto los deseos de sentirme como me sentía que mi placer estaba completamente enfocado en eso, luego de unos segundo pujando volví a apretar de forma instintiva y ya la mitad del glande de papá quedó atrapado en mi anito.
- Ahora nena vas a pujar y yo lo voy a sacar ¿Bueno?
- Sí papi – dije entre gemidos
- Puja – ordenó
Su glande salió casi blanco por la presión que mi culito estaba haciendo en él, por mi posición, por las almohadas y como mi culito apuntaba el techo tenía una vista espectacular de todo lo que estaba pasando, podía ver mi pene pequeño, el pene gigante de papá, su abdomen, su pecho, sus brazos masculinos, su sonrisa, sus ojos llenos de lujuria y ahora le añadía un hilo de juguito que salía desde dentro de mi culito hasta la punta de su pene. Estábamos unidos por ese hilo viscoso e invisible.
- Puja otra vez – me ordenó y respondí inmediatamente y al ver mi culito abierto soltó saliva espesa que cayó directa dentro de mí, podía sentir como se juntaba todo en mi culito, que era el epicentro de su placer y del mío – Ahora cierra y luego vuelve a pujar.
Así lo hice y cuando volví a pujar regresó su glande a mi culito y con toda su hombría hizo presión para que su pene entrara un poco más en mi. Puse tanto empeño que dejé de respirar, estaba rojo, sentía que mi cabeza explotaría, mi culito estaba expandiéndose para recibir a papá, no pude más y cerré.
- Oh mi amor, tienes toda la cabecita adentro.
- Te gusta papi
- Sí, me encanta y a ti nena.
- Si papi me gusta mucho – y en ese momento entré en cuenta que era la tercera vez que me trataba en femenino, no dije nada, pero si empecé a abrir y cerrar mi culito de forma intermitente, sentía una sensación en mis coquitos, en mi guatita y podría decir que está en el pecho.
Papá seguía sin moverse, tenía los ojos cerrados y disfrutaba de lo que estaba haciendo yo con mi culito, apretaba una y otra vez su esponjoso glande, estábamos en silencio absoluto y solo podía escuchar la mezcla de su saliva y de su juguito en mi entrada que con mis movimientos hacían como una espuma que le daba más suavidad, el calor que emanaba de su glande era maravilloso y puedo adivinar que la cantidad de juguito que me estaba dando, o que yo le estaba sacando era enorme. Yo miraba su rostro masculino, sus labios gruesos, sus cejas pronunciadas, sus mejillas duras, su frente lisa, mi padre a sus 30 años era hermoso. Cuando abrió sus ojos acercó su boca a la mía con mucho cuidado para no sacar su glande y nos besamos, él movió un poco sus cadera, haciendo un vaivén casi imperceptible mientras yo no dejé de apretar y soltar mi culito que estaba recibiendo por primera vez la masculinidad de un macho, De pronto sentí como papá se agitó, separó sus labios, me miró a los ojos, su vaivén se hizo más rápido, pero aún imperceptible y sentí que mi culito se llenaba de agua, al mismo tiempo que papá gemía muy ronco.
- aaargggg… que rico, si mi nena, aprieta y suelta – dijo para segundos más tarde sacar su glande mi culito y dejar escapar su leche espesa que salía de adentro de mi que corrió por mis coquitos, mi pene y goteó a mi pecho y también corrió por mi espalda hasta llegar a la almohada.
- Papi, me diste tu leche
- Si bebé, ¿Eso querías no? – me dijo mientras con sus manos trató inútilmente de detener la explosión que seguía chorreando por mi cuerpo.
- Que rico papi
- Te amo bebé – me dijo succionando mi boca para iniciar un beso intenso.
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Gracias por leerme, espero que te esté gustando.
PD: Cuando me escribas, saluda, se cordial, dime quién eres y que te gustaría. Yo responderé cordialmente. NO ME PIDAN «Contenido»… no me gusta y yo solo escribo y les cuento mis experiencias, con papá, amigos, compañeros, tíos, primos… solo eso.
Besitos Benja!
Hola,te quería decirte que me esta encantando la historia,pero vi que no actualizas desde el 2/1,pasó algo?