Cap. 18: De su hijo a su mujer (El Nuevo Hogar)
Parte 18 de mi novela autobiográfica… te sugiero leer las 17 partes anteriores. Cuando termines de leer y si te gusta este y los otros capítulos, avísame si quieres leer los 68 que ya he publicado, además de los 8 capítulos inéditos (que tienen fotos y/o videos).
Cuando se abrió la puerta del departamento me encontré con un lugar lleno de luz, el sol entraba por lo ventanales gigantes del último piso, la cordillera de los Andes se veía imponente, estaba tan cerca que me parecía un sueño, la había visto muchas veces desde la ciudad, pero no desde tan cerca. Además de la luz que entraba por los ventanales me llamó la atención lo espacioso del salón, el gran sofá y el equipo de música. Hice un recorrido rápido y cada espacio me parecía aún más sorprendente, el salón daba a una gran terraza al aire libre, con la que podías ver el barrio, con casas llenas de jardines, las calles bastante desiertas y silenciosas, la terraza era tan grande como el salón y en el otro extremo tenía un ventanal que te llevaba otra vez dentro del departamento, a un salón casi como el anterior, pero con un televisor, una mesa de trabajo y un sofá de aspecto más cómodo que el del salón principal. Un pasillo central tenía diferentes puertas, una de ellas era la de este salón, luego 3 más, de las que una llevaba a una sala de baño pequeña, la otra a una habitación amplia con una cama doble y la última a una habitación un poco más pequeña pero que de todas formas tenía una cama doble y muy alta, cuando la vi supe de inmediato que esa sería mi habitación, estaba decorada con los colores que me gustaban, diferentes tonos de azul y algunos detalles en verde. Me quité la mochila, la puse en el suelo, abrí la cortina y una gran ventana me daba acceso a la terraza, que luego descubrí era la misma que conectaba los 4 lados del departamento. Corrí por la terraza feliz por descubrir este espacio, llegué hasta una de las puertas que era la cocina, ahí estaba papá poniendo las bolsas de las compras sobre uno de los amplios mesones. Golpeé el vidrio para que me viera desde dentro y se acercó a abrir la puerta que de igual forma daba salida a la terraza.
- ¿Te gusta bebé?
- Papi, ¡es increíble! me encanta.
- Y no has visto la piscina del primer piso
- Wow! ¿Tiene piscina papi?
- Si, pero debes aprender a nadar bien antes de entrar
- Ya se un poco
- Bueno, aprenderemos más. ¿Quieres un vaso de leche?
- Si, con galletas por favor papi.
Mientras papá sacaba vasos y abría el refrigerador para sacar la botella de leche, yo solo lo miraba y mi cabeza comenzó a repasar lo que había ocurrido en los últimos meses. Habían pasado tres meses desde el suceso con Wladimir, había pasado todo este tiempo en casa de mis abuelos y ya no podía ver a mamá. Después de lo ocurrido tampoco quería verla, me daba rabia, porque no me sentía bien después de todo lo que pasó. Todo fue tan rápido, tan extraño y confuso que pese a todas las preguntas que me hicieron los doctores y la psicóloga después, seguía sin entender todo lo que había pasado. Es difícil que un niño de nueve años comprenda las cosas como un adulto, sin duda entendía todo lo que paso, pues experiencia en el sexo ya tenía, pero a veces me daba la sensación de que todo había sido un sueño o una pesadilla y que los adultos exageraron las cosas. Ahora que lo pienso, lo que pasó con Wladimir tuvo algo bueno, papá pidió la tuición y se la dieron, después de todo este tiempo.
Esa mañana me había ido a buscar a casa de mis abuelos, y por primera vez podía conocer el departamento al que se había ido después de que se separó de mi mamá y se fue de la casa. Estaba tan emocionado de poder verlo otra vez, de abrazarlo, de besarlo, de decirle que lo quería.
- Toma bebé, acá esta tu leche
- Gracias papi
- Te voy a mostrar bien tu habitación y tu baño después para que la ordenes a tu gusto ¿Bueno?
- Sí papi
- ¿Cómo lo pasaste en casa de los abuelos?
- Bien, pero me aburría un poco
- Acá no te vas a aburrir
- ¿Va a seguir viniendo la Nene?
La Nené y Roberto eran los únicos nexos con mi vida anterior después de lo que pasó con Wladimir, siempre tuve contacto con mis abuelos antes, pero la Nené era quien me cuidaba, quien vivía con nosotros cuando papá se fue, entonces cuando ya no podía ver a mi mamá ni a mi papá, ellos eran los que me hacían sentir que las cosas estaban bien. La Nené era muy cariñosa conmigo y estaba todo el tiempo cuidándome, Roberto se quedaba en casa de mis abuelos a veces cuando la venía a ver los días que no estaba en el regimiento, él era como un hermano mayor, me encantaba estar con él y todo el tiempo que pasé sin ver a papá él se transformó en el objeto de mis deseos, a mis nueve años estaba enamorado de él. Me encantaba mirarlo y como ya les conté antes en el capítulo ocho, nunca había visto a un hombre con un trasero más grande que el de él, que resaltaba junto a sus brazos grandes y musculosos.
Como mi vida sexual había iniciado a los seis; por alguna razón que desconozco había sido muy precoz y tenía definido mi gusto por los hombres grandes y fuertes, claro que a mi corta edad casi todos cumplían con ese requisito; entonces necesitaba seguir experimentando, y las experiencias con mi padre se habían intensificado justo antes de que por culpa de mamá no pudiéramos continuar. Antes de que ocurriera el suceso con Wladimir, yo espiaba a Roberto cuando iba a la casa, no era muy seguido, pero cada vez que llegaba mi corazón se volvía loco y mi pequeño pene también.
Un día estaba en casa preparándome para acostarme, mi mamá se despidió de mí justo cuando entraba a la ducha y me avisó que Wladimir se quedaría esa noche en casa. Era normal que él se quedara pues era el nuevo novio de ella, o más bien era el hombre por el que dejó a papá, por eso no le di mayor importancia. Entré a la ducha y me lavé como papá me había enseñado, con la manguera de la ducha me llenaba de agua y la expulsaba hasta estar limpio, no era muy difícil y me hacía sentir muy bien, me ayudaba con mis deditos para sacar el agua y empujar con fuerza hasta quedar vacío. Había noches que jugaba con mi pene y me tocaba mi culito, por eso que casi todos los días hacía ese procedimiento de lavarme como si lo hiciera para papá.
Luego de que terminé, me fui a despedir de todos, Wladimir estaba viendo televisión en el salón, la Nené y Roberto estaban en la cocina, les di un beso a cada uno y me fui a la cama. Dejé la puerta casi completamente cerrada y la luz de la mesa de noche encendida, me acosté y comencé a tocar mi pene y la otra mano la llevé a mi boca, chupaba uno de los dedos suavemente, lo llenaba de saliva e imaginaba que era el pene de papá que tenía en mi boca. Mi penecito estaba duro, el cuerito lo podía estirar completo y dejar expuesta la cabeza, le ponía saliva para hacerlo sentir más suave y mi mente imaginaba que hacía el amor con papá. Mis deditos buscaron mi culito, levanté mis piernas y me toqué, mis dedos no eran ni la mitad de uno de los dedos de papá, pero aún así lo podía sentir e imaginar. Después de un momento me recosté boca abajo, puse la almohada a la altura de mi pelvis, mi colita quedaba un poco parada y con las manos jugaba con mis nalgas y con los pliegues de mi culo, me movía suavemente lo que provocaba que mi pene rozara la almohada y sintiera un estímulo diferente.
La puerta se abrió y era Roberto, mi pijama estaba hasta los tobillos, mi colita parada por efectos de la almohada y mis dedos escarbando mi rosado culito, dilatando los pliegues para sentir placer. Me quedé inmóvil, él también, además de en silencio. Lo miré sin hacer ningún movimiento extraño.
- ¿Qué pasó Benja?
- …
- ¿Estás bien?
- …
- Mi mamá me pidió que te apagara la luz, estaba segura que la habías dejado encendida
- Me estaba rascando – atine a decir, con todo el dedo del medio adentro mío sin siquiera atreverme a moverlo.
Roberto entró y yo me puse nervioso, y me dio vergüenza él se acercó y tomó mi pijama que estaba enrollado en mis tobillos y lo comenzó a subir.
- Tápate que te puedes resfriar
Cuando llegó a la altura de mi culito mi dedo salió tímido y mi cara hervía de vergüenza, no sabía qué decirle, y él tampoco dijo nada, solo puso sus manos en mis nalgas, las abrió, miró por un momento
- No tienes nada, levanta el potito* y date vuelta
Seguí sus instrucciones y él me subió el pantalón, cuando me di vuelta mi erección era evidente y la humedad de mi culito también.
- ¿Siempre haces eso? – Preguntó curioso
- Cuando me pica – respondí intentando que no se notara mi vergüenza
- ¿Te pica siempre?
- No, solo a veces
- Tienes que limpiarte bien cuando vayas al baño
- Sí me limpio bien, me pongo agua
- ¿Ahora lo hiciste?
- Si… ¿Quieres ver? – Pregunte mientras me daba vueltas me ponía en cuatro patas como perrito, pegaba el pecho al colchón y bajaba mis pantalones para exponer mi infantil e inocente culito a Roberto.
- No, está bien si te creo – me dijo a la vez que con una mano me tocaba las nalguitas y mirar entre ellas.
- ¿Viste?
- Sí, lo ví. Ahora a dormir dijo terminando de acomodar mi pantalón y darme una pequeña nalgada
Sus manos agarrando mis nalgas me hicieron volar de placer, desde ese día imaginé muchas cosas con Roberto, él no cambió en nada conmigo, seguía siendo igual de cariñoso, igual de amable y respetuoso, pero cada vez que yo me tocaba el culito en las noches imaginaba que eran sus manos, volvía a sentir esas manos masculinas movidas por sus brazos fuertes y potentes, tan solo imaginar que era él sentía un placer inmenso.
Alimentaba mis fantasías el mirar a Roberto sin polera, o sus piernas gruesas cuando usaba shorts, o como dije espiarlo cuando estaba en el baño o cuando se vestía, su cuerpo bien formado, lampiño completamente, sus nalgas eran blancas, grandes, redondas; un par de veces vi su pene en reposo, no muy largo, pero si muy grueso. Se me hacía agua la boca por mamarselo como lo había hecho con el pene de papá tantas veces, de sentir como crecía en mi boca. Así pasó el tiempo, volviéndose el objeto de mi deseo. A veces pensaba en las cosas que podría hacer con él si estuviéramos solos, o si él me hiciera dormir como lo hacía papá, pero no encontraba la instancia perfecta para hacer que las cosas pasen.
- Si bebé, va a seguir viniendo la Nene – Me respondió papá sacándome de mis pensamientos.
Terminamos de tomar la leche y ahora él me mostró todo el departamento, estaba muy contento porque después de tanto tiempo podía volver a ver a papá y no solo eso, desde ese día viviríamos juntos. Mi habitación y mi baño me encantaban, tenían todo lo que me gustaba, y papá se había esmerado en dejar todo perfecto para recibirme. Me emocionó todo lo que estaba pasando y lo abracé, él recibió mi abrazo y sentí esa sensación de paz que me daba cada vez que estoy cerca de papá, sus manos acariciando mi pelo, mis brazos agarrados de la parte superior de sus piernas, rozando sus caderas. Nuestra diferencia de tamaño era evidente y lo seguiría siendo por bastante más. Papá se arrodilló y mi rostro quedó frente al suyo, tanto tiempo sin tenerlo así de cerca, me puse a temblar de la emoción y papá me atrajo hacia él, mi corazón parecía que explotaría, mi rostro descanso en su hombro y el de él en el mio, era delicioso tenerlo así.
- Te amo papi – susurré
- Y yo a ti bebé, te extrañe, disculpa por dejarte
Yo sabía que no era su culpa, pero escucharlo me hizo bien y mis ojitos se llenaron de lágrimas, cuando él se percató, se separó un poco de mí y con sus grandes y masculinas manos me tomó de las mejillas.
- No llores bebé, ya estamos juntos y está todo bien, no te dejaré otra vez
Acerqué mis pequeños labios, hinchados, rojos y calientes por el corto llanto, y los pegué a los suyos, me encantaban lo carnosos que eran, gruesos y suavecitos, sus besos eran tan húmedos, su lengua no tardaba en aparecer e impregnar pasión a los “piquitos” inocentes que un padre le puede dar a su hijo, eso hacía que mi piel se erizara, que mi penecito se pusiera duro y cuando los besos tomaban más intensidad mi culito comenzaba a abrirse y cerrarse, casi de manera natural, como si estuviera hecho para eso.
Me excité de inmediato, y pude notar la erección de papá en su pantalón, me gustaba provocar eso en él, la verdad que en todos los hombres, pero mi corta experiencia no me permitía aún hacerlo con muchos más.
- Dámela en la boquita papi
- Si bebé por favor, la extraño
Él se puso de pie y abrió su pantalón, su slip sostenía su pene ya erecto y el líquido preseminal había dejado una gota que atravesaba la tela. Con mis dedos la tomé y la puse en mi lengua, desde que comencé a mamar a papá, el sabor de su líquido preseminal me volvía loco, era delicioso, su viscosidad hacía que aunque tragara y salivara mucho, seguía en mi boca como si no quisiera desaparecer.
A mis nueve años medía un metro quince, bastante menos que la estatura normal para un niño de mi edad, e incluso menos que la estatura de una niña de mi edad, lo que me hacía especialmente bajo y menudo, pues mi contextura no era en extremo delgada, mi práctica de deporte hacían que mi cuerpo estuviera bien proporcionado para mi edad. Papá debía medir casi un metro ochenta y cinco, por lo que mis labios quedaban a la altura de ombligo, eso quiere decir que cuando papá estaba erecto y desnudo, su pene al elevarse llegaba un poco más arriba de su ombligo, era un hombre joven, empezando sus treintas, por lo que sus erecciones eran potentes y duraderas. Con mis pequeñas manos tomé el elástico del slip y lo bajé apresuradamente, su pene bajó junto con la ropa interior y al liberarse subió impulsado por el elástico golpeando el glande en mi mentón y en mis labios que seguían hinchados. Una gruesa gota de líquido preseminal cayó en mi mejilla, no me importó, solo atiné a abrir mi boquita rosada y atrapé la cabeza esponjosa del pene de papá y la succioné igual que un chupete, con mi mano agarre el tronco venoso y lo mantuve para comenzar una mamada como las que me gustaba darle a mi, un gemido ruidoso salió de su garganta, y más líquido preseminal inundó mi boca, un poco más del glande estaba adentro de mi y mi lengüita jugaba dando caricias alrededor de la cabeza de su pene, mientras mis labios permanecían cerrados, herméticos e inmóviles, dejando que mi pequeña lengua se encargara de recorrer toda esa carne que hervía de excitación. La mezcla del liquido preseminal y de mi saliva hicieron que mi boca estuviera más que lubricada, lo pudimos notar cuando mi papá sacó su pene de mi, y todo su glande estaba cubierto por esta mezcla de sus líquidos y mi salivación excesiva producto de la calentura, ese líquido unía su pene y mi boca, mis labios estaban llenos, por eso brillaban y me hicieron sorber y volver a meter la masculinidad de papá en mi infantil boca, que comenzó a tragar todo lo que podía. Era tan grande que hacía imposible que más de la mitad de su pene pasara la barrera de mis labios, y casi imposible mantenerlo más de algunos segundos. Noté la excitación de papá y la calentura contenida de tanto tiempo sin tenerme a su disposición, lo noté en sus gemidos profundos e intensos, y cuando me tomó del cabello, con rudeza y determinación; tomando el control de lo que pasaba, y con su movimiento de caderas comenzar a meter y sacar el pene de mi boca, haciendo que entrara un poco más, ayudado con la extra lubricación de líquido preseminal y por la intensidad de su penetración. El glande tocaba el inicio de mi garganta, lo podía sentir, eso me provocaba arcadas que por lo visto a papá no le importó mucho, continuó con la intensidad, y mientras me entregaba a su placer, para que hiciera con mi boca lo que quisiera, recordé aquella última vez que me hizo el amor, cuando “Me tapó la boca e impregnó velocidad a su penetración, era la primera vez que tenía un ritmo tan intenso y constante, fue inevitable gemir, me sentía sometido, me sentía usado, me sentía vulnerable y me encantaba, me sentía amado pues sentía la pasión de papá al estar conmigo. La oscuridad de mi habitación me hacía despertar otros sentidos y el tacto de su piel era una de las cosas que más placer me daban, es por eso que cuando su pene comenzó a hincharse para soltar su semen, el placer se multiplicó, siendo aún más intenso a los roncos y ahogados gemidos de papá al dejar mi culito lleno de su leche, que se abrió para recibirlo. Así como minutos antes abrí mis piernas para darle acceso a papá, ya estaba entrenando para abrir mi culito y así darle a papá el placer de tenerme y hacer conmigo lo que quería.” (párrafo final del capítulo dieciséis).
Fue así mismo como estaba ahora, siendo sometido y usado con la intensidad que un macho como mi papá podía tener al tener sexo, más si lo hacía con su pequeño hijo de nueve años, usándolo, o mejor dicho usando su boca para su placer. Las arcadas y todo lo que estábamos haciendo me tenían agotado, sin sacar el pene de mi boca me arrodillé pudiendo mirar a papá desde aún más abajo. Así estaba yo, arrodillado en mi nueva habitación ahora en casa de papá, mirándolo a los ojos, totalmente entregado y sometido mientras él no paraba con su vaivén de cadera golpeando con su glande el inicio de mi garganta.
Mi posición le daba una vista perfecta de su pequeño hijo, arrodillado ante la grandiosidad de su cuerpo, mi sumisión era parte de la admiración y el amor que sentía por él, el mirarlo arrodillado desde mi lugar, viendo su cara de satisfacción me hacía sentir feliz. Hay muchas cosas, de lo que me estaba pasando, que no podía explicar, pero poco a poco fui entendiendo cuál era mi rol, y de alguna manera papá también lo fue entendiendo y descubriendo cosas nuevas que a sus treinta y algo nunca había sentido.
De pronto sacó su pene de mi boca, hilos de baba seguían conectándome con su ardiente glande, baba que utilizó para facilitar su breve masturbación, porque segundos después de dejar mi boca abierta, mi lengua afuera y la baba chorreando por la comisura de mis labios y mi mentón, comenzó a lanzar su semen blanco y caliente en mi cara. Frente, nariz, mejillas, frente otra vez, labios, lengua, ojo derecho, boca otra vez, mentón… no había lugar que no haya recibido casi diez trallazos de semen, luego del último recibí un golpe seco y pesado en mi mejilla con su glande, golpe que se repitió tantas veces que perdí la cuenta, y solo disfruté de cada uno de los latigazos de ese pene que poco a poco iba perdiendo fuerza. Cuando papá dejó de bramar, una última gran gota salía de su glande, yo la miraba atento desde abajo, con mi boca abierta, esperando que se soltara y cayera en mi. Quería tenerlo y sentirlo completo, no perder nada. Cuando la gota cayó, papá miró mi cara y me di cuenta que se despertó como de un trance y un poco de preocupación se vislumbró en su rostro.
- ¿Estás bien bebé?
Gracias por leer y seguir la novela… ¿Hasta ahora cuál capítulo te ha gustado más?El 22 de Mayo del 2024, estrené la página web de la novela… ya vamos en el episodio 68…
Si quieres leer la parte 19 ya está liberada para todo el mundo en la nueva página, puedes escribirme a mi Telegram, la cuenta es @BenjaLjubetic y te paso el link, también me encuentras en Twitter @macholingerie2 donde subo mi propio contenido. (Cuando me escribas, SALUDA, se cordial, dime quién eres y cuéntame porque me escribes, por favor! )
Y si quieres leer el resto de la historia, 76 capítulos en total, (La novela se sigue escribiendo), incluyendo episodios especiales inéditos, con videos y fotos, puedes suscribirte. También me puedes preguntar cómo.
Gracias otra vez por leerme, espero que te esté gustando.
Besitos Benja!
Si quiero dónde los puedo ver todos