Cap. 21: De su hijo a su mujer (Fin de Semana Sin Papá):
Parte 21 de mi novela autobiográfica… te sugiero leer las 20 partes anteriores. Cuando termines de leer y si te gusta este y los otros capítulos, avísame si quieres leer los 81 que ya he publicado, además de los 11 capítulos inéditos (que tienen fotos y/o videos)…
Cap. 21 De su hijo a su mujer
Cuando la cara de papá se perdió en los labios de la vulva de Mariana subí mi pantalón que había caído a mis tobillos y regresé a mi habitación con mi pequeño pene muy excitado. Me metí en la cama y comencé a tocarlo, a jugar con su dureza, con la piel de mis bolitas, y mis dedos fueron a mi trasero, a la entrada de mi culito y el roce me electrificó. Humedecí uno de mis dedos con mi saliva y lo llevé a la entrada de mi culito, podía sentir la suavidad de mi piel rosada y lo apretado que estaba, no tenía siquiera comparación con lo abierta, húmeda y receptiva que estaba la vulva de Mariana cuando papá ponía su lengua y sus labios en ella, pareciendo que esos labios se lo tragarían, en vez de que la boca de papá hiciera el trabajo, era como que los labios de ella succionaban la boca de papá. En ese momento desee ser ella, tener la boca, la lengua, los labios, la barba de papá llenándome de saliva mi culito, abriéndolo, dilatándolo. Así con mis manos propinándome placer e imaginando a papá me quedé dormido.
Mariana comenzó a estar más tiempo con nosotros, la actividad sexual con papá se había reducido a cero, recuerdo que los primeros días tenía una sensación de pena, confusión y rabia, pero no dije nada. Mi vida seguía normal, el colegio, mis amigos nuevos que vivían en el mismo edificio, las prácticas de fútbol para prepararnos para el campeonato en Buenos Aires, los juegos con mis amigos del colegio, Eric y Carlos, y las tardes en casa con la Nené y Roberto cuando no estaba en el servicio militar. A mamá no la podía ver, y a mis abuelos los veía muy poco, un par de veces que fueron a buscarme al colegio para traerme a casa y otro par de veces que fuimos a algún restaurante.
Yo tenía una nueva afición que había descubierto esa noche que vi a papá haciendo el amor con Mariana, los espiaba cada vez que podía, los miraba escondido como hacían el amor, disfrutaba mirando el cuerpo grande y masculino de papá follando a Mariana, los gemidos de ella, los gemidos de ambos, las posiciones, todo era un mundo nuevo para mi.
No recuerdo cuánto tiempo ya estaban juntos papá y ella, pero eran varios meses. Faltaba poco para la primavera pues celebraríamos el 18 de Septiembre, que es la fecha de las fiestas patrias en mi país y faltaba menos para el viaje a Buenos Aires, días antes de los días feriados por la celebración nacional papá me fue a buscar al colegio, lo hacía normalmente, pero ese día me dijo que quería conversar conmigo.
- ¿Cómo estás bebé?
- Bien papá
- ¿Por qué ya no me dices papi?
- Porque ya no soy un niño chico
- Sigues siendo un niño bebé – dijo riendo sin dejar de estar atento a la conducción
- Sí, puede ser
- ¿Estás enojado?
- No
- ¿Entonces?
- Nada papá
- No quieres hablar
- Estamos hablando
- Pero Benja, hace rato que estás así
- …
- Hijo – su mano se posó sobre mi delgado muslo
- ¿Qué?
- Háblame bebé – ahora su mano me acariciaba por sobre el pantalón de colegio, con mucha suavidad.
- …
- Hijo te tengo que contar algo
- ¿Qué?
- El fin de semana me iré a la playa con Mariana, nos vamos al departamento de los abuelos en Viña.
- Pero es el “dieciocho”, siempre hacemos un asado en casa.
- Sí, pero este año quiero hacer algo distinto.
- ¿Y yo?
- Por eso quería hablar contigo, nos iremos solo dos días y los otros dos los pasare contigo.
- ¿Los dos solos?
- No lo sé
- Desde que estás con Mariana, nunca estamos solos
- Sí, lo sé
- Ya no quieres estar conmigo
- Claro que sí, bebé
- Pero no como antes, ya no me haces dormir, no me abrazas, no me das besos, no me dejas tocarte ahí – Apunté su entrepierna
- Benjita, eso ya lo hemos conversado, sabes que las cosas son diferentes, no estoy solo, estoy con Mariana
- Antes estabas con mamá y me hacías el amor – mis ojos se llenaron de lágrimas y sin dejar de mirar al frente guardé silencio mientras mis ojos no pudieron contenerlas, y las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas que en segundos comenzaron a arder
- Benjita bebé, sabes que no es fácil
- …
- Eres mi hijo, yo soy tu papá
- ¿Y?
- Qué no está bien lo que hacíamos
- ¿Y por qué lo hacías?
- Porque me gustaba bebé
- Ya no te gusto
- No es eso mi amor
- ¿Qué es?
- Sí alguien se entera no está bien, ya ves lo que pasó con Wladimir
- …
- Tu eres un niño, yo soy un hombre. Ambos somos hombres y eso que hacíamos no está bien.
- Es porque no me quieres y prefieres a Mariana
- No es eso
- Sí, la prefieres a ella porque es mujer
- Los hombres debemos estar con mujeres, hijo.
- …
No quería seguir hablando con papá, mis lágrimas no dejaban de correr mientras me hablaba, preferí no contestar más y en cuanto llegamos al edificio y papá estacionó me bajé en silencio y subimos al departamento. Papá insistía en conversar y yo ni siquiera lo miraba, no entendía nada y a mis 10 años me sentía totalmente abandonado.
La Nené había preparado empanadas, mi plato favorito, la saludé efusivamente y luego de lavarme las manos y de cambiar mi ropa del colegio me fui a sentar a la terraza aprovechando el soleado día de septiembre.
- Nos quedaremos solitos el fin de semana
- Sí
- Vamos a cocinar cosas ricas ¿Bueno?
- Ya! Papitas fritas y pizzas – pedí entusiasmado
- Si mi niño
El sábado en la mañana mientras yo estaba en mi habitación jugando con mis juguetes llegó papá para despedirse, yo estaba tan molesto, estaba tan enrabiado con él que no quería ni despedirme, pese a lo que estaba sintiendo me despedí, con mucha frialdad, pero lo hice.
- Estaremos solo esta noche bebé, hablé con Mariana, y le dije que estaría más tiempo contigo, entonces nos vamos ahora temprano y mañana domingo por la noche vuelvo.
- ¿Con Mariana?
- Sí, regreso con ella.
- Y viene a la casa
- Yo pienso que sí.
- Ves, ya nunca estamos solos tú y yo, debería estar viviendo con mi mamá o con los abuelos, ellos no me dejarían solo.
- No me digas eso Benjita
- Pero si es verdad
- Ya no quieres vivir acá
- No – dije sin siquiera mirarlo, ya llevábamos viviendo algo así como 4 meses y todo este tiempo siempre había estado Mariana ahí.
Papá se quedó en silencio y salió de la habitación luego de darme un beso en la cabeza. Yo me quedé ahí, seguí con mis juegos y me pasé todo el día con mis autitos, con el Castillo de Grayskull y los personajes de He-Man, uno de mis dibujos animados favoritos, creando historias, situaciones y recreando los capítulos que daban en el programa Pipiripao en la televisión.
Esa noche cenamos pizzas con la Nené y tenía pensado ver una película. Cuando papá no se quedaba en casa, porque debía ir a trabajar a otro lado, o porque se quedaba con Mariana yo dormía en su cama, y ese día haría lo mismo porque su cama es más grande y tiene televisión en la habitación. Luego de las pizzas, la Nené me preparó mi pijama y el baño para mi ducha. Mientras me bañaba recordé las veces que había estado con papá en la ducha, las veces que le había mamado su pene y que me había dado su leche en mi boca, en mi cara o en cualquier lugar. Mi pequeño pene estaba erectándose, mi lampiño cuerpo desnudo y mojado por la tibia agua respondió al estímulo de mis recuerdos, mis pezoncitos estaban duros mi culito se apretaba y se soltaba y no pude evitar llevar mis manos entre mis nalgas para tocar la entrada, donde tantas veces había estado la lengua de papá. Tomé la manguera de la ducha y así como ya sabía, decidí limpiar mi culito por dentro, tal como papá me había enseñado. Llené con un poco de agua, la mantuve unos segundo y la expulsé, repetí esta operación dos o tres veces hasta que el agua salió perfectamente limpia. Deseaba tanto que papá estuviera en casa, que me estuviera esperando en la cama para hacerme suya como tantas veces lo había hecho. Cuando terminé me sequé, cepille mis dientes me apliqué una crema que encontré en el baño, era de Mariana seguramente, el envase era rosa, con brillos dorados, tenía el diseño de una fresa y el olor era riquísimo, puse un poco en mi mano y la puse en mis nalguitas, bastante voluptuosas para mis cortos 10 años y sobre todo considerando que mis piernas eran muy delgadas. Cuando terminé, me puse mi pijama y me despedí de la Nené, para irme a la cama, encendí la tele y fui el closet a buscar alguno de los VHS de papá, tenía muchísimos, películas de monitos animados, de terror, de comedia, como estaba solo y no quería que me diera miedo, elegí una de dibujos animados, “Los Pitufos”. Cuando iba a cerrar el closet para ir a poner la película me dije que en uno de los estantes junto a unas polera de papá habían unas cosas que obviamente no era de él, perfectamente ordenadas estaban unas poleras muy suaves y brillantes de color negro, eran pequeñas y con tirantes; había unas bombachitas también suaves y muy pequeñas, negras, blancas y rojas, varias de encaje con colores beige y diseños con flores. Las tomé y la textura era increíble, mis pequeñas y blancas manos se perdieron en la suavidad se los encajes y las sedas y rasos, el contraste del negro con mi piel era algo maravilloso. Toda mi ropa era de colores claros, nunca había tenido algo negro en mi piel. En ese momento me imaginé cómo sería sentir eso en mi cuerpo, como mi delicada y blanca piel de niño resaltaría al contraste con el blanco brillante de las telas, saqué todo, lo puse sobre la cama y comencé a mirarlos con más detención, no habían tantas cosas, pero eran todas hermosas. Comencé a tiritar de los nervios, pues mi piel deseaba cubrirse con ellas y el saber que tenía la posibilidad de usarlas me hacía temblar. Imaginarme a mí mismo como ya había visto a Mariana vestida, era como la realización máxima de ser esa nena o esa putita como papá me había visto en más de una ocasión.
Seleccioné una polera de raso negra con encajes en los tirantes, seleccioné una tanguita negra, muy ajustada, de esas que se meten entre las nalgas y un sostén que tenía una esponja que le daba forma. Como si estuviera bajo un hechizo me quité el pantalón de mi pijama con mucha delicadeza, hice lo mismo con mi polera, me miré en el espejo que estaba a un costado del armario y mi pequeño cuerpo tiritaba de la emoción y de los nervios, mi estómago plano, mi cintura estrecha, mi piel delicada y transparente resaltaba con la luz de la habitación y mis femeninas nalguitas brillaban aún más gracias a la crema de fresa y brillitos que había encontrado en el baño. Desnudo como estaba me sentía sexy y deseaba que papá estuviera ahí para poder sentir sus manos masculinas y grandes tocándome o sentir sus brazos tomándome en lo alto y hacer conmigo lo que quisiera. Al moverme el olor de entre mis nalgas llenaba el espacio y me sentía aún más nena, aún más niña, blanca, frágil, delicada y oliendo a fresas.
Tomé las tanguitas y las fui colocando, el roce de los encajes con mi piel fue una sensación que me hizo erizar los delicados e casi invisibles vellos que cubrían mi cuerpo de niño cuando llegué a calzarlas en mi entrepierna, poner mi pequeño penecito en el espacio delantero, mi pene se elevaba y se presentaba erecto como una varita mágica. El sentir el hilo de encaje entre mis nalgas y rozando los pliegues rosados de mi ano me hizo emitir un leve sonido de excitación, luego me puse los sostenes, eran grandes para mi tamaño, pero la esponja que traían ayudaba a ocupar más espacio y cuando me vi en el espejo con ellos puestos fue como ver a mi mismo, a Benja convertido en una verdadera nena, no es una niña, si no que en una mujer, delicada, frágil y sensual. Terminé de ponerme la camiseta suave y brillante. Para una mujer eso era una polera perfecta, pero para mi, por mi tamaño y lo fino de mi cuerpo, esa camiseta era una especie de mini vestido que me cubría la mitad de las nalgas, se ajustada a mi voluptuoso trasero, me miré otra vez en el espejo y al mirarme mi pene dio una seguidilla de respingones empujando la tanguita, mi culito se dilató y se contrajo, lo que provocó que el encaje quedara atrapado entre los rosados pliegues de mi anito, como si quisiera devorarlo.
Encendí el televisor, puse el VHS, le di play, apagué la luz y me subí a la cama, con la luz de la televisión iluminando la habitación el contraste era mayor, mi piel blanca y lampiña enfundada en esa ropita de mujer color negro hacían que resaltará mucho más; las sábanas blancas hicieron lo mismo, me comencé a sentir como una nena, recordé la primera vez que vi a papá follar con Mariana y me imaginé siendo ella, estaba vistiendo su ropa, y podía sentir como la feminidad me embargaba, acostado llevé mi mano a mi colita, corrí el hilo de la tanga y puse mi dedo en su lugar, estaba suave y lubricada con la crema que aún tenía, moví mi pequeño dedo e hice presión mientras imaginaba que era la lengua de papá, eso inevitablemente hizo que me delatara aún más y comencé a penetrarme solito. Con mi otra mano libre me tocaba mi penecito, mis coquitos, mi lampiña y suave pelvis, mi estómago por debajo de la blusa, subí hasta mis nuevos pechos, parecían tan reales con ese relleno, me hacían sentir tan niña como cuando papá me había llamado “nena” o “putita”. Mientras me tocaba y la película seguía su curso escuche voces en el pasillo del departamento. Me paralicé, las voces se acercaban a la habitación, saqué mi pequeño dedo que jugaba con mi culito hace unos segundos, saque mi mano de debajo de mi sostenes y me incorporé sentándome en la cama para poner atención, las voces estaban aún más cerca y el pánico se apoderó de mí, la manilla de la puerta sonó al momento que alguien la agarró desde fuera y cuando esta se abría mi corazón no paraba de latir, mi cabeza se calentó de los nervios y me vi a mí mismo convertido en una nena, agarré la sábana y la colcha y salé sobre la cama cubriéndome hasta el cuello justo en el momento que la puerta se abría y las voces ya estaban dentro de la habitación.
- Hola Benjita – escuché mientras de fondo solo podía escuchar el latido de mi corazón como si fuera una bomba de tiempo
- Roberto llegó recién y se quería darte las buenas noches – dijo la Nené asomándose por detrás de su masculino y fuerte hijo.
- ¿Cómo estás chiquitín?
- Bien – respondí
- Te voy a servir la comida Robby, para que vayas a la cocina
- Ya mami – dijo divertido mientras se acercaba a la cama – ¿Por qué estás tan tapado?
- Tengo frío – mentí
- ¿Estás enfermo? ¿Te sientes mal? – dijo acercándose un poco más
- No, ¿Por qué?
- Porque estás todo sudado y medio tiritando, yo creo que tienes fiebre – acercó su manos grande, venosa, de dedos gruesos y largos para posarla sobre mi frente que estaba cubierta de pequeñas gotitas de sudor producto de los nervios.
- No, estoy bien, estoy tapadito viendo la película – intenté sonar relajado
- ¿Qué película es?
La había olvidado, no recordaba qué película estaba viendo, el pánico se hizo presente otra vez, quedé presa del miedo, congelado, intentando pensar para responder, mientras hacía el intento por recordar, Roberto puso una rodilla sobre la cama para tener más alcance agarró la colcha desde el extremo para sacarla y hacer que me refrescara, con mis pequeñas manos agarré las sábanas y la colcha con mayor ímpetu, para contrarrestar el tirón que él estaba dando, pero claramente su fuerza de veinteañero que pasaba toda la semana en entrenamiento militar era mucho más que la de un niño de diez años que por su tamaño ya era más débil y en su condición de nena como me encontraba, me sentía aún más indefenso. Mis dedos agarraron con fuerza pero solo me quedé con la sábana en mis manos, la colcha saltó expulsada hacia mis pies dejando expuesto la tela de la sábana que intentaba tapar la feminidad inminente en la que me había enfundado minutos antes.
- ¿Así es mejor viste? con la pura sábana – dijo mirándome y manteniendo sus ojos fijos en mí. En mis hombros, vi que su cara cambió, pero no dije nada. – ¿No te pusiste el pijama?
- Sí, me lo puse – mentí otra vez, lleno de nervios y de miedo
- ¿Y esto? – dijo agachándose para recoger mi pijama de las ThunderCats que me había sacado hace un momento para convertirme en una nena.
- Me lo cambié – atiné a decir
- ¿Y cuál te pusiste?
- Otro
- Pero tienes los hombros sin nada – dijo en tono de burla o de jugarreta
- Es que me queda grande – volví a mentir mientras mis deditos se aferraban más a las sábanas para mantenerlas en el caso de que quisiera arrebatarla.
Justo en el momento que Roberto agarró la sábana, se escuchó a la Nené que lo llamaba desde la cocina para que fuera a cenar.
- Voy – gritó hacia la puerta – Voy a comer Benjita y te vengo a dar las buenas noches – me dijo, mientras yo respiraba aliviado al ver que se incorporaba para irse, pero no logré darme cuenta en el momento que agarró la sábana y la lanzó a los pies diciendo – Quédate solo con el pijama para que no te de ca… – y se quedó petrificado y con las palabras colgando al ver mi menudo cuerpecito de niño cubierto con encajes negros y rasos enmarcado por las sábanas blancas y solo iluminado por la luz que emanaba desde el televisor. Sin hablar y con sus ojos desorbitados recorrió mi cuerpo, me miró a los ojos, tomó la sábana y me comenzó a cubrir con ella suavemente…
- Roberto se te va a enfriar – se escuchaba a lo lejos
- Ya voy mamá – respondió acomodando la sábana, revolviendo mi cabello y saliendo de la habitación de papá dejándome ver esas nalgas gigantes, masculinas y poderosas que comenzaban en esa espalda en forma de V que lo hacían tan atractivo para mi.
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Gracias por leer y seguir la novela… ¿Hasta ahora cuál capítulo te ha gustado más?
Si quieres leer la parte 22 ya está liberada para todo el mundo en la nueva página, puedes escribirme a mi Telegram, la cuenta es @BenjaLjubetic y te paso el link, también me encuentras en Twitter @macholingerie2 donde subo mi propio contenido, y algunas cosas con papá… (Cuando me escribas, SALUDA, se cordial, dime quién eres y cuéntame porque me escribes, por favor! )
Y si quieres leer el resto de la historia, 85 capítulos en total, (La novela se sigue escribiendo), incluyendo episodios especiales inéditos, con videos y fotos, puedes suscribirte. También me puedes preguntar cómo.
Gracias otra vez por leerme, espero que te esté gustando.
Besitos Benja!
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