Cap. 22: De su hijo a su mujer (Roberto me enseña):
Parte 22 de mi novela autobiográfica… te sugiero leer las 21 partes anteriores. Cuando termines de leer, y si te gustan los capítulos, avísame si quieres leer los 87 que ya he publicado, además de los 12 capítulos inéditos (algunos con fotos y/o videos).

A la distancia escuchaba la voz masculina y la risa de Roberto mientras comía con su mamá. Había llegado esa tarde a visitarnos desde el regimiento, ya hace tres años que había entrado a hacer el servicio militar, y luego se quedó para hacer carrera. Él era como de la casa; ya les conté que lo conocí cuando yo tenía unos cuatro o cinco años, él debía tener unos quince o dieciséis, fue una vez por casualidad, pues la Nené no trabajaba tanto con nosotros, venía solo algunos días. Por ese tiempo yo estaba más tiempo o con papá si no tenía clases en la Universidad, o con mamá si no tenía turnos, o con mis abuelos.
Desde que lo reencontré aquella tarde que que yo almorzaba y él había venido de visita a casa cuando tenía siete años nos habíamos hecho muy cercanos, Roberto era como un hermano mayor, claro que muy diferente físicamente, él era corpulento, bastante alto pero un poco menos que papá, sus brazos eran grandes y sus piernas también, tenía espalda ancha y su trasero se marcaba muy bien en sus pantalones o shorts, era moreno, de pelo negro, siempre corto, pies así debía traerlo por pertenecer al ejército, su voz muy profunda, sus modales como un caballero y sus movimientos precisos, tremendamente masculinos, todo en él era masculinidad; como caminaba, como movía sus manos, como se sentaba, sus piernas abiertas, su risa, sus dientes blancos, sus labios gruesos, su rostro perfectamente afeitado, sus ojos marrones, inquietos brillantes. Roberto tenía una hoyuelos que se le hacían en sus mejillas que le daban un aire de dulzura. Era muy diferente a aquel chico delgado, algo encorvado y retraído que vi por primera vez hace seis años.
Ahora, después de que me salvara de lo que había pasado con Wladimir y como la Nené ya estaba casi siempre con nosotros, sus visitas eran casi todas las semanas. Él era como mi hermano mayor, a veces jugábamos fútbol en la cancha que tenía nuestro edificio, le enseñé a jugar tenis y cuando no podíamos estar afuera mirábamos una película o jugábamos con la consola SEGA que me habían regalado mis abuelos. Me gustaba mucho estar con él, era divertido, me contaba chistes y conversábamos de cosas “grandes” según él decía. Cada vez que podía estaba cerca de él, me gustaba su olor, la textura de su piel morena y el contraste con mi piel blanca, a veces ponía mi cabeza en su muslo mientras él estaba sentado en el sofá y así yo me recostaba a lo largo y podía estar cerca de su pene, sentir sus piernas casi lampiñas cuando vestía shorts.
Ya me había tocado muchas veces pensando en él, más aún en estos meses que papá estaba pendiente de Mariana y ya se había olvidado de mi, imaginaba que Roberto era quien me tomaba con sus masculinos brazos, que era él quien me comía mi culito como lo había hecho papá, y que me penetraba haciéndome gemir. Muchas veces había intentado rozar la entrepierna de Roberto, en nuestros juegos, o mientras me recostaba en sus muslos, como queriendo ver si se erectaba, pero nunca lo logré, deseaba que así fuera pero no lo había logrado.
Mientras Roberto y la Nené conversaban en la cocina me levanté al baño y me quité la ropa que me había puesto. Mi pene se había puesto blando luego del susto de ver a Roberto quitar la sábana y exponer mi cuerpo delicado y blanco, cubierto de encajes, tiritaba de los nervios y de miedo. Seguro que era una mezcla de muchas emociones, no sólo porque Roberto me pareciera muy sexy y deseaba que me hiciera sentir una nena, o que terminara el trabajo que papá había iniciado conmigo. También porque me había sorprendido en la primera vez que me atrevía a usar algo de mujer en mi cuerpo, más bien que se me había atravesado la idea y que había decidido hacerlo, sin pensar en las consecuencias. Sentía vergüenza porque si me preguntaba, que de seguro lo haría, debía inventarle una excusa. No me importaba que le contara a mi papá, pese a la distancia desde la aparición de Mariana en nuestras vidas, seguía sintiendo confianza con mi papá y el lazo que habíamos generado al tener su sexo dentro de mi, era irrompible, o eso es lo que yo pensaba a mis nueve años.
Cuando ya estaba de vuelta en la cama, retrocedí la cinta de película porque “Los Pitufos” seguían haciendo de las suyas y yo no me había enterado de nada. Me senté en la cama para ver los pequeñitos seres azules con gorras y shorts blancos, me encantaba Papá Pitufo, tenía la personalidad de como me gustaban los hombres, le daba seguridad a todos, era el sabio del pueblo y quien siempre resolvía las cosas. No era más guapo, ni con un cuerpo distinto, era nada el mayor de todos con su barba blanca, además de su rol y la actitud para vivir la vida en su mini-sociedad, me gustaba mucho Pitufo filósofo, me hubiese gustado ser como él, y también me hubiese gustado ser Pitufina, la única mujer en ese pueblo, siempre cuidada y respetada por todos los demás hombres, estaba inserto en las aventuras de la televisión cuando me interrumpieron
- ¿No tiene sueño?
- Un poquito – le respondí a la Nené que había llegado a la puerta de la habitación de mi papá.
- ¿Quiere que le traiga un vaso de leche tibia?
- Yaaa – respondí entusiasmado – Con galletas.
- Es tarde Benja
- … – la miré con cara de niñito bueno
- Pero solo algunas
No se demoró mucho en regresar, yo había encendido la luz de lámpara de la mesita de noche y había pausado la película para poder disfrutar de las galletas y la leche.
- Ya mi niño, acá está
- mmmm que rico, gracias Nené
- oiga, pero se debe volver a lavar los dientes
- sí, lo sé.
- oiga Benja, Rober ya me contó
- … – Mi corazón hizo una pausa, mis pulmones no respondieron, mis ojos estaba petrificados en la cara de la Nené, un par de segundos de silencio e intenté parecer normal, sentía que mi cuerpo tiritaba de miedo, pero solo era en mi interior. La pequeña galleta “Morocha” bañada en chocolate que tenía entre mis pequeños dedos comenzó a moverse ya que el chocolate se derritió un poco.
- No le voy a contar nada al papá ¿bueno? – prosiguió la Nené
- … – Por segunda vez mi corazón se paralizó, mi estómago estaba apretado y sentía ganas tremendas de llorar. No podía expresar palabras, nada salía de mi boca, solo sentía pánico.
- Listo! ¿Ya pensaste en cuál vamos a ver? – apareció Roberto por la puerta en tono divertido.
- Que sea algo no tan fuerte Rober – Le dijo la Nené a su hijo
- El Benja va a elegir mami, voy a darme una ducha primero
- … – Yo estaba en otra galaxia, no tenía noción de lo que pasaba, no entendía bien
- Cómase la galleta mijo, que se le va a caer y me va a manchar la colcha de la cama del papá y ahí sí que va a quedar la grande – me interrumpió la Nené.
- Sí… sí… – dije mientras me metía la galletita en la boca y el sabor del chocolate me devolvía un poco a la realidad.
- Ya, entonces tómese la leche y luego vaya a la sala de juegos a elegir la película de terror que le dijo a Rober que quiere ver… ahhh,pero no quiero que ande con miedo después, y como ya está acostado acá, le dije a Rober que la pusieran en esta tele, así si se quedan dormidos no se andan cambiando de pieza, o no se me entumen allá arriba del sillón.. Como le dije mi niño, yo no le voy a contar nada al papá, si usted quiere le cuenta. ¿Bueno?
- Si nené – me tomé el vaso de leche, me comí la segunda galleta y le di el plato y el vaso – muchas gracias nené
- Con gusto mi niño, ahora vaya a lavarse los dientes a su baño y elige la película
Salí de la cama y me fui al baño, seguía confundido con lo de la película, pero no había querido decir nada a la Nené, como dice el dicho a buen entendedor pocas palabras, los pocos fragmentos de lo que pasó en los últimos minutos fueron suficientes para entender un poco lo que pasaba. Roberto se había inventado lo de la película.
Elegí “Pesadilla en la Calle Elm”, no había visto ninguna porque papá no me dejaba, las tenía en la colección de películas que teníamos pero decía que yo era muy pequeño para verlas.
- ¿Ya elegiste la película?
- Sí – respondí girándome hacia la puerta de la sala de juegos, ahí estaba Roberto con su pelo un poco húmedo, la cara reluciente, su cuerpo grande apoyado en el marco de la puerta con el codo que dejaba ver su gran y musculoso bicep con su polera de pijama manga corta y blanca.
- Me voy a buscar un vaso de agua
Mientras el iba a la cocina yo salí corriendo de regreso a la cama de papá, la Nené estaba asegurándose que las cortinas estuvieran cerradas, había vuelto a ordenar la colcha y las sábanas.
- ¿Le pongo la película?
- Si por favor, pero primero hay que retroceder la que está puesta, a papá no le gusta que guarde las películas a la mitad o al final
Mientras el VHS sonaba rebobinando la película apareció Roberto con su vaso de agua, pasó frente a la televisión, le dió un beso a su madre en la frente, para lo que claramente no hizo ningún esfuerzo porque era mucho más alto que ella, y siguió hasta poner el vaso en la mesa de noche del otro lado de la pieza.
- Ya les dije que no quiero nada de miedo, ni llantería, ni pesadillas. ¿Me escucharon?
- Mamá tengo veintiún años
- Si, tiene veintiuno pero igual estas películas de miedo son feas. Y tú Benja igual
- A mi me gusta el miedo Nené – Le respondí intentando poner voz seria y actitud madura
- Si le da miedo yo lo cuido – dijo Roberto
La película se detuvo, la Nené retiró la cinta, le di la caja de Los Pitufos y ella se apresuró a guardar la película.
- Ya!, voy a guardar la película en la otra pieza y me voy a dormir. Ya puse la alarma así que no estén abriendo las ventanas, y tápense bien. ¿Vas a dormir acá Rober?
- ehhhmmm… yo creo
- Sí mejor duerme acá así no dejas solo al Benja, que le va a dar miedo la película – dijo la Nené en tono de burla – ya buenas noches
- Buenas noches mamá
- Buenas noches Nené
- Les voy a cerrar la puerta mejor.
- Bueno
La puerta se cerró, Roberto se incorporó y fue a poner la película en el VHS, mientras él maniobraba el reproductor dándome la espalda miraba su porte, su ancha espalda, la parte trasera de sus brazos y como sus músculos se marcaban al hacer simples movimientos, su trasero resaltaba en la delgada tela de su pantalón de pijama, era un poco ancho, color gris, me parecía tan masculino, el olor a su perfume inundaba la habitación.
- ¿Listo? – Preguntó volteándose con cara divertida, sonriendo y mostrando sus blancos y perfectos dientes.
- Sí, súper listo.
Presionó el botón y se sentó a mi lado en la gran cama, acomodó su espalda en los cojines y acomodó tu gran y sexy cuerpo en las sábanas blancas
- Sí te da miedo me dices. ¿Bueno?
- Ya soy grande, no me dan miedo
- ¿Pero esta ya la viste?
- No, pero sé de qué se trata, Eric me la contó en el colegio.
Mientras veíamos la película en más de una ocasión había dado saltos del susto, cuando aparecía Freddy con su cara llena de cicatrices y esos dedos como cuchillos, pero en la escena que en Tina estaba en la cama con su novio Ted, me pasaron dos cosas, la primera es que me dio mucho miedo ver como Tina era asesinada y como la sangre manchaba toda la habitación, y la segunda me dio cosquillas en mi penecito y en mi culito al ver al sexy novio de Tina casi desnudo, en esos típicos slips blancos mostrando ese cuerpo de chico adolescente. (Si quieres ver la escena que me refiero puedes escribirme a t.me/sgwsgw y les paso el link, recuerda ser cortés y educado para pedirlo). Al mirar la escena mientras las marcas de las garras de Freddy aparecían en el cuerpo de Tina, no pude evitar cubrir mi cara, el brazo de Roberto me llevó hacia él y me acomodo a su lado protegiéndome, a medida que la escena avanzaba y Tina se elevaba como levitando por sobre la cama, fue imposible no gemir un poco por el miedo. Roberto me apretó un poco más hacia él, con su mano en mi espalda y con la otra tomo mi mano y la llevó a su pecho, así ambos nos quedamos abrazados y seguimos viendo la película.
Mi mano estaba apoyada en sus pectorales, eran mucho más grandes y firmes que los de papá, mis delgados dedos rozaban su tetilla izquierda y podía sentir como estaba dura, y en el reflejo de la luz que emitía el televisor podía ver como la pequeña protuberancia elevaba la tela la la polera blanca. Su olor era delicioso, su calor era exquisito, las sensaciones que tenía eran maravillosas, ahí me acerqué un poco más si es que se podía y solo nuestros pijamas nos separaban. Al notar que me acerqué más a él, su mano que descansaba en mi espalda comenzó a acariciarme suavemente, me sentía en la gloria, era tan maravilloso volver a sentirme protegido en los brazos de un hombre, y más aún de uno tan masculino como era Roberto. Mi pierna se trepó por la suya, mis dedos se movieron tímidos jugando con la erección de su pezón y mi rodilla ya se había acomodado a centímetros de su entrepierna, podía sentir el calor que emanaba precisamente de ese lugar.
Su brazo me atrajo un poco más, si es que se podía, cuando hizo ese movimiento deje de mirar la televisión y lo miré hacía arriba, mi cabeza seguía apoyada en su pecho y mis ojos hicieron contacto con los de él. Me sonrío con su mirada. Sin decir palabras me incorporé un poco, sin separar mis ojos de los suyos subí y le bese sus gruesos y masculinos labios. Un cosquilleo que no puedo describir me inundó y sentí fuego en mi pequeña boquita rosa. Cuando despegué mis labios de los suyos, sus ojos seguían fijos en mí, su expresión y su sonrisa seguían ahí, antes de que me separara para volver a apoyar mi cabeza en su pectoral, se gran mano tomó mi mentón y lo llevó hacia él, esta vez su boca tomó la iniciativa y sus tibios labios se pegaron a los míos, su lengua apareció decidida y penetró la barrera de mis labios delicados, su sabor me impregnó, su saliva era como un néctar, la textura de ese líquido que emanaba era como cuando pruebas el azúcar derretida antes de convertirse en caramelo, su boca se abrió más mientras su mano agarró mi nuca y se pegó más a mi. El beso duró muchísimo, su mano nunca dejó de acariciar mi espalda y la otra no dejó de presionar mi cara contra la suya como si quisiera que nos fusionáramos.
- Eres lindo
- Tú también
- Te veías lindo con lo que estabas hace un rato
- …
- ¿Siempre lo usas?
- No – dije muy tímido – es la primera vez
- ¿Alguien sabe?
- … no… nunca lo había hecho
- ¿Y por qué lo hiciste?
- Porque… porque… – tenía la respuesta pero me era imposible sacarla, me comencé a poner rojo de vergüenza.
- ¿Por qué? Dime, que no te de vergüenza – Me dijo dándome un beso fugaz
- Me… me gusta
- ¿Qué te gusta?
- Sentirme como una niña – bajé mi cara y la escondí en su pecho
- Pues luces como una niña hermosa – me dijo tomando mi mentón y levantando para que nuestros ojos se encontraran
- ¿Tú crees?
- Claro que sí, yo te vi.
- Gracias – atiné a decir tímido
- ¿Te puedo preguntar algo?
- Sí
- ¿Ya habías besado antes?
- ¿Por qué?
- Porque lo haces muy bien
- Practico con mi brazo – mentí
- ¿Ah sí? ¿Cómo? muéstrame
Me acomodé, subí la manga de mi pijama y deje descubierto mi delgado y blanco brazo, lo doblé y acerqué mi boca a la parte interna de mi codo y comencé a darle besos tímidos, como tantas veces había hecho antes imaginando que besaba a papá, al abuelo, al entrenador, al papá de mi amigo Eric y al mismo Roberto.
- Se ve muy bien eso, hazlo más apasionado – me pidió
Acerqué aún más mis labios a mi piel, y mi lengua jugó con la lengua ficticia de un hombre sexy en mi cabeza, mientras mis labios se entregaban a un beso apasionado como Roberto me lo había pedido.
- ¿Así?
- Eres un excelente besador Benja – me dijo mientras me acariciaba el cabello – me dejarías verte con la ropita que traías hace un rato.
Sólo asentí con la cabeza, estaba excitado y asustado a la vez, era algo nuevo para mi y con uno de los machos que me excitaba cuando estaba solo, pensar en la masculinidad de Roberto, en entregarme a él como lo había hecho con papá, en lamerle su pene, en sentir que me penetrara me volvía loco. La luz de la película que seguía corriendo en el reproductor era lo único que iluminaba la habitación, y entre las voces y gritos de los actores me fui al closet a buscar las mismas prendas que me había puesto después de la ducha. Roberto se quedó en la cama, miraba la televisión y puso sus manos tras la cabeza, mostrando la amplitud de sus pectorales y la grandeza sus musculosos biceps morenos que resaltaban aún más con el blanco de la polera que traía puesta y con los colores que emanaban desde el televisor.
Entré al walking-closet y fuí en busca de las prendas que había usado, saqué mi pijama y comencé a ponerme las tanguitas y la misma polera de seda negra con la que Roberto me había descubierto hace un rato, antes de calzar las tanguitas pasé mi mano por mi culito y con un dedo toqué la entrada, imaginé que era uno de los grandes y venosos dedos de Roberto, y me puse feliz porque antes de entrar a la cama me había limpiado mi culito como sabía debía hacerlo, estaba listo para que Roberto pudiera hacerme suyo, tan solo pensar en eso me dio cosquillas en mis pequeñas bolitas, pero mi pene no se erecto. Deje las otras prendas de Mariana donde estaban originalmente, unas medias, otras tanguitas, y algo como una bata de tela negro transparente.
- Ya estoy listo – dije muy nervioso y tiritando de miedo y de vergüenza
- Ven para verte
- Me da vergüenza
- No seas tontito Benja, si somos como hermanos
- Por eso me da vergüenza – dije solo asomando la cabeza, él seguía en la misma posición y lo vi tan lindo, que me dieron ganas de comerlo a besos
- Ya, ven, si no pasa nada, ya te vi vestido así y quiero verte otra vez
- Bueno – dije tímido y caminé lentamente intentando tapar la lencería que traía puesta pero claramente era imposible, me acerqué a la cama y me quedé de pie junto a ella.
- Ven acá arriba – dijo Roberto acomodándose entusiasmado y dándole golpecitos a la colcha como indicando dónde debía ir.
Me subí tímido y me ubiqué donde él me indicó, me tomó por la cintura y luego pasó su mano por la polera negra de seda, la sensación de frescura de la tela y la calidez que emanaba de la mano de Roberto y que atravesaba la tela me hicieron estremecer.
- Levántate un poco la polera – me pidió.
Me levante la polera y pude ver que quedó maravillado con la tanguita que traía puesta, el color negro resaltaba en mi piel y cubría mi colita y mi pequeño pene que por primera vez no se ponía duro, no sabía si era por la vergüenza, el nerviosismo, o tan solo porque el sentirme con un ropa de chica anulaba totalmente mi erección infantil.
- Te queda hermoso – me dijo mientras se acercó y me dio un beso en la frente.
- ¿Te gusta?
- Me gusta mucho, pareces una niñita
- Me gusta ser una niñita … – me quedé en silencio
- ¿Qué pasó?
- ¿No te molesta que sea un niño y que quiera ser una niña?
- Claro que no Benja, claro que no… oye y ¿Estas cosas de dónde las sacaste?
- Estaban el closet de papá, pero son de Mariana – dije afirmando algo que era obvio
- Hahaha! Claro no se si tu papá se pondría algo de eso – dijo Roberto bromeando – A ver, quiero que me modeles la ropa – me entusiasmo divertido.
Me puse nervioso, era la primera vez que usaba algo de nena, nunca me había comportado como una, solo había gemido como una al tener a papá dentro de mí, había imaginado en mis sueños el ser una nena, pero nunca me había comportado como una. Todas mis actividades eran de chico, mis amigos, el fútbol, las carreras, las peleas, los videojuegos, nunca había pensado siquiera en cómo debía hacer o ser para comportarme como una chica.
- Mira, anda al closet y te vienes caminando para acá como modelo, como Cindy Crawford
Me acordé de ella, era la modelo de moda de finales de los ochenta, me parecía una mujer hermosa, creo que para muchos hombres, había visto algunos desfiles de ella en la televisión y fotos en las revistas Cosas que compraba mi abuela y coleccionaba en su casa. Me puse de pie y fui al closet, esperé unos minutos e intenté salir lo más sexy posible para que Roberto me viera como Cindy Crawford y quisiera hacerme el amor, estaba deseándolo tremendamente. Miré su cara mientras caminaba en la punta de mis pies, simulando que traía tacones, llegué a la cama y me senté cruzando las piernas.
- Guau! te ves como una verdadera modelo, me encanta, pero debes mover un poco más las caderas y parar un poco la colita, hazlo otra vez – me pidió en tono un poco suplicante.
Yo fui hasta el closet y al cabo de unos segundos salí intentando hacer lo que me había pedido, era difícil mantener el equilibrio en la punta de los pies, parar la cola y menear las caderas como una supermodelo.
- Muy bien, te ves muy sexy – me felicitó – ¿Hay algo más de esas ropa ahí?
- Sí hay otras cosas – dije sentado en la cama y apuntando el closet
Roberto se incorporó y fue al closet a ver la ropa que había, no era mucha, pues no es que hubiera un cajón con cosas o algo por el estilo, solo un par de prendas en un lugar específico junto a las poleras de papá. Asumí que no las encontraba pues Roberto estaba tardando un poco en encontrarlas.
- En el espacio más pequeño, sobre los cajones están las poleras dobladas de papá, ahí junto a las poleras está lo…
No pude terminar de explicarle pues de pronto apareció Roberto saliendo del walking closet enfundado en las medias negras que claramente eran gigantes para mi, pero se adhieran perfecto a sus musculosas y casi lampiñas piernas, traía una tanga blanca cubría todo su pene y testículos. La polera blanca se la había doblado y había hecho un pequeño nudo haciendo parecer que era un peto como los que estaban de moda en esa época. Me miró, me sonrió, caminó en la punta de los pies tal como yo lo había hecho y se dirigió hacía donde yo estaba sentado en la cama. Al caminar podía ver como movía sus caderas, a mitad de camino se detuvo y se dió una vuelta, tal como hacen las modelos al final de pasarela. Cuando terminó la vuelta puso sus manos grandes y masculinas en su cintura, que al verlas bajo su peto anudado, más la tanga del mismo color y las medias negras lo hacían ver tan femenino que me costaba ver la línea entre el Roberto militar, masculino y atlético y esta nueva versión. Siguió caminando, se paró junto a mi, se arrodilló y puso su boca que estaba ardiendo sobre mis labios que estaban petrificados al igual que todo yo al ver lo que estaba pasando.
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Gracias por leer y seguir la novela… ¿Hasta ahora cuál capítulo te ha gustado más?
Si quieres leer la parte 23 ya está liberada para todo el mundo en la nueva página, puedes escribirme a mi Telegram, la cuenta es @BenjaLjubetic y te paso el link, también me encuentras en Twitter @macholingerie2 donde subo mi propio contenido, y algunas cosas con papá… (Cuando me escribas, SALUDA, se cordial, dime quién eres y cuéntame porque me escribes, por favor! )
Y si quieres leer el resto de la historia, 99 capítulos en total, (La novela se sigue escribiendo), incluyendo episodios especiales inéditos, con videos y fotos, puedes suscribirte. También me puedes preguntar cómo.
Gracias otra vez por leerme, espero que te esté gustando.
Besitos Benja!
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