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Gays, Incestos en Familia, Sexo con Madur@s

Cap. 23: De su hijo a su mujer (Compañero de Juegos)

Parte 23 de mi novela autobiográfica, te sugiero leer los 22 capítulos anteriores. Cuando termines de leer, y si te gustan los capítulos, avísame si quieres leer los 92 que ya he publicado, además de los 12 capítulos inéditos (algunos con fotos y/o videos)..

 

Sus labios gruesos y calientes se empezaron a mover poco a poco y me deje llevar, y recordé todas las veces que me he besado con papá, la sensación era totalmente diferente, era la segunda vez en mi vida que besaba a otra persona.

Su lengua apareció decidida a atravesar mis pequeños labios de niño y el veinteañero Roberto comenzó a moverla hasta encontrar la mía, que hizo exactamente lo mismo, mientras me besaba emitía pequeños gemidos casi imperceptibles, pero la cercanía me hacía escucharlos perfectamente, lo imité pues me parecieron tan femeninos, tan de chica y como ambos estábamos vestidos en lencería me sentí en confianza, mientras el beso proseguía, las manos de Roberto se apoyaron en mis piernas, muy delgadas, muy lampiñas, pequeñas y suaves, el contacto con la tibieza de sus manos, lo grande y firmes hizo que mi pequeño pene se erectara, estaba sintiendo delicioso  el como me tocaba como me besaba y como gemía. Mi cabeza daba vueltas de la excitación del momento, de la maravillosa sensación de estar con la ropa de Mariana, vistiendo por primera vez algo femenino y más aún por el contraste de la masculinidad de Roberto a mi lado, quien había sido motivo de tantas fantasías y deseos al verlo tan grande y tan hombre, pero que ahora, estaba ahí en esas panties, cubriendo las gruesas y musculosas piernas, esa polera simulando un peto de nena y esa tanguita blanca que en él se veían maravillosas por el contraste de su piel morena.

Estaba seguro que Roberto se había vestido así para darme el valor de hacerlo, para que no sintiera vergüenza y pudiera sentirme cómodo. Había imaginado tantas veces el ser una nena para mi papá, había deseado tanto que papá me tratara como una mujer, que lo hiciera siempre, recuerdo cuando me llamó nena la primera vez que puso su pene glande en mi, cuando yo le pedí que quería que me hiciera lo mismo que le hacen los hombres a la mujeres

¿Te gusta?

Si me gusta mucho sentir tu pene en mi culito papi.

En tu vagina – me dijo mientras me miraba fijo – si quieres que te ponga mi pene acá, será tu vagina y yo podré hacer todo lo que hacen los hombres con las mujeres

Entonces vas a convertir mi culito en vagina – pregunté entre curioso y excitado

Sí, si quieres hacer esto debes saber que esto es lo que hacen los hombres con las mujeres, y los hombres hacen esto con las vaginas de las mujeres.

Sí papi, entonces toca mi vagina – le pedí con la voz más sería que un niño de nueve años puede pedir algo así.

«Cómo se lo haces a mamá» (Diálogo del Capítulo Trece)

Un año después de ese momento, cuando papá entró en mi por primera vez solo con su glande y me llenó de su semen, estaba yo con Roberto. Ahora en lencería y deseando sentirme como me había sentido, deseando ser una nena y que Roberto fuera el segundo hombre en penetrarme como ya papá lo había hecho en ocasiones. Habían pasado muchos meses desde que Mariana ya estaba con papá y que yo no tenía ningún tipo de actividad sexual más que espiar a papá mientras le hacía el amor a su novia.

Roberto separó sus labios de los míos y fue bajando por mi mejilla y llegó a mi cuello, me preguntó si estaba todo bien y yo solo asentí con la cabeza y él posó otra vez sus gruesos labios en mi casi transparente, largo y muy fino cuello.

  • ¿Te gusta?
  • Sí Robert
  • Ven subamos a la cama

Se recostó a lo largo y yo junto a él, nos abrazamos y nuestras bocas volvieron a juntarse, ahora más intenso, con más confianza, sus manos se perdieron en mi espalda por debajo de la polera de seda negra que me hacía sentir tan delicado, podía sentir el pesado brazo masculino sobre mi pequeño cuerpo, podía sentir el olor a su perfume de hombre, podía sentir sus dedos gruesos y manos asperas aferrarse a la parte baja de mi espalda, a mi cadera y a mis nalgas, era tan pequeño que con unos simples movimientos Roberto me recorría casi completo, sus dedos comenzaron a hurgar por el borde de la tanguita para perderse entre ella y mi piel, se me erizaban los delgados vellos por el placer que sentía, sus dedos de acercaron a la separación de mis nalgas y lograron tocar los pliegues de mi culito cuando me acomodé un poco para darle un acceso más fácil, fue inevitable no emitir un gemido, pues hace mucho tiempo que mi culito no había sido usado o tocado por alguien distinto a mi, a mis nueve años y con las últimas andanzas de espionaje sexual a papá, me había vuelto un experto en darme placer a mi mismo, con mis dedos en mi culito, imaginando que era una vagina como la de Mariana, para que papá me la comiera, la lubricara, la usara como él quisiera. Pero ahora eran los masculinos dedos de Roberto que estaban volviendo a hacer sentir mi culito como tantas veces papá lo había hecho. La yema del dedo de Roberto me tocó suavemente, presionó un poco y con toda la mano me empujó hacia él para estar más juntos, mi pelvis quedaba a la altura de su ombligo, podía sentir la piel de su abdomen firme y musculado, la instrucción militar le había donado de un cuerpo hermoso, como lo de los actores de cine, sus músculos sin ser grotescos se marcaban perfecto al moverse, su abdomen estaba marcado y su cadera era firme, sus nalgas muy grandes, carnosas y musculosas, eso era una de las cosas que más me llamaba la atención. De pronto Roberto subió un poco, separando nuestras bocas, al subir por nuestra diferencia de tamaño mi cara quedó a la altura de sus pectorales, se sentían firmes, pero no los podía ver porque el peto improvisado los estaba cubriendo. Tomó mi mano y me hizo abrazarle, al tocar su espalda a la altura de cintura dio un respingo, su piel era suave y la acaricié con un poco de torpeza, tenía experiencia, pero un niño de nueve años jamás tendrá la de un joven de veinte, eso hizo que me tomara la mano y la guíara hasta su cadera y luego hasta su glúteo.

  • Aprietalo – me ordenó
  • Así – le dije mientras mi pequeña mano se apoyaba en esa nalga grande y carnosa, estrujándola un poco.
  • ahhh…. – gimió – sí… así

Mi mano tímida recorrió su glúteo, podía sentir la mezcla de su piel y en ocasiones de la tela de la tanga que traía puesta, él solo gemía y me tocaba mi cara. En un momento se incorporó y se quitó el peto dejando sus pectorales a la vista, eran hermosos, volvió a acomodarse, pero esta vez me puso de espaldas y él se sentó sobre mi, sus piernas gigantes estaba a cada lado de mi cuerpo y el estaba de rodillas mirándome, desde abajo podía ver su rostro perfilado, sus labios gruesos, sus dientes blancos, su pelo corto, un poco de barba, pues de seguro ya llevaba dos o tres días sin afeitarse, y tenía la vista perfecta a su abdomen firme y sus pectorales voluminosos. Sus manos tomaron la polera que traía puesta y la levantó desde mi cintura, elevé los brazos y me la sacó dejándome desnudo de la cintura para arriba igual que él. Se acomodó un poco, puso sus manos a un costado de mis hombros, y bajó su cara para darme un beso tierno, recorrió mi cara con sus labios y pequeños y suaves besos en mis mejillas, la frente, mi nariz, mis lóbulos, mi cuello, mi pecho, mis tetillas y ahí se detuvo, las besó, las lamió, las mamó como lo hace un bebé y con su lengua jugó con ellas, el placer que estaba experimentando era maravilloso, podía sentir como estaban erectas y cuando hacía eso con la punta de la lengua la sensación era aún mejor, era inevitable sentir que mi hombre comía las tetitas de su mujer, pero no tenía la confianza de hacerlo, solo me deje hacer, cerré los ojos y disfrute del placer que me estaba dando. Su boca abandonó mi pecho y bajó por mi abdomen, me besaba, jugaba con su lengua en mi ombligo, en el costado de mi cintura y llegó a mis caderas, la tela de la tanguita impedía el paso, pero él con sus dedos la tomó y comenzó a bajarla. Volvió a mi ombligo y de ahí bajó lentamente con la punta de lengua hacia mi pelvis que estaba desnuda, mi pelvis blanca, muy translúcida, obviamente lampiña pues aún faltaban varios años para iniciar la transformación de niño a hombre, mi penecito estaba erecto y no tardó más que unos segundos en ponerlo entre sus labios y mamarlo completo, lo miré y podía ver sus labios cerrados en posición de silbar y tragando mi pene, los presionaba y me hacía sentir muy rico, con su lengua comenzó a jugar con mis testículos, sin sacar los cinco centímetros duros de su interior, el grosor de sus labios era mayor que el grosor de mi pene, pero parecía no importarle, levantó su miraba y estuvimos así un momento, él sin cerrar los ojos y sin dejar de mamar me miraba esbozando una sonrisa de vez en cuando, yo solo sentía el placer de la tibieza de su boca y de la humedad de la lengua jugando con mis pequeñas bolitas, que estaban llenas de su saliva, que se escurría para bajar directamente por mi entrepierna hasta llegar a la entrada de mi culito que con la excitación no podía dejar de cerrar y abrir, ya me estaba imaginando el pene de Roberto ahí, intentando entrar, no se lo había visto aún, pero me imaginaba que si todo su cuerpo era así de grande y musculoso, su pene no podía ser menos. Dejó mi pene y regresó a mi pecho, mordió suavemente mis tetillas, las lamió, las besó y se recostó junto a mi.

  • Te toca a tí, hazme lo mismo, chúpame las tetitas.

Lo miré me incorporé me senté sobre él, con mis rodillas a sus costados y tomando su misma posición imité lo que él había hecho, besé su grueso cuello, moreno, venoso y luego baje por su pecho, seguí la hendidura que une los pectorales, producto del ejercicio estaba muy marcado, cada pectoral era gordo, grande, amplio, moreno y coronado por una aureola un poco más morena, no tan grande pero con una tetilla muy dura, su tetilla era como mi pequeño glande, pero no tan rosado. Besé una de ellas y luego la lamí para terminar succionándola, la chupé tal como un bebé chupa un chupete, al hacerlo pude ver como se puso aún más dura y pareció incluso crecer un poco. Cuando me pegué a su tetilla para mamarla él no paraba de gemir, sus gemidos eran ahogados seguramente para que la Nene no nos escuchara, me gustaba escuchar que gimiera, pues significaba que lo estaba haciendo bien y que estaba gozando, comencé a ir de una tetilla a la otra, pasarle mi lengua y mirar como se erectaba me gustaba mucho. Mientras lo hacía su mano me acarició mi cabello, mi cuello, mis hombros. Era un sueño poder estar con Roberto así, disfrutarlo y que me hiciera disfrutar. Luego de un momento imité sus pasos y dejé su lampiño pecho para bajar por su abdomen, los músculos eran duros y se podían sentir las separaciones entre uno y otro, lo toqué con mis delgados dedos, pues era impactante, nunca había tocado algo igual, había visto al hermano de mi amigo Eric con los músculos así, pero nunca había tocado algo como eso, besé su ombligo, y llegué hasta el borde la tanguita blanca que cubría todo y solo una pequeña rosita blanca estaba por sobre su pelvis, me fijé que no tenía pelo, ni uno, totalmente lo contrario de papá que tenía mucho, me gustaba sentir el pelo ahí, le bajé la tanga y su pene era inmenso, muy moreno más que todo su cuerpo pero estaba blando, al bajarle la tanga este quedó apoyado sobre sus testículos y entre las piernas. Sus testículos tampoco tenían pelo, recuerdo que pude ver unos pequeños pelitos, por lo que entendí que no era lampiño como yo, sino que se los quitaba. Si bien es cierto a mis 10 años ya tenía una vida sexualmente bastante activa, pero no tenía muchos amantes para poder saberme un conocedor de cómo eran los hombres, mis encuentros y conversaciones con papá me habían ayudado a tener alguna idea, pero en ningún caso me hacían experto, además que en el colegio no existía la educación sexual en esos años, por lo que la oportunidad de saber cómo eran los hombres y también las mujeres, eran bastante limitadas y en ese aspecto puedo decir que era un afortunado, pues yo no sabía si mis compañeritos de curso tenían mis mismas experiencias, aunque ya pronto me iría enterando de algunas cosas.

Tomé su pene con mis blancas manos y el contraste era increíble, no solo por el tamaño, sino que por el color, así dormido como estaba era inmenso, no podía imaginar siquiera cómo sería eso erecto, sin dudas muchísimo más grande que el de papá. Usé mis dos manos y mi pulgar con el índice no se podían siquiera tocar por el grosor, y necesitaría unas dos manos o quizás tres para cubrir el largo completo, baje mi cara y lo besé, saqué mi lengua y lo lamí, y abrí mi boca para meter la punta de su pene, pero justo antes de hacerlo él se incorporó y se dió vuelta. Sus grandes nalgas ahora estaban mirando el techo y su musculosa y gran espalda captaba toda mi atención.

  • Me besas la espalda – me pidió

Yo me acomodé, me senté otra vez sobre él, mi pequeño culito se sentó sobre el suyo y me recosté sobre su espalda, le bese el cuello, los hombres y fui llenándolo de besos por todas partes y con mis pequeñas manos devorando su piel que me daba mucho placer, era muy suave, muy brillante, sin duda Roberto estaba gozando pues sus gemidos se acrecentaron, a me medida que recorría su espalda hacia abajo, con mis manitas y con mis labios me guia acomodando para tener mejor acceso a mis caricias, Roberto se movía como pidiendo más, llegué a la espalda baja y me encontré con sus nalgas, esas que había mirado tantas veces, ahora estaban ahí frente a mi, duras, grandes, prominentes, lampiñas, masculinas. Las toqué tímidamente pues nunca había hecho eso con alguien, con papá nunca jugué o toque sus nalgas de forma exclusiva como estaba a punto de hacerlo ahora, en algún momento las había rosado, pero nunca las había tenido así, a mi disposición para contemplarlas y tocarlas como quisiera.

  • Tócalas si quieres
  • ¿Cómo te toqué la espalda?
  • Sí… y si quieres las besas también
  • ¿Te gustaría?
  • Sí, mucho… me encanta

Mientras hablábamos mis manos habían comenzado a tocar sus nalgas, la sensación era mucho mejor que la de su espalda y sus gemidos erán muchos más que antes, iba despacio de una a la otra y a veces mis manitos se perdían entre ellas, me acerqué y besé una de ellas lo que provocó un suspiro profundo en Roberto, eso me encantó y volvía a hacerlo, continué y no separé mis labios de la piel de sus nalgas, que ya estaban desnudas pues la tanguita se la había quitado al incorporarse, lo único que traía puesto eran las panties negras que hacían que sus piernas se vieran muy lindas. Sus manos tocaron sus nalgas y mientras yo las besaba él se las apretaba, subía y bajaba su cadera.

  • Pásame la lengua –  me pidió

Así fue cómo transformé los besos en pequeños lametones en sus nalgas que se contraían y hacían que su músculo se marcara aún más, con sus propias manos agarró sus nalgas y las abrió y pude ver la entrada de su culito, los pliegues de su ano y como apretaba y soltaba, su cabeza estaba metida en la almohada y no paraba de gemir, lo miré e instintivamente llevé mi boca a la entrada de su culito y lo besé, fue un beso tímido, estirando los labios, mis pequeños y rosados labios calzaban perfecto con sus pliegues, deje mis labios pegados ahí y su trasero se elevó un poco más como pidiendo que no me separara, sus manos abrían más sus glúteos para darme más acceso, y así fue como saqué la lengua e imitando a papá cuando me había comido el culito y tantas veces, o como se los había comido a Mariana comencé a comerle el trasero a Roberto, a mi masculino Roberto que seguía acostando, parando más el trasero y abriéndolo hasta más no poder para yo seguir jugando con mi lengua en él. Sus gemidos eran ahogados, suaves, delicados, sus manos grandes y firmes se aferraban a las sábanas blancas, su cuerpo grande y musculoso se movía, con los ojos cerrados emitía pequeños gemidos entrecortados y yo lo miraba queriendo estar en su lugar. Pues si bien es cierto me estaba encantando todo eso, nada de lo que había pasado era lo que yo esperaba, nunca pensé que Roberto usaría lencería, que me lamería mi pene o que yo le comería su culito, pues imaginaba todo lo contrario.

Luego de mucho tiempo así, él se incorporó y me besó, nos abrazamos como dos novios, me miró, me acarició y me volvió a besar.

  • ¿Te gusta?
  • Sí, mucho – respondí
  • ¿Ya lo habías hecho antes?
  • … 
  • Yo creo que sí, porque besas muy rico
  • Sí, pero nunca había pasado la lengua ahí – dije apuntando su trasero
  • ¿No? ¿Y te gustó?
  • Sí, me gustó
  • Qué rico, a mi me encantó, me hiciste gemir mucho
  • A mi también me gustó cuando me pasaste la lengua en mi penecito
  • Si fueras más grande te hubiese dejado meterlo
  • Nunca lo he hecho
  • Claro, eres muy niño… ¿Nunca lo has hecho?
  • … – lo miré sin saber que responder
  • ¿Nunca lo has metido?
  • No, nunca…
  • ¿Y te lo han metido?
  • … sí
  • ¿Quién? – me miró sorprendido
  • No te puedo contar – le dije
  • No fue Vladimir, ¿Verdad?
  • No
  • Pero cuéntame
  • No puedo
  • ¿Algún compañero del cole?
  • no – negué con la cabeza
  • Y cuando te lo hicieron ¿te gustó?
  • Sí, mucho
  • Te lo han hecho muchas veces
  • No muchas, pero si
  • Pero dime quien fue
  • No, no puedo ¿Quieres hacérmelo? – le invité
  • … no puedo
  • ¿Por qué no?
  • eehh… porque yo solo recibo
  • ¿Cómo?
  • …es que a mi los hombres solo me lo meten
  • … – abrí mis ojos impactado por lo que me decía, nunca había hablado de esto con alguien como lo estaba haciendo con Roberto y creo que no podía salir de mi asombro al tener a un hombre tan varonil, que siempre había visto con admiración, por forma de actuar y de ser, diciéndome eso, que estaba recién entendiendo – ¿y porque no lo metes?
  • es que… no se como explicarte
  • ¿no te gusta meterlo?
  • ¿Sabes por qué me puse esto? – dijo apuntando las medias que aún traía puestas
  • Para mostrarme cómo debía vestirme – respondí inseguro
  • No, porque me gusta sentirme una mujer
  • … y ¿Eres mujer con otros hombres?
  • Sí, por eso no lo meto, solo me gusta que otros hombres me lo hagan
  • ¿Pero las mujeres tienen vagina?
  • Jajaja, si Benja, pero esta es mi vagina – dijo tocándose su culito
  • Yo quiero tener vagina – dije para luego taparme la boca
  • ¿Te gustaría?
  • Sí, cuando papá me lo hacía le pedía que me lo hiciera como lo hacía con las mujeres, pero él me decía que yo era un hombre, pero igual a veces me decía que era su putita

Cuando vi la cara de Roberto al escuchar mi última frase entendí que nunca debí haberla dicho.

 

 

_____

Gracias por leer y seguir la novela… ¿Hasta ahora cuál capítulo te ha gustado más?

Si quieres leer la parte 24 ya está liberada para todo el mundo en la página web exclusiva de la novela, puedes escribirme a mi Telegram, la cuenta es @BenjaLjubetic y te paso el link, también me encuentras en Twitter @macholingerie2 donde subo mi propio contenido, y algunas cosas con papá… (Cuando me escribas, SALUDA, se cordial, dime quién eres y cuéntame porque me escribes, por favor! )

Y si quieres leer el resto de la historia, 104 capítulos en total, (La novela se sigue escribiendo), incluyendo episodios especiales inéditos, con videos y fotos, puedes suscribirte. También me puedes preguntar cómo.

Gracias otra vez por leerme, espero que te esté gustando.

Besitos Benja!

79 Lecturas/8 julio, 2025/0 Comentarios/por MachoLingerie
Etiquetas: colegio, culito, hermano, hijo, mayor, militar, semen, vagina
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