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Gays, Incestos en Familia, Sexo con Madur@s

Cap. 24: De su hijo a su mujer (La ducha):

Parte 24 de mi novela autobiográfica, te sugiero leer los 23 capítulos anteriores. Cuando termines de leer, y si te gustan los capítulos, avísame si quieres leer los 99 que ya he publicado, además de los 13 capítulos inéditos (algunos con fotos y/o videos)..

Cap. 24 De su hijo a su mujer

 

A la mañana siguiente cuando desperté estaba solo en la cama de papá, con mi pijama puesto y todo en perfecto orden, la puerta estaba entreabierta y podía escuchar a la distancia ruidos que venían de la cocina. La noche anterior estaba aún en mi cabeza, intenté recordar algunas cosas, pero no todo estaba tan claro. Me levanté y fui al closet, ahí estaba la ropa de Mariana doblada como si nada hubiese pasado, en mi cabeza el recuerdo de Roberto vestido en lencería y diciéndome que era mujer con otros hombres no me dejaba. Entre al baño, hice pipí y salí en dirección a la cocina, ahí me encontré a la Nené con Roberto terminando de preparar el desayuno.

  • Se despertó el señorito – dijo la Nené divertida
  • Buenos días Benja – me saludo Roberto
  • Hola… – respondí un poco adormilado y confundido.
  • Tiene sueño aún mi niño 
  • Si Nené, ¿Qué hora es? – Le pregunté
  • Van a ser casi las 9 – Respondió Roberto, adelantándose a la respuesta de su mamá
  • ¿Durmieron bien?
  • Sí, súper bien – respondí mientras me sentaba en la silla junto a Roberto
  • Dormimos como troncos mami, no terminamos ni siquiera de ver la película – dijo Roberto

Durante el desayuno conversamos entre los tres de diferentes cosas y al terminar era hora de bañarme y vestirme, pues papá había llamado que llegaría antes de almuerzo y que ya me había prometido hacer algo entretenido este fin de semana. Me levanté de la mesa, dejé mi taza cerca del lavavajillas y le avisé a la Nené que me iba a bañar.

  • Se va a bañar en el baño suyo o del papá
  • En el mio
  • Voy a preparar las toallas y a entibiar el agua, así le puedo ayudar, ¿Bueno mi niño?
  • Si quieres yo puedo preparar el agua mami – le dijo Roberto
  • No Rober, gracias, si usted está de descansando hijo, aproveche.
  • Pero mamá si no es trabajo, buscar la toallas entibiar el agua y listo! 
  • Bueno, ya, cuando estés listo Benjita me avisas y te voy a enjuagar – Ya tenía diez años, pero desde siempre mi papá o la Nené me ayudaban con el enjuague.
  • Pero si lo yo hago mami – insistió Roberto
  • Pero hijo, si la nana soy yo, además que va a estar el niño desnudo
  • Jajaja – rió Roberto – pero mamá si hasta he dormido con este cabro chico, que le voy a ver que yo no tenga o que no haya visto.

Los tres reímos y yo fui a mi habitación. Mientras seleccionaba la ropa del closet que iba a usar entró Roberto con el par de toallas que su mamá le había dado y entró directo al baño sin decir nada, a los pocos segundos escuché el agua correr. Cuando ya había seleccionado la ropa que usaría ese día para salir con papá Roberto me avisó que el agua ya estaba lista. Me saqué el pijama y desnudo entré al baño.

  • ¿Quieres que me quede o me llamas cuando estés listo para enjuagarte?
  • Te llamo cuando esté listo – respondí. Quizás estás pensando que debí decirle que se quedara y la verdad querido amigo lector me hubiera gustado que se quedara, que me tocara, que me abrazara, que me besara. Pero tenía tanta confusión en mi cabeza que no sabía muy bien cómo actuar, nunca había besado a otro hombre que no fuera mi padre, solo lo había hecho en mis sueños, y nunca me había encontrado con alguien tan grande como Roberto que sintiera deseos de ser una chica. En mi imaginario de niño y en la concepción de lo masculino y femenino para esa época (finales de los años ochenta), los roles sociales de las mujeres y de los hombres estaban muy marcados, y junto con ellos las maneras de ser, de vestirse, de moverse y de comportarse en la sociedad. Los colores de la ropa, los gustos musicales, los deportes. Todo estaba perfectamente organizado para ser gusto de niñas o de niños, los intermedios no eran algo que pudiesen ser encontrados todo el tiempo, es por eso que ver a Roberto de una manera ante todo el mundo y como lo había visto la noche anterior junto a mi me parecía aún más extraño, pues era tanto un hombre que cumplía con todas las normas que la sociedad le exigía al hombre, pero también era una mujer, y lo que habíamos compartido me demostraba que también cumplía con los estándares sociales que se esperaban de las mujeres, al menos en lo estético.

Me duché muy bien e incluso me lavé mi culito como papá me había enseñado hace un tiempo, no quería que Roberto me viera haciendo eso y es por eso que le pedí quedarme solo, luego de un tiempo cuando ya estaba listo, le grité a la Nené que estaba listo para que me ayudara con el último enjuague. En su lugar como ya sabía que ocurriría apareció Roberto, sonriente como siempre, sus dientes blancos resaltaban en su piel morena. Lo que había ocurrido la noche anterior y lo que había descubierto no había influído en lo guapo que me parecía y en apreciar lo masculino que era en su actuar. Traía puesto un pantalón deportivo, no tan ajustado, pero dejaba apreciar perfectamente sus nalgas y sus piernas, venía descalzo como normalmente andábamos en casa, la climatización nos permitía estar así todo el año. Su polera era bastante holgada, pero aún así se podían ver los músculos de sus bíceps. Me encantaba.

Roberto tomó el comando de la ducha teléfono y me fue poniendo agua en la cabeza y yo con mis dedos fui sacando el posible exceso de shampoo, no era mucho pues cada vez lo hacía mejor. Cuando terminamos Roberto me acercó las toallas, primero sequé mi cara y pelo con la más pequeña como normalmente lo hacía y luego con su ayuda me arropé con la toalla más grande. Roberto me pasó la toalla suavemente por el cuello y los hombros, ambos en silencio no decíamos nada, él como siempre sonreía con sus ojitos y con sus labios, los hoyuelos de sus mejillas nunca se borraban. Eso me gustaba mucho de Roberto, siempre expresaba mucha alegría, se agachó poniéndose en cuclillas para quedar más cómodo, me pidió levantar los brazos y así tener acceso más directo a mis blancas y lampiñas axilas, las que secó con mucha suavidad, desde ahí tomó impulso y comenzó a bajar por el costado mi pecho, pasando por mis costillas y llegando a mi muy diminuta cintura, pasó la toalla por mi espalda y bajó hasta mis respingadas pero pequeñas nalgas, las amasó con suavidad, presionando y restregando la toalla, luego siguió bajando por la parte trasera de mis piernas y antes de llegar a mi pies puso la toalla en su pierna y me pidió subir mi pie para secarlo, con sus dedos fue separando uno a uno mis pequeños deditos de los pies y los secó delicadamente, me sentía como la Cenicienta cuando el príncipe azul estaba agachado junto a ella intentando probar el zapato, me hubiera gustado ser la princesa y que Roberto fuera mi príncipe azul. Cuando terminó con ambos pies, subió por mis delgadas pero firmes y fibrosas piernas, mis muslos tenían el desarrollo de un niño de siete u ocho años, siempre había sido más menudo que la media de mi edad, era el más pequeño del curso, de mis primos y uno de los tres más pequeños en el equipo de fútbol, eso no me molestaba para nada, me gustaba pues, todos los hombres que me gustaba eran más grandes que yo, y eso me hacía sentir especial, me encantaba que papá fuera mucho más grande que yo por ejemplo, y que fuera más más grande que Roberto, me gustaba que mi amigo Eric fuera pequeño como yo, y que su padre fuera aún más alto que el mio, aunque el papá de Eric era bastante más delgado, tenía sus ojos claros y el pelo con algo re rizos, era un hombre joven y muy atractivo. Además que usaba lentes y los hombres o los niños con lentes me parecían lindos.

Roberto subió por mis muslos, y me pidió abrir las piernas para pasar aún con más suavidad la toalla en mis pequeños testículos, que por la temperatura del agua estaban muy separados de la piel, mis testículos eran chiquitos, de un color muy blanco, con la piel muy suave, algo rosada y totalmente lampiños, llegó a mi pene y me pidió que yo lo tomara y corriera la piel para dejar al descubierto la piel rosada de mi glande, la toalla me medio pequeñas caricias que me hicieron cosquillas, cuando lo hubo secado volví a cubrir la cabeza de mi penecito con la piel delgada de mi prepucio y Roberto siguió la ruta por mi abultada pelvis, no era gordita, pero era grande, redondita y muy blanca, todo ese espacio entre el ombligo y mi pene era muy clara, de piel muy tersa y las venas color violeta se transparentaban. Siguió subiendo y el algodón de la toalla rozó mis tetillas pequeñas y rosadas, del mismo color de mi glande, cuando sentía la suave textura de la tela me dio un calor interno y mi pequeño pene pareció dar un respingo, pero que no fue más que la sensación, pues nada en él se movió, mi culito se contrajo y fue como una sensación de calor que duró solo unos segundos. Cuando la suavidad de la toalla llegó a mi cuello, los dedos de Roberto entraron también en contacto con mi piel, no los había sentido más que solo en los pies cuando me los secó, pero el resto del cuerpo solo sintió la toalla que sacó la humedad después de la ducha.

El sentir sus masculinas, grandes y morenas manos en mi delicada piel me hizo sentir una corriente que volvió a hacer que mi cuerpo se contrajera, cerré los ojos dejando que mi piel sintiera el placer que ese contacto me había provocado. De pronto sentí algo en mis labios, abrí los ojos y eran los labios de Roberto que se habían pegado a los míos, se sentían tibios y carnosos, su respiración entrecortada inundaba mi cara, instintivamente abrí levemente mis rosados labios y mi pequeña lengua entró en contacto con la piel tibia de sus labios, su lengua hizo lo mismo y tímidamente comenzó a salir para alcanzar la mía, nuestras salivas se mezclaron y poco a poco la intensidad comenzó a subir, su saliva sabía delicioso, era dulce y al saborearla mis labios se juntaron para atrapar su lengua, como si se tratara de un dulce y comencé a chuparla, haciendo que salivara aún más llenando mi boca de su sabor. La mano de Roberto se posó en mi nuca y atrajo mi cara aún más con la suya, como si me quisiera tragar, su lengua se movió rápido y con la fuerza y dureza logró abrir mi boca y penetrarla con intensidad. La tibieza de sus labios los podía sentir en mi bigote, en la comisura de mis labios y en mi mentón, nuestra diferencia de tamaño era tan evidente que con su boca podía tragar gran parte de mi cara, me sentía tan vulnerable ante ese beso, y cuando me pidió abrir la boca y sacar la lengua lo hice sin cuestionar pues mi vulnerabilidad me hacía entregarme completamente, ya estaba perdido en ese beso, ya estaba perdido entre sus labios, cuando saque mi lengua él puso sus labios en forma de beso sobre ella, de arrodilló quedando más alto que yo, por lo que con mi boca abierta quedé mirando hacia arriba y el debo caer su saliva en mi lengua. No pude evitar emitir un gemido, la sensación era increíble, me atrajo hacia su cuerpo con ambas manos, sin separar su boca de la mía y volvió a soltar saliva en mi, sentía como salía suavemente de su boca y entraba en la mía, era como beber almíbar y eso me estaba gustando, era algo que jamás había hecho y que seguramente me hubiese cuestionado hacer si hubiese sabido antes que se podía, pero ahí estaba desnudo, de pie, tiritando de placer mientras este moreno hermoso de veintiún años me estaba entregando un placer que no pense sentir. Cuando mi lengua estaba llena de saliva con sus labios grandes y gruesos la atrapó y comenzó a hacer lo mismo que yo había hecho hace un momento, comenzó a chuparla como si se tratara de un dulce. Después de un tiempo abandonó mi lengua, siguió con mis labios, mi mentón, mis mejillas, mi cuello, mis hombros, mi pecho, mi ombligo y sin dejar pasar mucho tiempo, su boca se tragaba mi pene que estaba muy erecto. Mis pequeñas bolitas colgaban sueltas por la excitación, mi penecito sólo dejaba libre la punta de mi glande rosado que se veía entre la piel rugosa de mi prepucio. Roberto jugaba con su lengua y la pasaba por todo mi pequeño pene. Para que te hagas una idea no debe haber sido más largo ni más grueso que tu meñique. Imagina poner tu meñique entre tus labios, tus labios formarían un pequeño círculo, como una pequeña o casi imperceptible. Y si empujas un poco tu meñique para que entre en tu boca este solo tocará un poco tu lengua. ¿Lo intentaste?. Así seguramente es como Roberto sentía al tener mi pequeño pene en su boca. El placer que yo estaba sintiendo me estaba volviendo loco, la lengua de Roberto era tan grande y mi pene y testículos tan pequeños que tenía todo dentro, y con su lengua, que la sacaba cada ciertos momentos, masajeaba mis coquitos llenándolos de saliva, avanzando hacia atrás, la podía sentir completamente en el perineo, ese espacio justo entre las piernas y que está a medio camino entre donde terminan los testículos y se encuentra el culito. Sus manos se posaron en mis nalgas y comenzó a hacer un vaivén como si fuera yo mismo quien se movía y lo penetraba. Llevé mis manos a su cabeza y sentí su pelo corto entre mis dedos. Comenzamos a gemir muy suavemente y yo un poco más intenso cuando sus manos comenzaron a amasar mis pequeñas nalgas, a abrirlas y cerrarlas, a separarlas  para darle espacio a uno de sus dedos hasta que alcanzara la textura rugosa de la entrada de mi culito.

Su boca cálida abandonó mi pene y sin dejar mi piel comenzó a subir por mi pelvis, mi pancita, mi pecho y se detuvo en mis tetillas, junto sus labios y las comenzó a succionar, pasaba de una a la otra y yo solo disfrutaba, el placer que me estaba dando Roberto era mucho.

  • ¿Te gusta?
  • Si… – respondí casi ahogado del placer
  • Dame un beso – me pidió cariñoso

Acerqué mi boca a la suya, él seguía hincado mientras nos besamos tan o más intenso que la vez anterior.

  • ¿Puedo ver tu pene? 
  • Sí – me dijo mientras se incorporaba y se bajaba el pantalón deportivo que traía.

No traía puesta ropa interior, por lo que al bajar su pantalón pude ver su pelvis afeitada, su pene moreno colgó junto a su pierna y estaba en reposo. Me sorprendió que no se erectara, pues mi pequeño pene de niño, estaba constantemente erecto cuando estaba con papá o ahora que estaba teniendo mi segunda experiencia con Roberto.

  • ¿Por qué no está duro? – pregunté curioso
  • Siempre está así el mío – me contestó despreocupado.
  • Pero papá me dijo que cuando a los hombres les gustaba se les ponía duro el pene. ¿Acaso no te gusta?
  • Sí me gusta mucho, pero mi pene no se pone duro
  • ¿Nunca? – pregunté un poco sorprendido
  • A veces, pocas veces.
  • Aunque te lo toquen – dije mientras extendía mi mano para volver a sentirlo como lo había hecho la noche anterior.
  • Es que nunca me lo tocan
  • ¿Cómo lo haces entonces, sólo por tu vagina? – dije un poco divertido recordando que la noche anterior él me había dicho que su trasero era su vagina
  • Como te conté solo me gusta que me toquen mi culito, me gusta que los hombre me hagan cosas ahí
  • ¿Cómo a las mujeres?
  • Sí, por eso te dije que me gusta ser mujer para ellos
  • Pero eres hombre…
  • Sí, soy hombre, pero me gusta sentirme una mujer
  • ¿Y hablas como mujer?
  • No… es decir, a veces
  • ¿Y te vistes como mujer?
  • A veces uso cosas que usan las mujeres, como las que usamos anoche
  • ¿Y tú por qué usaste eso de Mariana?
  • Quería saber qué se siente
  • ¿Y por qué?
  • Siempre he querido hacer lo que hacen las mujeres con los hombres
  • ¿Y tu papá te trata siempre como mujer?

Mi pene que había dejado de estar erecto durante la conversación se puso duro de inmediato al escuchar esa pregunta, Roberto se dio cuenta, sonrió, tocó mi pene y llevó su boca a él antes de que pudiera contestar.

  • ¿Ya estás listo Benja? – Se abrió la puerta y papá apareció, quizás cuánto tiempo había pasado desde que me había metido a la ducha que papá ya había llegado y me sorprendió con los ojos cerrados, con mis manos en la cabeza de Roberto mientras él me regalaba una mamada que me estaba haciendo suspirar.

_____
¿Quieres saber que pasó con papá…?  lee el siguiente Capítulo: «Camino a Olmué» el número 25 que ya está liberado en la página web exclusiva de la novela, puedes escribirme a mi Telegram, la cuenta es @BenjaLjubetic y te paso el link, también me encuentras en Twitter @macholingerie2 donde subo mi propio contenido, y algunas cosas con papá… (Cuando me escribas, SALUDA, se cordial, dime quién eres y cuéntame porque me escribes, por favor! )

Y si quieres leer el resto de la historia, 112 capítulos en total, (La novela se sigue escribiendo), incluyendo episodios especiales inéditos, con videos y fotos. También me puedes preguntar cómo en el Telegram.

Gracias otra vez por leerme, espero que te esté gustando.

Besitos Benja!

46 Lecturas/29 septiembre, 2025/0 Comentarios/por MachoLingerie
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