Cap. 25: De su hijo a su mujer (Camino a Olmupe):
Parte 25 de mi novela autobiográfica, te sugiero leer los 24 capítulos anteriores. Cuando termines de leer, y si te gustan los capítulos, avísame si quieres leer los 105 capítulos que ya he publicado, además de los 13 capítulos inéditos (algunos con fotos y/o videos).

- ¿Qué pasó?
- …
- Te he preguntado treinta veces y no me respondes, dime ¿Qué pasó?
- …
- Última vez que te pregunto. ¿Qué pasó?
- …
- Suficiente – dijo molesto, detuvo el auto a la orilla del camino entre unos arbustos para dejar libre la pequeña ruta que nos llevaba a nuestro destino – No nos vamos a mover de acá si es que no me dices que es lo que está pasando.
- …
- Benjamín, basta! – me gritó – ¿Por qué estabas haciendo eso con Roberto? ¿Desde cuándo te hace eso? ¿Acaso crees que es normal? ¿ Crees que está bien que un hombre le está chupando el pene a un niño?
- … tú… tú también me lo has chupado
- Eso no tiene nada que ver, no estoy hablando de mi, estoy hablando de lo que hacías con Roberto. ¿Te obligó a hacerlo?
- …no…
- Entonces, ¿Por qué haces esto? ¿Con quién más lo haces? ¿Cuántas veces ha pasado Benjamin?
- …
- ¿Cuántas veces? – gritó aún más fuerte
- …
- Responde por la mierda!
- .. d…do…dos – respondí asustado.
Desde que nos subimos al auto no había dejado de tener mis dedos entrelazados entremedio de mis rodillas, y mirándolos todo el tiempo, no era capaz de mirar al frente y menos de hablar. Cuando salimos del departamento y cruzamos Santiago para tomar la carretera e ir a la casa de campo de Olmué tampoco dije nada y mantuve mi postura. Podía darme cuenta de la rabia de papá al conducir, el cómo pasaba los cambios, como reclamaba contra los conductores, y el sonido constante e incómodo que hacía al respirar, parecía una olla a presión, como cuando la Nené prepara las alcachofas y a medida que se van cocinando, el vapor retenido dentro de la olla va saliendo cada ciertos segundos para evitar que explote. Así estaba papá sentado junto a mí, sin pronunciar palabra, hasta que rompió el silencio con ese ¿Qué pasó?
- ¿Dos veces? Ha pasado dos veces y no me había enterado – dijo con la voz más relajada, pero con una evidente molestia.
- …
- Mírame
- …
- Mírame Benjamin
- …
- Te estoy diciendo que me mires – volvió a alzar la voz y con su gran mano agarró mi mentón y me hizo girar la cabeza con cierta brusquedad para que mis ojos se encontraran con los de él.
Sus ojos estaban rojos, sus mejillas que estaban medio cubiertas por la masculina barba de papá, también estaban rosadas, tal como quedaban después de que hacía el amor conmigo o con Mariana, o cuando hacía ejercicios para mantener ese cuerpo que tanto admiraba y añoraba sentir. Lo miré fijo, casi sin expresión, no sabía muy bien que debía sentir. No tenía miedo, ni vergüenza, tampoco sentía que estaba mal lo que había pasado, por lo que no tenía arrepentimiento. Me sentía sí un poco confundido por la reacción de papá, no entendía porqué se molestaba al verme haciendo algo que ya había hecho con él. Me parecía incluso un poco tonto que se molestara, pero después entendí que quizás sentía lo que yo sentía al verlo haciendo el amor con Mariana.
- Lo que hiciste y lo que él te hizo no está bien Benjamín – dijo en tono seco y firme, aumentando el volumen y la intensidad para terminar pronunciando mi nombre lleno de rabia.
- ¿Por qué no?
Abrió los ojos en evidente sorpresa ante mi pregunta. En mi cabeza la pregunta era correcta, porqué yo no tenía derecho a hacer lo mismo que ya había hecho con él, pero ahora con otra persona. Papá ya lo había hecho con Mariana; no entendía, no sentía y no me parecía algo descabellado el que yo también haya hecho lo mismo. ¿Cuál era el problema?
- ¿Por qué no? ¿Por qué NO?, en serio me estás preguntando eso! – mientras gritaba yo bajé la mirada a mis rodillas otra vez – Mírame mierda – me dijo lleno de rabia agarrando con rudeza mi mentón y poniendo otra vez mi cara frente a él – Tú eres un niño, ese huevón es un hombre, los niños no deben hacer eso con los grandes, y menos con hombres.
- Pero tu me has chupado mi pene – espeté frunciendo mi ceño y mirándolo con intensidad
- … no… no es lo mismo – vaciló al responder
- Tú eres grande, yo soy chico; tu eres hombre y yo soy niño.
- Pero yo soy tu papá Benjamín!
- ¿Entonces está bien que contigo lo haga?
- … no, pero al menos yo te conozco desde niño
- Roberto lo conozco desde que yo era un bebé papá
- Sí, pero yo no quiero que te hagan daño
- No me hizo daño – volví a fruncir el ceño y mirarlo con rabia
- ¿No? Dime que hicieron
- No te voy a decir
- Benjamin, dime.
- No
- ¡Me dijiste que lo han hecho dos veces! ¿Por qué no me contaste la primera vez que pasó?
- Porque no estabas
- Claro que no estaba, si hubiera estado eso no habría pasado. ¿Cuándo fue?
- Ayer
- ¿Ayer?
- Sí
- ¿Nunca antes? ¿Seguro?
- … – Bajé la mirada otra vez a mi rodillas esperando un nuevo grito de papá y su mano brusca moviendo mi mentón, pero está vez se acomodó en el asiento y sus dos manos fueron a mis hombros, hizo que me girara completamente y quedamos cada uno en su asiento, él junto al volante y yo yo en copiloto mirándonos frente a frente.
- ¿Seguro?
- Sí papá
- Benja, no quiero que te hagan nada malo
- No me hizo nada malo
- ¿Te obligó?
- No papá
De pronto toda esa rabia que tenía contenida papá en su interior se transformó en un abrazo, me acercó a él y me rodeo con sus fuertes y masculinos brazos, apoyó mi cabeza en su pecho y la suya muy cerca de mi cuello, podía sentir su respiración en el borde de mi polera. Una de sus manos me acariciaba la nuca, la otra me acariciaba la espalda.
- Te quiero bebé – decía repetidamente y con suavidad, el aliento de sus palabras golpeaba mi cuello y hacía que mi piel se erizara al sentir su cercanía, su amor y su protección.
Lo abracé de regreso, y me pegué más a él, con sus manos firmes me levantó desde mis axilas y me sentó sobre sus piernas, primero desabrochó mi cinturón de seguridad e hizo espacio en el asiento que él ocupaba para permitirme estar cómodo, me senté en sus piernas y el abrazo se extendió un poco más, me sentía muy protegido en sus brazos, me encanta sentir el olor de su piel y la combinación con el perfume que usaba, el olor a limpio de su ropa, la textura de su barba, su piel firme, pero tersa, todo en papá era maravilloso para mi. No tenía ninguna comparación con la cercanía que sentía con Roberto. Y en ese abrazo entendí lo que me haría clasificar a los hombres en el futuro, mi padre no solo era un hombre, como yo, como Roberto, como mi Entrenador, como mi amiguito Eric o su papá, o como mi abuelo, o mis primos, mi papá además de hombre era un macho. Todo en él era masculinidad, el movimiento armonioso de sus manos al hablar, el como se abrían y se cerraban sus labios al hablar, sus piernas firmes y su pisaba intensa al caminar, su pelo, su barba, sus ojos, sus dientes, su olor, su saliva, todo en él tenía cantidad precisa de esencia de hombre que en ese momento a mis diez años estaba recién nombrando.
Levanté mi cara para mirarlo y lo besé en su mejilla, justo en el borde donde se separa la piel con el fin o el inicio de la barba, una línea siempre bien cuidada, perfecta, como todo en papá.
- Te quiero papi
- Yo también hijo, quiero que me di…
Mi segundo beso fue directo a tus labios, que no pudieron terminar la frase pues mi pequeña boca atrapó la suya, mis labios delgados y delicados se aferraron a los de él, podía sentir su bigote haciendo cosquillas en mi rosada boca, y cuando sentí que papá estaba decidido a despegarse de mí, mi pequeña lengua intrépida se coló y penetró en él, sintiendo la tibieza de su saliva y la textura rugosa pero agradable de la lengua de papá. Ese contacto entre nuestras lenguas fue el click necesario para que papá se dejara llevar y sus brazos se aferraron más a mi pequeño cuerpo, su mano en mi nuca me tomará con más intensidad y comenzará a mover sus labios en un ritmo constante y frenético, desde la suavidad del primer contacto hasta expresar el hambriento deseo de querer devorar la pequeña boca de su hijo, la misma que la noche anterior había besado los labios de Roberto y se había perdido en sus nalgas comiéndole el culo que tantas veces había admirado pensando en la masculinidad que irradiaba al verlo con el conjunto de su cuerpo, pero que tal como había descubierto, esa masculinidad era casi inexistente en la intimidad.
Mis pequeñas manos comenzaron a explorar la piel de papá bajo su polera, me encantaba su piel, tantos meses sin sentirla, tantos meses sin tocarlo de la manera que lo estaba haciendo ahora, recorrí con ellas todo lo que pude y él por su parte estaba haciendo lo mismo, la primavera estaba en su apogeo por lo que no necesitábamos mucha ropa ese día que había amanecido soleado y por eso traíamos ropa casi de verano. Era septiembre y el clima es bastante cambiante así que la Nené nos había ayudado a poner en nuestros bolsos ropa para el calor y también para el frío. En Olmué, en la casona familiar, está casi siempre caluroso, pero las playas que están muy cercanas podrían estar un poco frías e incluso lluviosas. Pese a lo que había pasado con Roberto, y cómo al día siguiente era feriado, papá estaba cumpliendo con lo prometido, pasaríamos el final del fin de semana juntos.
Sus manos comenzaron también a recorrer mi cuerpo, en dos segundos podía tocar toda mi espalda y en otros dos podía tocar todo mi pecho y pancita, no solo por la intensidad que él imprimía al hacerlo, sino que por sus grandes manos podían abarcar mucho de mi piel y de mi pequeño cuerpo. Me sentía protegido y deseado entre sus manos, podía diferenciar perfectamente un abrazo de padre e hijo, y un abrazo de padre-amante e hijo-amante. Y este que estaba iniciando era más bien el segundo, el sentir sus dedos rozar mi tetilla derecha provocó un gemido infantil, papá al escucharlo, regreso a mi tetilla y tal como si fuera un botón de un control remoto, provocó otro gemido infantil, eso lo motivó a subir su otra mano a prendarse de mi tetilla izquierda y al tocar las dos juntas con suavidad provocaron en conjunto un gemido feminil, totalmente natural. Cuando papá lo escuchó puse darme cuenta que su intensidad fue mayor, luego de que emitiera un suspiro de placer al escuchar mi gemido, puso sus pulgares e índices alrededor de mis dos tetillas y con suavidad pero con decisión las presionó hasta sacar de mi un nuevo gemido aún más intenso y largo que el primero, pero que no pude terminar porque su boca tragó la mía y ahogó el placer expresado por mi infantil cuerpo.
- Te amo – dijo separando sus labios de los míos, para darse el tiempo de hablar y darme el tiempo de recuperar el aire que me faltaba, un segundo después volvió al ataque pero antes tomo mi polera y me la arrebató con desesperación, miró mi pecho desnudo, mis tetillas rosadas, pequeñas y duras por la acción de sus dedos, relamió sus labios y pegó su boca a una de mis tetillas la mamó un momento y se fue a la otra, yo solo gemía e intensifiqué mis gemidos al sentir el palpitar de su pene en mis piernas, mi cuerpo presionaba su entrepierna al estar yo sentado sobre él, pero su virilidad era mucho más potente que todo mi ser, y aún con mi cuerpo sobre él, su pene tenía vida propia y podía moverse, haciéndome saber que estaba ahí.
Me incorporé como pude para darle libertad y me puse a horcajadas entre sus piernas, quedando de frente a papá, tomé su polera y se la quité. Así padre e hijo quedamos a pecho descubierto mostrando la diferencia evidente de tamaño, textura y masculinidad. Pero evidenciando la similitud de nuestra genética, mi pequeño cuerpo era una copia calcada del suyo, era un pequeño Ignacio pero con piel más clara y delicada. Seguramente papá había sido igual que yo a mi edad. Acerqué mi pecho al suyo y el contacto fue delicioso, ese movimiento hizo que mis rodillas se apoyaran en el asiento y por lo tanto mi culito tuvo que elevarse del asiento permitiendo que las grandes manos de papá se apoderaran de él. Sentir dos manos agarrando mis pequeñas nalgas como si fueran una fruta madura era algo que me encanta, pese a tener mis shorts, podía sentir la firmeza de sus dedos, queriendo exprimirlas, mientras el magreaba mis nalgas mi boca se prendó a la suya, y su humedad me embargó. Recordé la saliva de Roberto y su sabor dulce, la textura como de almíbar, la saliva de papá era totalmente diferente, era aún más espesa si es que se podía y su sabor era más intenso, más maderoso y duraba mucho más en mi boca.
Me separé un poco de papá y apoyé mi espalda en el volante, puse apreciar su belleza natural, tan hombre, tan masculino, tan macho, lo miré desde el pelo y fui bajando por su cara, su cuello, su pecho, lo inspeccionaba completamente, no quería perderme nada de él, su ombligo era pequeño, su abdomen, sin tener los músculos de Roberto, era plano y no tenía siquiera un pequeño bulto, un pequeño camino de vellos iba desde su ombligo hacia su entrepierna, cuando lo seguí me encontré con la cabeza de su pene que se había escapado del shorts y estaba totalmente expuesto, los vellos de su abdomen alrededor de su pene estaban húmedos por el efecto de la excitación de papá. Volví a mirar su cara, y cuando nuestros ojos se encontraron le sonreí, me incorporé y regrese al asiento del copiloto y sin que papá lo esperara llevé mi boca a la cabeza de su pene y bebí todo el líquido que estaba emanando de ella, este jugo si era un néctar, dulce, espeso, empalagoso, me encantaba su textura y no pude evitar gemir al sentir como invadía toda mi boca, como se mezclaba con mi dulce saliva y creaban juntos una mezcla perfecta, abrí mis labios y con mi pequeña lengua los recorrí humedeciéndolos con esa mezcla que padre e hijo creábamos, así con los labios húmedos y brillantes de presemen fui coquetamente a devorar los de papá. Me besó y lamió mi boca como queriendo sacar la dulzura de mis labios. Cuando acabó de lengüetear lascivamente mi boca, llevó sus manos al cierre de su shorts, lo abrió y tomó su pene sacandolo por ese espacio, así esa maravillosa muestra de masculinidad de papá apareció en todo su esplendor, grande, duro, venoso y húmedo. Con su dedo índice fue hasta la punta de su pene, desde donde no paraba de salir ese liquido transparente y viscoso, lo tomó con suavidad y una gota gigantesca quedó en la punta de su dedo, nos miramos, me sonrió coqueto y acercó su mano a mi cara, yo me quedé quieto y me dejé hacer. Su dedo se apoyó en mi labio inferior y lo recorrió, para luego seguir con el superior, tal como si de un labial se tratara me había aplicado su líquido y empapado mis labios que sin duda brillaban por el efecto de su viscosidad.
Cuando sentí el líquido en mis labios, tenía una textura espesa, era como una especie de jarabe que me cubría los labios, lo que provocó que un calor me invadiera un poco más, instintivamente llevé mi lengua a los labios y los relamí mientras desabroché y quité mi short quedando en un pequeño slip de color blanco que me quedaba un poco suelto, pues era de un modelo de esos que usaban los abuelos. Cuando terminé y con mi boca empalagosa del líquido de papá, me acerqué nuevamente a él, sentándome a horcajadas como antes, él me seguía atentamente con sus ojos, y podía ver la lujuria en ellos al sentir la piel delicada de su hijo tocar la masculinidad de su cuerpo, lo besé con suavidad y volví a hurgar con mi lengua entre sus labios, eso sacó un suspiro intenso de la boca de papá me llenó de su aliento y nos fundimos en un beso que iba aumentando de intensidad poco a poco. Que delicia sentir su boca, su pecho desnudo junto al mío y sus manos ahora con libre acceso a mis nalgas, pues era muy fácil meterlas entre mi slip. Su pene seguía aún erecto y a cada momento podía sentir el calor que emanaba a través de mi slip o si me movía un poco directamente con la transparente piel de mis nalgas. Llevé mi mano para sentirlo y mis dedos pudieron rodear el cilíndrico mazo de carne, mis deditos podían percibir las venas gruesas que lo atravesaban y sin exagerar podían sentir el bombeo de la sangre que corría a través de ellas, presioné con mis dedos varias veces y eso hacía que papá incrementara los movimientos de su lengua dentro de mi boca, haciendo que el beso fuese aún más intenso. Subí con mi mano por el tronco voluminoso hasta su glande, que estaba a medio cubrir con su prepucio abundante, el líquido no paraba de salir, toda clase de sensaciones me embargaban y era porque estaba sobre estimulado; por una lado tenía la boca de papá junto a la mía, su lengua re-explorando lugares que había dejado de explorar en los últimos meses; las manos de papá se aferraban a mis nalguitas y no dejaba de mezclar entre caricias y apretones; mi pequeño pene erecto rozaba con el slip y se apretaba contra la barriga de papá, haciendo que el delgado prepucio que cubría mi glande se desplazara y me diera pequeñas corrientes eléctricas; mi mano sentía el palpitar y el grosor de la verga de papá, y mis deditos estaban embarrados del jugo que de ahí afloraba, jugo que ya había probado y que papá había depositado en mis labios como un regalo. En ese momento volví a recoger el líquido preseminal pero sin llevarlo a mi boca, lo dirigí a mi culito que se exponía cada vez que papá amasaba mis glúteos, pues su movimiento hacia que se separaran o se juntaran mis lampiñas nalguitas, dejando el boton de mi rosado anito expuesto y a la vista. Si hubieras estado ahí en ese momento podrías haber escuchado el gemir y el sonido de nuestros labios al unirse y separarse, podrías haber sentido el olor de papá, la manera como su masculinidad era expresada en su aroma e inundaba el auto, hubieses podido ver como nuestros cuerpos se unían entre caricias y besos; y por cierto si hubieses estado muy cerca hubieses visto como del glande de papá emanaba ese líquido transparente sin cesar y como mi culito se exponía, viendo sus pliegues, viendo el contraste de lo blanco de mis nalgas y el rosa de mi entrada, hubieses podido tocar si hubieras querido, e incluso hubieras podido pasar tu lengua por mi culito o por el pene de papá para sacarle el jugo tibio y viscoso que salía.
Al poner mi dedo lleno de presemen en mi culito volví a gemir, a gemir como un niño, un gemido que era una mezcla entre masculinidad y feminidad, y ahí descubrí que esos gemidos volvían loco a papá, pues solo escucharlo, su intensidad subía un poco más. Mi culito se abrió y tragó la yema de mi dedo, la lubricación del espeso presemen de papa hacían que fuera solo placer al meterlo en mi, además de que el tamaño de mi dedo era muy pequeño en comparación con lo que ya había entrado. Moví mi dedo como queriendo esparcir el presemen por todos lados y lo saqué para volver a lubricar por la parte exterior, había soñado tantos meses con esto, había pasado tanto tiempo desde la última vez que incluso había llegado a pensar que no volvería a ocurrir. Subí mi mano a la cara de papá, sentí su barba, separé mi boca de él, lo miré a los ojos, estaba rojo de placer, gotitas de sudor le inundaban la frente, me sonrió con sus labios rojos e irritados, seguramente los míos estaban igual, los sentía hinchados por el efecto de sus chupetones, y así mientras lo miraba y le expresaba todo lo que sentía con mis ojos, me acomodé, puse mi rosado culito junto a la cabeza húmeda de su pene y tragué su glande en un solo movimiento, casi como un profesional, puje tanto como pude que llegué a quedar sin aire, y su grueso glande atravesó mi culito, cerré y apreté para mantenerlo sin quitar la vista de los ojos de papá que seguía con sus manos en mis nalgas, pero ahora las estaba separando, para sin ponernos de acuerdo ayudarme con la penetración. Al apretar y exprimir el glande papá en mi interior, pude sentir como una gran gota de presemen debió salir y lubricar aún más mi rosado culito, me levanté por un segundo liberando el glande de papá pero de inmediato regresé y lo tragué con dedicación, puje cuando pude y logré sentir un poco más profundo. No tenía dolor, era tanta la excitación y el deseo de ser sometido por papá que el tener el control sobre la penetración hacían que fuera solo placer lo que sentía. Mi cabeza se llenó de imágenes de las veces que papá me había penetrado, de las veces que había visto desaparecer el pene de papá en la vagina de Mariana y de como Roberto me había regalado su culo para mamarlo transformado en una vagina, y en ese momento sentí que el mío también lo era, que era la vagina que siempre había querido tener para que papá gozara. Y eso era gracias a Roberto, que me había abierto esa puerta de que sí era posible ser hombre, o niño en mi caso, y tener vagina. Fue así como volví a pujar y deje caer un poco más mi culito hasta que sentí el tela del short de papá rozando mis nalgas, papá me soltó el culito y se apoyó en el manubrio, intentó acomodarse y eso fue perfecto, porque su pene entró aún más en mi, eso me dio más placer y pude gemir como lo que era, gemir como un niño, con tonos un poco más agudos asimilando a una mujer y a veces un poco más graves como si fuera ya un hombre. A mis diez años estaba experimentando la sensación de tener el control total sobre papá, de gemir como una hembra o como un macho y de decidir si lo que tenía entre las nalgas era un culito o una vagina.
Papá comenzó a moverse para entrar y salir de mí, por su posición no podía sacar todo el pene de mi interior, y eso era perfecto, porque no quería dejar de sentirlo. Acomodé mis pies sobre el asiento y de esta manera permití que tuviera más libertad para moverse, e incluso para volver a agarrar mi culito y mis caderas, para levantarme y disponer de mi como su objeto de deseo, como si fuese un masturbador de silicona que pudiera mover como él quisiera.
Los únicos testigos de todo esto éramos nosotros mismos, además de los árboles alrededor. Estábamos muy cerca de la casa de Olmué a la que íbamos, la casa de campo de la familia de papá de la cual éramos dueños desde antes que la ciudad se fundara, es decir, hace más de cien años desde esa época. El lugar donde estábamos nos permitía gemir como quisiéramos, pues estábamos solos, el auto estaba a la orilla de ese camino interior sin pavimentar, un lugar donde solo accedíamos los que veníamos a la casa o los trabajadores. Papá abrió un poco la ventana del auto, el calor del día primaveral y el calor de nuestros cuerpos nos estaban dejando sin aire, ahora la intensidad fue mayor, yo estaba completamente dilatado y entregado al placer de que papá me estuviera penetrando sin medir ninguna posible consecuencia y la verdad es que no había ninguna más que el placer que ambos estábamos experimentando, el cumpliendo el rol del macho alfa, mostrando sus habilidades de follador, embriagándonos con su olor a macho; y yo en mi rol de receptor, dejándome llevar, complacer y solo dedicándome a gozar de cómo un hombre te usa para su placer. Estaba aprendiendo muchas lecciones durante este fin de semana, lecciones que me harían comenzar a entender las cosas de manera diferente para lo que vendría más adelante.
Papá intensificó la penetración, su caderas iban desde chocar con el asiento en que estaba sentado a chocar con mis nalgas que estaban en el aire mientras me follaba, mis manos se agarraban de la almohadilla del asiento para tener más libertad de movimiento y no dejaba de gemir entrecortado porque la rapidez de las embestidas no me daba tiempo a respirar adecuadamente, un grito de placer y la inundación de semen en mi culo me indicó que papá se había corrido, mientras seguía bombeando las últimas descargas de semen en mi, me soltó las nalgas dejándome caer completamente sobre su pene y llevó sus manos a mi cara para besarme. Me besó intensa y profundamente sacando el último aliento que me quedaba, abrió la puerta del auto y sin antes esforzarnos un poco pudimos salir, yo seguía sobre él, su pene seguía dentro de mi y mi culito estaba lleno de su leche, esa sensación de saber que estaba lleno de papá era maravilloso. En mi cabeza agradecí que en la ducha de esta mañana antes de que papá nos sorprendiera en el baño con Roberto, yo haya aplicado sus enseñanzas para tener el culito limpio, fresco y preparado. Me sentí orgulloso de mi mismo. Cuando papá apoyó sus pies en la tierra, yo llevé los míos intentando tener estabilidad, cuando lo logré me levanté y dejé escapar su pene que ya estaba casi flácido. Lo miré y pude ver los rastros blancos y espesos de semen que escaparon de mi culito. Llevé mi mano a mi entrada, pasé mis dedos y saqué lo que había en los bordes.
- Cómetelo – me pidió mi papá divertido, yo lo miré sonreí inocente y puse mis dedos en mi boca, papá me miró, me atrajo hacia él y me besó.
- ¿Don Ignacio está bien? ¿Está en panne? – nos interrumpió la voz que provenía de unos metros de donde nos encontrábamos._____
¿Quieres saber quién nos interrumpió? lee el siguiente Capítulo: «Confesiones en la Playa» el número 26 que ya está liberado en la página web exclusiva de la novela, puedes escribirme a mi Telegram, la cuenta es @BenjaLjubetic y te paso el link, también me encuentras en Twitter @macholingerie2 donde subo mi propio contenido, y algunas cosas con papá… (Cuando me escribas, SALUDA, se cordial, dime quién eres y cuéntame porque me escribes, por favor! )Y si quieres leer el resto de la historia, 118 capítulos en total, (La novela se sigue escribiendo), incluyendo episodios especiales inéditos, con videos y fotos. También me puedes preguntar cómo en el Telegram.
Gracias otra vez por leerme, espero que te esté gustando.
Besitos Benja!


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