CARLOS (31 años) Y MARQUITOS (9 añitos) – UN CULO ADORABLE
¿Qué lleva a un niño de 9 añitos, lindo, hermoso, precioso; dueño de un culo absolutamente fuera de serie, a entregarse por completo, a los placeres sexuales de un hombre de 31 años? La respuesta: El niño, a pesar de su corta edad, también deseaba ello fervientemente..
Mis relatos, son experiencias de vida, ciento por ciento reales y no hago apología de nada, no promuevo nada, no estoy, ni “a favor de”, ni “en contra de”; solo escribo acerca de mí precoz vida sexual y con mi total y absoluto convencimiento, anuencia y aceptación. Nadie me obligó a hacer nada, nadie abusó de mí, ni mucho menos.
Todo se daba a la perfección, para que Marquitos, siguiera entregándose y por completo, a los placeres del sexo, merced a que Carlos lo había hecho quedar muy, pero muy bien delante de su madre, llenándolo de elogios y de halagos, por su excelente comportamiento, durante aquella estadía de dos días en su casa, aunque a todas luces, nada de ello había ocurrido tal y como el hombre relató.
“¡Hola, Marquitos! ¡Entra!” – Exclamó Carlos al yo tocar a su puerta y una vez dentro de la casa, todo era sexo, sexo y pasión desenfrenada.
“¿Quiere que me quede desnudo, Carlos?” – Susurré con esa inconfundible voz de “puta en celo”, que tanto excitaba al hombre.
“¡Ay, sí, Marquitos!” – Respondió Carlos y agregó:
“¡Hoy estoy re caliente, Marquitos!, Así que vamos a coger con todo.”
“¡Desnúdese usted también, Carlos!” – Exclamé porque, entre otras cosas, me encantaba ver a ese hombre, del cual yo estaba total y absolutamente enamorado, sin ningún tipo de ropas, ni siquiera la interior.
Una vez desnudos, nos fuimos al dormitorio y, obviamente, como no podía ser de otra manera, Carlos manoseando mi increíble, precioso y descomunal culo y yo, con mi mano tomando su verga, ya erecta.
La diferencia de altura, entre ambos, hacía que Carlos tuviese que agacharse, levemente, para tocarme el culo y yo, en cambio, levantar mi mano para asirme de su deliciosa pija.
Nuevamente el alucinante cuadro; un hombre de 31 años y un niño de solo 9; desnudos, dirigiéndose al dormitorio, para, una vez sobre la cama, llevar adelante todo tipo de acciones, en pos de obtener el mayor placer, gozo y satisfacción sexual.
“¿Te dije que eres hermoso, Marquitos?” – Preguntó Carlos, sin dejar de abrazarme contra su torso desnudo.
“¡Usted también es muy lindo, Carlos! ¡Yo lo quiero mucho!” – Exclamé, mientras ya acomodaba mi cara, para comenzar a recibir esos riquísimos besos en mi boca.
“¡Y tu culo, Marquitos! ¡Hay, tu culo! Te lo chupé, lo lamí, lo comí, lo manoseé, lo toqueteé y lo cogí tantas, pero tantas veces y no me canso de halagarlo y elogiarlo” – Dijo Carlos.
“¡Usted también tiene una verga preciosa, Carlos!” – Susurré y agregué:
“¡Tengo ganas de chuparla! ¿Puedo?”
“¡Por supuesto que puedes! ¡Mi lindo putito! ¡Acá está! ¡Es toda tuya!”
Tomé esa hermosa polla entre mis manos y comencé a lamer, a besar y a comer, el glande primero, el grueso y apetitoso tronco después y, por último, el par de adorables testículos.
Ese manjar de verga, me hacia sentir el más excitante de los placeres, cada vez que la tenía dentro de mi culo y, modo de agradecimiento y gratitud eterna, me veía en la obligación (que, obviamente, no era tal) de retribuir tanto, pero tanto gozo y la manera de hacerlo, era darle la mejor y más increíble mamada.
“¡Hay, mi lindo putito! ¡Cada vez la chupas mejor! ¡Te has vuelto todo un experto!” – Exclamó Carlos, con la voz entre cortada, mientras jadeaba y gemía de placer.
“¡Me gusta ser su putito, Carlos!” – Le dije y agregué:
“¿Me la va a meter en el culo? ¿Me va a coger bien rico?”
“¡Sí tú me lo pides! ¡Pídemelo! ¡Pídeme que te coja ese culazo!” – Exclamó Carlos en un tono muy imperativo.
“¡Sí, Carlos, sí! ¡Cójame, por favor! ¡Cójame todo el culo! ¡Métame su verga! ¡Deme su pija!” – Respondí, mientras volteaba y le ofrecía todo ese manjar, que a Carlos tanto, pero tanto lo deleitaba; el increíble, descomunal y absolutamente “fuera de serie”, pedazo de culo, que la madre naturaleza había puesto en mi cuerpo.
Tal vez, ese haya sido el propósito, de la madre naturaleza, al dotarme de semejante “parte trasera”; ofrecerlo con tal sumisión y pasividad; ofrecerlo y entregarlo, en pos del gozo y de la satisfacción sexual.
Siempre ha de primar el mutuo placer y por ende, Carlos, antes de penetrarme, se embadurnó su verga y esparció abundante lubricante en todo mi culo.
“¡Qué lindo, Carlos! ¡Me va a coger bien rico! ¿Verdad?” – Exclamé mientras le ofrecía todo mi precioso culo.
“¡Sí, mi putito lindo! ¡Cómo no te voy a coger bien rico! ¡Si tienes un culazo fuera de serie!” – Respondió e inmediatamente su ubicó detrás de mí.
“¡Qué lindo! ¡Cómo me está entrando! ¡Póngamela toda, Carlos!” – Dije otra vez con aquella voz de puta en celo.
“¡Ah! ¡Hermoso! ¡Hermoso! ¡Qué delicia de culo! ¡Por favor! ¡Nunca tuve un chico tan lindo como vos, mi Marquitos!” – Volvió a exclamar y rápidamente comenzó a oírse, dentro de la habitación, el chirriar de la cama, sumado al golpeteo de la pelvis de Carlos, contra mi gran culazo y los gemidos y jadeos de placer.
“¡Ah! ¡Oh! ¡Ah! ¡Oh! ¿Te gusta, putito lindo?”
“¡Si, Carlos! ¡Me gusta mucho! ¡Me encanta! ¡Cójame bien rico!” – Susurré.
Aquello era, lisa y llanamente, una absoluta locura; era placer, gozo y satisfacción sexual a su máxima expresión.
En “cuatro patas”, “el perrito”, “el misionero”, “piernas al hombro”, “de costado”, “cabalgando”, etc., etc., etc. Cuando me cogía por delante, aprovechaba para comerme la boca a besos.
“¿Le gusta como me dejo coger, Carlos? ¿Verdad que soy el chico más lindo que tuvo para coger?” – Exclamé, a sabiendas de que ello era como una especie de arenga, para excitar aún más a aquel hombre maravilloso, a quien yo amaba a más no poder, de quien yo estaba absolutamente enamorado y a quien me desvivía por complacerlo por completo.
“¡Se la quiero chupar, Carlos! ¡Quiero comerle la verga! ¡Póngamela en la boca! ¡Por favor!” – Era más que evidente, que mi propósito consistía en hacerlo “delirar de placer”, así que tomé esa hermosa y deliciosa polla y me la comí por completo, lamiendo, besando, chupando, una, otra y otra vez.
“¡Qué pija tan rica que tiene, Carlos!” – Exclamé mientras hacía un alto, solo para observarle el rostro de “mi amado”.
“¡Ahora quiero de nuevo por el culo! ¿Sí? ¡Póngamela otra vez! ¡Métamela toda en el culo y cójame bien fuerte!”
“¡Ay! ¡Putito lindo! ¿Crees que soy Superman? Para ti es fácil, solo pones el culazo y ni siquiera acabas” – Dijo, mientras me acomodaba, nuevamente para penetrarme y agregó:
“¡Ponte de lado, Marquitos!”
En la posición “cucharita”, el hombre me penetró con muchísima facilidad y comenzó el típico vaivén.
A pesar de mis solo 9 añitos de edad, yo ya tenía el culo súper entrenado y se tragaba la verga de Carlos, de una forma alucinante.
“¡No doy más ya, Marquitos! ¡Te voy a llenar el culo de leche!” – Exclamó el hombre con un hilo de voz.
“¡Sí, Carlos! ¡Quiero toda su lechita rica! ¡Mucha leche quiero dentro del culo!” – Dije pegando “culazos” hacia atrás.
“¡Ah! ¡Ah! ¡Oh! ¡Sí! ¡Toma, putito lindo! ¡Ahí tienes leche!” – Volvió a exclamar mientras yo sentía el delicioso néctar ingresando dentro de mí.
“El amor después del amor” se dio en todo su esplendor, ya que permanecimos sobre la cama, desnudos, abrazados y besándonos tierna, dulce y amorosamente.
Otra “cogida” súper buena; otra muestra más de enorme placer, de insuperable gozo y de inconmensurable satisfacción sexual.
Soy Marcos (Maquitos) – Wanda y mi correo es: [email protected]
Besitos a todos.
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