CARLOS (31), MARQUITOS (9), FRANCISQUITO (6) Y LA BEBA JUANITA (1) – EL FINAL
Nuevamente y por última vez, la joven madre le entregó a Carlos, a su hijo de 6 añitos y a su beba de solo 1; para que satisfaga y haga realidad sus necesidades y deseos sexuales..
“Mañana vienen, otra vez, la madre de Francisco y la beba Juanita, así que vamos a tener una tarde de sexo a full” – Me dijo Carlos y agregó:
“Vení más temprano, así te vestís de nena y los sorprendés”.
Dicho y hecho, al día siguiente, yo me presenté en casa de Carlos y fui derechito a la habitación, ya que él me tenía preparado todo el vestuario, que consistió en una hermosa bombacha, una faldita escocesa del tipo “uniforme escolar” y una chomba con motivos infantiles (imágenes de Minie y Daisy, los personajes de Disney).
El espejo del baño, me devolvió una imagen preciosa, ya que yo era, literalmente, una hermosa y adorable niña y fue tal el cambio y la transformación, que a la madre de los niños le costó reconocerme como Marquitos.
A diferencia del encuentro anterior, Carlos nos hizo ingresar a todos a la habitación (salvo a la madre, quien se quedó en el living, mirando televisión) y una vez sobre la cama, me pidió que le enseñara a besar en la boca al pequeño Francisquito, mientras él se entretendría un rato con la beba Juanita, a quien desvistió por completo y comenzó a lamerle la vaginita y el culito.
La reacción de Francisco, al verme transformada en una preciosa niña, me hizo sospechar que mucho más que dejarse coger, le gustaba, a su cortísima edad, hacer las veces de activo, por lo que me resultó muy fácil que comenzaba a besarme en la boca.
Carlos estaba tan, pero tan excitado que inclusive me volvió a producir cierto temor en su mirada, sobre todo por la manera en la que chupaba la conchita a la beba, más aún, porque, en un momento determinado, puso sobre la boca de Juanita, su miembro viril total y absolutamente erecto e inclusive lo refregó en su vaginita y su culito.
“¡Espero que no le ocurra penetrarla, porque la destroza!” – Pensé yo para mis adentros, pero, por suerte para mí y creo que para la pequeña Juanita también, solo se limitó a ello, aunque lo hizo por un buen y largo rato.
“¡Qué rica está esta conchita!” – Exclamó Carlos y agregó:
“Si tuviera unos añitos más, me la cogía por la concha y por el culo”
A todo esto, Francisquito y yo continuábamos besando y tengo que reconocer que al chiquito le gustaba bastante aquello y no lo estaba haciendo “bajo presión u obligación”.
“¿Te gusta Marquitos? Es una nena hermosa ¿Verdad?” – Le dijo Carlos al pequeño Francisquito, porque él también notó que al chiquito le agradaba y bastante todo ello.
“¡Marquitos! ¡Dejá que Francisco te baje la bombacha!” – Dijo Carlos y yo, inmediatamente, volteé y me quedé, de rodillas, sobre la cama.
“¡Bajale la bombacha, Francisco!” – Exclamó Carlos en tono imperativo.
El chiquito me bajó la prenda interior, la cual quedó atascada a la altura de mis muslos.
“¿Te gusta el culo de Marquitos? ¿Viste que lindo es? ¡Tocáselo!” – Volvió a decir Carlos.
Francisquito empezó a tocar y a manosear mi voluptuoso e increíble culo y la expresión de su rostro, denotaba que agrado por ello.
“¡Cojelo, Francisco! ¡Apoyale el pico en el culo y cojelo!” – Le ordenó Carlos y el chiquito, quien sí estaba totalmente desnudo, puso su diminuto “pitito” y comenzó el movimiento típico de pelvis.
A todo esto, Juanita aún estaba desnuda sobre la cama y Carlos alternaba, sus órdenes hacia nosotros dos, con chupadas en la conchita y en el culito de la beba.
Era, a todas luces muy evidente, la sagacidad y astucia de Carlos, para llevar adelante sus deseos y necesidades sexuales y para hacer realidad sus fantasías, con respecto a su particular gusto por “niños y niñas”, ya que, si hubiera penetrado al pequeño Francisquito, tal y como lo hizo en el encuentro anterior, el “acto sexual propiamente dicho”, habría culminado prontamente, debido al dolor, el llanto y a los gritos del niñito.
“¿Te gusta cogerlo a Marquitos?” – Le preguntó a Francisco.
“¡Sí! ¡Tiene lindo culo y grande!” – Respondió el pequeñito.
“¿Querés que te chupe el pito, también?” – Volvió a preguntar y sin aguardar la respuesta, dirigiéndose a mí, me dijo:
“¡Chupale el pitito! ¡Lo tiene chiquitito pero es más grande que el tuyo! ¡Chupáselo bien rico!”
Yo volteé y me introduje el “pitito” con mucha facilidad en mi boca, para empezar a chuparlo.
Mientras yo estaba comiendo el pequeño “pito” de Francisco, Carlos se acercó al niñito y comenzó a besarlo en la boca, pero siempre manteniendo al lado, a la beba Juanita, a quien, permanentemente, le acariciaba su conchita y su culito.
“¡Bueno! ¡Basta, Marquitos! ¡Chupá una pija de verdad! ¡Chupá un verga de macho!” – Me dijo Carlos, en alusión, obviamente, a su propio miembro masculino, por lo que, abandoné el pitito de Francisco (debo reconocer que me gustó habérselo chupado) y comencé a lamer, a besar y chupar la hermosa verga “del macho alfa”.
“¿Querés cogerla a tu hermanita, mientras tanto?” – Le preguntó Carlos a Francisquito (en realidad era su hermanastra, ya que tenían distinto padre y obviamente ausentes ambos, de acuerdo a lo que me comentó el propio Carlos), pero el chiquito respondió en forma negativa, con un movimiento de cabeza.
“¡Ahhhhhhh! ¡Ohhhhh! ¡Qué rico! ¡Qué bueno que sos chupando, Marquitos!” – Susurraba Carlos mientras jadeaba y gemía de placer.
A todo esto, la beba había comenzado a llorar por lo que, Carlos, llamó a su madre para que se la llevara al living, algo que la mujer hizo inmediatamente, no sin antes, levantar mi falda para observarme.
“¿Viste el semejante culo que tiene Marquitos? ¿Alguna vez viste a un chico con un culazo como ese?” – Le preguntó Carlos, pero la mujer solo respondió con una sonrisa pícara y socarrona.
“¡Vení, Francisco! ¡Mientras Marquitos me la chupa, te voy a besar en la boca! ¡A ver se aprendiste!” – Ordenó Carlos y el pequeño niño acercó su boca, para que el hombre “se la comiera a besos”.
Otra vez el increíble cuadro. El hombre de 31 años de edad, besando apasionadamente la boca de un chiquito de solo 6 y recibiendo una deliciosa mamada de verga, por mi parte, a mis 9 añitos. Lisa y llanamente, una delicia de cuadro ¿No lo creen así?
“¿Querés que lo coja a Marquitos? ¿Querés que le levante la pollera y lo coja?” – Le preguntó Carlos al pequeño Francisquito y agregó:
“¡Preguntale si quiere que lo coja!”
“¿Querés que te coja?” – Me preguntó el niñito.
“¡Sí! ¡Quiero que me coja! ¡Que me coja todo el culo!” – Le respondí.
“¡Marquitos es una nena ahora, así que me voy a coger a una nena!” – Exclamó Carlos y dirigiéndose otra vez a Francisquito, volvió a decirle:
“Pero primero le voy a chupar todo ese hermoso culo que tiene. Preguntale si quiere que le chupe el culo”
“¿Querés que te chupe el culo?” – Me preguntó el pequeño.
“¡Sí! ¡Decile que sí! ¡Quiero que me chupe el culo!” – Respondí.
“¡Qué putita más linda! ¡Qué hermosa putita!” – Exclamó Carlos abalanzándome sobre mi culo y enterrando, literalmente, su lengua dentro de él.
“¡Mientras yo le chupo el culo, ustedes bésense en la boca!” – Ordenó Carlos e inmediatamente Francisquito se ubicó delante de mí y me ofreció su boquita.
Era más que evidente que al chiquito le había gustado mucho, tanto besarme, como tocarme el culo e inclusive cogerme, si bien su pitito apenas “se perdía” dentro de mi profunda zanja, pero aquello no duró demasiado, porque Carlos tenía otras intenciones, en esa ocasión.
“¡Vení Francisco! ¡Ponete acá y agarrame la pija! ¡Agarrá mi verga y hacele la paja!”
Carlos deseaba cumplir con todos y cada uno de sus deseos y por ello nos ordenaba, a cada momento, “que hacer”.
“¡Ahora chúpame la verga! ¡Dale! ¡Chupámela, pero cuidado con los dientes!” – Le dijo Carlos a Francisquito, mientras él seguía chupando y comiendo todo mi culo, sin dejar un instante de “halagarlo y elogiarlo” (algo que era música para mis oídos).
“¡Ahhhhhhhhh! ¡Ohhhhhh! ¡Ahhhhh! ¡Qué lindo es esto! ¡Por favor!” – Exclamó Carlos y agregó inmediatamente:
“¡Pero ya no doy más! ¡Quiero coger! ¡Quiero meterla en un culo!”
Por supuesto, yo supuse que sería “mi culo el que quería”, pero Carlos, en un movimiento felino, tomó al pequeño Francisquito y le enterró la pija en el culo, haciéndolo gritar de dolor nuevamente.
“¡Ay! ¡Me duele! ¡Me duele mucho! ¡Sáquemela Carlos! ¡Por favor! ¡Me duele! ¡Ayyyyyyy! – Gritaba el niñito con los ojos llenos de lágrimas.
“¡Aguantá, pendejito, aguantá! ¡Esta va a ser mi última cogida! ¡No te voy a coger más así que aguantá y disfrutalo!” – Exclamó Carlos enfáticamente y agregó:
“¡No solo te voy a coger todo el culito! ¡Te lo voy a llenar de leche también!” – Y finalizó diciendo, dirigiéndose a mí.
“¡Ponete acá al lado! ¡Ponete acá con el culo bien parado! ¡Porque después te va a tocar a vos!”
Mientras yo me ponía en posición, Carlos seguía dándome fuertemente por el culo y el pobre Francisquito ya no gritaba, pero seguían brotando lágrimas de sus ojos y ya corrían por sus mejillas.
“¡Ahhhhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhh! ¡Siiiiiii! ¡Tomá mi leche! ¡Tomá toda mi leche! ¡Ohhhhhh! ¡Otro pendejito más al que le rompo el culo y lo lleno de leche! ¡Qué bueno! ¡Qué lindo! ¡No te vas a olvidar más de mí! ¡Yo fui el primero que te cogió y te acabó adentro del culo!” – Exclamó Carlos y su rostro reflejaba una satisfacción imposible de describir con palabras.
“¡Ahora te toca a vos, putita linda!” – Dijo mientras me acomodaba “a su merced” e inmediatamente me penetró de una forma increíble y sumamente deliciosa.
Yo no cabía en mí de tanto gozo y placer y por varias razones, la primera y principal, porque me encantaba dejarme coger por el culo; sentir una pija dentro de mí me producía una sensación increíble, a pesar de mis solo 9 años de edad; me gustaba que me cogieran y vaya si me gustaba y otro de los motivos, era no solo estar vestido de niña, sino que además, exhibirme así delante de otras personas.
Por suerte, para mí, Carlos estaba por demás excitado y caliente a más no poder y, a pesar de haberse recientemente “deslechado” en el culito de Francisquito, aún tenía “hilo en el carretel” y me cogía de una manera fantástica.
Una embestida tras otra y el sonido característico del golpeteo, de la pelvis de Carlos contra mis “carnosos y voluptuosos cachetes”, sumado a la respiración entre cortada y los gemidos y jadeos de placer, era lo que se podía escuchar dentro de la habitación.
Todo era sexo dentro de ese cuarto. Una verdadera orgía entre un hombre de 31 años, un chico de 9 vestido de niña, un chiquito de solo 6 años a quien le habían llenado el culo de leche, por primera vez y una beba de 1 añito, a quien el hombre mayor le había comido la conchita y el culito (entre otras cosas).
“¡Ohhhhhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhhh! ¡Ohhhhhhhhhhh! ¡Qué bueno! ¡Tomá, putita, tomá! ¡Para vos también hay leche! ¡Tengo leche para los dos!” – Gritó Carlos mientras esparcía dentro de mí una abundante y muy buena cantidad de semen, el delicioso elixir de la vida misma.
Carlos quedó tendido sobre la cama, exhausto, pero con el rostro pleno de satisfacción y con el resto que le quedaba, le dijo a Francisco:
“¡Cogelo otro rato a Marquitos! ¡Aprovechá y cogé a esa nenita putita linda!” y dirigiéndose a mí, exclamó:
“¡Dejate coger por el chiquito! ¡Dale! ¡Que te coja un rato, porque mañana ya se van de acá!”.
Francisquito se ubicó detrás de mí y apoyando su pitito sobre mi culo aún embadurnado de semen, comencé a hacer el típico movimiento de pelvis, al que inclusive le agregó algo así como un gemido, aunque “actuado” y no real, pero placentero al fin, al menos para mí.
Luego de una breve cogida (por obvias razones, Francisquito no logró hacerme “ni cosquillas” con su pitito), Carlos dio por finalizada aquella orgía sexual y, haciéndome partícipe en esta ocasión, todos abandonamos la habitación y nos dirigimos hacia el living.
Yo me senté en el sillón a mirar televisión y, entre tanto, Carlos despidió a la mujer, entregándole un sobre y un bolso y; estando ya en la puerta, logré escuchar: “Cuando llegues, entregale esta carta al encargado, él te va a decir dónde vas a vivir y el trabajo que vas a hacer allí”.
Luego de la despedida, Carlos se sentó en el sillón del living, me hizo sentarme sobre sus rodillas y sin dejar de manosear y toquetear mi culo, me explicó que la mujer y sus dos hijos, se irían de la ciudad, ya que él mismo le había conseguido casa y un trabajo.
Este fue el final de esa experiencia sexual, ciento por ciento real, a la cual solamente obvié citar los apellidos y por obvias razones. Nunca más volví a ver a aquella mujer y sus dos hijitos, pero quedó en mi mente, el recuerdo de esas dos veces, en las cuales, Carlos, me hizo partícipe de semejante orgía, junto al pequeño Francisquito y la beba Juanita.
Soy Marcos – Wanda (del sur de Argentina) y mi correo es: [email protected]
Espero sus comentarios y sus votos.
Besitos.
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