CARLOS (31), MARQUITOS (9), FRANCISQUITO (6) Y LA BEBA JUANITA (1) – UNA VERDERA ORGIA
¿Por qué una joven madre, le entrega a un hombre de 31 años, a su pequeño hijo de 6 y a su beba de solo 1, para saciar su apetito sexual, junto a Marquitos y su fenomenal culo?.
Ese día estaba con mucha más excitación que de costumbre y mientras caminaba hacia la casa de Carlos, iba imaginando acerca de las prendas femeninas que él tendría preparadas para mí, pero grande fue mi asombro y sorpresa, cuando, al tocar a la puerta, me abrió una mujer quien inclusive me llamó por mi nombre y me hizo ingresar.
Nunca había visto a esa mujer (en realidad nunca me había encontrado con nadie, en casa de Carlos) y mucho menos, a su pequeño hijo, un chiquito de unos 6 añitos más o menos y si bien todo aquello me resultaba sumamente extraño, entré a la casa y me quedé sentado en el sillón del living.
“¿Está Carlos?” – Le pregunté a la señora.
“¡Sí! ¡Está en su habitación! ¡Ahora viene!” – Me respondió.
Cómo yo ya estaba acostumbrado a moverme por la casa de Carlos, “a mi antojo”, me levanté del sillón y fui raudamente hasta su habitación, sobre todo porque, desde el living, escuchaba ruidos “algo raros”, aunque, en ese trayecto, la señora intentó detenerme, en vano.
Al ingresar, quedé anonadado y sin reacción alguna ¿Por qué? Carlos estaba desnudo, tendido sobre la cama, chupándole la conchita a una bebé que no tendría más de un añito.
“¿Qué hacés acá, Marquitos?” – Exclamó y agregó:
“¡Vení acá! ¡Esta deliciosa beba en Juanita!” – Y finalizó diciendo:
“La mujer es la mamá de Juanita y de Francisco, el chiquito que está con ella. Tiene muchos problemas económicos y yo la ayudo, pero a cambio de que me deje un rato con la bebé y con el chiquito”.
A mis nueve añitos de edad y merced a mi precoz vida sexual, pocas cosas me producían intriga y más aún, en una época en la cual muchos de los temas sexuales eran directamente “tabúes”, yo era por demás abierto de mente, pero aquella situación escapaba por completo a mi comprensión.
Si bien en mi casa, mi propio entorno familiar (mi madre y mis 3 hermanas mayores), no solo me permitía andar “vestido de nena”, sino que, además, me alentaba a hacerlo, difícilmente podría imaginar a mi madre, ofreciendo o entregando a alguna de mis hermanas o a mí mismo, para satisfacer las necesidades y deseos sexuales de otra persona, a cambio de dinero o de lo que fuera.
“¡Tranquila! ¡Está todo bien! ¡Marquitos viene seguido porque somos como novios!” – Le dijo Carlos a la mujer, haciéndole un guiño de ojo y dirigiendo la mirada hacia mí, agregó:
“¡Se puede quedar acá! ¡Él nunca va a contar nada a nadie! ¿Verdad Marquitos?”
Respondí solo con un leve gesto con la cabeza y mientras la mujer regresaba al living, yo me quedé, al costado de la cama, observando a Carlos y a Juanita.
“¡Mirá que rica esta conchita! ¿Te gusta, Marquitos? ¿Te gustaría lamerla?” – Preguntó Carlos y volví a responder de la misma manera, pero en forma negativa.
“¡A mí me encanta! ¡Le chupo la conchita y el culito! ¡No le hago nada más porque es muy chiquita!” – Dijo Carlos mientras hundía nuevamente su cabeza entre la entrepierna de la bebita.
Si bien, en principio, el cuadro me resultó algo “chocante”, el ver a Carlos disfrutar de la manera en la que lo estaba haciendo y a Juanita para nada molesta con ello, comencé a naturalizar aquello y hasta creo que lo disfruté.
“¡Mmmm! ¡Ah! ¡Qué rica está esta conchita! ¡Por favor! ¡Ojalá la empiecen a coger de bien chiquita! Si no soy yo, que la coja otro, pero que se entierre bien adentro de esta conchita” – Susurró Carlos, sin dejar un instante de lamer esa “vaginita”.
“¡Mirá que culito tan chiquito, Marquitos! Seguro que vos ya deberías tener un semejante culazo, aún de bebé” – Volvió a decir Carlos, tocando, manoseando y chupando el culito de la bebé.
Durante un buen rato, Carlos, estuvo chupando, lamiendo, besando, toqueteando y manoseando el culito y la conchita de Juanita, hasta que la tomó en brazos y cubriéndola con una mantita, la llevó al living y se la entregó a la madre, no sin antes, cruzar con ella, un par de miradas cómplices y sonrisas pícaras y socarronas, tal y como solía hacerlo yo mismo.
“¡Andá a la habitación con el tío Carlos!” – Le dijo la señora a su hijito Francisco, mientras aseaba a la bebita y la vestía con sus ropitas algo ajeadas.
El chico ingresó a la habitación y sin decir palabra alguna, comenzó a desvestirse y una vez denudo, subió a la cama y Carlos comenzó a toquetearlo, a manosearlo y a besarlo, algo que me dejó un tanto celoso, en un principio.
“¡Cómo me gustan estos pendejitos!” – Exclamó Carlos y poniendo la punta de su verga en la boca del chiquito, le dijo:
“¡Dale! ¡Chupala como yo te enseñé el otro día!”
Francisco empezó a chupar la pija de Carlos, pero su boquita era aún muy diminuta, así que solamente podía introducir parte del glande, pero sí, en cambio, lamió y besó todo el “tronco”.
“¡Ahhhh! ¡Ohhhh! ¡Ahhhhhh! ¡Qué lindo es esto!” – Susurro Carlos y dirigiéndose a mí, agregó:
“¡Chupala vos, Marquitos! ¡Enseñale a Francisco como se hace una buena mamada!”
Yo estaba aún vestido, pero, así y todo, introduje por completo en boca, la verga erecta y caliente de Carlos y comencé a mamar, a chupar, a lamer, a besar y a comer ese precioso y hermoso miembro viril masculino.
“¡Ahhhhhhhhhhhhhh! ¡Sí! ¡Ohhhhhhh! ¡Así! ¡Qué rico! ¡Qué bueno sos, Marquitos, chupando la pija!” – Exclamó Carlos, gemidos y jadeos de placer.
“¡Aprendé, Francisco! ¡Así se chupa!” – Dijo Carlos, dirigiéndose al chiquito desnudo, quien no dejaba de observar el cuadro.
Después de un buen rato de comer ese delicioso “mástil”, Carlos exclamó:
“¡Desnudate, Marquitos! ¡Desvestite y subí a la cama!”
Raudamente me quité prenda por prenda (solo tenía puesto un diminuto, ajustado e hiper cavado pantaloncito corto y una chomba al tono) y una vez totalmente desnudo, subí a la cama.
“¡Mirá, Francisco, el super culazo de Marquitos! ¿Alguna vez viste un culo más lindo y más hermoso?” – Dijo Carlos, dirigiéndose, obviamente, al chiquito y agregó:
“¡Tocalo! ¡Yo te enseño como!”
El hombre comenzó a toquetearme y a manosearme todo el culo e inmediatamente sentí la mano de Francisco, haciendo lo propio.
Si bien no era la primera vez, ni mucho menos, que más de una persona estaba detrás de mí, toqueteando y manoseándome el culo, sí lo era en ese contexto, es decir, Carlos, a sus 31 años, Francisco, de solo 6 y en el living de la casa (sino mirando, directamente, sí escuchando todo lo que se hablaba en la habitación), una mujer, la madre del chiquito y de Juanita, una beba de tal vez menos de un año, a quien, minutos antes, Carlos le había chupado la conchita y el culito.
“¡Qué hermoso culo! ¡Nadie tiene un culo como el de él! ¿Verdad Francisco?” – Dijo Carlos, pero el chiquito no esbozó respuesta alguna, puesto que, a su cortísima edad, era probable que no hubiera visto “muchos culos”.
“¿Querés que lo coja, Francisco? ¿Querés que le meta la pija bien adentro de ese precioso culazo?” – Preguntó Carlos y en esta ocasión, sí, el chiquito respondió afirmativamente.
“¡Lo voy a preparar! ¡Ahora te enseño como se hace!” – Volvió a decir Carlos, dirigiéndose, obviamente, a Francisco y tomando el pote de crema, que utilizaba a modo de lubricación.
“¡Tomá! ¡Poné bastante en mi pija y después en todo el culo de Marquitos!” – Exclamó Carlos mientras ponía una buena porción de crema en las diminutas manitos de Francisco.
El chiquito embadurnó todo el miembro vivir de Carlos y luego esparció una buena parte, sobre la superficie de mis “carnosos cachetes”.
“¡Ponete bastante en el agujero del culo! ¡Ahí le tengo que meter la pija!” – Volvió a exclamar Carlos y una vez, ambos, bien lubricados, dijo nuevamente, dirigiéndose a Francisco.
“¡Mirá como pone el culo, Marquitos! ¡Bien parado y bien levantado! ¡Así! Y yo, ahora, le pongo la punta de la pija y empiezo a meterla, hasta que esté toda adentro del culo ¡Mirá bien como se hace!”
A punto estuvo, Carlos, de comenzar a penetrar mi precioso y apetecible culo, pero se detuvo y volvió a decir:
“¡Faltó algo! ¡Pedime que te coja, Marquitos! ¡Pedime que te la meta!”
“¡Cójame, Carlos! ¡Cójame todo el culo! ¡Métame la pija bien adentro! ¡Cójame bien rico, como usted sabe!” – Exclamé, como lo hacía siempre y a modo de arenga.
“¡Tomá, putito lindo! ¡Tomá! ¡Tragate toda mi verga con semejante culazo! ¡Tomá, putito!” – Gritó Carlos mientras me penetraba sin ningún tipo de dificultad, a causa de mi ya muy buena dilatación anal, sumada a la muy buena lubricación.
No puedo describir, con palabras, mi sensación al tener un miembro viril masculino, dentro de mí; no había nada en el mundo que superara ello; nada me producía mayor gozo, placer y satisfacción, que estar siendo bien cogido y Carlos sí que sabía muy bien cómo hacerlo.
“¡Preguntale si le gusta y si quiere más!” – Le dijo el hombre al chiquito, quien solamente atinaba a observar el cuadro.
“¿Te gusta? ¿Querés más?” – Me preguntó Francisco y yo, que ya no sabía en mí de tanto placer sexual, solo atiné a decir, con voz entrecortada:
“¡Sí! ¡Decile que me gusta mucho y que quiero más!”
El cuadro no podía ser más excitante, más alucinante y otra vez (mis disculpas, pero yo siempre estuve “en la vereda de enfrente”) voy a apelar a la imaginación de los lectores, para que cierren los ojos por un instante e intentes visualizar todo aquello; es decir, Carlos, a sus 31 años, habiendo lamido la conchita y el culito de una beba de 1 añito y ahora, cogiéndome desaforadamente, a mis 9 años y teniendo, a mi lado, al pequeño Francisco, de tan solo 6 añitos, desnudo y observando semejante “acto sexual”.
“¡Vení, Francisco! ¡Ponete acá, al lado de Marquitos! ¡Ponete igual como está él!” – Exclamó Carlos e hizo ubicar al pequeño niño a mi lado y en la misma posición, es decir, con el culito paradito e inmediatamente comenzó a toqueteárselo y manoseárselo; mientras tanto, Francisquito me miraba como tratando de obtener, de mi parte, algún gesto a modo de respuesta, para que entendiera o comprendiera lo que estaba ocurriendo en esa habitación.
Mi enorme y monumental culo, contrastaba con el del pequeñito, pero Carlos, igualmente, lo disfrutaba, a juzgar de sus jadeos, gemidos e inclusive alaridos de placer, de gozo y de satisfacción sexual; tanto que, intempestivamente, sacó su pija de adentro de mi culo (no sin cierto malestar por mi parte) y lo “ensartó, de una” al niñito Francisquito.
“¡Ay! ¡Duele! ¡Duele mucho! ¡Ay!” – Gritó el chiquito, mientras brotaban lágrimas de sus ojos; tanto que la madre apareció, con la beba en brazos y se paró en el umbral de la puerta, pero Carlos la detuvo, haciéndola retroceder.
“¡Duele un poco al principio! ¡Después ya no te va a doler e inclusive te va a gustar! ¡Te va a gustar como le gusta a Marquitos!” – Exclamó Carlos, pero, muy lejos de ello, el pequeño niñito seguía gritando, suplicando e implorando, hasta que, de la misma forma intempestiva que le introdujo su miembro viril el su diminuto culito, la extrajo y volvió a enterrarla, literalmente, dentro de mi super culazo (para mi beneplácito).
“¡Vas a tener que aprender a dejarte coger por el culo!” – Le dijo Carlos a Francisquito y agregó:
“¡Mirá como lo disfruta Marquitos! ¡A él le gusta muchísimo! ¡Le encanta! ¿Verdad que sí Marquitos?”
“¡Sí! ¡A mí me encanta! ¡Es lindísimo!” – Exclamé.
“¡Ahhhhhhhhhhh! ¡Ohhhhhhhh! ¡Ahhhhhhhhhh! ¡Oh! ¡Cómo me gusta cogerme este tremendo culo! ¡Te lo voy a llenar todo de leche! – No terminó Carlos de decir aquello e inmediatamente sentí, dentro de mí, el chorro tibio del delicioso néctar, verdadero elixir de la vida sexual.
“¡Mirá qué lindo! ¡Cuánta leche le metí en el culo! ¡Mirá como le sale y chorrea!” – Le dijo Carlos al pequeño Francisquito, quien observaba todo ello, creo que sin comprender, acabadamente, de qué se trataba todo.
A modo de corolario de semejante “acto sexual”, el hombre esparció parte del semen que chorreaba por mis “carnosos cachetes” y por mis muslos, sobre la superficie de mi tremendo culo y del diminuto culito de Francisco, coronando aquello con un par de “palmaditas” en ambas colitas.
Tanto Carlos, como el pequeño Francisquito, se vistieron groseramente, sin ni siquiera asearse mínimamente y salieron de la habitación con destino al living, quedándome solamente yo, tendido aún sobre la cama, pero desde ahí, pude observar, aunque sin escuchar, un breve diálogo entre Carlos y la madre de ambos niños, previo a que el hombre pusiera en manos de la mujer, un grueso “fajo de billetes” y despidiera a la familia en la puerta de la casa.
“La mujer tiene muchos problemas económicos” – Me dijo Carlos ingresando nuevamente a la habitación y agregó:
“Yo la ayuda con dinero, pero, a cambio, ella me deja que le chupe la conchita y el culito a la bebé y que lo mismo haga con el chiquitín Francisco” – Para finalizar diciendo:
“Pero hoy me calenté demasiado; me excité más de la cuenta y se la metí al pendejito. Le dije a la madre que no se preocupara, porque, seguramente, le va a doler el culo durante un par de días, pero después se le pasará”.
Carlos, seguramente, luego de semejante “orgía infantil”, estaría saciado por completo, ya que ni siquiera me despidió con un beso en la boca, tal y como siempre solía hacerlo, así que yo encaré hacia mi casa, no sin antes repasar mentalmente lo ocurrido, ya que no en pocas ocasiones, el hombre me había comentado y con lujo de detalles, acerca de su particular gusto por mantener relaciones sexuales con niños y con niñas pequeñas e inclusive me había platicado sobre “abusos y violaciones”, pero, en esta oportunidad, yo había sido testigo directo y presencial de ello.
Besitos a todos y aguardo sus comentarios y sus votos.
Soy Marcos – Wanda (desde el sur de Argentina) y mi correo es: [email protected]
uff tremendo